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El dilema de Snape

Mientras tanto Hermione estaba en la sala común de Gryffindor, haciendo sus deberes de pociones.

     – ¿Dónde lo habré dejado... ? –murmuraba Hermione, revolviendo toda la mesa –. Neville, ¿Has visto mi libro "Mil Hierbas y hongos mágicos"?

     – No –respondió Neville que iba pasando –. ¿Ya lo buscaste bien?

     – Si, por todos lados –respondió Hermione desesperada –. Si no lo encuentro no podré hacer las tareas y son para mañana.

     – Esto...¿no lo habrás dejado en el aula de pociones? –propuso Neville.

     – ¡Cielos! –chillo Hermione llevándose la mano a la cara –. Debí haberlo olvidado, tengo que ir por el, enseguida.

     – Pero...Snape va a ponerse furioso –gimió Neville.

     – Cierto... –dijo Hermione cuando se dirigía hacia el retrato –, pero necesito ese libro.

Dicho esto, salió por el retrato y se dirigió decididamente hacia el despacho de Snape.

Llego a la puerta, vacilo un poco al levantar la mano para tocar la puerta, pero justo cuando ya tenia el puño a escasos centímetros de la puerta escucho la voz de la profesora Trelawney.

     – Severus, creo que yo no te puedo ayudar –le decía a Snape –. Tu eres el profesor de pociones, bien podrías prepararle un filtro de amor.

     – No se trata de eso Sybill –respondió malhumorado Snape –. Solo quiero que me digas que posibilidad hay entre...ella y yo.

     – Mira, Severus –la voz de Trelawney parecía impaciente –, tu sabes mejor que yo que eso del amor entre Slytherins y Gryffindors en raras ocasiones funciona.

     – ¿No crees en las excepciones? –pregunto Snape ansioso.

     – Francamente, en este caso no –contesto la profesora Trelawney, perdiendo la paciencia –. ¡Se lógico, Severus!, Minerva y tu lo único que saben hacer es pelear. Son de casas enemigas, por si no fuera poco ¡los jefes!

Hermione no podía creer lo que oía, el profesor Snape enamorado de la profesora McGonagall. Aun tenia la oreja pegada a puerta.

     – Pero no es el único problema –continuo Snape, y añadió con ira –. Lupin es otro problema.

     – Lupin...¿Remus Lupin? – pregunto sorprendida la profesora Trelawney.

     – El mismo, ese licántropo... ¿cree que no me doy cuenta? –grito Snape, golpeando una mesa –. ¿Lo has visto?.. la forma en que le habla... ¡como la mira!

     – Bueno...si lo habia notado – reconoció la profesora Trelawney –. Parece que tienes un rival, Severus... uno bastante bueno.

     – ¡No! – gritó Snape, fuera de si –. Antes...antes me deshago de el.

Aun impresionada se aparto de la puerta dando un paso hacia atrás, entonces salió corriendo sin detenerse hasta la sala de Gryffindor .

Entro casi resbalando por la entrada. Harry y Ron estaban ahí.

     – ¿Pasa algo Hermione? –pregunto Harry dirigiéndose a ella.

     – No...no –respondió jadeando –, absolutamente nada.

     – ¿De donde vienes? –pregunto Ron intrigado.

     – Ahora no puedo hablar – dijo en un susurro –; hay moros en la costa.

     – Vamos ahí –dijo Harry señalando un rincón.

Los tres se dirigieron apresurados y se sentaron en los sillones. Harry y Ron miraban extrañados a Hermione, que respiraba rápidamente, tratando de recuperar el aliento.

     – ¿Qué ocurre? –preguntó Ron impaciente.

     – No lo creerán –dijo Hermione haciendo una mueca –. Ni yo misma lo creo.

     – ¿Qué es Hermione?  la apresuro Harry.

     – Esto es sumamente secreto –dijo Hermione, volteando hacia los lados, asegurándose que no habia nadie cerca –; antes de que se los diga, deben prometerme silencio absoluto.

     – De acuerdo –dijo Harry.

     – ¿Ron? –insistió Hermione.

