Capítulo 13: Todo irá bien

A la mañana siguiente, Ron se despertó cuando todos sus compañeros ya se vestían. Abrió un ojo, vio a Seamus poniéndose los calcetines, escuchó a Neville preguntar por su corbata y se tapó con la almohada, casi incapaz de mantenerse consciente. ¡Tenía mucho sueño! ¡Que se callaran de una vez!

Sin casi moverse, se subió las mantas hasta la nuca, y se acurrucó, dispuesto a seguir durmiendo pasara lo que pasara. Cerró los ojos, bostezó perezosamente, y sonrió, sintiéndose en la gloria, tan calentito y cómodo en su camita. Qué bien se estaba, y qué tonto había sido no durmiéndose mucho antes la noche anterior.

- Ron... - lo llamó Harry.

Él ni se movió. Que pensara que estaba dormido. ¡Que se lo creyera! No pensaba bajar a clase, no pensaba separarse de su cama para nada, con lo bien que se estaba...

- Ron, vamos, levanta. ¡Llegaremos tarde...!

¡Ja! Pues que se fuera. Los ojos del pelirrojo se cerraron, pesados, y se sintió cada vez menos consciente de lo que pasaba a su alrededor, mientras una cálida negrura lo engullía. ¿Qué importaba llegar tarde...? Ya ni siquiera recordaba a qué llegaba tarde. Pronto ni siquiera recordaría que Harry le había hablado...

Si no fuera porque algo húmedo y suave se frotaba contra su nuca, olisqueándolo y empujándolo persistentemente. Sacó una mano y empujó el hocico de Sirius a un lado, alejándolo de él, pero de nada sirvió: al cabo de un instante, el perro insistía, ahora estirándole con los dientes del pijama.

- Tengo sueño... - se quejó, ronco, e intentó deshacerse del perro con otro manotazo.

El can ya debía tener la respuesta a otro intento de apartarlo preparada, porque, sin ninguna pausa, Ron notó cómo algo húmedo y rasposo le recorría el antebrazo, la muñeca y luego la palma de la mano, y  se espabiló del todo, sin poderlo evitar: abrió los ojos, sacó la cabeza de debajo de las sábanas y miró enfadado al perro, que lo observa con complacencia.

- Perro malo - musitó entre dientes. - ¡Tengo sueño!

La mascota de Harry gruñó suavemente, nada hostil, levantó las patas delanteras de sobre las mantas y se dirigió, moviendo el culo altivamente, hacia Harry, para acariciarle las piernas.

- Vamos, Ron - rió Harry ante el comportamiento juguetón de su padrino.

- ¡Ya voy, ya voy! - exclamó el pelirrojo, dirigiendo miradas molestas a ambos. - Pero tenía sueño, ¡y sois malos! - se quejó, mientras se incorporaba. - ¡¡Me podría haber saltado perfectamente Historia; ayer no dormí nada!!

Harry asintió, pensativo.

- El problema - dijo, finalmente - no es ir a Historia o no. Recuerda que nos tienen que acompañar a todas partes, y, si no vas... ¿¿quién te acompañará luego??

Ron tuvo que rendirse. Harry tenía toda la razón: no se podía hacer campana, porque la profesora de Transformaciones volvía a venir a buscarlos, y difícilmente se creería que estaba enfermo... Y, aunque se saltara la primera clase, en algún momento tendría que ir a desayunar, y luego tenían Hechizos. ¡No podía permitirse perder todo un día! Así que cedió, se guardó el sueño para la noche siguiente y entró en el lavabo. Era realmente tarde; tendría que apresurarse si no quería volver a llegar el último a la fila, porque McGonagall acabaría por enfadarse.

Y, de alguna manera, lo consiguió: Harry y él sólo eran los terceros en llegar a la sala común, donde aún no había rastro de los adultos que los acompañarían. Tenía que reconocer que no tenía ni idea de cómo lo habían conseguido, habiéndose levantado el último. Igual había ayudado el hecho de que la corbata de Neville sólo había aparecido después de diez minutos buscándola (y porque Harry le había sugerido, con miedo a ofenderle por no haberlo pensado antes, lo que todos tenían en mente: Accio!), o que los zapatos de Dean se iban a pasear solos cada vez que el chico se daba media vuelta (efecto, según decía, de un pixy travieso que vivía cerca de casa), y no los hubiera podido controlar sin la inestimable ayuda de Sirius, que los perseguía fingiendo ser un auténtico perro de caza; pero lo cierto es que, mientras se acercaban a Hermione (la primera de la fila, ¿cómo no?) para esperar ordenadamente a la profesora, Ron no se lo podía creer.

