Negación. Todos los personajes y lugares conocidos mencionados en esta narración  pertenecen a J.R.R. Tolkien, y son usados sin fines de lucro, Minya, Rair, Altadil y demás personajes ajenos a esta historia son de mi producto de mi imaginación. Escrito simplemente con la finalidad de entretener.

CAPITULO 10

Mucho tiempo llevaban en el camino y el elfo no parecía mejorar, al contrario, pasaba el mayor tiempo del día dormido, pero lo mas que le preocupaba a Aragorn es que lo hacía con los ojos cerrados, y la costumbre en la gente de esa raza era hacerlo con ambos ojos abiertos a la luz de las estrellas y del sol, mucho debía ser el dolor para no querer reflejarlo en sus pupilas.

Día y noche continuaba Aragorn por su camino, no descansaba mas que unas cuantas horas, la cuarta noche cuando no pudo resistir mas el viaje tomo un ligero receso, los caballos no aguantarían mas que el si seguía con ese ritmo de viaje.

Haciendo una pequeña fogata cerca de la carreta, se sentó a observar las llamas agitarse frente a él, con las rodillas flexionadas, con las manos ensangrentadas de sangre del elfo, con el cansancio reflejado en su noble rostro, Aragorn cayó rendido.

El elfo soñaba, tenía sueños o alucinaciones como pensaba el montaraz, su hermoso rostro estaba demacrado, los labios resecos y el cabello oscurecido, carente de la luz que siempre reflejaba, sus manos ocultas tras los vendajes que el mortal le había puesto, su pecho comprimido en las jirones de tela oscurecidos por la sangre seca, temblaba el elfo, y su frente mostraba los signos de agitación febril, gotas de sudor sobre su frente y una lágrima inadvertida a través de su rostro.

- Minya... – susurró Legolas en su delirio.

- ¡Legolas!- exclamó Aragorn al escucharlo hablar, tan ligero era su sueño a pesar del cansancio que podría jurar que escuchaba cada respiro que exhalaba el elfo. - ¿cómo te sientes?

- Minya..

- ¿quién es ella? ¿ de quien hablas? – preguntó sorprendido.

- ¡No la podré ver!

- No digas eso, amigo, ya llegaremos, solo concéntrate en descansar, tu habilidad para sanar y las manos de los sanadores te aliviarán de esa pena.

- ¡No quiero verla! – gritó alejando a Aragorn con fuerza.

- ¡Legolas! – clamó el hombre sujetando los brazos del elfo para que no se hiciera mas daño.

- ¡No soy digno.. le he fallado..

- No digas eso, ella te espera..

No habiendo dicho eso el príncipe volvió a caer en su sueño. Aragorn tomo la bota de agua y vertió unas gotas en los labios el elfo, reviso los vendajes, limpio las heridas lo mejor que pudo e hizo nuevas vendas con lo que quedaba de su ultima camisa, a excepción dela que terapia puesta, no le quedaba nada mas. Utilizó sus ultimas hojas de athelas para combatir el dolor, la tarde siguiente deberían llegar a Lorien, si no es que antes él caía muerto de cansancio antes. El siguiente día le debía traer con la luz del sol mas esperanza.

- ¡Rair! – exclamó Minya al encontrar a su amigo en las cercanías del castillo haciendo guardia

- Minya, ¿a que has venido?

- Te he buscado en el lugar de siempre mas no parecía encontrarse nadie.

- Lo dudo, alguien debió tomar mi lugar – respondió Rair desviando la mirada celosa en su rostro. Altadil debió de colocar a alguien allí y el sabía de quienes se trataba.

- Pues nadie me ha contestado. Toma.

Minya colocó el paquete que llevaba en las manos de Rair.

- ¿qué es esto?

- Mi madre no acepta tu ofrecimiento. Ella misma se procurara de plantas sanadoras.

- Pero, si yo lo hice con mucho gusto..

- No cuando lo usas como pretexto para ganar su confianza. No se llega al corazón de mi madre así.

- ¡Minya! Tu sabes por que lo hago... – respondió Rair dándole un toque mas suave a su voz y acariciándole el  hermoso cabello color de fuego.

- Rair...- respondió ella alejando su brazo.

El elfo se acercó un poco mas a la joven, quien le miraba confundida, Rair hizo por besarla pero ella se apartó.

- Minya, tu sabes lo que mi corazón siente por ti y no puedes negar que tu también sientes lo mismo.

