Lo de siempre el personaje de Makoto Shishio no me pertenece (lástima). Pero, los demás y que he añadido si lo son.
*"..."* Diálogos internos.
"..." Diálogos entre personas.
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Sobreviviendo.
Emboscada.
Después de haber pasado un tiempo con los monjes, se dió cuenta de que muchas de las personas que podrían ser útiles para sus planes
no estaban muy de acuerdo con su ideología. Pero, tal vez todo fuera cuestion de tiempo para que cambiaran de opinión. Ahora lo que ocupaba
su mente era el como acabar con aquellos que se habían adueñado de lo que no les pertenecía.
Se dirigiría directamente hacia las afueras de la ciudad de Ise, al bosque que estaba cerca del que fuera el hogar de su niñez. Como siempre
por los caminos más alejados, para poder avanzar sin que nadie lo mirara. Odiaba la lástima o la tristeza que algunos de los monjes le habían llegado
a mostrar con su mirada. ¿Cómo es que se habían atrevido a mirarle de esa manera? ¿Qué acaso no podían ver que él era el mejor, que no necesitaba
la lástima de nadie?; él había sobrevivido, ellos ni siquiera hubiesen peleado por seguir viviendo, y esa era su gran ventaja. No quería que nadie más
lo volviese a compadecer, mucho menos unos tontos aldeanos.
Mientras estos pensamientos surcaban su mente la voz que le acompañaba decidió hacerse presente.
*"Deja de pensar tonterías, tenemos algo más importante que planear. A propósito, ¿cómo crees que debamos hacerles pagar por lo que nos hicieron?"
"¿A qué te refieres?"
"A que como crees que debamos matarlos, ¿o, a caso pensabas invitarlos a suicidarse? -le replico la voz con ironia.-
"No. Eres acaso muy ingenuo como para suponer que todo sera así de sencillo, llegar y matarlos, sin obtener resistencia del enemigo."
"Es por eso que te pregunto nuevamente ¿cómo crees que debamos matarlos?"
"Emboscandolos. Simple, ¿no?"
"Y tu me decias que no sería sencillo. ¡Ja!."
"Busquemos el lugar preciso para tenderles la trampa y que ellos caigan en ella."
"Si no tuviesemos esta apariencia, todo sería mejor. Ellos solos acabarían con ellos, lo único que debieramos hacer es enemistarlos."
"Vaya, tienes muy buenas ideas. Recuerdas que hace tiempo se pensó que yo era un demonio del bosque."
"Si, ¿pero eso que tiene que ver?"
"La mayoría de los hombres que estan en ese lugar son ambiciosos, torpes y demasíado crédulos. ¿Qué te parece si intrigamos un poco?"
"Pero, ¿cómo planeas acercarte a ellos?"
"Hace algunos momentos pensaba en la lástima y compasión que algunos de los monjes mostraron hacia nosotros. Creo que si algunas de
esas tontas mujeres son lo suficientemente 'caritativas', no despreciarán ayudarnos. Estoy indefenso y soy inofesivo, alguna de ellas me integrará."
"¿Pero y si le causamos aversión?"
"No te preocupes. Todo resultará mejor de lo que creemos. Ya lo verás."
"Bien, confiaré en tí, pero solo un poco. No creo que seas muy digno de confianza de todas maneras."*
Aun su propia esencia dudaba sobre la estrategia que claculaba y deseaba ejecutar. No iba a ser nada fácil.
Casi al anochecer llegó al lecho de un río, el cual sabía que no estaba muy lejos de la que había sido su casa. Reconocío el lugar, varias veces
habían pasado su abuelo y él por ese lugar. Era el mísmo bosque, y si no mal recordaba existian varias cuevas cerca de ahí. Necesitaba descansar
y así poder continuar con su plan. Recogió algunas frutas silvestres y llenó uno de las dos vasijas que llevaba. Una la necesitaba para beber un
poco y la otra para hacer la medicina que los monjes le habían proporcionado para curar sus heridas. Encontró una de las cuevas vacias y se dispuso
a pasar el resto de la noche en el lugar. Encendió una fogata, la cual le serviría para cocinar, ya que no necesitaba darse calor porque él aún tenía
suficiente para sí mismo, y podía mantener a temperatura agradable el té que bebiese.
Al día siguiente, después de revisar sus vendajes y comer un poco; decidió que era tiempo de buscar quien lo 'ayudara'. Se dirigió nuevamente hacia
el río, sabia perfectamente que alguna de las mujeres se acercaría a recoger agua para los queaceres diarios o tal vez a sólo descansar y conversar.
La suerte no le era adversa, una jovencita, tal vez de unos 13 o 15 años fue hacia el lugar que Makoto había estado acechando. Era una joven común,
graciosa, pero sin ser bella. Sus ojos de un color café, denotaban ensoñación; se veía tal vez un poco melancólica, su rostro era el de una pequeña niña,
con algunos razgos de llegar pronto a ser una mujer; su cuerpo era aún el de una pre-adolecente, pero eso era lo que menos importaba. Makoto le habló:
"Disculpa, podrías proporcionarme algo de agua."