- ¡Buenos días! - saludó Harry a la chica.

- Buenos días - respondió ella, con una sonrisa a la que Ron se adscribió, como todo saludo. - ¿Cómo habéis dormido?

Harry asintió, con una amplia sonrisa, y Ron no pudo evitar mirarlo con los ojos entrecerrados, en una mueca de disgusto: ¡bastante envidia le había dado la noche anterior!

- ¡Claro, claro! - le increpó, manteniendo siempre una mirada pícara para que él entendiera que todo era broma. - El señor duerme de maravilla, ¡deberías haberle visto! Caramba, Harry, ¡¡cómo roncas!!

Harry le devolvió la mueca, aunque algo avergonzado. Hermione no tardó en salir en su defensa.

- Ron, cinco años durmiendo con él, ¡¿y aún no te has acostumbrado...?! - le provocó, riendo entre dientes haber encontrado un error así a su observación.

- No es eso - se explicó él. - Pero es que dormía a pierna suelta, y a mí me costó mucho dormirme, ¡¡y daba una rabia!!

- Claro que dormía a pierna suelta - observó su amigo. - Vamos, Ron, ¡tú eres el que ronca! Si tú no dormías, ¡¡los otros por fin teníamos una oportunidad!!

Ron rió, sin poderlo evitar, a pesar de que el comentario casi debería haberle ofendido, y dio un afectuoso puñetazo a Harry en el brazo. No lo había visto venir en absoluto, y su amigo había sido muy rápido. Quizás lo dejaba fatal delante de Hermione, pero ¡no iban a pelearse por eso! En cambio, decidió un acertado cambio de tema, antes de que comenzaran a sacar trapos sucios de los ocupantes del dormitorio de quinto.

- Y qué, Hermione - preguntó, casi casualmente - ¿¿lista para una apasionante clase con Binns??

La chica le dirigió una significante mueca aburrida, pero fue todo lo que se permitió antes de asentir y de comentar los deberes que tenían, justo como si no fuera Historia, justo como si no fuera la asignatura más aburrida que tendrían jamás.

Harry debió de darse cuenta del exceso de entusiasmo de Hermione ante la lección que amenazaba su futuro más cercano, porque sacudió la cabeza y bufó, interrumpiendo la siempre brillante exposición de Hermione sobre el ensayo que habían tenido que hacer.

- 'Mione, tú no estás bien - censuró. - ¿Animada ante Binns? ¡Me asustas!

Pero, por la sonrisa que la chica dedicó a Harry, Ron entendió exactamente por qué estaba tan animada, y no era, en absoluto, por la enésima revolución goblin, sino algo mucho más excitante. Ron no pudo evitar sonreírle ampliamente, compartiendo, por la parte que le tocaba como amigo, su ilusión por el día. Y la sonrisa no era una máscara, aunque tuviera una punzada en el corazón cuando pensaba en las razones que tenía ella para estar alegre, más allá de ver al chico que le gustaba. Se alegraba por ella, le gustaba verla tan contenta, tan encandilada, porque estaba feliz, porque estaba preciosa y porque la quería. Aunque no fuera él. Aunque esa felicidad sólo indicara la proximidad de perderla. Si no lo pensaba, si no se permitía revolcarse en autocompasión, casi ni dolía.

Y Hermione se debió de dar cuenta también de lo que él había descubierto, porque se sonrojó y tosió suavemente, mientras le dirigía una mirada cómplice, que Ron imaginó que le quería decir que no mencionara lo que le había confesado el día anterior.

- ¡Bueno! - dijo la chica finalmente, irguiendo la espalda. - Y qué, ¿qué hay de nuevo?

Harry y Ron sacudieron la cabeza, mirándose alternativamente, y el perro que yacía a sus pies removió la cola, expectante.

- No mucho - suspiró Harry. - Los zapatos de Dean tienen un día tonto, hoy.

Ron asintió, con una sonrisa divertida.

- Cómo, ¿¿aún los tiene encantados?? - exclamó Hermione, con los ojos como platos. - ¡¡Pero si es un hechizo sencillísimo!! Se lo expliqué, ¿por qué no me ha hecho caso? Cuando baje se los desencantaré yo misma...

- Creo que le gustan más así - apuntó Ron. - Son bastante divertidos. ¡Deberías verlos bailar claqué!

Hermione respondió con una mirada pícara que confundió al pelirrojo. Venga ya, ¿¿Dean??

Harry siguió comentando a su amiga las peripecias del par de mocasines, pero Ron desconectó. ¿Dean? ¿Era posible?

