Capítulo 8: Sutil, Fred
Después de ducharse, y como Harry aún no se había despertado, bajó a la sala común, ya vestido y todo. Esperaría que todos se despertasen, pero sin molestarles; aún era pronto. Y tenía que ser en la sala común: no podía salir sin la compañía de un adulto.
¿No era una medida extrema?
Bajó las escaleras procurando no hacer ruido, y se sentó en un sofá de la desierta sala. El fuego, medio extinguido, la mantenía caliente, y no podía decir que se estuviera mal allí, completamente en silencio. Ojalá pudiera conseguir lo mismo para su interior: una habitación vacía y en paz donde no se escuchara ningún ruido, donde nada lo molestara. Ojalá.
Pero no pasó mucho tiempo antes de que escuchara pasos en la escalera: estaba visto que no era el único madrugador. Se giró, para ver quién se acercaba, y sonrió levemente al ver aparecer una cabeza roja tras el eje de las escaleras.
- ¿Estás solo? - preguntó el recién llegado.
Ron asintió y se levantó para acercarse a su hermano.
- ¿No podías dormir?
- Te he oído bajar - explicó Fred, a lo que Ron respondió con una mirada de duda: él estaba dos pisos por encima. - ¿Qué pasa, preocupado por la marca de ayer?
Ron sacudió la cabeza.
- No tenía más sueño - mintió. - ¿Y tú?
- George soñaba en voz alta - se quejó, con una mueca exagerada que indicaba claramente que era mentira. - ¡Te juro que si le vuelvo a oír disculparse en sueños delante de la McG...!
Ron rió y caminó de nuevo hacia el sofá.
- ¿Nos sentamos?
- Bueno - le dijo Fred, y fue a sentarse a su lado. Todavía llevaba el pijama, con un jersey marca Weasley encima como abrigo. - ¿Cómo te va todo...?
- Bien - mintió el Weasley menor. - Como siempre.
Fred asintió suavemente.
- ¿Y Harry? ¿Todo bien?
Ron asintió también y dirigió una mirada de escepticismo a Fred. ¿A qué venía esa pregunta?
- ¡Me preocupa, Ron! - dijo el chico, sonando sincero. - Te parecerá increíble, pero me preocupas, y me preocupa Harry. Si la marca del mal estaba tan cerca... Quizás no fue una buena idea lo del mapa.
- No saldrá de aquí - lo tranquilizó Ron. - Después de lo del año pasado, no creo que salga de aquí ilegalmente, ni aunque le vaya la vida en ello. No te preocupes.
Fred sonrió, aliviado, y se acomodó en el sofá.
- Pero - murmuró, girándose para comprobar que nadie lo oía - Ron, no es eso lo que más me preocupa, ahora mismo.
Oh-oh; las alarmas se dispararon en la cabeza de Ron. Fred no era de fiar, Fred le haría cualquier broma estúpida que diría demasiado de él, Fred se lo contaría a George y entre los dos idearían una manera ñoña de hacer que ella se enterara. ¡Tenía que negarlo absolutamente todo!
- Soy tu hermano - continuó el mayor. - Te conozco bien, Ronnie, y... se te nota. No lo estás pasando bien, y...
- Fred - dijo Ron, intentando parecer sereno. - No es lo que tú imaginas. Yo y Hermione no...
- Lo sé - lo interrumpió el otro, con una expresión de preocupación tan sincera que Ron se sorprendió descubriendo que no la había visto nunca antes. - Os he escuchado hablar, y... más o menos... ¿Tú estás bien?
- Perfectamente - volvió a mentir el menor. - No sé qué te imaginas, Fred, pero no hay nada de lo que insinúas.
- Va - gruñó él. - ¡No seas ridículo, Ron! Te conozco muy bien, y sé que estás loco por Hermione. ¡Si se te nota de lejos!
Ron miró un segundo a su hermano antes de rendirse, más por voluntad propia que por necesidad. La verdad era que necesitaba hablar sobre ello, y que... ¡Vaya, era su hermano! Si incluso él lo traicionaba y lo hería haciendo público algo tan delicado, estaba claro que no podría confiar nunca en nadie.
Pero, para asegurarse, lo miró fijamente a los ojos.
