Disclaimer: si leen algo y les parece familiar, no es mío.
No estoy muerta. Más info (entiéndase "info" por 2 párrafos de "disculpas y excusas" al final del capítulo.


-Qué...¿qué carajo es esto?

Cassandra tuvo que levantarse de la mesa a toda velocidad, para no reírse en la cara de Audrey.

Primero, porque era de mala educación reírse en la cara de alguien. Hasta ella, que a criterio de Basile tenía "menos modales que un troll de montaña", sabía eso. Segundo, porque la pobre Audrey ya se veía lo suficientemente miserable, como para encima reírse de ella y de la cara que tenía puesta mientras analizaba el gran vaso de...líquido que Ulrich acababa de ponerle por delante.

-Un jugo. Saludable, justo lo que necesitas -le respondió Ulrich, sin batir una pestaña ante la mirada cargada de "te odio" que tenía puesta su hermana.

-Es verde -mencionó entre dientes apretados Audrey, acomodando detrás de una oreja un mechón azul con movimientos bruscos -, y espesito.

Cassandra tenía que estar de acuerdo con ella y su tono de "qué asquito". El jugo, saludable o no, se veía realmente horrible.

-Marge mencionó que la espinaca tiene hierro, y Venice dijo que el hierro es bueno para que el cuerpo reponga sangre. Y perdiste mucha, así que...

-Ulrich, estoy segura de que cuando Marge mencionó la espinaca no se refería a que la metieras en el maldito jugo. Y no lo hagas sonar como que es culpa mía, maldición. No fue idea mía terminar como brocheta de fruta, cruzada de lado a lado por una maldita estaca...

Cassandra hizo una mueca ante ese último comentario. Sí que estaba de mal humor, Merlín.

Bueno, no era tan inesperado si Ulrich llevaba días comportándose como mamá gallina alrededor de Audrey. Mamá gallina obsesionada con su pequeño polluelo azul. La perseguía y acomodaba los cojines a su espalda, fuera donde fuera que Audrey se sentara, saltaba al más mínimo quejido que ella soltara y Cassandra sabía que el hombre se levantaba de noche más de una vez a vigilar, de seguro, sí Audrey aún respiraba.

De verdad, de verdad Ulrich se había asustado.

Mierda, Cassandra se había llevado un susto de muerte viéndola tirada en el piso de la cocina, con sangre goteando y acumulándose a su alrededor en un charco oscuro y brilloso bajo las luces de las lámparas. Si ella tenía pesadillas con eso, no quería ni imaginar cómo estaba Ulrich sobrellevando todo.

Bueno, lo sobrellevaba como la mierda, claramente. Había enloquecido un poco y Audrey comenzaba a enloquecer también.

Aunque la locura de Ulrich tenía un origen honesto y desde el amor que le tenía a su hermana, y eso era evidente para Cassandra y para todos los que eran testigo a alguna hora del día de aquellos intercambios, manteniendo el silencio y siguiéndole el juego en todas sus ideas locas y "saludables", tratando de no reírse en el proceso. Y era evidente para Audrey también, que incluso si refunfuñó de inicio a fin, se tomó casi de un trago el bendito jugo.

-Gracias -le soltó Ulrich, besándola en la cima de su cabeza azul, antes de cambiar el vaso vacío por una taza de café.

Cassandra, intercambió una mirada con April, que seguía sentada, café frente a ella en la mesa. Miradas acompañadas de una ceja en alto. El café era parte de la lista de "alimentos prohibidos para Audrey" que Ulrich había redactado con cuidado, muy enfocado en mantener una dieta saludable durante la recuperación de su hermana.

Redactado de verdad. La lista estaba colgada en la puerta de la cocina, bajo hechizo impermeable, para evitar su deterioro. Y bajo un par de hechizos protectores, también, en caso de que Audrey transformara su frustración en violencia real contra el ofensivo trocito de pergamino.

-Tiene espinaca adentro, ¿cierto? -el tono de derrota de Audrey era total y absoluto.

Y penoso. Si Ulrich le había colocado espinaca al café, Cassandra iba a intervenir. Estaba bien preocuparse, pero eso sería llevar la locura a un nivel totalmente impensado. El café era un bien elemental. Brebaje sagrado. Líquido vital e intocable y-

-No, no tiene ningún tipo de verdura- le dijo Ulrich, interrumpiendo la oda al café llevándose a cabo en la mente de Cassandra-. Sólo café y azúcar, lo prometo.

Con ojos llenos de desconfianza, la pobre mujer miró fijamente a Ulrich mientras llevaba el tazón a sus labios. Ulrich sólo sonreía de lado a lado.

Era bueno verlo sonreír, por fin. Era casi doloroso mirar a un hombre tan grande, siempre tan lleno de energía estar tan...deprimido. Abatido.

Aunque esa había sido justamente la tónica en torno a La Resistencia, en las últimas semanas. Depresión y abatimiento. Con encantamiento Fidelio ya bien puesto en su lugar, las cosas intentaban volver un poco a la rutina previa. Pero era difícil volver a un...antes. No después de un funeral masivo. No después de pasarse días limpiando vidrio roto y sangre seca de pisos y muros.

Y por supuesto que Cassandra estaba teniendo pesadillas, que alguien se atreviera a culparla.

-¡Princesa! -la voz alegre y tranquila, pero estridente, hizo que Cassandra se girara a mirar hacia la puerta en un salto -¿qué hay hoy en el menú? ¿Zanahoria al vapor y puré de espárragos? ¿Masita de avena y leche de soya? ¿Espinaca acaramelada? No, olvida eso último, el caramelo es delicioso, de seguro que está en la lista prohibida de Don Inquisidor, ¿no?

