Las Aventuras de la Compañía: La Batalla del Abismo
de Helm.
Capítulo 4to: ¿Victoria o pérdida?
Legolas se encontraba en lo alto de la almena, el lugar perfecto para derribar algún Uruck-hai a tiro de arco. Se había preocupado por ir recogiendo flechas intactas durante todo el tiempo, por lo que ahora tenía el caraj lleno hasta casi la mitad.
Si las escalas que habían portado el ejército de Saruman habían sido un problema para ellos, más problemático era aun que comenzasen a portar escalas de más grande tamaño, por donde decenas y decenas de Uruck-hai podían subir a la vez. Era fácil subirlos a pesar de su gran peso, porque los guerreros Uruck-hai que se encontraban ya en los muros inferior y superior, los tiraban hacia ellos con cuerdas orcas.
Legolas tensó una de sus recién recogidas flechas en la cuerda de su arco, hecha por cabellos de elfo, y la disparó. Silbando en el aire la flecha atravesó una cuerda orca, rompiéndola y provocando la caída de una de las grandes escalas. Legolas estuvo tentado en sonreír. Con un sólo tiro había matado a decenas de Uruck-hai más los otros muchos que fueron aplastados a los pies del Abismo de Helm. Mas no los añadió en su cuenta. No le pareció justo ganar al enano con un truco semejante.
Justo entonces la mirada del elfo cayó en el Portón, y para su sorpresa encontró a Gimli y Aragorn rodeados por sus enemigos. No sabía cómo habían llegado allí, pero aquello no importaba; se sintió relajado y contento de verles a los dos con vida, en especial a Gimli, del cual se había separado en un mal momento. Pero ése sentimiento no duró ni un segundo, porque vio que sus dos compañeros estaban metidos en un gran problema. Un fornido Uruck-hai les tenía presos entre sus poderosos brazos, y por si fuera poco estaban atrapados en aquella subida a la entrada de Cuernavilla, ya que las puertas habían sido apuntaladas y el único camino libre, que les llevaba al sur, estaba infestado por el inmenso ejército de Uruck-hai que creían interminable. Diez mil Uruck-hai, había dicho Aragorn, cuando alcanzó Hornburg tras su 'desaparición' en la batalla contra los jinetes de Huargos. Tenía que hacer algo, lo que fuera, para ayudarles.
Ni Aragorn ni tampoco Gimli habían esperado el repentino ataque por sus espaldas. Ahora se veían atrapados en los brazos de un Uruck-hai que les estrechaban el cuello con fuerza hasta que sintieron que el aire se les atascaba en la garganta. Aragorn empezaba a tener dificultades para respirar cuando oyó la voz de su amigo elfo por encima de sus cabezas.
"¡Aragorn!" - les llamó y les lanzó una cuerda lo suficientemente larga como para llegar a tocar el suelo de la rampa de Cuernavilla.
La esperanza volvió al corazón del Montaraz, el ual instintivamente golpeó al Uruck-hai en el costado con su espada, dejándoles a ambos libres. Sin perder un segundo de su tiempo, Aragorn agarró la cuerda con una mano y con la otra sujetó a Gimli por la cintura. Legolas, ayudado por algunos elfos y hombres, tiró de la cuerda para subirles justo en el momento en que varios Uruck-hai se les abalanzaban encima. Pero sólo tocaron viento, porque para entonces Aragorn y Gimli ya estaban suspendidos en el aire.
Tiraron con todas sus fuerzas para subirles. Mientras tanto, más escalas de las grandes llegaban y para cuando los dos recién rescatados llegaron a la almena, las murallas estaban más colmadas que nunca. Todos se habían puesto ya a la lucha, menos Legolas que ayudó a sus compañeros a alcanzar el lugar tirándoles a los dos de los brazos.
"Hannon le, Legolas." - dijo Aragorn una vez sus pies hubieron tocado el suelo de la almena. Legolas le miró de arriba a bajo seriamente.
"Vuelves a estar horrible. Ya te dije yo que no serviría de nada darte un baño antes de la batalla."
"Sí, yo también me alegro de verte sano y salvo." - dijo Aragorn con una sonrisa socarrona. Legolas sonrió y los dos se dieron una amistoso apretón de manos. Luego volvió su atención al enano.
"¡Gimli! ¡Por Valar! ¿Te han herido?" - exclamó Legolas al ver las muchas heridas en el cuerpo del enano.
"No temas amigo Legolas, estos rasguños no pueden acabar con Gimli." - dijo mientras se la dibujaba una sonrisa bajo el espeso mostacho - ¡Los enanos pueden aguantar en pie una noche entera de lucha y guerra!"
"Tus ojos me dicen que estás agotado." - dijo Legolas con preocupación en la voz.
"¡Ya os dije que los enanos no necesitamos recuperar fuerzas! La guerra aun no ha terminado y tenemos un pequeño asunto entre manos, ¿recuerdas? ¡Yo ya he batido mi propio record!" Entonces oyeron la voz del Rey dando gritos.
"¡Repliegue a todos! ¡Ponga retirada!" Estaba hablando con Gamling. El soldado comenzó a esparcir la orden.
"¡Volved! ¡Volved! ¡Todos atrás! ¡Hay que revisar el Portón! ¡Que no entren en la fortaleza! ¡Retirada! ¡Retirada!"
"Vayamos los tres. Juntos esta vez." - propuso Aragorn. Todos asintieron y partieron escaleras abajo, al interior de la fortaleza. Para cuando llegaron los hombres volvían a tener graves problemas con las puertas, y por todos sus medios intentaban apuntalarlas de nuevo. No perdieron un instante en unirse a ellos. Comprobaron con horror que si soltaban las puertas un instante, era seguro que se vendrían abajo y los Uruck-hai invadirían la fortaleza, llegarían a las Cuevas Centelleantes, y matarían a las mujeres y niños. Sería una masacre.
Aragorn y Legolas tomaron un pesado banco de madera para utilizarlo en la barricada del Portón. El Rey estaba de pie frente a ellos, observando a sus hombres, que se esforzaban por mantener las puertas en pie y cerradas, mas os ojos de Théoden mostraban que había perdido toda esperanza. "Han tomado la fortaleza," - dijo - "Es el fin."
"Dijisteis que no caería mientras la defendierais. Y seguís defendiéndola. Ellos han muerto defendiéndola." - dijo Aragorn acercándose al Rey de Edoras y dejando que Legolas se llevase solo el banco de madera. - "¿No hay otra salida en la caverna para las mujeres y los niños?" -El Rey no respondió. Estaba con la mirada perdida al suelo. A su lado, Gamling le miraba, preguntándose si debería hablar por él. - "¡¿Hay alguna otra salida?!" - volvió a preguntar.
"Hay un pasadizo. Lleva a las montañas." - dijo Gamling - "Pero no llegarán lejos, los Urucks son demasiados." - añadió echando una ojeada al Portón, donde los hombres luchaban por protegerlo entre los gritos de júbilo de los Uruck-hai que se oían desde el exterior, tan contentos porque sabían que en cualquier momento podrían derribar las puertas e invadir la fortaleza.
Aragorn puso una mano en el hombro de Gamling. "Ordena a mujeres y niños que vayan a paso de montaña. ¡Y poned una barricada!"
"Demasiada muerte." - habló Théoden Rey. Y todos le miraron. - "¿Qué pueden los hombres ante tan aciado destino?" Las palabras del rey estaban llenas de desesperanza. Gamling partió a las cuevas con la cabeza gacha. Aragorn le miró, con unos ojos que decían comprender la tristeza de Théoden. De repente, se le iluminó el rostro.
"Cabalgad conmigo." - dijo. Théoden le miró estupefacto - "Resistid y enfrentadlos."
"Por la muerte y la gloria." - dijo el rey iluminándosele el rostro también. Araogrn dio un paso a él.
"Por Rohan. Por vuestro pueblo."
