El Azar

" …Catástrofes celestes tiran al mundo escombros,

Alas rotas, laúdes, cuerdas de arpas,

Restos de ángeles… "

***

Julia Vanoyeke. Ese era su nuevo nombre. Por muy horrible que le pareciera todo. El azar había querido eso… eso… y eso era tan horrible a su parecer. ¿Qué sería de su destino? Una vez lo tuvo claro, pero ya era pasado.

Se volvió a sentar en aquel banco de madera. Le encantaba aquel rinconcito del jardín… Siempre, siempre que había estado triste había acudido a ese lugar para reconfortarse. Sin embargo ahora… Ese lugar todavía le producía más nostalgia.

Estaban en Otoño. Y las hojas del árbol de ramas caídas empezaban a amarillear. Pronto secarían del todo y caerían. Todo aquello le producía más agonía aún.

Pan, bajó del árbol y se le apretó fuerte al cuello como signo de afecto. Aquel misterioso chico le había alegrado la vida la última semana. Desde que había aparecido, había conseguido grandes proezas con el aletiómetro. Sus compañeras decían que eso solo había sido un golpe de suerte. Pero ella principalmente no creía en ella. No le gustaba la idea de que pudieran controlar su vida… No. Odiaba el destino. Ocurrió una vez, no más.

Pero aquel chico…

¿Qué hacía pensando en él? Vale que era raro, pero no le gustaba. ¿Y Will? ¿Se acordaría de ella?

Era en ese mismo lugar dónde hacía cinco años había abierto una ventana, para luego cerrarla y no volverse a ver jamás.

Esa agonía acababa con ella. Debía marcharse de ahí.

Se levantó del banco de madera para abandonarlo definitivamente, cuando…

Ocurrió algo inesperado.

El gigantesco árbol de ramas caídas se iluminó con una tonalidad blanca que le hizo daño a la vista. Y de allí apareció como si nada Sean: Su amuleto de la suerte en cuanto a lectura de aletiómetro.

- ¡¿Sean?! - alcanzó a preguntar bastante asombrada y confundida. - ¿Acabas de salir de ese árbol?

El chico no tenía muy buena cara. Habría jurado que estaba más pálido de lo normal de no ser que era albino. Pero se le veía agobiado. Nervioso. Casi temblaba. Y al verla allí, su expresión todavía fue más preocupante.

- Esto… Hola. - sonrió. - Hola de nuevo.

- ¿Cómo lo has hecho? - insistió impresionada. Y se dirigió hacia el árbol para tocar su corteza.

- Bueno, supongo que como tú fuiste la nueva Eva… podría explicártelo, aunque he de reconocer que es una historia larguísima. - dijo torpemente. - Y eres un ser inferior… no creo que la entendieras…

- ¿Qué? ¿De qué estás hablando? ¿Có… Cómo has sabido tú eso?

- ¿Saber el qué? - preguntó haciéndose el loco.

- ¡Lo de Eva!

- ¿Qué Eva?

La chica se quedó callada unos instantes y luego replicó:

- ¡Me estás confundiendo a propósito Sean! ¿Quién eres? ¿Cómo has atravesado el árbol? ¿Cómo sabías lo de Eva? ¿Qué haces aquí? Y sobre todo… ¿Hay en el árbol una ventana hacia otro mundo?

Ahora fue el llamado Sean Luck quien quedó con los ojos como platos.

- ¿Ventana? ¡En los árboles no hay ventanas!

La nueva Vanoyeke enmudeció al oír esto. Esta vez no le había tomado el pelo. Sencillamente le había parecido totalmente ilógico lo que acababa de decir, lo cual no era nada grave por que en cierta forma sí lo era. Así pues decidió abandonar ese lugar, antes de que se volviera más loca aún. Ese tipo de alucinaciones no eran buenas.

Marchó sin despedirse por el sendero de hojarasca, cuando calló en un detalle. Insignificante pero…

Pan estaba todavía en su cuello. ¿Dónde estaba el daimonion de Sean?

- Puedo preguntarte otra cosa más, Luck? - aventajó ella de pronto.

- Claro. - contestó el chico, ahora un poco más animado.

- ¿Y tu daimonion?

- ¿Mi qué? - preguntó extrañado. - ¿Qué es un dei… dai… monio?

- ¡Lo sabía! ¡Tú no eres de este mundo! Por eso no sabes que es un daimonion. Pero… Creí que los ángeles cerraron todas las ventanas. ¿Cómo has llegado?

A Sean se le iluminaron los ojos al escuchar esto.