¿Qué había querido decir con esa mirada? ¿Que le gustaba Dean, que no sería los zapatos lo que miraría si tuviera la oportunidad de entrar en la habitación de los chicos? ¿O que qué curiosos, los zapatos? ¡¿Por qué tenía que encontrarle una explicación relacionada con el romance a todo lo que hacía Hermione?!

Y, otra vez, ella entendió sus pensamientos. Arrugó una ceja y, sin dejar de hablar con Harry, sacudió la cabeza en dirección a Ron. Cuando él, atraído por el movimiento, la miró, ella le sonrió compasivamente.

- No seas tonto - le dijo, sólo moviendo los labios.

- No... - respondió él, de la misma manera y sacudiendo la cabeza suavemente. - ¿Dean...?

Ella volvió a sacudir la cabeza, con una mirada realmente divertida, y Ron suspiró, confuso. Dean no. Pues bueno, mejor. Uno menos qué contar. Pero le quedaba el mismo misterio: si Dean no, ¿quién?

Pero Harry, que, providencialmente distraído por Sirius, no se había dado cuenta de su silencioso intercambio de información, reemprendió la conversación y como, después de haberse perdido el principio, Ron se encontró incapaz de interesarse por lo que decían a esas alturas, dejó, en cambio, que su mente vagara, sin destino concreto, hasta que llegó la profesora a buscarlos.

Aquella tarde el equipo de Quidditch tenía entreno. Fue una gran incógnita durante todo el día y, aunque Harry le preguntó unas cuantas veces a la profesora McGonagall si él podría entrenar, la respuesta no llegó hasta diez minutos antes de la hora en que estaba reservado el campo: el permiso especial para entrenar cada vez que el campo estuviera libre había sido, por supuesto, derogado, a la vista de los últimos acontecimientos, pero Harry podría continuar los entrenamientos normales, siempre y cuando un mínimo de dos profesores cualificados lo acompañaran desde la grada. Y, puesto que tanto Madame Hooch y la profesora de Pociones se habían ofrecido voluntarias para aquella tarde, parecía que no habría ningún problema, al menos para aquella sesión. Eso sí, los espectadores estaban completamente prohibidos, por motivos de mayor seguridad, y Ron y Hermione deberían de quedarse en tierra, al menos aquél día.

Sirius, por supuesto, no estaba dispuesto a alejarse de Harry, así que, tan pronto como Harry salió del comedor para ir al vestuario, el enorme perro se escabulló también hacia el campo, dejando solos a los dos chicos.

- Vaya - se quejó Ron, suspirando. - Seré egoísta, pero me hubiera gustado ir con Harry. No sé de qué ayuda podría ser, pero me siento mejor si estamos cerca.

Hermione le sonrió comprensivamente, y se levantó de la mesa, en la que habían estado haciendo los deberes, con una mueca.

- Los profesores están muy preocupados, ¿eh? - comentó, chasqueando la lengua con preocupación. - Harry es el objetivo principal, y no dejan de protegerlo. Me extraña que lo dejen seguir con el Quidditch. Pero, desde luego, no es el único objetivo, y tú y yo, como sus mejores amigos, no le vamos muy a la zaga... No se pueden arriesgar a tenernos por ahí fuera; la profesora McGonagall tenía razón. ¿Qué quieres que hagamos?

Ron sacudió la cabeza, y miró las cinco filas que se formaban en el pasillo exterior del comedor: a las cuatro respectivas residencias, o a la biblioteca. Había unos cuantos monitores más, ninguno de Gryffindor, con algunos alumnos a su alrededor, y Ron imaginó que eran los que iban al invernadero, o a alguna clase que empezara al cabo de poco.

- ¿Biblioteca - sugirió, mirando las filas críticamente - o sala común?

Hermione lo miró un instante antes de inclinar un hombro y sonreírle.

- Sala común - concluyó. - ¿O tienes que pasar por la biblioteca?

Ron dijo que no y se levantó también. Los dos recogieron sus cosas y las guardaron en sus respectivas mochilas, se las echaron a las espaldas y fueron hasta la fila que los llevaría a la casa.

- Podemos seguir con el trabajo de Transformaciones - reflexionó Ron, en voz alta, mientras esperaban que todos estuvieran en la fila. - Harry y yo no lo hemos vuelto a tocar.

Hermione asintió, distraída.

- Seamus y Dean van a la biblioteca - dijo, escrutando la fila en cuestión. - Y Parvati, y Lavender... Parece que todos van. Vamos a ser casi los únicos de quinto que no vamos.

Ron se encogió de hombros, entendiendo lo que insinuaba la chica.

