Negación. Todos los personajes y lugares conocidos mencionados en esta narración pertenecen a J.R.R. Tolkien, y son usados sin fines de lucro, Minya, Rair, Ascar, y demás personajes ajenos a esta historia son de mi propiedad.. Bueno, aun sueño que Legolas también, pero pues no todo se puede.. Escrito con la finalidad de entretener. Hinotori No Jun gatchaman001@hotmail.com
CAPITULO 11
Nunca había tenido oportunidad de ver cuerpo tan bien formado en elfo alguno, la vista que tenía delante de ella, le hacía concebir ideas extrañas y raras que nunca habían acudido a sus pensamientos, sintió una leve brisa cálida correr por todo su cuerpo, el príncipe no se daba cuenta de lo que estaba fomentando y continuo hasta terminar con el ultimo botón. Abrió lentamente sus ropas y dejo que la dama le curara con aquellas manos delicadas y finas que hacia poco sostenían hábilmente una daga mortal.
- ¡Ah! – murmuró ella ruborizada – Bien.. esta bueno.. perdón.. déjame observar la herida.
Legolas le dejo trabajar, suavemente sentía las leves presiones que Minya le hacía sobre la herida, tratando de limpiar la sangre de los bordes, el príncipe le veía con la mayor indiferencia que podía poner en sus ojos, mas creía que era insoportable permanecer inmutable ante tal situación, mas aún cuando ella busco un punto de apoyo poniendo su mano en el hombro desnudo de el, y no encima de su camisa.
- Parece ser que la herida no es muy profunda
- Lo sé, no merece mucho cuidado, estaré bien, gracias.
- Yo desearía hacer mas por ti.
El elfo sintió un tibio fulgor resplandecer dentro de él, pues ella le había tuteado además de ofrecerle su ayuda. Deseaba hacerle tantas preguntas, ¿cuándo le había conocido?, ¿cómo es que nunca la había visto antes por el reino?, y sobre todo y la mas importante para él, ¿estaba casada o comprometida? ¿algún novio o pretendiente a quien ya hubiera entregado su corazón? ¿qué relación tenía con Rair de quien Ascar le había contado tanto?
Ella tocaba su pecho desnudo, delicadamente para no lastimarle, no perdía oportunidad de deleitarse la vista con su atletico pecho, aquel tan varonil y principesco, sin embargo no dejaba externar esas emociones en su rostro, las escondía muy bien de ese apenas conocido. Legolas sonreía lo mas normal que podía, no lograba dejar de sentir ese cálido sentimiento aflorando dentro de él, sus manos las mantenía detrás, dominándolas una a la otra.
Terminada la curación el príncipe empezó a abotonarse la camisa desde abajo, ella empezó desde arriba, "¡Oh! ¡Elbereth!" pensaba el elfo, quien empezaba a incomodarse un poco.
- No es necesario que lo hagas- dijo el tomándole las manos delicadamente
- Esta bien, no lo haré, si hace lo desea su alteza. – dijo ella tratando de soltar sus manos
- Por favor, ¿en que habíamos quedado Minya? – preguntó el sin dejarlas escapar
- Disculpa,... Legolas
Ella se reflejaba en los aterciopelados ojos azules de él, mientras el elfo se perdía en la profundidad de su mirada. Minya no intentaba ya quitar sus manos, sentía un suave temblor recorriéndole toda el cuerpo.
Legolas reprimió un suspiro y soltó sus manos.
- Será mejor que sigamos, no podemos quedarnos aquí mucho tiempo.
Ambos continuaron sin hablar por espacio de unos minutos, ella caminaba muy lento para el gusto del elfo, sin embargo no veía que su balance fuera malo o algún tipo de cojera.
- ¿Sucede algo? – preguntó observándole el rostro detenidamente
- Mi pie me lastima. – respondió ella deteniéndose cerca de un árbol
- ¿Alguna herida?
- No, el orco alcanzó a pisarme cuando iba cayendo, solo que hasta ahora me ha empezado a molestar.
- Será mejor que veamos esa pisada. – dijo el volviendo sobre sus pasos y acercándose a ella.
