Caradoc Dearborn
Al día siguiente amanecieron enredados entre las sábanas de Hermione muy entrada la mañana y pasaron allí el domingo, encerrados en su paraíso particular, ajenos al mundo, a la realidad, a todo lo que no fueran ambos. Metidos en aquel capullo de algodón turquesa, desnudaron sus almas, sus miedos, sus ilusiones y sus esperanzas de futuro, como dos jovencitos que quieren aprender el uno del otro, intentando encajar, buscando la forma de poder estar juntos.
Y ellos encajaban, vaya si lo hacían.
Eran tan similares que les parecía irrisorio haber pasado años enemistados o con rencores.
—Ayer dijiste que hace mucho que soy yo.
Estaban tumbados en la cama, Draco miraba hacia el techo y jugaba con el cabello de ella quien, con el rostro pegado al pálido pecho del hombre, daba pequeños besos en sus pectorales y dibujaba arabescos en el plano y musculado estómago de él.
—Porque es cierto —con un último beso en su pecho se incorporó para mirarle aun prácticamente sobre su cuerpo —llevo mucho tiempo pensando en ti, Draco.
—Fui afortunado entonces por entrar aquella noche en ese antro muggle —respondió él sin dejar de jugar con sus rizos.
Ella negó con una sonrisa.
—Antes de eso pensé en ti
Draco alzó las cejas con sorpresa.
—¿Antes de esa noche? —entonces un pequeño presentimiento le golpeó —¿Lo hiciste cuando te llevé a San Mungo? ¿Cuándo estabas a punto de dar a luz a Rose?
—Sí —dijo ella.
La ilusión que Draco había sentido al escucharla decir que hacía mucho que era él, pareció empañarse un poco, hasta que ella siguió hablando.
—Creo que esas pequeñas incursiones tuyas en el pasado tuvieron un propósito Draco, aunque quizás no el que tú esperabas.
El auror se perdió en aquellos ojos castaños que rebosaban de amor y calidez y se sintió en paz, como nunca antes se había sentido.
—Quisiste salvar a Astoria pero al final me salvaste a mi y te salvaste tú.
—Porque ella no podía ser salvada —terminó Draco por ella —¿Crees en el destino, Hermione? ¿Eso es lo que tratas de decirme?
—Pensaba que no —susurró ella sentándose a horcajadas sobre él para encontrar su boca —pero míranos. Ahora sí creo que tú eres mi destino. Este Draco, dijo sin dejar de besarle dandole un golpecito en el pecho — en el que te has convertido después de todo, es mi hilo rojo.
—¿Qué es un hilo rojo? —preguntó el rubio devolviéndole los besos con interés mientras la sujetaba por la cintura para pegarla a su cuerpo.
—Te lo contaré después, antes quiero demostrarte lo mucho que creo en el destino.
Y lo hizo, tantas veces que él pensó que podría dejar este mundo feliz y saciado si las parcas decidiesen que ese era su último aliento.
La siguiente semana fue una revelación para Draco.
Prácticamente vivió en casa de Granger durante esos días y nunca, jamás, se había sentido tan completo, tan en su lugar.
Entraron en una rutina cómoda que ni siquiera habían previsto. Por la mañana Hermione pasó a la ducha y Draco fue a preparar café y, cuando ella salió, envuelta en un albornoz y secándose el cabello, él le robó un beso y corrió al baño mientras ella hacía unas tostadas.
Desayunaron hablando sobre el día que les esperaba a cada uno, sobre la investigación de Draco y las nuevas leyes que tenía que aprobar el Wizengamont y miraron juntos El Profeta, donde ya se había publicado la detención de Scabior.
A la hora de irse Draco le preguntó si quería que llegaran juntos al Ministerio o si prefería que él fuera un poco antes para que no hubiera habladurías y ella, sujetando sus mejillas una vez acabó de ponerse los zapatos para obligarle a agacharse hasta que sus ojos quedaron a la misma altura le dijo:
—Yo no quiero que seas un secreto, estoy orgullosa de quererte Draco —le besó los labios —y de que me quieras.
