The Sword of Darkness
Capitulo VIII: "El Comienzo"
Las habitaciones del palacio eran enormes, con todas las comodidades que se podÃan desear. Una gran cama se encontraba en medio de ella, desde lo alto era cubierta por lindas cortinas de seda, que caÃan en una suave cascada de colores sobre los edredones de algodón. Vasijas y jofainas habÃan sido puestas en una mesa cerca de la gran tina de baño, decoradas todas ellas con reflejos de oro mate, haciendo una perfecta contrastación con todo su alrededor, talvez lo más acogedor de cada habitación, era la gran chimenea que se alzaba frente a la cama, siempre con llamas en su interior, proveyendo calor durante toda la noche, y durante gran parte del dÃa. Tres ventanas altas y estrechas miraban al norte, hacia las grandes llanuras de entre ese reino y el de Midgar. Unas cuantas luces de la pequeña ciudad aun se veÃan encendidas cuando el banquete termino, a altas horas de la madrugada.
Yamatto y Taichi se habÃan retirado a los aposentos que les habÃan sido preparados, poco antes de que todos se hubieran marchado, entro cada uno a su habitación, disponiéndose a tomar un baño, para después dormir tranquilamente toda la noche, y si podÃan también gran parte de la mañana.
Esa misma noche habÃan sido presentados como caballeros de Argorlad ante el rey de Ephel Dúath, que los habÃa recibido con gran cortesÃa y con especial magnificencia, y aunque en algún tiempo tuvieron varias guerras entre ellos, se habÃan olvidado definitivamente de los rencores que existÃan, comenzando la historia de nuevo.
Para distinguirlos de los demás, se les colocó en el brazo izquierdo, un listón azul, que siempre deberÃan portar, para ser reconocidos, con ellos además de estar en los sorteos y peleas, podÃan pasear libremente por el castillo y el reino.
Además y para su deleite habÃan conocido a la princesa Sora Takenouchi, era una persona sencilla y modesta, tenÃa muy firmes sus ideales, y no se dejaba engañar por el exterior de las personas con tanta facilidad, sabÃa juzgar muy bien a quien conocÃa, definiendo su actitud con tan solo una mirada. Además era muy amable y divertida, pero siempre conservando su majestad.
No tuvieron mucho tiempo de platicar, ya que tenÃa que despedir a los demás invitados, quedaron de verse en otra ocasión, y conociendo a Taichi, esa ocasión llegarÃa no solo por una casualidad.
Después de un merecido baño, Yamatto se tumbó en una de las sillas que estaban frente a la chimenea, perdiendo su vista entre las llamas que revoloteaban entre la leña, sus pensamientos se transportaron al pasado, pudo ver de nuevo a su padre, cuando el era aun un niño, el momento en que partió a la guerra como un gran general dirigiendo a todo el ejercito real, como el y su madre esperaban con ansia a cada mensajero que llegaba, con la esperanza de que llevara alguna noticia de su padre...
Que lo recordara, las noticias siempre habÃan sido buenas, siempre diciendo y aclamando el avance del ejercito ante los enemigos, ahora que lo pensaba, contra el mismo Ephel Dúath...en el reino que se encontraba era en el mismo en el que su padre habÃa muerto, y sin embargo no guardaba rencor contra ninguno de ellos, ya que no habÃa sido su culpa, su padre habÃa escogido su propia muerte al caer bajo la influencia de una mente avara y ambiciosa...todos creÃan que el habÃa sido un héroe, sin saber que la verdad era que él mismo estaba causando la destrucción. El verdadero héroe habÃa sido otro, el padre de su mejor amigo, habÃa dado su vida por su padre, y el no se lo merecÃa, a cambio de tal acto de valentÃa, se le habÃa clasificado como un traidor a su paÃs, nada más lejos de la verdad. Hasta el propio Taichi se habÃa visto avergonzado por su propio padre...algún dÃa le dirÃa la verdad a su amigo, y asà no se volverÃa a sentir en deshonra por su apellido.
