Capítulo 18

"MULTIVERSO DE LA LOCURA: A LA DISTANCIA"

La semana pasó más rápido con un simple parpadeó de ojos. Todas las cosas que tuvo que preparar en poco tiempo. Solo una maleta se llevaría al viaje. Su padre le había devuelto las tarjetas por si ocupaba algo más. Pero al decir verdad tenía miedo de ese viaje. No por el hecho de estar apartada de las personas que amaba, sino porque las cosas no salieran con forme lo deseara.

Si, tenía altas expectativas de que todo saliera bien, pero... ¿Quién le garantizaba que así fuese? Qué realmente se recuperará al cien por ciento para volver a retomar su carrera. Aunque francamente no deseaba hacerse ninguna ilusión.

También estaba el hecho de estar separada de Inuyasha, sabía que lo iba a extrañar terriblemente, pero si él estaba haciendo el esfuerzo por dejarla volar y conseguir su recuperación, ella debía aportar su granito de arena.

Además, si las cosas no salían conforme el plan, su tía le había dado carta abierta con respecto a la academia.

Así que ahí estaba, en el aeropuerto y despidiéndose precisamente de ella.

―Si no sale bien todo esto. Recuerda mi propuesta.

Si bien sus sueños de alcanzar la cima como bailarina se pudieran ver truncados, al menos le quedaría la satisfacción de ver a otras jóvenes alcanzar sus metas. Kagome asintió y la abrazó con fuerza. Pues ella siempre fue un pilar en su vida, la que siempre le había dado su apoyo incondicional.

―Gracias por todo tu apoyo.

La mujer sonrió y acarició una de sus mejillas.

―Siempre serás como una hija para mí, ya te lo he dicho con anterioridad. Así que estaré a tu lado en las buenas y malas.

Abrazó de nueva cuenta a su sobrina y sintió esta vez la presencia de los padres de la joven.

―Beatrice, ya te despediste mucho de ella – comentó su padre – Ahora nos toca a nosotros.

El aeropuerto estaba medio lleno pero las pocas personas que pasaban a su lado desviaban la mirada en ese pequeño grupo que había ido a despedirla. Únicamente la habían ido a despedir sus padres, su tía e Inuyasha, que estaba separado del grupo, permitiendo que fuera su propia familia quien se despidiera primero de ella. De Sofía lo había hecho una noche anterior, incluso, por loco que pareciera la realizaron en el club nudista y para ello solo estaban ellas dos y cinco bailarinas las cuales le habían caído muy bien.

Pero tal parecía que en lugar de irse durante un año se iría de por vida ya que su madre estaba hecha un mar de lágrimas y no podía seguir ocultándolo por más que el mismo padre de Kagome se lo recordara.

―Cualquier cosa no dudes en llamarme – dijo su madre.

Su madre la abrazó mientras ambas escuchaban con atención a las indicaciones que el señor Higurashi le daba.

―Te estará esperando un chofer para llevarte al departamento que usaras durante tu estadía en New York – explicó él – Inuyasha se encargó de que el departamento estuviese cómodo para cuando hayas llegado.

No pudo ocultar una sonrisa y giró lentamente la cabeza para verlo. Pero él estaba concentrado en algo que le comentaba su tía Beatrice. De vez en cuando sonría y movía la cabeza de arriba abajo en un ligero movimiento.

―Solo tengo una duda – su madre levantó la mirada para verla ― ¿Cómo le harás para la comida? ¡No sabes cocinar!

El señor Higurashi notó que alguien más estaba impaciente por despedirse de Kagome. Notaba como su vicepresidente golpeaba el suelo con la zuela de su zapato.

―Es lo de menos – tomó a su mujer del brazo para apartarla de Kagome – Bueno hija, sé que estarás bien – miró a su esposa – Ven, acompáñame.

