Las Aventuras de la Compañía: La Batalla del Abismo de Helm.


Capítulo 2do: Las fuerzas del bien y el mal.


Los Uruck-hai atacaron empuñando sus lanzas hacia el muro de Cuernavilla. Aragorn alzaba Andúril bajo la tormenta y su filo centelleaba con los poderosos rayos. "¡Hado i philinn!"- gritó y la respuesta a su orden fue inmediata. Cientos de flechas cruzaron los aires con un penetrante silbido y los Uruck de la primera fila se desplomaron al suelo. Todos los elfos habían dado en el blanco, mas le enemigo siguió avanzando; cuando alguien caía, siempre había algún otro para reemplazarlo.

"¡¿Les hemos alcanzado?!" - preguntó Gimli ansioso, pues seguía sin poder ver nada de los que pasaba ahí delante. Nadie le respondió. Los elfos estaban totalmente concentrados en dar a su enemigo. Gimli sólo podía esperar y observar a Legolas tensando rápidamente y con elegancia sus flechas para luego soltarlas al oponente. El elfo agudizó la vista y sus penetrantes ojos azules miraron más allá de las primeras filas de Urucks.

"Ten tu hacha en mano, Gimli." - le dijo a su compañero y amigo - "Pronto habrán llegado aquí arriba. Tu habilidad con el hacha nos serán muy útiles."


Desde Cuernavilla, el Rey Théoden participaba en la batalla. No podía creérselo. Nunca en sus muchos años de vida había visto algo así. Había luchado en muchas batallas, cierto, pero ninguna podía compararse a ésta. Las tropas enemigas eran inmensas y no lograba ver su fin en el horizonte. El enemigo no era simples orcos; eran Uruck-hai, y como había dicho Gimli hijo de Gloin, éstos no eran muy semejantes. Los Uruck-hai eran verdaderos guerreros, incansables y malvados. Si en algo se parecían a los Orcos, era en su espantosa fealdad externa y su corazón frío como el hielo de Caradhras.

Pero no tenía porqué desesperarse. Miró a su alrededor y vio los dos mil soldados elfo, sus valientes hombres y a Aragorn, hijo de Arathorn, empuñando la espada forjada de nuevo, y le vio grande, tal como era, hijo de reyes. El Rey Théoden se volvió a su fiel soldado, Gamling. "Lanzad una descarga." - ordenó.

"¡Disparad!" - y su orden pasó en boca de otros - "¡Disparad!" - Los hombres que defendían Cuernavilla dispararon una lluvia de flechas.

"¡Disparad más flechas!" - ordenó Aragorn desde el muro exterior. Los hombres y elfos defendiendo sus puestos tras el muro lanzaron su descarga también, y las flechas surcaron el aire y volaron sobre las cabezas de los soldados que luchaban desde lo alto del muro para llegar a los Uruck-hai, y por desgracia sólo unas pocas atravesaban su dura armadura para clavarse en su apestosa carne orca.


Legolas bajó suavemente su arco. Algo de temor se reflejaba en su rostro elfo. "¡Flechas!" - gritó. Los demás elfos oyeron su aviso y entonces se dieron cuenta; allí abajo, muchos Uruck-hai llevaban arcos consigo, pero no eran arcos comunes. Totalmente diferentes a los bellos arcos élficos de madera adornados con dibujos pintados en oro, los arcos uruck eran hechos de hierro, sus cuerdas eran fuertes y elásticas, y sus flechas eran gruesas, con afiladas puntas que se clavaban hondo hasta poder atravesar los huesos. Lo peor fue cuando vieron como éstos los empuñaban tensando una flecha y apuntando hacia ellos.

Gracias al aviso de Legolas, algunos tuvieron tiempo de agacharse para refurgiarse de la mortal lluvia lanzada en su contra, pero muchos de los elfos que estaban en la primera fila fueron alcanzados. Algunos cayeron con un fuerte alarido muro abajo, donde fueron pisoteados por el enemigo. Otros cayeron en su puesto, como el elfo que estaba junto a Legolas, que se desplomó y su sangre salpicó en la armadura del príncipe elfo, que aturdido miraba al cadáver junto a él. Nunca antes había visto a un elfo caer, y aun menos delante de sus ojos. El estomago se le removió, nunca llegaría a acostumbrarse a eso que los hombres mortales llaman muerte. Entonces Legolas se acordó de su amigo enano, el cual debería estar a su lado, a no ser que...

"¡Gimli!"

