Día 23.
Prompt: Asfixia erótica/Axila
Trigger Warning: Sexo explícito, sexo oral (felación), salofilia, sexo anal, Breath Play y kink con axilas.
Breathplay/Asfixia erótica: Privar de oxígeno a une misme o a otra persona para intensificar la sensación de intensidad del orgasmo.
Salofilia: Excitación con los fluidos corporales. Puede ser cualquiera, en este caso, el sudor.
Armpit Kink/Axilas: Excitación sexual por lamer, oler, acariciar o masturbarse con axilas.
Bueno, este es el Drarry que correspondería al 23 de octubre. Eso quiere decir que "sólo" llevo cinco días de retraso. Menos, en realidad, porque sí tengo escritos los dos oneshots Ron/Hermione/Viktor que faltarían (y esquematizados los dos que se quedaron fuera por El club de Theodore Nott xD). Como veis, he conseguido no sólo tomármelo con más calma, sino también reducir la longitud de los oneshots a algo viable. Me ha venido bien el descanso (escribir unas 8k palabras en tres oneshots en cinco días es más llevadero que 50k en tres días xD). Inicialmente el prompt "Salofilia" no estaba, ni siquiera en la lista (al fin y al cabo, debería estar en un porrón de oneshots xD), pero acabé añadiéndolo por darle su hueco y porque creo que casaba muy bien con el promtp de "Axila".
EL OLOR DE DRACO
—Al mejor de cinco —dice Draco, apretando los dientes, cuando Harry atrapa por segunda vez consecutiva la snitch en menos de media hora, venciendo en su competición al mejor de tres. Con una carcajada, este asiente y tira la snitch de nuevo al aire.
Frente a él, mientras dan tiempo a que la pelota se escabulla, Draco está guapísimo. El cabello largo y despeinado por el vuelo pegado a la frente por el sudor. Ninguno de los dos viste uniforme mágico, porque están en el extenso jardín de su casa, sin más pretensiones que hacer un poco de ejercicio. Y algo de competición. La camiseta de Draco, una perteneciente a Harry, ya vieja y apolillada, demasiado ancha para los hombros del chico rubio, se le pega al pecho. Los pantalones, cortos y deportivos, dejan al descubierto los músculos de las piernas, tensos por la sujeción a la escoba.
Harry pierde la siguiente snitch, distraído por el triángulo de humedad de la espalda de Draco, desde sus hombros hasta el final de los omóplatos, y la forma de su culo tensándose bajo la tela del pantalón. Y la cuarta, fascinado por el cabello rubio de Draco, más oscuro al pegársele a la piel de la mejilla y el cuello.
—Dos a dos —presume este, petulante, haciendo un mohín con los labios y arrastrando las palabras.
—El que atrape la siguiente gana —dice Harry, jadeando por el esfuerzo. Ha lanzado la snitch y ambos están suspendidos en el aire, mirándose fijamente el uno al otro—. ¿Quién gane hace la cena?
—Quien gane puede darle una orden al otro —repone Draco rápidamente, subiendo la apuesta. Harry levanta las cejas, divertido, y asiente.
La snitch está reñida. Se les escapa varias veces de entre los dedos, desaparece una, despistando sus destellos entre las ramas de los árboles de un bosquecillo cercano, obligándolos a sobrevolar las copas durante casi veinte minutos antes de que la aguda vista de Draco la detecte, dándole un par de metros de ventaja que Harry rápidamente recorta. Con un aullido triunfal, a pesar de que Draco lo ha empujado con el hombro en un gesto poco deportivo, Harry consigue hacerse con la snitch en el último segundo.
—El próximo día jugaremos con una snitch nueva, esa la has atrapado muchas veces y es demasiado dócil. —Molesto, Draco apunta con la escoba hacia abajo, descendiendo rápidamente hasta el suelo.
Poniendo los ojos en blanco, Harry lo sigue. Su novio tiene muy mal perder, así que se limita a caminar con él en silencio los varios cientos de metros que se han alejado de la casa, permitiendo que Draco dé rienda suelta a su malhumor a base de pisotones y zancadas. No le propone cederle el premio, apostado en un momento en el que Draco ha creído asegurada la victoria, pues heriría el ya maltrecho orgullo de su novio y lo ofendería aún más.
