Capítulo 2do: Cruzando el prado de Beorn y llegada al reino.

Aquel mismo mediodía llegaron a los lindes del Bosque Negro, el reino de los elfos del oeste, donde también residían hombres no muy lejos del reino y enanos en las orillas del Río del Bosque, los cuales habían establecido amistad entre entre ellos poco después de la Guerra de los Cinco Ejércitos, ocurrida hará más de medio siglo en lo alto de la Montaña Solitaria.

Tras tres días de viaje monótonos y silenciosos (pues los hobbits no habían vuelto a bromear ni a montar escándalo desde que murió Gandalf) siempre teniendo a la vista los lindes del bosque, llegaron a un hermoso prado donde crecían flores de trébol, algunas rosadas y purpúreas, y otras más pequeñas de color blanco que olían a miel. También estaba lleno de robles; algunos jóvenes, otros viejos altos y robustos, y pronto se encontraron con un seto de espinos. Habían llegado al hogar de Beorn.

"Bilbo me habló alguna vez de Beorn" - dijo Frodo - "Me contó que es un hombre de gran tamaño, pero que puede convertirse en un peligroso oso de increíble poder, cuyos enemigos no pueden escapar de sus garras. Me contó también que si una vez entraba en su prado, que no esperase ser bienvenido. Él posee muchos huertos, colmenas de abejas y cría ganado y caballos; no permite que la gente arranque los frutos de sus plantas ni robe o maltrate a sus animales. No es muy cortés que digamos y no le gustan los desconocidos. A demás, es muy fácil hacer que se enfurezca, aun sin no tener intención de hacerlo; y si se enfada puede resultar muy desagradable." - los hobbits miraron a Frodo boquiabiertos -"Aunque es muy amable si está de buen humor" - añadió para tranquilizar a sus amigos.

"¿Y entonces qué hacemos nosotros aquí?" - musitó Merry - "¿No sería mejor que diéramos un rodeo?"

"Vamos, señor Brandigamo, no debemos demorarnos mucho. Lo mejor es que crucemos el prado sin causar problemas y lleguemos lo antes posible al Paso de los Elfos" - dijo Aragorn poniéndose en marcha otra vez. La Compañía le siguió, Merry, Pippin, Sam y Gimli echando un suspiro desanimados; no les apetecía nada tener que encontrarse con ése Beorn.

Cuando hubieron cruzado los primeros robles, empezaron a oír un zumbido en el aire, que se fue acrecentando cada vez más hasta ser casi insoportable. Gimli, que no aguantaba el incesante ruido, se tapó las orejas.

"¿Pero qué es ese ruido?" preguntó con voz grave.

"Abejas" - respondió Legolas - "cientos de abejas, pero ellas no son lo que me preocupa"

"¿Y qué es?" - preguntó Gimli con sarcasmo. Aragorn se dio la vuelta para mirar al elfo.

"Man cenich, Legolas?" Legolas señaló a su derecha moviendo los ojos.

"Varios osos nos llevan siguiendo desde hace un rato" dijo en voz baja. Los demás se incomodaron y empezaron a mirar de un lado a otro.

"No les prestéis atención" - dijo Aragorn con toda naturalidad - "No hagáis nada y no os harán nada" Los demás hicieron caso y siguieron adelante. Mas Pippin, se había quedado atrás y no había oído nada de lo que se había dicho. Y os preguntaréis, ¿qué estaba haciando el hobbit? Pues muy simple: se había quedado mirando los frutos de un roble. Estaban en su punto y parecían tan gustosos... Los ronquidos de su estómago le recordaron que tenía hambre, después de todo, era Pippin, el hobbit insaciable. No es de extrañar que pronto su mano estuviera arrancando una bellota de sus frescas ramas...

"¡¡RRRROOOOOOOOOOORRRRR!!" Oyeron un poderoso rugido que los obligó al desenfundar sus espadas y a darse la vuelta. Y para su horror vieron a un enorme oso inclinado sobre el pobre Pippin, mostrándoles sus afilados colmillos blancos.

Legolas desenfundó una flecha con un rápido movimiento apuntando al oso, pero Aragorn le bajó al brazo en seguida "¡No, Legolas, espera!"

"¡Trancos!" llamó Sam, pero ya era tarde para hacer nada. Les habían rodeado. Diez osos eran en total, de pelo áspero y negro, enormes patas, robustos cuerpo y furiosos rostros.

