Las Aventuras de la Compañía: La batalla del Abismo de Helm.


Capítulo 1ro: Comienza la batalla.

Tinuviel elvanui
Elleth alfirin edhelhael
O hon ring finnil fuinui
A renc gelebrin thiliol...


El dulce canto del elfo llevó a Gimli, hijo de Gloin, hasta lo más alto de la fortaleza de Cuernavilla, donde yacía el grandioso Cuerno de Helm. Encontró a Legolas, cantando aquellas palabras élficas y mirando el horizonte. Como Gimli no entendía la lengua élfica, no podía asegurarlo, pero creyó que la canción se trataba de un lamento por Aragorn, porque Legolas la cantaba con melancolía y la canción ya era triste en sí. Poco sabía que lo que estaba cantando Legolas era la canción de Leithian, la cual Aragorn solía cantar a menudo, sobretodo en los momentos en los que estaba sólo. era una cancíon especial para Aragorn, porque hablaba de la dama elfa Luthien y su amor por Beren, el mortal, hasta el punto de llevarla a abandonar su inmortalidad por él y entregarle su vida.

Desde la caída de Aragorn ambos elfo y enano no se habían cruzado palabra; no en todo el camino que habían recorrido hasta el Abismo de Helm, siguiendo al rey Théoden de Edoras de Rohan, como su amigo el Montaraz hubiera hecho. Le habían perdido en la batalla contra los jinetes de huargos. Aragorn había caído acantilado abajo hasta un río de rápida corriente durante el combate. No encontraron su cuerpo, sólo el Evenstar que la dama Arwen, hija de Elrond, le había regalado. Legolas guardó la joya plateada. La llevaría siempre consigo, hasta el día en que con dolor podría devolvérsela a Arwen, como recuerdo de su amado.

Gimli se acercó a Legolas y permaneció a su lado, mirando el horizonte también. Los dos permanecieron en silencio, llorando la pérdida de Aragorn cada uno a su modo. Su último deseo era volver con los hombres. Tan sólo querían estar solos, en un lugar tranquilo donde poder lamentarse.

Una fuerte respiración de Legolas, como si algo le hubiera asustado, hizo que el enano se volviera a él. Entonces Gimli vio como el elfo miraba al horizonte con los ojos muy abiertos, mirando fijamente en la distancia con una expresión de sorpresa en el rostro. Gimli miró para ver que era lo que había provocado tal reacción en su siempre impasible amigo elfo, pero no vio nada. Lo que Legolas veía, sólo la aguda vista de un elfo podía verlo. "¿Qué ocurre, Legolas? ¿Qué ves?"

"Mis ojos deben de estar engañándome." - susurró Legolas sin dejar de apartar los ojos del mismo punto. - "No es posible. ¿O sí lo es?"

"¿El qué? ¿Qué ves?" - volvió a preguntar Gimli con impaciencia.

La cara de sorpresa de Legolas se reemplazó por una brillante sonrisa. El elfo alzó las manos, haciendo señales frenéticamente a Gimli para que mirase al horizonte una vez más. "¡Ay, Gimli! ¡Mira y dime que no estoy soñando!"

Gimli, sin acabar de compreder lo que le pasaba a Legolas miró al horizonte, y a lo lejos pudo ver finalmente lo que antes había sido sólo un punto para él: un jinete. El caballo de piel de poderoso color marrón se acercaba a todo galope hacia el abismo. Su jinete iba vestido en viejas ropas negras. La visión de aquel familiar jinete hizo saltar el corazón de Gimli. "No puede ser." - susurró.

"Creo que sí puede ser, amigo Gimli." - dijo Legolas con la voz más alegre que nunca le habían oído.

"¡Aragorn! ¡Está vivo!" - Legolas se echó a reír mientras que una gran sonrisa de par a par se dibujó en el rostro de Gimli. Todas sus penas se habían esfumado en cuestión de unas milésimas de segundos. - "¡¿A qué esperamos?! ¡Vamos a darle una gran bienvenida!" - gritó Gimli más feliz que nunca y corrió escaleras abajo sin darse cuenta de que Legolas no le estaba siguiendo, sino que se había quedado inmóvil en el mismo lugar, mirando como Aragorn subía la rampa al Portón. Una vez la hubo cruzado, bajó también, pero dando ligeros pasos lentos.