"Aquí estoy, Legolas." - respondió él acercándose al príncipe. Gimli no había necesitado agacharse para protegerse del ataque, porque no era suficientemente alto como para que le dieran. Legolas no lo había tenido en cuenta y se sintió un poco avergonzado al tener que admitir que se había preocupado por la vida de su amigo enano. Intentó disimularlo sonriéndole.

"Al menos ser bajo de altura sirve de algo en la batalla."

Entre tanta conmoción, nadie se percató de la tropa Uruck-hai que ascendía hacia las puertas de Cuernavilla, cubriéndose con sus escudos. Tampoco se dieron cuenta con suficiente rapidez de que las tropas enemigas que llevaban consigo una largas escalas, de muchos metros, suficientes como para subir el muro, habían llegado a sus pies. Haldir fue el primero en reaccionar. "¡La batalla aun no ha terminado! ¡Tensad vuestras flechas!"

A esta, los soldados tanto elfos como hombres volvieron a su ataque, y fue cunado vieron a los Uruck-hai con sus escalas. Mas ya era tarde para detenerlos. Les pisaban los talones. Legolas se maldijo a sí mismo: se había olvidado completamente de ellos.

Pendraid!" - gritó Aragorn, con tanta fuerza que hasta Gimli pudo oir, aun sin tener el fino oído de los elfos.

"¡Venid a mí! ¡Vamos!" - exclamó el enano sacudiendo su hacha con excitaión. Pronto los Uruck-hai habrían subido los muros y él podría cortar unas cuantas cabezas.

CRACK!

La primera escala había sido colocada, enganchada a la dura roca del muro con sus anclas metálicas, y muchas más siguieron después de ésta. Los Uruck-hai subían. Ya estaba llegando. Aragorn levantó su espada Andúril la espada forjada de nuevo, y gritó con todas su fuerzas - "¡Espadas! ¡Espadas!" - todos los elfos bajo su órdenes desenfundaron sus espadas brillantes en la oscuridad y la tormenta, haciendo silbar su filo en el proceso. Llegaba la parte más peligrosa de la batalla: ahora lucharían acero contra acero.

"Comienza la diversión." - dijo Legolas a Gimli, tensando otra flecha de su caraj, el cual había sido regalo de la dama Galadriel, dama blanca, estrella de la mañana.

"Esta vez ganaré yo. En la batalla con los huargos me venciste sólo porque tenía las piernas hechas polvo de tanto montar en ése odioso caballo tuyo. Ahora las cosas son distintas." - dijo Gimli sonriéndole desafiadoramente.

"Pues que gane el mejor. ¡Aquí llegan!"

"¡Bien!" - gritó Gimli en el momento en que un Uruck apareció frente a él. Sin embargo éste no tuvo tiempo ni de poner un pie sobre el muro, porque Gimli ya le metió el hacha entre las cejas antes de que pudiera hacerlo.

En los próximos segundos los Uruck-hai ya habían asaltado el muro, y tanto elfos como hombres ya se encontraban luchando a espada en mano, esgrimiéndola con su más poderosa fuerza y agilidad. Desde el centro, Aragorn luchaba con el primero que se cruzase en su camino. Estaban rodeados por el enemigo; lo único que se podía hacer era intentar acabar con ellos lo más rápido posible antes que cruzasen los muros y atracasen Cuernavilla. Si fuera así, entonces las mujeres y niños refugiados en las cuevas tras sus paredes no estarían seguros; posiblemente no sobrevivirían. En el oeste, Haldir llevaba el mando. Cualquiera hubiera quedado impresionado al ver como luchaba el capitán elfo. Sus movimientos de espada eran rápidos y mortales, acompañados por el ligero ondeado de su larga capa roja y por los destellos de luz en su armadura de oro a cada relámpago que estallaba en las tinieblas.

Desde el este, Legolas y Gimli destacaban entre la multitud. Luchaban valientemente, más los desgarradores gritos de algunos elfos cayendo muro abajo para encontrar su infortunada muerte les erizaba los pelos de la piel. A veces, los Uruck-hai ni siqueira se daban cuenta de que el enano estaba allí, lo que era una gran ventaja para él. Se lanzó bajo las piernas de uno y le dio un hachazo en la ingle. La criatura cayó muerta entre los demás cadáveres que ya cubrían el suelo y Gimli se puso en pie victoriosamente. "¡Legolas," - le llamó y el elfo le miró - "llevo dos!" - dijo señalándole el número con los dedos.

