5

5

El regreso de Lunático

En ese instante las puertas del gran comedor se abrieron y apareció en el umbral Remus Lupin, el profesor favorito de todos. Pero no venia solo; Fleur Delacour venia con el, obviamente ella era la profesora joven de la que habia hablado Dumbledore.

Todos se pusieron de pie y prorrumpieron en vivas y aplausos. Claro, todos excepto los de Slytherin, que siempre se burlaban del aspecto del profesor. Pero sin embargo esta vez Lupin no parecía tan acabado ni enfermizo como solía estarlo, de hecho, parecía un poco más lleno de vida, pero su ropa aun era la de antes.

Fleur y Lupin pasaron a sentarse en la mesa de profesores, mientras que todos los muchachos no le quitaban los ojos de encima a Fleur; ella era media veela.

Cuando todo el Comedor volvió a guardar silencio (lo que a Dumbledore le costo bastante trabajo y a Snape no le hizo nada de gracia), Dumbledore se puso de pie y anuncio lo siguiente:

– Bien, ahora que ya saben las noticias... ¡A Comer!

– ¡Al fin! –grito Ron, cuando los platos de oro se llenaron de deliciosos manjares.

Todos comieron rápidamente y los platos se llenaban con el platillo siguiente.

Unos minutos después, cuando ya habían acabado de comer, Dumbledore se puso de pie.

– Ahora que saben las noticias y han comido bien –dijo a todos – ,vayan todos a sus respectivas salas comunes. ¡Ah!, Pueden anotarse en la lista desde ahora. Deben poner su nombre, su casa y la posición en que deseen jugar.

Todos obedecieron y salieron ordenadamente, de repente, una voz conocida gritó sobre el mar de cabezas que se extendía:

– ¡Hermione Granger!

La profesora McGonagall la llamaba y le hacia señas de que fuera hacia ella.

– Algo has de haber hecho Granger... –la sorprendió la voz arrastrada de Draco Malfoy.

– ¡Largo de aquí, Malfoy! –gritó Ron poniéndose colorado, y con un poco de miedo, ya que Goyle, el grandulón amigo de Malfoy, se estaba arremangando la túnica y cerrando las manos en forma amenazadora.

– Uhhhhhh... ¿defendiendo a tu novia Weasley?, Aunque no lo creo, ¡Pobre Krum, gran jugador de Quidditch y enamorado de una sangre sucia ambiciosa!.

Esta vez Hermione se puso colorada como Ron, pero antes de que se le echaran encima a Malfoy llegó la profesora McGonagall, que había acudido al ver que Hermione no iba.

– ¿Pasa algo aquí? –preguntó la profesora McGonagall.

– No ocurre nada, profesora –dijo rápidamente Hermione.

– Bueno, ustedes vayan a sus respectivas salas, y Hermione necesito hablar contigo –dijo resueltamente la profesora –. Potter, necesito hablarte también.

Ron se encamino a la sala común, mientras Malfoy y sus "amiguitos", Crabbe y Goyle lo seguían, riéndose tontamente, como de costumbre.

Harry y Hermione siguieron a la profesora hasta su despacho. La profesora abrió la puerta y todos pasaron al interior. En la chimenea crepitaba el fuego (seguramente los elfos domésticos.)

– Siéntense, por favor –les indico la profesora, a Harry y a Hermione, quienes se sentaron en las sillas frente al escritorio y la profesora se sentó atrás.

– No pongan esa cara de miedo, no voy a reprenderlos –dijo la profesora McGonagall, cuando vio a Hermione, que estaba blanca como la tiza –. Potter, al final del año, cuando me quede vigilando a Barty Crouch, de su bolsillo sobresalía algo y creo que es tuyo.

Entonces abrió un cajón de su escritorio y saco un pergamino en blanco: El mapa del merodeador

– No sé muy bien que sea –añadió, entregándoselo a Harry –, pero creo que es mi deber devolvértelo.

– Gracias –contesto Harry –. También por el ajedrez. Me gusto mucho.

– Me alegra que asi sea –dijo ella, con una sonrisa –. Ahora, Hermione, tengo que pedirte una disculpa – Hermione tragó saliva –. Cuando finalizaste el año, por toda la conmoción y... el ...los desafortunados acontecimientos... bueno antes de que te fueras olvide decirte que ya habíamos hecho los nombramientos de este año, y sugerí que seria bueno darte un reconocimiento por ser la mejor estudiante, Albus estuvo de acuerdo... y... eres prefecta.

La cara de susto que Hermione aun tenía se desvaneció, y esbozó una gran sonrisa mientas farfullaba, sin poderlo creer.

