Comenzó a bajar las escaleras, observando las calles que se alcanzaban a ver alrededor; era curioso ver como muchas de las construcciones ajenas parecían invadir a otras, pero aun así se mantenían en cierta armonía que no dejaba de ser... hermosa. Era como armar castillos de madera o como cuando de niña le gustaba dibujar más detalles sobre dibujos ya terminados, pero con espacios vacíos. La ciudad no era un parche tras otro, sino como el crecimiento natural de un árbol que podía enredarse, invadir, desviar, pero nunca matar. Y esa sensación daba aquella ciudad: la de una entidad con vida propia que seguía creciendo, pero que no quería deshacerse de su pasado, sino que se afianzaba con fuerza.

Vio unas viejas cajas estorbando el camino, y guardó su pistola dispuesta a saltar o mover algunas; pero fue sorprendida por una horrible pantera grisácea que golpeó con un hacha las cajas, destruyéndolas. Se abalanzó sobre ella, que tropezó en el suelo. Entonces la pantera arrojó su hacha y ella recibió el golpe en su hombro. Rodó por el piso y cayó por una parte rota de la barandilla. Azotó en el suelo, cayendo de forma estrepitosa, mientras la pantera le observaba desde lo alto. Tomó con firmeza su arma y se arrastró en el suelo, esperando que su enemigo saltara, pero este no lo hizo, sino que dio media vuelta corriendo.

"Viene por mí, por el otro lado..."

Escuchó el chisporroteo del fuego y se dio la vuelta, aun sin ponerse de pie, para observar una hoguera. Y en lo alto, un animal; un enorme lobo, con aspecto bestial y evidentemente muerto, cuyo cuello colgaba de manera obscena. Crucificado, acuchillado, torturado. Su rostro aun en su horrible deformidad, mostraba dolor y angustia. O tal vez precisamente por ese dolor y angustia mostraba esa deformidad. Y del otro lado de la hoguera, vio brillar otra vez ese característico color rojizo. Una delgada leona la observó y se lanzó al ataque, alzando una lanza. Judy se puso de pie con dificultad, maldiciendo, mientras sintió un terrible dolor en su brazo; estuvo a punto de caer, pero se obligó a seguir. Bajó por unas escaleras, huyendo del nuevo enemigo, y bordeó un cadáver en el suelo... o eso creyó.

Dio la vuelta en una carroza abandonada en medio de lo que debía ser una calle principal, y se encontró con una sucesión de más de esos enloquecidos ciudadanos. Lo pudo ver en sus ojos rojos brillantes y en sus ropas sucias y desarregladas. Frenó en seco y se dio media vuelta para correr al otro lado de la calle, pero tan pronto como paso de nuevo por la carroza, cayó al suelo con el brazo destrozado.


Estaba ensordecida, y se desplomó en el suelo, llorando de dolor y casi sin aliento. El que creía que había sido un cadáver, en realidad se trataba de un cuervo que le sonreía con malignidad. Alzó su rifle y apuntó... y le disparo al rostro.

Judy despertó en el sueño del cazador, sosteniendo su cabeza. Miró alrededor pero no había rastros ya no solo de la ciudad, sino tampoco de sus enemigos. Sus armas, colgaban de lazos en su ropa que no recordaba

La misma muñeca inquietante e impávida la observaba en la base de las escaleras, cuando comenzó a subir suavemente. Los mensajeros la recibieron, tal vez con movimientos alegres, pero con sus mismo rostros horribles y deformes que la inquietaban. Llego hasta la casa e ingreso, encontrando a la hiena leyendo un libro con tranquilidad. Estuvo a punto de llamarlo cuando escuchó un gemido a su espalda; en medio de un resplandor de luz, los mensajeros depositaron a un recién llegado; ella se acercó corriendo.

El recién llegado se cubría el rostro, y cayo de rodillas; para después ponerse de pie apresuradamente y mirar a su alrededor. Observó a Judy y no pudo disimular su sorpresa. Ella tampoco, era un zorro, como Nick, pero no el mismo. El zorro portaba una lanza y comenzó a caminar alrededor una y otra vez, pensativo.

