Las Aventuras de la Compañía: la Batalla del Abismo
de Helm.
Capítulo 3ro: El asalto de Cuernavilla.
"¡Legolas!" Gimli se arrodilló junto al elfo caído e inmediatamente acercó el oído a sus labios. Pero no sintió respiración. Aquello lo alarmó aun más, pero aun así acercó el oído al pecho de Legolas con la esperanza de oír sus palpitaciones. Pero no oyó nada, ni una señal de vida. Fue entonces cuando Gimli vio el rostro de Legolas. Pálido, con ojos muy abiertos y mirando a ningún lugar. Sangre roja derramaba por su frente hasta el cuello.
"Legolas... no...." Gimli iba a acariciar el rostro del elfo cuando una sombra le avisó de que un Uruck-hai se le acercaba por detrás. Con un rápido movimiento se dio la vuelta y le cortó las piernas a la criatura, que cayó gritando de agonía. "¡No le tocaréis!" - dijo y tomó a Legolas en brazos y lo arrastró junto al muro superior, en la oscuridad, esperando que allí no fueran vistos por ojos enemigos. Ni el mismo Gimli supo de donde sacó las fuerzas para arrastrar al príncipe elfo, el cual era muy pesado por un enano. Podría haber sido gracioso ver a Gimli arrastrando a alguien casi el doble de su tamaño, pero la situación no era para reírse. Le tumbó suavemente y con cuidado colocó su cabeza ensangrentada sobre sus rodillas.
Colocó su mano sobre la herida. Parecía que ya no sangraba más, pero eso no le consolaba, porque Legolas yacía muerto, y por eso la mano de Gimli temblaba sobre la frente del elfo. Sin dejar nunca de mirarle, pasó por su mente el recuerdo del día en el que se conocieron en el Concilio de Elrond, en Imladris. No empezaron su amistad con buen pie, que digamos. La verdad era que Gimli fue el primero en ser grosero. Recordaba perfectamente las primeras palabras que le había dicho, y no fueron muy corteses, claro. "No se entra así como así en Mordor." - dijo Boromir aquel día - "Son más que Orcos lo que guardan sus negras puertas. Habita en su seno un mal que nunca duerme. Y el Gran Ojo permanece alerta. Es una yerma extensión, pasto del fuego, cenizas y polvo. El aire que se respira es vapor venenoso. Ni con diez mil hombre podría hacerse. Es un disparate."
"¿No has escuchado nada de lo que Elrond ha dicho?" - le había respondido Legolas, poniéndose en pie. Miró a todos los presentes al concilio - "¡El anillo debe de ser destruido!"
Fue entonces cuando Gimli, después de ponerse en pie, le dijo -"¿Y supongo que serás tu el que se ofrece a hacerlo?" - Lo recordaba perfectamente. Recordaba cómo le miró Legolas después de que dijera aquello: inexpresivamente, sin mostrar ni enfado ni molestia.
"¡¿Y si fracasamos qué?!" - continuó Boromir, pero ni Legolas ni Gimli le prestaron atención. Seguían mirándose - "¡¿Qué pasará si Sauron recupera lo que es suyo?!"
"¡Antes muerto que ver el Anillo en manos de un elfo!" - fue lo que le dijo Gimli (un buen comienzo para una gran amistad, ¿verdad?). Gimli recordaba perfectamente cómo después de decir aquellas palabras los acompañantes de Legolas se pusieron en pie para defender a su príncipe, pero Legolas abrió sus brazos para detenerlos. Los acompañantes enanos de Gimli también se pusieron en pie y empezaron a discutir con los elfos. Gimli también discutió, y dijo cosas que ahora sentía haber dicho, mas Legolas fue el único que no habló (claro que tiempo después Gimli descubrió que el elfo odiaba las discusiones) y lo único que hizo fue intentar detener a sus compañeros elfos, no prestando atención a lo que Gimli dijo. - "¡Nadie confía en un elfo!"
Ése fue su desastroso comienzo. Después de formar la Compañía, no discutieron más ni tuvieron ninguna pelea, aunque no se llevaban nada bien. Fue una suerte que Legolas fuera un elfo muy callado, porque sino tal vez sí que hubiera pasado algo entre ellos; pero como no fue así, aprendieron a respetarse. Al final, llegaron a formar una gran amistad. Gimli no recordaba como empezó, pero sí recordaba que tras su partida del Bosque Negro hacia el bosque de Lothlórien Legolas cambió y cada día se mostró más abierto a los demás hasta llegar a llevarse tan bién con todos los de la Compañía, tanto como los hobbits hacen entre ellos. ¡Incluso empezó a bromear! Y más de una vez oían su dulce y melodiosa risa elfa. Durante las siguientes semanas, Legolas se volvió más protector con ellos, porque todos eran sus mejores y verdaderos amigos.
Gimli aun le miraba. Legolas seguía igual. Completamente quieto, sin ni siquiera mover los ojos. Sólo los tenía abiertos, con las pupilas dilatadas pero sin mirar a nada, como si fueran ciego. Un último recuerdo le vino a la memoria antes de que una sola lágrima se deslizara por su rasposa piel hasta perderse en su espesa barba marrón rojiza; lo que había ocurrido no hacía más de dos días atrás, o más bien lo que había dicho Legolas cuando Eomer de la Marca le dijo estas palabras al enano: "Enano, te rebanaría la cabeza si se alzara un poco más del suelo"
"¡Estarías muerto antes de tocarle!" - había dicho Legolas, apuntando una flecha con un rápido movimiento entre las cejas de Eomer. Gimli recordaba perfectamente qué impresionado quedó aquel día, viendo como Legolas amenazaba a Eomer de muerte por él, y arriesgando su vida, ya que cientos de caballeros Rohirrim le estaban acechando con sus lanzas, protegiendo a su capitán Eomer. Y a pesar de eso, Legolas no se inmutó, sino que miraba al hombre con furia y odio, de tal manera que impresionó tanto a Gimli como a Aragorn, porque nunca le habían visto de así. Por suerte Aragorn acabó con el aire hostil que los rodeaba y nada ocurrió. Aunque Legolas nunca dejó de mirar a Eomer como se ha dicho antes, al menos no hasta que oyó las desagradables noticias de los dos hobbits secuestrados y todos pensaron que estaban muertos. A partir de entonces, Legolas no había podido disimular su enorme tristeza. Gimli recordaba cómo su amigo elfo le consoló con tiernas palabras.
No. No podía estar muerto. No ahora que su amistad se había hecho tan fuerte. No después de prometer que su lazo nunca se rompería*[tBoA: esta parte la escribiré en el cuarto o quinto libro de 'Las Aventuras de la Compañía']¿Qué haría ahora sin poder quejarse al elfo por no hacer más que cantar viejas canciones élficas con voz dulce y melodiosa todas las noches? ¿No volvería a oír su suave voz y sus cálidas risas? Habían cabalgado, reído, luchado, habían hecho mil y una cosas juntos; no podía morir ahora. Los elfos no mueren. Se suponía que Legolas debía vivir hasta el último día de la anciana Tierra Media.
"¡Legolas!" - le llamó casi entre sollozos y le sacudió - "¡Legolas, maldita sea, elfo debilucho! ¡Si te mueres me las apañaré para devolverte a la vida y matarte yo mismo con mi propia hacha!" - le sacudió más fuerte y entonces a Gimli le pareció ver que Legolas parpadeaba. Dejó de sacudirle. Gimli sintió ganas de llorar de alegría al ver como el elfo volvía su cabeza a él y le miraba con sus ojos azul zafiro, vivos de nuevo.
