Negación. Todos los personajes y lugares conocidos mencionados en esta narración  pertenecen a J.R.R. Tolkien, y son usados sin fines de lucro, Minya, Altadil, Ascar  y demás personajes ajenos a esta historia son de mi propiedad. Bueno que no se me hace terminar esto, al fin otro capitulo mas.

CAPITULO 17

Los días pasaban y por fin se había cumplido la hora esperada, por fin sería aquel día en que Legolas regresará, ¿llegaría o aplazaría su arribó dejándola en completo sufrimiento? ¿Haría cierto su compromiso? ¿cumpliría su palabra? La joven suspira y trataba de contener las lágrimas que tantas veces ya había derramado, no deseaba que su madre se enterará de su pena, no deseaba el consuelo de su prima, no deseaba mas dolor en su alma.

- ¡Minya! – exclamó Ascar al verla pasar por el camino tan pensativa

- Ascar.. no deseo hablar ahora.. – respondió ella deteniendo por un minuto su paso para que el joven pudiera alcanzarle.

- ¡Pero hoy es el día Minya, hoy regresa Legolas! ¿acaso no te causa alegría? – pregunto el elfo de cabellos oscuros

- No deseo verle mas, le detesto..

- ¡Minya! ¿qué dices? – decía el joven asombrado y mirando sus ojos oscurecidos - ¿qué ha pasado en tu corazón? ¿No le amas ya?

- No, no le amo y te suplico no le vuelvas a nombrar en mi presencia, ha sido un cruel castigo a mi amor propio lo que el ha hecho conmigo.

- Minya.

- Abstente de volver a llamarme, tu sola presencia me trae tristes recuerdos. Adiós Ascar.

- ¡Minya!

La dama elfa continuó su camino y el joven le miraba con tristeza, no podría ser capaz de dar esa noticia a su amigo y si él se llegara a enterar por labios de la joven, un cruel día le auguraba.

- ¡Regresa a tu puesto Ascar! – exclamó el guardia compañero del elfo en ese momento, pues le esperaba al ser testigo de la partida de la joven

- ¡No sé lo que ha pasado, no sé por que ese cambio de actitud! Nunca entenderé a las elfas por mas que viva una eternidad

- La vivirás y pasaras la inmortalidad en esa encrucijada, vuelve aquí.

- ¿sabes si Rair tiene algo que ver en esto?

- Debe ser, le he visto algunas veces rondando estos lugares.

- Seguramente le ha hablado y convencido.

- Débil debe haber sido su amor si sucumbió a simples palabras y ahora, ¡sube ya!

- El corazón de mi amigo sufrirá y yo no podré hacer nada para evitarlo, crueles son las elfas con los sentimientos verdaderos.

- No juzgues tan temerariamente que no conoces la profundidad de ambos corazones, ¡Ascar!

- Conozco el de Legolas como el mío propio y le he reconocido esta vez que se encuentra enamorado..

- ¡¿Quieres que baje por ti?!

El centinela del Bosque negro, se negó a creer en el amor de ella por Legolas por un solo momento, mas sus sentimientos sobre otra dama le hicieron evaluar si se trataba de un corazón sincero, se confesó que no sabía en realidad si su mismo corazón estaba inundado de amor o de una encantadora seducción llamada Merien. No pudiendo juzgarse a si mismo dudo poder hacerlo con justicia sobre alguien mas. Subió lentamente al árbol mas cercano a él y tomo su posición como acostumbraba.

En aquel claro tan acogedor se hallaba Minya solitaria, sonriendo a cada recuerdo feliz para luego ensombrecer su mirada con las palabras de Rair, miraba de forma triste las nubes que poco a poco se formaban sobre su cabeza, sentía correr una fresca brisa a su alrededor, recostada en aquel árbol la dama elfa desahogaba su sufrimiento.

