Negación. Todos los personajes y lugares mencionados en esta narración pertenecen a J.R.R. Tolkien, y son usados sin fines de lucro, simplemente con la intención de entretener. Minyawethiel = Minya.. Es creación mía y por desgracia también Pirre. El japonés no es mi fuerte y sólo me base en uno de mis folletos de aprendizaje
Advertencia. Contenido explícito.
CAPITULO 6
Sentía la cabeza pesada, no sabía en donde se encontraba, escuchaba mucho ruido alrededor de él, miradas de personas observándole, veía directamente al suelo mas no veía sus pies, el piso empolvado y el calzado sucio y gastado de la gente, le rodeaba, su cuello lo dolía, y su cabeza le hacía dar vueltas, se sentía débil.
Lo último que recordaba es como dos hombres le llevaban a la oscuridad del bosque, a pesar de su lucha, a pesar de su forcejeo, no pudo dominarlos ya que otros dos hombres se le unían en refuerzo de los primeros, le forzaban para atarle las manos y los pies, mientras uno le impedía mover la cabeza, otro mas le imposibilitaba respirar por la nariz, obligándole a respirar por su boca, le obligaron a beber un líquido verde que vaciaron en su garganta, cuando hubo bebido todo, le dejaron respirar, mas le taparon la boca para que no emitiera ningún grito, un nudo en la tela le impedía hacer movimiento con la lengua y producir algún gemido en busca de ayuda, le alejaban de un Aragorn gravemente herido, tal vez ya muerto.
No sabía cuanto tiempo había pasado mas parecía mucho, su garganta estaba reseca, y sus manos parecían haberse liberado de las ataduras solo hacía poco tiempo, encima de una plancha era expuesto como trofeo, o al menos así lo interpretaba él. Boca abajo con la cabeza colgando en la punta, sentía los brazos extendidos y atados a la flecha, sus pies juntos terminaban por dibujar la saeta simbólica.
Su cabello había sido despojado de su trenzado y lo sentía caer impidiéndole la visibilidad completa. Alguien le empezó a peinar y el trato de ver de quien se trataba, una niña enfrente de él, sostenía un gran cepillo de plata en sus manos y le peinaba cual muñeca gigante, con suavidad y sin hacerle daño.
Veía las piernas de varias personas caminar a su alrededor, supo que se encontraba en un gran salón por que los ecos se mezclaban y se perdían en sus oídos, una lengua muy extraña hablaban esta raza, se le figuraba que hablaban de él, hombres y mujeres, los niños se le acercaban temerosos, hasta que una pequeña se atrevió a ir mas allá y le retiró el cabello que cubría su rostro, era la pequeña mas extraña que había visto, regordeta, morena y con la cara mas redonda y peculiar que había visto, sus grandes ojos negros parecían ilusionados al reflejarse en los del príncipe, su piel estaba enteramente bañada en polvo, lodo y suciedad de muchos días.
Le mostró la sonrisa más amistosa que pudo poner, y esas dos mejillas se inflaron haciendo que parecieran a punto de explotarle, sonrió y Legolas no supo como responderle, la madre de la niña, que se hallaba cerca de ella gritó algo a la pequeña y la retiro de su presencia.
Entre tanto tuvo oportunidad de ver a la niña que le peinaba, más grande que la anterior, de unos 8 años en edad de hombre, era delgada y débil, sin embargo presentaba una notable diferencia con la pequeña, pues esta en tenía sus manos enteramente limpias, no así el resto de su persona, parecía una regla que nadie le debía tocar si no ponía cuidado y limpieza en su persona.
Alguien gritó fuertemente entrando por detrás al salón. La niña que le peinaba se alejo, todos a su alrededor parecieron agruparse en la esquina mas alejada del salón. Legolas vio varios pares de pies corriendo apresurados hacia su derecha.
- ¿Doko da? ¿Dónde esta?– gritó un hombre
- ¡Kono elfu desu! ¡Es este elfo! - respondió un joven a sus espaldas.