Marcus Williamson, amigo de Audrey y ex mano derecha de Kingsley en el Departamento de Aurores, caminó hacia la silla que había abandonado Cassandra en su misión de no-nos-riamos-en-la-cara-de-una-pobre-mujer-ya-derrotada, haciendo una pequeña parada para dejar caer un beso sobre la cabeza de la mujer derrotada en cuestión, antes de sentarse.

Se veía mucho más...vivo que cuando había llegado con ellos desde la Mansión Lestrange. Venice había trabajado largas horas en él, intentando mantenerlo lejos del Más Allá. Su cabello largo y liso se veía limpio y brilloso en lo que parecía ser su coleta habitual y, aunque las manchas moradas-verdosas repartidas por su cara le quitaban un poco el encanto, era un hombre guapo y parecía estar siempre feliz de mortificar un poquito más a Audrey. O eso creía Cassandra que eran sus múltiples e interminables intentos por verse feliz haciendo todo aquello que ponía a Audrey de un humor de perros.

Al parecer Marcus había decidido que iba a acompañarla en la cruzada por seguir-la-dieta-de-Ulrich-sin-llorar, mostrándose extremadamente feliz y optimista ante cada nuevo extraño y saludable platillo. Y haciendo latir la vena en la sien de Audrey exitosamente, cada vez.

-No, pero casi. Espinaca en el jugo, es la última idea. Eres bienvenido a intentar sonreír mientras te tragas eso.

-Meh, no lo sé -respondió con un encogimiento de hombros y voz baja y melosa, desviando ojos a medio cerrar hacia Ozz, que entraba en ese momento a la cocina con Freya -, he tragado cosas peores y más...desafiantes.

Ozz se tropezó con sus propios pies. April escupió café. Cassandra aspiró café. Ulrich derramó café. Audrey soltó un "jiji" muy poco propio de ella y Freya una carcajada.

Marcus. Don Sutilezas, no era.


Sirius sofocó una risa, por séptima vez en 20 minutos, en un intento de mantener oculta su presencia.

Estaba de pie, apoyado contra el marco de la puerta de la habitación que compartía con Cassandra. No realmente oculto, la verdad.

Pero Cassandra estaba realmente concentrada en lo que era su misión de la semana, taza de café a su lado, abandonada.

Concentrada y quizá algo obsesionada.

No, no "quizá". No había dudas realmente. La mujer sí que se había obsesionado por completo con sus autoimpuestas y misceláneas misiones semanales, pero Sirius no tenía corazón para frenarla ni para intentar hacerle ver que, quizá, no era una forma saludable de sobrellevar el estrés.

Si pasar de misión en misión era lo que ella necesitaba para mantener la cabeza a flote, Sirius iba a dejar que lo hiciera. Y mientras Cass tenía la cabeza puesta en otra parte, él iba a ofrecerle un ambiente seguro para hacerlo.

Una misión propia, podría decirse, pensó Sirius.

Se había pasado esa última semana salvando a Cassandra de estampar la nariz contra puertas, de caer escalera abajo por saltarse un escalón y de quemarse el pecho con café caliente.

Eso en los últimos cuatro días, solamente.

A Sirius no le importaba, la verdad. Amaba la expresión obstinada y terca que le hacía arrugar la nariz y brillar los ojos. Amaba que estuviera atenta a las personas a su alrededor y sus variadas necesidades o deseos, en busca de algo que hacer, por ellos. Una nueva misión.

Amaba su corazón blando, preocupada de los suyos. Y su corazón duro, contra quien se atreviera a alzar una mano contra ellos.

La amaba y punto. Su cabello loco, sus ojos chocolate, su arete de pluma, que había hecho aparición nuevamente. Su risa honesta, sus enfados cortos y sus besos lentos. Como lo primero que hacía al entrar a una habitación era buscarlo con la mirada. Su alma amable y dulce…

-Ouh, hijo de puta.

Sirius finalmente perdió la batalla contra la risa. Lo había intentado, pero los pequeños balbuceos enfadados estaban escalando de tono.

Desde su lugar junto a la ventana, Cassandra se giró a mirarlo y Sirius se volvió a reír. Ahí estaba la nariz arrugada y los ojos brillosos. Y un dedo en la boca en lo que de seguro era el pinchazo número 155 del día, en su valiente intento por blandir agujas de coser.

-Hola, amor ¿Cómo vas con eso?

Adiós naricilla arrugada, hola pequeña sonrisa insegura.

-Meh, creo que ya está listo. Creo. Aunque Ozz dice que parece una rata y Marcus, muy grosero permíteme agregar, estuvo en desacuerdo y dice que parece un gato, luego de sobrevivir un atropello. Pero yo creo…que está bien bonito.

Cassandra terminó la frase casi como terminando una pregunta y Sirius no hizo esfuerzos por detener la sonrisa que, sin su permiso, sintió aparecer en su cara. Maldición, sí que era adorable cuando estaba preocupada por pequeñas y ridículas cosas poco importantes.

No que fuera a decir en voz alta eso a Cassandra, no quería quedarse sin novia tan pronto y al parecer Cass le tenía un especial amor al resultado de una semana de dedos pinchados, noches en vela y tardes llenas de palabrotas murmuradas entre dientes.

Sirius se sentó a su lado y la tomó por la cintura para arrastrarla hasta que estuvo cómoda en su regazo y le quitó de las manos el pequeño lobo de peluche para examinarlo con más detenimiento.

