Negación. Todos los personajes y lugares conocidos mencionados en esta narración pertenecen a J.R.R. Tolkien, y son usados sin fines de lucro, Minya, Rair, Ascar, Altadil y demás personajes ajenos a esta historia son de míos, ok? Escrito simplemente con la finalidad de entretener.
CAPITULO 11
- ¿Cómo te diste cuenta? – preguntó Aragorn a Haldir intrigado.
- Es que él... Habla dormido... – respondió el elfo con algo de timidez mas también la duda le asaltó - ¿y tu como lo averiguaste?
- Él lo dijo en su enfermedad... Minya es su nombre
- Si, ese mismo, creí recordarle. Debe amarla mucho para estar siempre pensando en ella.. ¿Te comento algo acerca de ella?
- Parece ser que no se siente muy bien con respecto a lo que paso y teme no ser un buen partido para ella.
- ¡¿Pero por que?! El no tiene nada que reprocharse, en realidad debe de valorarse mucho mas, cualquiera estaría orgulloso de que él estuviera a su lado.
Los ojos de Haldir brillaban al decir esta frase y para Aragorn ese brillo no pasó desapercibido.
- Fueron estos últimos acontecimientos los que le dañaron, - continuó el heredero de Isildur- y creo que tú también tuviste algo que ver en ellos.
- ¿Qué quieres decir?
- Tu bien sabes a lo que me refiero Haldir..
- Nada paso entre nosotros. – respondió el elfo poniéndose en pie.
- ¿Nada?
- Nada. Un malentendido. Nada más. Tu mismo habrías actuado del mismo modo si se te presentara la ocasión. – contestó Haldir dirigiendole una fría mirada
- ¿Yo?-contestó Aragorn ofendido - ¿Me insultas acaso?
- Solo digo que he visto la mirada que pones en él, sobre todo aquella vez que le saludaste en Rivendel.
- Eso no demuestra nada.- respondió el hombre evitando la penetrante mirada del elfo
Haldir no quedó muy convencido con la actitud de Aragorn mas aún así agregó:
- Bien... retiro lo dicho entonces y te doy una sincera disculpa, mas ahora debo retirarme.
- ¿Quién esta con Legolas? – preguntó Aragorn al ver que el Loriende se retiraba
- Ahora se encuentra solo, enviaré un sanador para que este con él todo el tiempo posible.
- Yo quiero estar allí, tal vez podría ayudarle a sanar.
- No podrías hacer mucho en tu condición. Descansa, yo regresaré a la media noche a curarle.
Diciendo esto Haldir salió dejando a Aragorn solo con sus pensamientos, no tuvo el valor de confesarle al elfo lo que había pasado en la cueva, tal vez el mismo contribuyó a la tristeza del elfo. Tristeza que bien podría causarle la muerte, eso le atormentaba.
Legolas retiraba el cabello que la brisa y el salto habían puesto sobre su rostro, la joven sonrió y él respondió de igual forma
- ¿Es usted un guardia nuevo? Nunca lo había visto por aqu
- ¡Ah! No.. yo.. no soy nuevo, solo que había estado de viaje y en algunas encomiendas, mas siempre he servido al rey.
- Bueno, si se encuentra usted bien, seguiré mi camino.
- ¿Eh? ¡No!
- ¿Cómo dice?
- No es conveniente que camine usted sola por estos rumbos, dama mía.
- Estoy acostumbrada a este camino, además sé defenderme – respondió Minya mostrando a Legolas la pequeña daga que llevaba escondida en el brazo siempre con ella. – así que con su permiso..
El príncipe no sabía que más decir, ni que más hacer. No quería dejar pasar esa oportunidad de hablar con ella, mas tampoco deseaba importunarla. Ella se alejó sin preocuparse si él la seguía con la mirada o si deseaba hablarle un poco más.
- ¡Has perdido una valiosa oportunidad, mi querido Legolas! – exclamó Ascar saltando al lado de su compañero.
- No quería asustarla..