- ¡Ah! ¡Ohisashiburi desu! ¡Hace tiempo que no nos vemos! - exclamó el hombre frente a él.
Sus pies eran grandes, su calzado de metal, un sable largo y filoso pendía de su cinturón, enteramente vestido de negro a su parecer, el cabello no le daba un amplio campo de visión y su posición no le ayuda en mucho. Legolas no supo que contestar por que no le entendía.
- ¡Imootosan! – exclamó el hombre
Una mujer se presentó de inmediato a su lado y el hombre le dijo:
- ¡Kuro Kami, Hayaku!
- Hai – respondió la hermana sin protestar en voz baja.
La mujer se retiro en compañía de otras más, luego volviéndose al grupo temeroso gritó tocándole la cabeza.
- Kono Elfu desu..Kore Okusan wa boku no desu!
Un gritó de admiración se alzó entre la multitud y Legolas no entendía a que se refería. Había aplausos y alabanzas hacia el jefe, al cual aun no había podido ver el rostro.
Un golpe en un gong que no podía ver se escuchó de pronto, despejaron las personas el salón y quedaron cuatro mujeres, cuatro hombres y el jefe frente a él.
- ¡Hayaku! ¡De prisa! - ordenó el jefe saliendo del salón.
Los cuatro hombres comenzaron a desatarle de la flecha donde se hallaba recostado, su camisa fue removida así como sus medias, sintió muy débil su cuerpo, mareada su cabeza y flojas sus piernas como para sostenerle, mucho menos para una pelea, pudo ver que todos los hombres y mujeres vestían con ropas viejas y añejas, sucias y maltratadas por el arduo trabajo que debía realizar ya que sus manos eran calludas, aún la de las mujeres, morenas, ojos grandes y oscuros, cabello negro y encrespado, ningún punto de comparación con las mujeres que había conocido antes mucho menos con elfa alguna.
Los hombres eran robustos, morenos como sus contrapartes, barbudos y ceñudos, le agarraban toscamente, le sujetaban fuertemente obligándole a mecerse en una especie de tina, que contenía una especie de agua perfumada, las mujeres empezaron a tallar sus piernas y brazos, un hombre rudamente le frotaba el pecho con algún especie de jabón, alguien le sostuvo la cabeza y le obligo a mirar hacía arriba
- Hora! Watashitashi o mite imasu! Mire, nos esta mirando! - exclamó una mujer al ver el rostro del príncipe
- ¡Urusai! ¡Cállate! gritó el hombre y volviéndose al príncipe dijo – Iya .. Me! No.. ¡Ojos! – cerrando sus ojos azules.
La mano del sujeto no se apartó de su vista impidiéndole ver lo que hacían, sintió que algo le vertían en su cabello, algo caliente que le empezaba a causar cierta extraña sensación, el hombre retiro su mano y el elfo trato de abrirlos de nuevo y sintió la mano del hombre de nuevo sobre ellos.
- ¡No! ¡ Ojos! – dijo el hombre en lenguaje común. – Me!
Legolas los cerró a voluntad y el tipo que estaba sobre él, le sujeto la cabeza, tal pareciera que lo hacía para su protección. El líquido que le vertían empezó a cubrir su cabeza, las manos de una mujer empezaron a enjuagar el cabello utilizando el líquido que habían vertido. Empezaba a arder su cráneo y el olor era agrio y penetrante.
- ¿Qué hacen?
Ante la pregunta que había formulado sólo escuchó murmullos detrás de él, el hombre y la mujer hablaban, las manos que le bañaban dejaron de trabajar por un rato.
- ¿Sorede? ¿Entonces?– preguntó la mujer. El hombre se acercó de nuevo a su oído – Mmm... wakatta.. Bien, de acuerdo
El fortachón tomo de nuevo a Legolas por la cabeza sujetándole fuertemente, el elfo abrió los ojos temeroso, la mujer bloqueo su nariz y supo que iba a ser nuevamente drogado, trató nuevamente de zafarse, reunió todas sus fuerzas, otros tres hombres le sujetaban ya piernas y brazos, Legolas bebió el líquido verde de nuevo y no supo mas de él.
