El cable
Alber King era un joven alto y apuesto, de piel obsidiana, ojos ámbar y cabellera platino, con una musculatura bastante envidiable, la cual ocultaba con su holgado uniforme de técnico en reparación de cable y televisores. De nariz fina, mandíbula cuadrara y labios gruesos, aquella apariencia apolínea le hubiera podido dar un trabajo en Hollywood forma relativamente fácil. Incluso el mismo Alber había probado su suerte en su juventud participando como modelo de algunas campañas de la marca de ropa y perfumería Criminal, sin embargo, el ambiente de glamour y excesos que encontró en el mundo del modelaje le resulto pretencioso, lleno de gente falsa, papanatas y manipuladores; sin contar que la agencia a menudo las agencias le robaba sus ganancias haciéndole pagar por sus gastos de hospedaje y transporte. A veces su familia le reprochaba de imbécil por haber dejado ese estilo de vida lujoso para dedicarse a instalar cable, módems y reparar electrónicos defectuosos, pero para Alber el dejar aquella vida de modelaje atrás era por mucho la mejor decisión que había tomado. Después de todo no era como si el hubiera ganado millones en su trabajo de modelo, casi podía asegurar que el señor que vendía tacos en la esquina de su apartamento ganaba mejor que el. ¡Y sin ir al gimnasio, tomar esteroides o hacer dietas!
Alber llegó al domicilio 322 de la Wholecake Drive y tocó el timbre. La mujer que le abrió era extremadamente gorda y alta, incluso más que el mismo.
- ¡Pasa querido! ¿Eres el hombre del cable verdad? – Dijo emocionadamente aquella mujer.
Alber no podía precisar que, pero había algo que le hacía sentir incomodo de aquella mujer. Quizá su maquillaje exagerado o el entusiasmo tan atípico que había mostrado le hizo tener poca confianza. Rara vez la gente estaba tan eufórica por una reparación de cable, casi siempre le tocaba que la gente, pese a que el le diera lo mejor de sus servicios, se encontrara molesta y le acusara de llegar tarde o se quejara de alguna idiotez fuera de su control.
- Si. Si lo soy. Mi nombre es Alber King estoy aquí para hacer su reparación. – Contestó Alber.
- ¡Por supuesto Alber! Mi nombre es Charlotte Lin-Lin; vera, yo no soy la titular de la cuenta del cable de esta casa sino mi hijo Katakuri. Por el momento no esta en casa, pero no tarda en llegar. Si quieres lo podemos esperar juntos. – Dijo Lin-Lin a el técnico.
- Preferiría comenzar a trabajar ahora. Después de todo no es necesario que este el titular presente siempre y cuando haya un mayor de edad en casa. – Contestó Alber secamente.
- Oh, por favor. No tienes que tomar las cosas tan de prisa. Si quieres podemos esperar a mi hijo mientras te sirvo algo caliente que tomar y quizá un bocadillo. Después de todo el clima está algo frío y se nota que tu tienes hambre.
A Alber le gruñó la panza. Quizá no sería mala idea esperar y tomar un postre, después de todo había salido de casa sin desayunar y dudaba que un sándwich del 7-Eleven fuera a calmar su apetito.
Pronto el técnico se encontró sentado en la sala de la señora Charlotte con una tacita de té Earl Grey con leche y una rebanada de tarta de chocolate.
- ¿De que parte de Inglaterra vienes? – Preguntó Lin-Lin.
- ¿Perdón? – King se sintió muy extrañado de que Lin-Lin hubiera adivinado su procedencia británica al poco tiempo. La mayoría de las personas creían a simple vista que el era estadounidense u ocasionalmente lo confundían con latino o caribeño, sin contar el hecho de que su piel obscura no era una característica muy estereotípica de los británicos en las cerradas mentes de algunos. Sin embargo, aquella señora por algún motivo adivinó su origen sin ningún problema.
