CAPÍTULO II: El Camino a Rohan.
Después de la Guerra del Anillo, muchos años de prosperidad vinieron a la Tierra Media, los países estaban consolidados y la gente vivía en una paz que hace tiempo no probaba. Los campos habían reverdecido y los árboles estaban en su esplendor, la noche ya no era ocasión de miedo ni tampoco el día. Minas Tirith estaba otra vez poblada normalmente, las mujeres salían a caminar por las calles empedradas al lado de sus esposos o se acompañaban entre sí para conseguir los menesteres de la comida, y las risas de los niños volvían a llenar el silencio espectral que había inundado antes esos pasos.
Aragorn era feliz, su labor como rey estaba siendo placentera, dura en ciertos momentos, pero placentera. Su fama como rey era plena, todos lo respetaban pero nadie le temía, su gobierno era justo y leal. Todas las mañanas, se hacía un informe matutino al Consejo del Pueblo. Pero esa mañana, el rey no lo haría porque esa actividad se exceptuaba el último día de la Semana de Gondor, así que Aragorn se despertó tarde para su rutina y cuando abrió los ojos, Arwen ya no estaba recostada al lado de él, no le pareció extraño puesto que la reina siempre daba un paseo por los jardines antes de todo. Se movió un poco sobre su espalda tomando una postura en la que parecía estar mirando el techo del cuarto, pero en realidad estaba perdido en sus pensamientos, algo le inquietaba pero su mente aún no había logrado descifrar las claves de su corazón. Estuvo así durante un tiempo, hasta que un canto de pájaros, proveniente de la ventana, lo distrajo, se paró y observó la majestuosidad de su pueblo.
Desde la ventana donde estaba se veía toda la ciudadela incluyendo el retoño de Nimloth, que ahora había crecido un poco más. Pero lo que tenía su atención en ese momento era una rama de un soto que llegaba cerca de dónde estaba, en ella había un nido de pequeños pájaros, parecidos a los ruiseñores en tamaño, su madre no estaba, seguramente había ido a conseguir comida para aquellos polluelos. Se acercó un poco más a la orilla de la ventana y logró distinguir que sólo eran dos los que ya habían salido del huevo, uno de ellos tenía el pecho gris y levantado con orgullo, el otro era completamente blanco a excepción de los pequeños adornos que tenía por ojos: negros como el azabache. Sus cantos eran los que habían llegado hasta sus oídos... pero ahora se daba cuenta de que ambos estaban enfrascados en una pelea sin motivo aparente, hasta que llegó el momento en el que el crío blanco le dio un aletazo al otro y este sólo refunfuño pero claramente aceptó su derrota. De pronto y sin que Aragorn tuviera el suficiente tiempo para reaccionar, una serpiente se irguió rápidamente y alcanzó en el vuelo a la madre que ya venía cargada de lombrices, le enterró los dientes en el frágil cuello hasta que las alas y las patitas dejaron de moverse y, tan velozmente como apareció, se escondió de nuevo entre las hojas del árbol, pero al hacerlo, con la cola tentaleo el nido haciéndolo tamborilearse. Los polluelos se asustaron y quisieron revolotear pero aún eran muy pequeños y sólo consiguieron hacer que el refugio empezara a desbaratarse, Trancos se estiró lo más que pudo pero era imposible alcanzarlos desde la ventana. Entonces vio que otro pájaro casi idéntico a la madre llegaba en su auxilio, se acercó lo suficiente y el pequeño de color blanco trepó a saltitos hasta su lomo y el ave de mayor tamaño emprendió el vuelo, Aragorn estaba seguro que regresaría por el otro pero el tiempo transcurría y el avecilla no tornaba, el nido ahora se limitaba a unas cuantas varas que se sostenían por una razón desconocida. En aquel momento, los ojos del polluelo se cruzaron con los del rey y un segundo después, el nido cedió.
