Capítulo 11: Bajo la mesa

Hermione le esperaba en el pasillo, apoyada en la pared y con los brazos cruzados. Al ver que abrían la puerta, se incorporó y se acercó, para ver quién salía. Ron la vio enseguida, la saludó con un movimiento de cejas e hizo una mueca de contrición: llegaban tarde por culpa suya.

- Lo siento, Hermione - se disculpó, con una sonrisa. - He tenido problemas...

Sus hermanos, uno a cada lado de Ron, asintieron suavemente.

- Ron no se encuentra muy bien hoy - explicó George.

- Debe de haberle sentado mal algo de lo que comió ayer - continuó Fred.

- Oh - exclamó la chica. - ¿Qué te pasa?

- El estómago - mintió él. - Pero ya estoy mejor, no te preocupes. ¿Vamos? La profesora McGonagall debe de estarnos esperando.

Hermione asintió y se giró para bajar las escaleras, demorándose expresamente para ponerse al lado de Ron.

- Pero ¿estás bien? - insistió, mirándole preocupada.

- Perfectamente - aseguró él. - Ya no me duele.

- ¿Te has tomado algo? Si quieres, te acompaño a la enfermería...

- No hace falta - dijo él, intentando parecer despreocupado. - ¿Ha vuelto Hedwig?

La chica sacudió la cabeza.

- Todavía no. Igualmente, creo que podríamos ir luego a la lechucería, y mandar una lechuza de la escuela a...

Ron asintió, sin que necesitara acabar la frase, que Fred y George podrían haber escuchado.

- Siento mucho haber tardado tanto - cambió de tema. - Deberías haber bajado sin mí.

- Lo hice - explicó la chica. - Te he picado, pero, como no contestabas, he bajado a ver si habías bajado sin mí. Harry me ha dicho que aún no habías bajado, así que he subido para ver qué hacías. Supongo que nos deben de estar esperando.

- Lo siento - reiteró él. - De verdad. Sé cuánto odias llegar tarde...

- Tendremos que desayunar todos más rápido - lo tranquilizó ella. - No sabía que te encontraras mal.

- Me ha empezado en su cuarto - explicó.

- Si con eso insinúas - le interrumpió Fred - cualquier cosa sobre nuestro cuarto, ¡ya verás, renacuajo!

Hermione hizo una mueca a Ron, exageradamente horrorizada por el estado en que lo imaginaba, que él sólo respondió con una sonrisa de circunstancias.

- ¡Uy! - exclamó Fred cuando pasaron por delante del piso de los de quinto. - ¡¡Las chicas!! ¡No les hemos dicho que bajábamos a desayunar!

Ron se giró para ver a sus hermanos, que dudaban entre ir a contárselo a sus compañeras de clase, con quien desayunaban siempre, o seguir haciéndole de guardianes.

- Id - les tranquilizó. - Yo voy a desayunar; estaré bien. Ya bajaréis vosotros después, con ellas.

- Harry y yo le cuidaremos - apuntó Hermione. - No os preocupéis.

Los dos pelirrojos parecieron dudar un momento, dirigieron una mirada interrogativa a su hermano y, al verle asentir, con una sonrisa, se decidieron a hacerle caso, se despidieron, se giraron y subieron los escalones de dos en dos.

Tan pronto como hubieron desaparecido, Hermione cogió a Ron del brazo.

- ¿Seguro que te encuentras bien? - le preguntó otra vez.

- Seguro - confirmó él. - Y tú, ¿estás bien?

Ella asintió, con una sonrisa.

- Perfectamente. Si te mareas, o algo, dímelo, ¿eh? Y apóyate, - le sugirió, con una inclinación de cabeza que señalaba el brazo que ella le tenía cogido - sin miedo. ¿De acuerdo?

Ron rió suavemente, sacudiendo la cabeza.

- ¡¡'Mione, estoy bien!! - insistió. - ¡Me ha sentado algo mal, pero ya se me ha pasado! De verdad, ¡déjalo ya!

Ella asintió, hizo una mueca contrariada y lo soltó.

- Como quieras - cedió. - Pero dínoslo, si vuelves a encontrarte mal.

- Lo haré - aseguró él.

Llegaron al pie de las escaleras. La sala común estaba llena de alumnos, que formaban ordenados grupos, alrededor de un profesor o monitor. Ellos corrieron a unirse al suyo, donde la profesora de Transformaciones los esperaba, visiblemente molesta por la tardanza.

- Weasley, Granger - los saludó cuando se unieron a los otros. - Ya iba siendo hora.

- He sido yo, profesora - se apresuró a explicar él. - Siento el retardo, no me encontraba bien.

La profesora asintió y dirigió el grupo rápidamente hacia el cuadro de salida.

- ¿Qué te pasa? - preguntó Harry cuando llegaron a su lado.

- He vomitado - susurró Ron. - Me debió de sentar algo mal. Pero no es nada, de verdad.

Harry asintió y todos se apresuraron hacia el comedor.

- ¿Cómo se presenta el día? - preguntó Ron al cabo de un rato.

- Bien - le respondió Harry. - Los profesores parecen un poco preocupados, pero parece que no ha habido ningún ataque más.

- Y ¿qué se sabe de la aparición de ayer?

- Una casa de Hogsmeade fue atacada - explicó Hermione. - Por lo visto, no había nadie en ella, pero la dejaron patas arriba, y se llevaron muchas cosas.

Ron la miró, sorprendido.

- ¿La Marca por un simple robo?

- No es un simple robo - le corrigió Hermione. - Es un robo en Hogsmeade, muy cerca del colegio. La Marca no fue por ese ataque: fue una amenaza, porque están muy cerca de... Hogwarts.

