La Aprendiz del Maestro de Pociones
por RJ Anderson
Edición revisada (otoño 2003)
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Aviso: Esta historia está basada en los personajes y situaciones creadas y pertenecientes a J.K.Rowling y a varias editoriales incluidas pero no limitadas a Bloomsbury Books, Scholastic Books y Raincoast Books, y a Warner Bros., Inc. No estoy haciendo dinero ni intentando infringir los derechos de autor o la marca registrada.
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Capítulo Tres
- Paradiso
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Aún ciega, Maud podía diferenciar entre el camino hacia el despacho de Argus Filch y el camino hacia donde Dumbledore la conducía.
-Señor – protestó -, se supone que estoy castigada...
-Estoy al tanto de ello, señorita Moody – dijo él gravemente -. No obstante, me gustaría hablar contigo primero.
Maud dejó ir el aliento en un suspiro.
-Sí, Director.
En silencio caminaron a través de corredores, entonces doblaron una esquina y se pararon.
-Dulce de melaza – dijo Dumbledore, y la condujo hacia delante, hacia la escalera de caracol que ascendía hacia su despacho.
-Ahora – dijo, guiándola a través de la puerta y cerrándola detrás de ellos – por favor, siéntate y ponte cómoda.
Apenas se había sentado en la silla cuando sintió un musical susurro de plumas y un peso sólido aterrizó en su hombro, haciendo que se tambaleara, sobresaltada, hacia un lado. El fénix de Dumbledore era mucho más pesado que Athena, y sin embargo sus patas se agarraron a ella tan delicadamente que no sintió ningún dolor.
-Eso es muy bonito de tu parte, Fawkes – dijo Dumbledore -. Maud, si lo deseas, Fawkes actuará como tus ojos mientas estés aquí.
Maud estaba sorprendida.
-Pero no puedo. Con alguien nuevo requiere tiempo y preparación…
-No con Fawkes – dijo Dumbledore -. Inténtalo y verás.
Maud se mordió el labio, escéptica pero no dispuesta a contradecirle.
-Lungo – murmuró...
... y al instante su mundo explotó en la luz.
Ver a través de los ojos del fénix era diferente a todo lo que Maud había experimentado antes. Todo en el despacho de Dumbledore parecía más profundo, más rico, de algún modo con más sentido del que tuvo en su primera visita: los colores más vívidos, los detalles más complicados y bellos. El propio Dumbledore parecía rodeado por un cálido resplandor dorado y sus ojos brillaban como constelaciones.
-¿Mejor? – dijo.
Maud asintió, todavía demasiado deslumbrada para hablar.
-Bien – se sentó tras su escritorio, al otro lado de ella y entrelazó sus dedos delante de su larga nariz -. Querida mía, tu tío Alastor me ha expresado recientemente algunas preocupaciones sobre tu bienestar aquí en Hogwarts – hizo una pausa -. Y a la luz de los hechos de hoy, me inclino a estar de acuerdo con él. Evidentemente eres infeliz en Slytherin, y me pregunto si debieras reconsiderar tu elección.
Su mirada era agradable, pero penetrante. Quería apartar la vista de él, pero Fawkes no se lo permitiría. Al final dijo lentamente:
-Lo hago, señor. Las razones por las cuales escogí Slytherin son... menos claras ahora para mí.
* * *
-Me alegro de verte otra vez, Maudie.
Su tío estaba más delgado y encanecido de lo que recordaba, y las pálidas sombras bajo sus ojos señalaban los largos meses de confinamiento que había soportado. Se había preguntad por qué no había contestado a sus cartas, cuando todas las noticias decían que estaba con buena salud y aparentemente satisfecho en Hogwarts: sólo ahora, cuando era demasiado tarde, había sabido la grave verdad.
Parte de ella se culpaba a sí misma. No había estado con él y podría haberlo estado. Gracias al accidente que había puesto precio a su primer año de escolaridad, Maud había cumplido la mayoría de edad seis meses antes que sus compañeros - no había razón alguna por la que no pudiera estar en la delegación del Torneo de los Tres Magos. Pero ante los cualificados exámenes se había echado atrás deliberadamente. En Hogwarts, o así había pensado, Karkaroff estaría bajo la vigilancia de su tío, así que no había necesidad que ella estuviera allí. Y si se quedaba en Durmstrang en ausencia de su director, finalmente tendría la oportunidad de mirar en sus archivos secretos…
Había sido una excusa, por supuesto, y una pobre. La verdad era que no quería ver Hogwarts, no quería saber lo que se había estado perdiendo todos estos años. Le había llevado largo tiempo encajar en Durmstrang y aún ahora sus amigos eran pocos: la posibilidad de compararlo con otro colegio la llenaría de amargura y arrepentimiento.
