The Sakura Files
Episodio 14
Tu verdad
por Rainy
Pude verlo... como en cámara lenta...
La luz lo cubrió todo - la luz que venía de su estrella, de su alma. Pude sentir el candor a mi alrededor - un candor que invadió mi ser e hizo que mi corazón latiese a paso rápido por un momento, pero luego poco a poco quedase adormecido, como en una brisa, como una pluma que cae al vacío.
Y entonces supe lo que había pasado...
Había llegado hasta ahí dominado por una fuerza desconocida (al menos para mí): en mi cabeza tenía fija la idea de matar a Syaoran Li, a como diera lugar. Y no podía controlar mi cuerpo - no era mi voluntad matarlo, yo no soy un cazador ni un mercenario, soy un analista.
Mi nombre es Sean Matthers y he estado viviendo una mentira...
Todo lo recordé en ese instante: tiempos en los que conviví con Miztli y Maz, mis hermanos, en nuestra casa a las afueras de la ciudad. Maz era el verdadero genio de la familia. Miztli se preocupaba por todo, aunque era muy divertido hablar con él,pues contaba las historias más fantásticas. Maz tenía el cabello de fuego, aunque Miztli me contó que no siempre había sido así; al parecer, ambos eran gemelos, con el mismo color de cabello, los mismos ojos, la misma piel. Pero desde que Maz fue poseido por el espíritu guerrero del ser conocido como Phoenix, su cabello era rojo, como los atardeceres en invierno, como el fuego; su piel era pálida y sus ojos parecían dos gemas cobrizas con ligeras chispas que saltaban cada vez que se molestaba. Rara vez se molestaba conmigo; Maz era del tipo de hermano que te defiende contra todo y contra todos; Maz nunca me levantó la voz y siempre trataba de que yo resolviera los problemas usando el cerebro y el corazón en lugar de la violencia. Maz sonreía cada vez que miraba el fuego, le gustaba hacer figurillas con las llamas y a mí me encantaba verlo hacerlo. Y Miztli era el encargado de que todo funcionara bien en la casa. Miztli era muy práctico, era muy vivaz y alegre. Gustaba de los animales; recuerdo que una vez le pedí que si podíamos tener un perrito y al día siguiente se hizo acompañar de 4 canes de la calle, los cuales siempre le estuvieron agradecidos. Miztli peleaba con frecuencia con Maz, pero eran peleas simples, inclusive divertidas, en donde se trataba de llevar la contraria del otro: si Maz era responsable, Miz hacía travesuras. Y entre los dos procuraron siempre protegerme, enseñarme, tratar de hacerme un ser de paz y de amor, alimentando la bondad que tal vez existía en mi alma. Recuerdo perfectamente la noche en que todo acabó. Los demonios sabían perfectamente a lo que iban. Miztli y Maz ofrecieron poca resistencia ante las armas nuevas que portaban. Nos llevaron a un lugar horrible, en donde Miztli y Maz fueron separados de mi. Yo fui a dar a una celda oscura, en donde no se veía ni a un centímetro frente a mi nariz, pero siempre, Maz mantuvo comunicación conmigo, por medio de pensamientos; pensamientos llenos de palabras cándidas y dulces, pensamientos que me alejaban de la realidad que me rodeaba, hasta que llegó el día en que no recibí esos pensamientos. Lo supe. Se había ido.
Tenía yo 6 años cuando conocí a Keisha y aprendía tenerle miedo. 7 cuando supe para qué servía el cuarto húmedo, con las cadenas colgando del techo y el agua corriendo por todo tu cuerpo. 9 cuando me enteré de que pasear bajo la lluvia no puede ser bueno. 10 cuando sentí el dolor que se siente cuando te desgarran las plumas y 12 cuando ya no las sentí más. No recuerdo cuándo fue que ya simplemente dejó de importarme; me sentía como un objeto, una parte de algo que no era yo. Creo que fue frustante para mis captores el tener un juguete que no demostraba ya el sentimiento de ser atormentado, pero así fue. Poco a poco me fui liberando de todo sentimiento de esperazna, pues era ese sentimiento el que me dolía mas a la hora de los castigos; el tener la esperanza de salir vivo, de ver a mis hermanos otra vez, de volver a casa, de saber que todo es un sueño. Esa esperanza me invadía y poco a poco la dejé de sentir, para poder seguir con la existencia, sintiéndome muerto por dentro a cada día que pasaba sin sol, sin luna, sin estrellas, sin tiempo.
Y justo cuando pienso que la oscuridad me invade, siento el candor de su luz. Abro los ojos y la puedo ver perfectamente, vestida de blanco con unas magníficas alas que le quedan a la perfección. Ella me mira sonriente y compasiva. Me pide que ayude a Syaoran a encontrar las cartas Clow, que proteja a sus guardianes. Me pide que no me olvide de quién soy. Me pide que olvide mi dolor y siga con fuerza hacia adelante. Yo le sonrío y trato de convencerme de sus palabras, aunque en el fondo reconozca que esto me será imposible - ¿cómo poder sacar de tu alma algo que has llevado dentro por tanto tiempo? No es fácil, no tanto como ella lo hace ver. Pero sus ojos me dan fuerza, su esperanza trata de revivir a la mía. Me dejo llevar por esa luz y la siento propia - me dejo llevar con ese aroma y lo siento propio. Me dejo llevar por el resto de mis memorias y las siento como un mar que me inunda.
Pero por ella lo haré. Por ella me levanto y vuelvo a sonreír. Por ella he de recuperar esas cartas y por ella he de seguir adelante. Por ella he de seguir siendo Sean Matthers, aunque dentro de mí sepa que mi nombre verdadero es Kube.