"Está saliendo el sol." - dijo Gimli mirando el alto ventanal. Un rayo de luz se estaba ciñendo al interior. El enano, Montaraz y elfo se sintieron de alguna manera aliviados. Gimli porque predecía que el final de la batalla estaba cerca; Legolas tenía más motivos, pues toda la noche había estado deseando que llegase el día porque a pesar de la buena vista de los elfos, prefieren la luz del día en la lucha para acabar con más rapidez con el oponente; a Aragorn otro pensamiento le cruzaba la mente: "Espera mi llegada con la primera luz del quinto día. Al amanecer mira al este." fue lo que le dijo Gandalf antes de partir en busca de Éomer, sobrino de Théoden, y sus tropas Rohirrim. El amanecer del quinto día había llegado.
"Sí..." - susurró el rey Théoden de la Marca. - "Sí. El Cuerno de Helm resonará en el Abismo..." - miró a los tres compañeros de la Compañía y a sus hombres - "...por última vez."
"¡Sí!" - gritó Gimli con excitación y corrió escaleras arriba, donde reposaba el gran Cuerno de Helm.
Théoden posó una mano en el hombro de Aragorn y le miró fijamente, viendo en sus ojos grises el gran futuro rey de Gondor que llegaría a ser. "Ha llegado la hora. Vamos a empuñar juntos el acero." - el Rey de la Marca montó en su magnífico caballo de tez marrón. Sus hombres le siguieron y montaron en sus caballos. A su lado, Aragorn montó Brego y Legolas montó Arod. - "Coraje despierta ," - habló el rey entre el estruendo de los constantes golpes que intentaban derrumbar el Portón - "Ahora por la ira. Ahora por la ruina. ¡Y por el rojo amanecer!"
El rey Théoden vistió su casco plateado. En aquel momento los labios de Gimli contactaron con la boca del cuerno y su grave y poderoso sonido resonó por todo el Abismo de Helm. Con un ruidoso estrépito, las puertas cayeron y una oleada de Uruck-hai invadió la fortaleza con gritos de guerra. "¡¡A por ellos Eorlingas!!" - gritó glorioso el rey alzando la espada en alto. A su derecha, Aragorn desenfundó Andúril. "¡Elendil!" - gritó. A su izquierda, Legolas preparó su arco de Lothlórien. El batallón de Théoden salió valeroso al ataque, derribando a los enemigos que se encontraban por el camino. Al salir del Portón, los Uruck-hai gritaron de rabia al ver los caballeros de brillantes armaduras montados en sus caballos blancos y marrones, acompañados por el ondeo de las banderas con la insignia del Caballo Blanco de Rohan que llevaban algunos de ellos y por el sonido del Cuerno de Helm, resonando en sus oídos.
Con el rey Théoden siempre al frente, el batallón descendió la rampa tirando abajo los numerosos Uruck-hai que se acercaban para invadir Cuernavilla. En pocos segundos llegaron a los pies del Abismo de Helm, donde miles de Guerreros de Sauron les esperaban con armas en mano. Una cruenta batalla estaba escrita en su destino.
No les sorprendieron a los Uruck-hai los no mucho más de veinte hombres que los resistían valientemente, a pesar de haber invadido su fortaleza y haber acabado con muchos de ellos, tantos que temo mencionar el número. El rey, un batallón de hombres de Rohan, un hombre de Gondor y un elfo Sindarin, destacaban entre la multitud de guerreros de Sauron vestidos con armaduras negras como el ébano, distintas a las de sus oponentes, que brillaban y relucían más que nunca con las primeras luces del día y las joyas relucientes en el mango de la espada del rey eran de hermoso azabache, como cual escarabajos de cristal. El Cuerno de Helm rugía por encima del vocerío de su contrincante.
Atraído por algo, Araogorn se sintió mirando al este y lo que vio le alivió el corazón. Era Gandalf, imponente, montando en el magnífico Sombragrís, jefe de los mearas, señor de todos los caballos, llamado así debido al color gris plateado de su pelaje. Las figuras blancas del caballo y su jinete emanaban un luminoso resplandor en lo alto del promontorio que ensombrecía parte del ejército por ocultarles el sol.
"Gandalf." - se dijo Aragorn con alegría. Entonces Théoden de la Marca le vio tambien, atraído por su luminosidad, y los Uruck-hai también le vieron.
"El rey Théoden lucha solo." - dijo Gandalf.
"Hasta ahora." - respondió Éomer, hijo de Éomund, que apareció tras el mago, vestido con su casco de acero plateado adornado con la figura de un dragón posado entre sus cejas, fuerte cota de malla y armadura metálica y de cuero rojizo. El caballero de rostro serio y hermoso y espíritu valiente y generoso empuñó su espada ya manchada con sangre orca.
"¡Éomer!" - exclamó el rey al ver a su sobrino.
"¡Rohirrim!" - gritó Éomer y gran cantidad de jinetes aparecieron a sus espaldas - ¡Por el rey!"
Dos mil jinetes Rohirrim se lanzaron al ataque con gritos de guerra por la abrupta pendiente de rocas, llevando a Gandalf y Éomer al frente. Los Uruck-hai prepararon sus lanzas hacia los atacantes, más después de que Gandalf levantase su vara blanca, una increíble fuerte luz les cegó, provocando que los Uruck-hai apartaran sus lanzas para cubrirse los ojos entre quejidos y lamentos, preguntándose si había sido obra de un malvado conjuro del mago blanco o la simple luz del sol al asomar por encima de la pendiente colina. Por supuesto, había sido el sol.
Los jinetes impactaron con el flanco del ejército de Sauron. La batalla continuó, pero esta vez con ventaja por parte de los hombres. Los jinetes de Rohan eran grades guerreros y acababan con facilidad con los desprevenidos Uruck-hai, que tenían la desventaja de tocar el suelo con los pies, lo que les dificultaba el poder dar a su enemigo cuando éste no hacía más que desplazarse rápidamente de un lado a otro sobre su caballo, acabando con todo aquel semi-orco-semi-duende que se le cruzase en el camino. Entre la multitud, una vara asomaba sobre las cabezas y la llama de Anor brillaba en su punta. La sujetaba un anciano de largos cabellos blancos y larga túnica blanca, más blanca y clara que la nieve. Gandalf el Caballero Blanco.
Los Uruck-hai se acobardaban ante tal visión. Temían a la Llama de Anor, a la que creían extinguida. Miles habían caído ya cuando sin las órdenes de su capitán los Uruck-hai se dieron a la fuga, huyendo desesperados a la entrada del valle, donde encontraron su final en el camino bloqueado por enorme bosque de furiosos Ents y Ucornos.
"¡¡Victoria!!" - gritó glorioso el rey Théoden de la Marca. Hombre y elfos empezaron a gritar de júbilo y más de uno sintió lágrimas de alegría descender por sus mejillas.
Aragorn, hijo de Arathorn, sólo suspiró, lo que no quería decir que su corazón rebosase menos que el de los demás. A su lado, Gandalf reía a carcajadas, mostrando gran felicidad en su rostro. Legolas se acercó junto a él. Elfo y hombre se miraron y después se dieron un fuerte abrazo, acompañando al mago con sus risas.
Gimli, hijo de Gloin, esperaba a Legolas y a Aragorn con impaciencia en el Portón con una sonrisa en la cara. Una sonrisa que acrecentó cuando les vio venir. Los dos bajaron de sus corceles y corrieron hacia él, que los recibió con los brazos abiertos. Los tres compañeros y amigos se abrazaron.
"¿Os lo habéis pasado bien ahí fuera?" - les preguntó Gimli sonriendo enormemente.
"Y que lo digas, Gimli." - respondió Aragorn.
"He de admitir que pensé que no lo lograríamos." - confesó Legolas - "Y nos ha faltado poco, la verdad."
"Tienes razón. Debemos darles las gracias a Gandalf y a Éomer." - dijo el Montaraz. Miró las heridas de Gimli y la mancha de sangre que Legolas tenía en la frente. - "Pero antes vayamos a curar nuestras heridas. Y luego ayudemos en cuanto podamos. Temo que hay muchos cuerpos a los que dar entierro."