Taichi no podÃa dormir esa noche, a pesar de el delicioso baño de agua caliente que habÃa tomado, asà que salió a dar un paseo por el castillo a altas horas de la noche. Le encantó ese lugar, el corazón le dijo, sin dudarlo que ese reino le era más acogedor que el propio Argorlad. Todas las armaduras brillaban al toque de los rayos de la luna, las estatuas tenÃan bustos de marfil perfectos dibujando en su material a grandes reyes de rostros frÃos y arrogantes.
Algo le producio escalofrÃo, al pasar por una de las habitaciones, por curiosidad, se asomo a ella. En vez de asustarse se alegro.
La princesa Sora estaba en ese lugar, asomada por una de las ventanas, sosteniendo un candelabro en una mano, y moviéndolo de un lado a otro.
Intrigado por lo que la chica hacia, se atrevió a entrar, luego toco la puerta.
Sora volteo sorprendida al oÃr los golpes secos en la madera, y se dio la media vuelta rápidamente.
-L-Lo siento, es que...-dijo Tai, tratando se excusarse con ella.
Sora, suspiro aliviada, talvez no era la persona que ella pensaba. -No, no te preocupes, es solo que me tomaste por sorpresa.- le sonrió.
Tai se quedo paralizado, esa sonrisa era la mas linda de todas según su punto de vista.
-¿Te pasa algo?- se acerco a el, para verlo mejor a la luz de la vela.
-Eh..no, nada...yo solo...eh, debo irme, buenas noches princesa..- para ocultar su sonrojo, salió corriendo de la habitación sin dar oportunidad de pronunciar palabra alguna.
Ella sonrió, y con vela en mano, se retiro ella también a su habitación.
Se dieron los primeros rayos de sol, a la mañana siguiente, en el castillo comenzó a haber movimiento desde antes que amaneciera, los sirvientes iban y venÃan por los pasillos con bandejas, vasijas llenas de agua, y muchos otros objetos que necesitarÃan los huéspedes al despertar, afuera, ya se escuchaba también el murmullo de la gente, que preparaba ,entusiasmada, los lugares en donde se enfrentarÃan los espadachines. El coliseo, como ellos lo llamaban, llegaba a cubrir la cuarta parte del castillo, blanco en su totalidad, con grandes columnas a la entrada, los asientos estaban dispuestos en forma sucesiva, cada hilera más arriba que la anterior, gradas para ser más exactos. En un palco a lo alto, se encontraban los sitios de honor, desde donde se podÃa disfrutar de una vista maravillosa, destinada solo a invitados especiales o al mismo rey. El campo de batalla era un paraje desolado, un montón de tierra era lo único que se les podÃa ofrecer a los combatientes.
El choque de espadas era lo único que podÃa distinguirse en su totalidad, entre aquel bullicioso mundo de personas apuradas. En uno de los campos de entrenamiento, solos a causa de la hora temprana, peleaban ferozmente dos hombres, sus espadas producÃan un sonido metálico, que retumbaba en las paredes haciendo eco, los gritos de batalla que emitÃan se confundÃan con los de la gente de afuera, sin llamar mucho la atención.
Yamatto Ishida habÃa propuesto un combate de entrenamiento, que después se habÃa convertido en una batalla feroz. Taichi no peleaba nada mal, sorprendiendo a su oponente, siempre mostraba una nueva técnica en cada batalla.
Los dos chicos se enfrentaban frente a frente, sin ningún cuidado, aunque solo fuera un entrenamiento. Yamatto tenÃa la fuerza, pero Taichi tenia la velocidad, asà que no estaban en tanta desventaja el uno del otro.
