CAPÍTULO III: En la fiesta de Año Nuevo.

Eran ya tres semanas de la partida, la mayoría estaba agotada, contando a las monturas. Pero al fin, el destino estaba cercano, a cualquiera que subiera la loma más cercana, se le revelaba la visión de las tierras de los señores de los caballos, ya no más desoladas, ahora luciendo una armonía que llenaba a los visitantes.

- Descanso!!

Fue el grito que todos alabaron, desmontaron y comenzaron a alistarse para comer algo, no era mucho lo que traían para sí mismos en el viaje, sin embargo cinco corceles iban cargados con los regalos de alianza que presentarían esa misma noche. Los jinetes eran gente fuerte, una gran parte de ellos habían nacido en las tierras salvajes y muy pocos eran ya de los aventureros que formaron la línea.

- Espero que en Rohan haya más comida, nuestras provisiones están acabándose.

- Lo sé... pero estamos cerca, ¿por qué no das la sugerencia? Estoy de acuerdo en que el cruzar el vado nos hará llegar antes y menos cansados.

- Ya la di y parece que Naín  se la dio al capitán pero no quiere atravesarlo, le parece muy riesgoso.

- Y por qué se lo dijo? – continuó el hombre bajando un poco más la voz – de todas maneras, él es el que toma las decisiones importantes, no?

- Te equivocas...

Dimloth  y Mithnil voltearon hacia atrás cuando oyeron la tercera voz que interrumpía su conversación.

- Oh...-  se sorprendió Dimloth al ver de quien se trataba – lo siento, capitán, es sólo que me parece que vuestra decisión es la equivocada.

- Y a mí me parece que os inmiscuye demasiado en lo que no os incumbe.

- Me incumbe porque yo recorro el mismo camino – contestó el montaraz con orgullo.

- Entonces creo que vuestro sentido de montaraz está disminuyendo notablemente.

Mithnil bajó la cabeza al mismo tiempo que dirigía a Dimloth una mirada que le sugería claramente que hiciera lo mismo, pero Dimloth siguió manteniendo la mirada del capitán y dirigiendo a la vez, su mano a la espada que colgaba de su cinto. El capitán sonrió quedamente.

- Vos podéis iros por donde os plazca, pero yo no llevaré a mi gente por un lugar peligroso.

Dimoth tenía la intención de contestar pero Naín llegó pidiendo permiso al capitán de hablarle. Sin más los dos se retiraron. Mithnil hizo una seña de desaprobación ante su compañero.

- Estoy comenzando a hartarme de esto – fue su única respuesta.

La caravana proveniente de Gondor llegó con retraso pero seguros de que su eficaz mensajero habría dado el aviso por lo menos dos días antes. Su Majestad Elessar iba al frente de la comitiva junto al Príncipe Faramir y su esposa Eowyn, muy cerca de los estandartes que anunciaban su procedencia. Los pueblerinos que venían se les veía cansados pero no arrepentidos de haber tomado la decisión de acompañar a sus gobernantes a una cena tan importante, no sabían si los invitados extranjeros ya habrían llegado y muchos, especialmente niños y jóvenes, se acercaban a corridas un poco más que los demás para ver si podrían distinguir algo. Sin embargo, ninguno logró percibir nada nuevo. La casa de Rohan era tan imponente y hermosa como siempre y varios Rohirrim estaban al pie de ella con muestras de bienvenida.

El grupo recibió una ola de aplausos cuando el rey ordenó que se detuvieran. Los estibadores de los emblemas presentaron sus cargas en señal de gratitud y Aragorn junto con Faramir desmontaron para entrar en la gran casa. El rey invitó a Thranduil y a Gimli para que se acercaran junto con ellos pero antes de que hubieran puesto un pie dentro, de entre las lanzas salió un relinchido que la comitiva del Bosque Negro reconoció de inmediato, Thranduil sacó un silbato plateado de entres sus ropas y lo silbó dulcemente. Los cascos empezaron a acercarse. Trancos se acercó al elfo.

- Malin?

Thranduil y Gimli asintieron.

- Ja! Debe estar regresando de un paseo... cómo si no lo conociera... – añadió el enano, con una sonrisa.

- Ya lo creo, mi hijo gusta de pasear con ese corcel.

La caravana se abrió en dos dejando paso al oír el trote agitado. Aragorn no tenía ojos de elfo pero pudo vislumbrar que el caballo venía sólo, nadie lo montaba, miró a Thranduil y se cercioró de que así era porque la mirada del viejo parecía preocupada. El caballo se detuvo enfrente de ellos sacudiendo la crin desesperadamente. El elfo posó una de sus manos en su frente.

