El rastro húmedo de la lágrima brillaba suavemente a la luz del fuego. Caía por su mejilla, sólo unos centímetros, y luego saltaba directamente hasta la clavícula, de la cual el jersey dejaba entrever sólo unos centímetros, a la derecha de la nariz de Hermione. Claro que ella, la mejilla, no la veía, pero no necesitaba verla para imaginar de dónde había salido esa lágrima. Ron lloraba. Durante un segundo, tuvo que cerrar los ojos para controlar un fuerte impulso de tranquilizarlo, de borrarla, de dejar de hacerle daño. De volver atrás, de dejar el tema, de conformarse con su plácida amistad.
Ron lloraba. No mucho, quizás sólo era una lágrima refleja, porque la luz del hogar le estuviera haciendo daño, o por tener los ojos resecos. Ni siquiera se le notaba en la voz. Ni siquiera se le había acelerado la respiración. Pero Hermione, que, la verdad, tonta no era, dudaba mucho que fuera nada de eso. Eran pequeños detalles, gestos, miradas ausentes, que se sumaban en... en lo que ella ya había sospechado después de la pelea por Krum. Y esa lágrima, por ejemplo, era mucho más acorde con la explicación sentimental que con la puramente física. Aunque no descartara nada. Después de todo, podía estar leyéndolo todo al revés... otra vez.
Como cuando Krum.
Frotó la mejilla suavemente contra el jersey gris del chico, en una caricia que empezaba a encontrar dolorosamente tierna, y respiró suavemente sobre la tela, con un aliento cálido. Tenía que reunir fuerzas. Él tenía razón: tenía que hacerlo. No se perdonaría jamás si no le decía a Ron lo que sentía. Y tenía que hacerlo mejor, ya que él no había entendido aquél primer 'te quiero', que no había querido ser nada amistoso, por mucho que él lo malinterpretara.
Pero le costaba decidirse, le costaba coger fuerzas. Aún le quedaban dudas. ¿Y si él no sentía lo mismo? ¿¿Y si estaba de nuevo malinterpretando los signos??
Lo había creído enamorado durante meses, esperando que se le declarara, y se había acabado por rendir a la evidencia cuando él no demostraba ninguna otra emoción. Y entonces también había creído estar segura. ¿Por qué no podía estarse equivocando ahora también?
Su esperanza había cobrado alas la mañana anterior, cuando había visto la mirada perdida de Ron y su expresión de desolación ante la confesión de sus sentimientos por un chico. Durante todo aquél día, aun distraídos por la llegada de Sirius, la chica se había convencido más de esa primera impresión de la pena de él, ante un Ron callado y taciturno. Que, además, no había podido casi dormir. ¿No era todo eso algo sospechoso? ¿No era casi como si... volviera a estar celoso?
Pero no cometía los mismos errores. Después de una maltrecha relación, tan vergonzosos y callados, por su reacción del invierno pasado ante Krum, ahora Ron se calmaba, se mantenía cerca, intentaba ayudar. Él mismo lo había dicho: estaba madurando.
Pero, por otra parte... era Ron. ¿Cómo era posible que, siendo como era, hubiera estado enamorado de ella durante casi un año, y se lo hubiera podido callar...?
No era suficiente, pensó con angustia. Ella no era suficiente para Ron, ella no era más que la empollona, la que sobraba, la que nadie querría jamás porque creerían que estaba demasiado ocupada entre los libros. Ron ni siquiera se habría fijado en ella, Ron ni siquiera la habría visto, seguro que lo de Krum era sólo porque era Krum y lo del día anterior era sólo porque, quizás, le había dado envidia que tanto Harry como ella hubieran encontrado alguien en quién fijarse, y él aún no. ¡Quizás había entendido toda la carga de ese 'te quiero', y lo había dejado pasar como amistoso, sólo para no hacerlo todo más incómodo! Y, con ese 'todo irá bien', igual los estaba calmando a los dos...
Por suerte, los ataques de pánico de Hermione no duraban demasiado, y nunca llegaba a desesperarse mucho antes de que triunfara la razón sobre el miedo. Ron igual no la quería, pero había muchos signos de que no era así, y, fuera como fuera, tendría que arriesgarse. No podían seguir así y, si no se querían, al menos serían sinceros, y no se callarían nada. Y tanto, ¡tenía que hacerlo!
Así que, mientras volvía a sopesar lo que le decía que Ron la correspondía, comenzó a buscar una manera de decirle lo que sentía para que lo entendiera, sin asomo de dudas. Ron era tan inocente, de una manera dulce y sencilla, que, probablemente, ni siquiera había considerado que ese 'te quiero' pudiera tener implicaciones. Tendría que ser más rotunda, más directa, más...