Nunca pensó que no ir a Hogwarts acabaría en un arrepentimiento mucho más amargo todavía. Si hubiera ido, puede que hubiera visto a través de la decepción del joven Barty Crouch, sacando a la luz al falso Ojoloco antes de que él hubiese podido llevar a cabo sus planes. Y entonces tío Alastor no habría sufrido tanto tiempo, tan solo.
Algo en su expresión debía haberla descubierto, porque él la cogió de las manos y las apretó tranquilizadoramente.
-Nada de eso. No podías haberlo sabido. Pero tu trabajo en Durmstrang está hecho y ahora quiero que vengas a casa. Puede que Karkaroff se haya ido, pero hay aún una anguila más resbaladiza en la que he puesto mis ojos ahora, en Hogwarts. Podrías ayudarme allí.
Si había pensado en rechazarlo, o en dejar su doble vida y salir de la frialdad, no podía hacerlo ahora.
-¿Quién es? – preguntó.
-Otro mortífago que anda suelto. Con el nombre de Severus Snape…
* * *
-Ya veo – dijo Dumbledore -. Y también, parece, el profesor Snape. ¿Sabes que ha recomendado que seas públicamente seleccionada?
-Me dijo que lo estaba considerando, sí – de todas sus crueldades, aquélla era la que más dolía. Podía hacer frente a la humillación, incluso convertirla en una ventaja. Pero una Selección pública podía quitarle algo que ella valoraba mucho más que su orgullo.
-¿Por qué crees que haría tal sugerencia?
Para hacerme daño. Para molestarme. Para castigarme por burlarme de él delante de los Weasley.
-No lo sé, señor. Parece pensar que no soy… digna de estar en la Casa Slytherin.
-O que has fracasado en comportarte del modo que él requiere de su estudiantes más favorecidos. Los dos no sois necesariamente iguales.
Maud frunció el ceño.
-Lo siento, no entiendo.
Dumbledore sonrió suavemente tras su blanca barba.
-¿Juegas al ajedrez, señorita Moody? – señaló un tablero encima de una mesa baja a su derecha, donde era evidente una partida en proceso. -Admito ser un jugador un tanto indiferente, pero sin embargo disfruto el juego.
Ante toda apariencia había cambiado de tema, pero Maud sabía que no debía subestimarle ni pensar que cualquier cosa que podía decir sería irrelevante. Con curiosidad, se giró en su silla – esta vez Fawkes siguió su dirección y su mirada se giró con la de ella – para contemplar el tablero de ajedrez con sus piezas blancas y negras.
Era obvio a primera vista que las negras superaban en número a las blancas, y parecían estar ganando. Cómo había pasado, no obstante, no estaba claro para ella hasta que Dumbledore dio un golpecito en el tablero con su varita levemente y las piezas se pusieron en acción, movimiento a movimiento, repitiendo el juego hasta el momento presente.
Contempló el ciclo tres veces, fascinada. Las blancas tenían que ser de Dumbledore: un jugador prudente, protegiendo sus peones tanto como fuera posible y rodeándolos reticentemente. Las negras, al contrario, eran valientes e implacables, sacrificando piezas sin titubear para ganar ventaja en táctica, y todas las blancas dirigiendo sigilosamente a un único peón de apariencia vulnerable por el tablero. En dos movimientos, advirtió, el peón se convertiría en una reina: pero con la pequeña ventaja las blancas seguirían perdiendo.
No era necesario preguntar quién podía ser el compañero de ajedrez de Dumbledore. Aun firmando su nombre en el tablero su personalidad no habría estado más evidente.
-Si me excusas un momento – dijo Dumbledore -, tengo un súbito anhelo de té. ¿Quieres un poco?
-Sí – dijo Maud -. Gracias.
Sus ojos brillaron y se marchó.
Cuando se hubo ido, Maud se levantó lentamente de su silla y se paseó, abrazándose los codos y tiritando un poco, aunque la habitación estaba lejos de ser fría. El despacho de Dumbledore era como había sido en su primera visita, excepto por una cosa: el Sombrero Seleccionador, encima de una estantería detrás del escritorio. La raja en el ala le sonrió y su estómago le dio una rara sacudida: ¿se atrevería?