Todos los hombres y mujeres en el Abismo de Helm le miraban impresionados y sorprendidos por el regreso del futuro rey de Gondor, al que creían muerto. "¡Está vivo!" - se oyó la voz de una mujer joven decir mientras Aragorn descendía pesadamente de la cabalgadura de Brego, el que antes había sido fiel corcel del hijo del rey, el príncipe Théodred, ya fallecido a causa de la gravedad de las heridas que había recibido en una emboscada de orcos.

Gimli daba empujones para poder llegar hasta él, gruñendo entre dientes. "¡¿Dónde está?! ¡¿Dónde está?! ¡Dejad paso! ¡Le voy a matar...!" - y se encontró ante el Montaraz, sucio y desaliñado, herido en el brazo izquierdo por la caída del precipicio. Gimli abrió sus brazos y Aragorn le miró y suspiró de agotamiento. - "Eres el hombre más afortunado y el más astuto y temerario que jamás he conocido." - dijo Gimli con emoción en la voz y con un rápido movimiento le abrazó fuertemente. Aragorn le recibió con los brazos abiertos. - "¡Bendito seas, amigo!" - dijo Gimli hundiendo la cara en su pecho.

"Gimli, ¿dónde está el rey?" - preguntó Aragorn apartándose de su abrazo para mirarle a los ojos. Gimli notó que su amigo tenía mucha prisa en ver a Théoden, así que no le retrasó más y le señaló la gran fortaleza con la mirada.

Aragorn le dio una palmadita amistosa en el hombro y entró en Cuernavilla. Se sentía tan cansado que andaba con la cabeza gacha, totalmente despistado, por lo que estuvo a punto de chocar con Legolas, que hacía un rato que le esperaba de pie frente a la camara del rey. El hombre levantó la cabeza hastiado. Estaba tan agotado que no reconoció el elfo al instante.

"Le ab dollen." - dijo Legolas con su típica cara inexpresable. Aragorn le miró seriamente, extrañado por no haber sido recibido más calurosamente por su amigo elfo. Entonces Legolas le echó una ojeada de pies a cabezas, mirando su suciedad, sus ropas destrozadas y sus rasguños y heridas. - "Estás horrible."

Aragorn se echó a reír al ver la sonrisa que ya se dibujaba en el rostro fino de Legolas. Posó una mano en su hombro, pero Legolas no pudo resistir darle un abrazo, tomándole por sorpresa.

Iba a decirle que debía hablar con el rey Théoden inmediatamente, cuando Legolas tomó su mano sucia y manchada de sangre y puso algo en ella con su fina y pálida mano de elfo. Era el Evenstar que su amada Arwen Undomiel, Estrella de la Tarde, le había regalado.

Aragorn miró a Legolas emocionado y con agradecimiento en sus ojos grises. Legolas le sonreía. "Hannon le."


Cerca de ellos estaba Éowyn, sobrina de Théoden. La dama sintió gran alegría por el regreso del caballero Aragorn, al que había conocido no hacía mucho tiempo. Su corazón le decía que se acercase a él y le abrazase con amor, más no se atrevió. Una mujer valiente era, pues no temía al dolor ni a la muerte, pero había algo en Aragorn que le había sacudido en corazón. Amor. El Montaraz había conquistado su corazón salvaje.

Entonces, ¿por qué la bella dama Éowyn no se atrevía a abrazarle? Ella lo sabía. Lo recordó al ver la joya que el caballero Legolas le dio: Aragorn ya había entregado su corazón a otra mujer. A una hermosa elfa.