- Qué pasa, Malin, dónde está...? – comenzó, Gimli pero calló al sentir un cambio en el estado del rey del Bosque.

- Legolas... – susurró de pronto y pausadamente – dónde está mi hijo?

Nadie respondió a la pregunta de Thranduil, sólo se oían pequeños sollozos de mujeres entre la gente.

- Será mejor que me sigan. – dijo, una voz detrás de ellos.

- Pippin? – dijo Gimli sin contenerse – en buen Pippin, dónde está Legolas?

El hobbit les hizo una seña y comenzó a caminar palacio adentro sin emitir una palabra más. Aragorn estaba realmente preocupado, si no un poco más de lo que estaba Thranduil así que siguieron al mediano. Eowyn se apartó de Faramir y alcanzó al hobbit.

- Qué es lo que sucede, maese Pippin? – preguntó en voz muy baja pero perceptible para el mediano, sin embargo, el sólo respondió con una mirada profunda. Eowyn se percató del camino que estaban siguiendo - ...los cuartos de curación... Legolas está enfermo.

Los cuartos de curación eran bastante acogedores y desde hace un tiempo estaban casi vacíos excepto por algunas temporadas de epidemias cortas. Todas las mantas eran blancas y daban hacia las ventanas. Todas las cortinas debían estar corridas y, sin duda, era la parte más impecable de toda la casa. Cada cama tenía su propia mesa de medicinas y una pequeña silla para el visitante. Cuando entraron sintieron el aroma limpio, salvo por un pequeño respiro de preocupación que aquejaba a todos, una dama vestida con una capa de bolsas los recibió en la entrada.

- Venimos a ver a maese Hojaverde – dijo Pippin, mientras ésta se inclinaba y les decía con las manos que entraran. Mientras los dirigía, Pippin empezó a hablar a los demás – me da un gusto enorme volver a veros a todos, aunque me haya encomendado esta tarea.

- Qué es lo que sucede, pequeño bribón – dijo Gimli, ya sin contener la paciencia.

- Oh... bueno, al parecer nadie lo sabe con certeza, señor enano. Ni siquiera el buen Legolas, mis acompañantes y yo llegamos casi un día después que él y en verdad me alegro que ustedes lleguen hasta ahora puesto que no me hubiera gustado que vivieran los momentos angustiantes que nosotros.

- Por Elbereth, Pippin!! Habla ya!! – también desesperó Faramir.

- Legolas fue atacado por algo cuando venía hacia Rohan, no pudo ver de qué se trataba pero aquello lo dejó mal herido y si no fuera por Malin creo que no hubiera sobrevivido.

- Cómo? – dijo, sorprendido Aragorn.

- Así, es... los comarqueños llegamos en los peores momentos. Nuestro elfo deliraba perdido en una fiebre que ni en mil años hubiera imaginado ver. Hasta una de las curanderas llegó a decir que no sobreviviría la noche. Pero yo sabía que la sangre élfica es fuerte y así lo demostró, porque unas horas después, la fiebre había parado y Legolas dormía sin quejarse.

- Pero... no descubristeis qué fue lo que lo atacó? Nadie examinó la herida? – preguntó, Eowyn.

- Claro que se examinó... el mismo Sam le dio un vistazo, pero todos coincidieron que era algo que no habían visto nunca. Eran como heridas de garras pero definitivamente no eran de orco o de algún animal salvaje por lo menos conocido.

Pippin llegó a la última cama del corredor dónde se encontraban Merry y Sam susurrando. Ambos se percataron de su presencia, se levantaron y saludaron con las cabezas.

- Acaba de dormirse... – dijo, Sam con muy quedamente – le han limpiado la herida y ha tomado sorbos de caldillo que yo mismo preparé, señor... señores y... señora.

- Lo hemos cuidado bien, gracias por hacerte cargo Pip.

Pippin le sonrió a su amigo. Thranduil se acercó al lecho donde yacía su hijo. Era, en realidad una visión hermosa, Legolas estaba perdido en un sueño tranquilo, su rostro estaba sereno y los cabellos dorados caían libres en la almohada blanca. Estiró la mano y le acarició la frente, Sam se sintió contento, las muestras de cariño le aliviaban el corazón.

- Debéis estar bien para la cena de Año Nuevo – dijo el rey del Bosque Negro, después de sonreír.

Sam frunció en entrecejo pensando que el señor Thranduil debía tener más consideración de su hijo, no debía hablar tan fuerte cuando él estaba dormido.

- Lo estaré, no te preocupes, padre.

Ante el asombro de todos, pero más de Sam, Legolas también sonrió y momentos después abrió los ojos.

