El mismo Ron se sorprendió tan seguro de querer preguntarle aquello. Si mantenían una relación, ni que fuera postal, por lo menos quería saber exactamente a qué atenerse y, aún con el corazón desbocado, no encontraba ninguna razón para callarse sus preguntas.
¿No se había dicho a sí mismo que, llegado el momento, lucharía? Bien, quizás no luchara exactamente, pero, por lo menos, se mantendría informado. Calmado y sin perder los estribos, pero no callado. Para demostrar que ya no era el mismo de hacía un año, que había cogido una tremenda pataleta al ver a su amiga con otro, no podía mantenerse inactivo: también era importante saber actuar en conveniencia, y no sólo saberse contener.
- ¿Te quiere? - repitió, sin dejar de mirarla a los ojos.
- Me aprecia - respondió ella, esquiva.
- Se le notaba - coincidió él. - Hermione, ¿te hace feliz?
La chica se envaró.
- ¿Qué quieres decir?
Tacto, pensó Ron. Mucho tacto. ¡No era momento de ser él mismo!
- Que cómo estáis - explicó. - ¿Qué te cuenta?
Hermione se inclinó hacia un lado y se sentó en el suelo, como él.
- No sé qué quieres que te responda - suspiró.
- Me sorprende que no nos dijeras nada sobre sus cartas. Sé que fui horrible el año pasado, pero te juro que he cambiado...
- No - lo cortó ella. - Sé que has cambiado, Ron, no es eso. Es que... no me sentía cómoda hablando sobre eso.
- Pero todo te va bien con él, ¿verdad?
Hermione sonrió, con la vista baja.
- Claro - susurró. - Somos amigos.
Amigos. Bueno, y eso ¿qué quería decir? Amigos. ¿Como Harry y ella? ¡Venga ya, no le haría creer que Krum pensaba en ella en los mismos términos que Harry! ¡Pero si había caído a sus pies en pocos días, y en medio de una competición en la cual era uno de los cuatro participantes! Ahora, a kilómetros de distancia, ¿Viktor sería para ella inocuo? ¿Sólo amigos? Escondía algo más, y le dolió ver que no le tenía confianza.
- Vamos abajo - decidió, ligeramente hostil. - Tenemos que seguir trabajando.
Ella asintió, pero ninguno de los dos se movió.
- ¿Qué pasa...? - dijo la chica, muy bajito, al cabo de una pausa. - ¿Te has enfadado?
Él sacudió la cabeza.
- Entiendo que no me hayas hablado de las cartas - mintió. - Por mucho que me disculpe, tengo mucho genio, y supongo que temías que...
- No - le aseguró ella, con una risa grave. - Créeme, todo eso está olvidado. Ya sé que no te enfadarías.
Oh. No se enfadaría. Ron la miró, entre sorprendido y ofendido, pero ella mantenía la vista baja, y no pudo encontrar sus ojos.
- ¿Entonces? - preguntó.
- ¿Qué?
Sonaba realmente sorprendida.
- Que por qué no hablabas conmigo. O con Harry. Porque con él tampoco has hablado sobre Krum, ¿no?
Ella negó y tocó la jaula de Hedwig con un dedo, distraída.
- No lo necesitaba - dijo, y él pudo ver, tan claro como el agua, que era mentira.
- Ah - acertó a responder. Esa última falsedad había hecho renacer el ardor en sus entrañas, como cuando los había visto juntos en el baile, y tuvo que recurrir a todo su control para no reaccionar de manera similar. Pero, si no lo sacaba gritándole y demostrando al mundo sus celos, tendría que hacerlo de otra forma, y sólo se le ocurrió el desencanto. En vez de hacerle enfadar, lo hirió. No quería contárselo; bueno, no eran amigos, eso ya lo había acabado por descubrir solo. Pero ¿ni a Harry? ¡¿E incluso le mentía diciéndole que no lo necesitaba?! ¡Pero si se veía de lejos que algo le pasaba!