- Rair, yo nunca te he dado motivos para pensar eso.

- Tu me has visitado en mis guardias, has llevado mi comida, me has acompañado en las fiestas.

Minya se encontraba desorientada, no sabía si lo que sentía por Rair era amor o solo agradecimiento, el fue quien había ayudado a ella y a su madre cuando un grupo de Orcos atacó el pequeño poblado donde vivían, solo 5 pequeñas Familias vivían en Tuluss, un poblado a 10 minutos del castillo.

Las plantas sanadoras que Rair había regalado a Silotriel, la madre de Minya, las utilizaba para curar a Elenia su pequeña hermana mortal quien sufría de constantes dolores en sus piernas a causa de una enfermedad que le aquejaba desde pequeña..

- Solo es agradecimiento lo que siento por ti Rair, no lo confundas.

- ¿Y aquel beso en el bosque? ¿fue también por agradecimiento?

A la joven le avergonzaba recordar el momento en que ella pareció expresar su gratitud  mas de lo debido, cuando Rair la acompañaba a su casa después de terminar su guardia y ella se mostraba muy contenta por que él le había llevado mas plantas curativas. No negaba que Rair le parecía el elfo mas guapo y agradable que hubiera conocido, y eso era mucho decir por que aunque Minya era una elfa muy reservada y tranquila, creía conocer aun de simple vista a cada varón del reinado, mas sin embargo los comentarios que escuchaba acerca de él le inspiraban cierta desconfianza, y aun así no habían tenido ningún fundamento a los ojos de ella. Aun no.

- Disculpa mi atrevimiento esa ocasión, Rair. No se volverá a repetir.

Y diciendo esto la joven se dirigió de regreso a su hogar, no encontrado ya por su camino con las miradas de aquellos dos centinelas quienes habían iniciado su ronda por las cercanías

Llegando a las fronteras de Lorien, Aragorn había notado que Legolas no se movía, simplemente dormía, aun con los ojos cerrados, ya no expresaba ningún quejido o dolor, sus movimientos casi habían disminuido, su fiebre había cedido gracias a los tes de hierbas que le había suministrado, mas sin embargo no sabía si el estado que presentaba sería alguna mejoría o una antesala a lo peor. Nunca le había tocado ver a un elfo enfermo, esa era particularmente raro, mas si había tenido la ocasión de presenciar a elfo heridos por flechas o dardos envenenados, quienes sufrían una grave agonía si no se les presentaba atención a tiempo y luego morían.

La luminosidad que presentaba familiar a su naturaleza parecía abandonarle, el cabello negro le hacia parecer mas grande pero aun así joven, sus labios firmemente cerrados, resecos, sus manos protegiéndose una a la otra sobre su pecho, sus piernas ligeramente flexionadas, yaciendo de lado, sin que el sol iluminara mas que su pálido rostro.

Así llegaron a las lindes de Lorien, donde pronto Aragorn deseaba encontrar ayuda.

- ¡Nuhta! – exclamó una voz desde los árboles.

Aragorn detuvo su paso al saber que se encontraba rodeado.

- 'I lassi lantar omentielvo ' Las hojas caen en la hora de nuestro encuentro - dijo el mortal con pesadumbre

- ´Elda tira pella Lorien, Telcontar´ Un elfo vigila  mas allá de los bordes de Lorien, Trancos - contestó el guardia con los arcos apuntando al pecho como precaución. - ¡Aragorn! – añadió acercándose por la derecha haciendo seña con la mano a sus compañeros de que bajaran los arcos. - ¿Qué haces aquí?

- Legolas.. – respondió el exhausto indicando la carreta – Necesita ayuda y reposo.

- ¿Pero quien es él? ¡El no es..! ¡Legolas! – exclamó Haldir impresionado - ¡Pero ¿Que fue lo que pasó?

El montaraz no podía dar un paso mas, sus fuerzas decaían después de haber pasado 5 días sin comer ni beber, ni siquiera dormir al pasar sus noches cuidando del sueño del elfo.

- ¡ Haldir, ayúdalo por favor! – exclamó Aragorn antes de caer semi inconsciente en brazos del guardián de Lorien.

- ¡Atta eldar! ¡Dos elfos¡

Dos pares de brazos se ofrecieron a conducir al mortal hasta las habitaciones de descanso. Haldir condujo el mismo la carreta hasta los grandes salones, le tomó en brazos y le llevo por las escalinatas entre los árboles para luego depositar a Legolas en una cama mullida y buscar  al sanador mas capacitado a su juicio.