- ¡Ella fue la que te asustó a ti!, nunca te había visto sin habla ante una dama, tal parecía que habrías hablado con mas detenimiento con un orco que con ella.
- Y no supe cual es su nombre...
- Y yo no te lo pienso decir...
- ¿tiene algo de malo?
- Nada, según me informan, a menos de que cuentes a Rair que parece que la pretende.
- ¡Aah! ... ¿Y ella le corresponde?
- No, no según los demás... Pero él debe llevarte mas ventaja, además creo que el salvó la vida de su familia, su hogar fue atacado por Orcos.
Ascar miro al cielo y vio al sol en el cenit.
- Es hora de la ronda, ¡buena hora escogió la dama para su paseo!, unos minutos mas y no nos encuentra.
- Bien, vayamos.
Legolas y Ascar continuaron su ronda por los bosques, sigilosamente sin ser vistos sin hacer ruido, para después regresar cada uno a su hogar.
- ¡Vamos! Acompáñame, solo iremos a tomar algo a la taberna, ya hemos terminado el turno.
- ¡Oh! Lo siento Ascar, me es imposible pues debo regresar a Palacio.
- ¡Ah! Tu siempre con tus deberes, ¿dónde esta Altadil cuando se le necesita?
- Mi hermano ha salido y tú lo sabes.
- El buen Altadil, siempre con más enmiendas como futuro rey del bosque Oscuro.
- ¡Calla! Que pueden escucharte...
Ambos rieron y se separaron.
Minya se encontraba fuera de la casa de una de sus primas, Denn´ya, a quien le había llevado el vestido azul tan fascinante que le había pedido. Su prima vivía cerca de la entrada principal de palacio y desde su ventana bien podía observar la llegada de embajadores, príncipes y princesas que venían de otros reinos, ella misma podía jurar que habría visto al mismo Lord Elrond entrar una vez en tal castillo.
La joven elfa pocas veces visitaba a su prima, a menos que ella le hubiera encargado algún vestido o prenda para ella o sus hermanas. Esta vez le había encargado uno muy elaborado y de exquisito gusto.
- Prima mía te he traído el vestido que me has pedido, lo hice según tus indicaciones, espero y te agrade.
- ¡Es hermoso Minya! Pasa, toma asiento por favor.
La joven entró a la casa de su allegada y se quedo observando las magníficas escaleras que conducían al palacio del Thranduil.
- Que hermosa vista tienes aquí. Debes de ver las mas espléndidas comitivas llegar y partir, ¿cierto?
- ¿qué dices? ¡Un momento!
-
Minya continuó observando el palacio, cuando de entre la gente vio aparecer al joven guardia que entraba en Palacio, vestido de negro y verde, llevando su arco y flechas como todo buen guerrero, subía las escaleras como quien estaba acostumbrado a ellas.
- ¡Denn´ya! ¡Ven por favor!
- ¿Qué sucede? – dijo la prima sujetándose la espalda del vestido con ambas manos
- ¿Quién es el joven que va subiendo las escaleras? – preguntó Minya acercándole a la ventana.
- Si te refieres al rubio, es Legolas, hijo de Thranduil
- ¡Ah! ¿Estás segura? ¿No es un guardia?
- Si, el es hijo del rey mas no por eso deja de hacer guardias como los demás. ¿Por qué?
- Nada, simple curiosidad
- Es atractivo, ¿no?
- ¡Denn´ya! ¡No habló de eso!
- ¿De que mas? ¿No sabéis que es un buen partido?
La joven se ruborizó a su pesar, pues solo le causaba curiosidad conocer quien era el joven que le saludó en la mañana.
- Vamos, que algún día debes de pensar en ti.
- Aun no..
- ¿estas con Rair?
- ¿estar? Si quieres decir que el y yo compartimos un sentimiento mas allá de la amistad estas equivocada.
- También es muy buen partido, mas no me gusta para ti...
Ambas jóvenes rieron y pasaron una agradable tarde conversando.