Si era sincero, parecía más un perro orejudo, pero claramente Ozz y Marcus exageraban. No le había quedado feo. Tenía una sonrisa algo torcida y un brazo (era difícil llamarles patas, cuando el lobo tenía pantalones y camisa) un par de milímetros más corto que el otro, pero el resultado final era…adorable.

-Me gusta el corbatín. Le da un aire profesional.

-No te burles -le respondió Cassandra, soltando un bufido, quitándole el peluche y abrazándolo contra su pecho, como si buscara protegerlo de su mirada juzgadora.

-No me burlo -le dijo, dejando caer un beso sobre su cabello que esa tarde llevaba anudado en un moño en lo alto de la cabeza -, e ignora a Ozz y a Marcus, no parece ni un roedor ni ningún otro animal atropellado. Y en serio me gusta el corbatín. A Tonks le va a encantar. Y Remus suspirará hasta quedarse sin aire y se apretará el puente de la nariz por 30 minutos seguidos cuando vea que el primer juguete de su primer hijo es un maldito lobo, lo que hace que tu creación sea aún más espectacular, en mi humilde opinión.

-Uh, gracias -Cassandra se estiró para besarlo en la barbilla -. Creo que haré un elefante también. Y un zorro.

-Me parece perfecto -le respondió Sirius, planificando mentalmente cómo conseguir guantes o algo para salvar los dedos de su novia, antes de quitarle nuevamente el lobo para guardarlo en el bolsillo delantero de su chaqueta, desde donde podría ver el mundo con sus ojos de botón-. Vamos, amor. Te saltaste la comida, pero te guardé de las papas gratinadas que hizo Basile.

-¡Oh, las papas gratinadas con queso! Si Basile no estuviera embobado con Belvina, le propondría matrimonio, sólo para ser dueña de sus papas gratinadas.

-Cass…por favor no digas eso frente al resto. Van a pensar que "papas gratinadas" es código para algo sexual.

-¿Qué? ¡No!

-Ay, Bas. Déjame ser tuya y entrégame tus papas gratinadas, que yo pongo el ques-

-¡Sirius!


-Cass, en serio. No puedes consumir toda esa azúcar en una sola mañana. Es asqueroso.

-Dora, primero…el azúcar y yo tenemos una relación estable desde hace años. Un trío, con el café. Y segundo, no es asqueroso. Deberías tenerme más respeto, ¿sabes? Soy una de las fundadoras de La Resistencia y-

-¿Resistencia a la insulina?

-Cállate, Marcus -gruñó Cassandra en dirección al hombre, intentando hacerse escuchar por sobre la risa de Audrey y Freya -no estaba hablando contigo.

Marcus, que acababa de entrar a la cocina se sentó junto a Ozz y apoyó el peso en las patas traseras de la silla, antes de lanzarle a Cassandra y luego a Ozz lo que ya empezaban a reconocer como su "sonrisa malvada". Esa que solía poner justo antes de hacer un comentario altamente inadecuado y muy probablemente sexual.

-Estabas hablando de relaciones y tríos. Quizá puedo ayudar.

Sip…Marcus no decepcionaba.

-Amor, ¿por qué Williamson está ofreciéndote tríos?

Ese era Sirius, que hacía aparición ahora en la cocina y Cassandra dejó caer la frente contra la mesa. Merlín la amparara.

-No es que no te encuentre atractivo, Marcus -Cassandra giró la cabeza sobre la mesa, justo para ver como Sirius enviaba una mirada evaluadora en dirección a Marcus antes de continuar -, pero no soy una persona de alma generosa. Compartir no es lo mío.

Cassandra volvió a apoyar la frente contra la mesa, esta vez esperando que su cabello ocultara el color rojo brillante que sentía que estaba adquiriendo su cara, al no poder evitar recordar como Sirius la había tomado aquella mañana, exigiéndole entre gruñidos y roncos susurros que le dijera que era de él. Di que eres mía, mientras se hundía profundo en ella y-

Ay, Dios…sí, compartir no sería nunca lo de él. Demasiado posesivo, el menos entre las sábanas. Su alma feminista se revelaba un poco ante la idea de decir en voz alta que le "pertenecía" a alguien, pero Morgana la perdonara, cuando se lo decía/exigía en esa voz baja y ronca, como una mezcla entre un susurro y un maldito ronroneo su cerebro y alma se iban directo al carajo, junto con sus pensamientos racionales y claro que Cassandra era de él. Cuando sólo eran los dos, respirando el mismo aire, enredados en la oscuridad, con los corazones latiendo a toda velocidad…con él mirándola no como que le había bajado la luna para él, sino como que ella fuera la maldita luna…pues Cassandra sentía que podía y, carajo sí que quería, ser todo lo que él quisiera que ella fuera.

Y de seguro los orgasmos seguidos tampoco ayudaban a que su cerebro funcionara lo suficiente como para cuestionarse nada, ya que estaban.

-¿Todo bien, amor?

-Todo perfecto, Sirius.


-Okay, nueva teoría. Marge es experta en pociones y le está poniendo Amortentia al café.

-Excelente, llegué a la parte buena de la conversación.

Cassandra, que estaba sentada en la escalera delantera que daba al pórtico frontal de la casa junto a April, Freya y Audrey, dejó caer atrás la cabeza y le sonrió a Tonks, que se acercaba hasta ella del brazo de Remus.

Las manchas oscuras bajo los ojos eran menos pronunciadas aquella mañana, lo que le dijo a Cassandra que al menos la noche anterior, Tonks había podido dormir más de 4 horas seguidas. Excelente.

