Capítulo 3 - Donde no podía sonreírle, donde no podía verla

La mirada de Harry, no hacía falta conocerle demasiado para verlo, estaba cargada de implicaciones que nada tenían que ver con el ensayo que les ocupaba. Su amigo quería, por lo visto, sacar el tema que habían dejado a medias los gemelos, pero que se le rompiese la varita en dos de nuevo si él sentía alguna inclinación por hacerlo. Hablar de Hermione, en esos momentos, era incómodo, y más con él. A Ron no le gustaba la chica, ¡claro que no!, y esa sería su versión, con una mirada malhumorada, por mucho que le preguntaran. Que los gemelos se interesasen era comprensible: no perdían ocasión de incordiar a ninguno de sus hermanos, y si era con asuntos del corazón, mejor que mejor, pero Harry era su amigo, era su mejor amigo, y tenía mucho más tacto que ellos. ¿Por qué sacar un tema sobre el que él no quería hablar? Más adelante, quizás, pero no todavía. Aún se sentía avergonzado de su timidez delante de Hermione, y lo último que quería era ser sometido a un interrogatorio.

- ¿Estás bien? - le preguntó Harry, finalmente.

Él asintió, con una desagradable sensación de estar abriéndole la veda a su amigo.

- Un poco cansado - suspiró.

- No les hagas caso - le murmuró el chico, reconciliador. - Ya sabes que son como chinches, y que no perderían una oportunidad de picarte con 'Mione.

Ron se encogió de hombros, indiferente.

- Llevo años con ellos, y soy al que más le ha tocado sufrirlos. Junto con Percy, quizás. Créeme: ya no me tomo nada de lo que dicen en serio.

- Pero estás molesto - indicó Harry, con tacto. - Exageran mucho; yo no creo que estés especialmente callado cuando Hermione está con nosotros.

Porque si tú estás, estuvo tentado de responderle Ron, ya no cuenta.

- No te preocupes, no les hago caso. Les conozco demasiado como para dejar que me afecte que insinúen nada sobre mí y Hermione. Sólo somos amigos, y eso es todo lo que seremos.

Aunque, se riñó, esa última frase escondiera dos enormes mentiras. La primera, que sólo eran amigos: ni siquiera eso eran, sólo eran amigos de Harry, por separado. La segunda, que eso era todo lo que serían; una mentira mucho más sutil. Con toda seguridad, eso sería todo lo que fueran, pero no todo lo que él querría ser. ¡¡Dios, no!!

- Por lo menos - continuó Harry al cabo de un breve silencio - ya no tenemos a Krum por aquí.

Ron asintió, con la mirada ausente. Krum. ¡Genial, otro tema sobre el que regocijarse! El novio de Hermione, o exnovio, o simplemente expareja de baile... Lo que fuera, pero mucho más para ella de lo que él sería jamás. ¡¡Lo odiaba, lo odiaba!! ¡Había llegado tarde, se había dado cuenta tarde, y aquél aprovechado le había quitado lo que, de repente, se había convertido en lo más importante del mundo para él! Podía ser un buscador excelente, un jugador magnífico, una persona dulce y cariñosa, pero ¡le daba ganas de vomitar! Quizás haría a Hermione muy feliz, y, si así era, ¡adelante! Él se alegraría mucho por ella y les desearía lo mejor, pero ¡¡no lo soportaba!! Era superior a él, sólo de pensar en el búlgaro se le retorcían las tripas.

Por lo menos ahora estaba lejos y no tenía que verlo paseándose por ahí con su Herm-own-ninny, que, ¡por favor!, si tanto le interesaba la chica, ¡podría intentar aprender a decirlo bien de una vez! Aunque, la verdad, una vez se acostumbraba a la idea de tenerlo alrededor y de saber a Hermione con él, si bien no dejaba de dolerle verlos juntos, por lo menos pasaba a apreciarlo como persona y le aceptaba mejor. Hasta llegaba a sentir por él sólo una sana envidia.