En ese instante, la chica se asustó, y buscó con terror impreso en su mirada a la persona que le hablaba. Sentía mucho miedo, sabía que no debía de
haber ido sola, pero, nunca pensó que alguien la fuera a emboscar. Su adrenalina corría por sus venas, su rostro estaba pálido, Makoto sabía que las cosas
no debían ser de esa manera. Buscó disculparse con una voz mucho más melosa y segura. No podía provocar más miedo. No a su primera presa.
"Siento el asustarte. No te preocupes no te atacaré. Solo soy un viajero y me encuentro herido. No deseo mostrarme ante tí, porque se que mi aspecto
te aterrorizaría y no quiero que tengas miedo de mí." -Dijo esto con un poco de se podría decir... ¿melancolía?.
La chica sentía miedo pero, al escuchar la voz que aúnque era firme, denotaba preocupación por su bienestar y parecía triste. Trato de recuperar toda la
valentía que pudiese para pedirle al extraño que se mostrara.
"No, no, es cierto me asustaste; pero esta bien. No esperaba que nadie estuviese en esta parte del bosque. Si quieres que te dé un poco de agua debes salir
de donde te encuentres. No creo que quieras que yo vaya hacia ti. ¿O si?"
"Claro que no, eres suficientemente inteligente como para saber que si quisiera te hubiese atacado. Pero,... mi apariencia es horrible."
"Vamos no puede ser tan malo."
"Si, lo es. Aunque los monjes me ayudaron, mi cuerpo tiene quemaduras y me he convertido en un ser espeluznante."
"No te preocupes, te prometo que no me asustaré o gritaré." -Aunque para estas alturas, estaba casi paralizada de miedo, siempre llevaba un pequeño tanto
como protección y si era necesario lo útilizaria. Nunca pensó ver a un hombre casi cubierto de vendas y con una capa que lo cubria por completo; dió un
pequeño grito ahogado casi en su totalidad en su garganta, el cual trató de disimular cubriendo su boca con sus dos pequeñas manos. En verdad era un ser
horripilante. Parecía un Oni (demonio, diablo, espectro)del bosque. Su mirada fue de horror. Makoto aprovecho la oportunidad para causar lástima.
"Te lo dije, soy una aberración," -dijo esto tristemente y bajó la cabeza en signo de derrota, pero más que nada lo hizo para cubrir su sonrisa.- "Nunca debí
haberme mostrado. Ahora te iras corriendo y yo..."
En ese instante la jovencita lo interrumpió y aunque su voz denotaba miedo, se acercó a él con un poco de inseguirdad pero haciendo acopio de toda su fortaleza.
"Es cierto, me sorprendiste; pero no te preocupes, no te tengo miedo. Siento que esto te haya ocurrido, más no te preocupes. Deja traerte un vaso con agua y
después, si quieres podemos ir hacia la casa de mi padre. Allí te podré atender esas heridas y podrás comer algo, si te apetece."
Bien, muy bien, la chiquilla había caido en la trampa. Ahora debía seguir con la siguiente parte de su plan.
"No. Estoy bien en el bosque, además ahora que mi casa fue destruida ya no tengo un lugar para estar; y mi apariencia..." -decia esto con un toque de tristeza y
modestia, las cuales disfrazaban sus verdaderas intenciones.- "Tu familia se horrorizaría al igual que tu, hace un momento y yo no quiero ser una molestia para tí.
Tal vez mi destino sea estar alejado de las personas y morir enmedio del bosque."
"Vamos, no digas eso. Pero, tal vez tengas razón. Primero hablaré con mis padres para que tu puedas ir. Espera aquí." Y después de entregarle a Makoto un
recipiente con agua, se fué corriendo hacia su casa. Habiendose alejado la chica lo suficiente, Makoto dejó de mirar de reojo y levantó completamente la cara,
mostrando una sonrisa de satisfacción.
*"Perfecto. No puedo creer que en este mundo aún sobrevivan este tipo de criaturas, tontas y crédulas."
"Eres un genio. ¿Pero qué crees que pase ahora? ¿Cómo creeras que reaccione la familia de la chiqulla? ¿No crees que nos estas arriesgando demasiado?"
"No, claro que no. Acaso no escuchaste en la conversación que sostuvimos la niña y yo la palabra 'monje'."
"Si, pero que tiene que ver."
"Vamos los monjes solo ayudan a los buenos y necesitados."
"¡Eso no es cierto! Tu y yo sabemos que ayudan solo a los que quieren."