Sonrió y, si él no hubiera estado ya perdidamente enamorado de esa mujer, lo habría hecho en ese mismo instante.
—Te quiero —le dijo una vez más. Nunca había sido dado a las muestras de afecto o a las palabras, pero con aquella mujer parecía que nada era lo que había sido en el pasado.
—Y yo a ti
Aferrándole de la mano fue hasta la chimenea y, cuando esa mañana la Ministra de Magia llegó al Atrio del Ministerio, lo hizo con sus dedos orgullosamente entrelazados a los del auror, sonriendo a las cámaras que quisieron fotografiarles y respondiendo un rotundo sí a la reportera de El Profeta que le preguntó si estaba manteniendo una relación con Draco Malfoy.
—Mañana tu cara va a estar en las portadas de cada una de las publicaciones mágicas, Malfoy —dijo Harry con una sonrisa cuando le vio llegar.
—Yo… —Draco parecía tan fuera de lugar que el moreno se compadeció de él y le palmeó la espalda —no esperaba ¿Crees que afectará a Hermione? —preguntó algo preocupado.
—Malfoy, Hermione es la bruja más extraordinaria desde Rowena Ravenclaw. El mundo mágico le perdonará cualquier cosa.
—Pero y… Oh Merlín ¡Los niños! —horrorizado salió del Departamento de Seguridad Mágica y corrió por los pasillos hasta llegar al despacho de Hermione —Granger —entró sin llamar y por suerte aún no había empezado su reunión con los duendes —mañana vamos a estar en la portada de cada diario mágico que se te ocurra.
—Probablemente —respondió ella con una sonrisa.
—¿No crees que hablar con los niños habría sido algo que, como adultos responsables debimos haber hecho?
Ella soltó una alegre carcajada y le invitó a acercarse.
—Ven, deja que te enseñe algo.
Sacó de su cajón un pergamino algo arrugado y se lo tendió. Draco lo tomó, viendo que era una carta de su hija Rose.
Mamá,
Scorpius, Hugo y yo. Albus y James también pero creo que, sinceramente, ellos nada tienen que ver en esto pese a que James sea tu ahijado, creemos que deberías conquistar al señor Malfoy ahora que, al parecer, según el tío Neville le contó el otro día a una mandrágora, estáis enamorados.
Scorpius dice que a su padre le gusta mucho la comida italiana y que si aprendes a hacer un buen tiramisú te amará por el resto de su vida. También dice que si necesitas su ayuda él puede darte algunos consejos.
Después de pensarlo mucho hemos creído que eres tú la que tiene que conseguir que él se quede con nosotros, al fin y al cabo, eres mucho más lista y además Scorpius cree que sus
Buena suerte, mamá.
Te queremos
Draco terminó de leer la carta por segunda vez y observó a Hermione, confundido y con los ojos abiertos de par en par.
—No sé como sentirme con respecto a esto —dijo tratando de aparentar seriedad pese a que la risa burbujeaba en su estómago
—¿Que te apuestas a que cuando les llega mañana El Profeta y nos vean en la portada recibiremos una nueva carta de ellos?
—¿Quién crees que la escribirá esta vez? —preguntó Draco besándola por encima del escritorio con una sonrisa.
Pero, aunque la carta llegó, en aquella ocasión firmada por Scorpius, ambos se equivocaron en algo, sus rostros no fueron la portada del diario, ya que la aparición del cuerpo de Caradoc Dearborn, un mago presumiblemente muerto a manos de los mortífagos en 1978 fue la noticia del año por haber sido hallado en un perfecto estado que les estaba llevando a pensar en la posibilidad de que hubiera permanecido todos aquellos años en un estado de muerte suspendida y ahora, casi medio siglo después, todo el mundo mágico se preguntaba si podría no estar muerto, en realidad.