Dio un titubeante paso hacia el sombrero, luego otro. Esperó que Fawkes protestara en cualquier momento, pero él simplemente se agarró más firmemente a su hombro, frotando sus sedosas plumas contra sus mejillas.
-Muy bien entonces – dijo ella en voz alta, y con un único gesto decidido cogió el Sombrero Seleccionador y se lo puso en la cabeza.
-Interesante – dijo un pensativo murmullo por debajo del ala -. No creo que no nos hayamos encontrado antes. Déjame ver… Hay coraje, definitivamente, pero también ingenio, y sin duda eres una gran trabajadora… Oh, pero también eres alguien ambicioso ¿verdad? Nada te hace dar marcha atrás, y harás lo que sea para conseguirlo, no importa quién o qué se ponga en tu camino… Sí, no hay ningún error, tienes que estar en ¡SLYTHERIN!
La última palabra fue un grito que hizo eco en la cámara, y Maud se sacó el sombrero de la cabeza tan rápidamente que casi hizo caer a Fawkes. Le temblaba todo el cuerpo y fue todo lo que pudo hacer para volver a la silla antes que sus piernas se hundieran.
-Bueno – dijo una voz detrás de ella, muy suavemente -. Eso fue inesperado. Pero no esperaba que te encontraría aquí, señorita Moody.
Sus manos se apretaron, con fuerza, a los brazos de la silla, pero no se movió. Ni dijo nada. Snape entró en su línea de visión, se paró a mirarla un momento con una ilegible expresión en su cara, luego se giró hacia el tablero de ajedrez y dirigió el peón negro hacia delante. Éste se recogió su pequeña falda y se corrió hacia el cuadrado que él le había indicado, como si temiese las consecuencias de su desobediencia.
-Ah, aquí estás, Severus – dijo Dumbledore, emergiendo de un lado de la habitación con una cargada bandeja donde había una humeante tetera plateada, un plato de bizcochos con mermelada y tres tazas de porcelana -. Justo a tiempo para el té.
* * *
-Dumbledore confía en él – dijo su tío – y sea lo que sea lo que digan, Dumbledore nunca ha estado loco. Y no niego que Snape no haya sido útil, aquí y allá. Pero lo he estado observando todo el verano, y por lo que pude ver no hay ninguna diferencia entre lo que fue y lo que es: un despreciable matón de boca zalamera. Además, un hombre que sirvió a Voldemort puede servirle otra vez y no estoy seguro de que Snape sea de mucha más confianza que Karkaroff. No, Maudie, Snape necesita a alguien en Hogwarts que lo vigile, y tú eres la mejor para ello.
-No será fácil – dijo Maud después de una pausa -. En Durmstrang nadie sabía o le importaba quién fuera mi tío. Pero en Hogwarts… ¿No crees que parecerá un poco raro que la sobrina de Ojoloco acabe en Slytherin?
-No cuando sea sabido que pasaste los últimos seis años en Durmstrang y especialmente no si te echo de casa primero – sonrió -. Siempre puedo aceptarte de vuelta, muy de mala gana, cuando el curso acabe.
Ella asintió, aceptando la lógica sin devolverle la sonrisa.
-Y una vez allí una semana o dos, un par de Howlers de parte tuya hará público el mensaje a cualquiera que se lo haya perdido.
-Ésta es mi chica – dijo él -. Lo harás entonces.
-Sí.
-Sabía que no me dejarías – apretó su mano otra vez -. Estoy cansado, Maudie. Este asunto con el chico Crouch me ha quitado muchas fuerzas y este verano no ha sido fácil. Pero tenerte a ti en Hogwarts aliviará mi mente. Dumbledore es un buen director, el mejor. Él cuidará de ti.
-Será bonito un cambio – dijo Maud socarronamente y tío Alastor se rió.
* * *
-Director – dijo Snape en voz bajo -, ¿puedo preguntarle qué está haciendo la señorita Moody aquí? La dirigí al despacho del señor Filch...
-Y yo la redirigí – dijo Dumbledore, sirviendo el té calmadamente -. Con resultados satisfactorios como acabas de oír. Es evidente que la señorita Moody pertenece a la Casa Slytherin después de todo.
¿Y qué dice eso de mí?, quiso preguntar Maud, pero con Snape a un metro de ella la pregunta no era muy prudente.
Dumbledore, no obstante, se anticipió a ella.
