CAPÍTULO IV: Los Asëa Aranion

"El capitán es mujer"... había dicho uno de los pequeños de la mesa principal, Annaní lo había oído claramente, aunque después nadie hizo ningún comentario acerca de su sexo. Por un momento, las miradas de aquellos hombres, elfos, hobbits y enanos, la incomodaron demasiado como para moverse, ¿por qué la veían así?, parecía como si no existiera y sólo fuera una ilusión vaga de sus propios pensamientos, pasaron así unos segundos. Después, Eómer de Rohan le había señalado, a su caravana, unas mesas vacías que estaban al lado de las de la gente de Gondor, después había vuelto su vista a la de Annaní.

- Bienvenida sea vos, capitán, y bienvenida sea toda la gente perteneciente a los Asëa Aranion, Rohan los reconoce como amigos del reino.

Hubo aplausos mientras la joven se sentaba en una silla ofrecida por uno de los guardias más cercanos a la mesa principal. Se sentía extraña en palacios tan lujosos y en medio de gente tan elocuente e importante, sin embargo, nadie había notado sus sentimientos, su rostro no denotaba ni vergüenza, ni temor, sólo seguridad en sí misma. Una mujer le había servido de todos los platillos y Eómer le sirvió un brebaje para después hacer un brindis en honor a su llegada.

Annaní no sabía que tan bien marcharía esa nueva alianza, pero sin duda su gente la necesitaba, porque, aunque estaban acostumbrados al clima frío de Forodwaith, los inviernos cada vez se hacían más crudos y ni niños ni viejos podrían soportarlos si se volvían más violentos... además... por algún lejano presentimiento, creía que era mejor tener amigos en otro lado.

Se revolvió en medio de las sábanas, girándose al lado contrario de la ventana, le molestaba cualquier luz, por pequeña que fuera, para lograr conciliar el sueño. Antes de cerrar los ojos y decidir taparse con las mantas hasta la cabeza, vio la silueta de Naín en el camastro siguiente, él siempre dormía boca arriba y la luz de la luna definía su perfil. Annaní se durmió.

Aragorn estaba inquieto... Auresse no había regresado, lo había soltado dos colinas antes de entrar a las Tierras de la Marca, seguro de que lo encontraría al menos en una semana... pero ya habían pasado dos y el pajarillo aún no volvía. Miró con preocupación hacia el cielo nocturno, Arwen le puso una mano en el hombro.

- Él regresará... sólo está tomándose más tiempo...

- Si... – Aragorn la miró a los ojos – sabía... sé que el momento tendrá que llegar, pero mi corazón no lo acepta.

La reina Undómiel asintió y envolvió con sus brazos al rey... el consuelo no duró más porque un canto lo interrumpió. Ambos se volvieron a la puerta de su habitación donde encontraron a Legolas recargado en el umbral, el elfo llevaba al pajarillo en su hombro que cantaba alegremente.

- Ed' i'ear ar' elenea, Auresse!! Manke naelle?   (Por el mar y las estrellas, Auresse!! ¿Dónde has estado?) – dijo, Aragorn, acercándose a sus amigos y extendiendo una mano para que el pájaro se posara.

- Uuma dela, Elessar...  (No te preocupes, Piedra de elfo...) – el elfo sonrió – lo encontré en las habitaciones de mi padre... al parecer buscaba algo.

Aragorn frunció el entrecejo y miró al pajarillo de una manera recia y recriminatoria.

- Uuma ma' ten' rashwe, aiwe hórea!!  (No busques problemas, pajarillo impulsivo!!) – Auresse, sacudió un ala, como haciendo un inmenso berrinche por aquella acusación.

Legolas sonrió más aún al ver cómo discutían hombre y pájaro, dio media vuelta y comenzaba a irse.

- Diola, Legolas!!  (Gracias, Legolas!!) – Arwen, salió hasta el rellano junto a Aragorn quien continuaba peleándose con Auresse.