"No os mováis" - dijo Aragorn - "No creo que nos hagan daño"

"Espero que tengas razón..." - farfulló Gimli bajando su hacha. El oso que había atacado a Pippin se había puesto en pie, y había tomado al hobbit entre sus brazos. Se acercó a los demás osos y les dijo algo en su lengua nativa. Entonces los animales les tomaron en brazos a ellos también y se los llevaron sin causarles daño.

Los llevaron hasta cruzar una cancela de madera, alta y ancha. Tras ella llegaron a unos jardines donde había un grupo de edificios de madera, la mayoría con techo de paja: graneros, establos y una casa. En el fondo del gran seto, había largas hileras de colmenas con cubiertas de paja. El zumbido de las abejas colmaba como nuca. Pero no fue el lugar lo que tanto les impresionó. Fue el hombre que estaba frente a ellos, con mirada poderosa. Un hombre vigoroso, enorme, de barba espesa y negra como el carbón. Vestía una túnica de lana que le llegaba hasta las rodillas, dejándole brazos y piernas desnudos para mostrar su poderosa musculatura; se apoyaba en una enorme hacha.

"¿Con que unos ladrones, eh?" - dijo Beorn con voz roca, inspeccionándolos de uno a no y de pies a cabeza.

"No somos ladrones, mi señor Beorn. Somos viajeros en busca de una ruta segura y rápida para llegar al Reino de los Elfos del Bosque Negro. Mi nombre es Aragorn, hijo de Arathorn" - dijo el Montaraz inclinándose cortésmente - "Él es Legolas, del Reino de los Bosques" - Legolas se inclinó - "Gimli, hijo de Gloin" - Gimli se inclinó también hasta tocar el suelo con su barba.

"¡Ya basta de reverencias y ramas familiares! Sólo decidme vuestros nombres"

Se sobresaltaron un poco, pero siguieron presentándose. "Me llamó Frodo Bolsón"

"Me llamo Samsagaz Gamhi"

"Me llamo Meriadoc Brandigamo"

"Mi nombre es Peregrin Tuk"

"Y yo me llamo Boromir, de Gondor" Beorn se rascó la barba y se sentó. La Compañía se sentó también, no esperando ser invitada a hacerlo.

"Mis hijos" - y eso lo dijo refiriéndose a los osos - "dicen que sois unos ladrones. Sin no es así, explicaos. ¿Qué os ha llevado a cruzar mis tierras?"

Aragorn fue el único en hablar entonces. "Somos viajeros, como he dicho antes, y nueve partimos de Rivendel rumbo este a las Montañas Nubladas"

"¿Nueve, eh?" - interrumpió Beorn - "¿Desde cuando dos hombres, más cuatro hobbits, más un enano, más un elfo suman nueve? Para mí, dos, más cuatro, más uno, más uno dan ocho."

"Éramos nueve, sí, pero perdimos a uno en Moria. Gandalf el Gris" Al decir esto Beorn se interesó más por los viajeros, incluso sintió lástima al saber de la muerte del mago. Pero no lo aparentó, mantuvo el rostro impasible. A continuación Aragorn le siguió contando todo paso a paso desde que dejaron Rivendel. En cada momento que contaba algo como la avalancha de nieve en Caradharas, el ataque del guardián de la puerta de Moria, la batala con los orcos y el trol, Beorn mostraba más interés. Cuano Aragorn hubo terminado, a Beorn ya le era difícil disimular su entusiasmo y el placer que sentía por las buenas historias.

"Pero hay algo que no me has dicho" - dijo Beorn - "No me lo has contado todo, por supuesto. No me has dicho con qué propósito partieron tres hombres, cuatro hobbits, un elfo y un enano de Rivendel para aventurarse en tales peligros"

"Tiene razón," - dijo Aragorn bajando la cabeza - "no lo he hecho." Iba a intentar excusarse de alguna forma, pero Beorn no le dejó. Éste habló antes que Aragorn pudiera seguir.

"De todos modos a mi no me interesan los asuntos de los demás" - la Compañía le miró estupefacto - "Y no necesito saber nada más. Tenéis prisa para llegar al Reino de los Elfos, y creo que yo podré echaros una mano" - Desde luego, la historia que Aragorn le había contado le gustó.