"¿Gimli...? ¿Qué...?" - de repente Legolas se alarmó e intentó incorporarse - "¡Aragorn! ¡Aragorn está-!"
"¡Está bien, amigo mio, está bien!" - dijo Gimli sujetándole para que no se levantase - "¡Está allí abajo, protegiendo la fortaleza!"
"Ha sido mi culpa, Gimli, tengo que ir y-"
"¡Tu no vas a ninguna parte! ¡No hasta que me haya asegurado de que tu herida no es grave!"
"No es nada. Creo que me golpeó una piedra. Debió caerse del muro superior." dijo Legolas tocándose la frente mientras Gimli le ayudaba a sentarse.
"¿Estás seguro de que no es nada? ¿Cómo te encuentras? Dime, ¿sientes mucho dolor?" - Legolas se sintió conmovido al detectar cierta preocupación en el tono de Gimli.
"Sólo estoy un poco mareado. Se me pasará.... ¿Gimli?"
El enano parpadeó- "¿Si?"
"En lugar de estar aquí perdiendo el tiempo podrías haber aprovechado el momento y haber acabado con más de esos Urucks mientras yo estaba fuera de combate. Me hubieras superado por seguro."- dijo el elfo sonriendo.
" ¿Dices que salvarte la vida es perder el tiempo?¡Qué estupidez! ¿Y de verdad crees que soy tan cruel? Cuando te vi malherido se me olvidó toda razón por competir." - dijo el enano con molestia.
"¿No te estarás poniendo melancólico ahora?" - bromeó Legolas sintiéndose alegre de nuevo y recuperado del todo.
"Creo que esa piedra te ha dado muy fuerte. Aun sufres alucinaciones." Legolas se echó a reír y Gimli se le unió también.
Mientras tanto, los Uruck-hai ya habían llegado a la entrada de Cuernavilla. Desde arriba en la almena, los hombres y niños podían ver como los escudos de la mano blanca se movían como ondas de agua al dejar paso a otro grupo de Uruck-hai que venía protegiéndose por el centro cargando con el enorme tronco de árbol que seguramente habían talado en el Bosque de Fangorn. Los Uruck dejaron de protegerse con el escudo para ayudar a descargar el tronco con todas sus fuerzas contra las puertas, de tal manera que casi las echaron abajo.
"¡Haced una barricada en la entrada!" - ordenó el rey Théoden, que estaba de pie junto a la puerta en el momento en que los Uruck-hai la atacaron. Decenas de hombres corrieron a ella y empujaron, intentando que por encima de todo que las puertas no se abrieran. Otros empezaron a cerrarlas con lanzas y otras cosas que tenían a mano. A cada golpe que los Uruck-hai daban con el tronco, los hombre eran echados hacia atrás, abriendo ligeramente las puertas, mas éstos volvían a la defensa, empujando para mantener las puertas cerradas incluso cuando ya sentían dolor en el cuerpo de tanto tensar los músculos haciendo fuerza. A la vez los más ancianos y algún que otro niño, como Háreth, seguían lanzándoles piedras desde el muro superior y el tejado de la fortaleza. Ahora les daban mejor, porque los Uruck.-hai habían apartado sus escudos para agarrar y golpear la alta puerta de madera podrida por los años con el gigantesco ariete. - "¡Contenedlos! ¡Con firmeza!" - fue la última orden del rey a sus hombres antes de salir de Cuernavilla en busca de Aragorn, heredero de Isildur.
Legolas y Gimli ya se habían puesto en pie. Oyeron un estruendo que de alguna forma extrañó a los dos. "¿Un trueno?" - preguntó Gimli. Legolas miró el cielo nocturno.
"Imposible. La lluvia ha cesado y las nubes negras abren paso a las estrellas. La luna nos mira" - respondió Legolas volviendo su mirada a la entrada de Cuernavilla. - "Parece que tienen problemas."
Gimli echó una ojeada (subiéndose a una roca para poder ver sobre la alta pared de la muralla) y vio a qué se refería. Los Uruck-hai estaban empleando un fuerte tronco como ariete para derribar las puertas. De allí procedía el ruido que le había parecido un trueno. "Pues entonces, ¿a qué esperamos?" - dijo el enano sonriendo como un niño cuando acaba de planear su travesura y empuñando firmemente su querida hacha - "¡Vayamos a cortar unas cuantas cabezas!"
"¡Bajemos a por ellos, a' maelamin aier mellon nin!" - dijo Legolas con una sonrisa y dándose la vuelta para correr hacia las escaleras.
Gimli se quedó de pie un momento con el ceño fruncido, hasta que balbuceó echando a correr detrás de él "¿Qué acabas de decir? ¡Yo no sé élfico! ¡No es justo! ¿Qué has dicho? ¡¿Qué?! ¡¡Legolaaaaas!!"
El enano se detuvo en seco observando como el elfo tomaba el escudo de uno de los adversarios caídos, se lo colocaba bajo sus ligeros pies que no dejan huellas ni en la nieve y lo utilizaba para desplazarse escaleras abajo, mientras descargaba flechas contra los enemigos que se le cruzaban. Mató a cuatro antes de llegar al suelo y lanzar el escudo para clavarse en el cuello de un Uruck, cortándole la garganta. Gimli sonrió y se dijo para sí mismo "Derribado no hace más de cinco minutos, en pie otra vez, y sigue siendo el mismo de siempre."
Intentaron llegar a la fortaleza, pero tras la muralla del abismo ya habían entrado miles de Uruck-hai, y Gimli y Legolas se vieron atrapados entre ellos y Cuernavilla. Al menos les consoló que alcanzaron a ver a Aragorn mucho más cerca de la fortaleza.
El caraj de Legolas se había quedado vacío. Ya no le quedaba ninguna de las flechas de Lórien, las que la dama Galadriel, Reina del bosque de Lothlórien, le había dado como presente. Guardó su arco, se llevó las manos tras sus hombros y sacó dos cuchillos de empuñadura de hueso pálido con el dibujo tallado en oro de un árbol muy frondoso que se extendía a lo largo de toda la pieza. Los filos eran de reluciente plata, con hojas entrelazadas dibujadas en oro y que acababan en la fina punta formando un espiral. Les dio un giro malabárico entre sus ágiles dedos y seguidamente apuñaló a un Uruck-hai que se le echaba encima. Era increíble la cantidad de armas y cosas que Legolas sabe utilizar cuando lo necesita o cuando la situación lo requiere. A su lado, Gimli tomó su más afilada hacha de guerra y luchó como nunca antes un elfo había visto a un enano.
Aragorn estaba muy cerca de Cuernavilla. Desgraciadamente, algunos Uruck-hai también estaban cerca. Andúril batió a uno justo antes de que el hijo de Arathorn oyera la voz del rey de Edoras, gritándole: "¡Aragorn, retirada al Fortín!"
"¡Am Marad! ¡Am Marad!" - empezó Aragorn a dar gritos a las tropas de elfos, mientras se dirigía al Fortín, cumpliendo con la orden de Theoden Rey y batallando contra los Uruck-hai que aun se le interponían en su camino. Volvió su mirada a las murallas y en el muro inferior vio a Haldir.