Kagome sonrió al verlos pasar delante de Inuyasha, su madre tomó del brazo a Beatrice y los tres se fueron a una librería. Pero ambas mujeres se asomaron desde la ventanilla. Una sonreía y la otra guiñaba un ojo. Lo último que vio de ellas fue su espalda antes de perderse y distrayéndose entre el título de los libros.

El tiempo se hizo más lento. Lo único que los separaban eran unos escasos pasos, pero aun así ninguno daba la iniciativa de cortarla de un solo paso. Inuyasha simplemente quería recordarla de así, porque a partir de ese día no la vería por mucho tiempo y francamente eso lo consumiría lentamente.

Kagome no pudo seguir manteniendo su mirada y terminó por agachar la cabeza. Al igual que él, la despedida le estaba resultando muy difícil. Si por ella fuese, daría la vuelta y rechazaría la oferta de una terapia.

Sintió como sus brazos la envolvían en un abrazo protector. Ella pasó sus delgadas dedos por debajo de las solapabas de su abrigo y rodeó su cintura. Su esencia masculina le resultaba muy reconfortante, era como sentir que siempre había pertenecido a ese lugar y que no tenía que irse. Pero aun así esa vez las lágrimas no tardaron en salir, se aferró más a su abrazo, a él.

― ¿Por qué lloras?

Su voz se escuchaba más segura, cómo si esa despedida no le afectara. Levantó la mirada y sus ojos dorados la recibieron.

Él retiró varias lágrimas con los pulgares de sus manos.

― ¿Cómo puedes estar tranquilo?

La realidad es que no era así, pero debía darle seguridad y que se fuera tranquila. Para que cuando estuviera en las terapias no pensara en este día.

"Por qué la realidad es que me está llevando el demonio"

―La realidad es que estoy feliz – deslizó su índice por la curva de su nariz – Porqué sé que te irá bien.

Claro, si en sus posibilidades estaba él mismo la llevaría hasta el otro lado del mundo si era posible. Pero no podía dejar solo al padre de la mujer que amaba.

―Además un año pasa rápido – trató de tranquilizarla.

― ¿Y si me enamoró de otro?

Se mordió el interior del labio inferior y fingió una sonrisa. Sabía que estaba bromeando, pero no le había caído muy bien ese comentario.

―Eso es algo con lo que tendré que lidiar.

Desde luego que era mentira, no iba a lidiar con nada.

― ¿Qué hay si es al revés? Si tú...

Ya no quiso que siguiera haciendo más preguntas, la abrazó fuerte. Se hundió en su cabello y la cuerva de su cuello.

―Sabes que siempre serás la primera y única para mí.

Ella se recargó en su cabeza, sintiendo su voz vibrar cerca de su oído.

―Te voy a extrañar horrores.

Inuyasha suspiró y se confesó.

―Yo ya te extraño, Kagome.

Esta vez el tiempo los había alcanzado y comenzaban a anunciar que el avión partiría en media hora por lo que debía estar ya en la sala de abordaje. El corazón se le aceleró ya que esos minutos eran escasos como para decir todo lo que quería decir.

―Debes irte ya – aunque no lo pareciera, el dolor lo estaba consumiendo.

―No quiero – Kagome negó, mirando por última vez sus ojos – Mejor llévame lejos de aquí. A tu departamento. A que cumplas ese castigo que tienes para mí.

Él sonrió y negó.

―Qué más quisiera, Kagome. Pero debes subir a ese avión. Quiero que cuando nos volvamos a ver regreses recuperada.

"Pasajero del vuelo 1072, favor de pasar a la sala de abordaje"

Existió un mutuo acuerdo entre ambos en el cual consistía que no había ningún tipo de contacto físico el cual únicamente incluía besos y sexo. Él mismo lo estableció la noche en que la llevó a ese lugar a bailar salsa y únicamente tenía permitido abrazarla.

―Tienes que irte – comenzó a separarse ligeramente de ella.

Decepcionada porque no hubo roto su acuerdo, asintió y fue la primera en bajar los brazos hasta regresar a la misma distancia.

