Capítulo 43

Nuray entró despacio en el dormitorio, viendo que Ezio seguía en la cama, pero enseguida se dio cuenta de que estaba despierto cuando se giró al escucharla cerrar.

La mujer se tumbó a su lado, devolviéndole la sonrisa que le regaló. Desde que habían llegado a Monteriggioni hacia casi una semana, el italiano parecía más relajado y feliz.

-Creí que estabas dormido. ¿Por qué no te has levantado?

-Estaba esperando que vinieras a buscarme. Una vez que salgamos de aquí no podremos estar solos más. -Bromeó con una sonrisa pícara, haciendo que ella volviera a sonreír.

Ambos se acercaron hasta poder besarse, incorporándose levemente en el lecho para poder abrazar sus cuerpos mutuamente, encendiendo segundo a segundo aquel encuentro, hasta que se detuvieron en seco al abrirse la puerta.

Los hijos del matrimonio entraron corriendo en la estancia, preguntando veloces por qué no se levantaban, ya que los esperaban para desayunar con su tía. Los chicos se subieron a la cama y se pusieron entre sus padres.

-Cada vez os despertáis más pronto. Tenéis que aprender a llamar a la puerta antes de entrar, chicos. -Habló Ezio, mientras ellos le miraban con una leve extrañeza, hasta que su madre habló.

-Sí, porque, aunque los años pasan cada vez con más peso para vuestro padre, sigue tan pasional como siempre.

Giovani y Adara pusieron cara de asco y empezaron a quejarse sobre aquellos detalles antes de marcharse, haciendo que la pareja de adultos riera, pero comenzara a movilizarse para prepararse antes de bajar, sabiendo que en unas horas Rèmy se reuniría con ellos.

Cuando el matrimonio estuvo listo, llegó al comedor donde encontró a Claudia intentando que sus hijos dejaran de discutir, mientras comenzaban a tirarse comida de sus platos.

-Eh, basta de gritos y tirar la comida ahora mismo. -Riñó Nuray al instante, haciendo que los chicos cesaran de mala gana, comenzando a narrar qué ocurría cuando la turca pidió explicaciones.

A la vez llamaron a la puerta de la villa, haciendo que Ezio alzara una mano para que Laura no se preocupara, yendo él mismo a abrir. No pudo reprimir su semblante asombrado al observar a la mujer del otro lado, acompañada de un séquito de 7 personas más. 3 mujeres y 4 hombres.

-Maestro Auditore. Ha pasado mucho tiempo, ¿cierto?

El italiano le devolvió la sonrisa torcida a la alta y corpulenta mujer rubia. Tenía razón, habían pasado muchos años desde que había conocido a la maestra asesina del imperio ruso en una reunión de los altos mandos de la orden tras la muerte de César Borgia.

-Oksana, me alegra que hayáis acudido tan rápido tras la llegada de mi carta. Por favor, pasad.

-Gracias, Ezio. No voy a mentirte, tus palabras tan decididas sobre los fragmentos me preocuparon, pero entiendo que has soportado tú solo la carga estos años. -Comentó con aquella voz firme mientras lo seguían al interior, dirigiéndose a la cocina. -También he comprendido que necesitas ayuda para acabar con el español sobrino del cardenal Mendoza. ¿cierto?

-Cierto. La gran batalla está muy cerca, y necesitamos toda la ayuda posible para acabar con él.

-Por eso he venido con mis mejores hombres. No los hay más letales en toda nuestra tierra. Luchamos por dos cada uno.

-Y lo creo con firmeza. Veo que os lo tomáis muy en serio. -Agregó con mofa ante la desarrollada musculatura que se intuía en todos, y las grandes hachas que portaban, en lugar de espadas. La rubia de ojos azules rió entre dientes, orgullosa.

-Nos gusta hacer las cosas con brutalidad. Lo llevamos en la sangre, Auditore.

-Todo el mundo conoce la bravura de vuestro pueblo, y por eso me alegra el doble que seamos amigos. Permitid que os presente a mi familia. -Agregó cuando entraron en la estancia, donde todos callaron al vislumbrar al grupo. Claudia y Nuray se levantaron para estrechar la mano de la líder.

