Capítulo 10: Con otro en mente

Ron entró como una exhalación, se tiró encima de Fred, que acompañaba a George delante de una marmita, lo cogió de la manga y se lo llevó a rastras hasta el lavabo. No abrió la boca hasta que no tuvo a su hermano sentado en el lavabo y la puerta estuvo cerrada y el pasador corrido.

- Vaya, Ron - murmuró Fred cuando su hermano dejó de moverse, mientras se frotaba el brazo donde le había pellizcado al cogerle del jersey. - Sí que estás cariñoso, hoy.

- Perdona - dijo el pequeño, resoplando para recuperar el aliento después de la carrera. - ¿Te he hecho daño?

- No - mintió el otro. - ¿Qué pasa? ¿Va todo bien?

Ron pareció dudar un momento. Exactamente, ¿qué hacía allí?

- Sí - suspiró. - No es... nada. He estado hablando con... Hermione.

Fred sonrió con picardía, sin poderlo evitar. Hablando con Hermione, y entraba, nervioso y sin aliento, y se lo llevaba al lavabo sin decir ni una palabra. ¡Las cosas progresaban!

- ¿Y...? ¿Qué sabes de... lo tuyo?

Ron lo miró, envarado.

- ¿Qué quieres decir con 'lo mío'? - soltó. - ¡No hay nada mío!

Fred se levantó y se acercó a su hermano. Ron se había sentado en el borde de la bañera, y él se puso a su lado. Intentó pasarle un brazo alrededor de los hombros, sin muchas esperanzas de que lo recibiera bien, pero parecía que Hermione había afectado al pequeño Weasley lo suficiente como para que se dejara consolar por su hermano, y no le hizo ningún comentario.

- ¿Qué pasa? - murmuró, con tacto, Fred.

- Nada - repitió Ron, triste. - Nada de nada.

- ¿Krum...? - sugirió su hermano.

- No. He hablado con ella sobre Krum. Ayer sólo le escribió para preguntarle por la finta - Ron hizo una pausa, dudando. - Bueno, y... para decirle que... que había... otro.

Fred arrugó el ceño.

- Otro - repitió, mirando fijamente a Ron.

- Otro - confirmó éste. - Le gusta un chico.

Fred asintió y picó suavemente el hombro de su hermano, confortándolo.

- ¿Y no eres tú?

Ron negó lentamente.

- No lo sé - susurró, sin voz. - No lo sé, pero parece que tiene verdaderas ilusiones. Creo que ella cree que a él... le gusta.

- ¿No sabes si eres tú? - insistió Fred. - ¿No te ha dicho nada, ni para bien ni para mal...?

- Nada - volvió a negar Ron. - Pero... piénsalo un momento, Fred. Ella... Después de lo del baile... Es muy poco... probable...

- No lo sabemos - lo interrumpió el mayor. - No lo sabemos. Eres uno de sus mejores amigos, y eso es motivo suficiente para fijarse en ti. No podemos decir ni que sí, ni que no. ¿Tú cómo estás?

El chico asintió, con una expresión triste.

- Bien - aseguró, aunque Fred entendió claramente que no era cierto. - He tenido un momento de... pánico, y... he pensado que... lo mejor era... subir. Hasta que... lo... asumiera. Pero estoy bien.

Fred le tocó el brazo, animándolo.

- ¿Tienes clase ahora? - preguntó para saber de cuánto tiempo disponía, mientras pensaba qué hacer a continuación con su hermano y qué aconsejarle.

- Sí. Pociones. Viene McGonagall a buscarnos. De hecho, ya debería estar abajo. ¿Por qué?

- Mejor que no llegues tarde - explicó. - ¿Podrás aguantar hasta la hora de comer? Tenemos la tarde libre. Podemos hablar, si quieres, y decidir qué hacer con tu chica.

Ron alzó los ojos un instante y sacudió la cabeza, con una expresión triste.

- No es mi chica - musitó. - Es mi amiga, y punto. Pero... creo que estaré bien. Qué tonto, no debería haber subido...

- No hay tiempo - le riñó Fred. - Tienes que bajar ya, y no podemos hablar, pero no has sido un tonto por subir. Si necesitas hablar, ven sin miedo, ¿eh? Ron, ¡somos hermanos! ¡Me lo puedes contar todo, y yo sólo intento ayudar!

El menor asintió y se levantó, con pesar.

- Pero es cierto - repitió. - Ha sido tonto subir, cuando casi no había tiempo para nada. Lo siento. Además, entrar así...