Ella miró la fila que comenzaba a hacerse todo para entrar a la sala de abordaje, si no se apuraba sería una de las ultimas sin importar en que grupo le hubiese tocado.

―Te amo – fue capaz de decir, porque realmente así lo sentía.

Lo vio suspirar, llevarse una mano al corazón y le sonrió.

―No más que yo.

Tal parecía que era él mismo quién no quería estar más allí porque sin esperarla a que ella entrara al pasillo dio media vuelta y empezó andar hacia la salida.

Se iba a ir por un largo periodo en el cual únicamente recordaría ese día. Así no tenía que ser una despedida fría y carente de afecto. Miró la fila larga y poco le importó el grupo en el que estaba. Ya eso había quedado atrás. Dejó ahí su maleta de carrito y salió tras de él.

Esquivaba a las personas que iban caminando en su contra. Solo podía distinguir su figura alta y su cabello platinado que estaba a diez pasos más adelante. Sentía que no le daría alcanzó, así que decidió llamarlo, esperando que al escucharla se detuviera.

― ¡Señor arrogante!

Inuyasha se detuvo y giró medio cuerpo al escuchar su voz. Vio que corría hacia él y sin avisar se lanzó a sus brazos. Enredó sus piernas alrededor de su cintura y sin esperar a que Inuyasha dijera algo fue ella misma la que lo besó.

La apretó contra su cuerpo y poco le importó el lugar en donde se encontrarán o que los mirarán escandalizados.

―Yo tampoco quiero que te vayas – confesó al final, justo a centímetros de sus labios – Esto me va a consumir lentamente.

―Si quieres no voy.

Inuyasha negó, pegando su frente en la de ella.

―No, tienes que ir.

― ¿Me vas a esperar?

―Siempre – asintió – Todos los días de mi maldita vida.

De nueva cuenta sus labios se encontraron sellando así una larga espera por parte de ambos. Poco después la volvió a llevar a su fila, donde ya se había reducido un poco.

Y lo único que vio de ella era como entraba por unas puertas corredizas para así esperar su regreso.

XXX

Eran casi las dos y media de la madrugada cuando salía por la sala de llegadas internacionales. Era más fácil si el vuelo de Londres a New York hubiera sido más temprano. El aeropuerto a esa hora estaba prácticamente desierto a comparación el de Londres.

Entonces buscó un lugar donde sentarse y esperar al chofer que la llevaría a su nuevo departamento. Estaba aburrida, tenía hambre y casi pronto amanecería a este lado del mundo.

―Es muy atento y cariñoso.

Escuchó la voz de una joven y miró ambos lados. Se colocó unos audífonos y fingió escuchar música. Cuando en realidad estaba escuchando la conversación.

―A veces las relaciones no se basan en la "atención" que el otro nos pueda ofrecer. Sino en la libertad de dejarnos ser. No ser toxico con la pareja y tu novio es demasiado toxico contigo.

Asintió, ya que ese era el mejor consejo que alguien le pudiera dar a una persona. Inuyasha era atento, pero procuraba que ella estuviese bien. De solo pensar en él sacó su móvil y le envió un mensaje, para avisarle que ya había llegado.

Vio una pequeña cafetería y fue a comprarse algo de café. Al salir vio a un hombre alto y vestido con un trae azul marino. Llevaba una mancha de café en la camisa blanca de lino y su expresión decía que estaba muy, muy enfadado.

―Carajo, no soporto a la gente estúpida.

Lo siguió con la mirada porque le recordaba a Inuyasha, salvo que ese chico tenía ojos verdes y un cabello rubio casi platinado.

Asintió, ya que ese era el mejor consejo que alguien le pudiera dar a una persona. Inuyasha era atento, pero procuraba que ella estuviese bien. De solo pensar en él sacó su móvil y le envió un mensaje, para avisarle que ya había llegado.