     – Lo prometo –dijo finalmente.

     – Bien...esto... es difícil de decir –comenzó Hermione –. Se trata de Snape.

     – ¿Snape? ¿qué puede tener Snape de interesante? –pregunto mordazmente Ron.

     – Como no te imaginas, Ron –contesto Hermione dándole una mirada severa –. Snape esta...esta...no lo creerán pero el esta...esta...enamorado.

     – ¿Qué? –gritaron Harry y Ron al unísono.

     – ¡Shhhhh! –los callo Hermione, mientas que algunos estaban volteando.

     – ¿Es broma? –pregunto Harry incrédulo –. Es graciosa, pero...

     – No – contesto Hermione negando con la cabeza.

     – ¿Quién es la desafortunada? –pregunto Ron bajando la voz.

     – Esa es la parte mas increíble –contesto Hermione –; es terrible.

     – ¡Por dios Hermione! –dijo Ron –. ¡Ni que fuera McGonagall!

     – Te dije que no lo creerías –dijo Hermione llevándose una mano a la cara.

     – ¿Estas segura? –pregunto Harry sorprendido.

     – Yo misma los escuche... Snape quería saber que compatibilidad habia entre ellos.

     – Ninguna –murmuro Ron.

     – Eso es ridículo –dijo Harry –; son enemigos.

     – Lo se –murmuro Hermione –. Es extraño.

     – Exacto –dijo Harry. Hermione y Ron lo voltearon a ver –. Snape...¿recuerdan el incidente de la biblioteca?

     – Cierto –recordó Ron –. Se porto muy extraño.

     – Bien , ahora sabemos por que –afirmo Hermione –. Pero Lupin esta en peligro también.

     – ¿Cómo? –pregunto Harry algo asustado –. ¿Qué tiene que ver Lupin en esto?

     – Bueno...es que según Snape, Lupin le esta haciendo la competencia –contesto Hermione.

     – Eso es todavía mas ridículo –dijo Ron –. ¿Lupin enamorado de McGonagall?

     – ¿Pero por que esta en peligro? –le pregunto Harry a Hermione.

     – Snape...el dice que antes de que le gane a la profesora... lo...lo mata.

     – ¡Eso es terrible! –exclamo Harry.

     – No creo que se atreva...vamos...enfrente de Dumbledore –opino Ron.

     – Hay muchas nuevas pociones que desaparecen sin dejar rastro –negó Hermione –. Bien podria... envenenarlo.

Los tres se miraron de forma sombría, no sabían de lo que Snape fuera capaz, bueno, en el pasado fue un mortifago, pero eso ya era pasado.

     – Ya es tarde –les dijo Hermione cinco minutos después –; vamonos a dormir.

Harry y Ron asintieron, y los tres se fueron a sus habitaciones.

Hermione se recostó en su cama, pensando en todo lo que habia pasado. Cayo en un sueño intranquilo, no hubo dormido ni dos horas, cuando se levanto de repente.

     – El libro...¡la tarea de pociones! –grito asustada –. Tengo que ir por el.

Se levanto de la cama, se puso una bata y bajo rápidamente las escaleras. Salió por el retrato de la dama gorda y se dirigió hasta el aula de pociones.

Llego jadeado, ya que esta aula estaba en las mazmorras, tomo la perilla de la puerta y la giro. Entro al aula, que estaba  suavemente iluminada por una luz color ámbar.

     – Tiene que estar por aquí –murmuro cuando revolvía el cajón de su banca –. Aquí esta.

     – ¡Señorita Granger! –grito una voz irritada que provenía del escritorio, al parecer Snape se habia quedado dormido –. ¿Qué demonios cree que hace en este lugar y a estas horas?

     – ¿Profesor Snape? –dijo Hermione, sobresaltada –. Yo...yo estaba...

     – Estaba husmeando en mi escritorio –dijo Snape furioso.

     – No...no...estaba  buscando...mi...mi libro –dijo Hermione tartamudeando.

     – Si, claro. Talvez trataba de forcejear mi armario privado.