Casi a la media noche Haldir entró a la habitación en que reposaba Legolas, pidió al sanador que le asistiera en la curación del joven elfo, quien aún yacía dormido con los ojos cerrados.
Ambos quitaron los vendajes que envolvían las manos tan heridas, limpiaron bien la sangre seca que había en ellas, Haldir tomó el frasco que la Dama Galadriel había dejado para su curación, vertió una pequeña cantidad en un recipiente donde hizo meter las manos del príncipe.
Legolas hizo un ligero movimiento de cabeza, aun dormido podía sentir la frescura en que sus manos reposaban, podía sentir el efecto que hacía aquella agua milagrosa en su piel lastimada.
Después de unos breves instantes, Haldir y el sanador envolvieron con nuevas vendas las manos de Legolas, y las volvieron a poner en su sitio, el guardián de Lorien envió al sanador a descansar pues había pasado toda la tarde con el joven. Además, Haldir quería tener el placer de cuidarle y si tenía suerte ser el primero en recoger su mirada.
Las heridas del joven, libres de la infección parecían curarse mas rápidamente, el descanso le había hecho muy bien, mas aun no entendía por que mantenía su mirada oculta, por que se rehusaba a abrir sus ojos a las luces de las estrellas que tanto amaba su raza.
- Legolas... – exclamó Haldir sentándose a su lado.
El príncipe le escuchaba entre sueños, sentía la tibia mano del elfo sobre su frente, retirando las hebras de cabello que le ocultaban.
- ¿Me escuchas? ¿Por qué no despiertas? ¿Por qué no regresas?
Legolas hizo un movimiento, como si respondiera a sus preguntas, como si quisiera responder.
Haldir parecía adivinar el sentimiento de culpa y aflicción que llevaba el elfo sobre sus hombros. Tomo sus manos con tierna delicadeza y las colocó suavemente sobre su pecho.
Le acariciaba el cabello como lo hace una madre con su hijo pequeño, pequeñas gotas de sudor aparecían en aquella frente, aquellos labios tan suaves y exquisitos poco a poco volvían a recobrar su color. Sus pies también cuidados, permanecían quietos esperando sanar mientras las manos frecuentemente se movían respondiendo a reflejos reprimidos.
Parecía estar defendiéndose aun en sueños, aun alerta, aun sin bajar la guardia. Le refrescaba la frente poniendo paños frescos en ella, removía de su rostro ese cabello oscuro que empezaba a llamarle la atención.
- ¿qué haces? – preguntó Aragorn entrando sigilosamente en la habitación
- Trato de animarlo a que despierte. – respondió el elfo sin voltear a mirarlo, bien sabía que se acercaba. Pues había escuchado la puerta de la habitación contigua cerrar.
- ¿Cómo se encuentra?
- Sus heridas están sanando, y es posible que sus manos recuperen su fineza.
El príncipe les escuchaba hablar mas no podía preguntarles. Volvió a caer en esa oscuridad que reflejaban sus pensamientos, volvía a sentir las manos callosas de Pirré sobre su terso rostro, los labios resecos mordiendo su cuello y brazos, sus manos y pies encerrados dentro de los fríos grilletes, su cabello siendo tocado una y otra vez por esas gentes, por esas manos duras y ásperas, su boca siendo mordida por aquel terrible hombre mientras el trataba de alejar su mente cerrando sus ojos.
- ¡Ah!- escapó de los labios del elfo asustando a sus amigos.
- ¡Legolas! – exclamó Aragorn acercándose al elfo, mientras Haldir se ponía de pie cediendo a su pesar el lugar que había tomado - ¡contesta! ¡Despierta por favor!
Legolas al fin pudo abrir sus ojos, su visión estaba borrosa, débil.
- ¿cómo te sientes? – preguntó Haldir
- ¿donde estoy? – preguntó con voz débil
- Estas en Lorien amigo, recuperándote. – contestó el mortal.