Vio una pequeña cafetería y fue a comprarse algo de café. Al salir vio a un hombre alto y vestido con un trae azul marino. Llevaba una mancha de café en la camisa blanca de lino y su expresión decía que estaba muy, muy enfadado.

―Carajo. No soporto a la gente estúpida.

Lo siguió con la mirada porque le recordaba a Inuyasha, salvo que ese chico tenía ojos verdes y un cabello rubio casi platinado.

Entonces el chofer le envió un mensaje. Como no tenía registrado el numero el hombre se tuvo que presentar. Diciendo que era un chofer de la empresa de su padre con sede allí. Así que ya no pudo seguir escuchando al hombre, que había entrado a una tienda de ropa para caballeros.

Las chicas a las que había escuchado hablar ya se habían ido, probablemente su avión ya iba a despegar.

Así que tomó su maleta y salió del aeropuerto. El hombre sostenía un letrero entre sus manos, donde iba escrito su nombre. La ayudó a subir la maleta a la cajuela y partieron rumbo al departamento.

Realmente no esperaba que fuese muy, muy espacioso. Tanto Inuyasha como su padre se habían esmerado para que todo lo tuviese a su alcance. De hecho, podía ir caminando hasta el centro de terapia a lo que le decía el GPS de su móvil. Debía dormir, aunque no quisiera, adaptar su reloj biológico a ese nuevo horario ya que en un par de horas más iniciaría con su primer terapia y tenía que estar al cien. Le había sorprendido que su propio móvil adaptó el propio horario de New York.

Trazó un plan de rutina, solo acudiría del centro al departamento. Si quería salir primero investigaría que lugares estaban cerca de un radio de no más de cinco kilómetros.

Así fue, luego de dos semanas ya se había logrado adaptar tanto a la ciudad, la gente el tráfico e incluso a su fisioterapeuta. Poco a poco le fue perdiendo el miedo, ahora su radio se extendió, ya salía a caminar. Corría todas las mañanas por el Central Park, luego llegaba a su departamento, se daba un baño y acudía a sus terapias.

Pero esa mañana, al pasar por el monumento a "Balto" vio a una joven de cabello azabache que miraba la estatua. Tenía un hermoso Husky y no pudo evitar agacharse y acariciarlo. El perrito tenía una placa con nombre de "Rocco" y tenía los ojos de diferente color.

― ¡Qué bonito!

El perro pareció agradarle y terminó por lamberle la cara. La joven sonrió al ver la muestra de cariño del animal a una desconocida. Si no fuese porque se citó con el dueño, se habría quedado con él.

―Le agradas – comentó ella.

Kagome se levantó y extendió la mano hacia la joven que llevaba un bonito vestido de flores.

―Soy Kagome.

Ella asintió y le devolvió el saludo.

―Kate.

Pero había algo en ella que sus ojos reflejaban algo más, como tristeza. A pesar de llevar un anillo de compromiso podía ver que no era feliz.

Tras un último cariño hacia el animal, prosiguió con su recorrido. De nueva cuenta retomó la vuelta y antes de llegar al monumento de Baldo vio a la misma chica de vestido floreado salir corriendo a su dirección, esta vez sin perro.

¿Qué había pasado?

Kate volteó y apresuró el paso para correr, Kagome frunció el cejo y vio que tras de ella la seguía un hombre alto, ahora él llevaba a Rocco.

― ¡Adiós, Kagome!

Le dijo ella antes de subirse a un Mazda rojo y salir quemando llanta.

El hombre rubio de pelo casi platinado se detuvo a un lado de ella. Kagome lo analizó muy bien y lo recordó a la perfección. Era el mismo tipo que se había cruzado en el aeropuerto. Vaya, este mundo si era relativamente corto.

― ¿Conoces a la mujer que se acaba de ir?

Ella negó al escuchar su pregunta.

―Pero te vi hablando con ella.

―Solo me acerqué por el perrito.

Él asintió y agachó su cabeza para ver a su amigo peludo. Éste pareció leer sus pensamientos porque el Husky asintió.