-Esta es Oksana, la maestra asesina de Rusia, y sus mejores hombres. Se quedarán hasta la batalla con Mendoza. Mi hermana Claudia, y mi esposa, Nuray.

-Nos alegra teneros ya por aquí y poder conoceros. -Agregó la florentina tras que la rusa respondiera a su gento, presentado rápidamente a sus asesinos. El grupo se sentó en torno a la mesa, siendo servidos por el matrimonio y Laura.

-Y supongo que el hombrecito y la mujercita son hijos de la pareja más famosa de toda la hermandad. -Habló Oksana mientras observaba con una sonrisa a los niños, quienes avergonzados, asintieron.

-No te dejes engañar por esta repentina sumisión. Son una pareja de diablos que no paran quietos. -Agregó Nuray, depositando la jarra llena encima de la mesa, haciendo reír a la rubia.

-Eso es bueno. Los niños tranquilos son aburridos, y de adultos aún más. Bueno, ¿somos los únicos que hemos llegado? -Recondujo el tema, haciendo que Ezio hablara mientras atendía a sus invitados.

-No, Los franceses están aquí. De hecho, Rèmy llegará en cualquier momento con sus 2 comandantes. Los españoles también vinieron pronto, pero están en una ciudad del norte ayudando a localizar a Mendoza. Creemos que está en el Vaticano de nuevo reuniendo un ejército. Solo falta por llegar Sun-Sen.

-Pues no creo que vaya a venir, Auditore.

-¿Por qué no? ¿Crees que no me expresé con suficiente claridad en la carta para demostrar mi preocupación? -Preguntó Ezio con rapidez, debido al miedo que lo asaltó. Oksana respondió igual de tranquila, relajándolo.

-Murió el año pasado, al parecer de un ataque al corazón o algo así. Ahora su hijo, ignorando lo que todos pensamos sobre el hecho, ha heredado la condición de maestro de la orden en China. Me temo que vamos a tener que aguantar al estirado de Yan-Sen. Tenéis suerte de vivir tan lejos de ellos. No me gusta trabajar con los chinos, y menos aún con él. Es demasiado mandón.

-¿Crees que vendrá, no obstante?

-Oh, sí. Tenlo por seguro. Además, apuesto mi brazo derecho a que quiere custodiar él los fragmentos.

-Pues va a llevarse una sorpresa con mi propuesta. He estado pensando mucho en ese tema. Vimos con nuestros propios ojos el poder de uno de eso solos fragmentos hace años, no quiero imaginar qué pasaría si todos se juntasen.

-En realidad sí tenemos una idea. -Agregó Nuray al comentario de su marido, intercambiando una mirada con él breve antes de seguir. -Tenemos pinturas antiguas que advierten del nefasto destino que el artefacto desataría al ser usado al completo. Las mostraremos cuando se reúnan los maestros y explicaremos todo lo nuevo que conocemos.

El silencio invadió la estancia mientras los recién llegados se sorprendían ante las nuevas. Oksana miró al florentino, esperando que revelara lo que había cambiado en su opinión, adelantándole sus pretensiones para con el artefacto.

-Creo que lo mejor para todos sería destruirlos, o esconderlos si no fuera posible. Nadie podría obrar bien con ese poder; no es de este mundo.

El nuevo silencio fue roto por la llamada de alguien a la puerta, haciendo que la sirvienta del hogar fuera a abrir veloz, volviendo poco después a la cocina con Rèmy y dos de sus hombres. Los franceses percibieron al instante aquel matiz de tensión en el silencio.

-¿Ha pasado algo? -Finalmente habló el líder parisino, mirando a Ezio. No obstante, fue la rusa quien contestó, levantándose a la par.

-No aún, me temo. Vamos a tener desacuerdos importantes, vaticino. Los años te han sentado bien, Rèmy.

El francés le respondió a la sonrisa mientras estrechaba su mano, respondiéndole con la misma cortesía. Por otro lado, Nuray centró sus ojos en su marido, encontrando en su ceño levemente fruncido la preocupación ante aquellas palabras. Quizás no sólo Mendoza fuera el único frente que tendrían abierto.