-Te ofrecería café, Dora, para que te unieras a nuestro club de adictos a la cafeína, pero tienes que pensar en la camada que llevas dentro y Venice dijo que la cafeína estaba prohibidísima.

-Buen día, Cassandra -la saludó Remus, con una sonrisa amplia, mientras ayudaba a Tonks a acomodarse en los peldaños de la escalera.

Cuando sonreía así de amplio, Cassandra entendía por completo como su amiga cayó enamorada así de rápido. Ojos arrugaditos de risa era de aquellas cosas que hacían suspirar a sus mariposas.

-Buen día, Remus -le dijo Cassandra, devolviéndole la sonrisa.

-¿Qué era eso de Amortentia en el café?

-Ah, verás -respondió Cassandra -…estábamos discutiendo cierto patrón de comportamiento entre los habitantes de esta casa y luego argumentando distintas hipótesis. Tu alma docente estaría orgullosa, Remus. Quizá podamos redactar un ensayo.

-Un estudio cualitativo -agregó Freya desde su lugar dos peldaños más abajo que ella.

-¿De qué patrón de conducta estamos hablando? -preguntó Remus sentándose junto a Tonks, al parecer decidiendo que iba a quedarse a la discusión por que, por supuesto, no podía evitar participar de una conversación que incluyera las palabras "estudio cualitativo".

-Al parecer -dijo Audrey después de tomar un pequeño sorbo de su café (que ya era parte de sus desayunos, después de 20 días de tortura en forma de dieta saludable) -la gente que llega a La Resistencia se enamora a primera vista.

Por suerte Remus ya parecía conocer a la gente con la que vivía ahora y no se veía sorprendido de que el motivo de estudio fuera algo así de idiota.

Idiota, pero no menos en serio. La gente si se estaba enamorando a primera vista, maldición.

-¿Cuántos sujetos de estudio tienen de momento? -preguntó Remus, por sobre las risitas de Tonks, intentando mantener la expresión seria.

-Belvina y Basile -comenzó Freya, alzando dedos -, Callista y Emerson, Ozz y Marcus, Ulrich y Abby. Rayton y Venice. Y ayer vi a aquella chica que es amiga de Oliver y de Filippa de su equipo de Quidditch salir del bosque toda despeinada y un minuto después salió detrás de ella…Karin, también toda chascona y viéndose como un gato que acababa de comer rico.

Uh, ¿una de las gemelas Wilson y la famosa (según Sirius, al menos) cazadora del Puddlemere United, Enya Kavanagh?

Cassandra no estaba segura si el mundo estaba preparado para una explosión de ese nivel de grados Fahrenheit, pero diablos. A favor.

Y aplausos también a Rayton, que parecía haberse enamorado del único ser humano que no perdía alguna facultad mental al mirarlo sonreír.

Cassandra se derramaba café encima, April babeaba un poco, Audrey pestañeaba lentito como esperando que se le reiniciara el cerebro, Sirius soltaba un pequeño "uh" antes de girarse a ayudarle a limpiar café/comida de su ropa y Callista…bueno, Callista se rompía la nariz contra las puertas.

Pero no Venice. La mujer sólo miraba lejos en la mitad de un bufido. Aplausos a su fortaleza mental también, ya que estaban.


-¿Sirius?

-Shh, amor. Vuelve a dormir.

Eh, no. Cassandra podría tener medio cerebro dormido aun, pero podía identificar con facilidad el tono en la voz de Sirius. Algo pasaba.

Con eso en mente, Cassandra escaló desde su habitual lugar durante las noches, acurrucada contra el costado de Sirius, hasta colocar su peso por completo sobre él, que estaba de espaldas. Cuando se acomodó finalmente, rodeándole la cintura con las piernas, notó algo alarmada y ahora completamente despierta que Sirius no reaccionó ni se movió durante esos pocos segundos, cabeza sobre la almohada, mirada fija en el techo, brazos contra la cama y postura tensa, de arriba a abajo.

Sirius le había dicho una vez, cuando Cassandra intentó quitarse de encima de él diciendo algo así como que su gordo trasero lo estaba aplastando, que; primero, no tratara mal a su trasero, porque le tenía máximo cariño y no iba a aguantar malos tratos contra él ni ninguna parte del cuerpo de Cassandra, ni siquiera si venía de ella misma (Cassandra se había enamorado un poquitito más de él ese día) y, segundo, que le gustaba sentir su peso sobre él. Le hacía sentir real, le había dicho. Completo, con los pies en la tierra. Seguro.

Todo eso sonaba como cosas que necesitaba sentir Sirius ahora, si se guiaba por el ambiente frío y sombrío que parecía llenar la habitación.

-Estoy bien como estoy ahora, Sirius -le contestó Cassandra, su voz baja y calmada intentando restaurar la ilusión que solía rodearlos cuando despertaban a alguna hora de la madrugada, habitualmente por culpa de algún mal sueño. El aire se llenaba de…secreto y clandestinidad. Ellos dos, solos en un pequeño rincón del mundo, en la mitad de la tranquila oscuridad. Era una ilusión que normalmente lograba calmarlos a ambos -. ¿Qué sucede?

El silencio, tenso pero no incómodo, se apoderó del espacio y Cassandra escondió la cara en el cuello de Sirius y cubriendo el resto de espacio disponible al otro lado con una mano, esperando que ordenara sus pensamientos.

Hablaría cuando estuviera listo y ella podía esperar hasta el fin de los tiempos mientras lo sentía respirar bajo ella, su corazón contra el suyo y su pulso bajo la yema de sus dedos.