―Llevo mucho tiempo buscando a esa mujer.

Kagome asintió ya que ella no podía hacer prácticamente nada.

Pero el hombre pensó que si podía hacer algo por él.

― ¿Podrías cuidar a Rocco?

― ¿Yo? Pero ni siquiera…

Antes de que dijera más el chico ya le estaba entregando la cadena del animal a ella.

―Te pagaré tres mil dólares si lo cuidad. ¿Cómo te llamas?

Miró al Husky y luego al hombre. ¿Quién ofrecía tres mil dólares por cuidar de un perrito?

Él posó deliberadamente ambas manos por encima de sus hombros.

―Por favor. Esa mujer me tiene loco desde hace unas semanas. Apenas la acabo de volver a ver y no puedo llevar a Rocco conmigo.

Sacó una tarjeta de su saco y se la entregó.

―Llevalo a las tres. Te pagaré bien por cuidarlo.

Antes de que pudiera añadir algo más él ya se había apartado varios pasos. Kagome leyó el nombre de la tarjeta "Ian Tanner".

El señor Tanner se detuvo en medio del camino, giró lentamente el cuerpo para darle su regla más preciada.

―Rocco solo se alimenta de comida gourmet. No le des croquetas.

XXX

Mientras levantaba una pesa con el pie observó al Husky que estaba acostado y la observaba. Era como si el perro tuviese plena confianza en ella. De hecho, tuvo que pelearse con la recepcionista del centro de terapia ya que no la dejaba entrar con él. La única arma que utilizó fue que era su perro de asistencia.

Casi a las tres fue a la dirección que le indicaba la tarjeta que ese tal "Ian Tanner" le había dado. Tan solo entrar la recepcionista reconoció a Rocco y ya la estaban haciendo pasar al último piso, no sin antes de entregarle un gafete de visitante.

Miró al perrito gourmet y sonrió al verlo tranquilo. Por lo que había logrado notar no era la primera vez que él estaba aquí. Desde luego había seguido las indicaciones del dueño y le había conseguido alimento gourmet.

Se detuvo delante de un elegante escritorio y la mujer que estaba ahí levantó la cabeza. Sonrió al ver a Rocco.

Ese perrito era muy famoso.

―Busco al señor Tanner – dijo ella – He venido a entregarle al perrito.

―Permítame señorita….

―Kagome, Kagome Higurashi.

―De acuerdo señorita Higurashi. Deme un momento.

Miró el reloj, ya estaba retrasada. Iba a tener una video llamada con Inuyasha a las cuatro y media. Probablemente ya había salido de la oficina para llegar a tiempo a su departamento. El puro pensamiento de imaginar que lo vería, aunque fuese en llamada hacia su pulso latir apresuradamente.

―Puede pasar, señorita Hirgurashi.

Ella asintió y tiró de la cadena a Rocco para hacerlo entrar a la oficina. Ni siquiera le impresionó lo amplia que estaba su oficina. Si comparaba, la oficina de su padre era un poco más grande.

El hombre al verla se levantó de su asiento y se abrochó el botón de su saco. Rodeó el escritorio y se agachó para saludar de nueva cuenta a su amigo, quién había tenido una larga aventura durante las veinticuatro horas que había estado perdido.

―Gracias.

Dijo una vez que se levantó. Pero a Kagome la curiosidad le consumía y no pudo evitar preguntar por la joven a la cual había salido corriendo tras de ella.

― ¿Si alcanzó a esa mujer?

Él sonrió y asintió.

―Gracias a ti pude dar con ella – le guiñó un ojo – Ahora debo pagar lo que te ofrecí.

Kagome negó, la verdad es que no necesitaba el dinero.

―Insisto. Un Tanner siempre paga lo que promete.

Así que en modo de transferencia fue que le depositó los tres mil dolores que le había ofrecido tan solo por cuidar del animalito. Por lo que veía era algo así como un arquitecto, porque una mesa de dibujo estaba en el rincón de la oficina.