"Si, nosotros sí, pero ellos no."*
Y después de un tiempo relativamente largo, la chiquilla llegó con varios hombres y uno de ellos parecia ser el padre de ésta. Su mirada se enfocaba por debajo
de su rostro agachado y la capucha de su capa en todos y cada uno de ellos. Reconoció a dos o tres de ellos, se veían un poco más viejos; pero sí eran ellos.
Ahora solo esperaba que lo admitieran. El hombre padre de la chiquilla le hablo, tal vez un poco a la defensiva y hasta con un poco de desconfianza.
"Hola, yo soy el jefe de estas tierras. Mi nombre es Jun, yo soy el padre de esta pequeña, llamada Itsumi. Ella nos habló de tí."
"Yo, en realidad no queria que ella se preocupara por alguien como yo. Soy solo una persona que sufrió un accidente y que tal vez no..." -En ese instante, el padre
de Itsumi lo interrumpió.-
"No diga, ni piense en eso. Mi hija tiene un buen corazón. Y yo se que usted necesita de nuestra ayuda. Venga a nuestra casa y nosotros lo ayudaremos. Además
mi pequeña nos contó que los monjes lo habían ayudado."
Makoto se dió cuenta de que por fin su plan estaba funcionando a la perfección. Leyó el genki de cada uno de los hombres que acompañaron al padre de la chiquilla
y se dió cuenta de que eran unos espadachines de 4ta. o 5ta. clase, ni siquiera podrian desenfundar antes de que los matara, pero eso aún no era preciso y si todo
marchaba como debía no sería necesario. Sonrió un poco, ocultando la mueca al bajar un poco la cabeza. El conejo había invitado a la serpiente a su cueva.
*"Pronto, muy pronto, nuestros planes darán resultado."* -Pensaba malignamente para sí.
Se dirigieron tranquilamente hacia la que era su casa. Su hogar, el único lugar donde se había sentido seguro, el único sitio donde fue felíz. Su mirada se llenó de
nostalgia, pero nadie lo notó, bueno solo aquella chiquilla. El hombre le hablaba sobre la riqueza y la belleza del lugar, pero a Makoto no le interesaba escucharlo;
él mismo conocia el lugar y sabía de eso y más. Sus ojos no miraban directamente, lo hacía siempre de reojo. Entraron a la casa y el hombre dijo:
"Itsumi, lleva a este hombre..., ¿perdone pero no nos dijo como le debemos llamar?"
*"Maldición, que predicamento; nunca pensé decirles mi nombre. Vamos algun nombre, rápido.¨ -Pensó con algo de desesperación.- "Ya lo sé."*
"Yuntaro Okabe, mi nombre es Yuntaro."
"Vaya, me alegra que confíe en nosotros. Ahora hija, guia al sr. Okabe a su habitación y ve si lo puedes ayudar en algo más. Sientase como en casa Okabe."
"Si, gracias." *"Y no, no confío en usted, pero si me siento como en casa, porque Ésta es Mí casa."*
Makoto siguió a la pequeña Itsumi. La jovencita se despidio de él diciendole que le prepararia algo para que se alimentase y que le prepararía el agua para que se
diera un baño. Makoto le dijo que para él sería mejor tomar un baño con agua fría. La necesitaba para poder calmar la urticaria que sentía en ese momento.
La jovencita miró en los ojos de ese hombre el cual la había tratado como a una jovencita y no como a una niña. Eran según su mente soñadora, los más bellos y
con luz que nunca hubiese visto. Se despidió y por fin lo dejó solo.
Mientras la jovencita se retiraba ensoñadoramente pensaba en esos ojos. Pero Makoto encontraba la puerta directa para que todo comenzara. Ella sería una presa
fácil.
*"Bien, ya hemos entrado. Ahora ¿qué?" -Dijo molesta la voz en su cabeza.
"Acaso debo de darte explicaciones de mis planes. Los conoces perfectamente y aún quieres que te los diga."
"No me refiero a eso. Me refiero a que te vas a quedar quieto ¿cuanto tiempo?"
"¿Qué? ¿Quedarme quieto? No, eso no. Esto apenas empieza. La chiquilla sueña con encontrar alguien que la compare con alguna de esas deidades, y su padre
no tiene quien lo aconseje. ¿Recuerdas el nombre por el cual ahora me llamarán?"
"Si, que acaso ese no era el gran consejero de aquel anciano amigo de tu abuelo. Ese para él cual trabajaste."
"Trabajamos, recuerdalo. Tu y yo somos solo uno."
"Mhh, ni lo menciones. Entonces le aconsejaras para que sea el mejor terrateniente del lugar.
"Ya lo entendiste."
"Alguien viene."
"Solo es Itsumi. No te preocupes."*
Pronto su conversación terminó y acepto la comida que le trajo. Comió divertidamente la jovencita era realmente graciosa. Se ruborizaba con las frases que le decía.