- No debe de ser nada, además estamos cerca ya del castillo y allí podré atenderme con mas cuidado.
- Veamos. – continuó Legolas obstinado mientras presentaba su mano al mismo tiempo que ella se sentaba junto al árbol – Tu has querido examinar mi herida y nos detuvimos, hagamos lo mismo con la tuya.
- ¡Pero lo mío no es herida mortal, en cambio...
Legolas no respondió, removía el zapato con sumo cuidado, para buena o mala fortuna de él, Minya llevaba una medias negras que le imposibilitaban examinar la herida.
- Así es imposible observar...
- ¿Cómo dices? – preguntó ella
- Quiero decir que no se puede ver a través de ellas. – expresó Legolas sonrojándose un poco a su pesar. - ¿Es este dedo?
- ¡Ah!
- Disculpa!..No se puede hacer mucho, es posible que se te caiga la uña, mas no se si se encuentre fracturado, ¿puedes moverlo?
- Me duele.
- Bien a menos que te desees quitarte las medias y examinarte, no podré asegurar nada, puesto que a través de ellas es imposible. ¿Puedes seguir caminando?
- Sí, no creo tener problema.
- Bien.
Ella trato de poner su zapato en su lugar mas el dolor se lo impidió. La lesión se había inflamado y le molestaría llevar el zapato todo el camino.
- Creo que no podrás seguir usándolo. – resolvió viendo la expresión en ella
- Caminare descalza.
- Es imposible, podría infectarse si acaso tienes una herida o lastimarte mas, vamos.
- ¿Qué?
- Te llevare en brazos. No deseo permanecer mas tiempo por aquí
- Eso no. – declaró Minya dando un paso atrás.
- ¿Por qué?
- No podría permitir que me lleves así.
- No es momento para discutir.
El la tomó en sus brazos mientras ella trataba en vano de bajarse, mas no teniendo mas alternativa, cedió a la fuerza del joven. Legolas notó el leve fulgor que aparecían en las tersas mejillas de la joven quien le abrazaba por el cuello descansando su cabeza sobre su hombro. Era de constitución tan ligera y delicada que no hacía esfuerzo alguno al llevarla en brazos. Tuvo oportunidad de respirar el suave aroma que desprendía su cabello escarlata, sentía la suave piel de sus brazos rozar con su cuello. Minya disfrutaba del contacto que había entre el y el joven, no sabía como pero le llegó a tomar confianza muy rápido, ella se decía que se debía a la misma razón que le hizo mostrar gratitud con Rair.
Sin embargo, esto era diferente, se sentía cómoda llevada en los cálidos brazos del apuesto elfo, recordó el momento en que ella le curaba y sonrió. Legolas sorprendió esa sonrisa que trataba de ocultar bajando su mirada.
- ¿Qué pasa? ¿estas incomoda? ¿Necesitas algo?
- No.. yo estoy muy bien. – reconoció Minya sonriendo de nuevo
- Estamos a punto de llegar, solo quedan unos metros mas...
- Gracias – pronunció ella suavemente dirigiéndole una mirada muy elocuente
El no podía resistir mas, no había mas que arriesgarse, parecía que ella también gustaba de él, pero todo era tan repentino, tan pronto. Ella le tomo con ambas manos sobre sus mejillas y en señal de agradecimiento beso una de ellas, Legolas, sintió la calidez y suavidad de los labios de Minya, aventuró a girar un poco mas la cabeza y sus labios se encontraron.
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Haldir trataba de convencer a Aragorn de descansar en su habitación, el se encargaría de cuidar del afectado.
- Necesitas aun descanso, no hace mas de doce horas que llegaron, y tan solo has dormido cinco horas.
- Es todo lo que necesito. No puedo dejar a Legolas solo
- Yo estaré con el.
- Es lo que me preocupa. Has que un sanador te acompañe. – insistió el montaraz.
- ¿Piensas que sería capaz de intentar algo en su estado? – respondió Haldir indignado.
