Una Boda y Tres Recuerdos
Los pensamientos de Miyako
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- ¡Pero si estás perfecta! - Gritó Mimi, observando detenidamente a su amiga.
- ¿No me queda un poco apretado? - Miyako miró el largo vestido que ocupaba su esbelta figura con preocupación
- Para nada.
- ¿Seguro?
- Sí
- ... ¿Seguro?
Mimi la miró sonriendo, divertida.
- A ver - Dijo con un tono de suficiencia, cruzando las piernas y adoptando una pose que recordaba a la de un psicológo - ¿Que te pasa, mi querida amiga?.
- Nada, ¿que me iba a pasar? - Le respondió la pelivioleta, fingiendo una expresión perpleja.
-...
- ¡Esta bien, esta bien! ¿¡Qué quieres!? ¡Me voy a casar, estoy muy nerviosa!.
La castaña empezó a carcajearse, intentando sin mucho éxito aguantar la risa para no herir a su amiga. Miyako siempre había llevado muy mal el asunto de los nervios.
- Miyako... - Le dedicó una sonrisa alentadora - ¿Sabes lo que daría por estar en tu lugar?.
- ...
- Todo
Miyako sonrió
- Vaya, vaya, ¿Michael te lo ha pedido?.
- No - Contestó su amiga, frunciendo el entrecejo.
Esta vez fue el turno de la más pequeña, se rió de la cara que había puesto Tachikawa.
- Bah, no te preocupes, seguro que lo hará pronto.
- Cuando eso suceda, será el mejor día de mi vida - Contestó la portadora del emblema puro, mirando hacia arriba tontamente.
- ¡Cuidado! - Gritó Miyako, consiguiendo con ello una mueca alarmada de la castaña - ¡Que al final te acabarás enamorando del techo! - Se volvió a reír.
Mimi frunció sus labios en forma de puchero, y cogiendo rápidamente un cojín fue hasta su amiga, con lo que comenzaron una guerra de cojines. Miyako la evitaba riéndose, al cabo de unos minutos la castaña paró, dejándose caer al lado de su amiga, algo agotada. Miyako la miró con cariño.
- ¿En serio no te quieres casar? - Mimi le devolvió la mirada, sintiéndose un poco culpable por volver a la realidad de forma tan repentina a su mejor amiga.
- Sí
- Creo que me he perdido, ¿entonces qué pasa?
- Pues eso, que estoy muy nerviosa... - Evitó mirarla directamente esta vez, temió que Mimi sacara a la luz antiguos recuerdos.
- Miya, te conozco y sé que quieres a Ken, ¿de acuerdo? - Continuó al ver el asentimiento de la pelivioleta - Pero no te veo demasiado ilusionada al respecto.
- No sé, Mimi, quiero casarme, de verdad - añadió al ver la mueca poco convencida de la elegida. - Pero no sé, quizás es demasiado pronto o... no sé.
- Esta bien - Mimi cogió entre sus dedos un suave mechón del pelo de su amiga, lisándolo de forma repetida. - Piénsalo, ¿ok?
- Sí
- Pero me temo que tengo que darte una mala noticia.
- ¿Qué ocurre?
- El vestido - Dijo sonriendo - Es para mañana no para hoy - Observó la expresión horrorizada de Miyako, sonriendo.
Miyako se levantó despacio, temiendo que si hacía un movimiento brusco, el vestido rompería en pedazos.
- Anda, anda, cambiáte de ropa - Murmuró, acostándose y encendiéndo la televisión con un clic en el botón del mando. - Te espero aquí.
- De acuerdo, de acuerdo.
Miyako fue directa a su habitación, dejando a su mejor amiga ensimismada en un programa de música, nada extraño. Se dirigió a paso rápido hacia el armario, pero al mirar el espejo que estaba a unos centímetros a la derecha de éste, se paró repentinamente, sonrió al verse, parecía la princesa de un cuendo de hadas... Jamás espero verse así...
¿Jamás?
¿Jamás espero verse así?
Ese pensamiento no le agradó, nunca se había identificado con las chicas de su alrededor, que soñaban día y noche con una boda perfecta, nunca lo tomó en cuenta, de hecho, nunca pensó detenidamente en casarse con nadie, al menos no hasta que llegó él. Quería a Ken, demasiado quizás, y siempre se arrepentiría de haberlo dejado con él, sobretodo por el motivo por el cual había dudado de sí de verdad quería seguir esa relación. Odiaba haberse equivocado de esa manera, porque solo él podía hacerla feliz... ¿verdad?... .
Maldita sea, Miyako, Koushiro no siente nada por ti, metetélo en la cabeza de una vez.
Recordó aquellas tantas veces, en las que recostada en la cama pensaba en esa tortuosa pregunta, esa pregunta sin respuesta... ¿Koushiro o Ken? ¿Cuál?
¿Una pregunta sin respuesta?
Reconoció con una sonrisa que ya había encontrado la respuesta.
Ken la quería, ella lo quería, y vivirían juntos lo que les quedaba de vida, lo sabía.
Aunque ese pensamiento siempre atenazaba su alma
Quizás Koushiro sí te llegó a amar...
- ¿Aún no te has cambiado? - Mimi la observaba, apoyada en el marco de la puerta.
-... No
-¿En qué pensabas?
- Nada que valga la pena.
Mimi caminó hasta su cama, tirándose en ella sin ningún miramiento.
- Pues yo sí he estado pensando en una cosa... Si tuvieras hijos, ¿cómo me llamarían? ¿Madrina Mimi? ¿Tía Mimi? ¿Mimi a secas? ... No me gusta.
Era la décima vez que hacía esa pregunta. Desde que le había propuesto ser su madrina de boda, la castaña no paraba. Sonrió, mirándola con afecto.
- ¿Sabes qué? Tengo un vestido para mañana, perfecto.
- ¡Genial!
- ¡Y unos zapatos estupendos!
- ¡Bien por ti!
- Y... no sé si quiero que te cases - Respondió, mirándola con un aire un poco culpable.
- ¿Qué?
- Conozco esta situación, pasas a tener una vida más ocupada, es otro estilo, y muchas de las veces, las amigas pasan a un segundo plano, y seamos sinceras, yo sin tí - Sonrió, algo forzada - me aburriría muchisímo, Miyako.
Miyako se sitúo a su lado, sentía un nudo en la garganta.
- Nunca me separaría de ti.
- ¿Será lo mismo cuanto estés casada?
- ¡¡Claro!!, me estás asustando.
- Ops, lo siento - Tachikawa rió, recibiendo un manotazo suave en la cabeza por parte de la pelivioleta.
- Sabes que no... además, tu estarás en mi lugar dentro de unos años, verás.
- Dios, espero que no.
- ¿¡Eh!?, ¡pero si antes me dijiste que sí!
Mimi le sacó la lengua
- ¡Cambié de idea!
Las dos rieron. La castaña pasó un brazo por los hombros de la más pequeña.
- ¿Sabes una cosa, Miyako? - Su expresión se había tornado un poco más seria, por lo que la pelivioleta le prestó toda su atención.
- Dime...
- Me parece que he roto tu televisor.
La quería mucho, pero dios, ¡la iba a matar!.
-