Los otros dos asintieron y comenzaron a andar hacia la fortaleza de Cuernavilla. "¿Y bien, Maese Gimli? ¿Crees haber superado mi número? ¿Cuantos Uruck-hai has matado?" - le preguntó Legolas sonriente. Gimli iba a responderle cuando la voz de Éomer le interrumpió.
"¡Maese Aragorn, Maese Legolas, Maese Gimli!"
"¡Éomer, mi señor!" - el caballero dio un abrazo a Aragorn y un fuerte apretón de manos a Legolas y Gimli. Les habló al enano y al elfo:
"Espero que el incidente que tuvimos en el oeste no os haya creado rencor. Si no es así me gustaría que empezásemos de nuevo." - dijo Éomer refiriéndose a la disputa que tuvieron al conocerse: él había insultado a Gimli y Legolas saltó en su ayuda, mas Aragorn detuvo la discusión antes de que empeorara. Gimli y Legolas decidieron perdonarle y hacerle amistad.
"Mas no he olvidado tus groseras palabras sobre la bella Dama Galadriel." - le dijo Gimli.
"Mas no me disculparé hasta no ver con mis propios ojos si tanta hermosura tiene esta Reina Elfa como tú dices."
Por suerte en aquel momento llegó Gamling y Aragorn le llamó, cerrando la discusión del enano y el hombre. "¡Gamling! ¿Cómo están las mujeres y los niños?"
"Todos están sanos y salvos, gracias a la valentía de nuestra Señora Éowyn. Varios Uruck-hai lograron entrar en las cavernas, mas ella les derrotó. Cuando llegué ya había acabado con cinco de ellos."
"¡Salve la escudera de Rohan y su espada!" - dijo Aragorn, feliz por la noticia. - "¿Dónde está ahora?"
Gamling le indicó donde estaba, a unos pasos de ellos, frente las puertas caídas junto al rey. La preciosa mujer de largos cabellos rubios rizados se volvió para verle y se acercó a él. Aragorn también caminó hacia ella.
Éowyn rebosaba de alegría al ver al Señor Aragorn, sano y salvo, a pesar de notar un tremendo cansancio en su rostro. La lucha debía haber sido feroz.
Las suaves manos de la Dama de Rohan acariciaron las rasposas mejillas del Montaraz. Le miró con gran alegría en los ojos y le abrazó. Aragorn le devolvió el abrazo, mas cuando se soltaron vio tristeza en los ojos de Éowyn.
"¿Qué le ocurre mi Señora? Hemos ganado la guerra. Ése es motivo de felicidad y no de pesar."
"Yo no he ganado ninguna guerra." - respondió ella. Como mujer, no la habían permitido participar en la batalla, a pesar de ser capaz de manejar una espada tan bien como cualquier otro hombre. El mismo Aragorn quedó impresionado una vez, al ver la agilidad y talento con la que esgrimía.
Aragorn le miró las manos pálidas, cuyas uñas estaban sucias por sangre orca. "Luchasteis valientemente en las Cuevas Centelleantes, protegiendo a aquellos que no podían hacerlo. Eso es digno de llamar victoria." - Éowyn le miró a los ojos cuando Aragorn le acarició la mejilla con su mano derecha. - "Llegará un momento en el que se necesitará de un valor sin fronteras. Tu tiempo llegará."
Tu tiempo llegará. Esas fueron las palabras que Arwen, estrella de la tarde, le había dicho una vez. Aragorn se inclinó ante ella y se volvió a Gandalf y al rey Théoden, mientras que Gimli y Legolas se inclinaban ante Éowyn también y ella y su hermano Éomer se abrazaban.
"Que los heridos sean llevados a la fortaleza y las cuevas," - decía el rey - "Las mujeres ayudarán en su cura. Los no heridos y los niños recogerán a los caídos. Que entierren a los nuestros y quemen al enemigo. Dad de comer a los guerreros, pues necesitan recuperar fuerzas."
Gamling asintió y empezó a comunicar las órdenes. Théoden iba a entrar en Cuernavilla seguido por Gandalf y Aragorn cuando Legolas se adelantó a preguntar. "Mi Rey, ¿dónde está el capitán Haldir. Ardo en deseos de hablar con él."
"Hace tiempo que yo también le busco, Señor Elfo. Reúnase con los suyos. Puede que le encuentre allí." - dijo él y se fue.
Legolas iba a entrar en la fortaleza con ellos cuando Aragorn le puso una mano en el hombro y le detuvo. Había tristeza en los ojos del hombre. "No le encontrarás," - dijo - "Cayó luchando en el muro."
Aquellas palabras atravesaron a Legolas y a Gimli. Quedaron tan perplejos que no pudieron ni hablar. Aragorn les condujo hasta el lugar donde Haldir había caído. Por el camino se cruzaron con innumerables cadáveres. Uruck-hai, hombres... pero al llegar arriba del muro lo que cubría más el suelo entre los otros cadáveres del enemigo eran elfos, los cuales ya estaban siendo recogidos para ser enterrados dignamente. Cientos y cientos de elfos. La gran parte del ejército de Rivendel habían muerto, lo que fue un duro golpe para Legolas.
Cuando llegaron a Haldir, Gimli y Aragorn bajaron sus cabezas con pena. Hubo lágrimas en los ojos de Aragorn, al fin. Legolas se arrodilló ante el capitán elfo caído sobre un charco de sangre roja. Tenía el cuerpo enfriado, la piel terriblemente blanca y los ojos ciegos y sin color. Aquella imagen le recordó a Boromir de la Compañía, en el día en que murió. Cuando aquel entonces vio a Boromir en aquel estado se sintió terriblemente mal y se conmocionó. Pero volver a pasar por aquello en Haldir era demasiado para él. Con una mano le cerró los ojos al elfo. Una lágrima cayó por su fina piel.
Aragorn se agachó junto a Legolas. "La muerte de Haldir no fue en vano, mellon nin. Luchó con coraje y valor. Sus hazañas serán siempre recordadas y su espíritu vivirá en nuestros corazones. No dejes que la amargura de la muerte llene tu corazón. Hemos ganado esta guerra. Debemos celebrar nuestra victoria."
"¿A ésto lo llamas 'victoria'?" - dijo Legolas levantando la vista para mirarle con ojos hundidos y brillantes por las lágrimas - "Yo no lo creo. Sólo mira cuantas pérdidas hemos sufrido. Primero creímos perder a Gandalf, luego murió Boromir, ni siquiera sabemos con certeza que Merry, Pippin, Frodo y Sam sigan con vida; ahora hemos perdido a Haldir... ¿Cuántos más habrán de morir hasta que todo esto acabe? El próximo podrías ser tú, o Gimli, o puede que sea yo..."
Ni el hombre ni el enano le respondieron. Siguieron un rato en silencio, lamentando la muerte de Haldir hasta que Aragorn habló finalmente. "Vámonos. Los tres necesitamos un descanso."
Se pusieron en pie sin inmutarse y marcharon. Un grupo de elfos tomaba el cuerpo de Haldir y lo cubrían con mantas de seda. Todos lloraban la pérdida de su capitán. Legolas volvía a tocarse la frente fruciendo el ceño, donde la herida le recordaba de nuevo el dolor. Al menos se le había pasado el mareo hacía ya mucho tiempo. Aragorn estaba dispuesto a ayudar curando a los heridos una vez hubiera curado primero a sus dos amigos, así que se dirigieron a Cuernavilla a pedir agua, hierbas y vendas a las mujeres.
Aragorn caminaba delante (claro que siempre andaba con grandes trancos) y Legolas iba detrás junto a Gimli, o al menos eso creía el elfo. Cuando se dio cuenta de que Gimli no estaba a su lado, se volvió atrás para encontrale apoyado de un brazo en la pared y con el otro en su larga hacha de guerra. Entonces Legolas notó que había dolor en el rostro del enano.