Aragorn había recuperado el conocimiento entrando la mañana, su cabeza había perdido mucha sangre, mas siempre sería así, cuantos golpes no había recibido en ella dejándolo inconsciente y llegaba sanar al pasar de los días. "Un golpe dado en la cabeza y no mata en el momento, sanará con el tiempo", le habían dicho en su niñez y el lo había aprendido por experiencia propia.
Se arrastró de nuevo a la cueva en busca de sus armas, pero estas habían sido llevadas por los forajidos, solo lo que llevaba consigo le debería de servir para rescatar a su compañero. Una daga en sus ropas y un cuchillo de caza en sus pies era todo con lo que contaba para defenderse. Emprendió el camino, siguiendo las pistas del camino, como buen montaraz que era, no tardo mucho en dar con la ruta que recorrían los secuestradores.
Se dirigían hacía Dimrill Dale, un lugar que para él había pasado siempre desapercibido.
Pensaba en todo lo que hacía poco había pasado con Legolas, su preocupación acerca de Haldir, el besó que habían compartido.
"Legolas, no, por favor resiste hasta que yo llegué, no te dejes vencer, no te dejes caer.."
Recordaba el tierno sabor de sus labios, la suavidad de su rostro, la sedosidad de su cabello, lo dulce de sus palabras cuando tenía el carácter alegre, la melodía de su voz.
Aquel cantó que el primer día había compartido con él, canto de su tierra el Bosque Oscuro según Legolas, aquellas letras, aquella historia de la dama elfa encantadora de hermosos ojos verdes, aquella joven bien amada que ignoraba el palpitar de del corazón de un joven elfo, el cual tan solo le había hablado una vez, aquella afortunada ocasión en que él le entrego todo su corazón y su ser sin ella saberlo.
- Legolas – exclamaba Aragorn cada vez que encontraba una huella, una rama quebrada, una piedra fuera de su sitio.
Legolas despertó de su sueño, cada vez se le hacía mas pesada la cabeza y esta vez se encontraba sentado en una gruesa silla metálica, sus brazos cruzados por detrás y atados fuertemente, sus pies sujetos a las patas de las sillas impidiéndole cualquier movimiento, la silla era demasiado pesada para intentar siquiera moverla.
Una mujer y un hombre le miraban sorprendidos, frente a él, la señora llevaba en sus manos un espejo y un cepillo plateado, miró sus ropas y estaban totalmente renovadas, un color azul marino le cubría por completo, de una tela parecida a la seda y los bordes de las mangas tejidos con hilos de plata, un cinturón por completo de plata le sujetaba la bata al cuerpo.
- Kireena koto desu ne.. Que hombre tan bello – dijo la mujer.
- Hai Si – contesto el hombre cruzando los brazos sobre su fornido pecho.
Ella se acercó con cuidado a Legolas le aparto con cuidado el cabello de la cara y le mostró un espejo.Al mirarse en el no pudo menos que asombrarse, habían teñido su cabello de negro y ahora lucía un hermoso color azabache, igual al que llevaba Arwen, no podía creerlo, su cabello, su hermoso cabello rubio..
- ¡Aaah! – suspiró Legolas frente a los ojos asombrados de la mujer, lucía bien, no cabía la menor duda para ella, mas el negro no era su color, no el de él, el largo había quedado igual, sus ojos azules eran mucho más llamativos y provocadores que cuando le conoció pensó Ni´Lin.
- ¿Doo shita? ¿Que pasa? - preguntó ella tomándole de la barbilla como para consolarle, Legolas no cerraba su boca del asombró y ella ayudo gentilmente a cerrarla.
- ¡Mi cabello! ¡Me han teñido el cabello!
Ella no contestó pues no le entendía, y sonrió. Creyó que le agradecía el cambio.escuchó pasos acercándose y regreso a su lugar junto a su esposo. La presencia de auqel Jefe tan odiado y temido por todos la hacía temblar.
- ¡Onna! ¡mujer!– dijo un hombre robusto entrando a la habitación.