Pero ¿qué podía hacer? Era celoso. Era muy celoso, tan celoso que todo su cuerpo temblaba ante la sola imagen de Hermione con otro, y no podía evitarlo. Era comprensible, además, si pensaba en su familia: siempre había sido uno más, siempre había tenido que luchar, simbólicamente, con sus hermanos por algo que otros tenían en exclusiva, por el simple hecho de ser hijos únicos. Pero no era violento, ni especialmente posesivo y, aunque le costaba entender que había perdido - le había costado horas resignarse a ver a Krum como la pareja de Hermione, y no había dejado de echárselo en cara a ésta, nada más verla, en el baile, - una vez aceptada la derrota entendía que no le quedaba nada por hacer. Si Hermione alguna vez decidiera del todo que Krum era lo que quería, o cualquier otro, tan sólo lo hablaría con ella y, si la viera decidida, se retiraría elegantemente. Quizás no del todo sin luchar, es decir, no sin confesarlo todo y quemar todas sus naves, pero sí sin escándalo.

- Este año es más tranquilo - comentó Ron, finalmente. - El Torneo no fue precisamente una buena idea.

Harry sacudió la cabeza, completamente de acuerdo, y reprimió un escalofrío. Ron no necesitó preguntar para imaginar qué le pasaba por la cabeza, y le dirigió una sonrisa comprensiva.

- Míralo por la parte positiva - bromeó, sin demasiado ánimo. - Ahora eres famoso.

Harry rió suavemente, ligeramente divertido, y asintió.

- Me gustaría no serlo en absoluto - dijo, en voz baja. - Me gustaría algo de paz, para variar.

- ¡Que no te oiga Ginny - continuó Ron, intentando animar a su amigo - o se propondrá conseguírtelo, y ya sabes que puede ser muy tenaz!

Harry sonrió, siguiéndole la broma, pero Ron no necesitó que dijera nada para interpretar, rápidamente, en qué pensaba su amigo. Siempre ponía esa cara de anhelo cuando una Ravenclaw de rasgos orientales cruzaba su mente. Lo relacionó con lo último que había dicho, y se preguntó si lo que Harry más deseaba ahora, a parte de una familia, era la paz junto a Cho. La chica le gustaba, y desde hacía bastante; aunque nunca habían hablado de ello, tampoco había sido necesario: se le veía en los ojos.

Y él, ¿deseaba paz junto a Hermione? Bueno, por lo menos sabía que difícilmente habría paz para él sin ella. Pero soñaba con la paz, paz de la otra, de la que de verdad importaba a nivel mundial: que Voldemort desapareciera otra vez, y ahora para siempre. Probablemente era el sueño de todos, desde que había vuelto, el año anterior, pero él lo deseaba especialmente. Después de todo, Harry era su mejor amigo, y Voldemort le iba directamente detrás. Era muy poco probable que lo dejara en paz más de unos meses y, donde estuviera metido Harry, también lo estarían él y Hermione. Que no era que sufriera por su propia seguridad, no más allá del instinto de autoprotección, al menos, pero sí le hacía sufrir el destino de sus amigos, especialmente el del chico que sobrevivió. ¿Hasta cuándo sobreviviría? ¿Hasta cuándo, si Voldemort continuaba con sus ataques directos y tan repetidos?

¿Qué sería, ese año? Ahora que estaba vivo de nuevo, tan vivo como podría estar alguien que no podía morir, nada le impedía volver a atacar impunemente, como quisiera, y, con seguridad, con Harry como objetivo. Era razón más que suficiente para no dormir por la noche. Pero, por lo menos, Hogwarts era seguro, o más seguro que el resto del mundo. No era mucho, pero tendría que conformarse.

Menudo Gryffindor estaba hecho. ¿Dónde estaba su valentía? Era 'osado', si por osado entendían todo lo que, durante los últimos cuatro años, había hecho con Harry y Hermione, todas las veces que habían roto las normas, todas las excursiones nocturnas, con Filch rondando cerca, pero ¡¿valiente?! ¡Venga ya, si aún tenía pesadillas en las que los hijos de Aragog invadían la escuela!

No era valiente. No era capaz de aceptar que Voldemort estaba ahí fuera, deseando matar dolorosamente a alguien que había aquí dentro y que, además, era alguien muy importante para él, y quedarse impávido. ¡Por favor, era Voldemort! No mucha gente, ni siquiera Harry, sería capaz de mantenerse serena ante el pensamiento. Lo cual quería decir que él no era realmente un cobarde, sólo sensato.

