MIRADAS CLARAS, SENTIMIENTOS OSCUROS
II
—Empieza, niño. Te espero —dijo la androide, provocándolo.
—Ya verás... —contestó él.
Empezó a atacarla. Le lanzó golpes al rostro; ella se cubrió sin demasiado esfuerzo. Trunks logró golpearle la mejilla, haciendo que Dieciocho se alejara un metro de él.
—Te estás haciendo más poderoso cada día, niño —afirmó Dieciocho absolutamente confiada—. Pero esto acaba de empezar...
Dieciocho lo atacó, y ambos se propinaron numerosos golpes que jamás llegaron a destino. Dieciocho parecía llevar la ventaja, sin embargo. Ella logró golpearlo en el estómago y Trunks cayó al suelo. Victoriosa, ella se acercó a él, lo tomó del cuello de la ropa y lo miró directo a los ojos.
—Niño...
—No me llames así... —farfulló un debilitado Trunks.
—Bueno, de acuerdo. Has crecido mucho, de hecho. Ya no eres un niño; eres todo un hombre... —Dice ella mirándolo de una manera directa y profunda a la que Trunks no estaba acostumbrado.
Jamás lo habían mirado de esa forma.
—No digas tonterías y sigamos peleando, maldita... ¡Jamás los voy a perdonar por todo lo que hicieron...! ¡Por eso, yo de...!
—«... bo matarlos». Siempre dices lo mismo, niño. ¡Aburres!
Dieciocho no cesó: continuó mirándolo con esos ojos tan claros y profundos. Trunks tenía que admitirlo: aunque fuera su más grande enemiga, tenía los ojos más bellos que jamás hubiera visto, esos ojos que en ese momento lo miraban de esa manera tan penetrante. Trunks sintió como sus mejillas golpeadas comenzaban a ponerse rojas por primera vez.
—Sigamos peleando… —pidió Trunks, odiándose por el rojo.
—¿Ya quieres morir? Bueno, bueno…
Dieciocho lo golpeó en el estómago de nuevo. Trunks logró zafarse de su agarre y se alejó de ella volando. Sacó su espada.
—¡Maldita androide!
La atacó de lleno, intentando clavarle la espada directo en el corazón, pero Dieciocho lo esquivó sin esfuerzo. Entonces, él la atacó a gran velocidad y con toda la furia que había en su corazón. La odiaba con todo su ser.
—¡Vamos, más rápido! Me aburres, niño... ¡Me aburres muchísimo! —Lo provocó Dieciocho en medio de la batalla.
Trunks, más furioso que nunca, logró cortarle un mechón de cabello.
—¡Maldito niño...! —espetó Dieciocho arreglándose el cabello—. ¡Me las pagarás!
Dieciocho lo atacó directamente, dando inicio a una nueva llamarada de golpes. Trunks logró esquivarla con mucho esfuerzo en varias ocasiones, pero no lo soportaría mucho más. Unos interminables instantes pasaron, y Dieciocho logró darle un puñetazo en la mejilla. Trunks cayó definitivamente al suelo. Cuando ella estaba a punto de darle el golpe final, se largó una fuerte tormenta.
—Rayos... mi ropa... —murmuró Dieciocho—. ¡Me las pagarás! —La androide se preparó para matarlo con un energy-ha, pero, de pronto, se detuvo—. No vale la pena... —Se acercó lentamente al cuerpo de Trunks, que estaba tirado en el suelo, destrozado por la pelea y empapado por la tormenta—. ¿Estás bien? —Trunks estaba inconsciente. Dieciocho lo tomó entre sus brazos, lo miró detenidamente como jamás lo había hecho.
«En verdad ya no es un niño. Se ve tan... guapo...». Continuó mirándolo. «Él es mi enemigo... ¡Estoy loca! Es mi enemigo, intentó matarme miles de veces. Me odia y yo a él, a él y a todos los humanos, pero... ¿por qué?... ¿Por qué lo odio? Es solo un niño que busca venganza, pero no es un niño; es todo un hombre y muy apuesto...».
Dieciocho sintió sus mejillas calientes. Se había sonrojado por ese «niño». En ese momento, acarició el rostro de su rival y se lo quedó mirando de una manera en la que jamás había mirado a nadie.
«¿Qué me pasa? Me siento extraña...».
Trunks despertó. Abrió los ojos y atisbó directo a Dieciocho, a esa mirada tan fría pero a la vez hermosa.
—¿Qué es esto? ¿Qué haces?
Él también se sonrojó.
—Yo... —Dieciocho no sabía qué decir. Realmente, esa situación no tenía sentido alguno.
Pero no podía dejar de mirarlo.
—Estás empapada... —susurró Trunks aún ruborizado.
—Igual que tú... —Dieciocho se halló alienada, parecía no estar presente. No podía dejar de mirarlo, como si esos ojos azules que tenía enfrente fueran un imán y la estuvieran arrastrando.
Trunks aprovechó la distracción de Dieciocho y se alejó de ella.
—A pelear..., ¿lista?
Dieciocho se enfadó. ¿Cómo podía estar pasándole algo así justamente a ella? ¡Era inaudito!
—¡Muere!
Dieciocho lo atacó, y con un fuerte golpe, hizo que Trunks chocara contra un edificio de apartamentos derruido por la masacre de décadas y décadas. Trunks terminó en una habitación donde solo había una cama y una silla de metal, oxidadas las dos. Dieciocho lo siguió.