-¿Eres un cazador? - inquirió Judy acercándose.

El zorro la observó casi con diversión.

-Solo los cazadores pueden estar en el sueño del cazador- respondió como si fuera lo más evidente del mundo.

- ¿Cada cazador no tiene su propio sueño? - inquirió ella

El zorro titubeó.

-Cada cazador... cada soñador, puede aportar al sueño, a la pesadilla. Hay soñadores más fuertes que otros; hay anfitriones del sueño. Hay refugios y atajos...- declaró el zorro pensativo-. La naturaleza del sueño es difícil de definir, imposible de limitar. Pero en esencia, peligrosa.

El zorro no continuó, pues en medio de los árboles apareció otra figura brillosa. A diferencia del zorro, esta llego de pie, majestuosa y confiada, alzando su arma de forma victoriosa. Se trataba también de un zorro, una hembra de un color azul y blanco, que salió de la luz blanquecina para abrazar con fuerza al zorro.

-¡Te dije que podíamos!- declaró ella sonriendo.

-Te dije que uno de los dos moriría...- replico el zorro.

Ella se encogió de hombros y solo entonces se dio cuenta de la presencia de Judy.

-A ella no la conozco...- declaró sorprendida.

-Soy Judy, Judy hopps- dijo ella acercándose a la pareja.

Ambos se separaron, ruborizados.

-Yo soy Fox McCloud.

-Y yo Krystal M... Soy Krystal- dijo la hembra ofreciendo una mano.

Ambas hembras estrecharon la mano.

-No te conocemos, señorita Judy Hopps- declaró Fox con serenidad.

-Hasta ayer, no era una cazadora. Hace una semana ni siquiera estaba en Zharnam.

-Mal momento para quedarse atrapada- exclamó Krystal con sencillez.

-Vaya, son los primeros animales sensatos con los que me topo... Bueno, ustedes y un civil que se negó de salir de su casa.

-Los ciudadanos no saldrán de sus casas...- dijo Fox con un suspiro-. Al menos, los buenos ciudadanos...

Judy lo observó alzando las orejas.

-Una noche de cacería es la oportunidad perfecta para conseguir sangre gratis. Matar a las bestias que invaden la ciudad, que les dará sangre poderosa que no podrían conseguir de otra manera; algunos, buscan poder, otros por dinero. Otra parte de la población simplemente esta furiosa con los cazadores y han salida a defender su ciudad...

-La verdad, es que nunca hemos estado tan escasos de cazadores como ahora- dijo Krystal con un suspiro-. La mayoría se han visto corrompidos.

-Las bestias matan a los ciudadanos, destruyen la ciudad, y pululan libremente- declaro Fox con pesar-. Pero puede que haya otra manera de enfrentar este problema...

-¿Que son las bestias? - inquirió Judy.

Krystal y Fox voltearon a verse mutuamente.

-Eran animales, ciudadanos, cazadores, doctores o clérigos, corrompidos por la sangre- declaró Fox.

-¿La sangre no era curativa?

-La sangre es poder, y un ser más poderoso se cura más rápido que un ser débil- explico Fox con serenidad -. Pero hay sangre corrupta que puede ser la perdición de quien la tome.

-¿Saben algo de la sangre pálida?

Ambos negaron con la cabeza al mismo tiempo, con tal naturalidad que parecían no estar interesados en el tema y ser completamente honestos.

-Nosotros no pertenecemos a la iglesia de sanación- respondió Krystal.

-Somos los últimos miembros de los polvoritas- aclaró Fox mostrando sus armas-. Todas las armas de cacería fueron diseñadas para ser más poderosas de lo normal; las llaman armas con truco, y por tu propio bien espero que ya lo hayas notado. Pero un grupo de cazadores se lo tomaron bastante en serio y comenzaron a experimentar para lograr armas que fueran especialmente efectivas en la cacería: armas que combinaran tecnología y fuerza. Nosotros llevamos su legado.

-Lamentablemente, del poder de la sangre en si sabemos más bien poco. Mas que nada, lo que cualquier cazador iniciado- completó Krystal con delicadeza.

-¿Tal vez podríamos viajar juntos?