Legolas no pudo resistir sonreírle, algo que le ocurría constantemente desde que dejaron el Bosque Negro en su última visita al Rey Thandruil. "¡Yo llevo diecisiete!" - dijo, y se hubiera echado a reír al ver la cara que puso el enano si no hubiera sido por los Uruck-hai que no dejaban de atacarle, por lo que no podía bajar la guardia.

"¡¿Eh?! ¡A mi no me gana ningún orejas picudas!" - gruñó Gimli. Desde aquel momento sus ataques fueron más constantes y rápidamente Gimli buscaba al desdichado enemigo que sería su presa y punto en su competición contra el príncipe elfo. Pero no le sería fácil. Ningún mortal superaba a Legolas en velocidad, Y durante el tiempo en que Gimli esgrimía una sola vez su hacha, Legolas ya había disparado dos flechas y acertado.

"¡Diecinueve!" - volvió a decir Legolas cuando Gimli sólo acababa de golpear al primero. Gimli le miró con ojos de fuego, pero el enano recuperó su orgullo cuando dio con el lugar perfecto donde podría acabar rápidamente con los Uruck. en el borde del muro superior de Cuernavilla, los Uruck asaltaba de uno en uno por una escala, pero era un mal sitio para ellos, pues no podían ver si alguien ' bajo de altura' les esperaba al otro lado. Por lo que Gimli aprovechó la oportunidad. Les esperaba junto a la escala y les golpeaba con su hacha haciéndoles caer abajo cada vez que uno subía, algo que hacían muy constantemente. Así, elfo y enano, siguieron con su competición. Pronto se sorprendió Legolas al oír la voz grave de Gimli gritando con mucho orgullo , ¡...dieciocho! ¡diecinueve! ¡veinte! ¡veintiuno! ¡veintidós...!


Aragorn se acercó al borde del muro. Más escalas estaban llegando. Justo delante de él iba a aterrizar una llena de Urucks. Un Uruck-hai estaba al final de la escala y miraba con odio en sus ojos negros al Montaraz mientras se acercaba más y más a él. No contuvieron sus miradas por mucho tiempo; Aragorn le cortó el cuello antes de que su escala se enganchara en el muro, provocando que ésta se derrumbara hacia atrás sobre las tropas de Saruman y varios Uruck-hai cayeran muertos del golpe, entre los que subían en la escala y los que fueron aplastados abajo.

La lluvia estaba cesando y los truenos se agotaban con ella. En el valle las miles de antorchas que los ejércitos de Saruman llevaban en mano se movían de un lado a otro violentamente, acompañados por los golpes de espada y sus destellos relucientes al chocar. Una tropa Uruck-hai avanzaba hacia la puerta de Cuernavilla a paso de soldado. La primera fila se protegía con sus escudos y la última protegía sus espaldas; las filas del centro cubrían sus cabezas con sus escudos, por lo que a simple vista parecían una larga serpiente de escamas negras con manchas blancas en forma de mano; la mano blanca de Saruman, ése era el símbolo de guerra de los Uruck-hai. Los hombres y gran cantidad de niños que aguardaban en lo más alto de la fortaleza de Cuernavilla les vieron llegar e intentaron pararles los pies lanzándoles piedras tenazmente. Sin embargo, aquello no era de mucha utilidad, porque sus fuertes escudos protegían al enemigo del ataque.

Por suerte, Aragorn vio que en la fortaleza tenían problemas. "¡Na fennas!" - gritó señalando hacia su izquierda. Las tropas elfas bajo su mando se volvieron hacia las puertas simultáneamente, como hacen las bandadas de pájaros, y dispararon flechas a los Uruck-hai que avanzaban por la subida a Cuernavilla. Y gracias a los cielos que lo hicieron, ya que a pesar que éstos se protegían con buenas armaduras y escudos sobre sus cabezas, delante y a sus espaldas, no podían protegerse los lados. Así, a cada descarga de flechas, la fila exterior caía y la 'serpiente' 'adelgazaba', pero más Uruck llegaban para reemplazar el puesto de los caídos. Al final caían despacio y seguían adelante.

"¿Eso es todo?" - se dijo el rey Théoden a sí mismo en voz alta y mirando a su alrededor - "¿Sólo esto pueden convocar, Saruman?"



Karfu salió de la abertura chapoteando sus enormes pies en el agua. "¡Durthbagdar! ¡Gradwazbad! ¡venid aquí!" - llamó el Uruck-hai con su voz potente, grave y amenazadora, al menos para los oídos de los pueblos libres - "¡Está aquí!"