Más de uno dejó escapar una sonrisa y se lo agradecieron a Beorn tantas veces como éste les permitió. "No lo hago por vosotros," - dijo el grandioso hombre - "lo hago por Gandalf. Merece que le haga este último favor. Y también lo hago por Bilbo Bolsón y Gloin" - dijo mirando a Frodo y Gimli, que se habían quedado sin habla - "Sí, aun me acuerdo perfectamente de ellos. Pasaron por aquí, acompañados por Gandalf y doce enanos más, mucho tiempo atrás. Les presté mi ayuda a ellos también, y la recompensa fue grande"

"¿Cuál fue la recompensa?" - se atrevió a preguntar Merry. Beorn sonrió.

"Permitirme participar en la Guerra de los Cinco Ejércitos." Tan grande era el entusiasmo de Beorn por las aventuras que implicaban grandes peligros.

Así les prestó cinco poneys y cuatro caballos, y les llenó las maletas de provisiones también. Cuatro poneys grises para los hobbits, uno para el enano, dos caballos marrones y uno blanco. Legolas fue el primero en conseguir la confianza del caballo blanco, que en seguida se dejó acariciar por las suaves manos del elfo. También prestó alguna ayuda a los demás, susurrándoles algo a los caballos y poneys en lengua élfica que les empujó a confiar en sus nuevos jinetes.

Por supuesto, Beorn se los había prestado con una condición: que le enviarían de regreso a los corceles tan pronto como hubiesen llegado al Paso de los Elfos. Al fin se despidieron de Beorn y montaron, Gimli refunfuñando que prefería ir corriendo antes que ser jinete.

La salida del prado fue más reconfortante que la entrada a él. Ahora podían admirar tranquilamente la belleza del lugar. Observando cada flor, escuchando el aire silbar entre las hojas y remover como olas en el agua al mar de hierba verde bajo sus talones. Y agradecieron el que el zumbido de las abejas ya se hubiera alejado y que ahora pudieran oír el canto de los pájaros, revoloteando entre las ramas de los árboles. Por primera vez desde Moria se sintieron en paz, y alzaron sus rostros para que el sol les acariciase la piel con sus cálidos rayos.


Los siguientes seis días de viaje no fueron tan agotadores y empezaron a hablar entre ellos con más animo, porque por primera vez en mucho tiempo no iban a pie, y preferían sentir dolor en sus traseros antes que en sus piernas. Al amanecer del sexto día llegaron a la entrada al Paso de los Elfos, un camino bastante ancho, donde tres caballos podían pasar juntos.

Ahora que habían llegado, les daba pena tener que dejar a los caballos y poneys, que de tanta utilidad eran. "Se lo prometimos a Beorn" - dijo Aragorn - "Y no debemos romper la promesa"

El enano refunfuñó. Ya le había cogido el gusto a eso de ser jinete. "Puede que no te hayas dado cuenta," - le dijo Aragorn - "pero seguro que los demás sí saben que un oso nos ha estado siguiendo todo este tiempo"

Frodo le señaló a Gimli hacia la espesura del bosque, y el enano pudo ver (o al menos eso le pareció) algo de gran tamaño moviéndose entre los árboles. "Beorn puede ser nuestro amigo ahora," - continuó Aragorn - "pero ama tanto sus animales que hasta ha enviado a un oso para que los vigile. No rompas tu promesa Gimli, pues Beorn es un mal enemigo."

Devolvieron los corceles y se prepararon para entrar. Los próximos doce días, hasta llegar al Reino, serían duros. "Cuénteme algo más sobre Bilbo y esas arañas de las que habló el otro día, señor Frodo." - le pidió Sam a su amigo hobbit.

"Eran muchas las que había" - dijo él - "Y los enano fueron capturados por ellas, pero Bilbo consiguió liberarlos con la ayuda de Dardo y... con el anillo. Pero su mayor problema no fueron las arañas"

"¿Y cuál fue?" - preguntó Boromir, que siempre apreciaba las buenas historias.

"Elfos. Los elfos los tomaron presos sin razón y los encarcelaron durante semanas en-" - Frodo miró a Legolas, dándose cuenta de lo que estaba diciendo. Intentó corregirse para no parecer descortés con su compañero - "Pero estoy seguro que los elfos debían tener sus propios motivos por haberlo hecho..."