Un par de meses más de ella estando enamorada de Sirius e iba a empezar a escribir poesía, Merlín. El hombre lograba sacar toda esa dulzura de ella, esa que pensó que no tenía. Quizá era un extraño e inesperado resultado de endulzar tanto el café, meh…

Tonks iba a estar contenta, si ese era el caso y resultaba que las toneladas de azúcar le dejaran secuelas después de todo. No las esperadas, pero-

-Es Harry -comenzó Sirius en voz ronca e interrumpiendo su ridícula línea de pensamiento -. Me preocupa. Por meses…meses, no sabemos nada de él, que es algo bueno, tienes razón, si alguien lo hubiese atrapado ya lo sabríamos. Que no haya noticias es bueno…pero ahora, Ron aparece solo donde Bill, de la nada. Solo. Y no dice nada, se niega a hablar y…Bill dice que no se veía bien, que parecía que llevaba sin dormir los mismos meses que llevaban escondidos y…mierda. Siento que estoy a un desastre de distancia de que James se levante de la tumba sólo para asesinarme por tener a Harry viviendo-no, sobreviviendo así y yo sin hacer nada para ayudar y…Merlín, Lily. Si Lily viera-

-Shh, okay, detente Sirius -lo interrumpió Cassandra, moviendo la mano que tenía contra su pulso en el cuello hasta su nuca, para abrazarlo contra ella -. Pausa. Son demasiadas cosas y sabes que mi memoria no es la mejor en la mañana, antes de mi ca-

-Café sagrado, sí -terminó Sirius por ella, el humor evidente en su voz. Sirius encontraba ridículo su amor/obsesión por el café, pero hey…humor en su voz. Punto para ella.

-Exacto. Entonces, vamos por parte. Sí, por supuesto que siempre tengo razón -bufido de Sirius entra a la escena… -, si alguien atrapara a Harry, nos enteraríamos rápidamente. Sería lo que le haría falta a Ya-Sabes-Quien para tirar abajo y destrozar los ánimos de quienes se le oponen. Que Ron se vea mal…es evidente que algo malo sucedió, algo deprimente e inesperado, si el mejor amigo y cómplice del Elegido decidió abortar misión. Algo parcialmente en contra de su voluntad, si tengo que ponerme a adivinar. Son amigos hace años y están unidos por más que una simple amistad. Es de esas amistades que se fortalecen a través de una o dos o seis situaciones de vida o muerte…no es fácil caminar lejos de aquello. Tú sabrás mejor que yo, el nexo que lograste con Remus, por ejemplo, a base de años de secretos y risas y nacimientos y muertes. Pocas cosas, sino nada, te harían abandonar a Remus en la mitad de una situación como la que se encuentra Harry, ¿no?

Sirius no respondió, pero Cassandra lo sintió relajarse bajo ella, antes de que la abrazara por detrás de los hombros y por la cintura, contra él. Cassandra lo consideró una buena señal para continuar.

-Ron viéndose como si llevara meses sin dormir…no quiero hablar mal de nadie, pero probablemente Bill, sin quererlo, exagera un poco. Es su hermano pequeño, es obvio que todo le parecerá peor de lo que es en la mitad de la preocupación. Y Bill se toma totalmente a pecho su labor de hermano mayor. Es como una mamá gallina. Se va a quedar pelado antes de que termine todo esto, sólo del estrés, lo doy por firmado. Aunque la calvicie no le quedaría tan mal, ahora que lo pienso…sería una mezcla entre malvado y sensual. Calvo y las cicatrices en la cara…es delgado, pero alto y musculoso. El resultado final no sería nada malo, sí... ¿Tendrá tatuajes?

-Amor…no hables de otros hombres cuando estés en mi cama, por favor.

Sirius sonaba exasperado, pero era ese tono exasperado que tenía cuando, en sus palabras, ella estaba haciendo/diciendo algo adorable. Pero estúpido.

Cassandra siendo ridícula 2, Sirius depresivo 0.

-Perdón. Bueno, en resumen, Bill se preocupa demasiado, no puede evitarlo y por supuesto que le pareció que Ron parecía estar a 2 minutos de morir por falta de descanso. Y si yo estuviera en la posición de Ron y pensara que tú, estando en la posición de Harry, correrías algún peligro si yo abriera mi bocota y contara nuestros planes secretos para derrotar al mago más poderoso de este lado de la galaxia…no, yo tampoco hablaría ni mierda. Y Sirus, no creo en…profecías. O al menos no en aquellas que dicen existir para que las cosas sucedan luego. Pero creo en que todo lo que pasa tiene un impacto. Y la posición de Harry ahora es el resultado de un millón de cosas más que sólo tú participando o dejando de participar en su vida. Pequeñas cosas, al final, resultaron en Harry estando escondido, planificando contra Ya-sabes. Pequeñas cosas, una tras otra, resultaron también en que tú y yo estemos ahora aquí. No te hagas responsable de todo. Sabes que creo que eres el mejor, pero no eres tan espectacular ni omnipresente para ser dueño de los destinos de todos, ¿sabes? Y James y Lily no sólo amaban a su bebé con el alma entera, también te amaban a ti. Creo que, en el Más Allá, también se dan de cabezazos contra paredes de nubes cuando te escuchan hablar así, porque de seguro se preocupan por ti también. Y Harry sabe, Sirius. Sabe que estás a no tanta distancia, si necesita de tu ayuda. Lo sabe, te aseguraste de que así fuera. Y tú estarás ahí, para ayudar cuando haga falta. Yo también estaré. Y Remus y Tonks. Y nuestra nueva gente también.