Ella respondió y fue a su lado. Salió y el hombre miró a Legolas de frente por primera vez.
- Buenas noches su alteza – dijo el hombre haciendo una reverencia
Legolas no respondió, mas le asombró que supiera de quien se trataba y que el hombre supiera hablar el lenguaje común.
- Así te llamaran de ahora en adelante. ¿Cuál es tu nombre?
Entonces, ¿no sabía su nombre? Pensaba Legolas, pero, sí no lo sabía ¿por qué le llamó su alteza?, y ¿por qué le habían secuestrado?. El sujeto se acercó mas al elfo, sus ojos eran pequeños y rasgados como los de sus seguidores, su piel era morena y áspera, su barba abundante y espesa, rostro redondo, poco cabello en la coronilla, robusto y alto, acostumbrado al trabajo duro, manos anchos gordas, y toscas, un sable colgaba de su cinturón, ya le había visto antes, todo de negro, con capa gruesa y gris, causaba una sensación de miedo, sabiéndose en ventaja no titubeo en acercarse el elfo.
- ¿No me respondes? ¿Será que solo hablas ese idioma de los elfos?
No respondía el elfo, tan solo le retaba con la mirada.
- Eres excesivamente hermoso y eso aquí es un castigo – susurró a su oído
- ¡Ah! – exclamó Legolas
- ¡Entonces si me entiendes! Jajá jajá.. ¡Mucho mejor, será más agradable!
Hizo una seña al guardia que estaba a sus espaldas el cual salió unos momentos para volver con otros tres compañeros, igual de fuertes y armados que él.
A un lado de la celda en que se encontraba atado, había una habitación, con cojines alrededor, velas encendidas, inciensos encendidos liberando un suave aroma, cortinas abiertas dejando atravesar los rayos de la luna, una mesa con bebidas y copas vacías, una cama grande y mullida, con base de fuerte caoba, con doncel en ella, y unas cadenas en la cabecera ocultas, entrelazadas con una mascada de seda negra.
Allí es donde le conducían los hombres.
- ¡No! ¡Elbereth Gilthoniel! No…
- ¡Oi! ¡Sawaguna! ¡ Eh, silencio! - grito uno de los hombres que le llevaba por el brazo dándole una bofetada.
- ¡Itai! ¡Ranboo shinaide kudasai! – gritó el jefe enfadado.
Legolas semi inconsciente y aun aturdido por la poción fue acomodado en la cama, fueron atadas sus manos y sus pies a ambos extremos, las cadenas en sus manos le permitían cambiar de posición según lo había prevenido el jefe para anteriores ocasiones. En cambio las cadenas de sus pies no podían girar ni intercambiarse.
El líder hizo una seña, despidió a los guardias y escuchó el sonido de las puertas cerrándose por completo.
- Mi nombre es Pirre, soy el Jefe y líder de los Merkang del sur. – decía el hombre tomando una botella de vino y vaciando su contenido en una copa. – hemos vivido explotando las minas que los enanos han despreciado por encontrarse entra la suciedad e inmundicia de un lugar como este. Hacemos el trabajo que otros no desean..
El príncipe a nada atendía, sentía nauseas y su cabeza le seguía dando vueltas.
- Pocas veces tenemos la oportunidad de salir de estas tierras a vender nuestra mercancía a otras partes..
Legolas tomó un breve respiro tratando de tranquilizar a su corazón el cual le indicaba un peligro acercándose.
- Pero esa vez que te vimos cabalgar hace un par de semanas creímos que se trataba de una especie de mensajero divino, nunca nos viste pero nosotros a ti sí.. Y debo decir que estuviste a punto de encontrarte con nuestros ojos si tu mente no estuviera hundida en otros pensamientos.
Ya no contaba con Aragorn al cual le suponía muerto, tan solo se tenía a sí mismo para salir de allí, para evitar mas dolor y sufrimiento.