El sanador era un elfo ya grande de edad, experto en todas esas materias que llevan consigo las batallas, flechas, venenos, quemaduras, desgarres, etc. Como cosa mas apremiante examino la herida del puñal en el costado de Legolas, la infección parecía continuar ya que un tratamiento a tiempo con hojas de Athelas solo previno que fuera mas fuerte el dolor. Utilizando todos los medios que tenía a su alcance, el curador atendió al príncipe elfo, le lavo y le vendo la herida.

Haldir no se separaba de él, mas tampoco había descuidado el trato que daban a Aragorn quien reposaba a su pesar en una habitación contigua. No parecía estar al tanto de lo que había sufrido el joven elfo, no encontraba explicación para las heridas en las manos y en los pies. Le veía allí, indefenso y débil, y lo mas extraño y raro de todo era ese horrible color negro con que le habían teñido el cabello, le hacía ver oscuro y triste. No le gustaba y le costó identificar al elfo a primera vista.

El sanador concluyo con su pecho y pasó a revisar las manos y pies del elfo, nunca había visto manos tan dañadas, y la piel de los pies no parecía haber sufrido mas que excoriaciones y raspones.

Revisó ambas manos con gran cuidado, mas expresó a Haldir que el se consideraba incapaz de regresarle al elfo la antigua tersura y belleza de sus manos. Podría curarlas, volverlas a su funcionamiento normal, mas el aspecto sería pobre.

La Dama Galadriel había sido enterada de la llegada de Aragorn y Legolas,  además del  estado en que se encontraba este ultimo, entró a la habitación del príncipe y escuchó con mucha atención las noticias que les daba el curador, partió unos momentos para volver llevando en sus manos un frasco plateado que contenía un líquido del mismo color.

Se acercó a la cabecera de la cama en que yacía, la mirada era tierna y llena de nobleza, bien conocía ella a Legolas desde su nacimiento, bien le había visto crecer y correr entre los árboles  del Bosque Oscuro, y le parecía una verdadera tristeza verlo en esas condiciones, cambiado tanto en su aspecto, tanto físico como espiritual.

Ella misma sentía el dolor que atravesaba el corazón de Legolas, un dolor que no conocía de medicinas, que no podía curar otra persona mas que él mismo.

"Legolas entula olollon" Legolas vuelve desde los sueños - murmuró la dama al oído derecho, y luego volviéndose al sanador ordenó:

- Enjuagad las manos del joven, durante dos noches seguidas cada vez que la luna este en lo mas alto. Tal vez su habilidad de sanación como elfo le ayude, mas la Elentelpina le hará recobrar la antigua apariencia.

- Así se hará – contestó el sanador mientras hacían una reverencia cuando la dama abandonaba la habitación.

- Eso será cerca de la media noche, si ha terminado con las curaciones me gustaría que atendiera a una persona mas.

- ¿se encuentra en la misma condición del joven?

- No, mas bien debe ser agotamiento de lo que sufre, mas quisiera que le considere en lo que necesite.

- Bien, vamos.

Haldir y el sanador pasaron a la habitación contigua donde otro de los sanadores hablaba con Aragorn, tratando de persuadirlo de que descansará, y al ver que alguien mas entraba se separó un momento de él.

- ¿cómo se encuentra Legolas? – preguntó interrogando directamente a Haldir reincorporándose en la cama.

- El mismo sanador te podrá decir mejor que yo.

- El joven se encuentra recuperándose, mas me preocupa el hecho de que duerma con los ojos cerrados, no es buena señal.

- ¿se debe al veneno? ¿ a las heridas?

- No lo creo así, he visto esas heridas y peores en otros elfos, y con cuidados y atenciones logran sanar, mas a mi parecer, él sufre de algún tipo de tristeza, de algo interior, y eso, ninguna medicina conocida por mi o por la Dama Galadriel podría sanarle

Aragorn se figuraba lo que sería; el trato que había recibido en los últimos días parecía haber troncado la existencia feliz del elfo, consideraba el encuentro que Legolas tuvo con Haldir, el acercamiento que tuvo con él mismo, y por último el secuestro de Pirré, quien le había llevado hasta el extremo de un auto sacrificio. Pensaba que las intenciones de Haldir y las de él mismo,  aunque no eran dignas y honrosas, no le ponían en grave aprieto, ya que el elfo se supo defender, sino un poco tarde, de ambos, dejándoles saber que el no le interesaba ninguna de esos acercamientos entre personas del mismo genero, sean o no de la misma raza.

