Cambios de sentimientos, por Kit-chan
Capítulo 9: Desengaños


"¡P-por favor!", el silencio ocupó el lugar nuevamente. Los dos muchachos jadeaban del cansancio.

"¡Detente, te lo suplico!", el ruego ahogado llegó a mover algo dentro de Rukawa y por fin se detuvo. Lo miró una vez más y vio como todavía no estaba preparado para tanto. Sintió un pequeño matiz del dolor que sabía que sentía Hanamichi. Y se sintió rechazado. Muy rechazado. Nunca antes se había sentido de esa manera, o nunca antes le había importado como en ese momento. Lo que no supo fue que sus acciones no habían hecho más que despertar la duda y la confusión en Hanamichi, quien no hacía más que intentar mirar dentro de sus ojos para hallar respuestas.

"Lo lamento." El susurro de Rukawa fue apenas audible, como si lo que hubiera tratado de expresar hubiese sido para él mismo.

"No, Rukawa yo-"

Pero sus palabras fueron interrumpidas por el alboroto que se había armado fuera del armario, en la sala. Seguramente todos habrían salido de sus escondites y ya habían recibido al capitán Akagi al grito de "SORPRESA!"

"Demonios", maldijo Rukawa por lo bajo. Inmediatamente se separó de Hanamichi y abrió la puerta del armario dispuesto a salir, dejando a un Hanamichi Sakuragi completamente desorientado y confundido.


"¡AJAJA! ¡FELIZ CUMPLEAÑOS, GORI!", gritó Hanamichi mientras le daba palmadas en la espalda.

/¿Cómo puedes comportarte así con lo que acaba de pasar entre nosotros?/ Los ojos azules de Rukawa esquivaron la mirada de todos, incluyendo la de Mitsui quien seguramente aparecería en cualquier momento para preguntarle que había sucedido.

"Espero que les guste el pastel, ¡Lo hice yo misma!", dijo alegremente Haruko al grupo reunido.

"¡Si lo hiciste tú, seguro que será el pastel más maravillosos del planeta!"

/¿Cómo te atreves a coquetear con ella en frente mío?/

Por desgracia, la respuesta estaba en sus narices. Hanamichi ya había decidido hacía mucho tiempo, y la respuesta no le satisfacía. Pero por más que quisiera, ya no podía obligarlo a nada. ¡Qué fácil sería poder tomar el amor de la persona que has escogido y dirigirlo hacia uno mismo! Sin embrago, todos sus deseos eran imposibles. Eran tan solo eso: deseos.

Y como no podía ser de otra manera, decidió que era incapaz de soportar tanta felicidad en las demás personas y ver como la persona a la que tanto anhelaba no tenía ojos más que para la hermana de Akagi (Nota: sueñen que Rukawa se va a acordar su nombre, J), entonces, sin decir más nada, se alejó de ese lugar.

Sin embargo, había alguien en esa misma habitación que no había apartado la vista de Rukawa. Hanamichi Sakuragi suspiró profundamente.


Afuera, la lluvia no cesaba; fría e impiadosa caía sobre el chico que había abandonado la calidez de una casa hacía no menos de veinte minutos. Pero a él no le importaba. Caminaría hasta que sus pies ya no respondieran. Tenía que escapar de todo aquello. Porque sabía que nada sería como antes, que ni siquiera tendría la oportunidad de molestar a Hanamichi, ni de insultarlo o hasta de verlo a los ojos ya fuera para discutir o para burlárse de él. Merecía lo peor...


"Oye, Hanamichi..."

"¿Hmm? ¿Qué pasa Micchy?"

"¿Puedo hablar un momento contigo?"

-continuará...-