Alguien mas le miraba sollozar, el joven centinela le apreciaba mucho en realidad, mas la efusión que emanaba en su corazón tenía mas tintes de celos y posesión que de un puro y tierno amor, no era su parecer el compartir el cariño de la joven con alguien mas, no deseaba que encontrara a alguien mas en su vida, compartiera su encantadora risa y disfrutara de sus besos. El solamente tuvo la ocasión alguna vez de recibir uno en agradecimiento y hubiera jurado encontrarse en el cielo, uno recibido con el puro amor de la joven hubiera significado el paraíso en la tierra.

Su padre había sido un hombre joven cuando el nació, recio y enérgico con Rair, le mantenía al margen en asuntos que involucraran cualquier tipo de sentimiento, indiferencia total hacia el pequeño elfo, descontento ante sus juegos, frío ante sus súplicas, en cambio la madre elfa, había proveído a su hijo del cariño y amor que le falta, aún le había instruido en la medicina herbal y en los dones de sanación que ella poseía, Rair se podría considerar un sanador en su primera juventud, mas su mala sangre humana le orillaron a abrazar la carrera de las armas, infligir su superioridad sobre otros, causar daño y angustia a sus oponentes, nunca dejarse de alguien mas. Siempre terminar victorioso en cualquier batalla, sea de valor o del corazón, por un medio u otro, utilizando sus conocimientos para su propio beneficio y muy contadas ocasiones para los demás, sus enseñanzas debían tener otro propósito, algún veneno o fórmula para sus enemigos, algún tipo de cura para las heridas propias.

Conocía muy bien todo tipo de planta medicinal así como aquellas que realizaban algún mal si se mezclaban debidamente y llegaban a inundar la sangre de humanos o elfos. Un elfo muy particular debía de ser, ya que ninguno de su raza acostumbraba a utilizar semejantes mezclas en sus dagas, flechas o espadas, les parecía de poco honor, nada respetable, así que Rair prefería guardar las apariencias y llevar siempre con él, pequeños petardos conteniendo un poco de su formula, fuerte debía de ser el sanador que tratara de luchar en vano contra su hechizo.

- Te encuentras muy sola, dulce dama, ¿podría yo remediar esa soledad? – preguntó el guardia sorprendiendo los pensamientos de la joven.

- ¡Rair!... – exclamó Minya viendo aparecer su cabeza por detrás del árbol. - Deseo en este momento estar a solas, disculpadme por favor.

- No debes estar sola, no dejes que tus penas te dominen, no dejes a tu corazón morir de aflicción.

- Imposible lo que me pides.

- ¿Podría ser yo capaz de aliviar tal dolor?

- No veo como, mi dolor es inmenso y es mío, aléjate por favor, que no quiero seguir hablando.

- Entonces yo lo haré, yo tratare de distraeros si con eso consigo una dulce sonrisa de tu parte, deseo verte al igual que antes, deseo que me ilumines una vez mas, deseo..

Minya no le observaba, perdida entre sus pensamientos hacía poco caso a las palabras de Rair. El elfo al ver su reacción le tomo la mano como acostumbraba a hacerlo, ella volvió sus ojos a el, y percibió el calor y el sentimiento tan profundo que sentía por ella, por un momento sintió lástima, él se perdía en su dolor, en su rechazó a las ilusiones que tanto deseaba compartir con Minya.

Pusose en pie la joven tratando de esquivar las miradas de ese individuo que le traía malos recuerdos, mas el no aparto sus manos de ella, no le dejo continuar y así dijo el elfo tratando de convencerle:

- Durante muchas primaveras hemos tu y yo compartido momentos, así como risas sinceras, y sentimientos puros, nunca mi corazón tuvo la intención de herirte y si así alguna vez obre, caro ahora estoy pagando este tormento, mi alma solo a aspirado a ser parte de la tuya, mi amor por ti es tan inmenso que ya no lo puedo seguir ocultando bajo esta capa de amistad, Minyawethiel, honra a mi familia aceptando mi mano en señal de unión.

- Ascar..

La joven palideció, su mano se agitaba entre las dos de Rair, su corazón se encogía ante la confesión de amor de su antes amigo, sus ojos brillaban confundidos, era aun muy pronto para desterrar un sentimiento tan grande como el que sentía por Legolas.