"¿Es eso una disculpa?" - le dijo Legolas mirándole con ojos inexpresivos. Nadie podía decir si estaba enfadado, o le había hecho gracia, o simplemente no le importaba.

"Intentaba serlo" - dijo Frodo con una tímida sonrisa.

"No tienes que disculparte" - dijo antes de ponerse en marcha tras Aragorn. Boromir meneó la cabeza y se puso en marcha también, acompañado por Merry y Pippin, que se habían hecho muy buenos amigos del hombre de Gondor.

"¿Creéis que se habrá enfadado conmigo?" - preguntó Frodo con un tono de preocupación en su voz. Sam y Gimli se encogieron de hombros. Ellos tampoco acababan de entender al elfo.

No se había enfadado con Frodo, por supuesto que no. La verdad era que se habría echado a reír si hubiera podido al ver la cara que puso Frodo al intentar disculparse. Lo que pasó fue que malos recuerdos volvieron a su mente. Legolas recordaba perfectamente como si fuera ayer, aquel día en que los enanos encarcelados escaparon de palacio. Nunca imaginó que los presos habían escapado gracias al poder de hacer volver invisible del Anillo Único. Recordaba perfectamente cuanto su padre se enfadó, y cuanto le castigó por haberles dejado escapar. Los dos supieron que algún compañero suyo no capturado debía de haberlos liberado. Y el rey Thranduil no pudo aceptar que su hijo no hubiera visto ni oído nadie no elfo merodeando por palacio en todo el tiempo en que los enanos permanecieron encarcelados.

Yendo junto Aragorn al frente de la Compañía y guiándolos por el Paso, no podía evitar pensar en lo que pasaría al llegar al Reino, en lo que le diría su padre. Se preguntaba si le daría la bienvenida con un abrazo de padre e hijo, o si le incomodaría delante de la Compañía insultándole y recordándole sus defectos. Optó por esperar lo segundo.


Los días transcurrieron sin peligros, aunque tuvieron algunos problemas en atravesar el riachuelo Encantado que cruzaba el sendero. Un riachuelo caudaloso y negro, que según le contó Bilbo a Frodo estaba embrujado ( o encantado, como dice su nombre) y que maldecía a la gente que caía en él. Como le pasó a Bombur, un enano que viajó con Bilbo, el cual cayó al agua y como consecuéncia permaneció unos días profundamente dormido por un hechizo.

Legolas ya estaba más que acostumbrado al Bosque Negro, pero los hobbits y el enano pronto se cansaron de tanta espesura y oscuridad. Encendían hogueras por la noche, y miles de ojos se acercaban al campamento. No eran ojos grandes, sino pequeños, tal vez de ratas, conejos y otros animales por el estilo; y oían muchos aullidos, aullidos de lobos durante sus sueños. Lo que más deseaban era llegar a los montes donde yacía el reino para volver a ver la luz del sol, que no penetraba entre las muchas ramificaciones del bosque. Mas se sentían seguros al lado de Legolas. Después de todo, estaban en el propio hogar del elfo.

Fue grande la alegría cuando por fin divisaron los montes donde se alzaban los hogares y palacios de los elfos del Bosque Negro, y Legolas les dio la bienvenida a su hogar y futuro reinado. La Compañía quedó asombrada de la belleza con la que habían sido construidos los edificios blancos, adornando los montes como flores en un campo verde. Lo que más admiraron fueron los elfos. Altos, la mayoría de cabellos largos y rubios como el sol y de ojos azules; otros de cabellos largos y morenos como el ébano y de ojos verdes; los hombres elfo eran bellos de rostro y cuerpo, y no hablemos de las mujeres, las más bellas que se pueden encontrar. Vestían con ropas de todos los colores: pastel, blanquecinos o colores oscuros, algunos lisos y otros estampados de flores y hojas; ropas hermosas que recordaban a las furiosas y cautelosas cataratas, el sereno mar azul, el pálido cielo de primavera, el canto de los pájaros por la mañana...

Les acomodaron en un cálido salón y les sirvieron con vinos y deliciosas comidas, por orden del príncipe Legolas, que había regresado al reino de su padre tras muchos días de ausencia. Mientras la Compañía disfrutaba de la comida sin hablar mucho (pues habían recordado a Gandalf, que ya nunca podría volver a tomar tan elegante cena con sus amigos, y se entristecieron que no estuviera entre ellos), Legolas fue a ver a su padre, a informarle de los últimos acontecimientos y de su decisión como miembro de la Compañía.