Porque ¡sólo le faltaba añadir cobarde al combinado de defectos que se sabía! No tenía bastante con ser ingenuo, lento, explosivo y cabezota, desconsiderado y celoso en extremo, como para que ahora, encima, tuviera que añadirse 'gallina'. Si ya lo tenía difícil con Hermione...

Pero no, ¿qué estaba diciendo? Suficiente Hermione, suficiente por hoy, pensaba demasiado en ella, y no podía hacerlo en esos términos. cobarde, en el sentido de temblar ante la idea de Voldemort de nuevo tras a Harry, no sería algo que hiciera que ella lo valorara menos, sino al contrario: ella también le quería mucho, y probablemente sufría tanto como él por su seguridad. La batalla por ganar el corazón de Hermione estaba perdida de antemano, y en nada afectaría ser más o menos valiente, o sea que el razonamiento 'soy un gallina, soy un desastre, Hermione no me querrá nunca' estaba fuera de lugar. Hermione no, porque no. Temeroso o no, no. Y punto.

Harry había vuelto al trabajo, pluma en mano, y Ron se esforzó por imitarlo, aunque su concentración se había desvanecido después de la entrada en su pensamiento de tanto Voldemort como Hermione.

¿Y él, tendría carita especial para cuando pensara en Hermione, una cara que Harry identificaba a kilómetros de distancia, como hacía él con la expresión de su amigo cuando pensaba en la buscadora de Ravenclaw? ¿Pondría cara de felicidad estúpida, cara de resignación asumida, cara de tristeza atormentada? La de felicidad, desde luego, no le iba en absoluto. Y entre resignación o tristeza, se quedaba con tristeza. Estaba resignado, pero le dolía más de lo que cedía. Y luego estaba la cara de resolución firme: cuando decidía que no podía ser, que no la tendría nunca, que más le valía olvidarla. Era una de las fases por las que pasaba , aunque no le duraba mucho: normalmente se decidía a pasar su afecto a otra, o a borrarlo por completo, cuando estaba en la cama, antes de dormirse, y se le había pasado al levantarse, o al verla de nuevo.

¿Habría visto Harry alguna de sus expresiones comprometidas? ¿Las habría interpretado correctamente? Si lo había hecho, no había mostrado ningún signo de ello: ninguna mirada, ningún comentario. Fred y George, claro, habían saltado sobre él a la mínima sospecha, chinchando y provocando, pero Harry era diferente. Por no molestarlo, por no hacerle enfadar, quizás sería capaz de callar, por mucho que intuyera. Y Ron no iba a írselo explicando: bastante difícil era ya, cuando sólo lo sabía él, como complicarlo con segundas lecturas. Aunque fuera su amigo, aunque él intentara ayudarlo.

Harry alzó los ojos de su pergamino para mirarlo y le sonrió.

- ¿Lo dejamos por hoy? - sugirió. - Llevamos mucho avanzado, y no tenemos que entregarlo hasta la semana que viene.

- Como quieras - aceptó Ron. - Aún nos queda Adivinación.

- Luego - suspiró Harry. - Podemos hacerlo después de cenar. ¿Por qué no vamos a buscar a Hermione y paseamos un rato? Necesito estirar las piernas.

Ron se encogió de hombros y empezó a recoger sus cosas.

- ¿Dónde quieres que vayamos?

- Podemos ir a visitar a Hagrid. Hace mucho que no vamos, ¿no?

Ron miró a Harry con una expresión de falso terror, que no se debía tanto al profesor de Cuidados como a lo que últimamente cuidaban, que seguro encontrarían en su cabaña. Y es que los Skrewts no habían sido lo último que Hagrid, contra las normas del Ministerio, había creado para ellos.

- Cierto - rió Harry al ver su cara. - ¡Ahora recuerdo por qué! Pues, no sé, ¿vamos a pasear por el jardín?

- Como tú quieras - repitió Ron, devolviendo sus cosas a su mochila. - ¿Vamos a ver qué hace Hermione? Si se ha puesto con los deberes, igual no quiere que la molestemos...