Empezó a conocer un poco más de la distribución de las personas en la casa. Había varios sirvientes, los cuales no habitaban con ellos. Sus dos hermanos mayores
se habían ido a Azui, a colaborar con el nuevo gobierno. Su padre y un su consejero estaban al norte de la construcción. Su madre hacia tiempo que habia muerto.
Su dama de compañía era una de sus hermanas la cual había quedado viuda y sin hijos. También habitaban en la casa sus otras dos hermanas y sus esposos.
Una de ellas, la mayor de las mujeres tenía solo dos hijas y según Itsumi, pronto se irian. La otra de sus hermanas mayor que ella, solo estaba en su casa mientras
daba a luz a su primogénito. Los esposos de éstas eran simples campesinos los cuales ahora tenían dinero ya que sus padres les habían heredado los campos cercanos
a su casa. Y su padre había hecho los arreglos para que sus antiguos amigos y el reunieran las tierras. Claro que Makoto sabía que todas estas tierras que ahora
estaban divididas habían sido de él. Itsumi le cuido, curaba sus heridas y le ayudaba con los vendajes. Makoto era un jóven simpático y educado; y lo mejor de todo
es que la trataba como a una mujer.
Pronto se hizo amigo de la pequeña Itsumi y fue aconsejandola acerca de sus hermanas y de lo que le podían quitar cuando la casasen con alguien a quien de seguro no
amaría. Fué sutil, y le hizo ver el triste destino de sus hermanas; le hizo ver que su padre no los queria, ya que había alejado a sus hermanos para no tener que entregar
nada de lo que era suyo. Secretamente Itsumi empezó a odiar a su padre. Todo había tenido un espectacular comienzo. Mucho antes de lo que se imaginó Makoto,
Itsumi hizo que sus hermanas compartieran sus sentimientos hacia su padre y esposos. Era verdad, ellas habían sido entregadas como parte de un excelente trato.
Para Makoto fue una gran sorpresa darse cuenta de cuan peligrosas podrían ser las mujeres. Su abuelo siempre le había dicho que eran seres insignificantes e inútiles,
pero ahora les había encontrado una gran útilidad. Entre ellas buscaron la manera de que su padre fuera enfermando cada vez más, al igual que sus esposos. Tal vez
pronto serían libres y sus hijos tuviesen todo lo que muchas veces ellas soñaron para sí mismas. Pero, eso era lo que ellas creían. Makoto podría acabar con ellas y
con sus mismas armas. Empezó a aconsejar al hombre y al sentirse traicionado mando ejecutar a sus hijas y yernos. Él pensaba que ellos habían tenido la culpa de
cuanto había pasado, y que sus hijas no tenían la culpa, pero al haber compartido sus planes, también debían compartir su destino. Hubo una pequeña revuelta entre
los tres terratenientes y sus sirvientes. Makoto se retiró hacia el bosque el día de la pelea, no se iba a involucrar en algo tan estúpido. Desde lo lejos veía como se
mataban entre ellos y se comportaban como perros rabiosos.
*"Pobres ilusos, se matan porque no tienen confianza ni en su misma sangre."
"Y como verás, es mejor el miedo que la bondad."
"¿Bondad? ¿Tu crees que la bondad es algo que se pueda comparar con el miedo? De lo que te puedes dar cuenta es de que mi abuelo tenía y tiene la razón.
"¿La razón de qué?"
"De que en este mundo solo el fuerte sobrevive y el débil muere, para poder alimentar al fuerte. Ellos los que queden vivos serán presa fácil. Lo único que debemos
hacer, es llegar y matarlos. Quedarán unos pocos y podremos eliminarlos fácilmente."
"¿No crees que necesitemos de algunos? Digo, tal vez nos puedan servir como guardias."
"Si, es verdad, no dejas de asombrarme. Tienes buenas ideas. Pero, para que los necesitamos, es mejor que los acabemos ahora."*
Y sin más conversaciones internas dejó que los que quedasen vivos, pronto cayeran bajo el filo de su espada. Después de según él haber acabado con todos ellos,
se fué del lugar. Nada más tenía que hacer allí. Recogió lo que le podría ser de útilidad y lo que encontró de valor, lo escondió en el bosque, en aquellos lugares que
su abuelo le había dicho que podría guardar todo lo necesario.
Después de viajar hacia el norte, supo que uno de los hombres que servian al padre de Itsumí, había quedado vivo. Pronto, aquellos que pertenecían al gobierno s
upieron que no había muerto. Algunos lo empezaron a buscar y aunque muchos moririan bajo el filo de su espada, en las condiciones en las que se encontraba no era un
buen contrincante. Ahora debía ocultarse y caminar por los bosques, y todos aquellos lugares inhospitos que pudiese.
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Gracias a los que leen, acepto las críticas y los comentarios. Pero si nadie lo lee, me siento libre de expresar mi lado esquizofrenico y un poco psicótico.
De todas maneras acabaré dentro de algunos capítulos, pero, antes Makoto debe conocer a todos los integrantes del próximo Juppon Gatana.