El capitán de Lothlórien blandía su espada con agilidad. Su capa roja desgarrada aun ondeaba y sus lisos cabellos rubios estaban manchados de sangre orca, al igual que su cara, ensuciada por el polvo y la lluvia.
"¡Haldir!" - oyó Aragorn llamarle. Dio el último golpe a un Uruck y se volvió a él - "¡Na Barad!" - le dijo el hombre haciendo señas con el brazo en dirección al Fortín. Haldir asintió con una sonrisa, pero suspirando a la vez de cansancio.
"¡Am Marad!" - empezó Haldir a gritar a sus soldados elfos. Haciendo caso a sus órdenes, todos comenzaron partir, no sin dejar de luchar contra más de un Uruck-hai en su camino.
Una de las horrendas criaturas creadas por Saruman en los fosos de Isengard atacó a Haldir cuando éste daba órdenes de retirada. El capitán elfo no se detuvo a mirar las negras armaduras que cubrían la fea piel oscura y antinatural del semi-orco-semi-duende ni a su duro caco de hierro que ocultaba una espantosa cara de ojos carmesí por seguro envuelta en una larga cabellera negra, rasposa y sucia como el carbón; contraatacó con su espada, ligera pero terriblemente mortal, cuando de repente sintió un gran dolor en la cintura, en el costado izquierdo, por lo que tuvo que dejar escapara un quejido de dolor a través de sus labios; un dolor que nunca había sentido antes y que le dejó sin respiración. Se miró, y vio una gran herida que sangraba a chorros. El dolor se hacía tan insoportable que no podía sentir nada más. Suns agudos oídos de elfo no oían nada y su tacto no sentía la piedra bajo sus pies ni la humedad de la sangre descendiendo por su pierna izquierda. Miró a su alrededor, confuso. Un Uruck-hai estaba tras suyo. Levantó su negra espada y se la clavó a Haldir en la espalda. El elfo no pudo ni gritar.
"¡¡Haldir!!" - no oyó la voz distante de Aragorn, gritando entre el estruendo de la batalla, pues el montaraz lo había visto todo. Haldir cayó de rodillas, con una extraña mirada en el rostro que la noche ocultaba con su velo oscuro. Aragorn corrió escaleras arriba, lo más rápido que sus agotadas piernas le permitían. Tenía que llegar a él, pero había innumerables Uruck-hai dispuestos a cortarle el paso.
Haldir miró aun con confusión en los ojos al suelo cubierto por los cadáveres. Cadáveres de elfos. Estaban inmóviles, pálidos y emblanquecidos, con los labios morados y los ojos muy abiertos. Había algo en esos ojos que nunca había visto antes: era como si tuvieran ojos que no podían ver, y algunos estaban rojos y lloraban sangre. Entonces su rostro dejó la confusión para mostrar temor y una expresión que decía - Voy a morir -
Entonces llegó Aragorn, que se arrodilló tras el elfo y le abrazo por la espalda, rodeándole la cintura con sus fuertes brazos. La cabeza de Haldir cayó sin vida sobre el hombro de Aragorn. El capitán de Lothlórien había muerto.
Aragorn cerró los ojos, conteniendo las lágrimas y aferrándose a su amigo elfo. Puso una mano contra su pecho lamentándose. Pudo haber llorado su pérdida, pero no lo hizo. Sabía que no podía demorarse ahí, entre el peligro. Se puso en pie dejando el cuerpo de Haldir que descansase sobre la roca donde había caído. La furia lo había invadido y atacaba a sus enemigos con ira. Iban a pagar por lo que le habían hecho a Haldir. Sin pensárselo, Aragorn saltó sobre una escala de Uruck-hais que iba a posarse en el muro. Su contrapeso hizo que la escala cayera abajo, y con un grito Aragorn se soltó para caer sobre el ejército a los pies del Abismo de Helm. Allí descargó su furia a golpes de espada, hasta que saciada su pena volvió al Fortín.
Legolas llegó a la pequeña fortaleza. Se dio la vuelta. No tuvo que buscar mucho hasta ver a Gimli, batallando no muy lejos de él. "¡Gimli!" - le llamó - "¡Ven Gimli! ¡Entremos!"
"¡Entra tú! ¡Yo me quedo aquí fuera un rato más! ¡Esto está abarrotado de presas fáciles!" - respondió.
"¡Ni lo intentes! ¡Más Uruck-hai están llegando! ¡Esto se está poniendo peligroso! ¡Protejamos las puertas de Cuernavilla! ¡Es lo mejor que podemos hacer!"
Gimli no respondió. Estaba concentrado en abatir a su enemigo y no salir herido en el intento. Una oleada de Urucks llegaban por la entrada abierta en la muralla por la explosión. Unas manos agarraron a Legolas por los brazos. Eran dos elfos, y se lo estaban llevando a rastras al Fortín. Legolas intentó luchar contra ellos. "¡¿Qué estáis haciendo?! ¡Soltadme! ¡Avo! ¡Daro! ¡Dartho!" - les gritó en el idioma élfico. - ¡Gimli! ¡Gimliiii!" - Le metieron en la pequeña fortaleza. Lo último que vio antes que hombres y elfos levantasen una barricada impidiendo la entrada tanto a Uruck-hai como a sus aliados, fue a Gimli, luchando valientemente y siendo rodeado por cientos de enemigos.
En la entrada de Cuernavilla las cosas no progresaban muy bien. Con un duro golpe el ariete abrió un agujero en las puertas. Unos Uruck-hai comenzaron a disparar flechas por la abertura y dos o tres hombres que empujaban manteniendo las puertas cerradas cayeron antes que otros de los suyos trajesen sus lanzas y arcos para persuadir a los Uruck-hai, que gruñían y rugían mientras hacían lo posible por terminar de destruir las puertas.
"¡Al portón! ¡Empuñad las espadas!" - dijo Théoden valerosamente. Gamling y sus fieles sirvientes desenfundaron sus espadas y se dirigieron paso decidido a las puertas de Cuernavilla, dispuestos a echar una mano a sus hombres.
Aragorn acababa de llegar dentro el Fortín. Habían levantado una barricada para impedir el paso de las tropas de Saruman a la fortaleza, por lo que se había visto obligado a hacer un rodeo hasta encontrar a un joven que le lanzó una cuerda desde el tejado del Fortín para que subiera. Se dispuso a marchar al portón, donde necesitaban mucha ayuda en el momento, cuando oyó una voz grave muy familiar.
"¡¿Qué estáis haciendo?! ¡¿Para qué me detenéis ahora?! ¡Arg!"
"¡Gimli!" - corrió hacia el enano, que en el preciso momento dejó de resistirse a los elfos que lo arrastraban.
"¡Aragorn! ¡Cuanto me alegro de verte sano y salvo!"
"¡Me gustaría decirte lo mismo! ¡Pero debo decir que me alegro de verte aun en pie!" - dijo Aragorn refiriéndose a las muchas heridas que Gimli mostraba. Aragorn podía ver que el enano sangraba del hombro izquierdo, el estómago y la pierna derecha. A demás, se le veía muy agotado y se apoyaba firmemente a en su hacha, no fuera que se le doblasen las rodillas. Mas su dura mirada de fuego disimulaba el cansancio.
"Oh. No son más que rasguños que me he hecho ahí fuera. Estaba ya en el trigésimo quinto cuando vinieron esos dos elfos y se me llevaron a rastras. ¡Qué mala suerte!"