Para cuando entran en la casa por la puerta trasera del jardín, el paso de Draco se ha suavizado. Aunque todavía no ha hablado, su mano ha buscado la de Harry para entrelazar los dedos con los de él y caminar juntos los últimos metros.
—Ha sido divertido —gruñe, aún un tanto reticente, cuando se descalza al entrar en la casa. Mientras que Harry ha pisado los talones de sus viejas zapatillas deportivas para arrancárselas sin desatarlas, Draco se agacha, apoyando una rodilla en el suelo, para hacerlo bien.
Harry asiente, mostrándose de acuerdo, y se quita la camiseta, empapada en sudor, para secarse la frente y el cuello. Cuando Draco se levanta, hace lo mismo, imitándolo. Luego se queda quieto, mirándolo con una ceja levantada. Harry sabe que está esperando la orden, porque siempre se impacienta, aunque no tanto como él, que ya habría empezado a suplicar por saber qué trama Draco antes de bajar de la escoba.
—Espera ahí —lo detiene cuando Draco se encoge de hombros y pasa a su lado, entrando en el dormitorio, para ir al cuarto de baño a terminar de quitarse la ropa y ducharse.
—¿Esa es la orden?
—Ese es el paso necesario para la orden —dice Harry, entre risitas—. Si te mueves, no podré darte la orden.
—Vale, ya estoy quieto, ¿cuál es la orden? —pregunta Draco, exasperado.
—Sólo que alces los brazos. —Es el turno de Draco de poner los ojos en blanco. Harry se mordisquea el labio inferior, anticipando el momento en el que su novio accederá.
—Siempre me haces cosquillas —gruñe Draco, frunciendo el ceño, pero su defensa es muy débil.
—No hay problema —dice Harry, pasando a su lado para adelantarse a entrar al baño, dando por cerrado el pago de la apuesta. Si Draco no quiere hacerlo, no va a insistir ni a buscar otra orden.
—No he dicho que no vaya a hacerlo, Potter.
—Sabes que no pasa nada si no quieres.
—Pero sí quiero. —Los ojos grises de Draco lo miran. Ha apretado los labios en una fina línea, tratando de mostrarse molesto todavía por haber perdido, pero las pupilas dilatadas y el bulto del pantalón deportivo, un poco más voluminoso que un minuto antes, lo delatan.
Dejando caer la camiseta al suelo, alza los brazos por encima de la cabeza, sujetándose el codo derecho con la mano izquierda. Con una sonrisa triunfal, Harry se acerca a él y le besa en los labios, agradecido.
—Eres un cochino —masculla Draco, pero la carcajada que se le escapa justo después le quita fuerza al insulto.
—No tengo por qué hacerlo —sugiere Harry, pero Draco entorna los ojos, fulminándolo con la mirada, así que se ríe y lo abraza.
Draco tiene la espalda húmeda por el sudor, sobre todo en el hueco que se le forma en las lumbares, justo antes de la curva de sus glúteos. Se retuerce, como un gatito mimoso, cuando Harry hunde la cara en el hueco de su cuello e inspira con fuerza, lamiéndole el músculo tenso que conecta con su mandíbula.
Harry adora el olor de Draco. Ese que es suyo, que permanece por debajo del perfume mágico que utiliza. Uno que huele a algo que Harry es incapaz de determinar: quizá una mezcla suave de almizcle, un olor que sólo puede definir como a hombre, más intenso cuando Draco llega a casa después de un largo día de trabajo, y algo parecido a medicina infantil. En su cabeza, Harry lo resume como «olor a Draco». Más suave cuando se acaba de duchar, camuflado bajo el aroma del jabón y el champú, más fuerte cuando han pasado todo el domingo en casa, tirados en el sofá sin apenas moverse más que para follar.
Más fuerte ahora, cuando acaba de hacer ejercicio, claro y penetrante, potenciado por el sudor.