Karfu y Ewkbanok se encontraban en la pequeña abertura de desagüe al pie del muro exterior. Estaban de pie en las aguas grises que les ocultaban parte de las piernas hasta las rodillas y haciendo señales con sus antorchas. "¡Daos prisa! ¡¿Dónde están Vothug y Graggoggar?!" - volvió a decir cuando llegaron los dos Uruck-hai cargando con una especie de esfera metálica con gruesas puntas, tan grande que ambos tenían que estirar los brazos para cogerla, y la dejaron al suelo, junto al enrejado en el desagüe.

"¡Aquí vienen! ¡Rápido! ¡Vamos a darles su merecido! - dijo Durthbagdar lamiéndose los labios.

"¡Veamos cuanta roca puede derretir éste artefacto!" - respondió Vothug apartándose del lugar para dar paso a los otros dos Uruck-hai y dejaran la segunda esfera sobre la primera, las cuales habían sido creadas por Saruman con sus propias manos. Los seis Uruck-hai salieron del desagüe y se unieron a los demás, que estaban abriendo un camino entre ellos.

"¡Adelante, Hugolm!" - llamó Karfu. Un gran clamor se levantó entre los Uruck-hai, que alzaban los brazos y blandían las espadas gruñendo de excitación. Hugolm venía corriendo por el camino que acababan de abrir. Llevaba una antorcha en mano, pero no una antorcha de fuego como las muchas otras que llevaban, como por ejemplo Karfu y Ewkbanok; sino que era una antorcha mayor, y en su base ardía un sofocante fuego blanco que chisporroteaba una reiterada llovizna de blancas chispas. La llama emanaba un intenso humo blanco que olía a fuerte azufre.



Aragorn vio venir el ataque a tiempo para esquivarlo, aunque la espada del Uruck-hai le dio en el antebrazo en el procedimiento. Fue un duro golpe y Aragorn sintió el dolor subirle hasta el hombro. Se imaginó que ya estaría sangrando, pero no se detuvo y respondió al ataque con rabia. Andúril atravesó el cuello del oponente.

Se tomó la muñeca para intentar para la hemorragia cuando notó que no sentía humedad en sus dedos. No estaba sangrando. Se miró el antebrazo y sonrió para sí mismo cuando vio que llevaba puestos los protectores de Boromir, los cuales le habían salvado la vida, porque sin ellos la espada del Uruck-hai le habría desgarrado las venas.

Algo interrumpió sus pensamientos. Un olor. El Montaraz sabía lo que era. Azufre. ¿Pero de dónde podría provenir...? Entonces lo vio. Un gran destello chisporroteante de luz blanca se acercaba al muro, dejando un largo río de humo tras suyo. Fuera lo que fuera, no era nada bueno y temió lo peor.

"¡Togo hon dad, Legolas!" - le dio voces a su compañero y amigo elfo.

Legolas oyó su llamada, más no acabó de entender lo que decía. Quería que matase a uno de esos Urucks, ¿pero a cuál? Había tantos... Las finas pupilas del elfo acrecentaron al fijarse en una extraña llama blanca. La llevaba un Uruck-hai e iba corriendo hacia el muro. Legolas vio arrogancia en sus ojos, y los demás le animaban vigorosamente. Algo terrible estaban planeando.

Mas aquellos pensamientos no le retrasaron. Rápidamente tomó una flecha y la disparó. A toda velocidad dio en el blanco, pues atravesó al Uruck-hai entre el cuello y el hombro derecho. Legolas esperaba que éste cayese, pero por su horror sólo titubeó un instante y siguió corriendo, transportando la antorcha como un trofeo.

"¡Dago hon! ¡¡¡Dago hon!!!" - volvió a gritar Aragorn desesperadamente. El elfo disparó de nuevo y esta vez la flecha se le clavó entre el cuello y hombro izquierdo. A ésta, Hugolm, el Uruck-hai, pareció estar a punto de caer; las gruesas piernas se le doblaron pero sorprendentemente recuperó el equilibrio y lanzando un grito se abalanzó dentro del desagüe.

El suelo tembló bajo sus pies. Grandes chispas empezaron a chisporrotear desde la abertura, seguidas por una enorme estruenda explosión blanca que derrumbó parte del muro junto a los elfos y hombre que había sobre él. Las rocas volaron por los aires entre la humarada y cayeron aplastando varios Uruck-hai del valle, al igual que dos escalas se derrumbaron con los cuerpos calcinados de los que estaban cerca de la explosión.