*"..."* Diálogos internos.
"..." Diálogos entre personas.
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Sobreviviendo.
Emboscada.
Después de haber pasado un tiempo con los monjes, se dió cuenta de que muchas de las personas que podrían ser útiles para sus planes
no estaban muy de acuerdo con su ideología. Pero, tal vez todo fuera cuestion de tiempo para que cambiaran de opinión. Ahora lo que ocupaba
su mente era el como acabar con aquellos que se habían adueñado de lo que no les pertenecía.
Se dirigiría directamente hacia las afueras de la ciudad de Ise, al bosque que estaba cerca del que fuera el hogar de su niñez. Como siempre
por los caminos más alejados, para poder avanzar sin que nadie lo mirara. Odiaba la lástima o la tristeza que algunos de los monjes le habían llegado
a mostrar con su mirada. ¿Cómo es que se habían atrevido a mirarle de esa manera? ¿Qué acaso no podían ver que él era el mejor, que no necesitaba
la lástima de nadie?; él había sobrevivido, ellos ni siquiera hubiesen peleado por seguir viviendo, y esa era su gran ventaja. No quería que nadie más
lo volviese a compadecer, mucho menos unos tontos aldeanos.
Mientras estos pensamientos surcaban su mente la voz que le acompañaba decidió hacerse presente.
*"Deja de pensar tonterías, tenemos algo más importante que planear. A propósito, ¿cómo crees que debamos hacerles pagar por lo que nos hicieron?"
"¿A qué te refieres?"
"A que como crees que debamos matarlos, ¿o, a caso pensabas invitarlos a suicidarse? -le replico la voz con ironia.-
"No. Eres acaso muy ingenuo como para suponer que todo sera así de sencillo, llegar y matarlos, sin obtener resistencia del enemigo."
"Es por eso que te pregunto nuevamente ¿cómo crees que debamos matarlos?"
"Emboscandolos. Simple, ¿no?"
"Y tu me decias que no sería sencillo. ¡Ja!."
"Busquemos el lugar preciso para tenderles la trampa y que ellos caigan en ella."
"Si no tuviesemos esta apariencia, todo sería mejor. Ellos solos acabarían con ellos, lo único que debieramos hacer es enemistarlos."
"Vaya, tienes muy buenas ideas. Recuerdas que hace tiempo se pensó que yo era un demonio del bosque."
"Si, ¿pero eso que tiene que ver?"
"La mayoría de los hombres que estan en ese lugar son ambiciosos, torpes y demasíado crédulos. ¿Qué te parece si intrigamos un poco?"
"Pero, ¿cómo planeas acercarte a ellos?"
"Hace algunos momentos pensaba en la lástima y compasión que algunos de los monjes mostraron hacia nosotros. Creo que si algunas de
esas tontas mujeres son lo suficientemente 'caritativas', no despreciarán ayudarnos. Estoy indefenso y soy inofesivo, alguna de ellas me integrará."
"¿Pero y si le causamos aversión?"
"No te preocupes. Todo resultará mejor de lo que creemos. Ya lo verás."
"Bien, confiaré en tí, pero solo un poco. No creo que seas muy digno de confianza de todas maneras."*
Aun su propia esencia dudaba sobre la estrategia que claculaba y deseaba ejecutar. No iba a ser nada fácil.
Casi al anochecer llegó al lecho de un río, el cual sabía que no estaba muy lejos de la que había sido su casa. Reconocío el lugar, varias veces
habían pasado su abuelo y él por ese lugar. Era el mísmo bosque, y si no mal recordaba existian varias cuevas cerca de ahí. Necesitaba descansar
y así poder continuar con su plan. Recogió algunas frutas silvestres y llenó uno de las dos vasijas que llevaba. Una la necesitaba para beber un
poco y la otra para hacer la medicina que los monjes le habían proporcionado para curar sus heridas. Encontró una de las cuevas vacias y se dispuso
a pasar el resto de la noche en el lugar. Encendió una fogata, la cual le serviría para cocinar, ya que no necesitaba darse calor porque él aún tenía
suficiente para sí mismo, y podía mantener a temperatura agradable el té que bebiese.
Al día siguiente, después de revisar sus vendajes y comer un poco; decidió que era tiempo de buscar quien lo 'ayudara'. Se dirigió nuevamente hacia
el río, sabia perfectamente que alguna de las mujeres se acercaría a recoger agua para los queaceres diarios o tal vez a sólo descansar y conversar.
La suerte no le era adversa, una jovencita, tal vez de unos 13 o 15 años fue hacia el lugar que Makoto había estado acechando. Era una joven común,
graciosa, pero sin ser bella. Sus ojos de un color café, denotaban ensoñación; se veía tal vez un poco melancólica, su rostro era el de una pequeña niña,
con algunos razgos de llegar pronto a ser una mujer; su cuerpo era aún el de una pre-adolecente, pero eso era lo que menos importaba. Makoto le habló:
"Disculpa, podrías proporcionarme algo de agua."