De Harry, entendió Ron al instante. Y su amigo debió entenderlo también, porque se puso tenso, a su lado.

- Hogwarts es seguro - dijo Ron, más por tranquilizar a Harry que por sí mismo. - No hay otro sitio que Voldemort tema más...

Se interrumpió. Habían llegado al comedor, se sentaron en sus sitios de siempre y se dispusieron a desayunar. Un gritito de Harry, nada más sentarse, los interrumpió, haciendo que los dos se giraran para ver lo que pasaba. Harry se había inclinado y miraba debajo de la mesa. Pronto Ron supo lo que había hecho chillar a Harry: algo rasposo y húmedo recorría su espinilla.

- ¡¡Snuffles!! - exclamó su amigo, acariciando el enorme perro negro que los había esperado bajo la mesa. - ¡¿Qué haces aquí?!

Ron se apresuró a acariciar el perro también, que ahora saludaba a Hermione, entre ladridos bajos. Sirius estaba allí, y una oleada de tranquilidad y gratitud lo inundó: ¡todo iría bien!

- ¿Lo habéis llamado? - preguntó Harry al cabo de un rato, mirándolos alternativamente a los tres.

- No - respondieron Hermione y Ron, a la vez.

- Debe de haber sido Dumbledore - sugirió la chica.

El perro asintió, lamiéndoles las manos a los tres chicos mientras Ron se giraba para agradecérselo con una sonrisa al director, que le sonrió de vuelta y luego se giró hacia los profesores que se sentaban a su izquierda.

- Me alegro que estés aquí - dijo Harry a su padrino, en un susurro. - Te iba a enviar una lechuza, si no venías pronto.

El perrazo le chupó la cara en respuesta, golpeando con la cola los pies de Ron y Hermione, y Harry hizo una mueca al notarlo.

- Será mejor que comamos - sugirió la chica. - No podemos llegar tarde a clase. Yo también me alegro mucho de verte, Snuffles. Mucho.

- Y yo - apuntó Ron, asintiendo convencido y con la boca llena. - ¡Harry dirá lo que quiera, pero no estábamos seguros de que te llamara!

- Luego hablamos - asintió Harry, acariciando otra vez la cabeza del can, antes de coger una tostada del plato que tenía delante de él. - ¡Si llegamos tarde otra vez, McGonagall nos mata!

No pudieron hablar con el padrino de Harry hasta bien entrada la tarde. El perro los acompañó durante todo el día, vigilándolos atentamente, gruñendo ante el mínimo peligro (lo que equivalió, en resumen, a no dejar de hacerlo durante la clase de DADA, en la que era el profesor de aquel año, por fin Snape, quien le inspiraba toda desconfianza). Ron había quedado con Fred para la hora de comer, pero no se vio capaz de separarse de sus amigos y del recién llegado. En cambio, le aseguró a su hermano que estaba bien, le dijo que no necesitaba hablar urgentemente y corrió a reunirse con Harry y Hermione, que se dirigían hacia la biblioteca para preparar la siguiente clase de Cuidado.

Volvieron a la residencia cuando acabó la clase de Hagrid, acompañados por éste y por la profesora de Pociones, que los encontró a medio camino hacia la residencia y aprovechó para hablarle a Hagrid sobre unos nuevos ingredientes que necesitaba (aunque, a juzgar por la mirada preocupada que dirigió a Harry, Ron sospechaba que más bien les acompañaba a ellos, por si había problemas que Hagrid no pudiera resolver). Tan pronto como entraron, los tres se dirigieron a la habitación de los chicos, que estaría vacía durante un buen rato, y Sirius recuperó su forma humana. Lo primero que hizo, después de mirarlos alternativamente con una gran sonrisa, fue abrazar a Harry.

- ¿Cómo estás? - preguntó, ansioso. - Cuando supe lo de la Marca, vine corriendo. ¡¡Estuvo tan cerca!!

Harry asintió, abrazó también a su padrino, feliz de tenerlo allí. Por la cara, Ron tuvo que recordar que no lo abrazaban (ni, en general, le demostraban afecto) demasiado.

- Estoy bien - susurraba Harry. - Muy bien. La cicatriz no me duele, así que supongo que Voldemort no anda cerca...

Sirius asintió, y Harry se separó lentamente de él.

- Es igual - explicó él. - Aunque Voldemort no ande cerca, si está Malfoy, o cualquiera de sus seguidores...

Ron asintió, y vio que Hermione asentía también: los dos sabían que Voldemort no era una amenaza aislada.

- Me quedaré contigo todo el curso - explicaba ahora Sirius. - Dumbledore me ha dado permiso, y podré acompañarte a todas las clases. No pienso dejarte solo ni un momento, ¿me oyes?

- ¡Pero es peligroso! - se quejó Harry. - Si te descubren...

- No lo harán - lo tranquilizó su padrino. - Seré un perro siempre, y estaré cerca por si pasa algo. No te preocupes por mí. Dumbledore sabe que estoy aquí, y él no ve ningún peligro... Además, - añadió, lleno de orgullo, y sacó una varita de su cinturón - ¡me han devuelto mi varita! ¡El director me la envió con la lechuza!

- ¿Y tu misión? - replicó Harry - Seguro que tienes trabajo por hacer, y por mí...

- Protegerte es más importante - interrumpió Sirius. - Es una misión como cualquier otra, y a mí me importa más que nada. Pero, dime, ¿cómo os va todo?

Su ahijado inclinó un hombro, y se giró hacia sus amigos.

- Bien - aseguró. - Como siempre.

Ron asintió de nuevo, con una sonrisa divertida. Aparte de las amenazas inminentes de muerte y destrucción de costumbre, todo iba perfectamente.

¡¡Qué descanso que Dumbledore hubiera pensado tan rápidamente en Sirius!!