Y eso era lo que más daño le hacía: no le escondía algo que lo involucrara a él, sino a ella misma, y no era algo que la hiciese feliz. Había algo que la preocupaba, algo que hacía salir rayas en su frente, y no les dejaba ayudarla. Se sintió impotente y plantado, poco querido, y estuvo a punto de, acorde con su explosivo carácter, levantarse y largarse, para aceptarlo solo.
En cambio, se levantó finalmente.
- Vamos, 'Mione - dijo, sintiéndose completamente vacío. - Deben de estar preguntándose por qué tardamos tanto.
Ella asintió y se levantó también.
- Estoy bien con Krum - concluyó ella, poniendo a su conversación un colofón que a Ron ya no podría importarle menos. - Nos escribimos de vez en cuando y... Hacerme feliz no, porque... no se aplica. Quiero decir que vive muy lejos y que no... hay nada entre nosotros...
Ron asintió, sin mirarla siquiera. Si no confiaba en él, ¿qué importancia podían tener unas palabras más? Si era cierto que no había nada entre ellos, ese Krum era más estúpido de lo que parecía. Y si era falso... No, la creía, no era que hubiera pasado a desconfiar sistemáticamente de ella, pero, en el fondo, no le importaba demasiado. No había nada entre ellos; bueno, sus celos no se aligeraban en absoluto. Si la posición real del búlgaro era inferior a la que Ron creía que tenía, en la vida de Hermione, la del propio Ron había pasado dos órdenes de magnitud por debajo. Dios. Podía compadecer a Krum, y a la vez sentirse aliviado al saber que no decía estar loca por él, pero era como secar el mar.
Salió de la habitación sin fijarse más que inconscientemente en que Hermione le siguiera, y bajó los escalones sin más. Llegaría a la sala común, recogería sus cosas y seguiría con los deberes arriba; había sido un largo día.
Al llegar abajo le sorprendió ver a la profesora McGonagall allí, hablando a los alumnos, y aquello cambió sus planes más inmediatos. Se acercó a Harry, sin perder detalle de lo que decía la profesora. Detrás de ella, vio, había dos profesores más: si Snape había llegado a entrar en la residencia de Gryffindor, era que algo grave pasaba.
- Se les asignará un monitor o profesor por grupo - estaba explicando la profesora de Transformaciones - y, hasta nueva orden, tendrán terminantemente prohibido salir solos de la escuela. Las visitas a Hogsmeade, por supuesto, quedan canceladas indefinidamente, y eso incluye - Ron vio como la profesora buscaba con la vista a sus hermanos y, una vez encontrados, les dirigía una mirada significativa - las salidas no autorizadas. No tienen que preocuparse, todos sabemos que Hogwarts es seguro, pero, si es cierto que los seguidores del Innominable están cerca, toda medida de seguridad será poca. Se apostará un vigilante delante de la torre día y noche, todas las salidas serán consignadas, y aquellos que no cumplan las normas serán expulsados del colegio inmediatamente. ¿Alguna pregunta?
Ron negó lentamente, como la mayoría de sus compañeros. Voldemort realmente cerca. Medidas de seguridad. Un escalofrío le recorrió, haciéndole olvidar su decepción anterior.
Pronto los murmullos recorrían la sala, mientras se asignaban los profesores y monitores a los grupos: la marca de las Fuerzas del Mal había sido vista en Hogsmeade. Aunque no se sabían todavía las consecuencias (la Marca raras veces era en vano, y casi siempre acompañaba a la muerte de alguien), el hecho de que estuviera tan cerca del chico que sobrevivió era más que alarmante.
Cuando estuvieron asignados a sus respectivos responsables según unos horarios que se colgaron en la parte de detrás del cuadro que servía de entrada, los profesores se fueron y todos los alumnos fueron instados por los monitores a retirarse también a sus respectivas habitaciones, sin que importaran los deberes. Harry, Ron y Hermione recogieron sus cosas y fueron arriba, en completo silencio. Ron no volvió a hablar con la chica esa noche. De hecho, no abrió la boca, demasiado preocupado, hasta que estuvo en su cama. Sólo entonces, mirando la jaula de Hedwig, llamó a Harry.
- Tienes que decirle que venga - susurró Ron, cuando Harry se giró a mirarle. - Mañana, tienes que enviarle una lechuza y decirle que venga. Si están tan cerca...