"O buena, diría yo. No creo que hubieras aguantado mucho más. El patio interior está completamente abarrotado. Pero, ¿a qué esperamos? ¡Sígueme! ¡En el Portón necesitan de nuestra ayuda!"
En el Portón, los hombres continuaban resistiendo duramente al ataque de las tropas de Saruman. Las puertas se hacían pedazos con los golpes que daban con su ariete, pero los hombres la defendían bastante bien con sus lanzas, clavándoselas al Uruck-hai que se interpusiese entre ellos y la abertura del Portón roto. El Rey Théoden estaba con ellos, resistiéndolos. Los enemigos también empuñaban aun sus lanzas negras y una de ellas alcanzó al rey en el hombro cuando éste intentaba montar una barricada en las puertas junto a muchos otros hombres.
"¡Abrid paso!" - gritó Gamling llevándose a Théoden de la Marca herido, dando empujones para abrir paso entre la multitud. - "¡No aguantaremos mucho más!" - dijo una vez él y su rey alcanzaron un lugar más seguro, y miró atrás al Portón, donde las puertas amenazaban en abrirse a cada segundo, mas los hombre las cerraban de nuevo cada vez que se abrían con un poderoso golpe.
En ese preciso momento llegaron Aragorn, hijo de Arathorn y Gimli, hijo de Gloin. Aragorn se volvió al rey, que se disponía a preparase para defender las puertas otra vez. "¿Cuánto tiempo precisáis?"
"Cuanto puedas darme." - respondió Theoden.
Aragorn asintió. "¡Gimli!" - le llamó para que le siguiera y el enano así lo hizo, aunque fatigado. Ignoró el dolor que sentía por sus músculos y acompañó a Aragorn a través de un corto pasadizo de no más de un metro de largo que llevaba a una puerta gris, del mismo color que la piedra con la que estaba construida la fortaleza. Daba al exterior; Gimli lo notó cuando al abrirla le llegó el clamor de la guerra y la fresca brisa nocturna. Aragorn la cerró silenciosamente y cuidando que nadie pudiera oírles. Se encontraban a la derecha de las puertas de Cuernavilla, escondidos tras las paredes circulares de la entrada. Sigilosamente, el Montaraz echó una rápida ojeada a su derecha. Gran cantidad de Uruck-hai estaban abarrotados contra las viejas puertas de madera y la golpeaban incansablemente. Si continuaban así, las puertas caerían abajo en cualquier momento, a pesar de los hombres que con tanto esfuerzo hacían lo que podían por mantenerlas cerradas desde dentro.
"¡Oi! ¡Ya son nuestros!" - dijo Gimli sacudiendo su hacha con excitación. El enano casi saltaba de la emoción.
Aragorn le miró con la no-hay-porqué-emocionarse-tanto cara. "Es un salto largo." - le dijo.
Gimli, con los ojos muy abiertos, echó una ojeada. Ya no parecía tan exaltado cuando vio los varios metros que les separaban de los Uruck-hai por una gran caída abajo. Gimli intentó decirle algo a Aragorn, aunque sus palabras no le salían. Miró hacia otro lado, no queriendo ver los ojos del Montaraz, y al final dijo rápidamente y con un hilo de voz casi inaudible: "Empújame."
Aragorn quedó tan sorprendido que por un momento pensó que no le había entendido bien. ¿Gimli le estaba pidiendo que le empujase? ¿El mismo Gimli que dijo "¡Nadie empuja a un enano!" cuando estaban atrapados en las Minas de Moria? Unos segundos después, Aragorn sólo pudo decir: "¿Qué?"
"No puedo saltar esa distancia. Empújame." - dijo Gimli nerviosamente y sin mirarle aun. Aragorn asintió con la cabeza y le tomó por los hombros, notando como los tensados músculos del enano se relajaban, pero casi en seguida Gimli se volvió a él nervioso otra vez. - "¡Oh! No se lo digas al elfo."
"Ni una palabra." - prometió el otro y con un rápido movimiento levantó a Gimli y le lanzó a la rampa del Portón, sobre los Uruck-hai, que no esperaban que un enano viniera por los aires volando. Aragorn tomó terreno para correr y dar su gran salto con un grito de guerra. Los Uruck-hai estuvieron tan aturdidos por la súbita aparición de los dos guerreros que tuvieron que apartarse de las puertas asombrados. Muchos de ellos cayeron ante la espada Andúril y la poderosa hacha.
"¡Apuntalad el Portón!" - ordenó el rey Théoden desde el interior. Los hombres tenían una buena oportunidad para asegurar bien las puertas, ahora que Aragorn y Gimli persuadían al enemigo. Rápidamente utilizaron madera y clavos de acero para cubrir la gran abertura que habían causado los Uruck-hai con el tronco de ariete. Pronto no quedaba más que un pequeño agujero en las puertas por donde Théoden podía mirar y ver a Aragorn y Gimli luchando valerosamente. - "¡Aragorn!" - le llamó y él le miró - "¡Salid de ahí!" - dijo antes de cerrar y asegurar completamente el Portón, dejando al Montaraz y al enano a fuera, amenazados por miles de guerreros Uruck-hai furiosos, y sin ningún lugar por el que poder escapar. Ya no podían volver por donde habían venido. Estaban rodeados.
Aragorn miraba aturdido donde la última vez había visto la cara del Rey. ¿Qué salieran de ahí? ¿Cómo? La única escapatoria que tenían era la entrada a la fortaleza, que acababa de ser cerrada. ¡Estaban atrapados! Gimli, a su lado, también miraba el Portón aturdido. No se dieron cuenta de que un Uruck-hai con muy malos humos se les acercaba por detrás hasta que fue demasiado tarde. Se vieron atrapados en unos fuertes brazos pestilentes que les agarraban el cuello con ira.
The Balrog of Altena: ¡Final del capítulo 3ro! ¡Sólo queda uno más, titulado "¿Victoria o pérdida?"! ¿No habrías pensado que hiba a matar a Legolas, verdad? ¡No! ¡Es demasiado majo para matarle! ^_^
Bueno, hasta ahora ha venido la parte Action/Adventure de la historia; en el último cap. vendrá la parte dramática hua hua!
Debo decir que en el libro Haldir no muere en el Abismo de Helm, es más, ni siquiera estaba allí. Pero, vamos, tenía que escribir esta parte tan emocionante de la película.
Por favor, elegid una de estas historias para mi próximo fic:
- Un fic sobre Frodo y Sam en su camino a Mordor (puede que Gollum también aparezca) *Accion/Adventure/Drama* (Será el fic más corto que habré escrito en mi vida. Bueno, puede que no tanto)
- Un fic sobre Aragorn, Legolas y Gimli cuando persiguen a los Uruck-hai que han capturado a Merry y a Pippin (también aparecería Saruman) *Accion/Adventure*
- O un fic sobre toda la Compañía, después de haber dejado Rivendel y antes de llegar a Moria. *Accion/Adventure/ Mistery* (Seguramente habrá al menos un personaje nuevo con el que se encuentren y también habrá algo de humor)
Namárië y muchas gracias por vuestros reviews.
* A' maelamin aier mellon nin = Mi querido pequeño amigo mio.
* Am Marad = Al Fortín.