- Oh, no me digas que yo no me daría cuenta que estoy ante un jovencito británico, Alber. Mi familia es de Bristol y yo pasé una buena parte de mi niñez allí. Además, tu acento sigue siendo muy notorio.
- Soy de York. Aunque me mudé hace un par de años a Estados Unidos.
- ¡Que maravilla! ¡Mi hija Amande también vive en York! ¡Y le encantan los tatuajes! – Exclamó Lin-Lin apuntando al tatuaje de hojas de olivos que tenía Alber en la parte rapada de su cráneo.
- Bueno. La verdad no pienso regresar a York. Me ha gustado vivir aquí en América. – Contestó secamente. En realidad, Alber mentía, pero no quería que aquella excéntrica mujer le siguiera interrogando.
Tras su corta carrera de modelo el había considerado regresar a Inglaterra, sin embargo, antes de eso tenía que saldar sus deudas y asegurarse de poder tener un ahorro considerable para regresar ya fuera a York o a cualquier otro lado. Había incluso pensado establecerse en el este de Londres donde su antiguo compañero de la universidad Jack rentaba apartamentos relativamente baratos. Sin embargo, esa vieja no tenía porque saber eso.
- ¡Ay, Alber! Es que tu y mi hija harían muy buena parejita. Seguro mis nietecitos serían muy guapos con piel morenita y pelo claro igual que tu. – Dijo Lin-Lin de nuevo en tono meloso.
- Señora. Vine a una reparación técnica, no a que me consiguiera novia. – Replicó Alber, ahora si con rudeza.
- ¿No esperamos otro minutito a mi hijo? – Suplicó Lin-Lin.
- Señora, ya cuando llegue su hijo tendrá el cable arreglado. Ahora lléveme a donde la televisión de su hijo y acabemos con esto de una vez.
Lin-Lin suspiró en voz alta ante las exigencias de Alber y lo condujo al cuarto donde dormía Katakuri. Alber hecho un vistazo a aquel cuarto: era muy amplio para que lo ocupara una sola persona, teniendo este cuarto una mesa y un sofá instalados, así como un fregadero y refrigerador no muy lejos de la televisión que iba a reparar. Quizá su hijo viviera en un cuarto que era originalmente destinado a ser alquilado. También parecía como si todo el cuarto tuviera un tipo de aislante de sonido, para que nadie escuchara los ruidos que salían de allí. Cosa entendible por las bocinas gigantes que tenía aquel misterioso señor Katakuri.
A Alber le pareció raro que un hijo tan adulto siguiera con viviendo con su madre en Estados Unidos, ya que si algo distinguía a los americanos era su fuerte sentido de independencia. Aunque con las crisis económicas que había y los problemas de vivienda, quizá era lógico que Katakuri no pudiera tener una casa propia. Alber se acercó al televisor y trató de prenderlo un par de veces y a analizar la pequeña caja de cable para ver que no hubiera nada raro. Sin embargo, pronto el británico pudo ver un cabo suelto.
- ¡La televisión esta desconectada! ¡No necesita reparación! ¿Por qué diablos me hicieron venir aquí? – reclamó Alber, sin embargo, tan pronto reclamó sintió un fuerte golpe en la cabeza. Vio como por la puerta del cuarto de Katakuri entraba un hombre casi igual de alto que el con un cuchillo en mano. Alber trató de gritar auxilio, sin embargo, antes de que pudiese hablar, un fuerte golpe le volvió a caer en el cráneo noqueándolo definitivamente.
XXXXXXX
¿Y que les pareció este capítulo? Jeje, este fanfic no creo hacerlo muy largo, solo lo suficiente para que este Halloween y Día de Muertos sea lo suficientemente tenebroso para mis queridos lectores.
Monnie´s: Pues que te puedo decir, la pobre Bonnie ni se lo esperaba. Bueno que en manga sigue vivita y coleando (y además muy sexy).
¡Saludos!