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por Rainy
Pude verlo... como en cámara lenta...
La luz lo cubrió todo - la luz que venía de su estrella, de su alma. Pude sentir el candor a mi alrededor - un candor que invadió mi ser e hizo que mi corazón latiese a paso rápido por un momento, pero luego poco a poco quedase adormecido, como en una brisa, como una pluma que cae al vacío.
Y entonces supe lo que había pasado...
Había llegado hasta ahí dominado por una fuerza desconocida (al menos para mí): en mi cabeza tenía fija la idea de matar a Syaoran Li, a como diera lugar. Y no podía controlar mi cuerpo - no era mi voluntad matarlo, yo no soy un cazador ni un mercenario, soy un analista.
Mi nombre es Sean Matthers y he estado viviendo una mentira...
Todo lo recordé en ese instante: tiempos en los que conviví con Miztli y Maz, mis hermanos, en nuestra casa a las afueras de la ciudad. Maz era el verdadero genio de la familia. Miztli se preocupaba por todo, aunque era muy divertido hablar con él,pues contaba las historias más fantásticas. Maz tenía el cabello de fuego, aunque Miztli me contó que no siempre había sido así; al parecer, ambos eran gemelos, con el mismo color de cabello, los mismos ojos, la misma piel. Pero desde que Maz fue poseido por el espíritu guerrero del ser conocido como Phoenix, su cabello era rojo, como los atardeceres en invierno, como el fuego; su piel era pálida y sus ojos parecían dos gemas cobrizas con ligeras chispas que saltaban cada vez que se molestaba. Rara vez se molestaba conmigo; Maz era del tipo de hermano que te defiende contra todo y contra todos; Maz nunca me levantó la voz y siempre trataba de que yo resolviera los problemas usando el cerebro y el corazón en lugar de la violencia. Maz sonreía cada vez que miraba el fuego, le gustaba hacer figurillas con las llamas y a mí me encantaba verlo hacerlo. Y Miztli era el encargado de que todo funcionara bien en la casa. Miztli era muy práctico, era muy vivaz y alegre. Gustaba de los animales; recuerdo que una vez le pedí que si podíamos tener un perrito y al día siguiente se hizo acompañar de 4 canes de la calle, los cuales siempre le estuvieron agradecidos. Miztli peleaba con frecuencia con Maz, pero eran peleas simples, inclusive divertidas, en donde se trataba de llevar la contraria del otro: si Maz era responsable, Miz hacía travesuras. Y entre los dos procuraron siempre protegerme, enseñarme, tratar de hacerme un ser de paz y de amor, alimentando la bondad que tal vez existía en mi alma. Recuerdo perfectamente la noche en que todo acabó. Los demonios sabían perfectamente a lo que iban. Miztli y Maz ofrecieron poca resistencia ante las armas nuevas que portaban. Nos llevaron a un lugar horrible, en donde Miztli y Maz fueron separados de mi. Yo fui a dar a una celda oscura, en donde no se veía ni a un centímetro frente a mi nariz, pero siempre, Maz mantuvo comunicación conmigo, por medio de pensamientos; pensamientos llenos de palabras cándidas y dulces, pensamientos que me alejaban de la realidad que me rodeaba, hasta que llegó el día en que no recibí esos pensamientos. Lo supe. Se había ido.
Tenía yo 6 años cuando conocí a Keisha y aprendía tenerle miedo. 7 cuando supe para qué servía el cuarto húmedo, con las cadenas colgando del techo y el agua corriendo por todo tu cuerpo. 9 cuando me enteré de que pasear bajo la lluvia no puede ser bueno. 10 cuando sentí el dolor que se siente cuando te desgarran las plumas y 12 cuando ya no las sentí más. No recuerdo cuándo fue que ya simplemente dejó de importarme; me sentía como un objeto, una parte de algo que no era yo. Creo que fue frustante para mis captores el tener un juguete que no demostraba ya el sentimiento de ser atormentado, pero así fue. Poco a poco me fui liberando de todo sentimiento de esperazna, pues era ese sentimiento el que me dolía mas a la hora de los castigos; el tener la esperanza de salir vivo, de ver a mis hermanos otra vez, de volver a casa, de saber que todo es un sueño. Esa esperanza me invadía y poco a poco la dejé de sentir, para poder seguir con la existencia, sintiéndome muerto por dentro a cada día que pasaba sin sol, sin luna, sin estrellas, sin tiempo.
Y justo cuando pienso que la oscuridad me invade, siento el candor de su luz. Abro los ojos y la puedo ver perfectamente, vestida de blanco con unas magníficas alas que le quedan a la perfección. Ella me mira sonriente y compasiva. Me pide que ayude a Syaoran a encontrar las cartas Clow, que proteja a sus guardianes. Me pide que no me olvide de quién soy. Me pide que olvide mi dolor y siga con fuerza hacia adelante. Yo le sonrío y trato de convencerme de sus palabras, aunque en el fondo reconozca que esto me será imposible - ¿cómo poder sacar de tu alma algo que has llevado dentro por tanto tiempo? No es fácil, no tanto como ella lo hace ver. Pero sus ojos me dan fuerza, su esperanza trata de revivir a la mía. Me dejo llevar por esa luz y la siento propia - me dejo llevar con ese aroma y lo siento propio. Me dejo llevar por el resto de mis memorias y las siento como un mar que me inunda.
Pero por ella lo haré. Por ella me levanto y vuelvo a sonreír. Por ella he de recuperar esas cartas y por ella he de seguir adelante. Por ella he de seguir siendo Sean Matthers, aunque dentro de mí sepa que mi nombre verdadero es Kube.
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