4.- De excursión
Neji volvió al colegio dos días después de que Hinata conociera a Uzumaki Naruto, de eso hacía ya casi un mes. Para la niña, la rebelión del rubito contra el rechazo del resto del mundo era una ruptura de las leyes cósmicas, una visión de un mundo totalmente distinto. Durante semanas, había espiado a escondidas a Naruto; en ese tiempo, gracias a su sensibilidad y a sus dotes de observación, había llegado a conocer bastante bien al chiquillo y su desesperada soledad. Fue orgullosa testigo del progresivo y vacilante acercamiento entre él y un compañero de clase, hasta que, poco a poco, se pudieron considerar "amigos". Ella, al menos, lo hacía, aunque era dudoso que ellos se vieran a sí mismos como tales.
En otros tiempos, el nuevo acompañante de Naruto le hubiera dado un poco de susto a la pequeña pero ya no: inconscientemente, el taciturno e introvertido niño de pantalones cortos y sus peleas con Naruto le recordaban a Neji y sus propias discusiones con ella.
En el trayecto de la escuela a su casa, los primos siempre iban juntos y en el recreo Hinata seguía discretamente a Naruto a todas partes, con lo que ya no se aburría. Sin embargo, en cuanto entraba en clase, parecía volverse invisible, se diluía en el aire.
* * *
Una mañana, a última hora, Kurenai-sensei les dio una noticia: dentro de 3 días irían de excursión al parque botánico. Ninguno de los alumnos sabía lo que era un parque de ese tipo, pero todos poseían un conocimiento exacto de lo que es una "excursión" y, de todas formas, un parque, sea lo que sea lo que venga detrás, tiene que ser divertido, ¿no?
Puede ser científicamente demostrada la incapacidad humana para contener a una horda de niños de 6 años impaciente: Kurenai se pasó los 3 días previos al "día E" contestando cada 15 minutos que no, que todavía no iban al parque. Ni siquiera Neji se libró de tener que contar para su prima los días y las horas que quedaban hasta entonces. Sin embargo, el apuro llegaba en realidad cuando la pequeña le preguntaba, con inocente perseverancia, qué era un "parque támico", aún a riesgo de comprenderlo menos cada vez menos, porque su primo le contaba una cosa diferente en cada ocasión.
Como siempre ocurre en estos casos, el esperado día llegó y a la hora señalada en el lugar acordado estaban los 15 niños con sus respectivas e imprescindibles mochilas, gorras, abrigos, madres y abuelos. A Hinata, como era normal, sólo la había acompañado Neji, que asumía su papel con mucha dignidad, y eso, a ella, le bastaba.
Cuando por fin todos los alumnos estuvieron dentro del autobús y sus familiares fuera, Kurenai se permitió relajarse... durante unos breves momentos. En la parte de atrás del autobús se había armado un gran revuelo y, sorpresa, sorpresa, Inuzuka Kiba parecía ser el epicentro. Kurenai suspiró: "Y acabamos de salir... Va a ser un día muuy largo". No estaba dispuesta a pasar todo el trayecto dando viajes de un lado a otro del autobús, así que decidió cortar por lo sano:
- ¡Kiba! – el niño dio un respingo, abrazó su mochila y la miró con los ojos muy abiertos y cara de "¿Quién? ¿Yo?".
- ¿Quién? ¿Yo?
Su profesora le miró con severidad, disimulando sus esfuerzos para no sonreír.
- Siéntate en la parte delantera del autobús – comprobó los sitios libres -, con Shino.
El pequeño reaccionó de forma inesperada:
- ¡Sí! ¡Aquí son todos unos bocazas! – y le sacó la lengua a todos sus compañeros mientras se dirigía al lugar asignado.
Kurenai no tuvo mucho tiempo para preocuparse por lo que el niño se traía entre manos.
- ¡Kurenai-sensei, tengo hambre! – empezó a protestar Choji, el más glotón de la clase.
- ¡Kurenai-sensei! – gritó Ino – ¡Shikamaru me ha pegado!
- ¡No, yo no! ¡Ella me ha pegado primero!
- ¡No, mentiroso, mentiroso!
- ¡Mentirosa TÚ!
Definitivamente, iba a ser un día muy largo.
* * *
Hinata había observado todo desde su asiento, detrás de Shino. Kiba pasó a su lado sin verla y se acomodó en su nuevo sitio, sin dejar de proteger la mochila, sosteniéndola con ambos brazos. Hinata podía ver por entre los respaldos de los dos sillones cómo Kiba examinaba a Shino de arriba abajo, hasta decidirse a hablar.
- Te voy a enseñar algo... ¡y no digas nada!
Shino estaba oculto para Hinata, se lo tapaba el sillón en el que él estaba sentado, pero no era necesario verle: Shino no diría nada, ¡nunca pronunciaba una palabra! Un observador externo hubiera pensado que era el compañero ideal para Hinata, por tener caracteres parecidos, y ese observador externo se habría equivocado. La niña se había fijado en él los primeros días de clase y no le llevó mucho tiempo ver lo diferentes que eran. Shino nunca había mostrado el más mínimo signo de timidez e incluso se había peleado con otro chico en el recreo; sencillamente, no le gustaba hablar. Lo cual, comprendió Hinata en el autobús, le hacía un magnífico confidente y protector de secretos.