- ¡Ah! ¡Te refieres a la postguerra con la autoridad! Sí, los ángeles cerraron todas las alineaciones entre proyectantes.

- ¿Entonces? - pero volvió a enmudecer. ¿Qué es lo que hacía hablando sobre esos temas con un chico al que no conocía de nada? Y lo más extraño aún: él parecía llevar la conversación, como si estuvieran hablando de lo mucho que se habían divertido el otro día por la tarde. - ¿Y cómo sabes tú todo eso? Aunque seas de otro mundo… que es lo que parece. ¿Y qué haces aquí? ¿Por qué estás hablando conmigo?

- Bueno. - reflexionó. - Al parecer lo que tú llamas mundo, yo lo llamo proyectante. Vengo de la ciudad de Althlaron y estoy huyendo porque según el Clan, los he traicionado. Y mira tú por dónde que la alineación a todos los proyectantes… me ha llevado a este sitio. Y justo tenías que estar aquí. Y justo tenías que ponerte a hablar conmigo de estos temas que no incumben a los seres inferiores.

Lengua de plata no había entendido ni la mitad. ¿La acababa de llamar inferior? De todas formas le siguió la conversación muy interesada.

- Entonces eso es mucha casualidad ¿no?

- Yo no lo llamaría así. No creo que la buena parte de Casualidad me quiera apoyar en estos momentos.

La hermosa joven de cabellos dorados seguía sin comprender.

- Entonces vienes de Althlaron… que es otro mundo distinto al mío.

- Podría decirse que sí.

- Y has llegado atravesando el árbol… y no hay una ventana en el árbol…

- No. Pero hay una alineación.

- ¿Qué quieres decir exactamente con eso de alineación?

- Las alineaciones no son otra cosa si no un objeto, planta, paisaje… que se encuentra idéntico en otro proyectante. Ya sabes, tiene que estar exactamente en la misma posición, debe de tener las mismas marcas… ¡Para que estén perfectamente alineados! Cuando esto ocurre se puede abrir la alineación a ese otro proyectante en la que se encuentre. Por ejemplo: Este árbol se encuentra idéntico en todos y cada uno de los proyectantes, y un ser como yo, puede viajar a través de él con sólo abrir la alineación.

- ¡Creo que lo entiendo!- exclamó la chica. - Este banco de madera también se encontraba en el mundo de Will… ¡Entonces tú podrías abrir una… alineación y viajar a su mundo!

- ¡Exacto! - le contestó.

- ¿Puedes abrirla para que yo pase? - preguntó sin querer, como la que no quiere la cosa.

- Podría. Pero tú no puedes atravesar la materia. No puedes atravesar el banco. Y además esta prohibido cambiar de proyectante.

- Pues tú lo has hecho. - le reprochó esta.

- Lo sé… por eso ahora me persiguen… - admitió arrepentido.

Fue entonces cuando ella comprendió por qué su expresión era esa al principio. Pero ahora… parecía más triste. No lo conocía, pero sentía como si se hubieran encontrado ya varias veces. Le daba la impresión de que la había ayudado en innumerables ocasiones… Ahora ella debía devolverle el favor. ¿Pero cómo?

- ¿Quién te persigue? ¿Puedo ayudarte? - dijo esta acercándose a él. Pan le susurró al oído: "No sabes si es de fiar. No te metas en más problemas Lyra, por favor." Pero ella le contestó: "Sé que hago lo correcto".

- Me persigue mi Clan. Toda la ciudad entera de Althlaron… Risa y yo… - enmudeció. - ¡Risa! - exclamó angustiado. - ¡He dejado a Risa allá! Se podría venir aquí… ¡He de ir a por ella!

Y dicho esto dio media vuelta y se dirigió velozmente hacia el árbol de ramas caídas.

- ¿Risa? ¿Quién es Risa? ¡Espera Sean! ¡Quiero saber más cosas! - lo siguió.

Pero este no pudo llegar muy lejos. Justo cuando iba a atravesar la corteza del árbol… Se chocó fuertemente contra él y cayó al suelo de espaldas, manchándose sus ropas blanquecinas con barro y hojas secas.

Lyra se hubiera reído, pero este no fue el caso. En lugar de eso corrió preocupada hacia él y lo ayudó a incorporarse.

- ¿Qué es lo que ha ocurrido? - le preguntó al chico, que todavía se frotaba la frente desconcertado.

- ¡Han cerrado la alineación! - gritó desesperado. - ¡Saben que he entrado por aquí! Y Risa era la única que lo sabía… ¡La han descubierto! - de pronto el chico comenzó a llorar. - No quiero ni pensar lo que le pueden hacer…

- Va… tranquilo… - le consoló Lyra, abrazándolo fuerte. - Seguro que se puede solucionar.