—¿Tienes miedo, niño?
—No me llames así... ¡Basta!
—Dejare de llamarte así con una condición...
—¿Que condición?
—Demuéstrame que ya no eres un niño...
Al escucharla, Trunks se dio cuenta de cómo lo contemplaba Dieciocho.
—¿Qué pretendes?
—Que me demuestres que eres hombre. ¿O acaso no lo eres? —Mientras esperaba que Trunks contestara, ella no dejaba de preguntarse qué diablos estaba haciendo.
—Sí lo soy...
—Demuéstralo...
—¿Cómo?
—Así...
Dieciocho se acercó lentamente a él, tanto que Trunks terminó sumido en un gran desconcierto. Él no evitó, sin embargo, que ella se acercara a su rostro y quedaran uno ante el otro. Era como si no pudiera evitarlo o no quisiera hacerlo, más bien. Le gustaban los ojos de ella, tan celestes como el cielo, tan profundos. Él no quería evitar que esos ojos se posaran en los suyos.
—¿Cómo? —repitió Trunks, que sentía cómo perdía el aliento de solo tener cerca a la bellísima androide.
—Pues...
Ella acarició su rostro. Esto hizo que los ojos de Trunks se cerraran, al contacto de esas tan suaves manos. De repente, y sin que ninguno de los dos pudiera ni quisiera evitarlo, los labios se tocan. Por primera vez, sintieron otros labios en los propios. Los cuerpos de ambos se estremecieron al tocarse. Ninguno de los dos se había sentido así, nunca.
No entendían nada.
Cuando la pasión instintiva los doma y el beso se torna más fogoso, Dieciocho acarició la espalda de él. Trunks, por su parte, estrechó la femenina cintura. Ambos seguían empapados por la tormenta, que cada vez era más fuerte e intensa, igual que ellos dos. Trunks besó el cuello de la androide y ella comenzó a quitarle la ropa a él. En ese momento, Trunks dejó de besarla.
—¿Qué hac...?
Dieciocho lo interrumpió con un más que apasionado beso en la boca.
—Solo déjate llevar y demuéstrame que tan hombre eres...
Al escucharla él se vuelve pura confusión. No podía mentirse: ¡la deseaba! ¡La deseaba con un vigor que desconocía en su propio cuerpo, que no sabía existente hasta ese momento! Pero… ¿Qué dirían los demás?, Su madre, Diecisiete, las personas, ¡todos! Además, ella, la que tenía enfrente, había matado a su padre. No podía dejarse llevar. También había matado a Gohan, a ese amigo que también era hermano, padre y maestro. Si se dejaba llevar, sería una falta de respeto a todos sus seres queridos.
A pesar de todo, él la deseaba con toda su alma. Nunca había sentido eso por nadie.
«¿Que me pasa?». No podía dejar de preguntárselo. «No puedo hacerlo, pero... quiero hacerlo. Perdón, papá, maestro, pero lo haré...».
Trunks la besó apasionadamente. Se iba a dejar llevar y nada más le iba a importar. ¡Si no lo hacía, su instinto lo quemaría, lo haría arder en el infierno! Se desnudaron el uno al otro. Sin más ropas por quitar, se estudiaron en detalle, maravillados con el otro. Se arrastraron hacia la pequeña cama que había detrás de sus cuerpos, sumidos en un fuego de pasión y deseo. Trunks se colocó sobre ella algo confundido, ya que jamás había pasado por esa situación: era la primera vez para él. Al igual que para ella, solo que esta última no lo demostraba. Continuaron besándose deseosos de tenerse el uno al otro. Se tocaban de manera más que atrevida. Ambos estaban locos y desesperados. Eran puro instinto, los dos. Confundidos, agitados, se tumbaron uno junto al otro, estudiando sus cuerpos, el propio y el ajeno. Ella, más confiada, menos nerviosa que él, comandó la situación. Con sus manos, consolidó la unión. Gimieron al sentirse lo mismo, con dolor y con placer. Se tocaron, se besaron, se acariciaron los segundos que duró el acto. Muy pronto, él terminó.
Trunks cayó en la cama y Dieciocho a su lado. Recuperaron el aliento y se miraron.
—¡¿Que hice?! —Trunks no podía perdonárselo a sí mismo. Por dejarse llevar por el deseo, había tenido relaciones con su más odiada enemiga—. Esto fue un error... —Se levantó de la cama y se vistió a la velocidad de la luz.
—¿A dónde vas? —Dieciocho no podía dejarlo ir: lo que había pasado hacía unos instantes era demasiado fuerte como para olvidarlo y dejarlo pasar—. No te vayas, oye. Quiero hablar contigo. —Dieciocho se levantó de la cama y lo tomó del brazo—. ¡No te vayas! ¡Fue cosa de los dos y no puedes decir que no te gustó!
—Esto fue un error. Olvídate de lo que pasó... ¡maldita androide! ¡TE ODIO!
Trunks salió volando, encolerizado. Dieciocho, sin más, comenzó a vestirse. Al terminar de hacerlo vislumbró el cielo hasta el anochecer.
—Qué tonta fui... —se dijo.
Sé acostó en la cama, se tapó con las sábanas que aún tenían impregnado el aroma del saiyan, y lentamente, entre lágrimas de odio hacia él, se quedó dormida.
Continúa...
Dragon Ball © Akira Toriyama