Aragorn había previsto que aquella misma noche las tropas Uruck-hai de Saruman llegarían al Abismo de Helm. Con armaduras de fuertes corazas de acero y espadas recién afiladas atacarían con la intención de eliminar a todo hombre, mujer y niño hasta acabar con el pacífico pueblo de Rohan. El enemigo sabía que el oponente era débil, sobre todo después del destierro de Éomer, el cual partió al este junto con dos mil hombres fieles al Rey; y los Eorlingas sabían que había pocas esperanzas de ganar la batalla, por no decir ninguna.

Así el rey Théoden ordenó que todo varón capaz de empuñar una espada fuera llevado al frente, por lo que jóvenes muchachos fueron arrebatados de los brazos de sus madres, las cuales lloraron amargamente su ida. ¿Qué madre podía soportar permanecer encerrada en frías y oscuras cuevas oyendo el clamor de la guerra en el exterior y sabiendo qu sus hijos, incapaces aun de cuidar de sí mismos, estaban ahí fuera, guerreando con una espada, la qual nunca antes habían empuñado?


En aquel momento los hombre de Rohan se estaban preparando para la batalla, ninguno de ellos con entusiasmo, sino que en todos sus rostros podían verse dos ojos rendidos y desesperanzados, pero valientes y como dispuestos a afrontar cualquier final. Se vestían con las armaduras y cotas de malla más fuertes que poseían y se repartían las armas entre la muchedumbre. Aragorn, hijo de Arathorn, tomó una de las espadas que estaban repartiendo, la observó con detenimiento y la dejó de nuevo en su sitio. Después levantó la mirada y observó a cada uno de los presentes. Entonces se volvió a sus dos amigos, que estaban junto a él.

"Granjeros, herreros, mozos de cuadra... No son soldados." - negó con la cabeza.

Gimli miró a su alrededor. Muchos de los hombres que vio eran ya ancianos, hombres de cabellos blancos, manos y rostro arrugado y piernas débiles.

"La mayoría han visto muchos inviernos" - dijo negando con la cabeza también.

"O muy pocos" - añadió Legolas el elfo, refiriéndose a los muchos niños que observaban sus espadas asustados y miraban a su alrededor confusos, como queriendo huir de aquel lugar. - "Mírales. Están asustados. Puedo verlo en sus ojos."

Todos los presentes debieron oír las palabras del elfo, porque un ahogado silencio llenó el aire y se encontró que todos le miraban fijamente. Legolas dio media vuelta, sintiéndose incomodado por las muchas miradas, pero casi enseguida se volvió a Aragorn con el rostro serio.

"Boe a hyn: neled herain dan caer menig."- dijo hablando en su lengua élfica para no incomodar más a los hombres.

"Si beriathar hyn ammaeg nâ ned Edoras." - respondió Aragorn. Legolas subió el tono de su voz.

"Aragorn, nedin dagor hen ú- 'eri otheri. ¡Natha daged dhaer!"

"¡Entonces moriré con ellos!"

A Legolas se le atascó la voz en la garganta. Nunca antes Aragorn, su amigo y hombre más leal y honrado que había conocido, le había gritado así. Aragorn parecía herido también por haber levantado la voz. Suspiró, se dio la vuelta y se fue a dando largos trancos. Legolas intentó seguirle, pero Gimli le detuvo.

"Déjale ir, amigo. Déjale sólo."


El enano hijo de Gloin sostenía su amada hacha entre sus manos. La levantó en el aire, miró su filo y la blandió una vez, dos veces, y tres. Volvió a mirarla y una sonrisa se dibujó bajó sus largos mostachos peinados en dos trenzas pelirrojas unidas a su larga barba. Tenía muchas ganas de cortar algunas cabezas de orco en la batalla, y esperaba ansioso a que llegase la noche. Ya no faltaba mucho, pues el alba estaba terminado y el cielo anaranjado tomaba un color azul oscuro y las primeras diminutas estrellas se asomaban en el firmamento.

Su sonrisa se borró cuando vio a Legolas, sentado en las escaleras con la cabeza gacha. Aquello le sorprendió porque nunca antes en todos sus días de viaje había visto al elfo sentarse. Siempre permanecía de pie, incansable. Y le molestaba pensar que él, 'el gran elfo', había perdido la esperanza. "¿Qué te atormenta, Legolas?" - decidió preguntarle.