El rey elfo estaba sentado en su trono, como siempre, y no se molestó en levantarse para ir a abrazar a su hijo recién llegado de un largo viaje. En su lugar, le dijo:

"Si no recuerdo mal, el mensaje que te envié decía que debías volver con urgencia. Pero veo que no te has tomado la molestia de venir corriendo hasta aquí para dar las nuevas a tu padre" - Legolas de arrodilló frente a él con respeto.

"Amin hiraetha, padre, pero es que he venido acompañado y pensé que sería descortés por mi parte obligar a mis acompañantes a venir corriendo también" El rey se levantó entonces y la corona de oro de su frente brilló y las esmeraldas que la adornaban centellearon más resplandecientes que estrellas en la noche.

"Mi orden fue que marcharas a Rivendel a pedirle disculpas al señor Elrond por tu desastroso fracaso al dejar escapar a la criatura Gollum, sobretodo teniendo en cuenta que fue él quien nos pidió su vigilancia; no que trajeses forasteros a nuestras tierras"

"Y así lo hice. Pedí disculpas a Elrond personalmente por mis fatales actos. Mas se celebró un concilio secreto al que fui invitado, al igual que otros representantes de enanos, hombres y medianos." Legolas le explicó el propósito del concilio, la formación de la Compañía, los peligros con los que se habían encontrado, hasta que llegó a la parte donde el Balrog acababa con Gandalf el Gris en el puente de Khazad-dûm. Al llegar allí, Thranduil, que había permanecido en silencio escuchando en excepción a cuando supo del Anillo Único que no pudo evitar hacer su comentario para mostrar su sorpresa, le interrumpió dando unos pasos hacia él con enfado.

"¡¿Mithrandir, muerto?! ¡¿Le dejaste morir sin ni siquiera intentar salvar su vida?! ¡¿Cómo he soportado durante tantas eras tus fracasos y deshonras?! ¡Debí esperar que algo más ibas a hacer! ¡¡Eres la deshonra del Reino del Bosque Negro!!"

Legolas no había esperado esa repentina reacción por parte de su padre, mas permanecía con el rostro impasible y no se había movido ni un milímetro. "No había nada que pudiera hacer padre, heruamin. Pero no todo está perdido. El Anillo está seguro en la Compañía y Gollum no anda lejos, podremos capturarle en cualquier momento..."

"¡¿'Seguro'?! ¡¿De verdad crees que el Anillo Único estará seguro en *tus* manos?! ¡No eres más que un fracaso! ¡La deshonra del Bosque Negro! ¡¡Conducirás la Compañía al desastre con tus malas acciones!!" - Al decir esas palabras algo le dolió en el corazón a Legolas. Empezó a sentir que no podría aguantar más y poder evitarlo las piernas empezaron a temblarle ligeramente. El rey lo vio. - "Estas temblando" - le dijo con voz furiosa.

"Nay" - respondió Legolas intentando mantenerse firme. Thranduil le tomó por el cuello de sus ropas y le puso en pie.

"¡Mírame!" - le ordenó. Así lo hizo Legolas y el rey vio pena, temor y dolor en los ojos azules de su hijo. Aquello le enfureció, y Legolas lo sintió el las manos que agarraban con fuerza sus ropas.

"He tomado mi decisión... padre. Partiré con la Compañía. Deseo proteger la Tierra Media..."

Entonces, sin previo aviso, Thranduil golpeó con todas sus fuerzas a Legolas en la cara, causando al pobre elfo caer de rodillas al suelo. Legolas quedó aturdido y no se movió ni volvió la mirada a su padre tan sólo permaneció ahí, con la mirada perdida en el suelo. Siempre había pensado que tal vez su padre le decía todas esas cosas por su bien, para que mejorase día a día, pero entonces vio que no había sido así. Su padre era cruel y le odiaba, le odiaba de verdad.