"¿Gimli? ¿Estás bien, Gimli?" - preguntó acercándose a él. Gimli no respondió. Por su horror, Legolas le vio desmayarse, pero estuvo a tiempo para cogerle en brazos antes de que cayera al duro suelo. - "¡Aragorn! ¡Gimli necesita ayuda! ¡Aragorn!" - gritó sosteniendo al enano y posándole suavemente al suelo. Legolas notó humedad en sus manos. Se las miró. Estaban cubiertas por sangre; sangre de Gimli, sin duda. Aragorn oyó su llamada y vino corriendo, encontrando a Legolas con una mano en la frente de Gimli. - "Está ardiendo."
"Ayudame a llevarle a la armería. Tengo que mirar sus heridas." - vio a Éowyn, cuidando a los heridos - ¡Éowyn, mi Señora! ¡Necesitamos su ayuda!"
"¿Qué puedo hacer por usted, mi Señor? ¡Por Valar! ¡Maese Gimli! ¿Qué le ha pasado?"
"No hay tiempo para dar explicaciones. Hágame el favor de pedir que me traigan un baño a la armería, mantas, vendas, una vasija de agua caliente y búsqueme Athelas, Hojas de Reyes. ¡Dese prisa!" - Éowyn asintió y marchó corriendo a hacer lo que Aragorn le había pedido. Aragorn se volvió a Legolas - "¡Vamos!"
Entre los dos le llevaron a la armería, donde no serían estorbados por nadie. Pronto llegaron las mujeres y Éowyn con todo lo que Aragorn había pedido, incluyendo las Athelas, que habían sido más difíciles de encontrar, pues en esa región no crecían y muy pocas personas las sembraban en sus huertos porque no eran unas plantas muy bellas ni tampoco sabían de sus poderes curativos.
Les dejaron sólos. Aragorn había comprobado que Gimli sufría una fiebre alta. Le quitaron las ropas y ambos hombre y elfo dieron un grito ahogado al ver el mal estado en el que se encontraban sus heridas: por desgracia habían empeorado terriblemente, porque se habían infectado, lo que explicaba que Gimli hubiese enfermado.
Lo primero que hicieron fue bañarle para limpiarle la sangre. Le secaron con extremo cuidado y le tumbaron sobre las mantas y la almohada de plumas. Aragorn observó sus heridas detenidamente, mientras que Legolas agarraba firmemente la mano de Gimli y no apartaba sus ojos de encima. Sus miembros heridos se estaban amoratando. "Prepararé las Athelas, pero eso sólo servirá para calmarle el dolor, no para curarle. Está muy enfermo; necesitamos medicina élfica. Legolas..." - Aragorn no tuvo ni tiempo de preguntárselo. Legolas se levantó y salió en busca de algún elfo con poderes curativos que pudiese ayudarles.
Pasó media hora y Legolas aun no había vuelto, lo que ponía a Aragorn de los nervios. Al menos Gandalf, que había sido avisado por la dama Éowyn, estaba allí con él. Aragorn había estado limpiándole las heridas a Gimli y éste se quejaba del dolor en fébriles sueños. Le susurró palabras gentiles en el oído, con la esperanza de que las oyera y se calmase. Parecía funcionar, pero se alarmó al ver como Gimli empezaba a hablar en sueños. No le entendía bien, pero le pareció oír como llamaba a Legolas. "¿Dónde estás Legolas? Gimli te necesita." - pensó Aragorn en voz alta.
Justo entonces llegó Legolas. Se formó una sonrisa en los labios de Aragorn, pero enseguida se le borró, porque Legolas no venía acompañado por ningún elfo y su rostro mostraba pena, pesar y enfado.
"¿No has encontrado a nadie?" - le preguntó decepcionado. Legolas se sentó a su lado.
"No han querido ayudarnos." - dijo con mucho enfado en su seria voz y sin apartar la vista de Gimli - "Son muchos los elfos heridos y todos los curanderos están ocupados. Pero si quisieran, al menos uno de ellos vendría en su ayuda. Si nadie ha accedido es porque no les interesa salvar la vida de un enano cuando pueden salvar la de un elfo."
Aragorn sintió la gran decepción y pesar de Legolas. Su amigo Gimli estaba en grave peligro de muerte, y no le podrían salvar por culpa de una estúpida enemistad entre elfos y enanos.
"Entonces... no hay nada que podamos hacer." - dijo Gandalf, y fue cuando Legolas se percató de su presencia.
"Sí que la hay." - dijo el elfo. Aragorn le miró con extrañeza. - "Me arriesgaré a utilizar la curación élfica."
"Legolas... tu no eres curandero."
"Mi madre sí lo es. He heredado una pequeña parte de su don."
"Aun que sea así, Legolas, tú no sabes utilizarla. Jamás has sido preparado para hacerlo. ¡Es una locura! Sabes más bien que yo lo peligroso que es practicar la curación en heridos graves sin experiencia alguna."
"Lo sé. Pero es la única solución. Lo haré, quieras o no."
"Si algo sale mal puedes salir herido. Y si por desgracia Gimli muriera durante la curación...te arrastraría a ti con él."
"Sea así." - respondió Legolas. Aragorn iba a seguir protestando, pero Gandalf le detuvo.
"Si esta es tu decisión, jovencito, yo te apoyaré." - Legolas se hubiera quejado por haberle llamado 'jovencito', pero no sentía que fuese el momento y Aragorn fue el que habló.
"¡Gandalf! ¡¿Qué estás diciendo?! ¡No se lo permitas, Gandalf!"
El mago blanco le miró por debajo de sus espesas cejas. "Confío en la voluntad de Legolas. Démosle ésta oportunidad."
Aragorn dudó en silencio, pero al final asintió con un suspiro. "Si tú confías en él, yo también debo hacerlo." - dijo, aunque deseaba con toda su alma que Elrond, su padastro, o Arwen estuviesen ahí. No era el único; Legolas también deseaba que su madre estuviese ahí para salvarle.
Así, Gandalf y Aragorn se apartaron dejando espacio a Legolas, que se acomodó al lado de Gimli. El elfo se volvió a ellos antes de empezar. "Hannon le, Mithrandir, Estel. A' lasser en le coia orn n'omenta gurtha." - volvió su atención al enano. Le puso una mano en la frente sudada y Gimli dejó escapar un gemido de dolor. Legolas podía sentir como sus fuerzas se agotaban y su espíritu se alejaba - "Gimli. Lasto beth nîn, tolo dan na ngalad..."
The Balrog of Altena: Al final escribiré un capítulo más. No será muy largo, será más bien como un epílogo. Y yo que había pensado escribir este fic en tres capítulos, al final serán cinco ^_^ ¡Espero que éste cap, os haya gustado!
¡Ah! Por si os preguntáis porqué dice Aragorn ser tan peligrosa ésta curación élfica, es porque la curación se basa en la conexión mental y espiritual del herido y el curandero. Por eso si el herido muere el curandero también.
Por favor, elegid una de estas historias para mi próximo fic:
- Un fic sobre Frodo y Sam en su camino a Mordor (puede que Gollum también aparezca) *Accion/Adventure/Drama* (Será el fic más corto que habré escrito en mi vida. Bueno, puede que no tanto)
- Un fic sobre Aragorn, Legolas y Gimli cuando persiguen a los Uruck-hai que han capturado a Merry y a Pippin (también aparecería Saruman) *Accion/Adventure*
- O un fic sobre toda la Compañía, después de haber dejado Rivendel y antes de llegar a Moria. *Accion/Adventure/ Mistery* (Seguramente habrá al menos un personaje nuevo con el que se encuentren y también habrá algo de humor)
Namárië y muchas gracias por vuestros reviews.
* Hannon le = Gracias.
* Mellon nin = Amigo mio.
* Mithrandir = Peregrino Gris (Así es como los elfos llaman a Gandalf.)
*Estel = Esperanza (Es el nombre con el que los elfos bautizaron a Aragorn)
* A' lasser en le coia orn n'omenta gurtha = Que las hojas de tu/vuestro árbol de la vida nunca se vuelvan marrones.
* Lasto beth nîn, tolo dan na ngalad = Oye mi voz, regresa a la luz.