- La cicatriz no me duele - lo contrarió Harry. - Si hubiera peligro real, me dolería. No puedo preocuparlo así.
- Si no hubiera peligro real, Dumbledore no hubiera puesto estas medidas de seguridad.
Harry abrió la boca para objetar algo, pero la volvió a cerrar rápidamente y se metió en su cama.
- Ya veremos - murmuró débilmente. - Ya veremos.
Ron estuvo despierto casi dos horas, pensando en el extraño final del día. Por una parte, Hermione, ocultándoles cosas. Y por otra, el peligro, tan cercano como para alertar al mismo director.
Ojalá Harry le hiciera caso y llamara a Sirius. Sabían que el fugitivo tenía trabajo importante que hacer para Dumbledore, pero también era el padrino de Harry, y este podría necesitar protección pronto. ¿Quién mejor que él para estar con su ahijado? Era un animago, y eso tenía, sin duda, sus ventajas, aunque Voldemort ya supiera de su existencia. Podría estar junto al chico siempre, y nadie sospecharía: sólo era su mascota.
Si Harry no se decidía a escribirle, se decidió, lo haría él mismo. Sirius tenía que estar ahí.
Sobretodo cuando Snape estaba dentro del colegio. Aunque Dumbledore confiara en él, ¿quién sabía hasta qué punto era un traidor a Voldemort y no a Hogwarts? Había sido un espía durante meses. Pero los espías pueden ser dos veces agentes dobles; no sería la primera vez.
Necesitaban protección.
Y, una vez decidido y más tranquilo respecto a las Fuerzas del Mal, sólo le quedó preocuparse por el giro de la situación con Hermione. Seguía escribiendo a Krum, lo había abrazado, le había cogido el brazo con afecto, no confiaba en él, le mentía, había algo detrás del 'sólo somos amigos' que le había dicho. Cansado y adormilado, no consiguió sacar ninguna conclusión sobre el tema, excepto que la chica no le tenía demasiada confianza, y recordarlo sólo le sirvió para dormirse con una sensación amarga en el pecho.
Ella necesitaba hablar sobre Krum, pensó, justo antes de dormirse. Al día siguiente le pediría a Harry que sacara el tema cuando estuvieran a solas, para que ella pudiera desahogarse sin que Ron molestara.
Molestara.
Una molestia.
Pero eso sería...
Al día siguiente. Sí, al día siguiente.
Y, por fin, se durmió.
Ron se despertó hacia las seis, aunque llevaba algo más de media hora en una duermevela intranquila. Iba en una escoba, en una muy vieja, durante un partido de Quidditch. Él era bateador, pero no tenía bate, y se caía de la escoba. Tenía que cogerse fuerte al palo para mantener el equilibrio, y las bludgers no dejaban de ir hacia él. Harry estaba cerca, buscando la snitch, pero no le hacía gran caso y, en el otro equipo, Malfoy se reía de él por su torpeza.
Fue un descanso despertar. El sueño no tenía ninguna lógica, las cosas aparecían y desaparecían sin que él acertara ni a verlas, según cómo de profundo durmiera en ese instante y, en cuanto lo pensó, su pesadilla se desvaneció del todo. Permaneció en la cama, con los ojos cerrados, pero, al menos, suficientemente despierto como para no seguir relacionando fogonazos de imágenes aisladas como parte de una misma historia, por poco sentido que pudiera tener, sin cuestionárselo, siquiera.
Escuchó a Harry roncar suavemente en la cama de al lado y se tapó hasta la barbilla, buscando calor. Era demasiado pronto, y aún le quedaba sueño detrás de los ojos; aún podría dormir casi una hora más. Después de todo, su primer vigilante, la profesora Sprout, no llegaría hasta las ocho y cuarto para acompañarlos hasta el comedor. Se arrebujó bajo las sábanas e intentó imaginar que estaba en casa, que era pequeño, que su vida no existía. Era un viejo truco: para evitar empezar a pensar en lo que de verdad le preocupaba, se engañaba pensando que nada de eso era real, fingía que aún le preocupaba lo que hicieran Fred y George, recuperaba la tranquilidad de cuando los problemas aún no existían y mantenía la ilusión hasta que los ojos le pesaban tanto que ni siquiera le importaba que fuera mentira.