- Fred, - masculló - esto es muy serio. Si Hermione supiera algo, jamás, me encargaría personalmente de que mamá supiera con detalle todos los escondites de la habitación. Y no bromeo.
- Me ofendes - dijo su hermanos, con una sonrisa afectuosa. - ¡Ronnie, puedes confiar en mí! Jamás diría nada a nadie, y mucho menos a Hermione. Pero necesitas consejos, necesitas hablar con alguien, y... Sólo quería que supieras que estoy aquí.
Ron asintió con una sonrisa divertida.
- Das miedo - advirtió a su hermano. - ¡Te estás haciendo mayor y todo!
- ¡Que te lo crees tú eso! - respondió él, riendo en voz baja. - Lo que pasa es que me necesitas, renacuajo.
Ron golpeó a su hermano en el brazo, sin intención de hacerle daño, pero no respondió a la pulla. Vio que Fred rápidamente lo interpretaba correctamente: necesitaba más hablar con él que cualquier otra cosa.
- No estoy loco por ella - dijo, después de un silencio expectante de su hermano. - La encuentro... bonita, pero ya está.
Fred ni siquiera lo miró con dudas, aunque él esperaba que no creyera ni palabra y que le inquiriera hasta que aceptara que era mucho más profundo que eso. En cambio, asintió lentamente, condescendiente.
- ¿Desde hace mucho?
- Me di cuenta más o menos el año pasado, en el... baile...
- Ya - suspiró él. - Estabas tan celoso que te peleaste con ella.
- Sí - admitió él, en voz alta por primera vez. - Estaba muy celoso. Ya me conoces...
- Perdiste de vista el mundo - concluyó el otro. - Te dio uno de esos prontos de mamá.
- ¡No son de mamá! - se defendió.
- Lo son. ¡Cualquier día sales detrás de Harry con una sartén, para reñirle por no hacer los deberes!
Ron dirigió una mirada molesta a su hermano, que entendió el mensaje y dejó estar el tema.
- Vale, vale. Perdona. Te diste cuenta entonces. ¿Y nunca le has dicho nada?
Durante un instante, el menor Weasley tuvo la impresión de que esa conversación no llevaría a nada. ¿Cómo podía ayudarle Fred? Para él todo era fácil, todo era despreocupación y alegría; ¿cómo podría entender por lo que estaba pasando él? Estuvo tentado de dejarlo allí y subir arriba a leer, en silencio, en su cama. Pero era su hermano. Lo quería (aunque que Malfoy le hiciera cosquillas si se lo pensaba decir jamás), y, sobre todo, quería confiar en él, porque necesitaba desesperadamente un cambio.
- Claro que no - respondió, al final. - Después de aquella pelea tan tonta, ya es mucho que me vuelva a hablar. No necesito complicar las cosas, ¿no crees?
- Va, explícame cómo te sientes - sugirió Fred, luego de haber consentido que no lo necesitaba. - ¿Qué sientes por ella?
Eso superó el margen de tolerancia de Ron.
- No puedo - murmuró, con el ceño fruncido. - ¡Esto es ridículo, Fred! ¿Tú y yo hablando como personas civilizadas, y sobre algo como esto? ¡No me cabe en la cabeza!
- Somos personas civilizadas - se quejó su hermano, herido. - ¡Que te haga bromas no quiere decir que no me importe lo que te pase!
- ¡Pero esta conversación no tiene sentido! - insistió Ron, con vehemencia. - ¿De qué te serviría que te dijera lo que siento? ¡¿Qué podrías hacer?!
- ¡Nada! - exclamó Fred. - ¿Pero aún no ves que no lo hago por mí? Ron, llevas semanas como alma en pena, y vi cómo subías ayer detrás de ella, con la carta de ese Krum en la mano. ¡Después de cómo te pusiste porque la invitó a un baile, creía que estarías destrozado por ver que no perdían el contacto! Porque - dudó - tú no lo sabías, ¿no, que se escribían?
- Me lo dijo ayer por la tarde - aclaró. - Pero, y tú, ¿cómo lo sabes?