- No me des mas que un cálido sí, que alegrara mi vida con luz mas fuerte que la de este mismo sol, o un frío no, que me hundirá en las penumbras de una cruel tristeza.

- Me es imposible resolverte, mi corazón aun sangra por la herida que han causado en el. – respondió la joven tratando de retirar su mano para que de nuevo Rair la atrajera hacia sí.

- ¿Alguna esperanza tendré de compartir un futuro juntos?

- Tu yo podremos siempre compartir un futuro ya sea como amigos o tal vez algo mas, pero en este momento, no puedo responderte con sinceridad.

- ¿Aun lloran tus ojos por ese.. elfo?

- Llora mas mi alma que toda las lagrimas que puedan verter estos ojos.

- ¿Le amas?

- Si y no. Si por que lo nuestro fue tan puro y sincero tan hermoso mientras duro, pues nunca he pasado momentos mas felices y dudo que algún día pueda revivirlos, y No, por que mi orgullo ha sido mancillado, se han burlado de mi y eso no lo perdono sea de quien se trate.

- Minya, me duele ver el estado en que te encuentras..

- No sientas lástima por mi.

Rair le apretó suavemente la mano y expresaban sus ojos tal encanto y dulzura que Minya dudaba se tratara del mismo elfo que había conocido.

- No permitiré que él se burle tan cruelmente de ti – resolvió el elfo cambiando como un relámpago su semblante

- Rair ¿qué piensas hacer?

- ¿Qué día es el que esta por volver? – preguntó fingiendo ignorancia, pues bien había sido informado de la supuesta llegada del príncipe para ese mismo día.

- El día de hoy si bien no me equivoco.

- Iré a aguardarle en los límites del bosque. – afirmó dando un paso para ser detenido por ella con ambas manos sobre su nervudo brazo.

- No, no lo hagas por favor...

- ¡Pero Minya! ¿dejaras que el manche tu honor, se burle de tu respeto?

- ¿Combatirás a ambos?

Confesó Rair a si mismo que su furia iba encaminada a Legolas, la prueba palpable la llevaba oculta cerca de su cinturón, mas no con el hermano mayor Altadil, tenía una razón poderosa con el joven príncipe, atacándole en franco duelo para salvar el honor de la dama, y si Legolas moría, lo cual según sus planes sería muy probable, no podrían imputarle pena alguna, mas con el heredero al trono la cosa era diferente, tan solo le inmiscuyo en el asunto para hacerlo mas factible a los ojos de la dama.

- Legolas es quien ha jugado contigo, haciéndote creer que te amaba como a tantas otras, para después irse a recorrer tierras lejanas como ha hecho antes.

Esas palabras molestaban a la joven pues le ardían en su interior.

- Es cierto Minya, aunque te duela, se que es muy penoso para ti estas palabras...

La dama elfa bajaba la mirada que empezaba a humedecerse.

- Pero el ha sido muy malo contigo, te ha elevado hasta las nubes con sus promesas para dejarte caer desde tan alto en la desilusión

- No sigas Rair..

El la tomó de los brazos y lentamente la acercaba hacia él

- Prométeme que ya no llorarás por el

- No puedo hacer eso.

- ¿Volverás a verle?

- No pienso hacerlo.

Una sombra se acercaba hacia ellos y los sentidos de Rair se agudizaron, su vista se fijo en un punto y pudo reconocer tan solo por la silueta de quien se trataba

- Prométeme que no caerás ante el de nuevo, que no le darás el gusto de verte radiante y feliz, que se de cuenta de lo que vales y que no eres ninguna tonta para que jueguen con tus sentimientos..

- Rair..

- Promete que tu fuerza será mayor, que tu mirada será fría y enseñaras una lección al elfo.

- Rair..

- Mi corazón se quiebra en mil pedazos al verte así Minya, no puedo resistir mas, promételo por favor.

- Yo..

- ¡promételo dama mía!

- Lo prometo..

Rair la miro directamente a los ojos, con plena seguridad de ser visto por el pálido elfo detrás de aquellos árboles

- Por Eru Minya que nunca te he visto tan hermosa, que desearía hacerte tan feliz al entregarte mi vida entera.