- No… no se puede… Tendría que volver allí y la han cerrado…

- ¿Y cómo han podido hacer eso?

- Cambiando el árbol de posición, arrancándolo, o vete a saber que barbaridad.

Lyra se quedó pensativa un instante. Seguía abrazando a aquel chico, y eso a Pan no le hacía ninguna gracia. Debía de ser horrible lo que le había pasado…

- Escucha, ¿Y si buscarás otra alineación de esas para volver a tu ciudad? ¿O no era eso lo que querías? - propuso ella.

El chico dejó de llorar. Se frotó los ojos con la manga y pestañeó rápidamente. ¿Cómo no se le había ocurrido antes?

- ¡Sí! - exclamó sorprendido. - Tan solo tengo que… buscar otra alineación a Althlaron, buscar a Risa, rescatarla y… ¡Y luego ya se verá! - se convenció. Se incorporó y volvió a echar a correr como si nada hubiera pasado. Tan solo cuando estuvo ya a varia distancia de la chica, se giró y le gritó: - ¡Muchas gracias Julia Vanoyeke!

- ¡YO NO ME LLAMO ASÍ! - le replicó esta desde la lejanía. Pero luego pensándoselo mejor, echó a correr tras suyo. - ¡Espera Sean! ¡Espérame! ¿A dónde vas? Quiero saber más cosas…

El llamado Sean era demasiado ágil y veloz para ella. Y eso en buena parte se debía a las faldas largas y estrechas que le llegaban hasta el suelo. Se las arremangó y descalzó sus botas de tacón para que la persecución le resultara más fácil, dejándolas tiradas en mitad de la calle (luego ya iría a por ellas). Durante estos últimos años se había convertido en toda una señorita, sin embargo, había momentos en que era conveniente olvidar todo lo aprendido. Aquel era uno de ellos.

- ¡No me sigas! - le decía este, sin ni si quiera girar la cabeza. - No podrás ir dónde yo. Ahórrate la carrera.

Pero ella no le hizo ningún caso. Y recorrieron así callejuelas estrechas, anchas avenidas, sin importarles el qué dirán de la gente que se quedaba mirándolos. Y así, llegaron a un hermoso parque, y siguieron un buen rato: entre los árboles, atravesando el césped, saltando los bancos ocupados por empalagosos enamorados que parecía que se devoraban entre sí… hasta que Sean se detuvo de golpe.

Lyra y Pan también se detuvieron al comprobar que el chico había dejado de correr. Estaban exhaustos tras aquella persecución. Jadeando y sudorosos, anduvieron casi sin fuerzas hacia el lugar donde Sean Luck se encontraba.

Cual fue su sorpresa cuando alcanzaron a ver su rostro, que pudieron observar con claridad cómo el chico se encontraba en perfectas condiciones. No parecía cansado en absoluto. Ni una gota de sudor resbalaba por su frente. Aquel chico de ojos azules no podía ser humano… Llevaban tanto tiempo corriendo que el manto de la noche ya comenzaba a cubrir el cielo.

- ¡Estás loco! - dijo Lyra finalmente. - Parece… que el corazón… me vaya a explotar. - jadeó.

- Te dije que no me siguieras. - fue su única contestación.

Lyra miró pensativa al muchacho. Se había detenido justo delante de un lago y tenía la vista totalmente clavada en el agua. En las suaves olas que formaba la luna sobre su oscura superficie.

- ¿Por qué te has detenido aquí? - preguntó esta.

- No encuentro nada. - le contestó. Lyra no comprendió. - Me refiero a que en mi ciudad, no existen este tipo de cosas. Es una fortaleza. No hay parques, ni edificios, ni árboles… solo pasillos y cámaras. Es una ciudad cerrada. Se ha conservado algún jardín interior… pero aún así, es muy difícil encontrar una alineación a Althlaron.

- ¿Qué vas a hacer ahora?

- Este lago… también está en Althlaron. - Sonrió. - Acostumbran a dejar las zonas de agua.

- Pues si está, puedes alinearlo, ¿no?

- No lo sé. - admitió muy serio. - El agua es muy variable. Esta en continuo movimiento… no creo que consiga alinearlo.

Aún todo eso, se agachó en la orilla y tocó la superficie con sumo cuidado. Al instante, todo el lago se tornó de color blanco perlado muy brillante. Esto solo duró unos segundos, pero bastó para llamar la atención de las parejas que estaban acomodadas allí, y que al instante se levantaron para cotillear.

