Capítulo 2: Una semana en Londres.
Severus Snape entro en su habitación todavía pensando en la joven con la que había chocado y en la extraña sensación que tenía cuando ella estaba cerca. Todavía veía sus ojos mirándole fijamente...
--"¡Pero en qué demonios estoy pensando!"—exclamó.—"Seguro que es otra jovencita torpe que ni siquiera mira por donde va. Aunque... no puedo dejar de reconocer que es muy guapa"—pensó sonriendo levemente. Todavía recordaba lo roja que se había puesto cuando sus manos se tocaron recogiendo los paquetes.
Entró al cuarto de baño y se quedó mirándose al espejo.
--"Tengo que hacer algo con mi pelo. Es increíble, voy echo un desastre"—pensó.—"¡¿Pero desde cuando me fijo en como voy!? Estoy empezando a comportarme como un adolescente"—dijo al tiempo que se sacudía la túnica.
Se lavó la cara y las manos y se dispuso a salir.
Silvart entró en su habitación preguntándose todavía por qué se había puesto tan roja.
--"No tengo ningún motivo para comportarme así"—pensaba.—"Aunque debo reconocer que es atractivo... si no fuera por su pelo..."—dijo mientras se miraba en el espejo y cogía un cepillo que había encima de una cómoda. Mientras se cepillaba el plateado cabello pensó:
--"No debe enterarse de lo que soy. Se asustaría y me trataría como un monstruo..."—la mirada que el espejo le devolvía era triste y resignada—"...como hace la mayoría de la gente".
Se sacudió la túnica y salió por la puerta.
Cuando Severus llegó al comedor, Silvart ya le estaba esperando. Ella le dirigió una sonrisa y le indicó un pequeño reservado. Apenas se habían sentado, apareció el posadero.
--"¿Qué desean?"—les preguntó.
--"Yo una cerveza de mantequilla"—dijo Silvart. Y volviéndose hacia Severus le preguntó:
--"¿Y usted?".
--"Lo mismo"—dijo Severus. Y dirigiéndose a ella le dijo:
--"Trátame de tu, por favor".
--"Lo mismo te digo"—contestó Silvart.
Después de unos minutos de silencio (bastante incómodos), Silvart le preguntó que le había llevado al Callejón Diagon. Severus le contó el desastre de la clase de pociones. Silvart no pudo evitar reírse.
--"Pues yo no le veo la gracia señorita"—dijo Severus muy seriamente.
Silvart al ver su expresión paró de reír.
--"Lo siento, pero no he podido evitarlo"—contestó.—"Cuando yo estudiaba en BeauxBattons también sucedió algo parecido. A nuestra profesora casi le da un ataque".
--"¿También teníais a un alumno terriblemente peligroso"—preguntó Severus.
--"Lamento decir que el alumno peligroso era yo"—dijo bajando la cabeza y sonrojándose.—"Pero no fue culpa mía"—añadió apresuradamente.
Severus arqueó una ceja y preguntó:
--"¿De quién entonces?".
--"Unos compañeros quisieron gastarme una broma. Ese día llegué tarde a clase y la profesora me dijo que pidiera la receta a algún compañero. Me temo que escogí a los más bromistas."—dijo Silvart.—"Me dieron la receta pero cambiaron algunos ingredientes. Cuando ya casi estaba terminando, el caldero empezó a burbujear y a desbordar una especia de gelatina ácida y roja. La profesora consiguió detenerla a tiempo antes de que destruyera toda el aula"—suspiró.—"En mi vida me habían gritado tanto. Le dije que la receta me la habían dado unos compañeros lo cual solo supuso que tendría que cumplir el castigo con ellos. Fue la noche más horrible de mi vida."
Severus sonrió ante la expresión de fastidio que ponía ella al recordar aquella noche.
--"Así que eres profesor de pociones"—dijo Silvart.
Severus asintió.
--"No te creas que soy tan mala en un laboratorio"—continuó ella.—"Aquel día estaba cansada y no me fijé bien en la receta que me dieron. Saqué muy buena nota en pociones".
--"Todavía no te he dicho nada"—contestó Severus—"Pero si tienes que preparar alguna poción avísame para irme lo más lejos posible"—dijo con una sonrisa bailándole en los labios.
--"Muy gracioso"—respondió ella.—"¿Y dónde das clase?—preguntó.
--"En la escuela Hogwarts"—contestó Severus.
Silvart parecía a punto de decir algo pero se callo.
--"Ahora me toca preguntar a mi"—dijo Severus—"¿De dónde eres?".
--"De España"—respondió.—"Mis padres son magos. Vivimos cerca de la costa, en una ciudad muggle".—al decir aquello Severus casi se atraganta.
--"¿Con los muggles?"—preguntó sorprendido.
--"Si. Mis padres siempre han querido pasar desapercibidos entre los muggles y decidieron vivir entre ellos."—respondió tranquilamente.—"Además yo he estudiado en sus escuelas y todavía lo hago actualmente".
Severus la miraba realmente sorprendido.
--"¿Qué pasa? ¿Por qué pones esa cara?"—preguntó ella.—"¿Tanto te sorprende que viva con y como los muggles?".