Matt lanzó un golpe casi certero al costado de Taichi, que casi dio en su objetivo, a no ser por los rápidos reflejos que el poseÃa, respondió rápidamente de frente, su golpe fue detenido, produciéndose en ese momento otro choque de poder, sus manos temblaban ante la presión que el otro ejercÃa sobre la espada, sin embargo ninguno se rendirÃa asà de fácil, sus ojos también se encontraron comenzando otro duelo entre ellos.
-RÃndete Taichi- yamatto tenÃa una sonrisa en su rostro, al parecer no estaba usando todos sus recursos.
-Parece que no me conoces- con mucho esfuerzo, logro arrojar la espada de Matt hacia atrás, sin que esta cayera de sus manos.
El rubio se lanzo de nuevo al ataque, sosteniendo firmemente su arma, lanzó un grito, seguido de un golpe a un costado de la espada de Tai.
Un silencio se provoco entre los dos, una de las espadas estaba tirada a los pies de los chicos, y la otra aun estaba en manos de su poseedor, amenazando con la punta de su arma y sin titubeos a su ahora vencido contrincante.
-PodrÃa matarte...- Matt ganó el duelo, por ello tenia derecho sobre su adversario.
-No lo harÃas..- Tai solo sonrió, no le importaba mucho perder, siempre era asà cuando se enfrentaba a su amigo.
-¿Como estas tan seguro?-
-Te conozco desde hace mucho tiempo, se que eres muy orgulloso, y sin embargo...estoy seguro de que antepondrÃas tu amistad antes que tu honor.-
El solo sonrió, su amigo lo conocÃa mejor que nadie, talvez tuviera razón. Iba a decirle algo cuando noto que alguien loa habÃa estado viendo. Un muchacho de cabello castaño, estaba sentado en una de las bancas, aun observaba a los dos chicos que hablaban. Ellos se le quedaron viendo esperando una explicación.
El chico solo sonrió, y los saludo con una de sus manos de una manera algo tonta.
-Ahà esta tu clon Tai..- se burlo Matt.
-Bah, cállate, el no se parece a mi...yo soy más guapo.- arreglo su cabello algo despeinado, y levanto su espada del piso, enfundándola de nuevo.
-Ja..vamos a ver que quiere...-
El también guardo su espada, se quito los guantes, y limpio el sudor de su frente. Después se acerco al chico al lado de Tai.
-¡Vaya que bien pelean!- exclamó, cuando los tuvo cerca de el. -Este torneo se va a poner emocionante.-
-Tu también vas a participar ¿cierto?- preguntó Matt.
-Si, soy representante de Ephel Dúath.-
-Somos de Argorlad.-
-¿Argorlad? Gran paÃs...- ese chico era una persona delgada, y un poco más bajito que ellos dos, en realidad no parecÃa hecho para la batalla, su aspecto decÃa que no pasaba de los dieciocho, y sin embargo, a sus veinte años de vida, ya habÃa pasado por más peligros que muchos caballeros de la extirpe de un noble. Era muy parecido a Taichi, tenÃa el mismo cabello, los mismos ojos, casi el mismo carácter, era una sorpresa el encontrarse a alguien con tanta familiaridad. Por lo que les habÃan dicho, a pesar de su corta edad, era un guerrero digno de admiración, al parecer era de los de más alto rango en ese reino, por ello habÃa ganado además de la autorización del rey para entrar al torneo, el honor de poder ascender al puesto de capitán de el ejercito real cuando terminaran los combates.
-Mi nombre es Daisuke Motomiya...pero pueden llamarme Davis..- el joven se habÃa levantado, y habÃa extendido su mano hacia los extranjeros.
-Mucho gusto Davis...soy Taichi Yagami, Tai para los amigos...- el fue el primero en estrechar su mano, Matt no se veÃa muy complacido con el.
-Soy Yamatto Ishida...- dijo en un tono frÃo y estrecho su mano de no muy buena gana, solo por mera cortesÃa.