"Aragorn no me ha dirigido la palabra en todo el día"

Gimli echó una risita. "Je. ¿Y eso te extraña? ¿Qué esperabas?"

"¡Gimli!"

"Es verdad, Legolas. ¿Crees que sin más olvidará lo que le has dicho antes?" - Legolas no dijo nada en respuesta, por lo que Gimli continuó hablando - Creo ver, señor elfo, que has perdido la esperanza. ¿Es eso posible?"

Gimli pensó que Legolas no volvería a responder, pero tras unos segundos de profundo silencio, el elfo dijo "¿Tú no, Gimli?"

Gimli se colgó el hacha en la espalda y se sentó al lado de Legolas. "¿Cuántas veces nos hemos visto atrapados en situaciones de las que creímos que no escaparíamos con vida? ¿No creímos que había llegado el fin cuando los orcos nos rodearon en las Minas de Moria? ¿No pensaste que no escaparíamos de los orcos que nos persiguieron hasta Lothlórien, agotados como estábamos? Hemos pasado muchos apuros, Legolas, y siempre les hemos dado solución. ¿Te rendirás ahora? Hemos llegado lejos, Legolas, muy lejos..." - Legolas escuchó atentamente sus sabias palabras, y sintió un pequeño dolor en el corazón: había hecho mal en desesperarse. - "Aragorn necesita nuestro apoyo, amigo."

"Tienes razón, Gimli. Debo hablar con él." - dijo levantándose tras un corto silencio.

"¡Por fin! Me preguntaba cuanto tardarías en descubrirlo." - se mofó el enano. Legolas iba a decir o hacer algo en su defensa, pero decidió pasar de juegos infantiles y se fue en busca de Aragorn no sin pensar, molesto de alguna forma, que un enano de no mucho más de cien años de vida había dado sabio consejo a un elfo que había visto cerca de tres mil primaveras. Gimli le siguió. No quería perderse nada.


Aragorn estaba sentado a solas en las escaleras. En realidad estaba rodeado por muchos hombres y jóvenes yendo de un lado a otro nerviosos por lo que se avecinaba, pero se sentía solo, completamente solo. Con la mirada perdida en el suelo no podía dejar de pensar en las palabras de Legolas, que se repetían una y otra vez en su cabeza. "Nedin dagor hen ú- 'eri otheri. ¡Natha daged dhaer!" No, no podía perder la esperanza. El pueblo de Rohan le necesitaba o no ganarían la batalla. Pero algo le oprimía y se sentía angustiado. Tal vez Legolas tenía razón: eran trescientos hombres y niños sin experiencia contra diez mil guerreros Uruck-hai. Seguramente morirían todos aquella misma noche...

Entonces vio a un chico, de unos quince años vestido con armadura y sosteniendo una espada. Sus largos cabellos rubios no podían ocultar la confusión y desesperanza de su rostro.

"Dame tu espada." - le dijo el montaraz. El muchacho obedeció y le ofreció su espada por el mango. -"¿Cómo te llamas?"

"Háleth, hijo de Háma, mi señor" - Aragorn miró la espada que tenía en su manos y se volvió al chico, que le habló - Los hombres dicen que no pasaremos de esta noche. Dicen que no hay esperanza."

Aragorn le miró y enseguida cayó en la cuenta que había sido estúpido al creer en las palabras de Legolas. Se puso en pie y blandió la espada rápidamente, varias veces y con una ligereza increíble, haciendo que silbara en el aire. Luego miró su filo. "Tienes una buena espada, Háleth, hijo de Háma." - le dijo al muchacho devolviéndosela. Entonces le puso una mano en el hombro. - "Siempre hay esperanza."

Háreth creyó en sus palabras y un rayo de esperanza brilló en sus ojos. Aragorn se fue con paso decidido. Había llegado el momento de preparase para la batalla y hacer planes de combate. Sabía que podían vencer.