- Parecías tenso - tanteó Fred.

- No tengo el día - coincidió él. - Se me caía el mundo encima. Qué estúpido. He pensado que le gustaba otro, y que seguramente saldría con él, y... ¡¡casi me pongo a llorar delante de ella!! ¡Soy un tonto! ¡Ella no puede ver que me pone celoso! ¡¿Qué pensará?!

- Que la quieres - dijo Fred, poniendo nombre a lo que era obvio. - Vamos, vamos, Ron. No es para tanto. Me parece muy bien que hayas subido si lo necesitabas. Y es normal estar celoso, aunque no sabes si eres tú: igual estás pasándolo mal por una tontería como un castillo. Si estás celoso y no lo puedes disimular, pues nada: se lo demuestras, tan suavemente como puedas. Tú sabes que ella no tiene ni un pelo de tonta; si se da cuenta de lo que sientes, incluso si le gusta otro, ¡lo entenderá! ¡No se enfadará por algo así!

Ron abrió la boca para contestarle, con el ceño fruncido, pero se interrumpió antes de empezar a hablar.

- Es tarde - observó, finalmente. - ¿No tienes clase?

- A las diez - explicó su hermano, con una expresión de alegría. - ¡Pociones, también! Hoy nos tocan los estados de ánimo.

Ron asintió suavemente, mientras Fred se regocijaba por adelantado con la clase de Pociones que les tocaba. ¡La de comida nueva que podrían hacer, con lo que aprendieran! ¡Sería el colofón para el ponche que tenían casi listo!

- Bueno - susurró el menor, después de unos instantes. - Será mejor que vaya abajo. Gracias por escucharme.

- No es nada - aseguró él. - Luego seguimos hablando, ¿eh?

Ron asintió y él salió del lavabo, dejando a su hermano menor atrás.

Así de simple. Era cierto, no tenían tiempo, había sido sólo una pérdida de tiempo subir a la habitación de los gemelos, ¿qué podría decirle Fred? Tenía que estar en la sala común dentro de pocos minutos, y no había tiempo para charlas desesperadas.

Y, sin embargo, no conseguía despegar el culo del borde de la bañera. Estaba petrificado, inmóvil, encantado en el cuarto de baño de los de séptimo, y que le persiguieran un par de Skrewts gigantes si le apetecía nada bajar para ir a desayunar.

Aunque ni siquiera era que estuviera perdido en sus pensamientos. Qué va. Tenía la mente en blanco, la mirada perdida en las baldosas del suelo, ninguna emoción en su interior. Vacío, sí, cansado y con ganas de cubrirse con unas pesadas mantas, de esconderse del mundo, de no ver a nadie y seguir vacío durante horas, sin pensar, sin sufrir, sin preguntarse nada.

Vacío. Era una sensación casi agradable, casi insoportable, casi espeluznante.

Estuvo en el lavabo, esforzándose por permanecer sin pensar, durante un tiempo indeterminado, probablemente más del que se podía permitir. Ni siquiera supo discernir aproximadamente cuánto. Fred había cerrado la puerta tras él, y el silencio lo protegió de las distracciones, lo mantuvo aislado de los ruidosos chicos de la habitación de al lado e, indirectamente, de la realidad.

Lo mantuvo en el vacío, hasta que se dio cuenta de la forma que tenía esa ausencia de pensamientos: cabellos alborotados, largos, castaños, mirada viva, sonrisa deslumbrante. Con otro en mente. Se dejó caer del bordillo de la bañera al suelo y se quedó sentado, mirando ahora al frente, lleno de ella. 'Mione, su amiga, su compañera en todo lo que hacían, recuperada ahora. 'Mione, la chica más lista del colegio, la joya más preciosa que había dado el mundo muggle al mundo mágico. Se encontró sonriendo como un niño ante su primera varita.

Se le acababa el mundo. Lo notaba en un agujero en el pecho, por el que se le escapaba la esperanza. Lo hablarían, había dicho Fred. Y él tendría que aguantar hasta entonces. Porque a ella le gustaba un chico, y, de alguna manera, sólo explicárselo a él le había hecho darse cuenta de que tenía posibilidades. ¿Había sido su comentario sobre que era guapa? ¿Sobre que sería un tonto si no se había fijado en ella, sobre que seguro que sí lo había hecho? Habría deseado ser más vehemente, animarla, hacerla sonreír, que no sufriera por inseguridad, que no dudara de sus posibilidades. ¿No era eso contraproducente? Pero era su amiga, ¿no? Acababan de hacer las paces, quería recuperar su confianza, tenía que esconder sus celos. Había estado bien darle aliento, decirle la verdad sobre lo que pensaba de ella. Aunque ahora tuviera un achique por pecho, sólo ante la posibilidad...