- Harry me lo contó, cuando le pregunté adónde ibas. Va, Ron, sinceramente: ¿necesitas ayuda? No tengo tiempo para perder, y, si me preocupo por nada, pues mira, mejor...
- La necesito a ella - respondió el más joven, en un susurro triste. - ¿Es algo que me puedas dar?
Fred le revolvió el pelo afectuosamente.
- Si te la diera yo, no serviría - objetó. - Tienes que ser tú quien la consiga, Ronnie.
- ¿Te has enamorado alguna vez? - preguntó Ron, alzando la vista.
- Si esto no llega a oídos de Percy - bromeó el mayor - sí, alguna.
- ¿Y dolía tanto?
- Al principio - lo tranquilizó. - Pero no lo haces bien, hermanito: ¡tienes que enfocarlo diferente! No puede ser que casi no hables delante de ella, y que no reacciones cuando te habla de Krum... Mira, yo creo que deberías seguir celoso. Más controlado, pero... insinuante.
Ron sonrió con pena.
- No. Nada de eso. Pienso olvidarla - le aseguró. - Es la única manera: si quiere a Krum, que lo quiera, y si no, pues no, pero tengo que conseguir que se me pase. Esto no es vida.
- Sí que es vida - puntualizó Fred. - Precisamente eso es la vida. Ron, aunque lo pases mal ahora, es un paso previo necesario...
- No entiendes nada - le cortó. - Hermione y yo ni siquiera hablamos, y hay muchas cosas que no me cuenta. Creo que hay algo entre ella y Krum, algo que no me quiere decir, porque, supongo, cree que me volveré loco otra vez. Y no puedo dejar que tenga ese concepto de mí.
- Ya no lo puedes arreglar.
- ¿Crees que no lo sé? Pero tampoco puedo seguir así, porque, si al final sí que hay algo entre ellos y yo no he superado lo de Hermione, será una agonía.
- Pero si no sabes lo que siente por él, ¿no te parece drástico cortar por lo sano?
- Sé lo que no siente por mí - se estremeció Ron. - Sé que ni siquiera somos amigos, ¿cómo podríamos...?
- Precisamente - le interrumpió Fred. - Vamos, Ron, ¡tú sabes que los sentimientos así hacen difícil una amistad! No sabes cómo hablarle, te da vergüenza acercarte demasiado, ¡y no puedes dejar de pensar cómo debe de ser besarla!
Ron enrojeció hasta las orejas.
- Pero tengo que olvidarla - repitió, con menos convicción.
- Toma el caballo que hay más cerca de la puerta, o ninguno - dijo Fred, crípticamente.
Ron lo miró, sin entenderlo.
- La decisión de Hobson - explicó su hermano. - Hobson daba a elegir a sus clientes entre sus caballos, y les decía que tomaran el que estaba más cerca de la puerta, o ninguno.
- Pero eso no es una opción válida - discrepó el menor.
- Exactamente: no hay decisión. Como tú ahora. Dices: tengo que olvidarla. Y tienes que elegir entre olvidarla o no. ¿Hay dos opciones válidas?
Ron parpadeó, confuso.
- Claro - aseguró. - Olvidarla, o no hacerlo.
- Como si pudieras - sonrió Fred. - No seas ridículo, renacuajo: estás enamorado de Hermione, tanto que no sabes ni mirarla sin ponerte colorado. ¡¿Cómo podrías decir '¡no, no, yo la olvido!' y cumplirlo?!
- La solución de Hobson - suspiró el pequeño. - ¿De dónde lo has sacado?
- Angie - dijo Fred, con una sonrisa radiante. - ¿A que es útil? ¡Con George ya me ha servido tres veces!
Ron volvió a pegar a su hermano, riendo.
- Entonces, según tú, ¿qué tengo que hacer?
- Celoso - repitió Fred.
- Jamás. No quiero ni recordarle lejanamente lo que hice el año pasado.
- ¿Encantador? - sugirió ahora.
- ¿En qué sentido?
- Caballeroso, considerado, no dejar de decirle lo guapa que está...
- ¡Ecs! - protestó Ron. - ¡Tengo que seguir pareciendo yo, Fred!
