Prompt: Golpe de calor, verde, corset - Helsatober de la página Helsa Amor Verdadero.

Clasificación: T, hurt&comfort.


Avanzar


Una de las desafortunadas consecuencias de renunciar al título de monarca consistía en encargarse de actividades diplomáticas, deberes que correspondían a todo miembro de la Casa Real, independientemente que tuvieran otras responsabilidades. La persona quedaría exenta si cortaba todo lazo con su familia y el territorio; decisión que Elsa nunca tomaría, razón por la que se veía orillada a seguir cierto calendario de compromisos sociales y documentos a revisar, del mismo modo que había hecho su hermana anteriormente (en menor cantidad, pues ante el actual embarazo de Anna le había sugerido aumentar la lista de pendientes).

No era motivo de mucha queja de parte de la rubia. En la zona Northuldra, la paz predominaba más que nunca, se había preparado para todo eso y sabía qué hacer, e, internamente, quería evitar la monotonía de sus días; sin embargo, había reuniones concertadas que le producían rechazo y prefería abstenerse de tales actos.

La principal de todas involucraba a las Islas del Sur, lo que hacía esa semana.

Podía ser prejuicio debido al único individuo que había conocido de allí, pero no le agradaba esa Familia Real. Habría terminado relaciones comerciales con ellos si no hubiese tomado el camino sensato para su pueblo. Una afronta como la de Hans no debía primar sobre el bienestar de todos, especialmente si aquello los había dejado en deuda. En otras circunstancias, habría eliminado cualquier mínimo contacto con quienes les corrompía el poder.

Guardaba la esperanza de no cruzarse con su enemigo jurado.

No obstante, para su mala fortuna, fue de las primeras personas que vio a su arribo. Aunque no de la manera que habría esperado.

Habría creído que era una mala broma encontrarlo como su palafrenero, mas la apariencia física de su cuerpo no podía engañar la naturaleza de su función. Las manchas violáceas debajo de sus ojos, la delgadez de su rostro, las cicatrices en su cara y manos, la torcedura en su nariz, las manchas por el sol, la fortaleza de sus brazos en contraste con lo macilento del resto. Todo era un aspecto de alguien que hacía trabajo duro, a modo de castigo, por la carencia de mínimo cuidado.

Ni siquiera los otros empleados se equiparaban en presentación.

Asimismo, en caso de ser una ofensiva hacia ella, el pelirrojo habría mostrado interés en su persona.

Él apenas la miró.

No había más que una expresión cansina en esos orbes verdes, el vacío en las montañas ofrecía un mejor panorama que Hans. Si algo habían hecho los últimos cinco años, era quitarle el espíritu, ya que sinceramente no presentía una actuación.

No pudo quitárselo de la cabeza.

Quizás era de corazón débil y compasivo, pero a Elsa le produjo pena, aun sabiendo que él había dejado morir a su hermana e intentado asesinarla.

Era extraño (y un poco inhumano). Hasta ese día nunca había pensado en algo más que obtuviera su merecido por sus deplorables acciones, así como tampoco reflexionaba en las condiciones de sujetos cumpliendo condenas por reprensibles comportamientos, pero se daba cuenta que allí también había un más allá.

¿Cuál era el límite de lo que podía hacerse a un culpable? ¿Qué ameritaba un castigo en específico? ¿Con qué manera podía influir para que la persona analizara lo incorrecto de su conducta, buscara enmendarse y aprendiera del pasado? ¿Qué objetivo tenía guardar coraje transcurridos largos años, si los hechos no cambiaban y no era sano para sí misma?

No iba a juzgar a los demás con la misma vara, había muchos aspectos que contemplar en cada caso concreto, pero en el suyo había ecos que notar.

La obsesión de Hans había sido un trono, con el cual llegar a ser visto, y de cualquier modo se había comprometido a ayudar a su pueblo en su tiempo de necesidad. No era tan indispensable para ganarse la aprobación si la requería más adelante, igual que pudo permitir que ella asesinara a los secuaces de Weselton o que ella muriera en el castillo. Incluso no le había desacreditado como bruja ante su gente, imitando al duque, cuando le habría beneficiado enormemente disuadir a las personas de apoyarla… ellos la desconocían tras trece años sin contacto y no la apreciaban de forma genuina, hasta volver a tratarla.