- Vamos, anda - sugirió, apartándose de la fila con un paso. - En la biblioteca podremos trabajar mejor.

Hermione le miró sorprendida, pero no le siguió.

- Prefiero ir a la sala común - aseguró.

- No lo hagas por mí - la riñó Ron. - De verdad, quiero ir, ¡no me importa!

- Eso no es exactamente lo mismo, Ron - rió la chica. - Pero no es por ti. Quiero que vayamos a la sala común, de verdad.

- Pero casi no hay sitio - recordó el chico. - Ya sabes que las mesas se ocupan muy rápido...

- Quiero ir a la residencia - insistió ella, mirándolo con determinación. - Si quisiera ir a la biblioteca, ¡te lo diría! ¡Vente para acá!

Y, estirando el brazo hacia él, lo cogió por la muñeca y lo devolvió a la fila. Ron le dirigió una sonrisa insegura, pero cedió: si prefería ir a la biblioteca, pues que lo dijera. No pasó mucho antes de que, por fin, partieran hacia la torre, y pronto estaban entrando a través del cuadro. Para su sorpresa, una vez dentro, Hermione no se dirigió hacia las mesas, donde podrían continuar los deberes, sino hacia uno de los sofás vacíos.

- Hermione - dudó él. - ¿No seguimos con los deberes?

- Después - propuso ella. - Hablemos un rato.

Ron bufó, sorprendido. ¿'Hablemos un rato'? Curiosa manera de proponer una conversación. ¿Se encontraría bien? Quizás iba de él, del chico que le gustaba; igual Hermione necesitaba hablar sobre él, pedir consejo, o algo de apoyo. Por eso no había querido ir a la biblioteca, y por eso ahora se sentaba en un sofá. Que no era que no hubieran hecho nunca los deberes en el sofá, pero Hermione prefería hacerlos en una mesa, donde estaba mucho más cómoda y podía mejorar la presentación.

Bueno, era una explicación razonable. Si lo necesitaba, ahí estaría él - era lo que le había dicho, ¿no? Soltó su bolsa en el suelo y se sentó junto a ella.

- Dime - la animó.

Hermione sonrió, sonrojándose.

- ¿Cómo estás, Ron...?

Aproximación lenta, pensó él. Le seguiría el juego hasta que ella se sintiera lo suficientemente cómoda como para hablarle de lo que le preocupaba.

- Bien - respondió, asintiendo levemente.

- ¿Ya estás menos cansado?

Ahora fue Ron quién se ruborizó, avergonzado.

- Sí - musitó. - Pero... Binns... ¿no se ha dado cuenta, verdad...?

- No - aseguró la chica, riendo. - Créeme, ¡no eres el primero que se duerme en su clase!

- No era mi intención - se justificó. - He empezado a pensar en otras cosas, y supongo que, en algún momento...

- No te preocupes - lo tranquilizó la chica, acariciándole confortadoramente el brazo. - No lo ha notado, y, si no dormiste bien ayer, se entiende. Tranquilo.

Ron sonrió suavemente, extremadamente consciente de la mano de ella sobre su extremidad superior.

- Menos mal que no se ha dado cuenta - atinó a decir, por fin.

- Menos mal - coincidió ella. - Aunque sólo te hubieran quitado puntos; no creo que se arriesguen a un castigo, tal y como está la situación.

- No me dejarían solo - asintió Ron. - ¿Y tú? ¿Cómo estás...?

- Nerviosa - suspiró la chica, con las cejas alzadas.

- Intuyo - pensó Ron en voz alta - que no es por los exámenes.

La chica negó lentamente.

- ¿Vas a hacerlo...? - preguntó el pelirrojo, ignorando otra punzada que atenazaba su estómago.

- Eso creo - asintió ella.

- Y no lo ves claro - probó ahora Ron.

- No es eso. No es que lo vea claro, pero creo que puedo asumir el riesgo. Lo que pasa es que... ¡todo cambiará tanto, después! Para bien o para mal, nada será lo mismo. Si me... Si le gusto, porque... bueno. Ya sabes. Y, si no... porque habré estropeado mucho.

- Pero si no te arriesgas - le recordó Ron, ahora rechazando el pensamiento persistente de que cualquier consejo que le diera podría aplicarse a él también - nunca sabrás cómo sería si lo hubieras hecho. No lo habrás intentado. ¡¡Y eres una leona, 'Mione!!