Por mala suerte, Aragorn no estaba muy lejos del lugar y cayó al otro lado del muro con la explosión, al patio interior del Abismo de Helm. Perdió el conocimiento. Los Uruck-hai cruzaron la gran abertura que habían provocado, pisoteando las aguas, que ahora fluían rápidas por donde antes permanecían tranquilas. Se estaban acercando a él. Era cuestión de segundos el que se cruzasen con el Montaraz desprotegido.

Legolas estaba atónito por lo que había ocurrido. Dos flechas. ¡Dos! Y ninguna de ellas acertó. Por su culpa, el muro se había derrumbado, muchos hombres, y sobretodo elfos, habían muerto, y por si fuera poco los Uruck-hai invadían el interior del abismo. En cualquier momento asaltarían la fortaleza. Las palabras que le dijo su padre una vez le volvieron a la memoria, '¡¡Conducirás la Compañía al desastre con tus malas acciones!!' y tenía razón, su padre siempre tenía razón. La cruda realidad volvía a atormentarle.

Legolas se sobresaltó al darse cuenta que había perdido de vista a Aragorn. Buscó con la mirada pero no le encontró en su sitio. Se angustió al pensar que Aragorn estaba muy cerca de la explosión la última vez que le vio. Puede que algo le hubiera ocurrido. Entonces le encontró. Su amigo Montaraz había caído del muro al interior del abismo. Estaba tirado al suelo y no se movía.

"¡¡Aragorn!!" Aquella visión hizo que Legolas se olvidara completamente de la batalla. Intentó correr hacia él, pero no había dado más de dos pasos cuando sintió un terrible dolor en la cabeza, cerca de su frente. El dolor le dejó paralizado. Notó un líquido derramar por su cabeza y descendiendo desde su frente hasta la mejilla, pero no era agua de lluvia, porque la tormenta ya había cesado. Se llevó la mano al rostro húmedo. Estaba apunto de tocársela cuando de pronto todo se volvió negro. No supo más.



Gimli poco sabía que era el último de los tres compañeros de la Compañía de los Nueve que seguían en pie. Una vez hubo oído la explosión (no la vio porque los altos Uruck-hai y elfos le taparon la vista) se fue al lugar para ver lo que había ocurrido. Cuando llegó, lo primero que encontró fue el muro derrumbado, dejando un buen camino a la fortaleza de Cuernavilla para el enemigo, que ya estaba entrando para asaltar. Se agachó para echarles una mejor ojeada. Iban armados con largas lanzas poco brillantes en la noche. Llevaban espadas también, pero todas estaban enfundadas en su cintura.

"¡Aragorn!" - gritó el enano al ponerse en pie cuando en la oscuridad distinguió la figura de su amigo tumbado sobre la tierra. Los Uruck-hai iban hacia él. Si no hacía algo, pronto le aplastarían o algo peor. Sin pensárselo saltó al aire libre.

Aragorn despertó. Por un momento no supo donde estaba. Hasta que se acordó de lo que había pasado. La explosión. La explosión debió de haberle lanzado abajo inconsciente durante quien sabe cuanto tiempo. Se incorporó despacio. Lo primero que vio cuando se le aclaró la vista fue una horda de Uruck-hai armados con lanzas que corrían hacia él. Demasiado cansado para levantarse y pelear, pensó que su final estaba cerca.

Entonces algo inesperado sucedió. Algo cayó de los aires sobre los primeros Uruck de la tropa. ¡Era Gimli! ¡Gimli había llegado para salvarle!

"¡Gimli!" - gritó Aragorn con preocupación al ver al enano siendo rodeado por los monstruos. Gimli no se inmutó, sino que echó una risita al ver la cantidad de Uruck-hai que había para él. Las tropas de elfos bajo el mando de Aragorn llegaron tras su capitán en el momento preciso para ver a un enano luchando valientemente decenas de Uruck-hai con sólo una hacha en sus manos, removiendo violentamente el agua gris bajo sus pies. Con un golpe de espada (de la que Gimli se cubrió con el mango de su hacha) el enano cayó hacia atrás en el agua del desagüe.

"¡Hado i philinn!" - ordenó Aragorn; esa fue su reacción al ver a su amigo en apuros. Los elfos lanzaron una descarga. Todos dieron en el blanco. - "¡Herio!" - dijo y como respuesta los elfos desenfundaron sus ligeras y mortales espadas doradas y se lanzaron al ataque.