Se puso la cota de malla y sobre ella no vistió armadura, sino que prefirió vestir sus inseparables viejas ropas de montaraz. Se armó con una daga en la cintura y tomó los protectores de piel curtida de Boromir y los vistió también, resguardándose los antebrazos. Los había guardado en su memoria cuando murió. Llevando sus guantes puestos pensaba que de alguna forma, Boromir habría ganado la batalla también, como si las manos de Aragorn fueran las de su amigo muerto. Él quería honrar el recuerdo de su compañero, fiel a la Compañía hasta habiendo estado poseído por el Anillo. Sí, intentó arrebatárselo a Frodo, pero se arrepintió, confesó y le pidió perdón antes de su muerte. Ahora Aragorn entendía porqué Boromir deseaba tanto proteger a su pueblo hasta el punto de caer en la tentación del Anillo; y él también empezaba a sentirse así por los hombres. Era verdad, los hombre son débiles, pero aún hay valor y honradez en ellos, como le dijo Boromir durante su viaje por el Río Anduin.

Hiba a tomar su espada Andúril cuando al darse la vuelta encontró a Legolas frente a él. tan silencioso era el elfo que no le había oído llegar. Legolas le dio la espada. "Confiamos en ti y aun seguimos con vida. Perdóname. Me pudo el desánimo." - dijo con sinceridad en los ojos.

"Ú-moe edhored, Legolas." - dijo Aragorn con la misma sinceridad y con su mano derecha sobre el hombro izquierdo de Legolas. Él también le devolvió el gesto posando su mano en el hombro izquierdo de Aragorn. Los dos respiraron tranquilos porque acababan de quitarse un gran peso de encima.

"Si tuviéramos tiempo, me lo ajustaría." - les interrumpió la voz ronca del enano. Vestía con una larga cota de malla (para su tamaño) que arrastraba por el suelo. - "Me viene un poco ceñido del pecho."

Aragorn y Legolas se aguantaron la risa, mas dejaron escapar un sonrisa cuando de repente oyeron el claro y grave sonido de un cuerno, resonando poderosamente desde el exterior. "¡No es un cuerno de orco!" - dijo Legolas echando a correr al exterior seguido por Aragorn y Gimli.

"¡Abrid el portón!" - oyeron Hasslebak decir y su sorpresa fue grande cuando vieron entrar a un ejército de elfos por la entrada del Abismo. Debían de ser al menos unos dos mil, y marchaban todos al mismo ritmo empuñando sus largos arcos que les llegaban desde los pies hasta más arriba de la cabeza.

TROT TRO TROT

Oían los pasos firmes y monótonos que resonaban como el trueno mientras todo el mundo miraba estupefacto el gran ejército vestido con armaduras y bellos cascos forjados en oro viejo. Una abrigada túnica azul oscuro les cubría el cuerpo, ocultando las mortales espadas que llevaban en sus cinturas. No podían diferenciarse unos de otros. Todos parecían idénticos, con su fina piel élfica y sus ojos del mismo matiz azul verdoso.

"¡Es Haldir!" - gritó Legolas con una enorme sonrisa. Viendo a todo un ejército de su propia estirpe unirse a la batalla le subió los ánimos.

El rey Théoden no estaba menos sorprendido que los demás. "¿Cómo es posible?" - preguntó al elfo que encabezaba la marcha y acababa de inclinarse ante él como muestra de respeto. Era Haldir, capitán del bosque de Lothlórien, vestido en sus más hermosas armaduras élficas de oro y con una larga capa roja, mas no llevaba casco y sus largos cabellos dorados descendían por sus hombros.

"Traigo nuevas de Elrond de Rivendel. Existió una alianza entre elfos y hombres. En el pasado luchábamos y moríamos juntos." - Haldir vio a Aragorn, Legolas y Gimli aparecer en lo alto de las escaleras y bajar hasta él. - "Venimos a hacer honor a esa alianza." - dijo mirando a los tres de la Compañía.