Capítulo 4to: ¿Victoria o pérdida?
Legolas se encontraba en lo alto de la almena, el lugar perfecto para derribar algún Uruck-hai a tiro de arco. Se había preocupado por ir recogiendo flechas intactas durante todo el tiempo, por lo que ahora tenía el caraj lleno hasta casi la mitad.
Si las escalas que habían portado el ejército de Saruman habían sido un problema para ellos, más problemático era aun que comenzasen a portar escalas de más grande tamaño, por donde decenas y decenas de Uruck-hai podían subir a la vez. Era fácil subirlos a pesar de su gran peso, porque los guerreros Uruck-hai que se encontraban ya en los muros inferior y superior, los tiraban hacia ellos con cuerdas orcas.
Legolas tensó una de sus recién recogidas flechas en la cuerda de su arco, hecha por cabellos de elfo, y la disparó. Silbando en el aire la flecha atravesó una cuerda orca, rompiéndola y provocando la caída de una de las grandes escalas. Legolas estuvo tentado en sonreír. Con un sólo tiro había matado a decenas de Uruck-hai más los otros muchos que fueron aplastados a los pies del Abismo de Helm. Mas no los añadió en su cuenta. No le pareció justo ganar al enano con un truco semejante.
Justo entonces la mirada del elfo cayó en el Portón, y para su sorpresa encontró a Gimli y Aragorn rodeados por sus enemigos. No sabía cómo habían llegado allí, pero aquello no importaba; se sintió relajado y contento de verles a los dos con vida, en especial a Gimli, del cual se había separado en un mal momento. Pero ése sentimiento no duró ni un segundo, porque vio que sus dos compañeros estaban metidos en un gran problema. Un fornido Uruck-hai les tenía presos entre sus poderosos brazos, y por si fuera poco estaban atrapados en aquella subida a la entrada de Cuernavilla, ya que las puertas habían sido apuntaladas y el único camino libre, que les llevaba al sur, estaba infestado por el inmenso ejército de Uruck-hai que creían interminable. Diez mil Uruck-hai, había dicho Aragorn, cuando alcanzó Hornburg tras su 'desaparición' en la batalla contra los jinetes de Huargos. Tenía que hacer algo, lo que fuera, para ayudarles.
Ni Aragorn ni tampoco Gimli habían esperado el repentino ataque por sus espaldas. Ahora se veían atrapados en los brazos de un Uruck-hai que les estrechaban el cuello con fuerza hasta que sintieron que el aire se les atascaba en la garganta. Aragorn empezaba a tener dificultades para respirar cuando oyó la voz de su amigo elfo por encima de sus cabezas.
"¡Aragorn!" - les llamó y les lanzó una cuerda lo suficientemente larga como para llegar a tocar el suelo de la rampa de Cuernavilla.
La esperanza volvió al corazón del Montaraz, el ual instintivamente golpeó al Uruck-hai en el costado con su espada, dejándoles a ambos libres. Sin perder un segundo de su tiempo, Aragorn agarró la cuerda con una mano y con la otra sujetó a Gimli por la cintura. Legolas, ayudado por algunos elfos y hombres, tiró de la cuerda para subirles justo en el momento en que varios Uruck-hai se les abalanzaban encima. Pero sólo tocaron viento, porque para entonces Aragorn y Gimli ya estaban suspendidos en el aire.
Tiraron con todas sus fuerzas para subirles. Mientras tanto, más escalas de las grandes llegaban y para cuando los dos recién rescatados llegaron a la almena, las murallas estaban más colmadas que nunca. Todos se habían puesto ya a la lucha, menos Legolas que ayudó a sus compañeros a alcanzar el lugar tirándoles a los dos de los brazos.
"Hannon le, Legolas." - dijo Aragorn una vez sus pies hubieron tocado el suelo de la almena. Legolas le miró de arriba a bajo seriamente.
"Vuelves a estar horrible. Ya te dije yo que no serviría de nada darte un baño antes de la batalla."
"Sí, yo también me alegro de verte sano y salvo." - dijo Aragorn con una sonrisa socarrona. Legolas sonrió y los dos se dieron una amistoso apretón de manos. Luego volvió su atención al enano.
"¡Gimli! ¡Por Valar! ¿Te han herido?" - exclamó Legolas al ver las muchas heridas en el cuerpo del enano.
"No temas amigo Legolas, estos rasguños no pueden acabar con Gimli." - dijo mientras se la dibujaba una sonrisa bajo el espeso mostacho - ¡Los enanos pueden aguantar en pie una noche entera de lucha y guerra!"
"Tus ojos me dicen que estás agotado." - dijo Legolas con preocupación en la voz.
"¡Ya os dije que los enanos no necesitamos recuperar fuerzas! La guerra aun no ha terminado y tenemos un pequeño asunto entre manos, ¿recuerdas? ¡Yo ya he batido mi propio record!" Entonces oyeron la voz del Rey dando gritos.
"¡Repliegue a todos! ¡Ponga retirada!" Estaba hablando con Gamling. El soldado comenzó a esparcir la orden.
"¡Volved! ¡Volved! ¡Todos atrás! ¡Hay que revisar el Portón! ¡Que no entren en la fortaleza! ¡Retirada! ¡Retirada!"
"Vayamos los tres. Juntos esta vez." - propuso Aragorn. Todos asintieron y partieron escaleras abajo, al interior de la fortaleza. Para cuando llegaron los hombres volvían a tener graves problemas con las puertas, y por todos sus medios intentaban apuntalarlas de nuevo. No perdieron un instante en unirse a ellos. Comprobaron con horror que si soltaban las puertas un instante, era seguro que se vendrían abajo y los Uruck-hai invadirían la fortaleza, llegarían a las Cuevas Centelleantes, y matarían a las mujeres y niños. Sería una masacre.
Aragorn y Legolas tomaron un pesado banco de madera para utilizarlo en la barricada del Portón. El Rey estaba de pie frente a ellos, observando a sus hombres, que se esforzaban por mantener las puertas en pie y cerradas, mas os ojos de Théoden mostraban que había perdido toda esperanza. "Han tomado la fortaleza," - dijo - "Es el fin."
"Dijisteis que no caería mientras la defendierais. Y seguís defendiéndola. Ellos han muerto defendiéndola." - dijo Aragorn acercándose al Rey de Edoras y dejando que Legolas se llevase solo el banco de madera. - "¿No hay otra salida en la caverna para las mujeres y los niños?" -El Rey no respondió. Estaba con la mirada perdida al suelo. A su lado, Gamling le miraba, preguntándose si debería hablar por él. - "¡¿Hay alguna otra salida?!" - volvió a preguntar.
"Hay un pasadizo. Lleva a las montañas." - dijo Gamling - "Pero no llegarán lejos, los Urucks son demasiados." - añadió echando una ojeada al Portón, donde los hombres luchaban por protegerlo entre los gritos de júbilo de los Uruck-hai que se oían desde el exterior, tan contentos porque sabían que en cualquier momento podrían derribar las puertas e invadir la fortaleza.
Aragorn puso una mano en el hombro de Gamling. "Ordena a mujeres y niños que vayan a paso de montaña. ¡Y poned una barricada!"
"Demasiada muerte." - habló Théoden Rey. Y todos le miraron. - "¿Qué pueden los hombres ante tan aciado destino?" Las palabras del rey estaban llenas de desesperanza. Gamling partió a las cuevas con la cabeza gacha. Aragorn le miró, con unos ojos que decían comprender la tristeza de Théoden. De repente, se le iluminó el rostro.
"Cabalgad conmigo." - dijo. Théoden le miró estupefacto - "Resistid y enfrentadlos."
"Por la muerte y la gloria." - dijo el rey iluminándosele el rostro también. Araogrn dio un paso a él.
"Por Rohan. Por vuestro pueblo."