– ¿Yo? ¿prefecta? –dijo Hermione, casi sin poder articular palabra.

– Si, y creo que debes empezar –respondió la profesora con una sonrisa –. Toma, es el reglamento de Hogwarts, y algunas cosas mas que un prefecto debe saber –añadió, mientras le tendía a Hermione los pergaminos correspondientes.

Hermione tomo el reglamento, que era bastante grueso, incluyendo los artículos prohibidos de la lista de Filch, que quien sabe a cuantos ascendieron este año.

– Esto es lo que siempre soñé –dijo Hermione, con una gran sonrisa.

– Bueno, creo que ambos deben volver a su sala común, y tu Hermione, comenzar a ejercer.

– Si, lo haré –dijo Hermione sin poder dejar de sonreír, mientras Harry se levantaba y ambos caminaban hacia la puerta, mientras la profesora ordenaba unos papeles –. Profesora, muchas gracias.

La profesora McGonagall alzo la vista y sonrió.

Harry y Hermione salieron, casi sin poderlo creer. Hermione era prefecta, siempre había sido su sueño... ahora era una realidad.

–No puedo creerlo... –murmuro Harry –. Me devolvió el mapa.

Pronto llegaron ante el retrato de la Señora Gorda y Harry guardo el mapa en su mochila

– Espiritiflautico –dijo, y el retrato se abrió para dejarla pasar.

– ¡Harry, Hermione! ¡Esperen! –grito Neville Longbotton, un muchacho de cara redonda con especial habilidad para olvidarlo todo.

–¿Qué ocurre, Neville? –pregunto Hermione.

– Yo...este...olvide la contraseña –respondió Neville.

– La nueva contraseña es espiritiflautico, larga ¿no? –dijo Harry

– Me seria más fácil recordar algo así como "Malfoy apesta" o "Slytherin no sirve"–dijo Neville, riéndose.

Hermione y Harry sonrieron y pasaron a la sala común, donde Ron estaba sentado en un sillón. Al verla, se levanto rápidamente y se dirigió hacia ella.

– ¿Para que te llamó la profesora McGonagall, Hermione? –pregunto, con una nota de curiosidad en la voz. Hermione no pudo evitar sonreír, mientras respondía.

– Bueno, me comunico que... ¡que soy prefecta! –dijo Hermione dando un pequeño salto.

– ¡Felicidades, Hermione! –dijo Neville, estrechándole la mano.

– ¡Ay, Dios!,¡Harry!, ¡Nuestros días de vagancia se han acabado! –grito Ron, mientras Hermione fruncía el entrecejo.

– Si no se la pasaran solo en la vagancia, tendrían mejores notas, y además no tendrían tantos problemas por desobedecer las normas del colegio –les dijo, con un leve tono de enojo.

– Vaya, hasta ya habla como Percy, esto de los prefectos es peligroso –respondió Ron.

– No voy a discutir contigo por una cosa como esa, Ron, aunque parece que estas deseoso por molestar alguien –dijo Hermione mientras Ron enrojecía un poco –. Me voy a mi habitación, creo que debo empezar a pensar en como me voy a organizar.

Hermione subió las escaleras, dejando a Ron con la boca abierta, mientras Harry se reía.

– ¿Qué?, No le veo la gracia, Harry –exclamo Ron.

– Siempre te la pasas molestando a Hermione por ser inteligente, ahora por ser prefecta –contesto Harry, con una sonrisa te pusiste sumamente... eh.... creo que si es la palabra adecuada ... CELOSO, cuando Hermione fue al Baile de Navidad con Víctor Krum, el año pasado, además...

– ¿Qué estas tratando de decir, eh Harry? –lo interrumpió Ron frunciendo el entrecejo.

– Nada...

– No, no, no... ¿cómo que nada?... Harry....¡Harry!... –gritaba Ron mientras Harry subía corriendo las escaleras. Claro que lo siguió.

Ya en la habitación, Ron seguía con lo mismo:

– Harry, será mejor que me lo digas.

– Lo que creo es... ¡que te gusta Hermione! –dijo Harry, riendo.

– No... eso no es cierto, Harry...tu no creerás...que yo...Hermione...imposible.

Harry ya estaba preparando su cama. Pero Ron seguía alegando.

– Ron...Ron...¡Ron! ¡Basta! –grito Harry, cuando Ron le exponía, su cuadragésima razón por la que no podía ser que le gustara Hermione –. Quiero dormir, ya es tarde.

– Pero Harry... –balbuceó Ron.

– Buenas noches, Ron –termino Harry, volteándose y cerrando los ojos.

Ron se quedó allí, inmóvil, sin saber que decir. Al cabo de unos dos minutos se acostó y se quedó dormido.