Ella le sonrió, todavía dudando. Una leona, pensó Ron. Bueno, el sombrero la había puesto en Gryffindor y eso debía de querer decir algo, aunque no fuera así en el caso de pelirrojo. Él no se consideraba nada valiente, en contra de lo que decían de los de la residencia roja y dorada, pero quizás era explicable porque él había deseado ir a Gryffindor, sin importar qué, sólo porque sus hermanos iban allí, y él no podía ser menos. Lo había deseado, casi se lo había pedido al sombrero e, incluso si no lo había hecho, seguro que éste lo había visto claramente en su mente. Por tanto, estar en Gryffindor no había sido tanto por mérito propio como por deseo; podía perfectamente ser un cobarde, sin relación. Pero Hermione... Ella no tenía hermanos a qué parecerse, por lo tanto era muy probable que ella sí fuera realmente valiente. Que era la más lista de la clase se daba por sobreentendido, claro, pero lo cierto era que, aparte de demostrar, a través de los años, su increíble capacidad para todas las materias, y el buen uso que de ella hacía, también había demostrado no achicarse ante ningún peligro ni prueba. Sí, él era el gallina del grupo, el que siempre suplicaba a sus amigos que le dijeran que no era verdad, que eso no podía ser, '¿verdad, Harry? Pero eso no puede ser, ¿no, Hermione? Porque... Porque...'

- Me da miedo - musitó Hermione, suavemente, y Ron alargó una mano para consolarla. Ella se la cogió, y el chico le apretó cariñosamente la suya, moviendo los dedos en una caricia casi imperceptible.

- Es normal - la calmó. - No te preocupes, hazlo sólo cuando estés preparada. Tú no sufras; seguro que sale todo bien.

La chica asintió suavemente, y se inclinó hacia delante, alargando los brazos hacia Ron. Antes de que éste pudiera reaccionar, ella lo abrazaba, rodeándole firmemente el cuello.

- Tengo miedo - repetía la chica para cuando Ron reaccionaba y la abrazaba también. - ¿Y si me lo cargo todo...?

- Ssh - hizo él, negando suavemente. - ¿Cómo te lo vas a cargar? Tienes que hacerlo, 'Mione, porque si no, no te lo perdonarás jamás...

Y tú tampoco. Y tú tampoco. ¡Y tú tampoco!

La chica movió la cabeza en un sí mudo, y estuvo escondida en el hombro de Ron durante un buen rato, sin decir ni palabra, mientras Ron hacía callar todos los pensamientos: tanto los que hablaban de cruel destino al estar a punto de perderla sin ni siquiera intentar luchar (¿Qué había dicho, sólo unos días antes? ¿Que lucharía por ella, que no rendiría a la primera de cambio? ¡Sí que se conocía poquito!), como los que hablaban de afecto y adoración, ante la realidad del cuerpo de ella entre sus brazos.

Al cabo de poco, estaba tan convencido de su papel de espectador, de mero ayudante, de amigo que la animaba, que incluso había dejado de notar su dolor, y se alegraba sinceramente por el paso que ella estaba a punto de dar, que podía hacerla muy feliz. Ni siquiera recordaba, o al menos eso se forzaba a creer, la sana envidia que sentía por ella, que sí diría lo que sentía a la persona que le gustaba.

Por fin ella habló, sin moverse, y tan flojito que Ron casi se perdió sus palabras.

- Te quiero - murmuró, contra su jersey.

Ron sonrió y movió la cabeza para acariciar con la barbilla el pelo de ella. Fue un pequeño error sin demasiada importancia real: el movimiento hizo que una lágrima cayera de sus ojos a su mejilla, pero Hermione, escondida aún en él, no lo vería hasta que no se separaran. Si conseguía hacer que se le borraran todas las que, ahora se dio cuenta, luchaban por caer, ella ni siquiera se daría cuenta de que aquello lo estaba destrozando.

Pero era genial como, durante un par de minutos, se había engañado a sí mismo, asegurándose que todo iba bien. ¡Irónico!

- Yo también te quiero - respondió, sin dejar que su pena se tradujera, para nada, en su voz. - Todo irá bien, ya lo verás - le repitió, y le alborotó el pelo.

Le quería. Era más de lo que había conseguido nunca, pero era tan... ¡vacío! En aquellas circunstancias, cuando le buscaba como sostén para atreverse a pedirle a otro (otro, otro siempre) que fuera todo lo que él soñaba ser...

Hermione interrumpió sus pensamientos, abrazándole más fuerte, y él respondió calmándola con caricias en la espalda. Aprovechó, también, para secarse la lágrima, que había caído a su cuello, dejando un rastro frío, de un manotazo, y le volvió a tocar el pelo.

- Todo irá bien - volvió a repetir, cerrando los ojos con fuerza e inclinando la cabeza para hundir la mejilla en el pelo de ella. - Ya lo verás.