- Le irá bien distraerse un rato - observó Harry. - Además, no creo que le queden deberes por hacer, a estas alturas. Si no, no se hubiera puesto con el ensayo de Transformaciones, ¿no crees?

Ron asintió y caminó lentamente hacia la escalera de caracol que llevaba a las habitaciones, esperando a que Harry acabara de recoger y lo alcanzara. Cuando éste por fin llegó al lado de Ron, los dos subieron las escaleras y entraron en su habitación, dejaron las cosas y picaron a la puerta de la habitación de al lado. Crookshanks fue el primero que oyeron reaccionar: maulló suavemente junto a la puerta, mientras escuchaban pasos que se acercaban. Por fin, Hermione les abrió y los recibió con una sonrisa que, personalmente, Ron consideró preciosa, y que hizo que su estómago se llenara de mariposas.

- ¡Hola, chicos!

- Hola, 'Mione - saludó Harry. - ¿Te vienes a pasear?

La chica los miró alternativamente, con las cejas alzadas en sorpresa.

- ¿Ya habéis acabado el ensayo? ¿Y todos los deberes?

Avergonzado, Ron bajó los ojos, ruborizándose, pero Harry contestó por él, con una confianza pasmosa.

- ¡Después, después! Hemos avanzado mucho, y haremos Adivinación después de cenar. ¿Te vienes...?

La chica alzó un hombro y asintió alegremente, con cara de '¿por qué no?'. Cogió a Crookshanks, que había estado frotándose con sus talones desde que había abierto la puerta, entró en la habitación, lo dejó sobre su cama y salió para ir con ellos.

- ¿Estabas sola? - le preguntó Ron, cuando finalmente encontró su voz.

- Deben de estar en la biblioteca - asintió ella. - Estaba leyendo.

Ron asintió también y le cedió el paso para bajar las escaleras, de modo que ahora Harry iba el primero y él el último. ¿La ventaja? Bueno... sin querer parecer insensible... la falda de Hermione era más que favorecedora. Se sonrojó furiosamente, avergonzado, como siempre, de poder tener tales pensamientos, y reaccionó mostrando al mundo su cara contraria, para disimular: impasibilidad y distracción, como si el cuerpo de su amiga, que bajaba delante suyo, no pudiera atraer su atención en absoluto, a pesar de las fugaces miradas que, aun fingiendo, le dirigía, sin poderlo evitar.

- ¿Dónde quieres que vayamos, Hermione? - oyó que Harry le preguntaba a la chica.

- Me da igual - le respondió ella. - ¿Queréis que vayamos fuera, o por el colegio?

- Por el colegio, está Snape - apuntó Ron, con una expresión contrariada. - Si nos ve, seguro que encuentra cómo quitarnos puntos.

Sus dos amigos asintieron. Habían llegado a la sala común, y ahora se dirigían los tres al agujero del cuadro.

- Entonces, al jardín - concluyó Harry. - Allí, por lo menos, Snape no puede acusarnos de estar en una zona prohibida, ni nada de eso, ¿no?

Hermione suspiró, y Ron miró a su amigo con una expresión de duda, aunque los dos lo siguieron fuera de la residencia, y luego fuera del colegio.

- Este año Snape está insoportable - murmuró Ron, cuando ya estaban en el exterior.

- Está nervioso - explicó Hermione, en la misma voz. - Después de todo, si él era uno de ellos, seguro que ahora lo buscan.

- ¡Pero eso no explica que lo pague con nosotros! - se quejó Ron.

- No - admitió la chica, - pero es comprensible. Debe de estar bajo mucha presión...

- 'Mione - la interrumpió Harry, con una mueca. - Estás defendiéndole.

La chica rió suavemente.

- Puede ser una persona... difícil, pero, como profesor, no está mal. Saber, sabe mucho.

- ¡Es siniestro! - exclamó Ron, riendo también. - Hermione, ¡te está abduciendo!

Como respuesta, ella lo miró a los ojos, divertida, y asintió, risueña. Ron sintió que  le fallaban las piernas, y enrojeció. ¡Qué guapa estaba cuando reía, cuando hacían bromas, cuando lo miraba con esa cara!