Convertirse en su amiga estaba fuera de toda posibilidad, pero le había dedicado tanta visión negativa en el lustro vivido y había desgastado una parte suya que se desaprovechara en otra, y él no había cambiado o crecido para bien; dicho en palabras diferentes, los acontecimientos seguían ahí, sin mejorar en la perspectiva de alguno de los dos. Muy diferente era la reunión de su hermana y ella, lo bueno salido de su suceso compartido; todo lo demás era como un declive.

Ahora bien, ¿qué podía hacer? En el pasado el rey de las Islas le había ofrecido la oportunidad de decidir su condena, al ser la dirigente del reino agraviado. Lo había rechazado y en el presente no tenía la autoridad para cambiar de opinión, ni quería perturbar a Anna mientras estaba encinta.

En eso giraban sus reflexiones al tercer día de su estancia, cuando presenció a través de la ventana un momento que la puso en alerta.

Hans se había desvanecido en medio del patio, bajo el sol, y ninguno de los hombres a su alrededor se había acercado para auxiliarlo.

Elsa esperó unos segundos a que él hiciera algún movimiento antes de abandonar el salón apurada. Era evidente que nadie iba a hacer algo por él, mas ella no era así.

Tardó un poco más de lo que le habría gustado, gracias al desconocimiento del castillo, pero le recibió lo mismo que había observado desde el interior. Los demás continuaban con lo suyo mientras ignoraban a quien sufría.

Si al crecer él había sido grosero con los que servían a su familia y era una paga por ello, no importaba, ya había analizado que lo que hicieras te definía a ti y no al otro, no ibas a ponerte en sus zapatos.

Llegó a Hans y notó con alivio que respiraba, aunque parecía temblar ligeramente. Ignorando la tierra, como la contención que le daría el corset, ella se arrodilló junto a él y lo tocó para girarlo, descubriendo con asombro que tenía la piel bastante caliente.

Él gimió con sorpresa a su contacto.

Suspiró al saber que estaba despierto.

—Hans, ayúdame a girarte.

—¿Alteza? —pronunció con tono incrédulo, pese a la debilidad.

—Vamos, será más sencillo para mí.

Él exhaló y Elsa pudo ver cómo apretaba la mandíbula del esfuerzo por darse la vuelta para descansar sobre su espalda. No abrió sus ojos al estar boca arriba, lo que ella aprovechó para contemplar su rostro.

Como estaba sudoroso y rojo del calor, ella no hizo caso a los testigos y llevó sus manos a su cara, en un pómulo y su frente, brindando pequeñas oleadas frías a su piel. El sol y la temperatura a esa hora eran intensos y ella suponía que estaba con fiebre, por lo que debía atenuar un poco de eso.

—Yo dejé a Anna para morir mientras sufría, no habrá mal si usted me deja aquí. Nadie va a culparla —musitó él con tono quedo.

La quietud la cubrió por unos instantes, en los que casi pudo sentir la resignación de él.

Fragmentos de la historia de Anna resurgieron en su mente, resaltándose las palabras de Hans al rechazar el beso hacia ella.

Tuvo que hablar con más conocimiento del debido sobre ninguna persona amándole.

—Creé y destruí una escultura de hielo tuya, quedamos a mano —le dijo, tratando de hacerlo reaccionar con más ánimo.

Él hizo amago de una sonrisa.

Con ese gesto, ella descubrió que podía dejar el rencor atrás y actuar de una manera que hiciera más sentido.

Lo llevaría con los Northuldra. Si había quienes tenían buenas formas de enseñanza, eran ellos.


¡Hola!

No usé los síntomas completos de un golpe de calor, para no hacerlo más complicado de tratar, pero fue la inspiración de la viñeta.

Elsa necesita que la necesiten.

Besos, Karo.


Guest: I'm happy you enjoyed the previous short one. I like imagining a lot of moments of them interacting in similar circumstances,kind of the idea I planned to turn in a long-fic. Someday, I hope Ha,ha. Thanks for your review :)