-Muy pronto comenzaran los sorteos en donde decidirán nuestras posiciones, ¿Que les parece si los guió?-
-Seria muy cortes de tu parte...es un sitio muy grande, apenas encontramos este lugar.-
-Y les diré que este no es exactamente un lugar para entrenar, tienen suerte de que solo yo los haya visto. Hagan el favor de seguirme, los sorteos comenzaran pronto, y no queremos perder nuestro turno..-
Davis se hecho a andar, los otros dos chicos se demoraron unos momentos, para después caminar detrás de el.
-No es mal chico..- comento Taichi en voz baja, solo a oÃdos de su amigo.
-No te hagas amigo de quien no debes, eso podrÃa afectarte luego...-
-Nah...estaré bien, la amistad es algo aparte cuando se esta en combate..-
Yamatto medito esas ultimas palabras, si lo comparaba con lo que habÃa dicho antes, se daba cuenta de que el mismo se contradecÃa "Seguro antepondrÃas tu amistad antes de tu honor" eso habÃa dicho primero, y después "la amistad es algo aparte cuando se esta en combate", ¿Que idea decÃa la verdad?, o ¿Se debÃa aplicar en diferentes casos?, habÃa quedado algo confundido, si tuviera que pelear contra un amigo ¿Que harÃa?, su amistad podÃa valer más que cualquier otra cosa, pero ¿La amistad se pierde cuando en el campo de batalla tu contrincante es tu propio amigo?, su idea era que debÃa dejar de lado los sentimientos a la hora del combate, o no se estarÃa dando su mejor esfuerzo, siempre lo habÃa hecho de esa manera, pero nunca se habÃa puesto a pensar el "¿que pasarÃa si?"...
Caminaron por varios pasillos del castillo, hasta que salieron completamente de el, para después dirigirse a una especie de coliseo, un gran estadio que en esos momentos estaba en silencio.
Al entrar por una de las puertas principales, se dieron cuenta que llegaban un poco tarde, todos los participantes estaban ya reunidos al lado de sus reyes, esperando solamente a la hora indicada.
Mimi por fin los distinguió cuando entraron, y camino hacia ellos rápidamente.
-¿Donde se habÃan metido?- pregunto la chico con cierto tono de disgusto en su voz.
-L-Los sentimos...nos distraemos un poco...- contesto el rubio, algo apenado.
-Mi padre los a estado buscando...-
-¿Esta molesto?- Taichi se veÃa algo asustado ante esa idea.
-Estaba...cuando por fin los vio su animo mejoró. Pero yo en su lugar pedirÃa disculpas y pondrÃa más atención la próxima vez.-
-Si, hay que ir...Oye- dijo Taichi volviéndose hacia Davis que aun se encontraba en ese lugar- Gracias por traernos hasta aquÃ, nos sacaste de un gran lÃo.-
-No hay problema, si necesitan ayuda de nuevo no duden en pedÃrmela, nos vemos luego- el chico se despidió de sus nuevos amigos, y se encamino hacia donde estaban los suyos.
Taichi por su parte, se hecho a caminar hacia su rey, resuelto a pedir disculpas por llegar tarde.
-Oye- le dijo Mimi a Matt en voz baja- ¿Quien era ese chico?-
-Ah, alguien que nos ayudo a llegar hasta aquÃ, es de los caballeros de Ephel Dúath, y su nombre es Davis.¿Porque lo preguntas?-
-Parece hermano de Tai...- Yamatto soltó una carcajada, Mimi lo siguió con una risa discreta, todos los presentes se les quedaron viendo con una mirada extraña. Los dos se callaron de repente cuando la voz del rey se escucho a lo largo del coliseo.
Se unieron a los de su reino, y esperaron a las indicaciones del rey, los sorteos para decidir a la persona con quien pelearÃan, estaba apunto de comenzar...
Continuara...
Otro capitulo, por fin vamos a lo bueno, me esforzare mas en el próximo, espero que les este gustando.
Hasta la próxima!!!