Su majestad Elessar sintió una punzada en el corazón y apresuradamente bajó de la torre sin hacer caso de los saludos o los anuncios que le hacían, sus sirvientes lo vieron extrañados y la mayoría de ellos lo siguió en su ligero paso. Llegó al fin a la gran puerta y por adelantado, pidió que la abrieran inmediatamente... y a las raíces del soto encontró los restos del nido, fue un lapso amargo, el piso estaba lleno de huevos estrellados cruelmente y el pajarito estaba moribundo entre ellos, Aragorn lo tomó entre sus manos con sumo cuidado y lo miró con un dolor que en ese instante no comprendió del todo. Otras manos se acercaron y cobijaron también al polluelo, Arwen había regresado.
Los ojos de ambos se comprendieron y llevaron a la avecilla dentro del palacio, minutos después, el rey mandó llamar a alguien de las Casas de Curación que tuviera el conocimiento para sanar animales. Así se hizo y la persona a la que mandaron fue Ioreth, que ahora portaba más años en las espaldas pero la cara seguía siendo la de una vieja necia con experiencia.
- Ioreth, que en un tiempo tuvisteis la sabiduría para curar a mis más fieles amigos, os pido ahora que hagas lo que vuestra voluntad y conocimiento puedan para salvar a esta pobre criatura.
Ioreth hizo una reverencia profunda ante la petición de su rey, el señor Piedra de Elfo, y apresuradamente se acercó hasta la mesa en donde yacía, en medio de cobijas improvisadas, el pajarillo. La vieja curandera estuvo un buen rato trabajando y ante la sorpresa de todos, Aragorn no se retiró hasta que hubo terminado, después de cancelar todos los compromisos que cómo monarca debía atender. Por fin, Ioreth levantó la cabeza y se acercó.
- Mi rey... el ave estaba muy lastimada.
- Vos no pudisteis salvarla?
- No, mi señor, no lo decía por esa razón, si no por los cuidados que se le han de procurar si Su Majestad quiere que sobreviva.
- Que cuidados son esos?
- Se le debe de alimentar cuidadosamente y cambiarle los vendajes cada cierto tiempo, mi señor.
Aragorn se sintió más tranquilo y acepto las condiciones que la vieja le decía y, no sólo eso, se comprometió a cumplirlas él mismo. Durante la noche, Arwen lo cuestionó acerca de sus actitudes con aquella mirada que le hacía comprender que sabía perfectamente lo que iba a decir.
- No lo sé... me siento ligado de alguna forma a ese pájaro... siento el compromiso de cuidarlo.
Undómiel sólo asintió con una sonrisa, y juntos observaron al ave envuelta en vendas.
Después de tres años, en los que la ciudad se reorganizó, en Gondor se tomó como día festivo la fecha en la que el Anillo Único fue destruido, y se conmemoró como el Año Nuevo. Desde el primer año se incluyó la Tradición de las Velas, la cual consistía en que a la primera hora del alba, los niños salían a las azoteas, las ventanas o las puertas con una vela encendida hacia el cielo, lo que simbolizaba la llegada de una nueva esperanza. Ese día, los reinos de los hombres (Gondor, Rohan, Ithilien...) se reunían en una de las grandes casas, según tocara el turno y juntos celebraban y reanudaban las alianzas.
Ese año la fiesta tocaría en Rohan y la comitiva que acompañaría al rey de Gondor era numerosa, no obstante, la ciudad no quedaría sola. La mayoría de la gente quería ir a la reunión puesto que habían anunciado la llegada de un puño de gente extraña que quería establecer paz entre sus gentes. Según corrían los rumores, eran montaraces pero no de la misma línea que los Dunedaín, aunque también venían del Norte. Su territorio, o las tierras donde corrían libremente, estaban en el lejano y olvidado Forodwaith, cerca de lo que ningún hombre vivo había visitado jamás, era un poblado casi congelado por completo. Había llegado hasta ellos la noticia de la derrota de Mordor y, aunque tarde, querían unir fuerzas con los reinos consolidados.
Nadie había visto gente de tan lejos y a muchos los carcomía la curiosidad de ver su llegada.
Debido a la cantidad de personas, habría dos comitivas, una, la más pequeña, en la que iría la mayor parte de la guardia de la corte junto con la reina Arwen y ciudadanos únicamente de Gondor. La segunda, sería grande, en la que iría el rey al lado del príncipe Faramir, su gente, su guardia y el resto de los gondorenses que quedaran.