El la beso y ella no pudo evitarlo, mas no respondía a sus besos, inmutable a cualquier sentimiento ajeno a su tristeza, dejo al elfo acercarse a ella.

- Ahora, debo retirarme, pero voy con la confianza de que serás fuerte y  de que algún día nuestras almas serán unidas por algo mas que amistad.

Ella sonrió tristemente y le vio alejarse, su corazón embriagado en aflicción, ya no le permitía soltar lágrima alguna, decidida estaba a cortar aquel sentimiento de un tajo lo mas pronto posible. Un suspiro fue el inicio de la promesa hecha a Rair, un paso fue el camino hacía el adiós. Un joven elfo rubio se presentaba ante ella, aún en traje de viaje, y con la mirada preñada de asombro y desilusión.

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Haldir y Ascar se apartaron lo suficiente para que ambos contrincantes tuvieran el suficiente espacio para maniobrar.

- ¿cómo sé que estos señores no interfieran mas delante con nuestro "asunto"? como le llamas, ¿cómo sé que no caeré ante 3 terribles espadas?

- Te doy mi palabra, mas si recibes 3 heridas serán de mi propia fuente y no de nadie mas.

- Bien, eso me basta.

Tanto el príncipe como el guardián empuñaban ya la espada larga y la daga, simples armas blancas que le servirían muy bien a sus propósitos, mas la mente astuta del medio elfo llevaba oculta una ultima jugada en caso de que sus manos no fueran tan diestras, sus brazos tan potentes o sus piernas tan ágiles.

Rair fue el primero en atacar, avanzando con paso seguro hacia el príncipe que ya le esperaba parando el golpe dado con la espada para presentarle su daga con empuñadura de plata que sostenía en la otra, ambas armas cortas se encontraron y se liaron en un momento para luego ser separados por el empuje de ambos contrincantes.

- ¡Pagaras con tu vida la crueldad hecha a la dama Minya!

- ¿De que crueldad hablas? Mi corazón nunca tuvo esa intención.

- ¿No? – preguntó el centinela presentando puño y espada a un príncipe que no cedía un paso ante el ataque de su oponente. – Entérate que ella te detesta.

- ¡Eso es imposible! – gritó Legolas atacándole a su vez para no dar en el punto. – ¡Su amor no pudo morir tan pronto!

Aprovechando la oportunidad Rair embistió al joven con la daga para causarle una herida paralela a la que antiguamente Pirre había abierto.

- Cuidado de que manches tus vestiduras, el caprichos rey no querrá reconocer a tan maltrecho hijo

- ¡No digas palabras acerca de mi padre!

- Mucho tiempo necesitaría para hablar de el, mas tus oídos no tendrán el suficiente.

Haldir observaba los movimientos tan ágiles de ambos, mas su asombró total lo causo al contemplar a tan extraordinario elfo rubio en franca pelea. Sus ojos se avivaban alegremente con el giro que estaba llevando el encuentro, con la sola fuerza que emanaba el príncipe, sus acciones le dieron en que pensar, tiempos difíciles hubiera tenido si se hubiera enfrentado al elfo en aquella noche compartida en Rivendel, toda su experiencia en batalla hubiera sido necesaria.

Ascar no tenía tan eróticos recuerdos como el elfo rubio a su lado, para dejar pasar de largo que las palabras de Rair tenían un fin, pues al hablar, poco a poco acomodaba algo en su cinturón o trataba de removerlo.

Rair volvió a arremeter contra el príncipe elfo, mas fue ahora Legolas quien dando un giro inesperado abrió fuerte herida en su brazo derecho.

- No digas mas palabras y sigue peleando, podrías morder tu bípeda lengua.

- Mi lengua podría lastimarte a ti o a tu padre, mas creo que han hecho la delicia de una hermosa joven elfa, ¿recuerdas? – aludió el guardia con una sonrisa siniestra.

Legolas se montó en cólera al recordar aquella terrible escena, le hirió ligeramente en el pecho sin recibir mas herida mas que un leve pinchazo en su cuello, producto pensó él, de un mal golpe dado por Rair.