Pero no se sentía bien: aún engañándose, el dolor sordo de su estómago no dejaba lugar a la ignorancia. Miedo, por la marca de la noche anterior. Tristeza, por las mentiras de Hermione.
Después de unos minutos haciendo oídos sordos, sin éxito, a sus recuerdos y a sus deprimentes conclusiones, en las cuales veía a Hermione a kilómetros de él y no lo podía remediar, Ron se rindió. No podría estar lo suficientemente tranquilo como para dormirse de nuevo, por mucho que lo intentara; lo único que conseguiría empecinándose sería acabar aún más cansado y nervioso. Se levantó y fue a tomarse una ducha, con cuidado de no hacer ruido, para no despertar a sus compañeros.
Se acabó, decidió mientras entraba en el cuarto de baño y cerraba la puerta tras él. Estaba tan lejos de conseguirla, habían perdido tanto la confianza que, sencillamente no valía la pena: la olvidaría. De una vez por todas, la olvidaría, y que escribiera tantas cartas a Krum como quisiera. Algo le pasaba con Krum, algo que la preocupaba - lo había visto en sus ojos. ¿Tenía que dejar que un estúpido enamoramiento destruyera su confianza en él, para siempre? Había sido un error enamorarse en primer lugar, había sido estúpido enfadarse tanto por algo tan natural como que saliera con un chico, y ahora difícilmente podría arreglarlo pero, al menos, si no podía restablecer puentes, podía asegurarse de que nunca más se rompieran. Y, a un nivel mucho más egoísta, podía dejar de angustiarse por perderla. ¿Qué le quedaba, además, por perder, ya?
Se había acabado. Hermione estaba olvidada. Y, si no quería explicarle lo que le pasaba, si no confiaba en él, que sólo quería ayudarla y cuidarla... Frunció el ceño; no era momento para sentir ternura, cuando estaba decidiendo renunciar a todo, ¡no era momento para recordar cómo la quería!
Y cómo la quería. Inspiró entrecortadamente, dejando escapar un sollozo. La olvidaría, abandonaría, se resignaría, pero cómo la quería. ¿Por qué no podía ser, se preguntó, ya completamente llorando, si él sólo quería lo mejor para ella: abrazarla, cuidarla, verla sonreír siempre? ¿Por qué ella no le dejaba, por qué no podía acariciarle la mejilla, ¡inocentemente!, y hacerla sentir mejor? ¡Era injusto! Era injusto que ella no lo pudiera aceptar, que se hubiera dado cuenta tan tarde, que ni contara con su confianza contara ahora, cuando todo lo que quería era ayudar.
Se apoyó en el lavabo y observó su reflejo, con desesperación. Era patético, llorando como un crío porque era incapaz de olvidar lo que sentía por Hermione. Tenía los ojos hinchados y rojos, y la cara se le contraía en muecas tristes cada vez que recordaba algún detalle. Tenía una pinta terrible.
Por lo menos Krum no era guapo. Él tampoco, claro, pero al menos Krum no le daba rabia por eso, también. Ya era el genio del Quidditch, probablemente uno de los mejores buscadores de la historia, participante en el torneo del año anterior y chico famoso de quien todas las chicas se enamoraban: gracias a Dios que, al menos, era poco agraciado, o Ron hubiera tenido que matarlo. Sonrió entre lágrimas: si por él fuera, lo borraría del mapa igualmente.
Pero eso no arreglaría nada. Era por la conversación del día anterior, que lloraba, y no por la existencia del búlgaro. Hermione no le explicaba sus problemas, y se sentía impotente por no poder ayudarla. Por eso lloraba. Porque no podía cuidarla.
Pero ¿la había cuidado alguna vez? No, que él recordara. No como hubiera querido, al menos. Pero habían sido amigos, habían hablado sobre muchas cosas, se habían explicado los problemas.
Y ahora ya no lo hacían.
¡Cuando dijo a enfadarse con Hermione por Krum podría haberse quedado calladito!