* Avo = No
* Daro = Parad (stop en inglés)
* Dartho = Deteneos
Capítulo 3ro: El asalto de Cuernavilla.
"¡Legolas!" Gimli se arrodilló junto al elfo caído e inmediatamente acercó el oído a sus labios. Pero no sintió respiración. Aquello lo alarmó aun más, pero aun así acercó el oído al pecho de Legolas con la esperanza de oír sus palpitaciones. Pero no oyó nada, ni una señal de vida. Fue entonces cuando Gimli vio el rostro de Legolas. Pálido, con ojos muy abiertos y mirando a ningún lugar. Sangre roja derramaba por su frente hasta el cuello.
"Legolas... no...." Gimli iba a acariciar el rostro del elfo cuando una sombra le avisó de que un Uruck-hai se le acercaba por detrás. Con un rápido movimiento se dio la vuelta y le cortó las piernas a la criatura, que cayó gritando de agonía. "¡No le tocaréis!" - dijo y tomó a Legolas en brazos y lo arrastró junto al muro superior, en la oscuridad, esperando que allí no fueran vistos por ojos enemigos. Ni el mismo Gimli supo de donde sacó las fuerzas para arrastrar al príncipe elfo, el cual era muy pesado por un enano. Podría haber sido gracioso ver a Gimli arrastrando a alguien casi el doble de su tamaño, pero la situación no era para reírse. Le tumbó suavemente y con cuidado colocó su cabeza ensangrentada sobre sus rodillas.
Colocó su mano sobre la herida. Parecía que ya no sangraba más, pero eso no le consolaba, porque Legolas yacía muerto, y por eso la mano de Gimli temblaba sobre la frente del elfo. Sin dejar nunca de mirarle, pasó por su mente el recuerdo del día en el que se conocieron en el Concilio de Elrond, en Imladris. No empezaron su amistad con buen pie, que digamos. La verdad era que Gimli fue el primero en ser grosero. Recordaba perfectamente las primeras palabras que le había dicho, y no fueron muy corteses, claro. "No se entra así como así en Mordor." - dijo Boromir aquel día - "Son más que Orcos lo que guardan sus negras puertas. Habita en su seno un mal que nunca duerme. Y el Gran Ojo permanece alerta. Es una yerma extensión, pasto del fuego, cenizas y polvo. El aire que se respira es vapor venenoso. Ni con diez mil hombre podría hacerse. Es un disparate."
"¿No has escuchado nada de lo que Elrond ha dicho?" - le había respondido Legolas, poniéndose en pie. Miró a todos los presentes al concilio - "¡El anillo debe de ser destruido!"
Fue entonces cuando Gimli, después de ponerse en pie, le dijo -"¿Y supongo que serás tu el que se ofrece a hacerlo?" - Lo recordaba perfectamente. Recordaba cómo le miró Legolas después de que dijera aquello: inexpresivamente, sin mostrar ni enfado ni molestia.
"¡¿Y si fracasamos qué?!" - continuó Boromir, pero ni Legolas ni Gimli le prestaron atención. Seguían mirándose - "¡¿Qué pasará si Sauron recupera lo que es suyo?!"
"¡Antes muerto que ver el Anillo en manos de un elfo!" - fue lo que le dijo Gimli (un buen comienzo para una gran amistad, ¿verdad?). Gimli recordaba perfectamente cómo después de decir aquellas palabras los acompañantes de Legolas se pusieron en pie para defender a su príncipe, pero Legolas abrió sus brazos para detenerlos. Los acompañantes enanos de Gimli también se pusieron en pie y empezaron a discutir con los elfos. Gimli también discutió, y dijo cosas que ahora sentía haber dicho, mas Legolas fue el único que no habló (claro que tiempo después Gimli descubrió que el elfo odiaba las discusiones) y lo único que hizo fue intentar detener a sus compañeros elfos, no prestando atención a lo que Gimli dijo. - "¡Nadie confía en un elfo!"
Ése fue su desastroso comienzo. Después de formar la Compañía, no discutieron más ni tuvieron ninguna pelea, aunque no se llevaban nada bien. Fue una suerte que Legolas fuera un elfo muy callado, porque sino tal vez sí que hubiera pasado algo entre ellos; pero como no fue así, aprendieron a respetarse. Al final, llegaron a formar una gran amistad. Gimli no recordaba como empezó, pero sí recordaba que tras su partida del Bosque Negro hacia el bosque de Lothlórien Legolas cambió y cada día se mostró más abierto a los demás hasta llegar a llevarse tan bién con todos los de la Compañía, tanto como los hobbits hacen entre ellos. ¡Incluso empezó a bromear! Y más de una vez oían su dulce y melodiosa risa elfa. Durante las siguientes semanas, Legolas se volvió más protector con ellos, porque todos eran sus mejores y verdaderos amigos.
Gimli aun le miraba. Legolas seguía igual. Completamente quieto, sin ni siquiera mover los ojos. Sólo los tenía abiertos, con las pupilas dilatadas pero sin mirar a nada, como si fueran ciego. Un último recuerdo le vino a la memoria antes de que una sola lágrima se deslizara por su rasposa piel hasta perderse en su espesa barba marrón rojiza; lo que había ocurrido no hacía más de dos días atrás, o más bien lo que había dicho Legolas cuando Eomer de la Marca le dijo estas palabras al enano: "Enano, te rebanaría la cabeza si se alzara un poco más del suelo"
"¡Estarías muerto antes de tocarle!" - había dicho Legolas, apuntando una flecha con un rápido movimiento entre las cejas de Eomer. Gimli recordaba perfectamente qué impresionado quedó aquel día, viendo como Legolas amenazaba a Eomer de muerte por él, y arriesgando su vida, ya que cientos de caballeros Rohirrim le estaban acechando con sus lanzas, protegiendo a su capitán Eomer. Y a pesar de eso, Legolas no se inmutó, sino que miraba al hombre con furia y odio, de tal manera que impresionó tanto a Gimli como a Aragorn, porque nunca le habían visto de así. Por suerte Aragorn acabó con el aire hostil que los rodeaba y nada ocurrió. Aunque Legolas nunca dejó de mirar a Eomer como se ha dicho antes, al menos no hasta que oyó las desagradables noticias de los dos hobbits secuestrados y todos pensaron que estaban muertos. A partir de entonces, Legolas no había podido disimular su enorme tristeza. Gimli recordaba cómo su amigo elfo le consoló con tiernas palabras.
No. No podía estar muerto. No ahora que su amistad se había hecho tan fuerte. No después de prometer que su lazo nunca se rompería*[tBoA: esta parte la escribiré en el cuarto o quinto libro de 'Las Aventuras de la Compañía']¿Qué haría ahora sin poder quejarse al elfo por no hacer más que cantar viejas canciones élficas con voz dulce y melodiosa todas las noches? ¿No volvería a oír su suave voz y sus cálidas risas? Habían cabalgado, reído, luchado, habían hecho mil y una cosas juntos; no podía morir ahora. Los elfos no mueren. Se suponía que Legolas debía vivir hasta el último día de la anciana Tierra Media.
"¡Legolas!" - le llamó casi entre sollozos y le sacudió - "¡Legolas, maldita sea, elfo debilucho! ¡Si te mueres me las apañaré para devolverte a la vida y matarte yo mismo con mi propia hacha!" - le sacudió más fuerte y entonces a Gimli le pareció ver que Legolas parpadeaba. Dejó de sacudirle. Gimli sintió ganas de llorar de alegría al ver como el elfo volvía su cabeza a él y le miraba con sus ojos azul zafiro, vivos de nuevo.