Tiffany Dincht
Capitulo VIII: "El Comienzo"
Las habitaciones del palacio eran enormes, con todas las comodidades que se podÃan desear. Una gran cama se encontraba en medio de ella, desde lo alto era cubierta por lindas cortinas de seda, que caÃan en una suave cascada de colores sobre los edredones de algodón. Vasijas y jofainas habÃan sido puestas en una mesa cerca de la gran tina de baño, decoradas todas ellas con reflejos de oro mate, haciendo una perfecta contrastación con todo su alrededor, talvez lo más acogedor de cada habitación, era la gran chimenea que se alzaba frente a la cama, siempre con llamas en su interior, proveyendo calor durante toda la noche, y durante gran parte del dÃa. Tres ventanas altas y estrechas miraban al norte, hacia las grandes llanuras de entre ese reino y el de Midgar. Unas cuantas luces de la pequeña ciudad aun se veÃan encendidas cuando el banquete termino, a altas horas de la madrugada.
Yamatto y Taichi se habÃan retirado a los aposentos que les habÃan sido preparados, poco antes de que todos se hubieran marchado, entro cada uno a su habitación, disponiéndose a tomar un baño, para después dormir tranquilamente toda la noche, y si podÃan también gran parte de la mañana.
Esa misma noche habÃan sido presentados como caballeros de Argorlad ante el rey de Ephel Dúath, que los habÃa recibido con gran cortesÃa y con especial magnificencia, y aunque en algún tiempo tuvieron varias guerras entre ellos, se habÃan olvidado definitivamente de los rencores que existÃan, comenzando la historia de nuevo.
Para distinguirlos de los demás, se les colocó en el brazo izquierdo, un listón azul, que siempre deberÃan portar, para ser reconocidos, con ellos además de estar en los sorteos y peleas, podÃan pasear libremente por el castillo y el reino.
Además y para su deleite habÃan conocido a la princesa Sora Takenouchi, era una persona sencilla y modesta, tenÃa muy firmes sus ideales, y no se dejaba engañar por el exterior de las personas con tanta facilidad, sabÃa juzgar muy bien a quien conocÃa, definiendo su actitud con tan solo una mirada. Además era muy amable y divertida, pero siempre conservando su majestad.
No tuvieron mucho tiempo de platicar, ya que tenÃa que despedir a los demás invitados, quedaron de verse en otra ocasión, y conociendo a Taichi, esa ocasión llegarÃa no solo por una casualidad.
Después de un merecido baño, Yamatto se tumbó en una de las sillas que estaban frente a la chimenea, perdiendo su vista entre las llamas que revoloteaban entre la leña, sus pensamientos se transportaron al pasado, pudo ver de nuevo a su padre, cuando el era aun un niño, el momento en que partió a la guerra como un gran general dirigiendo a todo el ejercito real, como el y su madre esperaban con ansia a cada mensajero que llegaba, con la esperanza de que llevara alguna noticia de su padre...
Que lo recordara, las noticias siempre habÃan sido buenas, siempre diciendo y aclamando el avance del ejercito ante los enemigos, ahora que lo pensaba, contra el mismo Ephel Dúath...en el reino que se encontraba era en el mismo en el que su padre habÃa muerto, y sin embargo no guardaba rencor contra ninguno de ellos, ya que no habÃa sido su culpa, su padre habÃa escogido su propia muerte al caer bajo la influencia de una mente avara y ambiciosa...todos creÃan que el habÃa sido un héroe, sin saber que la verdad era que él mismo estaba causando la destrucción. El verdadero héroe habÃa sido otro, el padre de su mejor amigo, habÃa dado su vida por su padre, y el no se lo merecÃa, a cambio de tal acto de valentÃa, se le habÃa clasificado como un traidor a su paÃs, nada más lejos de la verdad. Hasta el propio Taichi se habÃa visto avergonzado por su propio padre...algún dÃa le dirÃa la verdad a su amigo, y asà no se volverÃa a sentir en deshonra por su apellido.