Estudiaba con detenimiento que consecuencias traería al corazón tan sensible a la par que valiente como el de Legolas, pues tan terribles actos, unos muy cercanos de otros, podrían afectarle en su forma de ser. ¿Le ayudaría en su crecimiento personal o por el contrario, le haría caer en una profunda depresión e inseguridad en él mismo.?

- Debo verlo – dijo Aragorn tratando de ponerse en pie.

- Aún te encuentras débil y en nada ayudaras a Legolas al verlo así.

- ¿Ya despertó?

- Aun no. Desde que llegaron no ha abierto los ojos.

- ¡Ah! – exclamó Aragorn volviendo a tomar asiento en la cama, sentía una profunda tristeza al escuchar eso.

- ¿qué pasa? ¿qué sucedió? ¡Dime Aragorn por favor!

Aragorn volvió los ojos hacia los sanadores, quienes entendiendo la indirecta se salieron de la habitación sin afectación. Haldir puso atención a cada palabra que salía de Aragorn, guardándose sus comentarios y preguntas para el final.

- ... Le encontré semidesnudo atado con cadenas al pie de una cama. Al parecer el hombre quiso aprovecharse de la ocasión, mas Legolas se lo impidió terminando con la vida de ese infame y casi con la suya también.

- ¡Oh! ¡Quisiera haber podido acompañarles, tal vez se habría podido evitar todo esto!

- Haldir, dime la verdad, ¿se encuentra muy mal?

- Tu mismo escuchaste lo que yo sé, algo le aqueja, tal vez tantas aflicciones y problemas que llegaron a él.. Algún dolor secreto que nos oculta en sus sueños..

El elfo de Lorien había dado con la respuesta, a su mente vino la voz de Legolas que entre los sueños llamaba a una dama elfa. En el pensamiento de Aragorn también había crecido esa idea.

- ¡Legolas esta enamorado! – exclamaron los dos a la par.

Ascar y Legolas de nuevo en su rutina de vigilancia esperaban en la cima de aquel árbol.

- ¿Piensas que volverá a pasar?

- Debe de ser así, creo que debe vivir cerca de aquí.

- He preguntado su nombre...

Legolas no contestó. Su compañero adivinaba el sentimiento que el príncipe empezaba a albergar en su corazón y le gustaba hacerle sufrir un poco.

- ¿Quieres saberlo? – preguntó Ascar con mirada maliciosa.

- Aun así me lo dirás. ¿a quien le has preguntado?

- Sima´l, el compañero de Rair cuando rondaban por aquí. Parece ser que la joven vive cerca de los límites del reino junto con su madre y hermana.

- ¿Pero como es que nunca la había visto antes?, creí conocer a todas las...

El príncipe se ruborizó un poco. Había sido muy cortés y servicial con cada nueva dama elfa que conocía, todos sabían de los frecuentes líos amorosos en que se había metido cuando alguna dama creyendo ser la elegida por el corazón del elfo le insinuaba la palabra compromiso y como la peste el huía de ese voto matrimonial, aún no se consideraba listo, aún no daba con la compañera correcta que compartiera la eternidad a su vida.

Simplemente las consideraba amigas, nada más, pero ellas frecuentemente malinterpretaban las señales, cuando alguna vez el les pedía una pieza para bailar, cuando él aceptaba un baile, cuando componía un hermoso cantó a la luz de la luna, la vez que el aceptó un paseo a caballo por los límites del bosque, la ocasión en que el acepto la comida preparada por alguna joven doncella elfa... e incontables ocasiones mas.

- En fin, ¿cuál es su nombre?

- ¿Por qué no se lo preguntas tu mismo? – dijo Ascar dándole un pequeño empujoncito.

- ¿Qué haces? ¡Ascar!

Una risita impertinente provenía del árbol mientras Legolas caía sin daño alguno sobre el  camino hacia el castillo.

- ¡Ascar!

- ¡Pregúntale, anda!

No había mas que hacer, la joven Minya al ver caer del árbol a un elfo se detuvo, le examinó con detenimiento y comprendió que sería un guardia del bosque que hacia sus rondas matutinas. Se encaminó hacia para observar si habría sufrido algún daño.

- ¿ Se encuentra usted bien ?

- Si.. gracias..

Legolas había quedado mudo ante la encantadora mirada de aquella joven.