"Está saliendo el sol." - dijo Gimli mirando el alto ventanal. Un rayo de luz se estaba ciñendo al interior. El enano, Montaraz y elfo se sintieron de alguna manera aliviados. Gimli porque predecía que el final de la batalla estaba cerca; Legolas tenía más motivos, pues toda la noche había estado deseando que llegase el día porque a pesar de la buena vista de los elfos, prefieren la luz del día en la lucha para acabar con más rapidez con el oponente; a Aragorn otro pensamiento le cruzaba la mente: "Espera mi llegada con la primera luz del quinto día. Al amanecer mira al este." fue lo que le dijo Gandalf antes de partir en busca de Éomer, sobrino de Théoden, y sus tropas Rohirrim. El amanecer del quinto día había llegado.
"Sí..." - susurró el rey Théoden de la Marca. - "Sí. El Cuerno de Helm resonará en el Abismo..." - miró a los tres compañeros de la Compañía y a sus hombres - "...por última vez."
"¡Sí!" - gritó Gimli con excitación y corrió escaleras arriba, donde reposaba el gran Cuerno de Helm.
Théoden posó una mano en el hombro de Aragorn y le miró fijamente, viendo en sus ojos grises el gran futuro rey de Gondor que llegaría a ser. "Ha llegado la hora. Vamos a empuñar juntos el acero." - el Rey de la Marca montó en su magnífico caballo de tez marrón. Sus hombres le siguieron y montaron en sus caballos. A su lado, Aragorn montó Brego y Legolas montó Arod. - "Coraje despierta ," - habló el rey entre el estruendo de los constantes golpes que intentaban derrumbar el Portón - "Ahora por la ira. Ahora por la ruina. ¡Y por el rojo amanecer!"
El rey Théoden vistió su casco plateado. En aquel momento los labios de Gimli contactaron con la boca del cuerno y su grave y poderoso sonido resonó por todo el Abismo de Helm. Con un ruidoso estrépito, las puertas cayeron y una oleada de Uruck-hai invadió la fortaleza con gritos de guerra. "¡¡A por ellos Eorlingas!!" - gritó glorioso el rey alzando la espada en alto. A su derecha, Aragorn desenfundó Andúril. "¡Elendil!" - gritó. A su izquierda, Legolas preparó su arco de Lothlórien. El batallón de Théoden salió valeroso al ataque, derribando a los enemigos que se encontraban por el camino. Al salir del Portón, los Uruck-hai gritaron de rabia al ver los caballeros de brillantes armaduras montados en sus caballos blancos y marrones, acompañados por el ondeo de las banderas con la insignia del Caballo Blanco de Rohan que llevaban algunos de ellos y por el sonido del Cuerno de Helm, resonando en sus oídos.
Con el rey Théoden siempre al frente, el batallón descendió la rampa tirando abajo los numerosos Uruck-hai que se acercaban para invadir Cuernavilla. En pocos segundos llegaron a los pies del Abismo de Helm, donde miles de Guerreros de Sauron les esperaban con armas en mano. Una cruenta batalla estaba escrita en su destino.
No les sorprendieron a los Uruck-hai los no mucho más de veinte hombres que los resistían valientemente, a pesar de haber invadido su fortaleza y haber acabado con muchos de ellos, tantos que temo mencionar el número. El rey, un batallón de hombres de Rohan, un hombre de Gondor y un elfo Sindarin, destacaban entre la multitud de guerreros de Sauron vestidos con armaduras negras como el ébano, distintas a las de sus oponentes, que brillaban y relucían más que nunca con las primeras luces del día y las joyas relucientes en el mango de la espada del rey eran de hermoso azabache, como cual escarabajos de cristal. El Cuerno de Helm rugía por encima del vocerío de su contrincante.
Atraído por algo, Araogorn se sintió mirando al este y lo que vio le alivió el corazón. Era Gandalf, imponente, montando en el magnífico Sombragrís, jefe de los mearas, señor de todos los caballos, llamado así debido al color gris plateado de su pelaje. Las figuras blancas del caballo y su jinete emanaban un luminoso resplandor en lo alto del promontorio que ensombrecía parte del ejército por ocultarles el sol.
"Gandalf." - se dijo Aragorn con alegría. Entonces Théoden de la Marca le vio tambien, atraído por su luminosidad, y los Uruck-hai también le vieron.
"El rey Théoden lucha solo." - dijo Gandalf.
"Hasta ahora." - respondió Éomer, hijo de Éomund, que apareció tras el mago, vestido con su casco de acero plateado adornado con la figura de un dragón posado entre sus cejas, fuerte cota de malla y armadura metálica y de cuero rojizo. El caballero de rostro serio y hermoso y espíritu valiente y generoso empuñó su espada ya manchada con sangre orca.
"¡Éomer!" - exclamó el rey al ver a su sobrino.
"¡Rohirrim!" - gritó Éomer y gran cantidad de jinetes aparecieron a sus espaldas - ¡Por el rey!"
Dos mil jinetes Rohirrim se lanzaron al ataque con gritos de guerra por la abrupta pendiente de rocas, llevando a Gandalf y Éomer al frente. Los Uruck-hai prepararon sus lanzas hacia los atacantes, más después de que Gandalf levantase su vara blanca, una increíble fuerte luz les cegó, provocando que los Uruck-hai apartaran sus lanzas para cubrirse los ojos entre quejidos y lamentos, preguntándose si había sido obra de un malvado conjuro del mago blanco o la simple luz del sol al asomar por encima de la pendiente colina. Por supuesto, había sido el sol.
Los jinetes impactaron con el flanco del ejército de Sauron. La batalla continuó, pero esta vez con ventaja por parte de los hombres. Los jinetes de Rohan eran grades guerreros y acababan con facilidad con los desprevenidos Uruck-hai, que tenían la desventaja de tocar el suelo con los pies, lo que les dificultaba el poder dar a su enemigo cuando éste no hacía más que desplazarse rápidamente de un lado a otro sobre su caballo, acabando con todo aquel semi-orco-semi-duende que se le cruzase en el camino. Entre la multitud, una vara asomaba sobre las cabezas y la llama de Anor brillaba en su punta. La sujetaba un anciano de largos cabellos blancos y larga túnica blanca, más blanca y clara que la nieve. Gandalf el Caballero Blanco.
Los Uruck-hai se acobardaban ante tal visión. Temían a la Llama de Anor, a la que creían extinguida. Miles habían caído ya cuando sin las órdenes de su capitán los Uruck-hai se dieron a la fuga, huyendo desesperados a la entrada del valle, donde encontraron su final en el camino bloqueado por enorme bosque de furiosos Ents y Ucornos.
"¡¡Victoria!!" - gritó glorioso el rey Théoden de la Marca. Hombre y elfos empezaron a gritar de júbilo y más de uno sintió lágrimas de alegría descender por sus mejillas.
Aragorn, hijo de Arathorn, sólo suspiró, lo que no quería decir que su corazón rebosase menos que el de los demás. A su lado, Gandalf reía a carcajadas, mostrando gran felicidad en su rostro. Legolas se acercó junto a él. Elfo y hombre se miraron y después se dieron un fuerte abrazo, acompañando al mago con sus risas.
Gimli, hijo de Gloin, esperaba a Legolas y a Aragorn con impaciencia en el Portón con una sonrisa en la cara. Una sonrisa que acrecentó cuando les vio venir. Los dos bajaron de sus corceles y corrieron hacia él, que los recibió con los brazos abiertos. Los tres compañeros y amigos se abrazaron.
"¿Os lo habéis pasado bien ahí fuera?" - les preguntó Gimli sonriendo enormemente.
"Y que lo digas, Gimli." - respondió Aragorn.
"He de admitir que pensé que no lo lograríamos." - confesó Legolas - "Y nos ha faltado poco, la verdad."
"Tienes razón. Debemos darles las gracias a Gandalf y a Éomer." - dijo el Montaraz. Miró las heridas de Gimli y la mancha de sangre que Legolas tenía en la frente. - "Pero antes vayamos a curar nuestras heridas. Y luego ayudemos en cuanto podamos. Temo que hay muchos cuerpos a los que dar entierro."
