Negación. Todos los personajes y lugares conocidos mencionados en esta narración  pertenecen a J.R.R. Tolkien, y son usados sin fines de lucro, Pirre es de mi maléfica creación.. ¡Muajajaja! Escrito simplemente con la finalidad de entretener.

CAPITULO 8

Al ver que su terrible secuestrador le tenía imposibilitado el movimiento, algo en su interior explotó, toda su sangre fría de elfo le afluyó a la cabeza y le ayudo a sacar fuerzas de su flaqueza, un ultimo movimiento desesperado antes de caer por completo en las garras de aquel hombre le obligaron a sacrificarse un poco, desgarrar sus hermosas manos sacándolas con terrible fuerza de los grilletes, agradeció a su madre el haberle heredado manos tan finas y ligeras, muñecas delgadas, manos varoniles y grandes, que una vez Minya había tocado.

Un gritó desgarrador salió de su boca al tiempo que sus dos manos se deshacían entre los grilletes. Prefería quedar manco, morir antes de ser objeto de las sucias intenciones de Pirre.

El joven se desesperaba debajo de él, se agitaba tratando de quitarle de encima, había logrado lo que pocos, zafando sus manos de los grilletes Legolas le demostraba que no era cualquier elfo indefenso e inútil, Pirre trato de forzarlo, tirando de sus brazos hacia atrás pero él lo empujó hacía su lado derecho haciendo caer su enorme masa al suelo, llevándose al elfo con él.

El hombre no le soltaba, le tenía por la cintura y el cuello, Legolas empezó a luchar contra él, como nunca lo había hecho, no le importó que sus manos estuvieran terriblemente heridas y desangrándose, prefería morir antes de permitir que le arrebatara su dignidad, Pirre no le dejaba ponerse en pie, las cadenas en sus pies le lastimaban haciéndole llagas y desgarrándole la piel con cada movimiento.

Pirre seguía aferrándose a el, la bata le impedía sujetarlo con fuerza ya que el elfo se deslizaba dentro de ella, un golpe certero en la ingle le hizo librarse un momento, para después darle un fuerte codazo en el rostro que le cegó por unos instantes, los cuales aprovecho Legolas para acercarse a la cama tratando en vano de sacar sus pies de aquellos grilletes que le torturaban..

El hombre se quejaba del dolor producido y aún así no le quitaba la mirada de encima al elfo, y al saber que enfrentaría una contienda, sacó una daga que siempre llevaba consigo, a pesar de encontrarse casi desnudo, el puñal se encontraba entre la cintura de sus interiores, forrado de un cuero grueso y oscuro, bien protegida para no causarle ningún daño, Pirre se cuidaba hasta en sus sueños y placeres, no llamó a algún guardia, el solo se bastaba para controlar la furia de cualquiera. No deseaba escuchar burlas sobre su valor, no deseaba saber que una de sus conquistas se le había revelado.

- ¡Ven aquí Arlam! ¡Ven aquí, bonito y te enseñaré a pelear! – dijo fascinándole con la mirada mientras trataba de ponerse de pie.

Legolas no contestaba nada, miraba a Pirre aun en el suelo, le sonreía amenazadoramente, ambos cruzaron sus miradas, ambos sabían que solo uno saldría con vida de allí, y el elfo no tenía ninguna ventaja, con sus pies atados al pie de la cama, no podía moverse, aún así el valor no le faltaba, mas sentía sus piernas débiles, la poción aún se encontraba en sus venas, su cabeza le dolía espantosamente, su agilidad no era como la de costumbre y se sorprendía de haber podido mover esa enorme bola de grasa que se agitaba en el piso apoyandose en sus rodillas para ponerse en pie.

La única arma que tenía a su disposición era la espada que Pirre había dejado en la mesa frente a la cama, no sabía si las cadenas en sus pies le dieran suficiente distancia para ponerse en pie y acercarse al arma, rapidamente, bajo los pies al suelo pero no pudo dar un paso mas, Pirre había adivinado sus intenciones y le clavaba el puñal en la costilla izquierda.

Legolas no emitió ningún sonido, su boca se abrió mas no salía nada de ella, Pirre le miraba con triunfo, con la mano izquierda le tomo de la barbilla apretándola y le besó con profundo odio, la sangre de su nariz empapaba el rostro del elfo quien seguía con los ojos abiertos tratando de alcanzar la espada de la mesa, que parecía tan lejana.

 - No maldito, no vas a escapar, no te vas a ir así, dejándome así.. – susurró Pirre mientras le hundía poco a poco el puñal en el costado - ¿verdad que eres mío, Arlam? ¿Verdad que no te quieres ir?

A pesar de los golpes recibidos, de la nariz lesionada Pirre disfrutaba la batalla que le dio el elfo, le daría un sabor estupendo a su conquista, su vista se enturbiaba pero no le importaba, ya pasaría, nadie había resistido a sus maneras cuando el se lo proponía, ninguno, ni hombres ni mujeres, por mas fuertes que fueran pudieron hacer algo en contra de él, si hubo pocos que lograron zafarse de las cadenas, los aturdía con un golpe o simplemente dejándose caer encima de ellos, para luego castigarlos con una sesión salvaje y el mas cruel de los tormentos.