La mañana de la partida, el nerviosismo crecía en los hogares y cuando por fin la caravana grande pudo partir ya era más de medio día. Después de varias jornadas, se dieron cuenta de que seguían retrasados por lo que necesitaban enviar a un mensajero y avisar a la gente de Rohan lo que había sucedido. Faramir ofreció a sus caballeros más veloces y cuando Aragorn trataba de decidir entre alguno de los Dunedaín y ellos, una voz interrumpió.
- No creo que alguno de estos hombres sea tan rápido como mi amigo, aquí presente.
El tono era grueso y rudo pero lleno de amistad. Con tranquilidad, Aragorn dio media vuelta y se encontró cara a cara con otra caravana, mucho más pequeña que la suya, pero demasiado sigilosa porque, según calculó, deberían haberlos seguido a lo largo de dos días, por lo menos. La mayoría de ellos iban vestidos con túnicas verdes y cafés e iban montados en caballos fuertes y de una raza extraña porque parecían delgados pero en los ojos se notaba la fiereza de su linaje. Y una parte menor llevaba trajes algo ostentosos, adornados con piedras brillantes, sus monturas eran más pequeñas pero de la misma estirpe.
La expresión de Aragorn cambió de repente y una sonrisa se fue esparciendo por su cara, hasta que el sonido de su risa inundó a todos los demás. Desmontó a Roheryn y con paso seguro avanzó hacia ellos, al tiempo que uno, vestido con la túnica, lo imitaba. Cuando estuvieron frente a frente, ambos se observaron unos instantes, hasta que Aragorn extendió la mano.
- Legolas... – dijo, al tiempo que lo jalaba y lo abrazaba, lo separó de nuevo, miro hacia su comitiva y volvió a sonreír - y Gimli!!
El enano desmontó ágilmente y se dirigió al rey.
- El gran Aragorn, Su majestad, rey de Gondor. – dijo, haciendo una reverencia profunda ante él.
Aragorn frunció el entrecejo.
- Basta, Gimli!! – con un brazo lo acercó a él – pero qué sorpresa es esta?
- Decidimos venir a visitaros... – dijo Legolas.
- Y yo os agradezco el buen gesto, pero por ahora no podremos demorarnos más, vamos retrazados a la fiesta de Año Nuevo en Rohan.
- Lo sabemos – contestó Gimli – y estamos dispuestos a acompañaros, no es así, Maese Legolas?
- Por supuesto, Maese Gimli, pero antes de que se tome cualquier decisión, me gustaría presentaros a mi padre, Aragorn, Thranduil, rey del Bosque Negro.
De entre varios elfos salió uno de más edad que traía la sabiduría en las pupilas. Como única insignia tenía una rama de sauce bordada en el pecho del lado derecho. Era muy parecido a Legolas pero con la piel mucho más gastada y Aragorn se preguntó si sería más viejo que Elrond, a la vez que se inclinaba ante él.
- Inmensa es mi alegría en la hora que al fin os conozco, Aragorn, hijo de Arathorn.
- El placer es mío, rey Thranduil.
El elfo besó a Aragorn en las dos mejillas en señal de gratitud y aprecio, después puso la mano en el hombro de su hijo.
- Legolas y Gimli han hablado maravillas de vos.
- Oh!... – exclamó, Aragorn, en una mezcla de orgullo y admiración - espero que esos comentarios no sean desbaratados en esta visita.
- Estoy por cierto que no.
Ambos sonrieron y montaron de nuevo. Legolas se acercó hasta el rey de Gondor.
- He oído que necesitáis enviar a un mensajero a la Marca para avisar de su demora.
- Así es, querido amigo, pero aún no se ha decidido quién irá.
- En ese caso, me ofrezco... – Legolas miró a su caballo – son de la estirpe de rinfalath proveniente de los mearas. Su especie casi estaba extinta cuando los encontramos vagando cerca de Mirkwood y, milagrosamente quisieron ser domados por nosotros.