Porque lo quería. Lo quería mucho, y no quería hacerlo sufrir, no quería que la animara pensando que era otro quién le gustaba, no quería ver más lágrimas en su cuello. Cerró los ojos, con fuerza, y se preparó para impulsar su peso hacia arriba. Lo quería. Lo quería.
Y sabía lo que tenía que hacer, para que no hubiera dudas. Primero, una pierna flexionada, cambiar su peso a la otra, separarse suavemente del abrazo al cuello del chico. Luego, determinación, una inspiración profunda, y...
No abrió los ojos en ningún momento, pero la posición del cuerpo de Ron, al que aún estaba abrazada, la guió sin demasiados problemas. Estiró la pierna que había flexionado y se apoyó en ella, lo que la puso al nivel del chico, y se inclinó adelante, hasta que chocó literalmente con él.
Y... Bueno, no fue un gran beso.
No. Pero... ¡cómo se sentía! ¡¡Quemaba!! Le quemaban los labios, apretados contra los de Ron, las dos bocas cerradas, las manos de él rodeándola casi sin fuerzas, las de ella apretándolo fuerte, posesivamente. Le quemaba el pecho, le quemaba el estómago, todo era una calidez suave y envolvente, y la rotunda certeza de que se podría pasar toda la vida con Ron, tan juntos, tan unidos. ¡Lo quería!
Pero, un momento... ¿unidos?
Algo fallaba, y tuvo unos instantes de pánico, con la angustia cortándole la respiración, antes de entender qué pasaba. Era un beso inexperto, era un beso ingenuo y suave, más un enfrentamiento frontal que un beso de verdad. Era como besarlo en la mejilla, pero en los labios. Era como si ella...
Ella. Ahí estaba todo: ella. Ella le estaba besando, pero Ron no hacía nada, Ron no respondía, ni para bien ni para mal. Ni siquiera se quejaba y, ahora se dio cuenta Hermione, lo estaba estrechando tan fuerte que el pobre chico era posible que no pudiera ni respirar. Azorada, abrió los ojos de golpe, para encontrarse la cara de Ron tan cerca de la suya que ni siquiera podía verle los dos ojos a la vez. Claro que, de hecho, tampoco lo necesitó para entender su expresión: puro pánico, ojos redondos, cejas alzadas, arrugas en la frente. Pánico. Y vergüenza, dentro de ella, una vergüenza acaparadora, que la hizo separarse por completo de él, sin ni siquiera tener que pensarlo, soltar el abrazo y cambiar el peso de una pierna a la otra para volver a sentarse en el sofá. ¡Había besado a Ron! ¡Había besado a Ron! ¡Había besado a Ron! ¡¡¿Qué había hecho?!!
Sacudida por el pavor, se escondió en el hombro de Ron, donde antes había estado refugiada, para ocultar su turbación. ¡Dios, qué vergüenza! Qué vergüenza, besar a Ron así y que él no respondiera, en absoluto, besarlo tanto, ir tan directa, dar tanto por supuesto, ¡¡¿no podía habérselo dicho, y ya?!! ¡¿O una carta?! Ninguna reacción, ninguna reacción. Ninguna...
- 'Mione - oyó que Ron la llamaba, en un murmullo.
- Ron - musitó ella, sin voz, apretándose contra su hombro mientras buscaba alguna manera de hacer que se la tragara la tierra. - ¡Perdona, perdona, perdona...! Yo... yo... no sé qué...
- 'Mione - la volvió a llamar él, interrumpiéndola. - Mírame...
La chica sacudió la cabeza.
- Ahora no... - suplicó. - Me siento muy... mal... Yo... pensaba que... que...
Ron la abrazó, rodeándola protectoramente.
- Cuando quieras - la tranquilizó, y le besó suavemente el pelo. - Pero... p-pero... me... me volverás a... besar... ¿verdad?
Hermione se incorporó y miró al chico, sin entenderlo. ¿Volverle a besar? ¡Pero si no había querido que lo hiciera la primera vez, no había demostrado querer que siguiese...!
- Te quiero - musitó él, cuando sus ojos se cruzaron. - Te quiero mucho, Hermione.
Y, antes de poderse dar cuenta, Hermione veía otra vez la cara de Ron demasiado cerca como para enfocarla, y esta vez era él el que la buscaba, el que rozaba su nariz con la suya propia, incitándola, pidiendo permiso, con la boca entreabierta y la mirada fija en los labios de la chica. El ardor volvió a su cuerpo, ahora acompañado de unas excitantes cosquillas en los labios, que el juego de Ron acrecentaba rápidamente.