- Pues díselo - concluyó llanamente. - Quieres ser tú, y tú eres su amigo: díselo claramente, ¡Herm, te quiero, y Krum me da más rabia, ¡mira que te digo!, que Snape!
Ron dudó un segundo antes de sacudir la cabeza con determinación.
- Ni en broma - aseguró. - No se lo pienso decir: ¡no puedo!
- Es algo que sí hizo Krum - le recordó Fred. - Te lleva ventaja en eso.
- ¡Pero yo estoy aquí y él en Bulgaria!
Su hermano sonrió, feliz.
- ¡Bien! - le felicitó, sincero. - Es importante mirar la parte positiva. ¿Qué más tienes a tu favor?
- La conozco desde hace más - empezó él, con un hilo de voz. - Hemos pasado por mucho juntos. No soy presa de fans enloquecidas. Digo bien su nombre. Hablo bien su idioma. A veces la hago reír. Pasaré los próximos dos años con ella, y él en Bulgaria. Saldré en la foto de séptimo con ella...
- Eres su amigo - apuntó su hermano. - Te quiere, y pasáis mucho tiempo juntos...
- Pero él es un genio del Quidditch.
- A ella no le gusta el Quidditch.
- También participó en el torneo.
- Tú jugaste una partida de ajedrez magistral, con sólo once años.
Ron sonrió, satisfecho. Era cierto, él también había pasado por algunas pruebas difíciles, y con buena nota. Y aquella partida de ajedrez le había salido especialmente bien. Había tenido que sacrificarse, y aún recordaba a sus amigos, firmes en sus posiciones, por orden expresa suya, mirándolo angustiados.
Y la visita a Aragog, y a la Cámara Secreta. Y la herida en la pierna que había recibido cuando Sirius intentaba coger a Scabbers de su bolsillo.
- Es cierto - murmuró, finalmente. - Él - retomó - la llevó al baile.
- Él es sombrío. ¡Y nada atractivo!
- ¡Pero es famoso! ¡¡Y... rico!!
Fred miró intensamente a su hermano un instante antes de responder.
- ¿Crees que podrías, con el corazón en la mano, hacerla más feliz si tuvieras más dinero? ¿Crees que alguien más rico la querría más que tú? Vamos, Ron, ¿hasta dónde la quieres? ¿Cuánto quieres, o no quieres, perderla?
- El dinero no importa - murmuró finalmente Ron. - Lo sé, pero... aún me cuesta.
- Y a mí - suspiró su hermano. - ¡¿Crees que me gusta pensar que llevo la capa de Percy?! ¡¡Por favor, mi capa ha pasado más tiempo en la biblioteca del que yo pasaré jamás inventando bromas!!
George casi tuvo que taparse la boca para evitar que su hermanito le descubriera, al escucharle riendo por el comentario de Fred sobre la capa de Percy. Aterrador, al pensarlo, aunque fuera mentira. De hecho, era él quien llevaba la de Percy, mientras que su hermano llevaba la de Charlie (y de Bill, en casa todo se heredaba), pero eso no se lo podría decir jamás a Fred: no sin descubrirle cosas que prefería no decirle todavía. Después de todo, cambiarle la capa sólo porque la chica que le gustaba se la había puesto un día frío era bastante tácito, y, una vez seguro de lo que sentía, Fred no dejaría de insistir para que se lo contara todo. Ay.
- Soy un tonto, ¿verdad? - oyó que murmuraba Ron, y lo imaginó vívidamente con el ceño fruncido y los labios arrugados en una expresión triste.
- Para nada, Ronnie - lo tranquilizaba Fred. - La chica te gusta, y Krum no, porque a él también le gusta ella. Pero, de verdad, no vale la pena sufrir por el dinero. Estoy segurísimo de que a Hermione no le podría importar menos. Y, además, ¡no te preocupes: cuando seamos unos bromistas ricos famosos, te daremos una parte de lo que ganemos!
Ron rió con un deje irónico.
- Estoy salvado - afirmó, y George se encontró mirando enojadamente a la pared lo escondía de su hermano. ¡¿Cómo podía no creer en la genialidad de sus bromas, cuando tanto las había sufrido?!
- Bueno - concedió Fred. - Tú ríete, pero algún día George y yo nadaremos en galeones.
