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Appetite for destruction
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Vegeta y Nappa analizaban información relevante del caso que aún no conseguían resolver, ambos sentados, uno al costado del otro, con los documentos que contenían los testimonios de los testigos de los asaltos. Clientes en su mayoría.
-Mira, aquí este hombre dice que a pesar de estar en penumbras por esos gases que inundaron el banco, los asaltantes podían movilizarse sin problemas.
-Uhm… ya veo -contesto Vegeta tomando entre sus manos el documento para asegurarse de la información.
-¿Ninguno de ellos presentó alguna complicación por esos gases lacrimógenos?
-Es que no eran gases lacrimógenos. Nadie pudo ver nada, pero por el humo no por que se sintieran aturdidos.
-¿Nadie terminó en el hospital?
-No, nadie.
Vegeta cerró su mano arrugando el papel que tenía, furioso.
-¡Qué clase de juego es este! Los delincuentes no se preocupan por las personas. Si tienen que hacerlo, no dudan en matar o lastimar.
-Creía lo mismo, pero esto dice otra cosa. Mira este -Nappa le alcanzó otra hoja de papel con otro testimonio escrito-, dice que las balas que les dispararon a la policía, fueron balas de salva. Mientras que las balas con las que respondieron ellos, rebotaron en los cuerpos de los ladrones.
-Nappa, estos tipos tienen equipos de primera.
-Digno de una mente brillante, ¿no crees?
-O mentes… Nappa, averigua quién en esta ciudad puede ayudarnos con esto. Un inventor, no sé…
El hombre a cargo, se puso en pie, dispuesto a dar por terminada la tediosa conversación.
-Ah… A decir verdad, Vegeta, sí la tengo ahora mismo -el hombrecillo vestido informalmente con jeans y una camisa blanca, volteó hacia su subordinado, levantando una ceja.
Nappa extrajo del bolsillo de su pantalón de vestir la revista denominada "Z news" para entregársela a su jefe inmediato.
-Creo que esta es la persona que buscamos. Y que he buscado toda mi vida.
La foto de una mujer estaba en la portada de la revista. Sobre una motocicleta deportiva, con el casco en las manos y el cabello azul revuelto por el viento. Su mirada perdida en el horizonte y la expresión despreocupada de su rostro, resultaba cautivadora y sensual.
-Ella es…
-Es la misma belleza que vimos aquella vez en el semáforo.
-¿La persona que buscamos es la soltera codiciada más popular de esta ciudad? -cuestionó mientras observaba el contenido de la revista de farándula.
Le arrojó el ejemplar de "Z news" a la cara, mientras intentaba contener el enfado por la incompetencia de su asistente.
De todos modos, era la hora de su almuerzo, así que luego lo llenaría de todo el trabajo posible de oficina, que era lo único que hacía bien.
-Vegeta, espera.
Lo detuvo interponiéndose en su camino.
-Largo de aquí.
-Es la dueña de una empresa llamada… -revisó una de las páginas de la revista antes de terminar la frase-. Corporación Cápsula, que se dedica a inventar objetos y artefactos tecnológicos.
Vegeta le arrebató el libro de las manos a su asistente y revisó el apartado en el que se contaba parte de la historia personal de la joven.
Terminado el almuerzo, decidió dirigirse hacia la emprensa en mención para buscar la ayuda que necesitaba.
Estaba finalmente dentro de la corporación capsula, después de minutos de espera: solicitudes y permisos que debían ser firmados y luego ser anunciado con la mismísima dueña del lugar.
No sabía exactamente qué encontraría. Nappa le dio todos sus informes sobre la heredera del imperio que estaba pisando, y las revistas hicieron lo suyo, pero a él le parecía que encontraría a una muchachita engreída dirigiendo la empresa de su padre y nada más.
Esperaba, por lo menos, entrevistarse con la persona a cargo después de la heredera, para que así el viaje haya válido la pena.
Pensaba en la mejor forma de abordar el problema que le significaría romper las ilusiones de Nappa por trabajar con la dueña de esa empresa, cuando se encontró en medio de un inmenso taller lleno de autos, naves y autopartes de ambos. Herramientas en mesas y algunaa más en el piso.
Una mesa prolija con una computadora portátil encendida, que estaba siendo usada y un vaso con agua.
Se detuvo frente a un auto moderno muy bonito que parecía esta siendo reparado hace poco, pues cerca de él había una llave inglés, desarmador y unas pinzas.
La puerta por donde entró, se abrió y de ella apareció un hombre joven con un mameluco plomo, gorro sobre su cabeza con el logo de la empresa en la que estaba y unos guantes manchados con grasa de autos.
-Buenas tardes. Señorita, Bulma, me llevo el motor que se necesita en la sala 2.
-Claro que sí, puedes llevártelo -giro sobre sí mismo para encontrarse a una mujer deslizarse sobre el suelo en algo parecido a una patineta y ponerse en pie rápidamente frente a él, sin darle tiempo a reaccionar.
Ambos estaban a pocos centímetros de distancia.
La mujer se asustó al reconocer la cara del detective y pego un salto hacia atrás mientras un breve grito salía de sus labios.