Inhalando con fuerza, Harry se empapa del olor a Draco de este, apretándose contra su cuerpo, tratando de disociarlo mentalmente de su propio olor a sudor. Le lame el cuello, pero también la mejilla, tratando de capturar una de las gotas que perlan su sien. Acaricia con las yemas de los dedos las partes internas de los brazos de Draco, deteniéndose justo donde el vello de la axila comienza. El bulto de la entrepierna de Draco ya no disimula en absoluto su erección, atrapada por el calzoncillo ajustado.
Inclinándose, Harry hunde la nariz en la axila izquierda de Draco. Este se retuerce involuntariamente, porque no ha mentido en que tiene cosquillas ahí, pero trata de aguantar con estoicismo cómo Harry respira junto a su vello, acariciándolo con la punta de la nariz, antes de lamerlo de abajo a arriba. Está húmedo por el sudor, y la fragancia de este, el olor a Draco que tanto lo excita, va directo a la erección de Harry, que palpita impaciente. Da otro lengüetazo, provocando un estremecimiento más en Draco, que ha empezado a reírse. Su sabor es salado, no del todo desagradable.
Para cuando repite con la axila derecha, Draco ya se está riendo a carcajadas por las cosquillas, y la humedad de su vello se mezcla con la saliva de Harry, que lo ha empapado generosamente. Harry desciende hacia abajo, lamiendo la línea de vello fino y casi invisible de su abdomen, hasta arrodillarse entre las piernas de Draco, que no ha bajado los brazos. De un tirón, le baja los pantalones y los calzoncillos, dejando la polla de Draco, que se balancea por la repentina libertad, al aire.
La sujeta con una mano, manteniéndola quieta, mientras hunde la cara en su entrepierna, ahí dónde el olor a almizcle es más potente y más le excita, para lamerle los huevos. Hace tanto calor como para que le cuelguen, así que Harry puede jugar con ellos, metérselos en la boca y lamerlos a placer antes de meterse la polla de Draco en la boca, dispuesto a recompensarlo por haber obedecido su orden.
—Espera, espera —ruega Draco, con voz apresurada. Todavía con su polla en la boca, Harry mira hacia arriba.
Draco está más guapo ahora que un rato antes. El pelo le cae sobre los hombros desnudos, despeinado, y todavía sostiene los brazos por encima de la cabeza. Está sonrojado y los ojos grises parecen negros de la excitación.
—¿Has terminado? —pregunta Draco, refiriéndose a la orden concreta que Harry le ha dado—. Termina primero, te prometo que luego yo me haré cargo.
Harry se saca la polla de Draco de la boca y vuelve a meterse sus huevos en la boca, repitiendo los pasos anteriores, pero a la inversa. Cuando lame por última vez la axila izquierda, provocando que Draco se retuerza por las cosquillas de nuevo, lo mira, expectante. Este, comprendiendo que Harry ha terminado, deja caer los brazos, aliviado, y mueve los hombros.
—Ahora vas a tumbarte en la cama, Potter. —Harry levanta las cejas, divertido por el giro de los acontecimientos—. Ni se te ocurra burlarte, o te follo sin lubricante.
—¿Se supone que eso debería ser una amenaza?
—La última vez casi me dejo la polla, imbécil —dice Draco. Harry se ríe a carcajadas. Aquella idea funcionó mejor en su fantasía que en la realidad. Harry se deja caer de espaldas en la cama y Draco tira de sus pantalones y calzoncillos, tirándolos a un lado. Luego, hunde la cara en el hueco de su cuello e inspira con fuerza, haciendo que Harry se sobresalte, sorprendido—. No eres el único al que le pone el olor de otro, Potter.
—Ya veo.
—Levanta las manos por encima de la cabeza —ordena Draco.
—Eres un mandón —dice Harry, riéndose, pero obedece al instante, sujetándose las manos, estiradas por encima de la cabeza, relajado contra el colchón.
Los dedos de Draco lo recorren con fingida calma, tratando de disimular su impaciencia, acariciando las axilas de Harry, luego sus pectorales y la línea de vello negro que puebla su abdomen, mucho más abundante que la de Draco. Este inclina la cabeza hacia adelante, lamiéndole el ombligo con la punta de la lengua. Su respiración es tan agitada, que Harry puede sentirla sobre la piel, secándole el sudor.