"¡¿Cómo piensas proteger la Tierra Media si ni siquiera puedes hacerlo con tu propio reino?!" - Legolas no dijo nada, sólo volvió a arrodillarse frente a su padre. Tras unos segundos, Thranduil volvió a hablar, esta vez bajando el tono de voz, pero mostrando la misma repulsión de siempre - "Está bien. Si esa ha sido tu decisión, partirás como miembro de la Compañía. A ver si así haces algo útil por una vez" - el rey sonrió malvadamente - "Al menos te perderé de vista durante un tiempo"

Thranduil salió y le ordenó a uno de sus criados que llevase al resto de la Compañía ante sus presencia, que al poco tiempo llegó. El rey les recibió con los más grandes honores y con una amable sonrisa en la cara. Les dijo que necesitaban reposo y les ofreció quedarse en palacio al menos una semana para que descansasen físicamente y mentalmente. La Compañía aceptó con mucho gusto.


Esa noche salieron a fuera, a observar las diminutas estrellas brillando en el cielo negro, cuando allí, sentados junto sobre la fría roca, Aragorn se acercó a Legolas y le preguntó por la fea marca que tenía en la mejilla derecha. Entonces los demás también la vieron y se unieron a la conversación.

"¿Cómo te has hecho esa herida, Legolas?"

"Um... yo... me... he caído, sí eso. Tropecé y me caí"

Asintieron como creyéndolo, pero algunos intercambiaron miradas extrañas. Gimli hizo una risita "Creía que los elfos nunca tropezaban" - dijo.

"Y yo creía que los enanos se peinaban la barba" - respondió Legolas, y sorprendidos, los demás notaron un poco de sarcasmo en su voz.

"Está bien vosotros dos" - dijo Aragorn - "No vayáis a discutiros ahora. Ese golpe no tiene muy buen aspecto, Legolas, ven conmigo y te lo curaré. ¿Tenéis Athelas por aquí?"

"Sí las tenemos. Khila amin"

Mientras Aragorn le estuvo tratado la herida, no le hizo ninguna pregunta y él tampoco habló. No mucho después se unieron con los demás a escuchar el angelical canto de los elfos, esparciendo cada una de sus hermosas pero tristes notas en todos los rincones del reino.

A Olórin i yáresse
Mentaner i Númeherui
Tírien i Rómenori
Maiaron i Oisaila
Nanan elye etevanne
Nórie i melanelye?

Mithrandir, Mithrandir, A Randir Vithren
ú - reiniathach i amar galen
I reniad lín ne mór, nuithannen
In gwidh ristennin, i fae narchannen
I lach Anor ed ardhon gwannen
Caled veleg, ethuiannen.

"Un lamento por Gandalf" - dijo Legolas, mirando el cielo estrellado.

"¿Qué dicen de él?" - preguntó Merry con tristeza en su voz. Mas el elfo no le contestó, quedó en silencio. En su lugar Aragorn habló:

"Olórin, quien una vez fue...
Enviado por los Señores del Oeste
Para proteger las tierras del Este
Sabio de todos los Maiar
¿Qué te hizo dejar
Aquello que amaste?"

"Mithrandir, Mithrandir, O Peregrino Gris
Ya nunca más vagarás los campos verdes de esta tierra
Tu aventura acabó en la oscuridad.
Las cadenas cortadas, el espíritu roto
La Llama de Anor ha dejado este Mundo
Una gran luz, se ha apagado."

Entonces Aragorn no pudo aguantar más y echó a llorar lágrimas de pena y desolación, cubriéndose el rostro con las manos. Frodo se echó a llorar también, y los dos se consolaron dándose un abrazo. A Gimli y Sam se le humedecieron los ojos mientras que Pippin y Merry se acurrucaron al lado de Boromir, quien los rodeó con sus brazos. Legolas les miraba impresionado y sintió envidia también. Envidia de que ellos pudieran mostrar sus sentimientos sin ser malmirados por nadie y que a demás se tuvieran los unos a los otros para consolarse y seguir adelante. El elfo miró hacia palacio y lo primera que pensó entonces, fue:

"Amin delotha le... Amin delotha le"




The Balrog of Altena: Pronto llegará el próximo y último capítulo, en el que no me alargaré tanto como en este. Espero que os haya gustado y, por favor, dejadme vuestro reviews. Aprecio mucho las opiniones de los demás. ^.~ Por cierto, si encontráis algun error en el lenguaje élfico, haced el favor de corregirme. ¡Gracias!

* Man cenich? = ¿Qué ves?
* Mithrandir = Peregrino gris (es el nombre que dan los elfos a Gandalf)
* Nay = No
* Khila amin = Sígueme.

*Amin delotha le = Te odio