Sirius, haciendo uso de sus espectaculares abdominales y…como fuera que se llamasen los músculos de los muslos, se giró sobre la cama con ella aún bien agarrada de su cuello y cintura y dos segundos después Cassandra se encontró apoyada en las almohadas mirándolo a los ojos, grises y brillosos, con él sujetándole la cara y bien cómodo en el espacio entre sus piernas.

-Te amo. Con todo lo que soy y tengo, Cassandra. Yo sí creo en el destino, amor. Y ahora, tantos años después, tengo la respuesta para mi Yo del pasado. El que por años se preguntó por qué y para qué carajos seguía con vida. Todo tiene tanto sentido ahora…

Cassandra tenía que estar de acuerdo. Todo parecía tener sentido ahora.


Cassandra suspiró feliz y se acomodó contra lo que ya consideraba su almohadón favorito, el mejor y más espectacular entre todos los almohadones del mundo mundial.

El pecho de Sirius.

-¿Cómoda?

-Muy.

Y era verdad. Metida en el agua caliente de la tina, rodeada vapor con aroma a lavanda y de los brazos de Sirius, Cassandra se sentía prácticamente en el cielo.

Debía ser cerca de la media noche ya, la cena de navidad se había prolongado en la mitad de conversaciones, risas y gritos.

Gritos no de niños solamente, sino de adultos también.

Porque si tomaban a las gemelas Wilson y sus mentes creativas y amantes de las explosiones controladas…y le agregaban a la mezcla a los malditos gemelos Weasley…pues por supuesto que iba a haber gritos.

Cassandra se había pasado la tarde tomando aire entre carcajadas y esquivando explosiones de confeti y harina. Al final de la velada estaban todos parcialmente cubiertos de aquella mezcla y lo único que había impedido que Ulrich matara a los aquellos "cuatro demonios, maldición, ahora hay harina en mi vino" fueron los ataques de risa de Audrey. Pocas cosas tranquilizaban más al hombretón que ver a su hermana feliz.

Fred y George habían coordinado su ingreso a través de Bill, que había a su vez contactado a Audrey a través de Percy. Y se habían dejado caer de sorpresa aquella mañana.

Literal se dejaron caer. Cassandra se había tirado encima el tazón de café completo en la mitad de un grito tan agudo que de seguro hizo levantar la cabeza en atención a la mitad de los perros 70 kilómetros a la redonda, cuando de la nada ambos saltaron del techo para caer frente a ella, que hasta ese segundo estaba teniendo un tranquilo y solitario desayuno al aire libre.

Dos segundos después Sirius, que estaba encargado esa mañana de ayudar a preparar el desayuno para el primer grupo de niños, aparecía a toda velocidad, con espátula en alto, a defenderla de mortífagos, animales salvajes o Voldemort mismo, lo que fuera. Con una espátula y delantal de fresas.

Dos segundos después de eso, Cassandra tomó prestada una página del libro de Molly Weasley y le quitó la espátula a Sirius para enseñarle al par de idiotas, a punta de espatulazos, que "el café matutino es sagrado, par de imbéciles y desperdiciarlo NO ESTÁ PERMITIDO, MALDICIÓN".

-¿De qué te ríes? -la voz de Sirius la interrumpió en la mitad de la risa malévola que ella pensó que se estaba llevando a cabo sólo en su mente…pero, no.

-Estaba recordando la entrada triunfal que habían hecho los gemelos a La Resistencia.

-¿Er, la entrada triunfal donde intentas asesinarlos usando una espátula por asustarte?

-No estaba intentando asesinar a nadie, todos son tan dramáticos -agregó al recordar los "oh Merlín, misericordia" que soltaba el parcito entre golpes -intentaba dar una lección.

-Un poco de violencia, en nombre de la docencia, ¿eh?

-Sí…algo así.

-Debo decir…canalizaste a la perfección el alma de Molly, por un minuto.

-Ya lo sé -respondió Cassandra orgullosa después de soltar una (otra) risita malvada-, creo que ellos también lo pensaron. Se veían asustados. ¿Y viste como le brillaron los ojos a la novia de Fred? Creo que estaba tomando apuntes en su mente, catalogando el efecto que tenía la espátula sobre ellos, para usos futuros.

Cassandra recordaba vagamente a Eva, la amiga de Ignatia y ahora novia de Fred. La había visto cuando llegó a la carpa donde Bill y Fleur celebraron su boda. A decir verdad, era un poco imposible pasarla por alto, la mujer era hermosa. Cassandra recordaba haberla visto luego, espalda contra espalda con Tonks, intercambiando maldiciones con mortífagos, al final de aquella noche.

Rubia, alta, con sentido del humor y claramente enamorada. Ni las marcas oscuras bajo sus ojos azules, ni el cabello disparejo y chamuscado hacían mella en su belleza.

Mientras compartían un café con George y en ausencia de su gemelo y de Eva que habían caído desplomados sobre uno de los sofás en la sala contigua y ahora dormían profundamente, Sirius y Cassandra se enteraron de varias cosas que habían sucedido en las últimas semanas en el mundo exterior.

Como, por ejemplo, que Harry contaba con más confianza a ciegas que sólo la de ellos. Sus amigos y compañeros en Hogwarts, en la mitad de un régimen educacional guiado por mortífagos, estaban organizados, les había informado Ginny a sus hermanos. Organizados para oponer resistencia, para proteger a los más pequeños, para responder rápidamente una vez que Harry extendiera una mano pidiendo ayuda. Porque al igual que ellos esperaban que, llegado el momento adecuado, Harry los contactara y les dijera cómo ayudar a deshacerse de una vez por todas de Voldemort.