Con las manos desechas, con la fuerza que pudo reunir, Legolas empujo a Pirre lejos de él, tan solo un par de metros, tan solo un ligero empeñón, Pirre sonrió al ver la debilidad que el  joven presentaba.

- Ahora ven y te curare, pero antes me tienes que suplicar, vamos pídemelo, quiero verlo, mi querido elfo, quiero oírlo. Arrodíllate ante mí y pide por tu vida.

Legolas aún con el puñal en el costado, doblándose de dolor, empezaba a perder fuerzas, empezaba a caer de rodillas como el jefe quería, empezaba a creer que su vida no acabaría allí, que sería un largo tormento y ese hombre no le dejaría morir en paz, pues cuando hubiera perdido el conocimiento se aprovecharía de él para luego curarle para volver a hacer lo mismo mas delante, y eso el no lo soportaría, no quería vivir para verlo.

Lentamente empezó a sacar el puñal de su cuerpo, Pirre le contemplaba mas asombrado aún, no creyó que el elfo tendría suficientes fuerzas para eso, menos aun que podría hacer algún esfuerzo con esa herida y las manos así.

"Un ultimo esfuerzo por favor, ¡Oh! ¡ Elbereth Gilthoniel!, Por favor, un ultimo sopló, no me dejes caer en esa terrible oscuridad" pensó el príncipe.

Una vez afuera la daga, ya no se encontraba más indefenso y dispuesto a pedir clemencia como pensaba Pirre, certeramente el elfo acertó a clavar la daga en la frente del hombre, y  sin gritar, sin hacer ninguna mueca mas que de asombró Pirre cayo de espaldas tumbando sillas y jarrones que había a su alrededor, un gran estruendo escuchó Legolas al tocar aquel depravado hombre el suelo, mientras él caía de rodillas.

Sin fuerza y voluntad respiraba agitadamente, pero el dolor era grande, la sangre de sus manos se mezclaba con la de su costado, y le impedía saber que tan profunda era su herida. Además parecía que la daga estaba infectada con algún especie de veneno, el cual uniéndose a la posion que antes le habían suministrado le absorbía poco a poco las fuerzas y la vida.

Aun con los pies atados al pie de la cama, observo por ultima vez a Pirre tratando de asegurarse que efectivamente hubiera muerto, no quería mas dolor, no soportaba mas, no aguantaría mas humillación y vejaciones, no más.

- ¡Legolas! ¡Legolas! – gritaba alguien mas allá del pasillo golpeando la puerta con fuerza.

- Aragorn ... – murmuró el elfo antes de caer - ¡ Minya! – exclamó al momento de perder el conocimiento.

En los bosques Oscuros, cerca del viejo camino, el príncipe hacia su guardia matutina, los días habían sido fríos, mas sin embargo habían sufrido ataques de las huestes del señor oscuro, y ya nada caminaba seguro entre sus árboles, era la primera vez que le tocaba hacer la guardia tan temprano y en un lugar tan apartado del reino, su padre había querido evitar que se expusiera, mas supo que el retenerlo en las cercanías del poblado le restaba méritos ante los demás guardianes del bosque, Legolas había comenzado con la etapa en que los viajes y los combates forjaban el carácter y daban la experiencia, en que se lanzaba lejos de casa para encontrar su destino, pero siempre bendecido había vuelto invicto y sin daños en los enfrentamientos que le ocurrían al salir de sus tierras, siempre había regresado con bien, conocía muy bien los caminos hacia Rivendel, Lorién y Erebor.

Ascacirithion le acompañaba como siempre, su fiel amigo de la infancia rara vez se le separaba cuando tenían que hacer guardias o ejercitaban con el arco y la espada, aún en las cacerías y peleas con otros miembros de la guardia, él estaba a su lado. Su confianza había sido probada a lo largo de los años, siempre amigos, siempre confidentes.

A diferencia de Legolas, Ascas como le llamaban, tenía el cabello oscuro, y le llevaba sujeto en una trenza que le caía a media espalda, sus ojos eran pequeños y del color de la avellana, era casi tan alto como el príncipe, siempre llevando una sonrisa a donde le acompañaba, vestido de verde y negro, delgado y de piel morena clara.

- Este camino debe de ser poco frecuentado – dijo Ascar – vamonos y nadie notará la diferencia

- ¡Mas bajo! – susurró Legolas observando entre las ramas del árbol en que se encontraban trepados.- ¡y no sigas insistiendo!

- ¡Pero aquí nunca pasa nada!

- ¡Silencio! ... ¿tu como sabes?

- Me lo ha dicho Rair. Insistía en cambiarnos de turno, pues el siempre estaba por aquí.

- Si te lo ha dicho él, tal vez sea por que quiere estar aquí, tranquilo, sin hacer nada mientras los demás pelean con los orcos.

- No lo creo, debe haber algo más. A nadie le gusta perder el tiempo sin hacer nada, prefiero una morir en una lucha a morirme de aburrimiento.

- ¡Silencio! Mas bajo...

- ¡Pero si no hay nada! ¡No se escucha nada! ¡Ni una mísera ardilla se acerca a estos lares!

- Mira, viene alguien por allí.

Ambos agacharon la cabeza, como si quisieran empotrarse en el árbol, perderse entre las ramas, confundirse. Una joven dama elfa venía acercándose por el camino.