-La ambición es algo poderoso, Maud. Puede ir delante de obras nobles o acabar en una egoísta lujuria por el poder. La determinación en busca del fin de uno puede igualmente ser una gran fortaleza, o una gran debilidad. Es cierto que Slytherin ha dado muchos más magos oscuros que otra casa de Hogwarts. Pero – le ofreció una taza con plato – también ha dado a grandes magos.
Maud estaba en silencio, sin ser capaz de hablar. Se sirvió leche en el té y le dio vueltas lentamente.
-Coge un bizcocho, Severus – dijo Dumbledore, pasándole el plato.
-No, gracias – dijo Snape brevemente. Maud pudo sentir su mirada en ella, negra e implacable -. Director, a pesar de la lealtad a la casa de la señorita Moody, su conducta de esta tarde tiene que ser aún tratada…
-Ah, sí. Una excelente cuestión - Dumbledore untó un bollo con mermelada y crema cuajada, lo metió en una servilleta y se levantó, con taza de té en mano -. Os dejaré discutir el tema en privado – caminó hacia el tablero de ajedrez e hizo un aparentemente movimiento sin pensar, luego salió de la estancia y cerró la puerta tras él.
Hubo una larga y horrible pausa, durante la cual Maud miró fijamente a su taza y Snape no dijo nada. Entonces al fin su sedosa voz rompió el silencio.
-Parece que no puedo quitarte de Slytherin, señorita Moody. Pero mientras permanezcas bajo mi autoridad te requeriré que te comportes de un modo apropiado para un miembro de mi Casa. ¿Está claro?
Ella levantó la cabeza, los ojos refulgiendo.
-Usted sabe lo que pasó realmente con Muriel – le acusó -. Y sabe por qué.
-No habría pasado – dijo Snape llanamente – si no hubieras estado conversando con los gemelos Weasley de una desacertada y muy pública manera. Si no te comportas como un Slyterin, no esperes que te trate como a uno.
-No quise insultarle – dijo ella, pero una lágrima se le escapó traicioneramente del ojo, y al recorrer su frío camino por su mejilla se dio cuenta que ya no había necesidad de intentar esconderle nada -. No sabía que la gente hablaría sobre… No sabía qué decir.
Snape la contempló un momento, entonces echó hacia atrás su cabeza y se rió, un sonido tan desconocido e inesperado y tan auténtico que Maud se quedó sorprendida.
-¿Quieres decir que eso es lo que te ha estado preocupando? – se sacó un pañuelo de su manga, lanzándoselo con una sacudida de muñeca -. Seca tus lágrimas, señorita Moody. Lamento decirte que no has salido con éxito en romper mi corazón de piedra.
-¿Entonces por qué...
Él sacudió su cabeza.
-No seas tonta. ¿Realmente pensaste que escuchar cómo me desechan como un candidato romántico me sorprendería? ¿O me crees tan ignorante de lo que veo en el espejo cada mañana? Quédate tranquila, no necesito o siquiera deseo que mis estudiantes me encuentren atractivo. Mis preocupaciones sobre tu conversación con los Weasley eran de otra clase.
Maud lo miró, sin habla. No había duda de que le estaba diciendo la verdad, pero ¿realmente había podido ser tan (odiaba incluso pensar en ello, pero no había otra palabra) ciega?
Snape continuó, su rostro serio ahora:
-No puedo permitirme estar asociado con un estudiante que hace compañía a los Gryffindors y aún menos a aquellos que son amigos íntimos de Harry Potter. Si hubieras pensado más cuidadosamente, señorita Moody, te habrías dado cuenta. Tu conversación con los Weasley me ha puesto en una posición peligrosa. No tenía otra elección que romper mi asociación contigo públicamente, hasta que te dieses cuenta de tu error y lo corrigieses, o que abandonases el objetivo por el cual te uniste a la Casa Slytherin y volvieses a la vida normal – hizo una pausa delicadamente -. Tenía una razón para creer… que podía ser mejor lo último.
-Porque ellos nunca me dejarán ser un Auror mientras sea ciega – su garganta estaba seca -. Y sus mejores intenciones para curarme han fracasado.
-Sí.
Hubo un leve titubeo antes de la palabra, y Maud pudo sentir que él no le estaba diciendo toda la verdad. Pero sabía que no podía presionarle para decirle más.
-¿Sabe que mi tío me envió aquí para espirarle?
-Por supuesto – descubrió sus dientes con otra sombría sonrisa -. Me lo tomé como un cumplido. Y como prueba de que todavía no habías traicionado mi confianza, ni lo ibas a hacer ahora.