El joven elfo no hizo ningún movimiento, al ver el rostro difuminado de Aragorn, recordó lo ultimo que habían visto sus ojos, recordó el dolor de un puñal en su costado, sus manos desgarradas, su cuerpo maltratado, su cabello teñido. Volvió su cabeza a la izquierda apartando la mirada de sus compañeros, sus ojos estaban tristes y sin luz, aparentaban encontrarse aun en un sueño, lejos de la realidad.
Aragorn ya había observado esa mirada con anterioridad, le acarició el cabello, tal como lo había hecho Haldir un momento antes, quien esbozo una sonrisa de acierto cuando vio al montaraz hacer eso.
- Legolas... ¿Quién es Minya?
- ¡Ah! – exclamó el cerrando sus ojos para entrar de nuevo en el oscuro sueño.
Dos días habían pasado sin que la encantadora dama elfo diera su caminata en la mañana por la ruta que vigilaban Legolas y Ascar, quien gustaba de atormentar a su compañero infundiéndole la idea de que ella ya había elegido a alguien mas, cuyo nombre empezaba precisamente con la letra R.
A Legolas le molestaba tal insinuación y era lo que le alegraba las mañanas a su compañero, el príncipe no había querido reconocer sus sentimientos ante él y por eso se deleitaba en hacerle padecer, hasta el día en que confesara que sentía algo mas que amistad por la desconocida joven.
- Tienes perdida la batalla, creo que ya han fijado la fecha de la boda. He visto a Rair muy contento, debe haber pedido su mano...
- ¡Calla!
- ¿No te han enviado su invitación? Me parece raro... creo que mi hermana asistirá como primera dama de... ella... – decía Ascar poniéndose pensativo. – tal vez podría invitarte, necesitara una pareja...
Legolas envió una seria mirada a Ascar interrogándole.
- ¿Por qué crees que no ha pasado por aquí? – preguntó cruzando sus brazos.
- ¿Qué dices? – preguntó el príncipe poniendo mas atención a sus palabras.
- ¡Esta ocupada con los preparativos de la boda!
- ¿Hablas en serio? – cuestionó Legolas preocupado.
Una risa encantadora como la de un niño escapó de los labios de Ascar. Había logrado su objetivo haciendo inquietar a su amigo, nunca le había visto así, siempre le confiaba sus afectos hacia cierta dama, mas ahora le costaba reconocerlo. Ascar se divertía
- Tu corazón es fácilmente envuelto, debes de estar enamorado.
El príncipe no contestó, la joven se acercaba, mas algo mas había visto al observarla, caminaba muy deprisa, como huyendo de algo, pronto a sus oídos llegó la respuesta.
- ¡ Orcos! – exclamó lanzándose al camino mientras Ascar le seguí el paso.
Ambos con arco y flecha en la mano vieron acercarse detrás de la joven un grupo de 10 orcos que querían dañarla, ella valientemente sacó la daga que tenía en el brazo lista para usarla, y eso inquietó a Legolas, quien no quería que sufriera alguna lesión.
Ascar se enfilaba hacia un árbol cercano al grupo, desde allí empezó a lanzar sus flechas dando en el blanco de cuatro de sus cinco tiros, Legolas mientras, tomó el camino directo hacia Minya, quien presta a cualquier ataque le daba la espalda y caminaba hacia él sin darse cuenta.
- ¿Puedo ayudarle? – preguntó Legolas tomando su arco y disparando a los 3 orcos cercanos a ellos.
- No necesito de tal ayuda, yo sola puedo defenderme – decía ella mientras derribaba a un orco de un patada para luego enterrar su daga en el cuello.
El joven príncipe elfo gustó de esta sangre fría, de esta delicadeza unida a la valentía, al no encontrar ningún titubeo en las acciones que la joven elfa emprendía. Segura de si misma no vaciló en enfrentar a un orco que bien podía doblarle el peso y quebrar su exquisita fragilidad. Admiró el destello de sus ojos en plena batalla, sin que eso le importunara en sus propias acciones. El corazón tiene ojos para todo, aun en los momentos mas desesperados que es cuando salen a fulgurar los verdaderos sentimientos.