Aragorn llegó el primero y fue el primero en hablar también. "Mae govannen, Haldir." - le dio la bienvenida y no pudo resistir abrazarle. Realmente Aragorn estaba feliz de verle. Siempre había confiado en los elfos y en un momento como éste agradecía enormemente su apoyo. Juntos, hombre y elfos, no volverían a perder la esperanza. Haldir no esperaba que el montaraz le abrazase, pero aquello no le importó y le devolvió el abrazo gentilmente con una sonrisa en la cara. - "¡Eres más que bienvenido!"

Legolas se acercó y le abrazó también. "Mae govannen, Haldir. Vuestra llegada me alivia el corazón."

El ejército de elfos, sin la señal de su capitán, se dió la vuelta y saludó al rey Théoden de los hombres mortales de Rohan, mostranto su respeto. Théoden les devolvió el saludo, orgulloso de poder contar con la ayuda de tan excelentes guerreros.

"Es un orgullo volver a luchar junto a los hombres." - dijo Haldir orgullosamente hablándole de nuevo al rey y Legolas supo que el también lo estaba.


La noche llegó y la luna llena se vio cubierta por frías nubes de tormenta, volviendo la noche más oscura. Hombres y elfos se dirigían en sus puestos, tal como el rey Théoden, el capitán Haldir y Aragorn habían planeado. Los elfos estarían en la primera fila, sobre los muros y en las almenas, donde esperarían con arcos tensados listos para abrir fuego. Junto a ellos había unos pocos hombres, pero la mayoría estaban tras los muros o aguardaban las puertas de la fortaleza Cuernavilla, entrada al Abismo de Helm.

"No falta mucho para que dé comienzo la batalla." - dijo Legolas a Gimli, mirando al horizonte con su gran vista de elfo y la brisa nocturna le removían los suaves cabellos rubios. Por primera vez en sus seguros más de dos mil años de vida, se había vestido con pesada armadura de acero negro, mas aun llevaba la capa élfica de Lothlórien que Galadriel le hubo regalado. - "Puedo oír sus pasos en la distancia."

"¡Pues que vengan! ¡Que yo les estoy esperando!" - dijo Gimli empuñando una de sus cinco hachas de enano que había preparado para la gran batalla. Legolas le sonrió. Siempre le había gustado el entusiasmo y positivismo de Gimli frente a los peligros.

"Se llevarán una gran sorpresa cuando vean lo que les espera aquí. Seguro que Saruman no se imagina que los elfos se unen a la batalla."

"Cierto. Me muero de ganas por ver de que son capaces esos elfos. Aunque hubiera preferido un ejército de enanos aquí." - dijo Gimli, y su voz sonó algo deprimida - "Tienes suerte que tus amigos hayan venido a apoyarte. Desde que partimos de Rivendel que no he visto ni uno sólo de mi estirpe. Me siento sólo. No sabes cuánto he deseado que mi gente estuviera aquí, en esta noche."

"¡No te desanimes Gimli!" - intentó animarle el elfo, que ya se había encariñado con sus compañeros, y mucho más con Gimli el enano - "Recuerda lo que acordamos: cuando todo esto termine yo iré contigo a tus montañas y pasaremos un tiempo con los tuyos, buscando piedras preciosas, joyas y diamantes brillantes de todos los colores como la bella aurora boreal y resplandecientes como luciérnagas flotando sobre un lago oscuro. y me enseñarás la cuevas de mithril, hermosas como ríos de plata ocultos en las profundidades de la tierra. Y luego tú me acompañarás y exploraremos los misterios del Bosque de Fangorn, admirando hasta la última bella flor y árbol más viejo. Y por segunda vez será bienvenido en mi hogar, el reino del Bosque Negro, donde podrás quedarte todo el tiempo que necesites hasta aprender alguna de nuestras canciones élficas y costumbres."

El enano recuperó sus ánimos. "Tienes razón, Legolas. Cuando todo esto haya terminado volveré a reunirme con los míos y tu me acompañarás en ése maravilloso día. Y como te prometí, yo te acompañaré a Fangorn, por más que odie aquellos viejos árboles. " - gruñió Gimli en la última frase.