- No recuerdas que los elfos duermen muy poco? No estaba dormido. – rió Merry, murmurándole al oído.

La alegría ya había comenzado, había música y trompetas que sonaban alegremente. Era una fiesta en grande y todos los asistentes tenían caras sonrientes. La mesa principal estaba completa por Eómer, de la Marca, Faramir y Eowyn de Ithilien, Aragorn y Arwen, de Gondor, Peregrin, Meriadoc, Samwise y Rosita de la Comarca, entre otros como Thranduil y Legolas de Mirkwood y Gimli y Daín del reino de los enanos. El príncipe Legolas aún tenía vendajes que atravesaban su tórax y debía cuidar lo que comía pero estaba alegre y conviviendo con todos.

De pronto se hizo el silencio, las trompetas dejaron de tocar y uno de los guardias apareció ante las personalidades de la mesa principal.

- La caravana de bienvenida a llegado a tierras de la Marca de Rohan!! – gritó con júbilo.

Todos hicieron una expresión de sorpresa, esperando la entrada de los hombres extraños del lejano Forodwaith... la entrada fue igual de extraña que en la imaginación de muchos de los presentes. Una pequeña multitud, completamente vestida negro y encapuchada entró en los lindes de la gran fiesta. Los ocupantes de la mesa primordial se pusieron de pie para recibirlos.

Pararon a una distancia prudente y se quitaron las capuchas, muchos no pudieron evitar lanzar un gemido de incomprensión ya que debajo de las capuchas largas, los extraños usaban otra aunque más pequeña y ajustada, todos llevaban la cara casi cubierta por completo y sólo podía vérseles los ojos. Uno de ellos se descubrió la cabeza. Era un hombre joven, con la piel clara y los ojos obscuros, parecía recio pero noble, dio un paso más y se inclinó ante la mesa principal, después volvió a su lugar.

- Los hombres que me acompañan están felices de llegar a la Marca...

Todos los encapuchados comenzaron a destaparse las caras.

- Mi nombre es Naín Sirithcam y presentó a nuestro capitán.

Legolas sintió una gran curiosidad por conocer al gran capitán de aquellos montaraces, los Dunedaín eran hombres fuertes y estos debían ser de la misma calaña. Se estiró hacia Aragorn quien estaba a su lado.

- Qué opinas? – le preguntó, Trancos.

- Que el capitán de esta caravana debe ser alguien muy fuerte y bien entrenado para poder dominarlos.

- Tienes razón, mi buen amigo... – contestó, mirando a los que ya no tenían cubierto el rostro – son hombres honorables pero también salvajes, el capitán debe ser un hombre lleno de valor, energía, fuerza y carácter para comandarlos bien... y se puede observar que ha hecho un buen trabajo hasta ahora.

Ambos callaron porque el capitán ahora estaba enfrente de la mesa, sabían que lo era puesto que, a diferencia de los otros, llevaba una espada más larga y la empuñadura era de diamantes, no podían ver el mango con mucha precisión puesto que una mano enguantada lo cubría en ese momento presentándolo en forma de promesa de alianza ante Eómer, puesto que era su casa, él respondió con el mismo gesto; sin embargo, se podía ver el brillo de varias piedras.

El capitán volvió a enfundar la espada y comenzó a descubrir su semblante... cuando hubo terminado se inclinó de nuevo ante los monarcas.

- Los Asëa Aranion  se inclinan ante los reinos que vencieron a la Sombra – pronunció, mientras toda la caravana saludaba a su par y un instante después se enderezaba.

Pippin soltó la cuchara que todavía tenía en la mano, Merry dejó de comer a escondidas el pan, Eómer al igual que la mayoría de los presentes, hizo una reverencia profunda pero sorprendida, Legolas fue incapaz de emitir sonido o forjar movimiento, algo de lo que Gimli se burlaría después, Eowyn estaba sonriendo, al igual que Arwen y la cabeza de Sam, dentro de su asombro, formulaba pensamientos informes, de los cuales sólo pudo expresar el más obvio en voz baja.

- El capitán es mujer.

*Comentarios en los reviews.

Nuvardariel: Arwencita... gracias por todas las cosas que dices sobre mi... aunque no creo ser muy buena escritora que digamos. La verdad tu me ganas en mucho por qué crees que promocioné tu fic??

Lupe: bueno, lo del pajarito es importante... en cuanto a lo de quién hirió a Legolas, es algo que aún no te puedo responder, creo que en el próximo cap. diré algo al respecto.

Anariel: de nuevo, lo del pajarito es muy importante que bueno que lo enfocaron...

Gracias a todos por leer esto... a los que dejan y a los que no dejan reviews.