- No mueren fácilmente... ¡Ascar! – exclamó blandiendo ya la espada y la daga
Ascar respondió al llamado del príncipe con una lluvia ligera de flechas sobre aquellos que aun permanecían en pie incluso después de recibir las flechas en el pecho.
Legolas se interpuso entre la dama y un orco flechado en el hombro, quien con espada en mano se prestaba a atacar, el elfo paro en seco el primer y unico golpe con su espada en mano izquierda mientras la daga atravesaba el vientre del orco subiendo hasta encontrarse donde debía situarse su corazón. El príncipe tuvo aun tiempo para cerciorarse que otro orco se aproximaba por detrás, empuñando la espada y dirigiéndola hacia Minya, Ascar acertó en darle en la espalda pero no logró detenerle, sacando la daga del cuerpo de su primer agresor logró lanzarla hacia el pecho de este acertándole, mas aun así la temible criatura seguía en pie rugiendo furioso, Minya daba dos pasos hacia atrás, sosteniendo su pequeña daga por la derecha, esperando cualquier acción del orco para emprender su defensa, sin pocas esperanzas.
- ¡toma! ¡Ven aquí! – exclamó Legolas atrayendo su atención y dirigiéndose hacia el- ¡Ven!¡Acércate!
Un rugido espantoso provino de la criatura quien desesperadamente se defendía al ver que sus compañeros caían uno a uno por las flechas. Se trataba del jefe del grupo, quien no quería regresar sin haber tenido el gusto de saciar su sed de sangre con una de estas criaturas que le producían un odio tremendo.
Ambos tenían las espadas en mano y se estudiaban uno a uno, Legolas se acercó poco a poco hacia Minya y le dio un pequeño empujón enviándola hacia Ascar, quien se cercioraba de que los muertos no se levantaran mas al haberse agotado sus flechas. Uno y otro se atacaron sin mucho daño, el estruendo de las espadas parecía decir que se trataba de un duelo de antaño, Minya quería acercarse y ayudar mas Ascar lo impidió, bien sabía que Legolas podía sostener un pelea sin la necesidad de alguien mas. No cuando solo se trataba de él y su oponente. Sería un deshonor aceptar ayuda en ese momento
Sin decir una palabra, sin parpadear siquiera Legolas emprendió un ataque certero sobre el orco, quien difícilmente podía para todos los golpes dados con exquisita gracia por el elfo, uno de ellos acertó a atravesarle de parte a parte, los ojos del orco expresaban un profundo odio, y mientras iba cayendo en rodillas la sangre negro y pestilente le brotaba de su boca, un rugido alteró mas su mirada y como despedida dejó al elfo una herida superflua en el pecho.
El orco cayó atravesado por una espada a los pies del príncipe elfo del bosque oscuro. Ascar estalló en palmadas, nunca le había parecido su compañero tan majestuoso y sereno en una lucha como aquella ocasión, nunca había tenido la oportunidad de observar que los delicados movimientos en batalla de Legolas le recordaban aquellos relatos antiguos que sus padres y antepasados le narraban. Jamás le había visto tan imponente, tan lleno de vigor y valor como aquella mañana. Mas allá de todo eso, le hacía suponer que el amor a su amada había sacado lo mejor de él mismo, y esto le alegró.
Minya limpió su daga con el pañuelo que le ofreció Ascar, guardó su daga en el mismo lugar secreto y se acercó a Legolas.
- Le agradezco mucho esta ayuda que me ha brindado, su alteza. – ofreció ella haciendo una reverencia
Legolas le miró asombrado, pocos le llamaban de esa forma, en especial gente que no le conocía a bien y demostraba así su respeto hacia el joven hijo de Thranduil, el prefería ganarse la amistad y el respeto por sí mismo y sus acciones que por el titulo de nobleza que ostentaba. No creía que ella pudiera conocerle, mas así fue.
- Tiene la fortuna de poseer un gran capacidad defensiva, dama mía, tan solo reforzamos el número para que la pelea fuera mas pareja.