Legolas asintió sonriendo. "Supongo que te unirás a los elfos en la batalla, ¿no?"

"Supones bien. Tengo que estar muy cerca de tí para demostrarte que puedo matar más orcos que tú, señor elfo."

"Bien. Entonces sígueme. Sé donde hay un buen sitio para la lucha." - Y los dos se fueron hacia los muros, charlando sobre quién había matado más orcos en el ataque de los wuargos cuando se dirigían al Abismo de Helm y sobre quién batiría el récord esta vez.


En la profunda oscuridad se podían ver miles y miles de luces moviéndose en la lejanía y acercándose cada vez más sin detenerse. Eran las antorchas que llevaban los Uruck-hai y parecían gigantescas bandadas de pájaros de fuego volando juntos en la misma dirección. Había un silencio terrible en el Abismo y los firmes pasos de las tropas de Saruman se oían claramente, monótonas como los latidos que estaban sintiendo en sus pechos, nerviosos por lo que se avecinaba.

En el muro, estando más a la derecha cerca de Cuernavilla, estaban Legolas y Gimli entre el ejército de elfos, preparados para la guerra. Miraban fijamente al temible ejército Uruck-hai que tenían en sus talones, del que sólo podían ver las miles de luces de fuego. Sin embargo, la pared del muro era demasiado alta para Gimli y sólo su casco asomaba por encima de ella, por lo que el enano no podía ver nada de lo que ocurría ahí fuera.

"Arg..." - se quejó él - "Podrías haber cogido un sitio mejor."

Legolas no le respondió, pero una sonrisa se dibujo en sus labios. Entonces Aragorn llegó junto a ellos para despedirse antes que comenzara la guerra, pues él iba a dirigir los elfos de más al centro del muro. Sus dos compañeros le miraron y no fue Aragorn el montaraz el que vieron, sino Aragorn hijo de Arathorn, alto y noble como un rey, como el futuro rey que algún día llegaría a ser. "Al menos, que la suerte que te protege nos deje pasar de esta noche." - dijo Gimli.

Un poderoso trueno rugió acompañado por la cegadora luz de un relámpago. Fue entonces cuando vieron con claridad a su enemigo, muy cerca de ellos, y todos sintieron un nudo en su garganta al ver la inmensidad del ejército que se les venía encima como un mar tempestuoso.

"Tus amigos están contigo, Aragorn." - dijo Legolas.

"Ojalá pasen de esta noche." - suspiró Gimli.

Tronó otra vez y relampagueó. Comenzó a llover suavemente, por lo que los hombres advirtieron el metálico sonido de la lluvia cayendo sobre sus armaduras antes que se dieran cuanta de que ya estaban completamente empapados. En pocos segundos, la lluvia se convirtió en tormenta de heladas gotas, siempre acompañados de rayos y truenos, cuya luz centelleaba en las hermosas armaduras de oro de los elfos. Aun así las incontables antorchas de los Uruck-hai no se extinguieron y pronto se encontraron con el ejército enemigo al pie de sus muros y llegaban hasta donde la vista no lograba alcanzar, más alló de las planícies de Rohan.

El Uruck-hai jefe echó un grave gruñido y las tropas se detuvieron a unos pocos metros. El sielncio los envolvió. Los dos bandos se miraban fíjamente, sin moverse. En el muro, Gimli empezó a dar saltos y brincos para ver si lograba ver algo.

Aragorn volvió con las tropas elfas que iba a dirigir. "¡A eruchîn! ¡Ú-dano i faelas a hyn an uben tanatha le faelas!"

Gimli aun seguía saltando cada vez más impaciente, sin buen resultado. No podía ver nada, ni ya oía el clamor del enemigo acercándose a ellos. "¡¿Qué está pasando ahí fuera?!"- preguntó a quienfuera que pudiera responderle.

"¿Te lo describo, Gimli?" - el enano se volvió a Legolas, que le miraba sonriendo enormemente y las gotas de lluvia se deslizaban por su piel y melena hasta su cuello. Sus cabellos mojados se pegaban a sus ropas y armaduras empapadas, al igual que al enano, cuya barba no dejaba de gotear - "¿O prefieres que te vaya buscando un taburete?" - Gimli permaneció unos segundos con el rostro serio hasta que rompió a reírse en carcajadas junto con Legolas.