- ¿ No te das cuenta que vas a morir? ¿No sabes que ella será mi esposa muy pronto?

- ¡Mientes! Ella no te ama, bien lo se yo.

- Aun llevo su aroma en mi cuerpo, aun saboreo la miel de sus labios.

El centinela trataba de ahorrar tiempo y hacer al elfo cansarse, moverse y agitarse, era lo que necesitaba, tan solo un poco de tiempo para darle un golpe duro y certero justo en medio de ese pecho real.

- Ella me ha dado su palabra, Minya la cumplirá y tu no estarás allí para observar nuestra alegría.

- ¡Eres tu quien morirá en mis manos! – grito Rair embistiendo por ultima vez, sus cuerpos se cruzaron, sus miradas se perdieron y lentamente el cuerpo de un medio elfo caía en el camino atravesado por una regia espada reluciente.

Rair le miraba aun con ojos llenos de furia, con terrible semblante yacía en el suelo, mirando a su rival, mas una ultima sonrisa maligna apareció en su palidez mortal.

- No me iré solo y tu seguirás mis pasos..

Murió el medio elfo, sangre derramada por el camino cubría los pies del príncipe, quien cerraba los ojos para tomar respiro.

- Excelente golpe, has terminado de manera magistral y me congratulo de ser tu amigo. – exclamó Haldir acercándose a un pálido Legolas

- ¿estas bien? ¿Has recibido alguna herida mortal?

- No, creo estar bien, solo este rasguño y este mal golpe dado en el cuello.

Ascar le examinó, una pequeña mancha azul en el lado derecho del cuello era todo vestigio a la vista del guardián, mas eso no era un golpe, se trataba de un pequeño dardo con algún tipo de ponzoña.

- Debes ser reconocido por algún sanador, volvamos al palacio.

- ¡No! Antes debo hablar con ella, hagamos el cuerpo a un lado y enviaremos a alguien por él a nuestro regreso.

- ¡Legolas! Ascar tiene razón, hace poco yacías en cama y puede que tus fuerzas de sanacion aun no se encuentre del todo reestablecidas, volvamos a palacio.

Ascar se sorprendió al escuchar este hecho desconocido para él, mas apoyo al Loriende.

- ¡No! Sigamos me siento bien y falta un poco mas según sé, para llegar hasta ella.

Unieron esfuerzos, Haldir cerró los ojos del medio elfo y le colocaron con fuera de la vista de los caminantes. Continuaron un trecho mas mientras Ascar observaba como Legolas retiraba una gota de sudor en su frente, raro es el hecho de que un elfo transpirará, nunca había visto algo así mas que en humanos y algunos enanos. El piso parecía moverse, súbitamente todo se borraba a su mirada y la garganta le ardía ligeramente, no obstante continuaba con paso firme.

- ¿estas bien? – preguntó el Loriende tomándole el brazo para ofrecer un apoyo.

- Creo que me he excedido un poco en la pelea, mas es extraño, he tenido peores y nunca..

- ¡Legolas! – exclamó el rubio elfo sosteniéndole con ambos brazos al ver que se desvanecía. – Ascar, ayúdame a recostarle.

así lo hicieron y ambos constataron de la palidez extrema del elfo, del leve temblor en sus miembros y la agitación que había en su pecho.

- ¡Debe de estar envenenado!

- ¿Cómo es posible? Las armas estaban limpias, yo mismo las observé

- Ese Rair debió tener un ultimo recurso, Legolas..

El príncipe elfo habría los ojos con un poco desesperación. Su respiración era agitada, muy rítmica y las manos aprisionaban su corazón como para evitarle estallar.

- ¡Debemos regresar! Ascar enséñame el camino yo le llevaré..

- Me parece mas apropiado que yo..

- ¡Ascar! – exclamó el guardián de Lorien sosteniendo a un semi inconsciente elfo en sus brazos - ¡Vamos! ¡Necesita ayuda!

Corrían los elfos por los bosques del reino ganando cuanto tiempo precioso tuvieran, un sanador debía ver al elfo.