Ron hizo un ruido afirmativo.
- Oye, Fred - dijo, después de una pausa. - No creo que haga falta decírtelo, pero...
- A George ni palabra - aseguró el chico, adelantándose a su hermano.
George asintió en su escondite. Claro que no, a él ni palabra: los gemelos, juntos, eran símbolo de travesuras e indiscreción. Por eso había ido Fred solo, por eso él se escondía y escuchaba: Ron creería que no podía confiar en los dos. Habían hecho bien en separarse, en enviar sólo un embajador.
Juntos eran demasiado para la débil confianza de su hermanito.
- Ni a nadie - puntualizó Ron. - De verdad, Fred, igual te parece una idea genial decírselo a Hermione, o a Angelina, para que hable con ella, o a cualquiera... Pero intento olvidarla, intento llevarlo lo mejor que pueda, y si todo el colegio lo sabe y ella se entera, me moriré, ¿me oyes?
- Como ya te he dicho - le respondió Fred, sonando algo irritado - yo podría darte a Hermione, pero sólo te servirá cuando la consigas solo. Por mí no lo sabrá nadie.
Y por mí menos, pensó George. Por una vez, serían completamente sinceros y responsables. Sólo querían ayudar a Ron, que parecía estarlo pasando fatal, y sólo hablarían con él, por si necesitaba desahogarse o por si le iba bien algún consejo. Nada más. Y mucho menos, con Hermione.
- Gracias - murmuraba ahora Ron. - Me da algo de apuro hablar de esto con nadie.
- Me lo imagino. A mí me pasa igual. Siempre cuesta confesar tus sentimientos en voz alta, no te preocupes. Y sé que no soy un ejemplo de hermano mayor responsable y ejemplo a seguir (aunque sé que soy un mejor modelo que Percy, sinceramente), y que igual se te hace aún más difícil hablarlo conmigo. Pero he visto que con Harry tampoco hablas, y me preguntaba si no te haría falta... soltarlo.
- Me hace falta - admitió Ron. - A veces. Pero Harry... No es que no le tenga confianza, pero...
- También es amigo de ella, y la conoce mejor que yo - concluyó Fred. - Él te puede decir, claramente: 'Oye, Ron, no sé cómo decírtelo, pero 'Mione me ha dicho que no te soporta' o 'Sí, está loca por ti, me lo dijo hace meses', y tú no podrás negar la evidencia. Yo, como mucho, te puedo decir que Hermione te mira con expresión pensativa y que parece preocupada por algo. Más allá, no sé nada. ¿Voy bien?
Ron guardó silencio unos instantes antes de responder.
- Eso creo. Sí.
- Te gusta mucho - aventuró Fred. - ¿A que sí?
- Muchísimo - suspiró Ron. - Sé que es estúpido, pero... no puedo dejar de pensar en ella. Desde ese estúpido baile, no puedo dejar de temer perderla.
- No es estúpido - sostuvo su hermano.
- Pero es ridículo que me diera cuenta de que Hermione me gustaba sólo porque Krum se me adelantó. Si hubiera ido con ella, ¿qué, aún no sabría que me gusta una chica? Porque ella me gustaba desde antes. No sabría decir desde cuando, porque yo creía que era sólo... amistad. Pero no empezó en el baile: venía de antes.
Fred suspiró.
- No sé, Ron. Creo que te hubieras dado cuenta tarde o temprano, cuando hubieras estado preparado. Quizás haya sido mejor así: podías haberla perdido sin ni siquiera darte cuenta.
- Sí... - suspiró el menor. - Pero ojalá me lo hubiera tomado de otra forma. Ahora Hermione no confía en mí.
- ¡Venga ya! - exclamó el otro. - ¡Hermione hace meses que ha olvidado lo del baile!
- Tú la has visto - lo encaró Ron. - ¡Si casi no me habla! Y le pasa algo, con Krum, ¡y no me lo quiere explicar!
- Porque quizás cree que no es asunto tuyo, o que es demasiado estúpido como para molestarte con eso. ¿Por qué no insistes, Ron? ¿Por qué no intentas ser su osito de peluche, cuidarla, mimarla?
- Su osito de peluche - repitió Ron con tono desdeñoso. - No suena como el principio de una bonita relación.