De repente, tras otro gruñido del jefe, todo y cada uno de los Uruck-hai empezó a golpear su lanza en el suelo al mismo ritmo, al ritmo de la guerra, como componiendo música infernal. Aragorn desenfundó la espada Andúril y con él los hombres de la primera fila ya estaban apuntando con sus arcos al enemigo, espernando la orden de ataque. Los Uruck-hai seguían igual, golpeando con sus lanzas al unísono y esperando con ganas su orden de ataque también; estaban deseando masacrar al pueblo Edoras de Rohan de una vez por todas.

De improviso ocurrió algo que ni hombre, ni elfos, ni Urucks habían esperado: un anciano de las almenas de Cuernavilla disparó por accidente su arco, y resultó que la flecha se clavó con un seco sonido en la garganta de uno de los Uruck-hai del frente. La bestia no pudo ni gritar. Se desplomó sin vida como un árbol viejo empujado por el frío viento del norte.

Dartho!" - gritó Aragorn en el momento antes que los Urucks empezaran a gruñir ferozmente, con ira, levantando las cabezas al cielo nocturno nublado por la tormenta y de su aliento se formaba vapor en el aire helado.

"Comienza la batalla." - se dijo el rey Théoden de Rohan a sí mismo, casi tan sólo en un susurro.

Tangado halad!" - ordenó Aragorn en el lenguaje élfico, y todos los elfos del muro siguieron su orden, desenfundando una flecha y tensándola en sus largos arcos, todos al mismo tiempo, como hacían siempre.

"Faeg i-varv dîn na lanc a nu ranc." - dijo Legolas a sus compañeros elfos que junto a él apuntaban al enemigo.

Como esperaban, el jefe Uruck lanzó el grito de ataque y el ejército de Saruman comenzó a avanzar rápidamente al Abismo de Helm, sosteniendo sus lanzas hacia el adversario. La guerra había comenzado.



The Balrog of Altena: Primer capítulo terminado. Espero que os haya gustado. Por favor, dejad vuestro reviews y os estaría agradecida si me hicierais un favor: me gustaría que eligierais una de las siguientes historias para el próximo fic de "Las Aventuras de la Compañía"

- Un fic sobre Frodo y Sam en su camino a Mordor (puede que Gollum también aparezca) *Accion/Adventure/Drama*

- Un fic sobre Aragorn, Legolas y Gimli cuando persiguen a los Uruck-hai que han capturado a Merry y a Pippin (también aparecería Saruman) *Accion/Adventure*

- O un fic sobre toda la Compañía, después de haber dejado Rivendel y antes de llegar a Moria.
*Accion/Adventure/ Mistery*


*Canción de Leithian:
Tinuviel elfa-justa
Doncella inmortal elfa-sabia
Le hechizó con su pelo oscuro como la noche
Y con sus brazos como plata de tenue luz..
.
* Le ab dollen = Llegas tarde.
* Hannon le = Gracias.
* Boe a hyn: neled herain, ¡dan caer menig! = Tienen razón: Son trescientos, ¡trescientos contras diz mil!
* Si beriathar hyn ammaeg nâ ned Edoras = Tienen más opciones de defensa aquí que en Edoras.
* Nedin dagor hen ú- 'eri otheri = Esta batalla no la pueden ganar.
*
Natha daged dhaer = Todos morirán.
* Ú-moe edhored, Legolas = No hay nada que perdonar, Legolas.
* Mae govannen, Haldir = Bienvenido, Haldir.
*
A eruchîn, ú-dano i faelas a hyn an uben tanatha le faelas = No mostréis piedad alguna, porque ninguna habréis de recibir.
* Dartho = Quietos.
* Tangado halad = Preparados para disparar
* Faeg i-varv dîn na lanc a nu ranc = Su armadura es débil en el cuello y bajo los brazos.