Taichi no podÃa dormir esa noche, a pesar de el delicioso baño de agua caliente que habÃa tomado, asà que salió a dar un paseo por el castillo a altas horas de la noche. Le encantó ese lugar, el corazón le dijo, sin dudarlo que ese reino le era más acogedor que el propio Argorlad. Todas las armaduras brillaban al toque de los rayos de la luna, las estatuas tenÃan bustos de marfil perfectos dibujando en su material a grandes reyes de rostros frÃos y arrogantes.
Algo le producio escalofrÃo, al pasar por una de las habitaciones, por curiosidad, se asomo a ella. En vez de asustarse se alegro.
La princesa Sora estaba en ese lugar, asomada por una de las ventanas, sosteniendo un candelabro en una mano, y moviéndolo de un lado a otro.
Intrigado por lo que la chica hacia, se atrevió a entrar, luego toco la puerta.
Sora volteo sorprendida al oÃr los golpes secos en la madera, y se dio la media vuelta rápidamente.
-L-Lo siento, es que...-dijo Tai, tratando se excusarse con ella.
Sora, suspiro aliviada, talvez no era la persona que ella pensaba. -No, no te preocupes, es solo que me tomaste por sorpresa.- le sonrió.
Tai se quedo paralizado, esa sonrisa era la mas linda de todas según su punto de vista.
-¿Te pasa algo?- se acerco a el, para verlo mejor a la luz de la vela.
-Eh..no, nada...yo solo...eh, debo irme, buenas noches princesa..- para ocultar su sonrojo, salió corriendo de la habitación sin dar oportunidad de pronunciar palabra alguna.
Ella sonrió, y con vela en mano, se retiro ella también a su habitación.
Se dieron los primeros rayos de sol, a la mañana siguiente, en el castillo comenzó a haber movimiento desde antes que amaneciera, los sirvientes iban y venÃan por los pasillos con bandejas, vasijas llenas de agua, y muchos otros objetos que necesitarÃan los huéspedes al despertar, afuera, ya se escuchaba también el murmullo de la gente, que preparaba ,entusiasmada, los lugares en donde se enfrentarÃan los espadachines. El coliseo, como ellos lo llamaban, llegaba a cubrir la cuarta parte del castillo, blanco en su totalidad, con grandes columnas a la entrada, los asientos estaban dispuestos en forma sucesiva, cada hilera más arriba que la anterior, gradas para ser más exactos. En un palco a lo alto, se encontraban los sitios de honor, desde donde se podÃa disfrutar de una vista maravillosa, destinada solo a invitados especiales o al mismo rey. El campo de batalla era un paraje desolado, un montón de tierra era lo único que se les podÃa ofrecer a los combatientes.
El choque de espadas era lo único que podÃa distinguirse en su totalidad, entre aquel bullicioso mundo de personas apuradas. En uno de los campos de entrenamiento, solos a causa de la hora temprana, peleaban ferozmente dos hombres, sus espadas producÃan un sonido metálico, que retumbaba en las paredes haciendo eco, los gritos de batalla que emitÃan se confundÃan con los de la gente de afuera, sin llamar mucho la atención.
Yamatto Ishida habÃa propuesto un combate de entrenamiento, que después se habÃa convertido en una batalla feroz. Taichi no peleaba nada mal, sorprendiendo a su oponente, siempre mostraba una nueva técnica en cada batalla.
Los dos chicos se enfrentaban frente a frente, sin ningún cuidado, aunque solo fuera un entrenamiento. Yamatto tenÃa la fuerza, pero Taichi tenia la velocidad, asà que no estaban en tanta desventaja el uno del otro.