- Vale, vale. Deja de lado lo de oso de peluche. Pero, ¿y cuidarla, mimarla, ofrecerle un hombro en que apoyarse?
Ron calló de nuevo.
- No parece mala idea - acabó por decir. - No sé si sabría, pero ahora... Ayer me dolió mucho ver que no acudía a ninguno de nosotros, si tenía un problema, y casi... me enfadé. Pero quizás tienes razón: debería insistir algo más, para que me lo cuente, en lugar de sentirme herido y esquivarla. ¿No?
- Diez sobre diez - aplaudió Fred. - ¡¡Si es que soy un genio dando consejos!!
Ron rió suavemente, y George se permitió sonreír, también. Estaban progresando. Ron había parecido muy estresado la noche anterior, molesto por algo, y habían hecho muy bien en seguirlo escaleras abajo aquella mañana, para intentar ayudarle con lo que fuera. ¿Que habían tenido que dejar sus últimos experimentos a medias? Bueno, habría tiempo para eso después. Si conseguían que Ron, al menos, estuviera más relajado junto a su chica, habría valido la pena.
- ¿Qué crees que es? - seguía Fred, y George intuyó que se refería a lo que Hermione escondía a Ron.
- No lo sé - suspiró el menor. - He estado pensando en ello; no mucho, pero he pensado en qué podría ser. A Krum le gusta, de eso no hay duda, o sea que no puede ir por ahí. Pero igual a él le ha salido una novia, o algo así. O es por la distancia...
- O es porque no sabe cómo decirle que no - sugirió el otro.
- Quizá - admitió Ron. - Igual es por Harry: está empeñado en sacar la finta de Wronsky, y me da miedo que se haga daño. Le ha pedido a Hermione que le pregunte algo a Krum, y puede que ella tema que lo que le responda aún anime más a Harry...
George bajó una ceja, escéptico, aunque, claro, su hermano no podía verlo: ni siquiera sabía que él estaba despierto.
- Igual no era por Krum - proponía Fred. - Puede que lo malinterpretaras, y que sea otra cosa, o por... otro chico.
- Y ese otro chico, según tú, soy yo - acabó Ron, con tono irritado.
- Yo no he dicho eso - se defendió su hermano.
- Pero tu cara sí. Y no. Ni en sueños.
- No lo sabes - insistió Fred. - Déjalo en poco probable, si quieres, pero es una posibilidad. ¡No me digas que no!
- Yo creo que es por Krum - repitió. - Y, tienes razón, insistiré un poco para que me lo cuente, y la ayudaré en lo que pueda. Gracias.
- De nada. E intenta decirle más lo que piensas: no te calles nada, ni digas lo que no es para disimular. Cuesta, lo sé, ¡pero la volverás loca si intenta entenderte y no haces más que falsificar los datos!
- ¿Si reacciono como si no me importara?
- Sí. Y si estás siempre callado, cuando estés con ella, al final no te explicará sus problemas porque piense que no te importa ella en absoluto.
- Pero, - se quejó Ron - Fred, ¡no sé qué decirle! ¡Tengo miedo de soltar alguna estupidez y que me odie aún más!
- ¡Hermione no te odia! - protestó Fred. - ¡No seas tonto, Ron! Hermione sólo está algo insegura, porque no sabe muy bien cómo tratarte, después del año pasado, y todo, pero no te odia. Al revés, renacuajo: Hermione te quiere mucho. Se le nota en los ojos, cuando os mira a Harry y a ti.
- Somos amigos - dijo Ron débilmente.
- Habla con ella - repitió el hermano mayor. - Si te dice que te metas en tus asuntos, pues te disculpas, y punto. Sea como sea, le demostrarás que sí te importa lo que le pase. Y eso es bonito.
Ron suspiró y George intuyó que era el momento ideal para subir, completamente en silencio, las escaleras, antes de ser descubierto. De hecho, ya se había levantado del escalón en que estaba sentado y se había girado para empezar a subir cuando la voz de Ron lo interrumpió.
- Gracias - dijo, de nuevo, a Fred. - Esto me supera. Yo... yo... ¡no sé estar enamorado de ella!