En ese instante, la chica se asustó, y buscó con terror impreso en su mirada a la persona que le hablaba. Sentía mucho miedo, sabía que no debía de
haber ido sola, pero, nunca pensó que alguien la fuera a emboscar. Su adrenalina corría por sus venas, su rostro estaba pálido, Makoto sabía que las cosas
no debían ser de esa manera. Buscó disculparse con una voz mucho más melosa y segura. No podía provocar más miedo. No a su primera presa.
"Siento el asustarte. No te preocupes no te atacaré. Solo soy un viajero y me encuentro herido. No deseo mostrarme ante tí, porque se que mi aspecto
te aterrorizaría y no quiero que tengas miedo de mí." -Dijo esto con un poco de se podría decir... ¿melancolía?.
La chica sentía miedo pero, al escuchar la voz que aúnque era firme, denotaba preocupación por su bienestar y parecía triste. Trato de recuperar toda la
valentía que pudiese para pedirle al extraño que se mostrara.
"No, no, es cierto me asustaste; pero esta bien. No esperaba que nadie estuviese en esta parte del bosque. Si quieres que te dé un poco de agua debes salir
de donde te encuentres. No creo que quieras que yo vaya hacia ti. ¿O si?"
"Claro que no, eres suficientemente inteligente como para saber que si quisiera te hubiese atacado. Pero,... mi apariencia es horrible."
"Vamos no puede ser tan malo."
"Si, lo es. Aunque los monjes me ayudaron, mi cuerpo tiene quemaduras y me he convertido en un ser espeluznante."
"No te preocupes, te prometo que no me asustaré o gritaré." -Aunque para estas alturas, estaba casi paralizada de miedo, siempre llevaba un pequeño tanto
como protección y si era necesario lo útilizaria. Nunca pensó ver a un hombre casi cubierto de vendas y con una capa que lo cubria por completo; dió un
pequeño grito ahogado casi en su totalidad en su garganta, el cual trató de disimular cubriendo su boca con sus dos pequeñas manos. En verdad era un ser
horripilante. Parecía un Oni (demonio, diablo, espectro)del bosque. Su mirada fue de horror. Makoto aprovecho la oportunidad para causar lástima.
"Te lo dije, soy una aberración," -dijo esto tristemente y bajó la cabeza en signo de derrota, pero más que nada lo hizo para cubrir su sonrisa.- "Nunca debí
haberme mostrado. Ahora te iras corriendo y yo..."
En ese instante la jovencita lo interrumpió y aunque su voz denotaba miedo, se acercó a él con un poco de inseguirdad pero haciendo acopio de toda su fortaleza.
"Es cierto, me sorprendiste; pero no te preocupes, no te tengo miedo. Siento que esto te haya ocurrido, más no te preocupes. Deja traerte un vaso con agua y
después, si quieres podemos ir hacia la casa de mi padre. Allí te podré atender esas heridas y podrás comer algo, si te apetece."
Bien, muy bien, la chiquilla había caido en la trampa. Ahora debía seguir con la siguiente parte de su plan.
"No. Estoy bien en el bosque, además ahora que mi casa fue destruida ya no tengo un lugar para estar; y mi apariencia..." -decia esto con un toque de tristeza y
modestia, las cuales disfrazaban sus verdaderas intenciones.- "Tu familia se horrorizaría al igual que tu, hace un momento y yo no quiero ser una molestia para tí.
Tal vez mi destino sea estar alejado de las personas y morir enmedio del bosque."
"Vamos, no digas eso. Pero, tal vez tengas razón. Primero hablaré con mis padres para que tu puedas ir. Espera aquí." Y después de entregarle a Makoto un
recipiente con agua, se fué corriendo hacia su casa. Habiendose alejado la chica lo suficiente, Makoto dejó de mirar de reojo y levantó completamente la cara,
mostrando una sonrisa de satisfacción.
*"Perfecto. No puedo creer que en este mundo aún sobrevivan este tipo de criaturas, tontas y crédulas."
"Eres un genio. ¿Pero qué crees que pase ahora? ¿Cómo creeras que reaccione la familia de la chiqulla? ¿No crees que nos estas arriesgando demasiado?"
"No, claro que no. Acaso no escuchaste en la conversación que sostuvimos la niña y yo la palabra 'monje'."
"Si, pero que tiene que ver."
"Vamos los monjes solo ayudan a los buenos y necesitados."
"¡Eso no es cierto! Tu y yo sabemos que ayudan solo a los que quieren."
"Si, nosotros sí, pero ellos no."*
Y después de un tiempo relativamente largo, la chiquilla llegó con varios hombres y uno de ellos parecia ser el padre de ésta. Su mirada se enfocaba por debajo
de su rostro agachado y la capucha de su capa en todos y cada uno de ellos. Reconoció a dos o tres de ellos, se veían un poco más viejos; pero sí eran ellos.