- Estás herido, ¿Cómo te sientes? – dijo su compañero acercándose
- Es un leve rasguño, nada grave, es preciso dar la alerta cuanto antes...- alcanzó a decir mientras limpiaba su espada y la guardaba en su vaina.
Ascar sonrió disimuladamente, y se precipito a decir:
- Saldré en este momento a avisar a los demás, entretanto... – dijo haciendo un leve saludo hacia la joven mientras tomaba tan delicada mano – Es un gusto saludarla, lamento que sea en tales circunstancias, el joven príncipe Legolas tendrá el honor de escoltarla hasta su destino. Se despide de usted, siempre a sus pies, Ascar hijo de Voronwë.
El príncipe elfo quedo sin habla ante la inesperada despedida de su amigo, quien ya rápidamente se alejaba por el camino, alertando a los demás guardias de un posible ataque.
Unos segundos embarazosos cruzaron entre la pareja hasta que Minya acertó a decir:
- No es necesario que su alteza se molesté en escoltarme, como ha podido presenciar puedo valerme por mi misma.
- Es necesario que la escolte, sería una falta de cortesía en no ofrecerle mi compañía en esta situación tan apremiante. ¿se dirige usted hacia el poblado?
- Hacia allá me dirijo, su alteza.
- Permítame mostrarle un camino mas seguro que el mismo que estamos pisando.
- Gracias, su alteza.
Esto ya le parecía absurdo a Legolas y antes de ofrecer continuar dijo afablemente:
- Me permito recordarle, dama mía, que mi nombre no es "su alteza", soy simplemente Legolas y le rogaría encarecidamente tenga a bien llamarme por ese apelativo. Además creo que no he tenido el placer de escuchar el nombre de la valiente guerrera a quien debo escoltar.
Una vez que el príncipe tomaba confianza parecía que sus palabras salían mas fácilmente. Minya sonrió, las palabras sonaban como música a sus oídos, muy a su pesar se trataba de sacar tontos pensamientos de su cabeza.
- Mi nombre es Minya, su alte... – contestó ella inclinándose un poco- Legolas, quiero decir, soy Minya, hija de Autadil
- Bien, partamos... Minya...
Ambos se internaron en el bosque, primeramente caminaban sigilosos y prestando oídos a todo lo que el bosque quería comunicarles, tal vez el camino no era mas corto para llegar a la comunidad, pero era mas seguro que andar por el camino descubierto, de los 15 minutos que pudiera tomar el camino, este en cambio le tomaría como media hora, llegando a salir por detrás de los muros del castillo.
Después de algunos minutos de caminata, la joven volvió a reparar en la herida de Legolas, quien parecía no prestarle daño, bien se conoce que los elfos tienen un rápido poder de curación, esta herida como muchas otras desaparecería sin dejar marca alguna al cabo de dos días.
- ¡Estas herido! Y yo he tenido el atrevimiento de no tomarlo en cuenta. – dijo ella deteniéndose.
- No debe de preocuparse, es solo un leve rasguño, nada serio.
- Pero es posible que se infecte, que corra algún veneno por su sangre, es preciso curarle.
Esto agrado al elfo en demasía, se sentía cuidado y protegido, la joven tomaba un poco mas de confianza, y el se sentía tranquilo pues mientras mas se alejaban del camino mas se acercaban al castillo, donde era mas seguro. Ella enjuagó su pañuelo en el agua que llevaba en el pequeño frasco azul que siempre portaba.
Ella le miró, y trató de curar la herida, mas la posición de esta no le ayudaba mucho, volvió sus hermosos ojos verdes hacía los azules de Legolas, encontrándose atrapados instantáneamente como en un sueño, para luego romper el encanto diciendo.
- Es preciso que abra un poco mas sus ropas, no puedo limpiar encima de ella.
- Bien.
Legolas obedeció y poco a poco desabrocho los botones de su camisa, la joven elfa respiraba con dificultad mientras el príncipe le mostraba lentamente su pecho desnudo.
TBC...