Matt lanzó un golpe casi certero al costado de Taichi, que casi dio en su objetivo, a no ser por los rápidos reflejos que el poseÃa, respondió rápidamente de frente, su golpe fue detenido, produciéndose en ese momento otro choque de poder, sus manos temblaban ante la presión que el otro ejercÃa sobre la espada, sin embargo ninguno se rendirÃa asà de fácil, sus ojos también se encontraron comenzando otro duelo entre ellos.
-RÃndete Taichi- yamatto tenÃa una sonrisa en su rostro, al parecer no estaba usando todos sus recursos.
-Parece que no me conoces- con mucho esfuerzo, logro arrojar la espada de Matt hacia atrás, sin que esta cayera de sus manos.
El rubio se lanzo de nuevo al ataque, sosteniendo firmemente su arma, lanzó un grito, seguido de un golpe a un costado de la espada de Tai.
Un silencio se provoco entre los dos, una de las espadas estaba tirada a los pies de los chicos, y la otra aun estaba en manos de su poseedor, amenazando con la punta de su arma y sin titubeos a su ahora vencido contrincante.
-PodrÃa matarte...- Matt ganó el duelo, por ello tenia derecho sobre su adversario.
-No lo harÃas..- Tai solo sonrió, no le importaba mucho perder, siempre era asà cuando se enfrentaba a su amigo.
-¿Como estas tan seguro?-
-Te conozco desde hace mucho tiempo, se que eres muy orgulloso, y sin embargo...estoy seguro de que antepondrÃas tu amistad antes que tu honor.-
El solo sonrió, su amigo lo conocÃa mejor que nadie, talvez tuviera razón. Iba a decirle algo cuando noto que alguien loa habÃa estado viendo. Un muchacho de cabello castaño, estaba sentado en una de las bancas, aun observaba a los dos chicos que hablaban. Ellos se le quedaron viendo esperando una explicación.
El chico solo sonrió, y los saludo con una de sus manos de una manera algo tonta.
-Ahà esta tu clon Tai..- se burlo Matt.
-Bah, cállate, el no se parece a mi...yo soy más guapo.- arreglo su cabello algo despeinado, y levanto su espada del piso, enfundándola de nuevo.
-Ja..vamos a ver que quiere...-
El también guardo su espada, se quito los guantes, y limpio el sudor de su frente. Después se acerco al chico al lado de Tai.
-¡Vaya que bien pelean!- exclamó, cuando los tuvo cerca de el. -Este torneo se va a poner emocionante.-
-Tu también vas a participar ¿cierto?- preguntó Matt.
-Si, soy representante de Ephel Dúath.-
-Somos de Argorlad.-
-¿Argorlad? Gran paÃs...- ese chico era una persona delgada, y un poco más bajito que ellos dos, en realidad no parecÃa hecho para la batalla, su aspecto decÃa que no pasaba de los dieciocho, y sin embargo, a sus veinte años de vida, ya habÃa pasado por más peligros que muchos caballeros de la extirpe de un noble. Era muy parecido a Taichi, tenÃa el mismo cabello, los mismos ojos, casi el mismo carácter, era una sorpresa el encontrarse a alguien con tanta familiaridad. Por lo que les habÃan dicho, a pesar de su corta edad, era un guerrero digno de admiración, al parecer era de los de más alto rango en ese reino, por ello habÃa ganado además de la autorización del rey para entrar al torneo, el honor de poder ascender al puesto de capitán de el ejercito real cuando terminaran los combates.
-Mi nombre es Daisuke Motomiya...pero pueden llamarme Davis..- el joven se habÃa levantado, y habÃa extendido su mano hacia los extranjeros.
-Mucho gusto Davis...soy Taichi Yagami, Tai para los amigos...- el fue el primero en estrechar su mano, Matt no se veÃa muy complacido con el.
-Soy Yamatto Ishida...- dijo en un tono frÃo y estrecho su mano de no muy buena gana, solo por mera cortesÃa.