- ¡Ha funcionado! - exclamó Sean contentísimo. - Voy a volver a buscar a Risa.

Y dicho esto, tomó un gran impulso y se lanzó al agua.

Lyra escuchó como varias personas le gritaban o juraban sorprendidas. También creyó que había atravesado la alineación y regresado a su ciudad, mas a los pocos segundos, la cabeza de Sean asomó bien entrado el lago y gritó:

- ¡El agua! ¡Me quemo! ¡Está congelada! - tosió. Braceaba torpemente intentando mantenerse a flote. ¡No sabía nadar!

A Lyra le dio un vuelco el corazón, y notó como Pan se mostraba nervioso moviéndose de un lado a otro y dándo vueltas sin parar.

- ¡¿Pero qué es lo que ha hecho ese tío?! - gritó emocionado un chaval, que se había acercado a dónde Lyra. - ¡Se quiere suicidar! ¡Este lago provoca la muerte! ¡Por congelación!

- ¿Qué? - exclamó ella perpleja. De haberlo sabido lo habría detenido.

- Si lo que oyes… Mira el cartel. - le señaló. - Yo no me baño ahí…

Lyra miró hacia el punto dónde le señalaba el joven: PROHIBIDO BAÑARSE. PELIGRO DE MUERTE.

- ¡¡SEAN!! - gritó desesperada. Y sin saber muy bien lo que hacía se lanzó al agua en su busca, con Pan agarrado a su cuello.

Su primer contacto con la superficie del agua, solo puede ser comparable a lo que se siente cuando se te clavan millones de cuchillos afilados a la vez. Intentó nadar… aunque aquel frío dolor le oprimía el pecho y le impedía pensar con claridad. Avanzó a tientas en aquella agobiante oscuridad hasta que… una figura blanca apareció como flotando delante de ella. Parecía un ángel. Se aferró a aquellas ropas blancas y gaseosas que volaban a un compás imperceptible, e intentó mover el cuerpo inerte de Luck.

Fue totalmente inútil. Perdía la consciencia. Había una gran luz blanca rodeándolos. ¿Iban a morir? Lo último que gritó su mente en silencio fue un nombre… Will…

***

La noche era clara en aquel lugar. Silenciosa… apartada del bullicio del tráfico y la ciudad. La luna se veía toda radiante en el cielo azul estrellado, y reflejaba su silueta en el lago. Y allí en el parque, sentados bajo el abrigo de los árboles, John y Mary contemplaban las estrellas.

- Es ya un poco tarde. - sonrió esta a su marido. - Deberíamos volver a casa o no cenaremos.

- Sí… Aunque no me apetece nada. - bostezó John, intentando despertar de su aletargo. De pronto su vista recayó sin querer en un punto del lago. Algo le llamó la atención.

- ¿Te ocurre algo, cariño? - preguntó Mary al ver el semblante apagado de John.

- Fíjate ahí, en el lago… ¿No hay alguien?

Mary agudizó la vista y al ver lo que ocurría se acercó al lugar precipitadamente.

- ¡Dios mío! - exclamó, al verlos. - ¿Qué les ha ocurrido?

Un chico de unos dieciséis años totalmente empapado y vestido de blanco, transportaba el cuerpo inmóvil de una chica de su misma edad.

Él parecía encontrarse en perfecto estado, sin embargo, la joven que cargaba mostraba los labios morados… Y algo que le llamó la atención: Iba descalza.

- ¿Qué ha ocurrido?- insistió, cuando el chico llegó a la orilla.

Pero él no contestó. Miró asombrado a su alrededor. Luego miró a la chica y acto seguido la superficie del lago. Parecía pensativo…

- ¿Se encuentran bien? - le preguntó John.

- ¿Dónde estamos? ¡Esto no es Althlaron! - le gritó el chico, sin previo aviso.

Mary y John se miraron confundidos.

- ¿Qué le ocurre a la chica? ¿Qué le ha pasado? - dijo Mary, intentando pensar sólo en lo que importaba.

- Se tiró al agua para seguirme. - confesó el chico. Y dicho esto la dejó con delicadeza en el suelo. Cuando vio que el hombre se inclinaba hacia ella, la protegió con su cuerpo, desafiando a John con la mirada.

- Tranquilo. Soy médico.

Pero el chico no se movió.

- No le va a hacer nada. - le explicó Mary. - Solo quiere ayudar.

Aunque poco convencido, el chico albino, se hizo a un lado para que el doctor pudiera hacer su trabajo.

- ¿Qué es este animal que tiene agarrado al cuello? - preguntó sorprendido.