Ahora solo esperaba que lo admitieran. El hombre padre de la chiquilla le hablo, tal vez un poco a la defensiva y hasta con un poco de desconfianza.
"Hola, yo soy el jefe de estas tierras. Mi nombre es Jun, yo soy el padre de esta pequeña, llamada Itsumi. Ella nos habló de tí."
"Yo, en realidad no queria que ella se preocupara por alguien como yo. Soy solo una persona que sufrió un accidente y que tal vez no..." -En ese instante, el padre
de Itsumi lo interrumpió.-
"No diga, ni piense en eso. Mi hija tiene un buen corazón. Y yo se que usted necesita de nuestra ayuda. Venga a nuestra casa y nosotros lo ayudaremos. Además
mi pequeña nos contó que los monjes lo habían ayudado."
Makoto se dió cuenta de que por fin su plan estaba funcionando a la perfección. Leyó el genki de cada uno de los hombres que acompañaron al padre de la chiquilla
y se dió cuenta de que eran unos espadachines de 4ta. o 5ta. clase, ni siquiera podrian desenfundar antes de que los matara, pero eso aún no era preciso y si todo
marchaba como debía no sería necesario. Sonrió un poco, ocultando la mueca al bajar un poco la cabeza. El conejo había invitado a la serpiente a su cueva.
*"Pronto, muy pronto, nuestros planes darán resultado."* -Pensaba malignamente para sí.
Se dirigieron tranquilamente hacia la que era su casa. Su hogar, el único lugar donde se había sentido seguro, el único sitio donde fue felíz. Su mirada se llenó de
nostalgia, pero nadie lo notó, bueno solo aquella chiquilla. El hombre le hablaba sobre la riqueza y la belleza del lugar, pero a Makoto no le interesaba escucharlo;
él mismo conocia el lugar y sabía de eso y más. Sus ojos no miraban directamente, lo hacía siempre de reojo. Entraron a la casa y el hombre dijo:
"Itsumi, lleva a este hombre..., ¿perdone pero no nos dijo como le debemos llamar?"
*"Maldición, que predicamento; nunca pensé decirles mi nombre. Vamos algun nombre, rápido.¨ -Pensó con algo de desesperación.- "Ya lo sé."*
"Yuntaro Okabe, mi nombre es Yuntaro."
"Vaya, me alegra que confíe en nosotros. Ahora hija, guia al sr. Okabe a su habitación y ve si lo puedes ayudar en algo más. Sientase como en casa Okabe."
"Si, gracias." *"Y no, no confío en usted, pero si me siento como en casa, porque Ésta es Mí casa."*
Makoto siguió a la pequeña Itsumi. La jovencita se despidio de él diciendole que le prepararia algo para que se alimentase y que le prepararía el agua para que se
diera un baño. Makoto le dijo que para él sería mejor tomar un baño con agua fría. La necesitaba para poder calmar la urticaria que sentía en ese momento.
La jovencita miró en los ojos de ese hombre el cual la había tratado como a una jovencita y no como a una niña. Eran según su mente soñadora, los más bellos y
con luz que nunca hubiese visto. Se despidió y por fin lo dejó solo.
Mientras la jovencita se retiraba ensoñadoramente pensaba en esos ojos. Pero Makoto encontraba la puerta directa para que todo comenzara. Ella sería una presa
fácil.
*"Bien, ya hemos entrado. Ahora ¿qué?" -Dijo molesta la voz en su cabeza.
"Acaso debo de darte explicaciones de mis planes. Los conoces perfectamente y aún quieres que te los diga."
"No me refiero a eso. Me refiero a que te vas a quedar quieto ¿cuanto tiempo?"
"¿Qué? ¿Quedarme quieto? No, eso no. Esto apenas empieza. La chiquilla sueña con encontrar alguien que la compare con alguna de esas deidades, y su padre
no tiene quien lo aconseje. ¿Recuerdas el nombre por el cual ahora me llamarán?"
"Si, que acaso ese no era el gran consejero de aquel anciano amigo de tu abuelo. Ese para él cual trabajaste."
"Trabajamos, recuerdalo. Tu y yo somos solo uno."
"Mhh, ni lo menciones. Entonces le aconsejaras para que sea el mejor terrateniente del lugar.
"Ya lo entendiste."
"Alguien viene."
"Solo es Itsumi. No te preocupes."*
Pronto su conversación terminó y acepto la comida que le trajo. Comió divertidamente la jovencita era realmente graciosa. Se ruborizaba con las frases que le decía.
Empezó a conocer un poco más de la distribución de las personas en la casa. Había varios sirvientes, los cuales no habitaban con ellos. Sus dos hermanos mayores
se habían ido a Azui, a colaborar con el nuevo gobierno. Su padre y un su consejero estaban al norte de la construcción. Su madre hacia tiempo que habia muerto.