Los otros dos asintieron y comenzaron a andar hacia la fortaleza de Cuernavilla. "¿Y bien, Maese Gimli? ¿Crees haber superado mi número? ¿Cuantos Uruck-hai has matado?" - le preguntó Legolas sonriente. Gimli iba a responderle cuando la voz de Éomer le interrumpió.
"¡Maese Aragorn, Maese Legolas, Maese Gimli!"
"¡Éomer, mi señor!" - el caballero dio un abrazo a Aragorn y un fuerte apretón de manos a Legolas y Gimli. Les habló al enano y al elfo:
"Espero que el incidente que tuvimos en el oeste no os haya creado rencor. Si no es así me gustaría que empezásemos de nuevo." - dijo Éomer refiriéndose a la disputa que tuvieron al conocerse: él había insultado a Gimli y Legolas saltó en su ayuda, mas Aragorn detuvo la discusión antes de que empeorara. Gimli y Legolas decidieron perdonarle y hacerle amistad.
"Mas no he olvidado tus groseras palabras sobre la bella Dama Galadriel." - le dijo Gimli.
"Mas no me disculparé hasta no ver con mis propios ojos si tanta hermosura tiene esta Reina Elfa como tú dices."
Por suerte en aquel momento llegó Gamling y Aragorn le llamó, cerrando la discusión del enano y el hombre. "¡Gamling! ¿Cómo están las mujeres y los niños?"
"Todos están sanos y salvos, gracias a la valentía de nuestra Señora Éowyn. Varios Uruck-hai lograron entrar en las cavernas, mas ella les derrotó. Cuando llegué ya había acabado con cinco de ellos."
"¡Salve la escudera de Rohan y su espada!" - dijo Aragorn, feliz por la noticia. - "¿Dónde está ahora?"
Gamling le indicó donde estaba, a unos pasos de ellos, frente las puertas caídas junto al rey. La preciosa mujer de largos cabellos rubios rizados se volvió para verle y se acercó a él. Aragorn también caminó hacia ella.
Éowyn rebosaba de alegría al ver al Señor Aragorn, sano y salvo, a pesar de notar un tremendo cansancio en su rostro. La lucha debía haber sido feroz.
Las suaves manos de la Dama de Rohan acariciaron las rasposas mejillas del Montaraz. Le miró con gran alegría en los ojos y le abrazó. Aragorn le devolvió el abrazo, mas cuando se soltaron vio tristeza en los ojos de Éowyn.
"¿Qué le ocurre mi Señora? Hemos ganado la guerra. Ése es motivo de felicidad y no de pesar."
"Yo no he ganado ninguna guerra." - respondió ella. Como mujer, no la habían permitido participar en la batalla, a pesar de ser capaz de manejar una espada tan bien como cualquier otro hombre. El mismo Aragorn quedó impresionado una vez, al ver la agilidad y talento con la que esgrimía.
Aragorn le miró las manos pálidas, cuyas uñas estaban sucias por sangre orca. "Luchasteis valientemente en las Cuevas Centelleantes, protegiendo a aquellos que no podían hacerlo. Eso es digno de llamar victoria." - Éowyn le miró a los ojos cuando Aragorn le acarició la mejilla con su mano derecha. - "Llegará un momento en el que se necesitará de un valor sin fronteras. Tu tiempo llegará."
Tu tiempo llegará. Esas fueron las palabras que Arwen, estrella de la tarde, le había dicho una vez. Aragorn se inclinó ante ella y se volvió a Gandalf y al rey Théoden, mientras que Gimli y Legolas se inclinaban ante Éowyn también y ella y su hermano Éomer se abrazaban.
"Que los heridos sean llevados a la fortaleza y las cuevas," - decía el rey - "Las mujeres ayudarán en su cura. Los no heridos y los niños recogerán a los caídos. Que entierren a los nuestros y quemen al enemigo. Dad de comer a los guerreros, pues necesitan recuperar fuerzas."
Gamling asintió y empezó a comunicar las órdenes. Théoden iba a entrar en Cuernavilla seguido por Gandalf y Aragorn cuando Legolas se adelantó a preguntar. "Mi Rey, ¿dónde está el capitán Haldir. Ardo en deseos de hablar con él."
"Hace tiempo que yo también le busco, Señor Elfo. Reúnase con los suyos. Puede que le encuentre allí." - dijo él y se fue.
Legolas iba a entrar en la fortaleza con ellos cuando Aragorn le puso una mano en el hombro y le detuvo. Había tristeza en los ojos del hombre. "No le encontrarás," - dijo - "Cayó luchando en el muro."
Aquellas palabras atravesaron a Legolas y a Gimli. Quedaron tan perplejos que no pudieron ni hablar. Aragorn les condujo hasta el lugar donde Haldir había caído. Por el camino se cruzaron con innumerables cadáveres. Uruck-hai, hombres... pero al llegar arriba del muro lo que cubría más el suelo entre los otros cadáveres del enemigo eran elfos, los cuales ya estaban siendo recogidos para ser enterrados dignamente. Cientos y cientos de elfos. La gran parte del ejército de Rivendel habían muerto, lo que fue un duro golpe para Legolas.
Cuando llegaron a Haldir, Gimli y Aragorn bajaron sus cabezas con pena. Hubo lágrimas en los ojos de Aragorn, al fin. Legolas se arrodilló ante el capitán elfo caído sobre un charco de sangre roja. Tenía el cuerpo enfriado, la piel terriblemente blanca y los ojos ciegos y sin color. Aquella imagen le recordó a Boromir de la Compañía, en el día en que murió. Cuando aquel entonces vio a Boromir en aquel estado se sintió terriblemente mal y se conmocionó. Pero volver a pasar por aquello en Haldir era demasiado para él. Con una mano le cerró los ojos al elfo. Una lágrima cayó por su fina piel.
Aragorn se agachó junto a Legolas. "La muerte de Haldir no fue en vano, mellon nin. Luchó con coraje y valor. Sus hazañas serán siempre recordadas y su espíritu vivirá en nuestros corazones. No dejes que la amargura de la muerte llene tu corazón. Hemos ganado esta guerra. Debemos celebrar nuestra victoria."
"¿A ésto lo llamas 'victoria'?" - dijo Legolas levantando la vista para mirarle con ojos hundidos y brillantes por las lágrimas - "Yo no lo creo. Sólo mira cuantas pérdidas hemos sufrido. Primero creímos perder a Gandalf, luego murió Boromir, ni siquiera sabemos con certeza que Merry, Pippin, Frodo y Sam sigan con vida; ahora hemos perdido a Haldir... ¿Cuántos más habrán de morir hasta que todo esto acabe? El próximo podrías ser tú, o Gimli, o puede que sea yo..."
Ni el hombre ni el enano le respondieron. Siguieron un rato en silencio, lamentando la muerte de Haldir hasta que Aragorn habló finalmente. "Vámonos. Los tres necesitamos un descanso."
Se pusieron en pie sin inmutarse y marcharon. Un grupo de elfos tomaba el cuerpo de Haldir y lo cubrían con mantas de seda. Todos lloraban la pérdida de su capitán. Legolas volvía a tocarse la frente fruciendo el ceño, donde la herida le recordaba de nuevo el dolor. Al menos se le había pasado el mareo hacía ya mucho tiempo. Aragorn estaba dispuesto a ayudar curando a los heridos una vez hubiera curado primero a sus dos amigos, así que se dirigieron a Cuernavilla a pedir agua, hierbas y vendas a las mujeres.
Aragorn caminaba delante (claro que siempre andaba con grandes trancos) y Legolas iba detrás junto a Gimli, o al menos eso creía el elfo. Cuando se dio cuenta de que Gimli no estaba a su lado, se volvió atrás para encontrale apoyado de un brazo en la pared y con el otro en su larga hacha de guerra. Entonces Legolas notó que había dolor en el rostro del enano.