-Es poco probable que nuestros caminos se junten- replico Fox-. Nosotros somos guardianes, no rastreadores.

-O nuestros mundos...

-¿Mundos?- exclamó Judy confundida.

-Es noche de cacería. En este mundo. En todos ellos- dijo Fox con un suspiro acomodando su ropa-. Tal vez nos volvamos a encontrar.

-Tal vez te ayudemos con tus propias cacerías...- declaró Krystal poniéndose un sombrero negro de alas bastante elegante.

-¡Esperen, aún tengo muchas preguntas! - exclamó ella cerrándoles el paso.

Fox titubeó tras lo cual observó el arma de Judy.

-Demuestra lo que vales, y te daremos respuestas- dijo Fox sonriendo-. Consigue un cáliz de sangre...

Ambos zorros rodearon a Judy y llegaron a una de las lapidas, donde desaparecieron en un brillo pálido.

-Fox y Krystal- exclamó una voz desde lo alto de las escaleras-. Unos excelentes cazadores, tal vez poco ambiciosos; desviados del arte de la cacería y entregados a la investigación y el trabajo en equipo. Puede que, gracias a ellos, los polvoritas vuelvan a su gloria de antaño.

Judy volteó a ver Lenard que la observaba en su silla de ruedas, con una amplia sonrisa.

-Veo que has vuelto, y me alegra- dijo la hiena con diversión-. No me alegra tu muerte, me alegra verte aquí.

-No sabía que más cazadores venían a parar aquí.

-Mas, muchos más- declaró Lenard desviando la mirada-. Aquellos que me conocieron y aquellos que nos pertenecen.

-¿Pertenecer?

-Cada sueño es de un anfitrión, y se podría decir que este es el mío. Mi sueño me sobrepasa- dijo con la mirada perdida-. Hay mejores soñadores. Yo siempre fui un mejor cazador.

Lenard mantuvo una mirada perdida y por más que lo intento, no pudo sacarle más palabras; Judy bajo las escaleras nuevamente corriendo, saludo a la extraña muñeca con un leve gesto, tratando de relajar su alterado estado. Se coloco nuevamente frente a una de las lapidas y reconoció una nueva marca. Al tocarla, desapareció del sueño en un nuevo brillo.


Judy regreso a la misma lampara frente a la casa de la enorme ventana; ahora ya no se encontraba sorprendida, y simplemente afianzó su arma y desenfundo su pistola. Todos estaban ocupados, todos tenían sus propios objetivos y ella seguía perdida en esa enorme ciudad... en esa enorme pesadilla.

-Bien, desgraciados- exclamó soltando un suspiro-. Vamos por ello.

Bajó por la escalera a la expectativa del enemigo que la tomara por sorpresa, y lo vio de nuevo escondido entre las cajas... avanzó con cuidado hasta que estuvo en la línea de visión del enemigo. El animal se lanzó al ataque sin mediar palabras, y ella arremetió dando tajadas salvajes. Una, tras otra, tras otra, atacando brutalmente hasta que el animal soltó un quejido y cayó de rodillas. Solo entonces ella retrocedió de un saltó y tomó aliento. Este era su cuarto enemigo, y aun con todo había sido el más despiadado; sus manos aun temblaban por la adrenalina cuando los pequeños mensajeros se arremolinaron en el cadáver y le ofrecieron un puñado de bolitas de metal. Al tomarlas en sus manos, noto que eran balas... balas con un fuerte olor a sangre. Las guardó, pues no era estúpida para no reconocerlas como la munición de su pistola.

Se apresuro a avanzar por el resto de la escalera, y vio a dos nuevos sujetos. Uno que cargaba un escudo de madera y otro que parecía muerto, acostado contra la pared. Pero no volvería a caer en ese truco. Dio un paso al frente, pero al instante titubeo... Sus ansias de muerte, de cacería, no podían ser correctas. Esos desconocidos, aun atacándola, no podía ser correcto acabar con sus vidas. Estaban enfermos, y merecían tratamiento; no podía simplemente ir por las calles masacrando a cuanto animal salvaje se encontrará. No era correcto.