- Pero es un buen profesor - insistió ella, sin convicción. - No cree en la igualdad, pero tampoco estafa a sus alumnos...

Harry tomó la frase donde ella, prudente, la había dejado, y les dirigió una mirada traviesa. ¿Hora de hablar de Trelawney?

- Una vez, acertó - apuntó, marcando sus palabras con un exagerado movimiento afirmativo de cabeza. - En trance, pero, ¡acertó!

- Además, no nos estafa - continuó Ron, en el mismo tono que Harry. - Lo único que está mal es el nombre: más que Adivinación, debería llamarse Imaginación. ¡La potencia mucho!

Hermione rió, a pesar de que se la veía indignada sólo de haber pensado en Trelawney.

- Es una lástima que la dejaras, 'Mione - susurró Harry, después de un largo silencio.

- Yo no me arrepiento - le respondió ella, sin asomo de dudas.

- Nosotros sí - corrigió su amigo, mirando directamente a Ron a los ojos. - Te echamos de menos.

El pelirrojo miró al otro chico, sorprendido. Era cierto, Hermione se echaba en falta: era la única asignatura que no compartían y, aunque casi siempre tenían que ir en grupos separados, ya que eran impares, Ron, por lo menos, añoraba mucho tenerla allí, poderla ver, poder hacer bromas con ella, como ahora. Sí, se echaba mucho de menos, pero era sorprendente que Harry lo dijera, tan abiertamente, y mirándolo tan fijamente a él, cuando nunca le había comentado nada. Y él se preguntaba si Harry sospecharía algo de lo que sentía. ¿Era una indirecta, era una pista? Hermione tenía la mirada baja, con una sonrisa tímida, y parecía halagada de oír que la extrañaban.

- Mucho - murmuró Ron, mirándola fijamente, aunque ella se perdió su mirada, pues aún tenía los ojos fijos en el suelo.

Claro que sí, la echaban mucho de menos, y había sido una estupidez no decírselo antes. No entendía por qué Harry se lo decía ahora, no entendía por qué sacaba el tema, después de dos años, pero la verdad era que, por lo menos a él, se le hacía difícil saber que, mientras ellos estaban en la peculiar clase de Adivinación, ella estaba lejos, en Aritmomancia, donde no podía sonreírle, donde no podía verla. Y, en el fondo, decírselo sólo la pondría contenta, sólo la haría sentir querida: ¿por qué no lo habían hecho antes? ¡Estaba tan bonita, vergonzosa y complacida, con la mirada baja...! Realmente, ¡valía la pena decir lo que sentían!

- Yo - musitó ella, como respuesta - también os echo de menos. ¡Pero no podía quedarme en esa clase...!

- No te preocupes - la tranquilizó Ron. - Te entendemos. Trelawney es... especial. Hiciste bien en dejarlo, sobre todo teniendo Aritmomancia, que te gusta mucho más. Es sólo que, como lo hacemos todo juntos, da pena, cuando tú no estás. Y, ¡vale, no aprendemos nada!, pero, por lo menos, nos reímos, ¿no, Harry?

El chico de gafas asintió, convencido.

- ¡Mucho! También nos morimos de treinta maneras diferentes, pero, bueno, ¡eso se sobreentiende, en Adivinación!

Hermione alzó los ojos y miró a Ron, que le sonrió, alegre. Ella le devolvió la sonrisa, y, después de un instante de silencio, sacudió la cabeza.

- A mí la que más me gustó - dijo la chica finalmente - fue cuando un hipogrifo desbocado...

- ¡Ésa era mía! - la interrumpió Ron, complacido de ver que, lejos de censurarlos por inventarse los deberes, reía con ellos. - Y la del coche encantado de Harry, ¿qué?

El chico de gafas se rascó la cabeza, con una mueca.

- Tampoco era muy original - se disculpó. - Después de todo, hay un coche encantado en Hogwarts.

- Pero - lo corrigió su amigo - Trelawney no lo sabe, y funcionó: ¡te miró con esos ojos llenos de lágrimas de siempre, y sacudió la cabeza como si estuvieras desangrándote ahora! ¡Deberías haberla visto, 'Mione!