Su dama de compañía era una de sus hermanas la cual había quedado viuda y sin hijos. También habitaban en la casa sus otras dos hermanas y sus esposos.
Una de ellas, la mayor de las mujeres tenía solo dos hijas y según Itsumi, pronto se irian. La otra de sus hermanas mayor que ella, solo estaba en su casa mientras
daba a luz a su primogénito. Los esposos de éstas eran simples campesinos los cuales ahora tenían dinero ya que sus padres les habían heredado los campos cercanos
a su casa. Y su padre había hecho los arreglos para que sus antiguos amigos y el reunieran las tierras. Claro que Makoto sabía que todas estas tierras que ahora
estaban divididas habían sido de él. Itsumi le cuido, curaba sus heridas y le ayudaba con los vendajes. Makoto era un jóven simpático y educado; y lo mejor de todo
es que la trataba como a una mujer.
Pronto se hizo amigo de la pequeña Itsumi y fue aconsejandola acerca de sus hermanas y de lo que le podían quitar cuando la casasen con alguien a quien de seguro no
amaría. Fué sutil, y le hizo ver el triste destino de sus hermanas; le hizo ver que su padre no los queria, ya que había alejado a sus hermanos para no tener que entregar
nada de lo que era suyo. Secretamente Itsumi empezó a odiar a su padre. Todo había tenido un espectacular comienzo. Mucho antes de lo que se imaginó Makoto,
Itsumi hizo que sus hermanas compartieran sus sentimientos hacia su padre y esposos. Era verdad, ellas habían sido entregadas como parte de un excelente trato.
Para Makoto fue una gran sorpresa darse cuenta de cuan peligrosas podrían ser las mujeres. Su abuelo siempre le había dicho que eran seres insignificantes e inútiles,
pero ahora les había encontrado una gran útilidad. Entre ellas buscaron la manera de que su padre fuera enfermando cada vez más, al igual que sus esposos. Tal vez
pronto serían libres y sus hijos tuviesen todo lo que muchas veces ellas soñaron para sí mismas. Pero, eso era lo que ellas creían. Makoto podría acabar con ellas y
con sus mismas armas. Empezó a aconsejar al hombre y al sentirse traicionado mando ejecutar a sus hijas y yernos. Él pensaba que ellos habían tenido la culpa de
cuanto había pasado, y que sus hijas no tenían la culpa, pero al haber compartido sus planes, también debían compartir su destino. Hubo una pequeña revuelta entre
los tres terratenientes y sus sirvientes. Makoto se retiró hacia el bosque el día de la pelea, no se iba a involucrar en algo tan estúpido. Desde lo lejos veía como se
mataban entre ellos y se comportaban como perros rabiosos.
*"Pobres ilusos, se matan porque no tienen confianza ni en su misma sangre."
"Y como verás, es mejor el miedo que la bondad."
"¿Bondad? ¿Tu crees que la bondad es algo que se pueda comparar con el miedo? De lo que te puedes dar cuenta es de que mi abuelo tenía y tiene la razón.
"¿La razón de qué?"
"De que en este mundo solo el fuerte sobrevive y el débil muere, para poder alimentar al fuerte. Ellos los que queden vivos serán presa fácil. Lo único que debemos
hacer, es llegar y matarlos. Quedarán unos pocos y podremos eliminarlos fácilmente."
"¿No crees que necesitemos de algunos? Digo, tal vez nos puedan servir como guardias."
"Si, es verdad, no dejas de asombrarme. Tienes buenas ideas. Pero, para que los necesitamos, es mejor que los acabemos ahora."*
Y sin más conversaciones internas dejó que los que quedasen vivos, pronto cayeran bajo el filo de su espada. Después de según él haber acabado con todos ellos,
se fué del lugar. Nada más tenía que hacer allí. Recogió lo que le podría ser de útilidad y lo que encontró de valor, lo escondió en el bosque, en aquellos lugares que
su abuelo le había dicho que podría guardar todo lo necesario.
Después de viajar hacia el norte, supo que uno de los hombres que servian al padre de Itsumí, había quedado vivo. Pronto, aquellos que pertenecían al gobierno s
upieron que no había muerto. Algunos lo empezaron a buscar y aunque muchos moririan bajo el filo de su espada, en las condiciones en las que se encontraba no era un
buen contrincante. Ahora debía ocultarse y caminar por los bosques, y todos aquellos lugares inhospitos que pudiese.
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Gracias a los que leen, acepto las críticas y los comentarios. Pero si nadie lo lee, me siento libre de expresar mi lado esquizofrenico y un poco psicótico.
De todas maneras acabaré dentro de algunos capítulos, pero, antes Makoto debe conocer a todos los integrantes del próximo Juppon Gatana.