- Todo lo creo. – afrentó Aragorn sin vacilar
- Esa es una ofensa. – señaló Haldir retándole con la mirada
- Por favor.. – se escuchó una débil voz
- ¡Legolas! – exclamaron ambos volviendo su mirada hacia la cama.
- No discutan..Aragorn.. . - balbuceó el joven elfo sin abrir aún sus ojos.
El dunadan se acercó al lecho del príncipe.
- Dime, ¿que necesitas?
Haldir les miraba impasible.
- Ve a descansar, Haldir se quedara conmigo.
- ¿qué dices? ¿Después de lo que pasó? Un sanador les acompañara..
- No creo que sea necesario, ya han tenido bastante conmigo
- Siempre abra otros, además Haldir..
- ¿Estamos en Lorien, no es verdad? El no intentara nada .. ¿cierto Haldir?
La mirada que le presentó Legolas le llenaba el corazón de angustia, no tenían la suficiente luz de antes, el azul límpido de sus ojos se había casi transformado en un negro sombrío.
- Cierto Legolas, descansa por favor.
El príncipe volvió a sus sueños. No había razón de descanso mas que para su alma, la cual aun yacía entre las tinieblas de las pesadillas que aun le atormentaban.
Aragorn miro al Loriende con receló, y no queriendo contravenir los deseos de su amigo, se encamino a la puerta no sin antes hacer una pausa junto a Haldir y decirle como casi un suspiro.
- No deseo verte cerca de él, si sabes a lo que me refiero.
- Tus amenazas no me intimidan, deseo el bien de Legolas sobre todo, aun sobre sus amigos
Ambos sostuvieron la mirada unos momentos para luego separarse. Haldir tomó un paño limpió y lo humedeció con un poco de agua de la jarra sobre la mesa, vertió unas gotas sobre los labios del elfo para refrescarle.
- Gracias. – murmuró la débil voz del príncipe sin mostrar aun su mirada.
- Creí que dormías.
- ¿Puedes darme un poco de agua?
El guardia tomó un vaso con agua y lo paso a Legolas, mas viendo sus manos aun vendadas dijo:
- No debes hacer esfuerzo con las manos, aun falta una aplicación mas de la poción que ha dejado la Dama Galadriel. Yo sostendré el vaso por ti.
Bebió el elfo del vaso que le ofrecía su ahora protector y volvió a recostarse, creyó entonces Haldir que el príncipe volvía a sus sueños así que se dispuso a descansar el también en la silla que le aguardaba a un lado de Legolas.
Tomando asiento, sus miradas las dirigía al yaciente, le observaba respirar lentamente, tal parecía un periodo de agonía, no entendía Haldir por que aun el joven seguía en cama, sus heridas en el cuerpo casi habían sanado a excepción de sus manos que aún se recuperaban, su pecho ahora presentaba un mejor aspecto, la herida ya no presentaba infección y su habilidad de sanación habían completado el trabajo que las hierbas y medicinas empezaron.
Las ropas del elfo habían sido mudadas al momento en que terminaron de asearle y vendarle una vez mas por el atardecer, el sanador se había encargado de ello con la ayuda de Haldir, quien suprimía totalmente los deseos de acariciar aquella esbelta forma.
Ahora Legolas se encontraba cubierto por una amplia camisa azul con botones en frente que facilitaran el cambio de vendajes.
- ¿te sientes mejor? – se aventuró a preguntar Haldir
- Un poco. Mi cabello...
- Aun sigue negro.
Legolas no respondió, solo levantó una mano para sentirlo y acariciarlo.
- No hagas esfuerzos con las manos, aun no.
- Solo quiero saber si aun esta allí. He soñado que lo perdía..
- Sigue en tu cabeza.
El príncipe abrió los ojos con pesadez, vio a Haldir cerca de el y dijo:
- Desearía tenerlo rubio de nuevo, como el tuyo.
- Si pudiera ofrecerte mi cabello a cambio de una sonrisa tuya lo haría.
- No te verías bien sin el. – confesó tratando de alegrarse.
- ¿Ves? Lo he conseguido ¿dónde quieres que deje la cabellera?