- Lle Creoso!! Quel kaima  (No hay problema!! Duerman bien)

- Tenna' tulre  (Hasta mañana)

Y desapareció escaleras abajo.

Las semanas en Rohan pasaban tranquilas y sin prisas, pero de una manera quizá rápida, sobre todo para aquellos que tenían cosas que hacer, sin embargo, lo eran lentas para las caravanas que habían llegado, ya que la gente de la casa quería complacerlos en todo y a veces su atención rayaba en la exageración. Los Asëa Aranion estaban... aburridos, su vida había sido siempre muy dura, combatiendo los peligros y buscando todos los días lo que habrían de  comer, luchando por sobrevivir en territorio hostil, en cambio ahora eran atendidos sobre manera, ni siquiera los dejaban atender sus propias habitaciones. Así lo había descubierto Naín, la primera mañana que despertaron después de las fiestas de Año Nuevo, cuando intentaba doblar las mantas sobre las que había dormido. De repente, una anciana robusta y colorada había entrado apresurada y se las había arrebatado.

- Oh, no, mi señor, este no es deber de vos... – había dicho casi con indignación.

- Estamos acostumbrados a hacerlo, en las tierras salvajes no siempre se duerme en el mismo lugar...- él había replicado, instantes después, pero la mujer no había aflojado las mantas.

- Pero estas no son las tierras salvajes, mi lord... aquí seréis atendidos de la mejor manera. –

Y había hecho una seña con la mano como si tratara de ahuyentar a un niño latoso. Naín, prácticamente vencido, había dado media vuelta, sonreído un poco y antes de salir había mirado de nuevo a la anciana.

- Me iré si vos lo desea pero... tengo una condición.

Ella miró con suspicacia al joven montaraz, mientras él levantaba una ceja y apuntaba con el dedo en el aire.

- Vos no vuelva a llamarme "lord", porque no lo soy...

- Oh... pero para mi lo seréis siempre... y no me diga más porque Lirimariel no lo aceptará, mi lord.

Naín se había dada por vencido, aquella mujer le inspiraba respeto y por alguna razón, su corazón se negaba a discutirle. Había cogido uno de sus cuchillos cortos y había salido al aire libre.

El joven montaraz meditaba sobre aquel encuentro desde entonces, todas las mañanas la anciana Lirimariel llegaba justo a tiempo para arrebatarle las cobijas, por más que él intentara levantarse antes o forcejear con ella, la mujer terminaba regañándolo como a un niño y tomando las mantas:

- Jovencito... no tienes la obligación de hacerlo y yo sí!! – decía cuando olvidaba que a los invitados debía hablárseles de usted – Naín Sirithcam, te irás ahora mismo afuera a buscar a quien más molestar – de pronto, recordaba su falta – por favor, mi lord, vos no debéis... – concluía sonrojada.

Naín no tenía más. Se sentía culpable, nadie, en mucho tiempo, le había ordenado de esa forma y tratado tan bien al mismo tiempo. Annaikwen le daba órdenes a veces, pero era diferente. Sentía como si Lirimariel fuera... su abuela. Un suspiró rebelde salió desde el fondo de su pecho.

Su mente, volvió 15 años atrás, hasta los brazos de su abuela. Sus padres habían sido montaraces también pero los habían asesinado los hombres salvajes de las montañas cuando él apenas tenía unos meses de nacido, así que su abuela se había encargado de él y después de Annaní cuando había llegado en los brazos de aquél hombre. Era la mujer más dulce y más exigente que había conocido, era una mezcla extraña, él lo sabía, pero la amaba como era, varias veces había hecho que Naín montara el caballo que ella utilizaba mucho antes de cumplir los 5 años, ni siquiera los demás montaraces aprobaban esa educación puesto que era demasiado pequeño para controlar las riendas, incluso para que el caballo lo sintiera. Sin embargo, la anciana siempre decía que entre más joven se empezaba la práctica, la mente del jamelgo y la del jinete se unían, de tal forma, que se volvían uno: hombre y corcel. Por esa misma razón, minutos después de que Annaní se quedara a su cargo, la anciana la había acercado hasta una yegua de condiciones excelentes quien la había lamido, aceptándola como montaraz.