Pero desde que había llegado a la ciudad, no había escuchado hablar sobre policías, guardias o funcionarios. La ciudad, aun con su magnífico esplendor, su ostentosa economía y su envidiable quietud, al menos la quietud que recordaba al haber llegado, carecía por completo de medios de orden. Por más que intentaba hacer memoria, Judy no era capaz de recordar un solo policía caminando por las calles... ni un solo cazador ¿Es que los cazadores eran el medio de orden definitivo? No, eso era ridículo. Estas "bestias", esta locura de cacería entre los ciudadanos ambiciosos (malditos asesinos) y los ciudadanos infectados (pobres diablos perdidos) no podía ser la forma común de vivir de una sociedad civilizada. No podía dejarse llevar por esa locura.

Volvió sobre sus pasos y saltó por el mismo lugar que antes había caído. Pudo ver al anterior enemigo que la había atacado, pero camino suavemente, evitando llamar su atención: funcionó. Bajó por las escaleras y llegó hasta la carroza que había pasado la vez anterior. Avanzo suavemente para no despertar al cuervo que volvía a estar acostado, con su fusil en mano... pero fue inútil en esta ocasión. Escuchó como este se puso de pie, y agachó las orejas a tiempo para salvarlas del disparo. Salió corriendo con rapidez por la calle, mientras escuchaba ya no solo a un perseguidor, sino a un grupo de ellos: por lo menos tres. No estaba segura de a donde debía dirigirse, pero su sentido común le dijo que no podía dar vuelta en las esquinas y arriesgarse a ser arrinconada. Así que continuó corriendo por la calle principal... hasta que llegó a un mal lugar.

Paró en seco al ver otra hoguera, con otro de los lobos crucificado y siendo quemado. Y un grupo enorme de ciudadanos rodeándolo. El más cercano volteó a verla, una hiena, y le sonrió. Su rostro casi le pareció el mismo de la que ya había matado anteriormente. Alzó un hacha y corrió hacia ella, seguido lo cual todos los presentes hicieron exactamente lo mismo; también dos cuervos, alzaron sus rifles y le apuntaron.

-Maldición...- exclamó ella con terror. Puede que no pudiera morir, o no en el sentido más estricto de la palabra. Pero no era inmune al dolor. No era inmune al terror.

Dio la vuelta y buscó rápidamente por donde escapar, una escalera. Un disparo fallido pasó a su lado, y ella esquivo el primer ataque de la hiena; después una leona, un puma, ambos los cuales pudo esquivar. Pero sus perseguidores la alcanzaron; rodó en el suelo para escapar de ellos, gracias a que su pequeño tamaño le permitió escabullirse. Pero ellos no se dieron por vencidos ni la perdieron de vista, y fueron corriendo. El segundo disparo del cuervo no fue tan desafortunado y le dio en el hombro. Judy cayó al suelo al pie de la escalera, pero la adrenalina y el miedo la hicieron ponerse de pie y subir a trote la escalera. Era un lugar angosto, no podrían rodearla y en cambio ella podría saltar por el otro lado. Solo entonces cayó en la cuenta de los enormes golpes que se escuchaban al otro lado de un portón enorme de madera que parecía conducir a una plaza central.

Siguió corriendo, afianzando su arma, cuando detrás del marco de una puerta le cerró el paso una horrible hiena. Empezaba a odiar esos animales. La hiena le dio un golpe a puño limpio en el estómago, que, sin ser letal, fue suficiente para hacerla caer al suelo y parar su huida. Ella alzó su pistola y le dio en la cara a su enemigo, que retrocedió cubriendo su rostro. Pero no tuvo tiempo de más.

Una bala le atravesó el brazo y sintió dos cuchilladas, una en cada hombro, atravesar su carne. Quiso gritar de dolor, pero no fue capaz. Un hacha se encajó en su espalda y la dejó sin aliento. Judy sintió como su consciencia la abandonaba a tiempo para sentir las pequeñas manos de los mensajeros arrastrándola de vuelta a la oscuridad...


Core Note:

Por favor, no dejen de comentar. Realmente apreciaria mucho que dejen su comentario en cada capitulo, gracias.