- Gracias, no creo que pueda utilizarla.
La sola sonrisa de Legolas iluminó un poco la esperanza que Haldir tenía en su recuperación, no quería que cayera en ese abismo sin fondo que es la depresión, la tristeza que podría llevarle a su eventual muerte. El trataría de evitarlo tanto como fuera posible.
El Loriende repaso la fresca frente del elfo, le acariciaba de nuevo el cabello, tratando de tranquilizarlo y transmitiéndole seguridad. Ambos quedaron en silencio de nuevo, Legolas se hundió de nuevo en sus pensamientos, pesadillas y tristezas, Haldir renovaba sus esperanzas e ilusiones. Uno y otro se sumergían en diferentes mares, esperando con el nuevo sol encontrar un buen puerto donde desembarcar sus deseos.
Cercano al alba Legolas había abierto sus ojos al sol, viendo a su guardián cerca de él, le prestó atención, al parecer Haldir había estado despierto durante mucho tiempo, y había caído rendido a su lado, descansando la cabeza en la cama de Legolas con los brazos cruzados debajo de ella. El resto de su cuerpo aun seguía en la silla, la cual no se resbala debido a un milagro de equilibrio.
Legolas observo el sedoso cabello rubio de Haldir, quien le llevaba trenzado de una forma muy similar a la que él acostumbraba llevar, brillaba con los primeros rayos del sol que atravesaba la ventana.
- Es muy hermoso.. – dijo mientras trataba de acariciarle, le recordaba tanto el color del suyo, y se consolaba recordando cuando su felicidad parecía completa en su reino.
Haldir escuchó sus palabras y levantó su mirada sin evitar que Legolas le tomará unas hebras del cabello dorado. Ambos ojos se encontraron, los verdes reflejaban preocupación y los azules tristeza.
- Legolas.. susurró Haldir.
La mañana llegó con nuevas esperanzas para Aragorn quien había pasado muy mala noche tratando de averiguar que es lo que sucedía en el cuarto contiguo sin que le tacharan de espía, las paredes eran muy gruesas como para permitir que algún ruido fuera capaz de atravesarle, a no ser un grito. Así como no viendo los primeros albores del día, se puso en pie y se dirigió a la habitación donde reposaba su amigo.
- ¡¿Pero que pasa aquí?! – exclamó Aragorn enfadado al confirmar sus sospechas. – Sabía que no podía dejarte solo con él sin que intentarás algo.
Había visto lo suficiente para malinterpretar las cosas, Haldir y Legolas se hallaban muy próximos el uno al otro, el príncipe aun llevaba algunos cabellos del guardián de Lorien entre su mano vendada cuando el montaraz entró. Ambos se retiraron un poco, Haldir mostraba una mirada furiosa por tal atrevimiento y sospecha del Heredero de Isildur.
- Aragorn.. – objetó Legolas tratando de incorporarse.
- ¿Y tu? Creí que estabas enfermo pero ya veo que te encuentras bien dispuesto para otro tipo de diversión
El príncipe se sintió fuertemente ofendido y una llama de ira empezó a brotar en sus ojos, se dijo que si hubiera tenido una espada en la mano, el montaraz no abrió visto la luz del siguiente día.
- ¿cómo te atreves a entrar aquí y levantar falsos? – preguntó Haldir poniéndose en pie. – Nada ha pasado aquí, y tus palabras son ofensivas a mis oídos por segunda ocasión, hijo de Arathorn
- Tómalas como son, guardián de Lorien. – respondió Aragorn desafiándolo una vez mas con la mirada.
- ¡Aragorn! Deja ya de decir tonterías, entre Haldir y yo no ha pasado nada.
- ¿Le defiendes? Creí que eras sincero y tu corazón pertenecía a otra persona, ya veo que llevas una antifaz que oculta tanto tu corazón como tu mirada.
Legolas se puso blanco como las sabanas que le cubrían.
- ¡Aragorn! ¡Retira esas palabras!
- Ven aquí y tómalas tu mismo. Encontraras mi boca tan dispuesta como la de Haldir.
Haldir hizo un movimiento.