Recordaba muchas cosas de ella, la forma en que lo instruía, cuando lo reñía, sus castigos, sus disculpas, su forma de montar, su sazón al cocinar... tantas cosas. Pero lo que no podía sacar de su mente era esa vez, cuando ella decidió morir.

Los Asëa Aranion, si no eran asesinados, podían llegar a vivir muchísimo tiempo, hasta que sus barbas o sus largos cabellos se convertían en plateados, y según sus tradiciones podían elegir el momento de morir. Se decía que un Asëa verdadero sentía en el corazón cuando era el instante perfecto, se despedía de lo suyos repartiendo entre ellos, cuando así lo decidía, sus pertenencias, dejándoles sus últimos consejos y partiendo con su corcel hacia las nevadas más altas de Forodwaith, para morir en el lugar elegido, en compañía de su amigo de toda la vida.

Naín nunca olvidaba las palabras de su abuela antes de partir: "Hijito mío, el más audaz y valiente de los Aranion que haya conocido, en tí tendrás el poder de cambiar muchas cosas. Recuerda que no siempre nuestros deseos son los caminos mejores, debes aprender a perder lo que consideras tuyo, si observas que algo de ello depende. Cuida mucho a Annaní, y que tus oídos estén atentos a los susurros del agua, de la tierra y del cielo. Que las sombras nunca opaquen tu corazón" después, lo había besado en la frente y le había dado un cuchillo corto y el anillo de su familia.

Otro suspiro escapó. Alguien llegó y se colocó a su lado.

- Disculpa, Naín... pero... necesito hablar con vos.

Naín dejó sus pensamientos por un momento y se volvió a su compañero.

- Por supuesto, dime, Dimloth.

- Bueno, yo pensaba que... recuerdas mi propuesta de venir por otros caminos?

- Si...

- No se, tengo curiosidad de...

- No, Dimloth... – Naín lo observó lacónicamente – lo lamento, pero sabes que la caravana debe hacer lo que el capitán diga.

- Eso es lo que vine a deciros... – Dimloth se acercó más a Naín y observó a su alrededor, confirmando que nadie los oía – tu eres el segundo al mando de los Asëa Aranion... no puedes... persuadir al capitán? Es decir... tu también tienes derecho a decidir, cierto, Sirithcam?

Naín desvió un poco su mirada del montaraz,  y observó el pueblo de Rohan que se extendía antes sus pies. Después volvió a ver a Dimloth.

- Pero sucede, que yo estoy de acuerdo son las decisiones del capitán.

Dimloth se paró inmediatamente.

- Esta bien... – se dio media vuelta – pensé que tenías más agallas – concluyó entre dientes.

Naín lo escuchó pero ni siquiera se paró de su lugar.

- Y yo pensé que había más lealtad a tu capitán en ti.

Dimloth hizo como que no lo escuchó y siguió caminando en dirección a la casa de oro.

- Elfo de los mil amores,  te vas a ganar un lugar muy cerca de Elbereth si sigues así!!

Gimli dejó el balde que llevaba en las manos, y corrió, tan rápido como se lo permitían sus cortas piernas, hasta llegar junto a Legolas, éste se paró y frunció el entrecejo notablemente.

- Y quien, si es que puedo saberlo, te ha dicho que compartiré mi leche con vos?

- Oh... – Gimli también frunció el entrecejo – vamos, maese Legolas!! Mire vos cuan larga es la fila para recoger un balde!!

- Precisamente por eso me levanté temprano y yo mismo ordeñé mi vaca...

El elfo hablaba casi burlonamente, Gimli lo percibió y como su orgullo no le permitía ni seguir discutiendo ni aceptar que se le hablara así, regresó, tomó su balde y sin siquiera dirigir una mirada a Legolas se fue a formar a la fila de la leche. Cuando pasaba junto al elfo murmuró entre dientes: "Elfo malagradecido, no fuera una dulce doncella porque dicho sea el caso no hubiera tenido ni que preguntárselo".