Pero ¿qué decía? ¿Posibilidad?

Enfréntate a la realidad, se dijo, cerrando los ojos un instante. Tiene esperanzas. Ha cobrado alas, y le gusta un chico, quizás no dentro de mucho...

Pero el solo concepto de ella con otro lo interrumpió, apretó los dientes y escondió la cara entre las manos, frotándosela con tanto ardor que se hizo daño en los pómulos. ¿¿Cómo sería capaz de soportarlo, cómo podría ignorar los celos, tragarse la rabia, disimular la envidia?? Que le doliera, que lo matara, eso era secundario; pero ¿cómo lo haría para que ella no se diera cuenta...?

Pero no era secundario. No era secundario, en absoluto. Eso era el dolor de barriga que sentía, el boquete en el pecho, las ganas de llorar que luchaba por dominar a cada instante. Sería desgraciado, ya lo era entonces, y lo accesorio era cómo engañar a Hermione para que no se lo notara. Sus esperanzas se desvanecían, sus sueños rotos, y su cuerpo se revelaba contra ello, violentamente. Se puso de rodillas y se acercó a la taza del váter. No tenía nada en el estómago, no podría vomitar, pero sentía náuseas, y se inclinó, entre arcadas. Era lo que necesitaba, una manera suficientemente buena de sacar la rabia, o la pena, o lo que fuera que lo torturaba. Tuvo un par de espasmos más y se incorporó, pugnando por recuperar el aliento.

- Ey - susurró una voz tras él; Fred había vuelto a entrar, atraído por el ruido que había hecho Ron. - Ron, ¿estás bien?

Él se giró para mirarlo, asintió y se frotó la barbilla con el reverso de la mano. Cuando se volvió a inclinar sobre la taza, debido a una fuerte convulsión, su hermano tenía la mano sobre su frente, aguantándole y confortándole. Incluso vomitando, notarlo tan cerca fue una sensación de seguridad y calma que Ron sólo había notado de pequeño, cuando era su madre quién lo aguantaba así. Fue lo que necesitaba, y se calmó sin más. Se reincorporó, suspiró pesadamente y borró las lágrimas que empañaban sus ojos por el esfuerzo.

- Estoy bien - aseguró, sin fuerzas.

- Tranquilo - dijo Fred. - Respira hondo, y cálmate. Y, si necesitas vomitar más...

- Estoy bien - repitió. - Tengo que bajar.

Fred asintió y le ayudó a levantarse.

- Vamos a tu habitación, anda - sugirió el mayor, mientras aguantaba a Ron para que afianzara su equilibrio. - No te encuentras bien, y te irá bien meterte en la cama y descansar. Yo lo explicaré.

George apareció junto a la puerta, con expresión preocupada.

- ¿Te encuentras bien, renacuajo? - le preguntó, más serio de lo que era habitual.

- Mareado - le respondió su hermano - pero sobreviviré.

- Hermione está fuera - explicó George. - Dice que si vas a bajar...

Ron asintió e inspiró lentamente.

- Necesito lavarme la cara - se excusó, y entró de nuevo en el lavabo, esta vez seguido de cerca por los gemelos.

- ¿Le digo que no te encuentras bien? - propuso Fred mientras su hermano se refrescaba. - ¿Que hoy no vas a clase?

- No - se quejó Ron. - Estoy bien. De verdad. Ya voy. Y no os preocupéis por mí, ¡caray! ¡Al final no os voy a reconocer!

- No es por ti - apuntó Fred, pero se interrumpió antes de seguir la broma, demasiado preocupado. - ¿Seguro que no quieres que le diga que estás malo...?

Ron negó, se secó la cara con una toalla y les sonrió a los dos.

- Estoy bien - volvió a repetir, ahora con una sonrisa. - Y no puedo perder clase, ¡que este año me juego mucho! Además, tengo hambre; será mejor que baje antes de que se acabe el desayuno.

- Vamos contigo - anunció George.

- Creía que no teníais clase hasta las diez.

- Y no tenemos - confirmó Fred. - ¡Pero verte vomitar abre el apetito a cualquiera, campeón!