CAPITULO II

Esto apenas comienza... ¡Dios, nooooo!

     Un chico; asi fue como empezó una proeza aun mas grande que la Odisea. Esa noche, cuando llegamos a casa, después de la clásica platica que sostenía mi papá en el coche. Esa de que "hay dos clases de personas, hija. Las que son dentistas, y las que quieren serlo", y por supuesto, acompañada de "Ya tienes veinticinco años, estas vieja, ¡ya cásate!" Que lo digas, ¡me ha venido diciendo eso desde que tengo quince años!.

     Una vez adentro de la casa, mi madre noto que yo estaba rara. Dios, ¡como pudo haberlo notado! Solo por que me puse la pijama al revés no quiere decir nada... claro, eso y haber lavado los trastes con la pasta diluida de papa... y además el hecho de que marque mal a la pizza, y nos trajeron comida china... bueno, esta bien, si era obvio. ¿contentos?

     Después de que todos terminaron de cenar, fui a mi recamara. Mire al espejo... Dios mío, Lucy tenía razón... si soy fea.  Mi cabello estaba hecho un desastre, esponjado y rizado como siempre. La orzuela, a la orden del día.  Mis ojos lucían cansados, ojerosos y mejor no sigo. Abrí el cajón de mi tocador, y por primera vez en mi vida, me di cuenta que no tenía maquillaje, ni sombras, solo un labial. Lo abrí con manos temblorosas solo para descubrir que estaba mas duro que la cabeza de mi tía la contadora.

     Aquello era una misión imposible, pero por algún lado tenía que comenzar. Salí de mi cuarto de puntitas, tratando de no hacer ruido. Fui al cuarto de mis padres y sin prender la luz busque en su cajón. Ahí había muchos artículos de belleza, y tome todos los que pude sostener en mis manos.

     Mi familia estaba abajo, y desde las escaleras pude ver que estaban viendo Saturday Night Live, ¿o era Jeopardy?. Como sea, camine hacía mi cuarto, sin quitar la vista del sillón donde se sentaban todos. No quería que vieran lo que hacía. Claro, que quiza puse demasiado cuidado en eso, sin fijarme que ¡le pise la cola a crookshanks!

     La siguiente escena fue una de esas tomas largas – tu, yo, el espectador – vemos que el gato maúlla lo suficientemente fuerte como para opacar a una manada de hipopótamos flatulentos. De pasada aprovecho para rasguñarme las piernas, lo que me hizo perder el equilibrio y yo, junto con todo mi set de pinturas (y la cámara, si esto fuera película), nos vamos rodando un par de escalones, hasta el rellano que estaba en las escaleras, ya saben, de esas escaleras en donde hay unos cinco escalones, una parte plana, y mas escalones. Pues ahí fui a dar. Afortunadamente, ninguna de las pinturas paso del rellano. Mi familia ni siquiera oyó el golpe. Me levante, tomando con cuidado las pinturas, cuando una de esas malditas sombras que son en forma circular, cayo de mis manos, y fue rodando, bajo las escaleras y como si no fuera poco, golpeo el pie de mi mamá.

     Todos voltearon con la boca abierta. Era una de esas veces que quieres que te trague la alfombra, pero mi madre se limitó a tomar la sombra, y llevarla hasta donde yo estaba.

     – Hermione –me dijo, y yo sentí venir una tormenta –. Si querías mis pinturas, me las hubieras pedido, cariño.

     – ¿Para que querrías unas pinturas, hija? –gruño mi padre, mientras comía caramelos sin azúcar en el sofá.

     – Cosas de mujeres, cariño; no lo entenderías.

     Entonces ocurrió lo que nunca creí. Mi madre me ayudó a transformarme por completo. Fue algo difícil, si. Lo acepto. El cambio nos costó unos cuantos dólares, sin mencionar unos cuatro cepillos rotos que intentaron cepillar mi cabello. Entonces recordé lo que use en el baile de cuarto año en Hogwarts, para alaciar mi cabello. Era una completa lata tener que usar eso, pero todo sea por la belleza... y por ese chico...

      Claro que respecto a la orzuela, y lo maltratado, no hay poder ni poción mágica que remedie eso. Es como para destrozar a la tecnología. Así que tuve que recortarlo un poco, y usar uno de esos tratamientos capilares que te tienes que dejar como tres horas en el cabello y apestan peor que las bombas fétidas de Zonko.

Cuando yo creí que todo había terminado, me equivoqué; aún quedaba el asunto de mi maquillaje y atuendo.

Comenzamos por ir a una estética, para que alguien competente me enseñara a maquillarme. Las mujeres, (y hombres) que ahí trabajaban no dejaban de darme picotazos diciéndome: "... ya te vas a casar...". En las bodas mis tías siempre me dicen lo mismo: "la próxima eres tu"; dejaron de fastidiar en cuanto les empecé a decir eso en los funerales.

Después del maquillaje comenzó algo mucho peor: la ropa. Mi mama tuvo la brillante idea de ir a las ofertas de Zara en Londres. nota de la escritora: (una tienda acá en México, pero supongamos que hay allá también). Si alguna vez han estado en una tienda como Zara, saben como se pone.

Asi que nos formamos a primera hora en la fila. Cuando abrieron la puerta, fue el Apocalipsis... ¡todas entraron como almas que lleva el diablo a tomar absolutamente todo! nota de la escritora: (¡créanme que eso es real. Para conseguir algo en Zara, debes ir una semana antes y averiguar donde y que es lo que quieres, para luego llegar y agarrarlo!)

Mis tías tenían razon. Como en el atentado de las torres, la realidad supero a la ficción: parecía como en la película del regalo prometido, donde todos entran como estampida. Talvez debí escuchar a mis tías cuando me dijeron que consiguiera la ropa antes. Tuve que pelearme con dos tipas por.. ¡un cinturón! nota de la escritora: ( eso también es real...).

No se como no tenía sangre en el cuerpo luego de eso, pero mi cabello estaba hecho un desastre. Mi madre tenía razón: Va de nuez, otra vez la burra al trigo..., ¡a la estética de nuevo! Aggggggggggghhhhhh

Espero que ese chico me haga caso, después de todo por lo que he pasado..., aunque sé que valdrá la pena...