O que Fred y George eran parte de la red de vigilancia que Kingsley había logrado establecer para tener bajo una mirada atenta los movimientos de lo que denominaron "Vigilantes" en el Callejón Diagon. O matones descerebrados, como los había llamado Eva. Bill y Fleur también cumplían parte de estas misiones de vigilancia y recopilación de inteligencia e información, desde sus puestos en Gringotts. Y Arthur y Percy desde el Ministerio.

Eso último, sobre Percy, lo habían dicho con idénticas expresiones de incredulidad en sus idénticas caras, antes de que Fred se desmayara con/sobre su novia en el sofá. Cassandra aprovechó de contarles que el nunca bien ponderado Percy Weasley había arriesgado el pellejo intentando advertirles del ataque a la Casa. Y que luego se había quedado a eliminar mortífagos y a ayudar a su novia ("¿A su QUÉ?").

Una vez que Kingsley se había visto obligado a huir y ocultarse, se había desarmado un poco la red. Marcus había sido apresado y luego rescatado por ellos, Audrey había escapado y encontrado su camino hasta la casa de su hermano. Ozz y sus hermanos, que también habían sido parte de esa red, pidieron unirse a Audrey cuando sintieron que el riesgo de mantener sus puestos era demasiado alto. Solo los gemelos, Arthur, Percy, Bill y Fleur habían mantenido sus posiciones.

Bill y Fleur lo habían hecho aprovechando no sólo la buena ubicación de sus trabajos, sino también la protección que otorgaba que el padre de Fleur fuera un político importante y bien conectado en la Europa Mágica. Arthur había decidido que se quedaría dentro del Ministerio mientras Percy lo hiciera, quien por lo demás era el que ocupaba la ubicación más riesgosa, siendo mano derecha del mismísimo Ministro.

Charlie e Ignatia tomaron posiciones defensivas a espaldas de Molly y Arthur, en la Madriguera, luego de un par de viajes a Rumania intentando armar vínculos fuera del país.

Y Fred y George decidieron que después de un último y cuarto ataque sorpresa en la tienda de ambos en el Callejón, donde Eva había terminado del lado equivocado de una maldición incendiaria, era momento de ocultarse ("Eva tiene un carácter de los mil demonios, ¿sabes? Los próximos Vigilantes que se atrevieran a atacar su cabello iban a terminar muertos y mutilados y Fred no va a dejar que vaya sola a Azkaban así que…").

Charlie cubría la espalda de sus padres y su padre la de Percy. Fred y George tenían espacio para desaparecer.

Eso y que George se había enterado que su amiga ("no, Cass, no estoy enamorado de ella, es sólo una amiga…") Angelina había desaparecido de la faz de la tierra luego de un ataque en la zona en la que vivía, al norte de Londres. George quería encontrarla y pensó que, con los recursos con los que, suponía, contaba la Resistencia quizá podría lograrlo.

Era un buen plan…si lograban poner en marcha algo que incluyera rastrear gente en los bosques nuevamente.

-¿Qué opinas sobre usar nuestros Grupos de redadas y ponerlos a trabajar en encontrar gente escondida, como la no-novia de George?

-Tengo varias opiniones, a decir verdad -dijo Sirius luego de unos momentos de silencio, abrazándola contra su pecho -. Opino que es una buena idea. Mientras más tiempo lleve esa gente oculta, más difícil se les hace. El frío y la nieve no ayudan. Probablemente se mueven en pequeños grupos. Deberíamos discutirlo en la mañana con el resto. Opino que podría ser un nuevo capítulo para La Resistencia. Y opino que te amo.

Cassandra que había cerrado los ojos, los abrió de golpe y tiró la cabeza atrás, buscando los ojos de Sirius.

-Y yo a ti, pero-

-Amo que no puedas evitar ocupar tu mente por completo en estas cosas, en ayudar al resto, a amigos o desconocidos. Amo nuestros espacios, discutiendo cosas como éstas, sin nada entre nosotros -literal…- y amo que me regales estos espacios. Que los tenga, gracias a ti.

Percibiendo que el aire en torno a la conversación entraba en categoría "esto es serio", Cassandra se giró con cuidado hasta acomodarse sobre el regazo de Sirius, rodeándolo con las piernas y mirándolo a los ojos.

-Eres tremendamente cursi. Me encanta.

-Te amo -continuó Sirius manteniendo los casi susurros-. Y feliz navidad.

Sonriendo todo lo amplio que podía, Cassandra dejó caer un pequeño beso sobre sus labios antes de responderle, intentando poner en sus palabras toda la sinceridad que su alma podía permitir.

-Y yo te amo a ti. Sé que lo digo bastante, pero ¿lo sabes, no es cierto? ¿Lo entiendes de verdad? Aunque seas un adulto mayor -continuó entre risas ante el ¡Hey! de Sirius, de esas risitas ridículas que Cassandra estaba segura, sólo lograban las personas enamoradas -. Pero sabes que es cierto, ¿no? Que te amo, quiero decir, no que seas un anciano. ¿Sabes que no me canso de agradecerle al Universo que me tirara aquel salvavidas cuando lo hizo? Que me llevara hasta La Madriguera aquel día y me dijera en la cara "¿crees en el destino?", al verte otra vez, después de como mil años?

Con una pequeña sonrisa en los labios, tan llena de emoción que a Cassandra se le apretó el pecho, Sirius estiró una mano entre ellos para alejar de su cara un mechón que había escapado del moño en lo alto de su cabeza, antes de tomarla por un lado de la cara, sus dedos acariciando el cabello de su nuca, el pulgar dibujando semicírculos bajo uno de sus ojos.