- No… no lo sé. - respondió Luck. - Siempre que la he visto iba con ella. - explicó. Y cuando vio que John iba a cogerlo y apartarlo…

- ¡NOOOOOOO! - gritó el chico. - ¡NO puede hacer eso! ¡Está prohibido! - y fue él el que tomó al peludo animalillo entre los brazos.

A cada segundo que pasaba, John y Mary encontraban más extraña la actitud del chico.

- ¿Cómo te llamas? - le preguntó Mary, mientras John intentaba reanimar a la chica.

- Suerte.

Mary abrió los ojos escéptica.

- Pero ella me ha llamado siempre Sean. Sean Luck.

- Vaya. Pues lo que os ha ocurrido hace honor a tu nombre… Habéis tenido mucha suerte de encontrarnos aquí. John es un médico muy bueno. Ya verás como no le ocurre nada a tu amiga.

Pero este no dijo nada. Seguía mirando a la muchacha. Acariciando al animal que tenía entre sus brazos, que parecía tan ausente como ella. De pronto, su húmedo hocico husmeó la brisa nocturna y acarició suavemente los dedos de Sean. Este sonrió.

- ¡Esta volviendo en sí! - anunció John.

Mary y Sean se acercaron más.

- ¡WILL! - gritó de pronto ella abriendo los ojos. Pero ese desgarrador grito se desvaneció y volvió a entornar los párpados.

- ¡Chiquilla despierta! - la reanimaban.

- Julia… No me dijiste como te llamabas realmente. - dijo Sean agachándose a su lado y tomándola de la mano. Esta volvió a abrir los ojos.

- ¿Eres un ángel? - le preguntó.

- No. - sonrió. - Soy mucho más que eso.

- Hace frío… - tiritó.

- Te caíste al lago, cielo. - la tranquilizó Mary. - ¿Por qué no te pones en pié y os llevamos a vuestra casa?

La chica obedeció. Y con ayuda de aquellas personas tan amables consiguió algo de estabilidad.

- Todavía no comprendo qué es lo que hacías descalza… - murmuraba John.

- Bueno chicos, yo soy Mary y este es mi marido John Harawd.

- Mucho gusto. - dijo esta tendiéndoles la mano. Sean en cambio permanecía distante.

- ¿Cómo te llamas preciosa? - le preguntó Mary.

La joven miró nerviosa los sonrientes ojos de la mujer… luego observó a su marido… y por último en Sean, el cual estaba apartado y todavía con Pan en sus brazos. Tragó saliva y se apartó un mechón de pelo que le caía a los ojos detrás de la oreja. Luego, con una voz que parecía a punto de llorar balbuceó:

- No me acuerdo. No recuerdo nada… - y miró el sitio dónde se encontraba y las caras de aquellas personas. Había algún rasgo conocido en ellas pero… no, no sabía reconocerlas. - No sé dónde me encuentro ni quienes son ustedes.

Los tres observaron a la chica con asombro. ¡Había perdido la memoria!

La marta que sostenía Sean en brazos se le escabulló y escaló de nuevo a los hombros de su querida Lyra.

- ¿De veras no recuerdas nada? - insistió Mary preocupada.

Lyra miró a los ojos a aquella mujer y luego negó lentamente con la cabeza.

- ¡Válgame Dios! ¿Y qué vamos a hacer ahora? - exclamó.

- Bueno, supongo que el chico sí sabrá dónde vive y cual es su nombre… - murmuró John, inseguro y mirando de reojo a Sean.

- Ella me dijo después que no se llamaba Julia Vanoyeke, pero por la mañana me dijo que se llamaba así, aunque yo la había llamado de siempre Eva por lo de la profecía de Premonición.

La pareja volvió a mirar al chico con una expresión que reflejaba extrañeza e incluso miedo. ¿De qué les estaría hablando?

- Bueno… - admitió Mary a duras penas. Las palabras de ese chico eran duras de digerir. - ¿Y sabes dónde vive? O quizá… ¿Dónde vives tú?

- Sí. Pero vivimos muy lejos y cerca al mismo tiempo. Los dos somos de otro proyectante, que a su vez es distinto entre sí del nuestro propio, y del vuestro, claro está.

- No. No está claro. - le corrigió John. - pero que nada claro.

- Bueno pero… ¡No podemos dejarlos aquí tirados! Habrá que llevarlos a algún sitio. - propuso Mary.

- Tienes razón… - corroboró John, mirando una vez más los pies descalzos de la chica.

Fin del segundo capítulo

Espero que os haya gustado. Muy pronto pondré el tercero.