Maud no dijo nada, sus manos anudando y desanudando el pañuelo negro en su regazo.
-Pero hay algo que tendrás que aprender - dijo -. Contigo y con el profesor Dumbledore puedo estar relajado, porque tú sabes lo que soy. Pero ante el resto muestro una cara diferente, y si esperas amabilidad de mi parte (especialmente hacia alumnos de sangre mixta o sucia, o cuyos padres son conocidos por su oposición al Señor Tenebroso) te llevarás una desilusión. Hay numerosos mortífagos que andan sueltos, muchos de ellos en una posición de poder. Todos ellos saben lo que fui cuando servía al Señor Tenebroso, y si por un momento aparento haber cambiado, perderé la pequeña influencia que tengo sobre ellos. Draco Malfoy no es el único estudiante en Hogwarts en posición de construir o romper mi reputación.
-No puedo discutir con su lógica – le dijo ella suavemente -. Pero me pregunto cómo duerme por las noches.
Snape se apretó los pulpejos de las manos contra sus ojos, el primer movimiento completamente sin guardia que nunca había visto en él.
-Asfódelo y ajenjo – dijo -. En pequeñas pero efectivas dosis.
* * *
En el momento en que él la hizo pasar a su despacho, en el momento en que le dirigió sus primeras palabras, ella lo supo. En ese momento su mundo dio marcha atrás y cayó en una nueva conmocionada base: el hombre a quien había sido enviada a vigilar, el antiguo mortífago en el que su tío tanto desconfiaba, era el mismo hombre que una vez le salvó la vida. Los años habían consumido la suavidad de su rostro, y su cabello era más largo de lo que ella recordaba. Pero la voz había sido inconfundible.
Parecía hundido, se encontró pensado. Como si algún cáncer oculto de sufrimiento lo royera por dentro, despojándole de nervios y huesos. Ella creyó saber lo que era, y su corazón se compadeció de él: llevar una doble vida era una carga pesada, y la presión debía ser más grande que cualquiera que ella hubiera tenido que soportar alguna vez.
Decidió, en ese momento, que no le dejaría llevarla él solo.
* * *
Maud se levantó lentamente de su silla y caminó hacia él, apoyando una mano en su brazo. Lo sintió tiritar, pero no se movió.
-Mi tío me dijo una vez – dijo suavemente -, que pase lo que pase, no debes convertirte en aquello contra lo que estás luchando.
-Es demasiado tarde - dijo él, monótonamente -. Nunca he tenido la oportunidad de ser alguien más. Siempre supe que Voldemort regresaría. Quienquiera que haya sido Severus Snape sin él ni tú ni yo puede que lo sepamos.
Ella lo miró fijamente, entonces se volvió y retrocedió hacia el tablero de ajedrez. Con un deliberado movimiento cogió el peón negro, ignorando que empezase a chillar, y lo puso en el cuadro final.
-¿Por qué no esperamos a ver? – dijo -. Juntos.
Sus labios se separaron, las líneas severas de su rostro disminuyeron, y por un momento pareció tan joven como la primera noche que se encontraron. Entonces, inexplicablemente, empezó a reír.
-Como una dramática declaración, Maud – dijo -, eso fue efectivo. Pero yo no lo haría si fuera tú. Dumbledore nos vigila.
Ella miró atrás, sorprendida, y vio que tenía razón. Avergonzada, devolvió el peón negro donde estaba.
-Es su juego – dijo -. Obviamente aún tengo mucho que aprender.
La diversión en el rostro de Snape se desvaneció volviendo a la seriedad. Se acercó a ella y tomó su mano entre las de él.
-Yo te enseñaré – dijo – cualquier cosa que necesites saber. Y si sobrevivimos…
Fawkes saltó de su hombro y aterrizó en el respaldo del asiento de Dumbledore. Desorientada, se vio a sí misma y a Snape a través de la mirada lúcida del fénix: oscuro y clara, hombre y chica, profesor y estudiante que parecían: opuestos y sin embargo, con el mismo propósito.
-Entonces – dijo ella, volviendo la cabeza hacia él con una sonrisa -, mi tío le matará.
Él la dejó ir abruptamente.
-Me había olvidado de él.
-¡Estaba bromeando!
-Yo no.
-Creo – dijo la voz de Dumbledore detrás de ellos – que no serías imprudente tomando al tío de Maud bajo tu confianza, Severus. Si la señorita Moody va a permaneces bajo tu tutela, entonces ella y Alastor tendrán que tomar completa parte, y creo que es seguro decir que ella no estaría dispuesta a hacerlo sin su cooperación.