-Destino, ¿eh? -la voz de Sirius, baja y ronca, mientras continuaba acariciándola perezosamente casi hizo que Cassandra olvidara que estaba en la mitad de un importante discurso y que en la mitad de un "al carajo" se lanzara de cabeza a los que prometía ser una excelente noche buena. Casi.

En vez de llevar a cabo ese tremendamente buen plan, Cassandra se estiró por sobre el borde de la bañera para alcanzar su varita y con un accio mental, hizo entrar por el borde de la puerta entreabierta un pequeño bolsito azul, con un moño amarillo atado. Había necesitado la ayuda de Audrey y de Abby y ellas, a su vez, habían tenido que pedir favores a algunos conocidos, pero finalmente habían logrado conseguir el regalo de navidad perfecto para Sirius.

Sirius recibió la bolsita en silencio, con una ceja en alto y Cassandra mantuvo ese silencio, pero con una sonrisa antes de soltar un "sip, en el destino", cuando Sirius miró dentro de la bolsita y perdió no sólo la ceja en alto, sino toda expresión.

-Cassandra…ah cóm-qué?

Cassandra se quedó quieta, aun sonriendo, contenta con aquella reacción, que era justamente la que había buscado obtener. Sirius estaba sujetando la bolsita contra su pecho desnudo y levantó lentamente la cabeza, alejando la mirada del contenido de la bolsa, en lo que casi parecía ser un esfuerzo.

-Cass… -soltó Sirius en voz temblorosa, un susurro y Cassandra se movió hasta esconder la cara contra el cuello de Sirius, decidiendo que era momento de un abrazo -Mierda.

-La bolsa es mucho más espaciosa de lo que parece y Abby me ayudó con un hechizo para hacerlos durar en el tiempo.

Aún abrazándolo y con la cara escondida en su cuello, Cassandra depositó un pequeño beso en la piel justo bajo la oreja de Sirius y lo dejó para que ordenara sus pensamientos, y emociones, en paz.

-Creo que un poco me salvaron la vida, ¿sabes? -le dijo Sirius después de un minuto de silencio, su voz ya sonaba más bajo control, pero sin mucho tono, lo que le decía a Cassandra que estaba medio perdido entre recuerdos - Apareciste justo cuando sentía que me agrietaba. Listo y conforme con la idea de quebrarme y perderme. Creo que estaba lo suficientemente hundido en oscuridad y locura, como para ya desear ser parte de ellas. Estaba listo para dar ese primer paso hacia el 'ya no hay vuelta atrás' y me hiciste saltar por encima de ese paso -Cassandra lo abrazó con más fuerza, intentando alejarlo de sensaciones oscuras y traerlo de vuelta hasta ella, ambos abrazados, metidos en agua caliente, respirando vapor de agua con aroma a lavanda -Me duraron como 3 meses, creo. Y luego utilicé los envoltorios para fabricar y refabricar figuritas o tejer brazaletes de colores. No voy a negar que terminar armando conversaciones y debates profundos con animales de papel multicolor no implica algo de locura, pero fueron 12 años muy largos y creo que al final me salvaste del tipo de locura que ellos esperaban obtener de mí, encerrado en Azkaban. Sin saberlo, cuando apareciste de la nada, chiquita y machucada…me salvaste.

El silencio volvió a rodearlos, combinando perfecto con el vapor aromático. Cassandra tenía que admitir que se estaba haciendo adicta a esa sensación de tranquilidad y plenitud que a veces lograban con Sirius. Entendía que era un pequeño oasis en un desierto de guerras, pero sip…adicta.

-¿Sabes hacer origami?

-Cass…después de todo lo que dije, ¿te vas a enfocar en eso?

-Ya sé, pero…¿tejer brazaletes?

-Amor.

-Perdón.

Cómo amaba a su hombre, Merlín. Qué afortunada.

-¿Te conté que la primera vez que te vi, pensé que eras un elfo doméstico?

Afortunada y un diablo.

-Oh, cállate y mejor dame un beso. Y un dulce.

-Me los acabas de regalar, son míos.

-Sirius.

Su ridículo novio, al parecer recordando que cuando se trataba de dulces, Cassandra definitivamente no bromeaba, se apresuró a buscar en la bolsita uno de envoltura rosada. Porque por supuesto que Sirius recordaba, incluso 12 años después, que había dicho que esos eran sus preferidos. De anís.

Carajo, sí. Afortunada.


Todavía intento convencerme que la última vez que actualicé esto fue realmente hace tanto tiempo. Soy la peor, señores, no hay dudas.
Antes de publicar este capítulo, leí todos los otros y sus comentarios. Realmente, ustedes son lo mejor. Me alegré y reí tanto leyéndolos ajajaja Leyendo además mis notas al final de capítulos y sus respuestas, noté que llevan conmigo tanto tiempo que han estado presente durante demasiados momentos importantes. Cuando di mi examen de grado, cuando me titulé, cuando tuve que trabajar muchísimo para cubrir deudas porque mi mamá estaba enferma, cuando ella murió y publiqué el 1er cap después de que eso sucedió. Gracias por leer y acompañarme más allá de seguir la historia de Cass y Sirius o de Iggy y Audrey. Acompañarme, a mí.
Dicho eso, no sé si quede alguien por ahí aún, pero es bueno estar de vuelta y me encantaría leerlos y saber qué piensan de este capítulo. Creo que ahora viene actualización de Entre Líneas, ese cap está parcialmente listo y tengo ganas de presentarles a los amigos de Charlie, de Rumania.

Amor eterno a ustedes, espero que les esté yendo muy bien! Nos leemos!

Nicola.-