"¿Gimli...? ¿Qué...?" - de repente Legolas se alarmó e intentó incorporarse - "¡Aragorn! ¡Aragorn está-!"
"¡Está bien, amigo mio, está bien!" - dijo Gimli sujetándole para que no se levantase - "¡Está allí abajo, protegiendo la fortaleza!"
"Ha sido mi culpa, Gimli, tengo que ir y-"
"¡Tu no vas a ninguna parte! ¡No hasta que me haya asegurado de que tu herida no es grave!"
"No es nada. Creo que me golpeó una piedra. Debió caerse del muro superior." dijo Legolas tocándose la frente mientras Gimli le ayudaba a sentarse.
"¿Estás seguro de que no es nada? ¿Cómo te encuentras? Dime, ¿sientes mucho dolor?" - Legolas se sintió conmovido al detectar cierta preocupación en el tono de Gimli.
"Sólo estoy un poco mareado. Se me pasará.... ¿Gimli?"
El enano parpadeó- "¿Si?"
"En lugar de estar aquí perdiendo el tiempo podrías haber aprovechado el momento y haber acabado con más de esos Urucks mientras yo estaba fuera de combate. Me hubieras superado por seguro."- dijo el elfo sonriendo.
" ¿Dices que salvarte la vida es perder el tiempo?¡Qué estupidez! ¿Y de verdad crees que soy tan cruel? Cuando te vi malherido se me olvidó toda razón por competir." - dijo el enano con molestia.
"¿No te estarás poniendo melancólico ahora?" - bromeó Legolas sintiéndose alegre de nuevo y recuperado del todo.
"Creo que esa piedra te ha dado muy fuerte. Aun sufres alucinaciones." Legolas se echó a reír y Gimli se le unió también.
Mientras tanto, los Uruck-hai ya habían llegado a la entrada de Cuernavilla. Desde arriba en la almena, los hombres y niños podían ver como los escudos de la mano blanca se movían como ondas de agua al dejar paso a otro grupo de Uruck-hai que venía protegiéndose por el centro cargando con el enorme tronco de árbol que seguramente habían talado en el Bosque de Fangorn. Los Uruck dejaron de protegerse con el escudo para ayudar a descargar el tronco con todas sus fuerzas contra las puertas, de tal manera que casi las echaron abajo.
"¡Haced una barricada en la entrada!" - ordenó el rey Théoden, que estaba de pie junto a la puerta en el momento en que los Uruck-hai la atacaron. Decenas de hombres corrieron a ella y empujaron, intentando que por encima de todo que las puertas no se abrieran. Otros empezaron a cerrarlas con lanzas y otras cosas que tenían a mano. A cada golpe que los Uruck-hai daban con el tronco, los hombre eran echados hacia atrás, abriendo ligeramente las puertas, mas éstos volvían a la defensa, empujando para mantener las puertas cerradas incluso cuando ya sentían dolor en el cuerpo de tanto tensar los músculos haciendo fuerza. A la vez los más ancianos y algún que otro niño, como Háreth, seguían lanzándoles piedras desde el muro superior y el tejado de la fortaleza. Ahora les daban mejor, porque los Uruck.-hai habían apartado sus escudos para agarrar y golpear la alta puerta de madera podrida por los años con el gigantesco ariete. - "¡Contenedlos! ¡Con firmeza!" - fue la última orden del rey a sus hombres antes de salir de Cuernavilla en busca de Aragorn, heredero de Isildur.
Legolas y Gimli ya se habían puesto en pie. Oyeron un estruendo que de alguna forma extrañó a los dos. "¿Un trueno?" - preguntó Gimli. Legolas miró el cielo nocturno.
"Imposible. La lluvia ha cesado y las nubes negras abren paso a las estrellas. La luna nos mira" - respondió Legolas volviendo su mirada a la entrada de Cuernavilla. - "Parece que tienen problemas."
Gimli echó una ojeada (subiéndose a una roca para poder ver sobre la alta pared de la muralla) y vio a qué se refería. Los Uruck-hai estaban empleando un fuerte tronco como ariete para derribar las puertas. De allí procedía el ruido que le había parecido un trueno. "Pues entonces, ¿a qué esperamos?" - dijo el enano sonriendo como un niño cuando acaba de planear su travesura y empuñando firmemente su querida hacha - "¡Vayamos a cortar unas cuantas cabezas!"
"¡Bajemos a por ellos, a' maelamin aier mellon nin!" - dijo Legolas con una sonrisa y dándose la vuelta para correr hacia las escaleras.
Gimli se quedó de pie un momento con el ceño fruncido, hasta que balbuceó echando a correr detrás de él "¿Qué acabas de decir? ¡Yo no sé élfico! ¡No es justo! ¿Qué has dicho? ¡¿Qué?! ¡¡Legolaaaaas!!"
El enano se detuvo en seco observando como el elfo tomaba el escudo de uno de los adversarios caídos, se lo colocaba bajo sus ligeros pies que no dejan huellas ni en la nieve y lo utilizaba para desplazarse escaleras abajo, mientras descargaba flechas contra los enemigos que se le cruzaban. Mató a cuatro antes de llegar al suelo y lanzar el escudo para clavarse en el cuello de un Uruck, cortándole la garganta. Gimli sonrió y se dijo para sí mismo "Derribado no hace más de cinco minutos, en pie otra vez, y sigue siendo el mismo de siempre."
Intentaron llegar a la fortaleza, pero tras la muralla del abismo ya habían entrado miles de Uruck-hai, y Gimli y Legolas se vieron atrapados entre ellos y Cuernavilla. Al menos les consoló que alcanzaron a ver a Aragorn mucho más cerca de la fortaleza.
El caraj de Legolas se había quedado vacío. Ya no le quedaba ninguna de las flechas de Lórien, las que la dama Galadriel, Reina del bosque de Lothlórien, le había dado como presente. Guardó su arco, se llevó las manos tras sus hombros y sacó dos cuchillos de empuñadura de hueso pálido con el dibujo tallado en oro de un árbol muy frondoso que se extendía a lo largo de toda la pieza. Los filos eran de reluciente plata, con hojas entrelazadas dibujadas en oro y que acababan en la fina punta formando un espiral. Les dio un giro malabárico entre sus ágiles dedos y seguidamente apuñaló a un Uruck-hai que se le echaba encima. Era increíble la cantidad de armas y cosas que Legolas sabe utilizar cuando lo necesita o cuando la situación lo requiere. A su lado, Gimli tomó su más afilada hacha de guerra y luchó como nunca antes un elfo había visto a un enano.
Aragorn estaba muy cerca de Cuernavilla. Desgraciadamente, algunos Uruck-hai también estaban cerca. Andúril batió a uno justo antes de que el hijo de Arathorn oyera la voz del rey de Edoras, gritándole: "¡Aragorn, retirada al Fortín!"
"¡Am Marad! ¡Am Marad!" - empezó Aragorn a dar gritos a las tropas de elfos, mientras se dirigía al Fortín, cumpliendo con la orden de Theoden Rey y batallando contra los Uruck-hai que aun se le interponían en su camino. Volvió su mirada a las murallas y en el muro inferior vio a Haldir.