Snape parecía exasperado.
-Director, ¿es en serio?
-Fraternización entre profesores y alumnos – dijo Dumbledore, apaciblemente, entrando en la habitación y entregando una Athena de aspecto adormecido a Maud – va en terminante contra con las leyes del colegio. Como reprimenda, Severus, tus privilegios para castigar y conceder están temporalmente revocados.
Dio un leve golpecito sobre Fawkes con su varita, dijo "Abiungo" y su unión visual con el fénix se colapsó, dejándola en la oscuridad.
Maud puso a Athena de nuevo sobre su hombro, murmuró el encantamiento de enlace y el despacho de Dumbledore volvió a la vista.
-Hablaré con mi tío – le dijo a Snape – y le explicaré cómo salvó mi vida. Con su permiso, claro.
La boca de Snape se curvó con disgusto, pero después de un rato cedió.
-Muy bien. Pero asegúrate de que es tu tío – ella asintió y continuó -. Pero hagas lo que hagas, no hables donde te puedan escuchar. Tienes que darte cuenta aún de lo mucho que está en juego.
-Lo sé – se volvió hacia Dumbledore -. Director ¿puedo marcharme?
-Te sugeriría dar un largo rodeo antes de regresar a tu dormitorio, pero sí.
-Y debo advertirte – dijo Snape – de que tu recibimiento en mi clase durante los siguientes días va a ser… menos que agradable.
-Eso no es nada comparado con el recibimiento que voy a tener cuando regrese a mi dormitorio – dijo Maud. Alzó una mano hacia su hombro, acariciando suavemente a Athena. La pequeña lechuza ululó y mordisqueó sus dedos, confortándola -. Pero está bien. Puedo arreglármelas.
-Estoy empezando a darme cuenta – dijo Snape secamente – de
que hay varias cosas remarcables que no puedes arreglar, señorita Moody.
Permíteme que te guíe hasta la puerta.
* * *
Ella era de nuevo una niña, escuchando ciegamente la voz de su tío, una voz rasposa mientras la acunaba contra él y limpiaba sus lágrimas.
-Ahora me tienes a mí, Maudie. No puedo devolverte a tus padres o tomar su lugar, pero te juro que cuidaré de ti. Y los mortífagos que vinieron a tu casa... Les encontraremos, no temas,, y les veré castigados aunque tenga que hacerlo yo mismo.
¿Pero y los otros?, quiso preguntarle ella, pero su garganta estaba ahogada con el llanto. ¿Quién les castigará?
Si no hubiera estado ciega, habría creído que dos hombres concretos eran los culpables de la muerte de sus padres, consumiéndose a sí misma con el hambre de una venganza personal. Pero el demonio que había destruido su familia no tenía cara. No eran los mortífagos, sino el demonio que él representaba, al que aprendió a odiar aquella noche: algo que nunca podría ser encerrado en Azkaban, ni ejecutado. Era más grande que el propio Voldemort, y aunque sabía que ella nunca podría destruirlo, sabía no obstante que tenía que ser combatido. Era un pensamiento que definiría su vida.
* * *
Le había llevado a Maud catorce años apreciarla, pero su ceguera era un regalo. La había limitado, pero también la había puesto en libertad. A causa de ella había ganado la confianza de un hombre remarcable, cuyos métodos puede que a veces se cuestionara, pero de cuyo integridad nunca podría dudar. Los medios exactos con los cuales él planeaba atacar a la oscuridad sólo podía suponerlos: pero instintivamente sentía que el golpe, cuando viniera, sería poderoso.
Y si apoyándole podía reforzar su arma una pizca, valdría la pena.
De pie en el corredor iluminado por la luna fuera del despacho de Dumbledore, Maud tocó con los dedos el peón negro, metido en el bolsillo de su túnica, y sonrió. Entonces se volvió y caminó sin miedo hacia la oscuridad.
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Fin
Notas de la traductora:
Os pido disculpas si hay fallos de traducción: ciertamente la autora tiene una manera de escribir de alta calidad y utiliza palabras que en mi vida había escuchado ni leído en inglés (^^U), por lo que a veces tengo que romperme la cabeza y adentrarme en el pequeñísimo rincón culto de mi cerebro para ponerme a la altura #^_^# (es obvio que unas veces lo consigo y otras no XD).
Y ahora a seguir con la revisión de la segunda parte...