—Hueles a Potter —murmura Draco, casi para sí mismo, cuando se mete la polla de Harry en la boca.
—Joder, me encanta cuando te pones guarro en el sexo, Draco —dice Harry, retorciéndose de placer.
Eso parece impacientar más a Draco, que chupa menos tiempo del que había planeado, despidiéndose de la polla de Harry con un lametón en los huevos. Luego utiliza su varita para realizar un hechizo lubricante directamente en el culo de Harry y alinea la polla contra su ano. Normalmente requeriría de un poco más de preparación, pero Harry está más que listo y ve en los ojos de Draco el mismo deseo que nubla los suyos.
Antes de empezar a empujarse dentro de él, Draco sube las piernas de Harry hasta sus hombros, depositando un beso en el tobillo derecho. Después, empieza a deslizarse lentamente dentro de él, arrodillado en el borde de la cama y empujando las piernas de Harry hacia adelante por el esfuerzo. Harry gruñe, tratando de relajarse, mientras arruga las sábanas entre los dedos, aguantando el inexorable avance de Draco, que no se detiene hasta que sus huevos chocan contra su culo.
—¿Bien? —pregunta Draco, un tanto preocupado. Harry asiente, porque esos segundos que ha parado han sido suficientes para acostumbrarse.
Draco sujeta el tobillo izquierdo de Harry con una mano, pero, al mismo tiempo que empieza a entrar y salir del interior de Harry, se inclina hacia adelante para acariciarle el cuello con la otra. Harry gruñe de nuevo, esta vez de satisfacción, porque al acercarse a él, con los tobillos sobre los hombros de Draco, este lo obliga a doblarse más, exponiendo mejor su culo y permitiendo que la penetración sea más profunda, más fuerte. Draco suele reservarse posturas así para el final, cuando quiere terminar, así que deduce que no va a tardar mucho, que está tan excitado como él.
La mano con la que Draco le está acariciando el cuello se ajusta a él y aprieta un poco. Harry inspira profundamente, un tanto mareado por el olor excitante y almizclado de ambos, y luego Draco presiona con más fuerza, impidiéndole inhalar de nuevo, sin dejar de follárselo con movimientos firmes y secos.
Las sensaciones no tardan en multiplicarse. Con la cabeza un tanto nublada por la falta de oxígeno y el placer, Harry deja de percibir a Draco con la vista y todos sus sentidos se ponen en la polla de este entrando y saliendo con fuerza de su culo, tan fuerte, y de forma tan placentera, que su orgasmo se desata al instante, sin necesidad de tocarse a sí mismo.
Cuando la presión en su garganta cede lo suficiente para permitirle respirar de nuevo, Draco está sujetando sus dos tobillos, agarrándolos con fuerza mientras se empuja varias veces más, su polla descargándose dentro de Harry.
Exhausto, se deja caer encima de Harry, que se relaja y lo abraza, ahora que este ya no le sostiene las piernas, rodeándole las caderas con estas.
—Guau.
—Sí —asiente Draco.
Se quedan en silencio varios minutos, acompasando sus respiraciones, dejando que el sudor les enfríe la piel al evaporarse.
—¿Nos levantamos para ducharnos? —propone Harry en voz baja, que no está muy seguro de querer quedarse dormido y, si no se mueven, es probable que ocurra.
—Sí —asiente Draco de nuevo, pero no se mueve.
—Me encanta cuando nos ponemos guarros en el sexo.
—Te he oído la primera vez —masculla Draco, pero en su voz Harry puede notar que a él también le gusta.
—Entonces… —lo pincha Harry, riéndose—. ¿Dices que te pone mi olor?
—Cállate, Potter. —Draco se levanta, altanero, y va hacia el baño. Con una carcajada, Harry lo sigue, con la esperanza de que, bajo el agua y ya limpios, haya tiempo para un segundo round, sin absurdas apuestas de por medio esta vez.
Aunque he dicho que tengo dos relatos de Ron/Hermione/Viktor ya escritos, primero escribiré el BakuDeku que iría después de este. Puestos a no seguir el calendario a rajatabla, no me importa esperar un poco más. Así que es posible que no haya actualización hasta el sábado.