El capitán de Lothlórien blandía su espada con agilidad. Su capa roja desgarrada aun ondeaba y sus lisos cabellos rubios estaban manchados de sangre orca, al igual que su cara, ensuciada por el polvo y la lluvia.
"¡Haldir!" - oyó Aragorn llamarle. Dio el último golpe a un Uruck y se volvió a él - "¡Na Barad!" - le dijo el hombre haciendo señas con el brazo en dirección al Fortín. Haldir asintió con una sonrisa, pero suspirando a la vez de cansancio.
"¡Am Marad!" - empezó Haldir a gritar a sus soldados elfos. Haciendo caso a sus órdenes, todos comenzaron partir, no sin dejar de luchar contra más de un Uruck-hai en su camino.
Una de las horrendas criaturas creadas por Saruman en los fosos de Isengard atacó a Haldir cuando éste daba órdenes de retirada. El capitán elfo no se detuvo a mirar las negras armaduras que cubrían la fea piel oscura y antinatural del semi-orco-semi-duende ni a su duro caco de hierro que ocultaba una espantosa cara de ojos carmesí por seguro envuelta en una larga cabellera negra, rasposa y sucia como el carbón; contraatacó con su espada, ligera pero terriblemente mortal, cuando de repente sintió un gran dolor en la cintura, en el costado izquierdo, por lo que tuvo que dejar escapara un quejido de dolor a través de sus labios; un dolor que nunca había sentido antes y que le dejó sin respiración. Se miró, y vio una gran herida que sangraba a chorros. El dolor se hacía tan insoportable que no podía sentir nada más. Suns agudos oídos de elfo no oían nada y su tacto no sentía la piedra bajo sus pies ni la humedad de la sangre descendiendo por su pierna izquierda. Miró a su alrededor, confuso. Un Uruck-hai estaba tras suyo. Levantó su negra espada y se la clavó a Haldir en la espalda. El elfo no pudo ni gritar.
"¡¡Haldir!!" - no oyó la voz distante de Aragorn, gritando entre el estruendo de la batalla, pues el montaraz lo había visto todo. Haldir cayó de rodillas, con una extraña mirada en el rostro que la noche ocultaba con su velo oscuro. Aragorn corrió escaleras arriba, lo más rápido que sus agotadas piernas le permitían. Tenía que llegar a él, pero había innumerables Uruck-hai dispuestos a cortarle el paso.
Haldir miró aun con confusión en los ojos al suelo cubierto por los cadáveres. Cadáveres de elfos. Estaban inmóviles, pálidos y emblanquecidos, con los labios morados y los ojos muy abiertos. Había algo en esos ojos que nunca había visto antes: era como si tuvieran ojos que no podían ver, y algunos estaban rojos y lloraban sangre. Entonces su rostro dejó la confusión para mostrar temor y una expresión que decía - Voy a morir -
Entonces llegó Aragorn, que se arrodilló tras el elfo y le abrazo por la espalda, rodeándole la cintura con sus fuertes brazos. La cabeza de Haldir cayó sin vida sobre el hombro de Aragorn. El capitán de Lothlórien había muerto.
Aragorn cerró los ojos, conteniendo las lágrimas y aferrándose a su amigo elfo. Puso una mano contra su pecho lamentándose. Pudo haber llorado su pérdida, pero no lo hizo. Sabía que no podía demorarse ahí, entre el peligro. Se puso en pie dejando el cuerpo de Haldir que descansase sobre la roca donde había caído. La furia lo había invadido y atacaba a sus enemigos con ira. Iban a pagar por lo que le habían hecho a Haldir. Sin pensárselo, Aragorn saltó sobre una escala de Uruck-hais que iba a posarse en el muro. Su contrapeso hizo que la escala cayera abajo, y con un grito Aragorn se soltó para caer sobre el ejército a los pies del Abismo de Helm. Allí descargó su furia a golpes de espada, hasta que saciada su pena volvió al Fortín.
Legolas llegó a la pequeña fortaleza. Se dio la vuelta. No tuvo que buscar mucho hasta ver a Gimli, batallando no muy lejos de él. "¡Gimli!" - le llamó - "¡Ven Gimli! ¡Entremos!"
"¡Entra tú! ¡Yo me quedo aquí fuera un rato más! ¡Esto está abarrotado de presas fáciles!" - respondió.
"¡Ni lo intentes! ¡Más Uruck-hai están llegando! ¡Esto se está poniendo peligroso! ¡Protejamos las puertas de Cuernavilla! ¡Es lo mejor que podemos hacer!"
Gimli no respondió. Estaba concentrado en abatir a su enemigo y no salir herido en el intento. Una oleada de Urucks llegaban por la entrada abierta en la muralla por la explosión. Unas manos agarraron a Legolas por los brazos. Eran dos elfos, y se lo estaban llevando a rastras al Fortín. Legolas intentó luchar contra ellos. "¡¿Qué estáis haciendo?! ¡Soltadme! ¡Avo! ¡Daro! ¡Dartho!" - les gritó en el idioma élfico. - ¡Gimli! ¡Gimliiii!" - Le metieron en la pequeña fortaleza. Lo último que vio antes que hombres y elfos levantasen una barricada impidiendo la entrada tanto a Uruck-hai como a sus aliados, fue a Gimli, luchando valientemente y siendo rodeado por cientos de enemigos.
En la entrada de Cuernavilla las cosas no progresaban muy bien. Con un duro golpe el ariete abrió un agujero en las puertas. Unos Uruck-hai comenzaron a disparar flechas por la abertura y dos o tres hombres que empujaban manteniendo las puertas cerradas cayeron antes que otros de los suyos trajesen sus lanzas y arcos para persuadir a los Uruck-hai, que gruñían y rugían mientras hacían lo posible por terminar de destruir las puertas.
"¡Al portón! ¡Empuñad las espadas!" - dijo Théoden valerosamente. Gamling y sus fieles sirvientes desenfundaron sus espadas y se dirigieron paso decidido a las puertas de Cuernavilla, dispuestos a echar una mano a sus hombres.
Aragorn acababa de llegar dentro el Fortín. Habían levantado una barricada para impedir el paso de las tropas de Saruman a la fortaleza, por lo que se había visto obligado a hacer un rodeo hasta encontrar a un joven que le lanzó una cuerda desde el tejado del Fortín para que subiera. Se dispuso a marchar al portón, donde necesitaban mucha ayuda en el momento, cuando oyó una voz grave muy familiar.
"¡¿Qué estáis haciendo?! ¡¿Para qué me detenéis ahora?! ¡Arg!"
"¡Gimli!" - corrió hacia el enano, que en el preciso momento dejó de resistirse a los elfos que lo arrastraban.
"¡Aragorn! ¡Cuanto me alegro de verte sano y salvo!"
"¡Me gustaría decirte lo mismo! ¡Pero debo decir que me alegro de verte aun en pie!" - dijo Aragorn refiriéndose a las muchas heridas que Gimli mostraba. Aragorn podía ver que el enano sangraba del hombro izquierdo, el estómago y la pierna derecha. A demás, se le veía muy agotado y se apoyaba firmemente a en su hacha, no fuera que se le doblasen las rodillas. Mas su dura mirada de fuego disimulaba el cansancio.
"Oh. No son más que rasguños que me he hecho ahí fuera. Estaba ya en el trigésimo quinto cuando vinieron esos dos elfos y se me llevaron a rastras. ¡Qué mala suerte!"