Había acabado esa frase en brazos de su hermano, imaginó George. Había sonado tapado por algo, y supuso que era el jersey de Fred, al esconderse en él, medio llorando. Y lloraba, de eso no había duda. Lloraba porque se sentía sobrepasado por lo que le tocaba vivir.
Deberían haber hablado con él mucho antes, el año anterior, justo después del baile. Los dos habían estado ocupados, y se habían ceñido a la política Weasley de mínima intromisión en la vida de los hermanos (necesaria para tener un mínimo de intimidad, sobre todo si se contaba cuántos hermanos eran), pero había sido un craso error. Ron les había necesitado, había necesitado a alguien, y ya no era lo suficientemente pequeño como para acudir a mamá. Ginny probablemente habría estado allí, pero también era probable que Ron no hubiera querido admitir nada delante de su hermana. No estaban tan unidos.
- ¡No me llores, renacuajo! - exclamó Fred, con voz afectuosa. - ¡Que, cuando todo vaya bien, dentro de nada, te dará rabia haberte puesto sentimental!
- No irá bien - sollozó Ron. - No lo puedo evitar, Fred, ¡me gusta muchísimo! Y, sí, es una puñetera decisión de Hobson: ¡¡no soy capaz de olvidarla, ni un instante!!
- Nos pasa a todos - lo calmó el otro. - ¡Deberías ver los escándalos de George porque no puede dejar de pensar en la chica que, según jura y perjura, no le gusta! Claro que él dice que es porque no le salen los deberes, pero bueno; ¡cómo si no nos conociéramos!
George volvió a sonreír. Sutil, Fred, pensó, apuntándose la venganza. En vez de preguntarle si había algo, su hermano se lanzaba al ataque, sobreentendiendo, para que él reaccionara y se descubriera. Pues que esperara sentado su reacción: no le diría ni palabra del comentario que le acababa de hacer a Ron, pero se la cobraría en especie, con Angelina. ¡Él mismo!
Sacudiendo la cabeza, subió en completo silencio hasta sus habitaciones, presumiendo que Fred no tardaría demasiado en seguirle, puesto que empezaba a ser peligroso estar en la sala comuna, hablando de cosas tan privadas. Cuando pasaba por el piso de los de cuarto, oyó cómo se abría una puerta y, aunque no llegó a ver quién salía, fue lo que necesitaron los dos hermanos de la sala común para entender que se les había acabado el tiempo. Fred le alcanzó cuando justo llegaba a su puerta.
- Chupado - murmuró el recién llegado, con un guiño.
- Bien hecho - asintió él. - ¿Crees que está mejor?
- Creo que ahora tiene posibilidades - asintió Fred. - Por lo menos, está menos asustado.
George asintió y fue hasta su cama, para empezar a vestirse.
- Por cierto - dijo, con una sonrisa traviesa, mirando a su hermano, - ¡¿cuánto hace que sabes que sueño con McGonagall?!
Fred rió, sacudiendo la cabeza. Por supuesto, lo del sueño había sido mentira.
- ¿Qué querías que le dijera? - se quejó. - ¡¿Que, mientras trabajábamos en el ponche revolucionario, le habíamos escuchado bajar las escaleras, habíamos pensado en ir a ayudarle y tú estabas sentado en la escalera, escuchándonos?!
George asintió, pero un recién despertado Lee se le adelantó a responder.
- Bonita manera - balbuceó su amigo, desde la cama, con un solo ojo abierto - de empezar una conversación trascendental con vuestro hermano. Buenos días. - Y, de repente, abrió los ojos como platos y se sentó en la cama de golpe. - ¡¿Ponche?!
¡Gracias por los comentarios! Un par de cosas: Primero, sé que lo estoy haciendo muy poco a poco. Tardan mucho en acercarse, pero es que... ¡no lo puedo controlar! Ron y Hermione, de los libros, son bastante... tímidos. Bueno, Ron más que Hermione. No puedo hacer que hablen, y ¡ala! :) Lo siento, pero sería muy... antinatural. Aunque a mí también me den pena. Y respecto a si es un R/Hr... ¡hasta la muerte! :D
¡Besazos, y espero vuestras opiniones!