- ¿Me volverás a besar...? - repitió el chico, muy flojito, fregando sus labios contra ella en cada oclusiva, tan suavemente que casi era una tortura. - Te quiero. Me... encantas. Pensaba que era otro y... no lo esperaba. No es que no lo quiera. Me ha sorprendido. Sólo eso.
Ella sonrió, mirándolo a los ojos, y asintió rápidamente.
- Sí - dijo, sintiéndose débil de tan feliz. - S-si tú... también...
Pero él no la dejó acabar y, habiendo entendido lo que quería decir, la acercó a él para besarla, por primera vez, un beso de verdad, tímido y casi un ensayo, pero increíble. Casi como si fuera a hacerla estallar de felicidad.
- Te quiero - susurró ella, separándose de los labios de él sólo un instante. - Tú también me encantas. Nunca habrá ningún otro.
Porque ella había estado en lo cierto, pensó con alegría, mientras Ron respondía a su confesión con entusiasmo en un abrazo todavía más fuerte, lleno de besos de fuego por toda la cara. No se había equivocado respecto a lo que él sentía, y, en efecto, todo el rato había creído que la animaba a ir a otro; eso mismo había pensado el día anterior, cuando se lo había confesado, y eso mismo había pasado con Krum... Radiante, le devolvió los besos con aún más ímpetu. Todo había salido bien; Ron tenía razón, ¡todo había salido bien!
Estuvieron casi dos horas en el sofá, abrazados y hablando en susurros, mirándose a los ojos con idénticas expresiones de euforia incrédula, hasta que se hubieron confesado todo lo que escondían los meses anteriores. Ron le dijo que odiaba a Krum, que no dejaría nunca que se la volvieran a quitar delante de las narices, que lo había pasado fatal todo el verano, profundamente avergonzado por el pésimo control de sus sentimientos que había demostrado y temiendo, no sólo que lo odiara ella, sino que, además, Krum avanzara posiciones con ella, posiciones que él creía no poder alcanzar jamás. A lo que Hermione respondió que estar tan celoso de Krum era una de las cosas más bonitas que había hecho jamás (y Ron enrojeció furiosamente, mirándola con una ceja alzada), y le confesó que había esperado una cita durante todo el verano, y luego, en el colegio. Hasta que se dio por vencida, explicó con una mueca, porque era imposible que Ron hubiera aguantado tanto tiempo loco por ella sin decírselo; o sea, que pensó que no debía de sentir nada. El chico puso los ojos en blanco, horrorizado de su propio comportamiento, tan ridículo si se tenía en cuenta lo que ella ya sospechaba, y se quejó del tiempo perdido. Y, por fin, se pusieron a hablar del futuro: de las tardes juntos, de cómo se lo dirían a Harry (nada especial, porque probablemente se daría cuenta nada más entrar por la puerta y verlos tan cariñosos, pero les iba bien hablar sobre ello para prepararse psicológicamente), de cómo Ron iría siempre con ella a la biblioteca, a lo que la chica protestó rotundamente, quejándose de que se sintiera obligado a ir con ella y asegurando que podía seguir siendo él mismo, y haciendo lo mismo.
- Pero iré contigo, 'Mione - repitió Ron, mirándola a los ojos con una sonrisa determinada. - Quiero estar siempre contigo.
- Pero no hace falta que vayamos a la biblioteca - protestó ella de nuevo. - No quiero que te aburras, Ron...
- No me aburro - le aseguró él. - Además, tú harás de mí un buen chico. Estudiaré cada día, me prepararé muy bien para los exámenes... ¡¡Y, a final de curso, mamá te regalará un pastel enoooooorme para agradecerte mis buenas notas!!
Hermione le pegó suavemente y le echó en cara, entre risas, que se aprovechara de ella para mejorar sus notas, pero se sentía tan feliz de estar finalmente con Ron que la riña no le duró nada, y pronto estaba apoyada en él, abrazándolo, y seguían hablando de lo que vendría. Pasarían el verano en la Madriguera y en casa de Hermione, pero juntos, que, coincidieron, era muy doloroso estar separados, y...
Y Fred y George, apuntó la chica mentalmente en cuanto vio a los chicos del equipo cruzar el agujero del cuadro, se reirían de ellos sin piedad. Pero, como dijo Ron cuando ella se lo comentó, justo antes de besarla apasionadamente, ante las caras boquiabiertas de todos los miembros del equipo:
- ¡Que Aragog y sus hijitos invadan Hogwarts si me importa, 'Mione! Te quiero, ¡¡y punto!!
Pues eso... Y punto. ¡Esto se acabó! Gracias a todos los que habéis llegado hasta aquí. Yo, por mi parte, ¡me lo he pasado genial!