Eso debió parecerle también a Kiba puesto que dejó la mochila en el suelo y se inclinó para abrirla... Fue ese momento el que escogió Kurenai para intervenir, dando una sonora pero controlada voz, en la disputa entre Ino y Shikamaru, sobresaltando tanto a Kiba que el niño dejó escapar un pequeño grito. Frenético, cerró la mochila, la izó, la abrazó, se giró rápidamente para otear el peligro por la abertura entre los dos sillones y se encontró cara a cara (nariz con nariz, en realidad) con una sorprendidísima Hinata.
Kiba parpadeó, sin reaccionar. Hinata fue lentamente enrojeciendo, empezando por un leve rubor de mejillas hasta que acabaron ardiéndole la cara y las orejas. Por encima de Kiba apareció la cabeza de Shino y entonces Hinata fue el objeto del silencioso escrutinio de dos niños, en vez de uno.
Era más de lo que la pobre chiquilla podía soportar. Les hurtó los ojos y se apoyó en su respaldo, todo el cuerpo rígido pero mirando por la ventanilla con obsesión. No obstante, para una personilla de 6 años no es nada fácil acallar la curiosidad mucho tiempo, así que al momento echó un breve vistazo hacia su izquierda, comprobando, para su horror, que los dos chicos todavía la observaban.
Kiba fue el primero en salir del trance: se incorporó para comprobar que Kurenai-sensei seguía ocupada y desplazó su mochila de forma que también la viera Hinata.
- Mirad. ¡Pero no podéis chivaros!
Tanto Hinata como Shino permanecieron en silencio. De la mochila surgió un hociquillo peludo, primero, y el resto de la cabeza, orejas incluidas, después. Hinata se tapó la boca con las manos, para contener el grito que su boca, abierta en forma de una gran "O", quería dejar caer. Kiba sonreía de oreja a oreja, encantado por su reacción.
- Tócalo. Akamaru no hace nada. Y tú también, Shino. Akamaru es muy bueno, le he enseñado yo – el perro le respondió mordisqueando el asiento, dejando claro quién era, efectivamente, su modelo de comportamiento.
Shino se decidió y le acarició con delicadeza, con lo que Hinata no pudo resistirse y se acercó, aunque sin atreverse a ir más lejos. En contra de sus deseos, sus manos no se movían ni un milímetro. Kiba insistió un par de veces más pero ella seguía sin moverse y sin pronunciar palabra, toda ojos. Kiba frunció el ceño, ¡sí que era tonta! ¡Le daba miedo Akamaru, que no mordía a nadie si él no se lo ordenaba! La niña sintió inmediatamente el cambio de actitud de Kiba y reaccionó pegándose al respaldo de su propio asiento, lo más lejos posible de ellos y con el pecho estrujado.
Kiba suspiró, más frustrado por no saber nunca qué hacer con ella que por la actitud de Hinata en sí, pero ella lo interpretó mal y sintió cómo le picaban los ojos. "Delante de ellos, no, no, ¡delante de ellos no!". Ella quería tocar a Akamaru, de verdad que quería, pero Kiba ya no la dejaría nunca y, encima, se iba a echar a llorar y todos se reirían de ella y...
Asustada, sintió cómo alguien le cogía la mano y la retiró de forma instintiva. Shino se había sentado a su lado y, mirándola imperturbable, volvió a coger su mano. Hinata no fue capaz de reaccionar y le dejó hacer sin oponer resistencia, hasta que comprendió lo que se proponía el niño. Puesto que agarraba su brazo, Shino sintió cómo todo el cuerpo de su compañera se tensaba pero siguió guiándolo hasta la mochila que Kiba sostenía.
Hinata retiró los dedos cuando tocó el pelo del cachorro, era una sensación demasiado nueva. Shino la soltó, aunque el brazo siguió en alto, a unos centímetros del perrito, que olisqueaba a la nueva persona. Los dos chicos esperaban, expectantes sin saberlo, los ojos fijos en ese pequeño espacio que Akamaru intentaba acortar, estirando el cuello. Hinata estaba estática, también mirando fascinada el mismo punto. En un último esfuerzo, el cachorro consiguió tocar con el hocico a la pequeña y, después de reconocerla en un breve momento, empezó a lamerle tímidamente la mano. Tan ligeramente que el animal casi ni lo nota, esa misma mano le tocó la cabeza en una suave caricia.
Hinata se contemplaba, preguntándose si esa mano era suya. A Shino no se le veía la boca, tapada como estaba por su bufanda, pero los ojos le chispeaban. Cualquiera podría pensar, observando a Kiba, que una sonrisa tan grande no podía caber en una cara tan pequeña.