Vegeta sólo pudo retroceder unos centímetros más, agregando aún más distancia entre ellos, confundido por la escena tan extraña de la que estaba siendo protagonista.
-¿Quién eres tú? ¿Quién te dejó entrar? -preguntó la mujer de cabellos azules, aunque sabía perfectamente la respuesta.
-Me llamó Vegeta y me dejó entrar la recepcionista después de hacerme esperar 15 minutos.
-Ah... Nadie me dijo tu nombre, pensé que se trataba de uno de nuestros clientes.
El hombre estaba a punto de estallar. Detestaba la incompetencia, pero no tenía más opinión que controlarse y pedirle a esa muchacha que le permitiese hablar con ella o su visita sería en vano y no estaba dispuesto a perder más tiempo.
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La terraza era uno de sus lugares favoritos de su casa, pues ahí podía ver el atardecer caer sobre su ciudad mientras tomaba un té tibio en las tardes de verano junto a sus amigos o sus padres. Pero no tuvo más opción que dejar de lado los buenos recuerdos y la hermosa puesta de sol que estaba por iniciar para hablar con aquel hombre con cara de pocos amigos que había llegado a su casa. El hombre que tenía por misión, atraparla y encarcelarla a ella y sus mejores amigos.
-Entonces… ¿vienes a hablarme de negocios?
Dejó sobre la mesa de su terraza una taza humeante de te de manzanilla para calmar su creciente nerviosismo, que había aprendido a disimular en sus largas reuniones de negocios. Aunque el caso en que se encontraba era distinto.
El hombre de mirada afilada no había tocado su bebida, permanecía observándola sin perder detalle de su comportamiento, pues si aceptaba su oferta, sería su próxima compañera de trabajo. Algo que no le agradaba, pero debía obedecer, pues prefería trabajar en solitario.
-El servicio de inteligencia de la ciudad necesita aliados en su lucha contra la criminalidad; alguien con tus cualidades sería de gran ayuda.
-¿Y cómo encajo yo en eso? Si tengo que enfrentarme a alguien a balazos...
Vegeta esbozo una media sonrisa que trato de disimular frotando su frente para apaciguar su humor.
-Y ¿cómo encajo yo en eso? ¿Me tengo que enfrentar a alguien a balazos...
Vegeta esbozo una media sonrisa que trato de disimular frotando su frente para apaciguar su humor.
-No, realmente. Verás, necesitamos consultarte sobre algunos implementos llamativos que están usando algunos delincuentes. ¿Has oído hablar de los asaltabancos?
-¿"Llamativos"? -repitió medio enfadada. Sus inventos no sólo eran llamativos, eran geniales.
Si estos sujetos no encontraban una aguja en un pajar era por tontos, pensó-. Bueno, oí hablar de esos sujetos, pero no tanto como creí -masculló esto último en voz baja.
-A la policía y a mí nos interesa saber cómo funcionan estos aparatos tecnológicos. Y necesitamos que descubras cómo funcionan y nos fabriques alguno para enfrentarlos. Queremos pelear de igual a igual con estos sujetos.
-Ah... Suena lógico lo que dices, pero yo no creo que tenga tiempo suficiente para...
-El Gobierno tiene una propuesta económica considerable para que aceptes trabajar con nosotros.
Vegeta se puso en pie y de su saco extrajo un papel doblado en tres partes y lo puso sobre la mesa.
-Te sugiero que lo pienses y me llames si aceptas -del bolsillo de sus pantalones saco una tarjeta con su número de teléfono.
El elegante hombre tomó los pliegues de su saco y los acomodo para evitar dobleces. Bulma quedó viendo el documento que Vegeta puso en su mesa redonda, desdoblando la hoja de papel, dispuesta a ver la cantidad que le mencionara el hombre.
Abrió los ojos de par en par, pero cuando quiso decir algo, el detective ya no estaba.
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Bulma inicio la retirada después de haber llenado un maletín con 6 millones de yens, pero el detective Vegeta ya estaba allí, en frente de ella apuntándole a la cabeza con una pistola. Lo que ocurrió a continuación fue tan rápido que casi pareció formar parte de una realidad alternativa.
La mujer notó que no estaban solos, pues tras ella escucho el rastrillaje de varias armas de los refuerzos de Vegeta.
-Estas atrapada y ninguno de tus trucos funcionará ahora -dijo sonriendo triunfante-. Ninguno.
-Por favor, no...
El ruido de un disparo silenció sus últimas palabras.
Bulma se despertó sobresaltada en mitad de la noche y descubrió que se había caído de la cama. Pero no era eso lo que le había despertado. Había vuelto a tener aquel extraño sueño en el que se veía acorralada por policías. Pero esta vez, la cara del detective Vegeta irrumpió en sus pesadillas como su verdugo. Nunca conseguía escapar de esa escena. Después del sonido de un disparo, todo se teñía de rojo.
La mente de Bulma estuvo teñida de ese color durante varios minutos. Por mucho que intentaba concentrarse, no podía quitárselo de la cabeza. Tras decirse a sí misma varias que no había sido más que un sueño, consiguió tranquilizarse y volvió a la cama a intentar conciliar el sueño.
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Notas de autor: Gracias por leer.
