5.- De vuelta a casa.
A las 5 de la tarde, el autobús entró en la placita cerca del colegio, donde la legión de padres, madres, abuelos y abuelas esperaban impacientes. Neji, como siempre, era el encargado de recoger a su prima, ya que los adultos parecían demasiado ocupados con otros asuntos como para tener tiempo que dedicar a la niña. A pesar de su edad y tamaño, o quizás gracias a eso, el niño había conseguido colarse entre las primeras filas de padres y aguardaba con toda la seriedad que merecía su tarea. La puerta del autobús se abrió y la profesora, que parecía muy cansada, empezó a dejar salir, uno a uno, a los niños. Hinata, perfectamente ataviada con su mochila, su abrigo y su bufanda, salió de las primeras y se le iluminó la cara al ver a su primo.
- ¡Neji, Neji! – se echó en sus brazos.
- ¿Qué tal te ha ido?
- ¡Muy bien! ¿Sabes? ¡El fin de semana que viene voy a la casa de Kiba! Padre y madre me dejarán, ¿verdad? ¡Es que tiene un perro muy bonito y lo he tocado y no me da miedo!
Neji la dejaba hablar sin entender nada muy bien, pero daba igual, lo único que merecía la pena era su cara de ilusión. De pronto, una ensordecedora voz interrumpió todas las conversaciones en un kilómetro a la redonda.
- ¡¡INUZUKA KIBA!! –los dos primos levantaron la vista... y la tuvieron que elevar más todavía, para ver el final de aquella mole con forma de mujer que, con las manos en las caderas, se dirigía al niño que todavía no había terminado de bajar las escaleras del autobús. Kiba miró a su alrededor, buscando un lugar donde protegerse del chaparrón. Lo cual hubiera sido inútil, porque no parecía haber rincón sobre la tierra al cual esa voz no pudiera llegar.
- ¡Te has llevado a Akamaru, ¿verdad?! –prosiguió el trueno. A ver quién era el valiente que le decía que no. Desde luego, Kiba tenía suficiente experiencia para no hacerlo; se limitó a intentar fundirse con el suelo. Al pasar al lado de Hinata, casi colgando en el aire gracias al magnífico tirón de orejas de su madre, le dijo:
- ¡Vendrás el sábado con Shino, ¿no?! ¡Mañana en clase quedamos!
Los primos contemplaron a la madre y al hijo, una vociferando y el otro temeroso pero sin mostrar ningún signo de arrepentimiento, hasta que desaparecieron por una esquina.
Alguien tocó en el hombro a Hinata, para llamarle la atención. Neji observó de arriba abajo al chico que, sin inmutarse, se dirigió a Hinata:
- Le diré a mi madre que la semana que viene tú y Kiba vendréis a mi casa.
- ¡Sí! Neji, él es Shino, le gustan mucho los bichos, ¡tiene una colección de escarabajos! ¿Crees que padre y madre me dejarán ir a su casa? ¡Porque tengo que ir y a la de Kiba también, se enfadará conmigo si no voy! ¡Ah! Shino, él es mi primo Neji.
Una elegante mujer se acercó a ellos.
- Shino, ¿nos vamos?
- Sí –se volvió hacia ellos-. Adiós.
- ¡Adiós!
Durante todo el camino de vuelta, Hinata no paró de hablar: sobre la excursión, su profesora, un perro que Neji no acertó a comprender de dónde había salido y, sobre todo, de los dos niños con los que parecía haber pasado todo el día. El muchacho no estaba muy seguro de que sus tíos aprobaran semejantes amistades, pero le daba igual. Él se encargaría de todo; lo más importante era que, por fin, su prima ya no estaba sola.
Epílogo
~ 10 años más tarde ~
- Que sí, Kiba, seguro –repetía con paciencia Shino.
- ¡Que no, que no puede ser! –Kiba no es que fuera cabezota (al menos, no tan cabezota), es que, sencillamente, no podía concebir esa idea.
- Pues yo te digo que sí. Pero paso de discutir, pregúntaselo a ella. Mira, por ahí viene.
Kiba no se hizo de rogar:
- ¡Hinata! –la dulce muchacha se sobresaltó por el grito.
"Este Kiba... cada vez se parece más a su madre", pensó, sonriendo, mientras Kiba iba directo al grano:
- ¿A que a ti no te gusta Naruto?
La sonrisa se le atragantó a la chica. Sin poder controlarlo, como siempre, se ruborizó.
Kiba abrió la boca de par en par. Shino, imperturbable tras sus gafas oscuras, se limitó a mirar a su amigo.
- ¡No puede ser! –reaccionó Kiba- ¿Naruto?
- Bueno... no... o sea...
El chico comprendió inmediatamente lo que eso significaba.
- ¡¿TANTO TE GUSTA?! ¡Hinata!
Mirando cuidadosamente sus zapatos, la muchacha se encogió de hombros. Kiba se llevó las manos a la cara y negó con la cabeza. Shino intentó ayudar a su amiga:
- Te recuerdo que a ti te gustó Ino.
- Una locura pasajera, eso fue todo –antes de que sus compañeros tuvieran tiempo de recordarle todo lo que había llegado a hacer por esa "locura pasajera", se le iluminaron los ojos -¡Eso es, Hinata! ¡Se te pasará pronto, ya verás! Ahora te parece que no –prosiguió, cada vez más convencido-, pero ya verás como, en cuanto pasen unos meses, te darás cuenta de que... –entonces, se fijó en su cara-. Soy un completo imbécil, ¿verdad?
- ¡No, no! –negó con pasión la chica -. Si seguro que tienes razón, Kiba.
Ninguno de sus amigos se dejó engañar.
- Además –siguió ella, susurrando casi-, él ni siquiera sabe que existo.
- ¡SERÁ GILIPOLLAS! ¡Shino, Hinata, a la cafetería! ¡Vamos a pensar un plan que se le va a caer la cara cuando vea a Hinata de verdad! ¡El muy capullo!
Mientras Kiba, pasillo abajo, desgranaba con energía sus comentarios sobre las virtudes de su compañero de curso, Shino se volvió a Hinata.
- Tú primero.
- Pero, Shino, de verdad, no es necesario, no hace falta que hagáis nada...
- Ah, pero queremos hacerlo. Aparte de que no creo que haya nada capaz de detener a Kiba ahora mismo.
Por alguna extraña razón, Hinata se sintió reconfortada. No obstante, sólo duró los segundos necesarios para comprender cabalmente las palabras de su amigo.
- ¡Ay, Dios! ¡Por favor, Shino, ayúdame a pararle los pies a Kiba! Ya sabes cómo se emociona con sus "planes".
Con su característica risa suave, el joven se encogió de hombros.
- Bah, no seas tan dura con él, ¿para qué están los amigos si no es para crearte problemas, avergonzarte en público y destruir tus posibles relaciones sentimentales?
Hinata se rió. Y al sentarse con Kiba y Shino, pensó en su primo. Neji había acabado por tener razón: para bien o para mal, ella ya nunca estaba sola.