Legolas se rió entre dientes, viró.

- Maese, enano!! Si tanta es su ansia por tomar un trago de leche fresca, entonces le ofrezco la mitad de mi balde, con la condición de que mañana usted me de la mitad del vuestro...

Olvidando su enojo, Gimli le obsequió el recipiente a la mujer que iba detrás de él, salió de la fila y con una sonrisa bastante amplia, le estrecho la mano a Legolas.

- Un trato justo para gente gusta con gustos justos, maese elfo!!

Y los dos abandonaron los establos juntos. Después de andar un rato, eligieron la sombra de un árbol grande y frondoso que se alzaba a la orilla de la primera colina del valle, para sentarse a beber la refrescante bebida matutina. Después de unos tragos, la charla se dirigió a la fiesta de Año Nuevo pasada.

- La comida fue, sin lugar a dudas, la mejor parte de todas... esos cortes de cordero estuvieron exquisitos y ni que hablar de las costillas de ternera...

- Perdóname, Gimli, pero no estoy de acuerdo con vos... si, claro, la comida fue excelente, sin embargo lo que yo más disfruté fue la llegada de los Asëa Aranion, es gente muy educada a pesar de provenir de tierras salvajes y de clima crudo como lo es el lejano Forodwaith – Legolas perdió la vista en la inmensidad de la lejanía -...gente muy interesante...

El enano miró directamente al elfo y, momentos después, alargó su sonrisa... segundos más tarde, reía a carcajadas. Legolas, extrañado, volvió la mirada a su compañero.

- Puedo saber cuál es el motivo de vuestra risa?

- Oh... – Gimli intentó controlarse, fallidamente – no quieras hacerme el tonto...

Legolas frunció el entrecejo ante semejante comentario.

- Si... si... crees que no me di cuenta? Vamos!! Si cuando el capitán descubrió su semblante no te moviste, ni siquiera parpadeaste!!

- Eso es mentira... – Legolas desvió, por un instante pequeñísimo, su vista para luego posarla después en la del enano – tal vez si me impresioné un poco ante el hecho de que el capitán es una doncella...

- ...muy bella...

- ... pero ese no fue el motivo de mi contento, ya que platiqué con otros Asëa y me parecieron muy inteligentes...

- ... valiente...

- ... y los admiré más por venir a visitar tierras tan lejanas...

- ...sagaz...

- Gimli!! Podéis dejar de hacer comentarios absurdos?

- No serán cometarios tan absurdos puesto que vos los consideraste...

El elfo hizo un gesto de descontento.

- Si a vos te parece tan... tan... perfecta dicha dama...

- Soy un enano!! Y... esos adjetivos los pensó Daín, mi primo hermano, al notar como vos la veíais.

- Eso es ridículo...

- No lo es, maese Legolas!! Si lo fuera, vos no estaríais tan disgustado...

- Bien, maese Gimli... sabéis cuál es el motivo de mi disgusto?

- Por supuesto!! Aunque a ser sincero... no comprendo por qué...

- Y... cuál es, según vos?

- A mi amigo elfo le disgusta saber que, quiera o no, tendrá que entregar su corazón al fin...

Legolas abrió la boca, sorprendido y aún más disgustado, para rebatir tal argumento. Sin embargo, Gimli ya estaba subiendo la colina con el balde vació de leche.

* Comentarios en los reviews.

ANARIEL: Si, hay muchas interrogantes aún pero... todas tienen respuesta, gracias por dejar review.

UMI UNGALAD:  gracias por tus comentarios...

HIMPAURIEL: que hay, vickyta!!!  Gracias por leer esto... gracias por lo de talentosa pero... bueno, se hace lo que se puede, ja!!

KISERA: claro que lo voy a seguir, si, a mi también me cuesta trabajo encontrar fics de Legolas en español que no sean de humor, pero... bueno,  aquí tienes otro capítulo.