Aragorn observó al caballo, era realmente hermoso, completamente negro pero los ojos los tenía azules como el cielo, el cabello parecía ser sedoso y era igualmente obscuro pero con un brillo especial que daba la impresión del cielo nocturno.
- Son veloces?
- Más que ningún otro, sobre todo él – contestó, acariciando el lomo – Malin es uno de los más jóvenes pero por sobre eso, puedo decirte que estimó mucho a Arod, fue como su padre y el cariño que antes le profesó ahora me lo da a mí.
El rey también acarició al caballo, este al principio se estremeció al sentir una mano extraña pero Legolas lo conforto y comprendiendo que era amigo, se dejó halagar.
- Parece buena idea... de acuerdo, pero procura llegar lo antes posible y explícales que estaremos por llegar en dos o tres días.
- Así lo haré, Su majestad.
El elfo regresó junto a su gente, primero dio una mirada a Gimli quien asintió sin más, después fue directo a su padre, pero Thranduil ya sabía lo que iba a decir.
- Que Elbereth vaya contigo, hijo mío.
Legolas inclinó la cabeza despidiéndose de todos, dio vuelta y alentó a Malin.
- Noro lim, Malin, noro lim!
Y el caballo empezó a trotar a una velocidad increíble, los mismos Dunedaín quedaron asombrados y se acercaron a la gente de Mirkwood para que les hablaran de ese linaje.
Malin atravesó campos enteros sin cansarse y Legolas logró llegar cerca de las fronteras de Rohan aquella misma noche y aunque él quería seguir, sintió conveniente que el caballo descansara por unas horas. Mientras el corcel pastaba cerca, el elfo se recostó sobre hierba fresca, mirando el cielo estrellado y recordando los días de antaño.
Su corazón aún se regocijaba por haber visto a Aragorn tan bien... desde que se habían conocido, lo había visto como un gran rey, pero ahora, no le quedaba ninguna duda de su legado. Había analizado cada actitud y cada mirada mientras estuvo cerca de su caravana y lograba distinguir claramente cómo lo quería su gente.
- ... "Y el Árbol marchito volverá a florecer, y él lo plantará en sitios elevados, y bienaventurada será la Ciudad. Cantad, oh, Todos!"...
Legolas canturreó recordando las alabanzas del día en que su amigo fue coronado, sonrió... pero pronto se quedó totalmente quieto, había sentido claramente que algo había cruzado corriendo a sus espaldas, pensó primero en Malin pero el corcel tenía también el paso ligero. Sin moverse bruscamente movió su mano lo suficiente para tener el cuchillo corto a su alcance, lo desató con cuidado del cinturón... los pasos ahora se acercaban a él sigilosamente, pero no lo suficiente como para engañarlo.
De pronto, decidió pararse pero la cosa que lo acechaba fue extrañamente ágil, lo saltó y en un santiamén, le propinó un zarpazo en la espalda y desapareció. La mano de Legolas tocó la parte herida, fue así como logró ver que estaba sangrando. Oyó, entonces, el relinchido de Malin y su trote alejándose, el caballo era sumamente valiente y el amor que le tenía a su amo podía llegar muy lejos, sin embargo, el elfo no sabía que era lo que lo había atacado y, en todo caso, no quería que atacara también a Malin, así que sacó de entre sus ropas una cadena que colgaba de su cuello, en ella había un pequeño silbato, por el cuál lo llamó. Minutos después, el corcel llegó y se acercó al herido, con una clara preocupación en los ojos.
- No es nada, Malin, sanará. - le contestó – lo que hay que hacer es llegar cuanto antes con los Rohirrim, crees que puedas continuar ahora?
Malin relinchó con aire de suficiencia y ayudó a su amo a montar. Su paso era igual de rápido pero con más cuidado para no dejarlo caer. El corcel pronto divisó la gran casa de Rohan y se sintió orgulloso de haberlo logrado.
Legolas no emitía sonido y aunque trataba de sobrellevar el viaje, la herida le dolía cada vez más.
* Comentarios en los reviews, por favor.
Megumi: hi! Megumita... pues si, esto tiene continuación... o algo así.
Gandalfthegrey: gracias por leer mi fic y tomarlo en cuenta para traducirlo.