―Bueno, en ese caso debo irme. Tengo una cita con mi novio.

―Gracias Kagome – dijo nuevamente él – Quitándole la correa al Husky.

―De nada y suerte con esa chica.

Entró rápido al departamento y tomó su laptop para conectarse. Abrió la aplicación y en cuestión de segundos apareció en la pantalla el chico de sus sueños. Estaba sin camisa y por todos los cielos es que se veía hermoso. Lo extrañaba en ese corto tiempo que estaba lejos de él.

―Te veo agitada – comentó Inuyasha ― ¿Todo bien?

―Un poco cansada pero bien. Me he logrado adaptar al horario. La comida es buena no me quejo. ¿Y tú?

Pero en los ojos dorados de Inuyasha se relejaba tristeza. Lo vio pasar sus dedos por su melena plateada y de pronto apareció un vaso de whisky.

―Todo bien. Tus padres saldrán de vacaciones la próxima semana y prácticamente me dejará todo a cargo,

Lo notaba algo cansado, como si estuviese haciendo el sacrificio de hacer esa llamada.

―Y…

―Kagome – la interrumpió – Disculpa que corte la llamada. Tengo que hacer algo.

No dijo nada y asintió, con una sonrisa fue el primero en cortar la comunicación. Kagome se quedó mirando la pantalla de la computadora. Ella había hecho el esfuerzo de comunicarse con él y la llamada ni siquiera duró mucho. Prácticamente hablaron de sus padres, pero no de ellos.

No quería que todos sus pensamientos la desviaran hacia algo que no deseaba.

Que probablemente él había encontrado a alguien más. Aunque era imposible, solo habían pasado varias semanas.

¿O sí?

De hecho, después de esa video llamada espantosa solo decidió enviarle mensajes. Incluso se tardaba en contestarlos, pero al final lo hacía. Todo le resultaba angustiante pero no podía hacer nada.

Luego de su habitual terapia de en la cual terminó un poco agotada hasta los huesos. Pensó que lo mejor era dar una vuelta por las calles y despejar su mente. Habían pasado un poco más de tres meses y la rutina solo consistía en ir y venir a las terapias y se regresaba al departamento que alquilaba en New York. Presentía que esa tarde necesitaba aire fresco y realmente lo necesitaba. Inuyasha raras veces la buscaba y ella le quería dar su espacio. Probablemente la separación le estaba afectando.

Al dar la vuelta en una esquina se detuvo delante de una pastelería cuyo nombre estaba decorado en colores llamativos entre rosa y turquesa. El local se llamaba "Dulce sabor". Observó los pasteles que estaban en el mostrador y cada uno de ellos era más apetecible que el anterior. Además, por lo que veía desde la ventana era una cafetería. Tal vez un postre dulce le vendría bien, podría incluso comerlo ahí.

Entró y no había absolutamente nadie, pero si estaba perfectamente iluminado.

― ¿Hola? – llamó, un poco desconfiada ― ¿Es auto cobro?

Si, podría pensar que tal vez era una cafetería moderna. Pero no fue sino hasta que escuchó unos gritos provenientes de atrás.

Tal vez necesitaban ayuda. Así que siguió aquella voz, entre más se acercaba más clara de volvía.

―Siempre es lo mismo con ustedes. Desperdician mis materias primas. ¡No! ¡Annie ni se te ocurra!

Kagome se preocupó al escuchar eso, abrió la puerta y todo pasó lentamente. Una chica se había agachado delante de ella, segundos después un plató con betún se dirigía a ella. Y lo único que sintió fue como el dulce betún daba en su cara.

¡Hola!

Espero que este multiverso les haya gustado, no se preocupen aún sigue.

De Inuyasha nada más si no me lo vayan a querer asesinar, el chico si le dolió verla y sintió feo al no poderla tocar así que por eso tuvo que cortar la comunicación abruptamente (y no, no tiene nada con nadie)

Besos.

Y

Abrazos.

BPB