     – No...profesor – se defendió Hermione –. Solo vine por mi libro.

     – Esto es bastante grave, señorita Granger – dijo Snape con una sonrisa –; no creo que se vea nada bien en su expediente. Informare a la profesora McGonagall inmediatamente... ¿qué cree que pensara cuando le diga que su alumna y prefecta favorita es una ladrona?

     – ¡Yo no soy ninguna ladrona! –grito Hermione, apretando los puños –. Pero si se lo que dirán sus adorados Slytherins cuando sepan que su dirigente se ha enamorado de una Gryffindor... y vaya que no de cualquier Gryffindor, ¡sino de la mismísima jefa! ¡La que debería ser su eterna rival!

La sonrisa de Snape desapareció, y en su lugar aparecio un rostro desencajado de furia.

     – ¿Qué has dicho? –grito Snape furioso.

     –  Lo que ha escuchado, profesor –contesto Hermione.

     –  Te prohíbo...te prohíbo que digas esto a alguien – murmuro Snape apretándole el brazo.

     –  Si usted no le dice nada a la profesora McGonagall, yo no le diré nada a sus alumnos – dijo Hermione, soltándose –. Ahora estamos a mano...

     – ¡Eres una mocosa insolente! –grito lleno de ira – ¡Claro!, ¿qué se podía esperar de una sangre sucia sin los mas mínimos modales? ¡Tus padres jamás te enseñaron modales!

Justo en ese instante la puerta se abrió de golpe y la profesora McGonagall entro rápidamente. Levaba una bata de tela escocesa, y una redecilla le sostenía su cabellera negra. Miro el rostro de Snape, desencajado de furia, la mirada irritada y temerosa a la vez de Hermione

     – ¿Cómo se atreve? –grito furiosa –. ¡Nunca!, ¡Nunca vuelva a hablarle de esa manera a...a  uno de mis alumnos, no se lo voy a permitir!

     – Profesora...yo..solo estaba –dijo Snape tartamudeando.

     – ¡Insultando a Hermione! ¡Sus gritos se oyen hasta mi recamara!  –grito ahogando la voz de Snape; sus mejillas estaban rojas, y sus ojos centelleaban de furia. Señalo el brazo de Snape

     – ¡Usted es el menos indicado para hablar del pasado de una persona, como debería recordar, Severus! Recuerde que me debe mucho, Snape, si no hubiera sido por mi...¡ahora usted estaría en Azkaban.

     – Profesora...yo lo siento –dijo Snape tembloroso –; no volverá a ocurrir... jamás.

     – Pondré esto en conocimiento del profesor Dumbledore –añadió un poco mas calmada –. ¡No le quepa la menor duda!

Snape bajo la mirada, se habia puesto pálido y temblaba como una hoja de papel. La profesora McGonagall tomo del hombro a Hermione, que estaba impresionada y sostenía fuertemente su libro. Se habia quedado rígida.

     – Vamos Hermione –dijo la profesora.

Ambas se dirigieron hasta la puerta y salieron. La profesora aun parecía muy molesta.

     – Gracias, profesora –dijo Hermione en un susurro, mientras se dirigían a la torre  Gryffindor. 

     – Lo que hizo el profesor Snape estuvo muy mal... de todas maneras ¿qué hacías ahí? –le pregunto la profesora.

     – Olvide este libro –dijo Hermione, mostrándoselo – . Solo baje a recogerlo.

     – Bueno, de todas formas te agradecería que nada parecido volviera a ocurrir –le comento la profesora –. Preferiría tratar de evitar este tipo de choques con Snape.

Hermione asintió.

     – Profesora...esto... ¿por qué le dijo a Snape que si no hubiera sido por usted, ahora el estaría en Azkaban?

     – Lo siento... pero eso no puedo decírtelo – contesto la profesora volteando la cabeza y evitando la mirada de Hermione –. Bien, ya llegamos. Creo que debes ir a dormir.

Hermione asintió y paso a través del retrato, se dirigió hasta su habitación. Se recostó y medito alrededor de cinco minutos, entonces se quedo dormida.