"¿Gimli? ¿Estás bien, Gimli?" - preguntó acercándose a él. Gimli no respondió. Por su horror, Legolas le vio desmayarse, pero estuvo a tiempo para cogerle en brazos antes de que cayera al duro suelo. - "¡Aragorn! ¡Gimli necesita ayuda! ¡Aragorn!" - gritó sosteniendo al enano y posándole suavemente al suelo. Legolas notó humedad en sus manos. Se las miró. Estaban cubiertas por sangre; sangre de Gimli, sin duda. Aragorn oyó su llamada y vino corriendo, encontrando a Legolas con una mano en la frente de Gimli. - "Está ardiendo."
"Ayudame a llevarle a la armería. Tengo que mirar sus heridas." - vio a Éowyn, cuidando a los heridos - ¡Éowyn, mi Señora! ¡Necesitamos su ayuda!"
"¿Qué puedo hacer por usted, mi Señor? ¡Por Valar! ¡Maese Gimli! ¿Qué le ha pasado?"
"No hay tiempo para dar explicaciones. Hágame el favor de pedir que me traigan un baño a la armería, mantas, vendas, una vasija de agua caliente y búsqueme Athelas, Hojas de Reyes. ¡Dese prisa!" - Éowyn asintió y marchó corriendo a hacer lo que Aragorn le había pedido. Aragorn se volvió a Legolas - "¡Vamos!"
Entre los dos le llevaron a la armería, donde no serían estorbados por nadie. Pronto llegaron las mujeres y Éowyn con todo lo que Aragorn había pedido, incluyendo las Athelas, que habían sido más difíciles de encontrar, pues en esa región no crecían y muy pocas personas las sembraban en sus huertos porque no eran unas plantas muy bellas ni tampoco sabían de sus poderes curativos.
Les dejaron sólos. Aragorn había comprobado que Gimli sufría una fiebre alta. Le quitaron las ropas y ambos hombre y elfo dieron un grito ahogado al ver el mal estado en el que se encontraban sus heridas: por desgracia habían empeorado terriblemente, porque se habían infectado, lo que explicaba que Gimli hubiese enfermado.
Lo primero que hicieron fue bañarle para limpiarle la sangre. Le secaron con extremo cuidado y le tumbaron sobre las mantas y la almohada de plumas. Aragorn observó sus heridas detenidamente, mientras que Legolas agarraba firmemente la mano de Gimli y no apartaba sus ojos de encima. Sus miembros heridos se estaban amoratando. "Prepararé las Athelas, pero eso sólo servirá para calmarle el dolor, no para curarle. Está muy enfermo; necesitamos medicina élfica. Legolas..." - Aragorn no tuvo ni tiempo de preguntárselo. Legolas se levantó y salió en busca de algún elfo con poderes curativos que pudiese ayudarles.
Pasó media hora y Legolas aun no había vuelto, lo que ponía a Aragorn de los nervios. Al menos Gandalf, que había sido avisado por la dama Éowyn, estaba allí con él. Aragorn había estado limpiándole las heridas a Gimli y éste se quejaba del dolor en fébriles sueños. Le susurró palabras gentiles en el oído, con la esperanza de que las oyera y se calmase. Parecía funcionar, pero se alarmó al ver como Gimli empezaba a hablar en sueños. No le entendía bien, pero le pareció oír como llamaba a Legolas. "¿Dónde estás Legolas? Gimli te necesita." - pensó Aragorn en voz alta.
Justo entonces llegó Legolas. Se formó una sonrisa en los labios de Aragorn, pero enseguida se le borró, porque Legolas no venía acompañado por ningún elfo y su rostro mostraba pena, pesar y enfado.
"¿No has encontrado a nadie?" - le preguntó decepcionado. Legolas se sentó a su lado.
"No han querido ayudarnos." - dijo con mucho enfado en su seria voz y sin apartar la vista de Gimli - "Son muchos los elfos heridos y todos los curanderos están ocupados. Pero si quisieran, al menos uno de ellos vendría en su ayuda. Si nadie ha accedido es porque no les interesa salvar la vida de un enano cuando pueden salvar la de un elfo."
Aragorn sintió la gran decepción y pesar de Legolas. Su amigo Gimli estaba en grave peligro de muerte, y no le podrían salvar por culpa de una estúpida enemistad entre elfos y enanos.
"Entonces... no hay nada que podamos hacer." - dijo Gandalf, y fue cuando Legolas se percató de su presencia.
"Sí que la hay." - dijo el elfo. Aragorn le miró con extrañeza. - "Me arriesgaré a utilizar la curación élfica."
"Legolas... tu no eres curandero."
"Mi madre sí lo es. He heredado una pequeña parte de su don."
"Aun que sea así, Legolas, tú no sabes utilizarla. Jamás has sido preparado para hacerlo. ¡Es una locura! Sabes más bien que yo lo peligroso que es practicar la curación en heridos graves sin experiencia alguna."
"Lo sé. Pero es la única solución. Lo haré, quieras o no."
"Si algo sale mal puedes salir herido. Y si por desgracia Gimli muriera durante la curación...te arrastraría a ti con él."
"Sea así." - respondió Legolas. Aragorn iba a seguir protestando, pero Gandalf le detuvo.
"Si esta es tu decisión, jovencito, yo te apoyaré." - Legolas se hubiera quejado por haberle llamado 'jovencito', pero no sentía que fuese el momento y Aragorn fue el que habló.
"¡Gandalf! ¡¿Qué estás diciendo?! ¡No se lo permitas, Gandalf!"
El mago blanco le miró por debajo de sus espesas cejas. "Confío en la voluntad de Legolas. Démosle ésta oportunidad."
Aragorn dudó en silencio, pero al final asintió con un suspiro. "Si tú confías en él, yo también debo hacerlo." - dijo, aunque deseaba con toda su alma que Elrond, su padastro, o Arwen estuviesen ahí. No era el único; Legolas también deseaba que su madre estuviese ahí para salvarle.
Así, Gandalf y Aragorn se apartaron dejando espacio a Legolas, que se acomodó al lado de Gimli. El elfo se volvió a ellos antes de empezar. "Hannon le, Mithrandir, Estel. A' lasser en le coia orn n'omenta gurtha." - volvió su atención al enano. Le puso una mano en la frente sudada y Gimli dejó escapar un gemido de dolor. Legolas podía sentir como sus fuerzas se agotaban y su espíritu se alejaba - "Gimli. Lasto beth nîn, tolo dan na ngalad..."
The Balrog of Altena: Al final escribiré un capítulo más. No será muy largo, será más bien como un epílogo. Y yo que había pensado escribir este fic en tres capítulos, al final serán cinco ^_^ ¡Espero que éste cap, os haya gustado!
¡Ah! Por si os preguntáis porqué dice Aragorn ser tan peligrosa ésta curación élfica, es porque la curación se basa en la conexión mental y espiritual del herido y el curandero. Por eso si el herido muere el curandero también.
Por favor, elegid una de estas historias para mi próximo fic:
- Un fic sobre Frodo y Sam en su camino a Mordor (puede que Gollum también aparezca) *Accion/Adventure/Drama* (Será el fic más corto que habré escrito en mi vida. Bueno, puede que no tanto)
- Un fic sobre Aragorn, Legolas y Gimli cuando persiguen a los Uruck-hai que han capturado a Merry y a Pippin (también aparecería Saruman) *Accion/Adventure*
- O un fic sobre toda la Compañía, después de haber dejado Rivendel y antes de llegar a Moria. *Accion/Adventure/ Mistery* (Seguramente habrá al menos un personaje nuevo con el que se encuentren y también habrá algo de humor)
Namárië y muchas gracias por vuestros reviews.
* Hannon le = Gracias.
* Mellon nin = Amigo mio.
* Mithrandir = Peregrino Gris (Así es como los elfos llaman a Gandalf.)
*Estel = Esperanza (Es el nombre con el que los elfos bautizaron a Aragorn)
* A' lasser en le coia orn n'omenta gurtha = Que las hojas de tu/vuestro árbol de la vida nunca se vuelvan marrones.
* Lasto beth nîn, tolo dan na ngalad = Oye mi voz, regresa a la luz.