- Por eso hemos esperado tu regreso pacientemente, hemos obtenido un buen resultado por nuestra espera, ¿no crees? – preguntó Pirre dejando la copa en la mesa. - ¿Pero como te he de llamar si no quieres decirme tu nombre?
Si pudiera soltarme de estas cadenas, si tuviera la suficiente fuerza..
- Eres elfo, y poco sé sobre el idioma mas si sé que el nombre de Arlambeion te quedaría muy bien.. Te llamaré Arlam..
Pirré dejo su capa oscura junto a la mesa, sobre la silla, el elfo se quedo petrificado al ver que el hombre se quitaba el cinturón del cual pendía aquel enorme sable, sus ropajes poco a poco fueron cayendo ante su vista horrorizada, una palidez cubrió de lleno la faz de Legolas y deseo morir.
- Ven Arlam, no tengas miedo – dijo el hombre recostándose a un lado de la cama - ¿sabes que paso hoy en la tarde ante toda esa gente?
El elfo no respondió, no quería ni le interesaba saber.
- Les presente a mi nuevo consorte.
- Oh...
- Deberías alegrarte tomarás el lugar que muchas mujeres y hombres desearían, aunque solo sea por un mes. Tendrás todo lo que desees tan solo con pedírmelo
Pirré hablaba en serio, extrañas muertes habían terminado con sus anteriores esposas y consortes, todos, para alegría de su gente eran seleccionados entre personas que viajaban solitarias o en pequeños grupos fáciles de atacar. Nadie había durado mas de un mes a su lado.
- Ven acá y dame un beso.
Legolas se aferraba al lado de su cama y le miraba con ira y desprecio.
- No lo hagas más difícil Arlam o sufrirás mucho.. Con el tiempo te acostumbraras y te llegará a gustar, estoy seguro.
El elfo escupió a Pirré quien le dio un puñetazo en la boca del estómago.
- ¡Maldito! – exclamó Legolas - ¡No te atrevas a tocarme o juró que te mataré!
- No podrás hacer nada mi querido Arlam.. Mas que gozarlo..
Pirré le acarició el cabello, y le dijo "Tottemo Kiree desu.." ¡Que bello eres! y añadió:
- El cabello negro es el que mejor te sienta y te hace más deseable a mis ojos.
El príncipe alejó su vista de tan desagradable persona y cerró los ojos. Pirré comenzó a besar su boca, Legolas la mantenía cerrada, quería alejar a su mente y su corazón de ese momento, quería morir allí mismo, en ese mismo instante, le acariciaba el cuello abriendo la fina bata azul hasta la cintura, exponiendo su atlético pecho.
Sus besos eran salvajes y parecían querer comerse de un bocado sus labios, el príncipe quería morderle alejarle de sí, quería darle un pretexto para que lo matará de una vez evitándole todo aquel dolor y humillación. Pero a nada atendía Pirré, quien había bajado por su cuello el cual se entretenía en morder, mordidas que le hacían soltar pequeños gritos de dolor al joven elfo. Siguió mordiendo, magullando y rasguñando, sus brazos mostraban ya las marcas de sus dientes, su cuello, el rastro de su saliva. El rastro continuaba hacia el sur y se remontaba mas allá de sus caderas.
Tal parecía que su carrera no sería muy larga pues escuchaba el rugir de sus pulmones al llegar al clímax de su excitación.
- ¡Date vuelta! – dijo Pirré triunfante.
- ¡No!
- ¡Qué te voltees! – gritó amenazador el hombre obligando al elfo a ponerse boca abajo y para evitar que se volteara, dejo caer todo su enorme peso sobre él.
- ¡No! ¡No! ¡Por favor! – exclamó Legolas profundamente asustado.
- Todos dicen lo mismo al principio..
El grito de Legolas se expandió por todo el castillo, llegando a oídos del mismo Aragorn, quien había conseguido llegar hasta su base misma, después de haber asesinado a dos guardias y tomar el uniforme de uno de ellos.
- ¡Legolas! – murmuró, un breve escalofrío recorrió sus venas al escuchar el eco alejarse. - ¡No por favor!.. ¡Oh! ¡Elbereth!