Como contraataque los Uruck-hai empuñaron sus lanzas hacia ellos. Aragorn las apartó de su camino con su espada Andúril. El Montaraz atacaba con furia; no iba a dejar que nada le ocurriese a Gimli. Algunos de los elfos no pudieron ser tan afortunados y las lanzas del enemigo atravesaron sus armaduras como simples palos atraviesan el fango cenagal.

Comenzó la batalla espada contra espada. Aragorn aprovechó la ocasión para ayudar a Gimli a ponerse en pie. El pobre enano había quedado atrapado bajo el agua con el peso de los Uruck-hai que le pisoteaban. Por suerte no salió herido. Al menos nada grave.

"¿Donde está Legolas?" - le preguntó Aragorn una vez el enano se hubo recuperado.

"Antes estaba en el muro junto a mí. Debe de seguir ahí." - dijo Gimli señalando al lugar donde los dos habían estado luchando todo este tiempo, pero algo le extrañó a Gimli, aunque Aragorn no se dio cuenta: Legolas no estaba donde pudiera ser visto. Rápidamente Gimli empezó a buscar con la mirada. Legolas era el único elfo que no llevaba casco, por lo tanto sólo tenía que encontrar una melena rubia moviéndose en la batalla.

Pronto la vio. Le llamó, pero Legolas no respondió. Estaba ocupado luchando contra un Uruck-hai con espada en mano. ¡Un momento! Legolas no llevaba espada, llevaba su arco y dos cuchillos. Entonces se dio cuenta de que el elfo al que había confundido con Legolas era Haldir. Su armadura de oro reluciente estaba manchada de sangre orca y su capa roja había sido desgarrada.

Disgustado, abandonó el puesto de batalla junto a Aragorn y marchó escaleras arriba en busca de Legolas. Por la fuerza el príncipe elfo debía estar ahí donde le había dejado.

Cuando llegó sobre muro tuvo la visión más espantosa que jamas había tenido en sus 145 años de vida. Allí, entre los sangrientos cadáveres de elfos y Urucks, vio el cuerpo de un hombre vestido con armadura de acero negro y capa élfica sujetada firmemente en el pecho con una hoja de Lórien tallada en mithril. Era Legolas, tumbado boca arriba, como uno más de los cuerpos sin vida que cubrían el suelo. Aquella visión le conmocionó y empezó a sentir como las piernas le temblaban mientras avanzaba corriendo hacia Legolas, sin prestar más atención al peligro que lo acechaba desde todos los ángulos.




The Balrog of Altena: ¡Uy! Pobre Legolas... ¡esto no aparece ni en el libro ni en la peli! ¡Qué mala soy! Je je
Si queréis saber lo que ocurre a continuación...¡¡¡dejadme vuestro reviews!!! uh, quiero decir...¡¡¡leed el próximo capítulo!!! (cuando llegue, claro ^.~)
Perdonad si esta cap. ha estado un poco aburrido, pesado, mal hecho etc etc, es que nunca he escrito escenas de batallas ^_^¡

Los que aun no lo hayan hecho, me gustaría que eligieran una de las siguientes historias para el próximo fic de "Las Aventuras de la Compañía". Decidme cual queréis en vuestros reviews.

- Un fic sobre Frodo y Sam en su camino a Mordor (puede que Gollum también aparezca) *Accion/Adventure/Drama* (Será el fic más corto que habré escrito en mi vida. Bueno, puede que no tanto)

- Un fic sobre Aragorn, Legolas y Gimli cuando persiguen a los Uruck-hai que han capturado a Merry y a Pippin (también aparecería Saruman) *Accion/Adventure*

- O un fic sobre toda la Compañía, después de haber dejado Rivendel y antes de llegar a Moria.
*Accion/Adventure/ Mistery* (Seguramente habrá al menos un personaje nuevo con el que se encuentren y también habrá algo de humor)

Namárië y gracias por todos los que me han dejado sus reviews, en especial a Anariel, de que aprecio mucho su opinión (y es la que más reviews me ha dejado
:-D ¡¡Tres hurras por Anariel!!)


* Hado i philinn = Soltad flechas.
*
Pendraid = Escalas.
* Na fennas = Hacia la puerta.
*
Togo hon dad, Legolas = Acaba con él, Legolas.
*
Dago hon = Matale.
* Herio = Cargad.