-Muy pronto comenzaran los sorteos en donde decidirán nuestras posiciones, ¿Que les parece si los guió?-
-Seria muy cortes de tu parte...es un sitio muy grande, apenas encontramos este lugar.-
-Y les diré que este no es exactamente un lugar para entrenar, tienen suerte de que solo yo los haya visto. Hagan el favor de seguirme, los sorteos comenzaran pronto, y no queremos perder nuestro turno..-
Davis se hecho a andar, los otros dos chicos se demoraron unos momentos, para después caminar detrás de el.
-No es mal chico..- comento Taichi en voz baja, solo a oÃdos de su amigo.
-No te hagas amigo de quien no debes, eso podrÃa afectarte luego...-
-Nah...estaré bien, la amistad es algo aparte cuando se esta en combate..-
Yamatto medito esas ultimas palabras, si lo comparaba con lo que habÃa dicho antes, se daba cuenta de que el mismo se contradecÃa "Seguro antepondrÃas tu amistad antes de tu honor" eso habÃa dicho primero, y después "la amistad es algo aparte cuando se esta en combate", ¿Que idea decÃa la verdad?, o ¿Se debÃa aplicar en diferentes casos?, habÃa quedado algo confundido, si tuviera que pelear contra un amigo ¿Que harÃa?, su amistad podÃa valer más que cualquier otra cosa, pero ¿La amistad se pierde cuando en el campo de batalla tu contrincante es tu propio amigo?, su idea era que debÃa dejar de lado los sentimientos a la hora del combate, o no se estarÃa dando su mejor esfuerzo, siempre lo habÃa hecho de esa manera, pero nunca se habÃa puesto a pensar el "¿que pasarÃa si?"...
Caminaron por varios pasillos del castillo, hasta que salieron completamente de el, para después dirigirse a una especie de coliseo, un gran estadio que en esos momentos estaba en silencio.
Al entrar por una de las puertas principales, se dieron cuenta que llegaban un poco tarde, todos los participantes estaban ya reunidos al lado de sus reyes, esperando solamente a la hora indicada.
Mimi por fin los distinguió cuando entraron, y camino hacia ellos rápidamente.
-¿Donde se habÃan metido?- pregunto la chico con cierto tono de disgusto en su voz.
-L-Los sentimos...nos distraemos un poco...- contesto el rubio, algo apenado.
-Mi padre los a estado buscando...-
-¿Esta molesto?- Taichi se veÃa algo asustado ante esa idea.
-Estaba...cuando por fin los vio su animo mejoró. Pero yo en su lugar pedirÃa disculpas y pondrÃa más atención la próxima vez.-
-Si, hay que ir...Oye- dijo Taichi volviéndose hacia Davis que aun se encontraba en ese lugar- Gracias por traernos hasta aquÃ, nos sacaste de un gran lÃo.-
-No hay problema, si necesitan ayuda de nuevo no duden en pedÃrmela, nos vemos luego- el chico se despidió de sus nuevos amigos, y se encamino hacia donde estaban los suyos.
Taichi por su parte, se hecho a caminar hacia su rey, resuelto a pedir disculpas por llegar tarde.
-Oye- le dijo Mimi a Matt en voz baja- ¿Quien era ese chico?-
-Ah, alguien que nos ayudo a llegar hasta aquÃ, es de los caballeros de Ephel Dúath, y su nombre es Davis.¿Porque lo preguntas?-
-Parece hermano de Tai...- Yamatto soltó una carcajada, Mimi lo siguió con una risa discreta, todos los presentes se les quedaron viendo con una mirada extraña. Los dos se callaron de repente cuando la voz del rey se escucho a lo largo del coliseo.
Se unieron a los de su reino, y esperaron a las indicaciones del rey, los sorteos para decidir a la persona con quien pelearÃan, estaba apunto de comenzar...
Continuara...
Otro capitulo, por fin vamos a lo bueno, me esforzare mas en el próximo, espero que les este gustando.
Hasta la próxima!!!
Tiffany Dincht