"O buena, diría yo. No creo que hubieras aguantado mucho más. El patio interior está completamente abarrotado. Pero, ¿a qué esperamos? ¡Sígueme! ¡En el Portón necesitan de nuestra ayuda!"
En el Portón, los hombres continuaban resistiendo duramente al ataque de las tropas de Saruman. Las puertas se hacían pedazos con los golpes que daban con su ariete, pero los hombres la defendían bastante bien con sus lanzas, clavándoselas al Uruck-hai que se interpusiese entre ellos y la abertura del Portón roto. El Rey Théoden estaba con ellos, resistiéndolos. Los enemigos también empuñaban aun sus lanzas negras y una de ellas alcanzó al rey en el hombro cuando éste intentaba montar una barricada en las puertas junto a muchos otros hombres.
"¡Abrid paso!" - gritó Gamling llevándose a Théoden de la Marca herido, dando empujones para abrir paso entre la multitud. - "¡No aguantaremos mucho más!" - dijo una vez él y su rey alcanzaron un lugar más seguro, y miró atrás al Portón, donde las puertas amenazaban en abrirse a cada segundo, mas los hombre las cerraban de nuevo cada vez que se abrían con un poderoso golpe.
En ese preciso momento llegaron Aragorn, hijo de Arathorn y Gimli, hijo de Gloin. Aragorn se volvió al rey, que se disponía a preparase para defender las puertas otra vez. "¿Cuánto tiempo precisáis?"
"Cuanto puedas darme." - respondió Theoden.
Aragorn asintió. "¡Gimli!" - le llamó para que le siguiera y el enano así lo hizo, aunque fatigado. Ignoró el dolor que sentía por sus músculos y acompañó a Aragorn a través de un corto pasadizo de no más de un metro de largo que llevaba a una puerta gris, del mismo color que la piedra con la que estaba construida la fortaleza. Daba al exterior; Gimli lo notó cuando al abrirla le llegó el clamor de la guerra y la fresca brisa nocturna. Aragorn la cerró silenciosamente y cuidando que nadie pudiera oírles. Se encontraban a la derecha de las puertas de Cuernavilla, escondidos tras las paredes circulares de la entrada. Sigilosamente, el Montaraz echó una rápida ojeada a su derecha. Gran cantidad de Uruck-hai estaban abarrotados contra las viejas puertas de madera y la golpeaban incansablemente. Si continuaban así, las puertas caerían abajo en cualquier momento, a pesar de los hombres que con tanto esfuerzo hacían lo que podían por mantenerlas cerradas desde dentro.
"¡Oi! ¡Ya son nuestros!" - dijo Gimli sacudiendo su hacha con excitación. El enano casi saltaba de la emoción.
Aragorn le miró con la no-hay-porqué-emocionarse-tanto cara. "Es un salto largo." - le dijo.
Gimli, con los ojos muy abiertos, echó una ojeada. Ya no parecía tan exaltado cuando vio los varios metros que les separaban de los Uruck-hai por una gran caída abajo. Gimli intentó decirle algo a Aragorn, aunque sus palabras no le salían. Miró hacia otro lado, no queriendo ver los ojos del Montaraz, y al final dijo rápidamente y con un hilo de voz casi inaudible: "Empújame."
Aragorn quedó tan sorprendido que por un momento pensó que no le había entendido bien. ¿Gimli le estaba pidiendo que le empujase? ¿El mismo Gimli que dijo "¡Nadie empuja a un enano!" cuando estaban atrapados en las Minas de Moria? Unos segundos después, Aragorn sólo pudo decir: "¿Qué?"
"No puedo saltar esa distancia. Empújame." - dijo Gimli nerviosamente y sin mirarle aun. Aragorn asintió con la cabeza y le tomó por los hombros, notando como los tensados músculos del enano se relajaban, pero casi en seguida Gimli se volvió a él nervioso otra vez. - "¡Oh! No se lo digas al elfo."
"Ni una palabra." - prometió el otro y con un rápido movimiento levantó a Gimli y le lanzó a la rampa del Portón, sobre los Uruck-hai, que no esperaban que un enano viniera por los aires volando. Aragorn tomó terreno para correr y dar su gran salto con un grito de guerra. Los Uruck-hai estuvieron tan aturdidos por la súbita aparición de los dos guerreros que tuvieron que apartarse de las puertas asombrados. Muchos de ellos cayeron ante la espada Andúril y la poderosa hacha.
"¡Apuntalad el Portón!" - ordenó el rey Théoden desde el interior. Los hombres tenían una buena oportunidad para asegurar bien las puertas, ahora que Aragorn y Gimli persuadían al enemigo. Rápidamente utilizaron madera y clavos de acero para cubrir la gran abertura que habían causado los Uruck-hai con el tronco de ariete. Pronto no quedaba más que un pequeño agujero en las puertas por donde Théoden podía mirar y ver a Aragorn y Gimli luchando valerosamente. - "¡Aragorn!" - le llamó y él le miró - "¡Salid de ahí!" - dijo antes de cerrar y asegurar completamente el Portón, dejando al Montaraz y al enano a fuera, amenazados por miles de guerreros Uruck-hai furiosos, y sin ningún lugar por el que poder escapar. Ya no podían volver por donde habían venido. Estaban rodeados.
Aragorn miraba aturdido donde la última vez había visto la cara del Rey. ¿Qué salieran de ahí? ¿Cómo? La única escapatoria que tenían era la entrada a la fortaleza, que acababa de ser cerrada. ¡Estaban atrapados! Gimli, a su lado, también miraba el Portón aturdido. No se dieron cuenta de que un Uruck-hai con muy malos humos se les acercaba por detrás hasta que fue demasiado tarde. Se vieron atrapados en unos fuertes brazos pestilentes que les agarraban el cuello con ira.
The Balrog of Altena: ¡Final del capítulo 3ro! ¡Sólo queda uno más, titulado "¿Victoria o pérdida?"! ¿No habrías pensado que hiba a matar a Legolas, verdad? ¡No! ¡Es demasiado majo para matarle! ^_^
Bueno, hasta ahora ha venido la parte Action/Adventure de la historia; en el último cap. vendrá la parte dramática hua hua!
Debo decir que en el libro Haldir no muere en el Abismo de Helm, es más, ni siquiera estaba allí. Pero, vamos, tenía que escribir esta parte tan emocionante de la película.
Por favor, elegid una de estas historias para mi próximo fic:
- Un fic sobre Frodo y Sam en su camino a Mordor (puede que Gollum también aparezca) *Accion/Adventure/Drama* (Será el fic más corto que habré escrito en mi vida. Bueno, puede que no tanto)
- Un fic sobre Aragorn, Legolas y Gimli cuando persiguen a los Uruck-hai que han capturado a Merry y a Pippin (también aparecería Saruman) *Accion/Adventure*
- O un fic sobre toda la Compañía, después de haber dejado Rivendel y antes de llegar a Moria. *Accion/Adventure/ Mistery* (Seguramente habrá al menos un personaje nuevo con el que se encuentren y también habrá algo de humor)
Namárië y muchas gracias por vuestros reviews.
* A' maelamin aier mellon nin = Mi querido pequeño amigo mio.
* Am Marad = Al Fortín.
* Avo = No
* Daro = Parad (stop en inglés)
* Dartho = Deteneos
