Cambios

Capítulo 11: Realidad.


"Yo no siento nada por él" repitió el pelirrojo. No había levantado la vista del suelo y jugaba nerviosamente con las manos. Finalmente levantó la vista y miró a Mitsui a los ojos. "Pero no puedo dejar las cosas así, no quiero ser malinterpretado. Tengo que arreglar todo con Rukawa, y ahora mismo."

Mitsui asintió: "Tienes razón" dijo "no puedes dejar que siga sufriendo de esa manera, lo mejor será que arregles todo con él. Pero no creo que ahora sea el mejor momento; está lloviendo a cántaros y él ya debe estar en su casa...¡Oye, Sakuragi! ¡Detente!"

Pero ya era tarde. Hanamichi salió corriendo y atravesó el corredor que llevaba a la sala. Pasando entre la gente, gritó: "¡Feliz cumple, Gori!" y cerrando la puerta con fuerza, abandonó la casa.

"¿Adónde fue Sakuragi?" le preguntó Haruko a Mitsui cuando éste salió de la cocina.

"Tenía que arreglar unas cosas..."


Nunca había llovido de esa manera en el distrito de Kanagawa. La lluvia formaba cortinas traslúcidas que no dejaban ver más allá de diez metros. De pronto, un estruendo sobresaltó al muchacho que corría bajo el agua. /Maldita sea/ pensó Hanamichi /¡Odio los truenos!/

Las calles estaban vacías, seguramente no había nadie tan estúpido como para salir en una noche como esa.

La ropa se le hacía cada vez más pesada a Sakuragi: ahora estaba todo empapado de los pies a la cabeza, y el viento frío del sur no lo ayudaba a avanzar. Hanamichi se detuvo; se secó la cara con la mano y maldijo una vez más: acababa de recordar que no tenía idea de dónde vivía Rukawa.

Estaba por darse por vencido y regresar cuando encontró refugio bajo un balcón ancho. Luego de unos minutos de estar amparado por aquel techo, creyó distinguir una figura en la vereda opuesta. Aquel alto muchacho estaba apoyado contra una puerta, como si estuviera a punto de abrirla para entrar. No había nadie más que él mismo con esa estatura, además de Rukawa, así que en seguida se decidió a cruzar la calle. Mientras lo hacía, sentía que su corazón latía más fuerte que nunca y una sensación de sinsabor le recorrió la boca. Los nervios lo estaban matando. Armándose de valor, llegó junto al otro muchacho y sin mirarlo le dijo:

"Oye, Rukawa, tengo que hablar contigo."

La lluvia no dejaba de caer ruidosamente sobre ellos.

"¡¿Qué no me escuchas?!"

Como Hanamichi no recibía ninguna respuesta, se apresuró a tomar al muchacho por el hombro y rápidamente lo volteó hacia sí mismo. El cuerpo pesado de Rukawa se desplomó sobre él; se había desvanecido completamente. En el último momento, Hanamichi consiguió tomarlo por la cintura, y deslizándole la mano en el bolsillo, tomó una llave que suponía sería de la casa. Con gran destreza (la propia de un autoproclamado "tensai") abrió la puerta. Las luces de la casa estaban apagadas por lo que Hanamichi tuvo grandes dificultades para ubicar a Rukawa en un gran sillón de la sala. Por suerte habían dejado la calefacción encendida, así que la temperatura era muy acogedora. Apesadumbrado, Hanamichi se dejó caer sobre una silla que estaba cercana. Una sensación febril le recorría el cuerpo, estaba cansado, pero a la vez aliviado de haber llegado. Sus mejillas le ardían por el cambio de ambiente. Con un suspiro cerró los ojos, pero pronto se dio cuenta de que se estaba olvidando de algo. O mejor dicho de alguien. Rápidamente volvió en sí y miró a su alrededor. Rukawa seguía inconsciente y estaba tan empapado como él mismo y temblaba de frío. El sillón sobre el cual estaba recostado comenzaba a mojarse y eso seguramente no sería para bien.

Hanamichi se levantó de un salto y corrió a buscar las luces. Por fin pudo encontrar el baño y encontró un par de toallas secas. Junto al baño estaba la habitación que parecía ser la de Rukawa (azul y vacía, excepto por una cama, un mueble de roble oscuro y una pelota de basketball cortando la monotonía del lugar). Apresuradamente se acercó al mueble y tomó algo de ropa de Rukawa. /Espero que no se moleste/ pensó /¡Bah! ¡Le estoy salvando la vida!/. Cuando regresó a la cocina, Rukawa seguía inconsciente y ahora que lo veía mejor, a Hanamichi le pareció que estaba bastante más pálido que de costumbre. El pelirrojo se acercó y le tocó la frente.

"¡Rukawa, estás ardiendo de fiebre!" dijo en voz alta como esperando que alguien lo escuchase.

Con gran dificultad logró desvestir a Rukawa, intentando con todas sus fuerzas no distraerse. Luego lo secó y le puso el pijama que había encontrado en el cajón.

"¡¿Es que toda tu ropa es azul?!" se sorprendió Hanamichi. Sentía que debía hablar alto ya que no sabía que hacer. Parecía que Rukawa estaba muy enfermo.

Con un último esfuerzo, Hanamichi tomó al otro chico en sus brazos y lo llevó a la habitación donde lo depositó suavemente sobre la cama. La situación no parecía mejorar, así que Sakuragi se puso a pensar que hacer en caso de enfermedad.

"Veamos" dijo "cuando yo me enfermo, mi mamá siempre me pone compresas de agua fría en la frente." Luego buscó la cocina y de un cajón sacó una servilleta blanca, a la cual mojó en agua fría. Mientras regresaba a la habitación encontró sobre la mesa de la cocina una nota que decía. 'Hay pollo en la heladera. No te olvides de alimentar a Oddie. Mamá.' Junto a la puerta había un gato negro el que Hanamichi asumió sería Oddie. Después le daría de comer.

"¿Por qué tengo que hacer todo esto?" se quejó mientras caminaba hasta la cama de Rukawa. Ya no se lo veía tan mal, solamente parecía dormido. Con suavidad, Hanamichi le colocó la compresa de agua fría y se metió al baño a secarse un poco. Mientras lo hacía se preguntó: /¿Y ahora que hago? Si me voy y le pasa algo, todos me echarían la culpa, pero si me quedo.../. En eso, se escuchó un sonido que venía de la habitación.

-continuará...-