--"La verdad es que si"—dijo Severus mientras la miraba.—"Sobretodo teniendo en cuenta...".
--"Teniendo en cuenta qué".
--"Teniendo en cuenta tu... apariencia"—concluyó.
--"Ahh. Si, bueno, ese es el único inconveniente"—dijo Silvart.—"Al principio resultaba molesto. Todo el mundo mirándome. Pero con los años te acostumbras y ya casi no le doy importancia".
Y mirándole directamente le preguntó:
--"Por cierto, ¿cuánto tiempo vas a estar aquí?".
--"Una semana más a o menos"—contestó Severus.—"He pedido una serie de ingredientes y no los traerán hasta dentro de unos días"—Severus la miró.—"¿Por qué lo preguntas?".
--"Por curiosidad. Yo también estaré aquí varios días"—dijo mientras miraba el reloj.—"Bueno, la compañía es agradable pero todavía tengo que comprar unas cuantas cosas e ir a Gringotts".
Acto seguido se levantó de la mesa. Severus también se puso en pie.
--"Bien."—dijo él.—"Supongo que nos volveremos a ver".
--"Por supuesto"—respondió Silvart sonriendo.
Tenía una bonita sonrisa, pensó Severus.
Cuando ella ya estaba a punto de salir le dijo:
--"Y ten cuidado con la gente, no vayas a volver a tropezar".
--"De acuerdo, esta vez tendré más cuidado"—y salió por la puerta.
Severus permaneció un rato más sentado a la mesa. Pensaba en Silvart. Había algo extraño en ella pero no sabía que. Por su pelo parecía una veela pero pudo comprobar al tenerla cerca que no lo era. La gente se volteaba a mirarla cuando iba por la calle pero no provocaba los accidentes que tendían a causar la veelas.
Al cabo de unos cinco minutos optó por subir a su habitación. Acababan de entrar en el Caldero Chorreante un grupo de jóvenes magos bastante ruidosos y le resultaba molesto.
Una vez en la habitación, se tumbó en la cama y empezó a analizar la conversación que había tenido con ella, tratando de descubrir algún indicio de lo que ocultaba. El apellido Dragg no le resultaba familiar y tampoco parecía muy español, que digamos. Después de quince minutos llegó a la conclusión de que en la conversación ella no había dicho nada que pudiera levantar sospechas sobre su identidad.
Recordó que todavía tenía que ir a comprar unos calderos nuevos y salió de su habitación. Bajó por las escaleras y pasó entre los ruidosos magos que ahora estaban empezando a cantar. Cuando salió al callejón el calor volvió a darle en la cara.
--"Estamos teniendo un comienzo de verano realmente agobiante"—pensó mientras se dirigía a comprar los calderos.
Cuando llegó a la tienda entró rápidamente, agradeciendo el frescor que hacía dentro.
--"Si no fuera por la marca de mi brazo tal vez podría llevar una túnica más fresca"—pensó mientras miraba tristemente su antebrazo izquierdo. Allí, oculta bajo la manga estaba la marca que indicaba su pasado. Un pasado del que no quería acordarse. Su pasado como mortífago. Un pasado que ahora volvía a alcanzarlo de nuevo con el regreso de Lord Voldemort.
Volvió a centrar su atención en la tienda. Sonrió al ver quien estaba allí, comprando un kit completo para pociones. Silvart. Se acercó sigilosamente por detrás y cuando estuvo tras ella le dijo:
--"¿Qué? ¿Planeando como destruir el Caldero Chorreante?".
Silvart se giró dando un pequeño salto y dejando caer el caldero que tenía entre las manos.
--"¡No! Solo estaba comprándome un equipo nuevo. El mío estaba un poco... dañado"—respondió al tiempo que intentaba coger el caldero que caía al suelo.
--"Era una broma"—contestó Severus mientras hacia un ágil movimiento y cogía el caldero.
--"Toma, tu caldero"—dijo mientras se lo alcanzaba.—"Aunque si me permites un consejo, te recomendaría aquellos de cobre. Son mucho mejores".
--"Gracias por el consejo"—y dirigiéndose al dependiente le pidió uno de los calderos de cobre.
--"Por cierto, ¿qué haces aquí?"—preguntó Silvart mientras cogía el caldero que el dependiente le daba.
--"Olvidé que tenía que comprar unos calderos para la escuela"—respondió Severus.—"Iba a comprarlos antes pero tropecé con alguien y se me olvidó".
--"Deberías ir con más cuidado por la calle"—dijo Silvart sonriendo.—"Hay gente muy despistada que no mira por dónde va".
--"Si, tienes razón. Tendré que tener cuidado no me vuelva a caer nadie encima"—dijo Severus a punto de echarse a reír, pero se contuvo en el último momento.
Volviéndose hacia el dependiente, Severus le encargó una serie de calderos y le indico que los mandaran al Caldero Chorreante.
Mirando a Silvart le preguntó:
--"¿Ya lo tienes todo".
--"Si. Podemos marcharnos"—respondió ella.—"Todavía tengo que ir a Ollivanders para que le eche un vistazo a mi varita. ¿Me acompañas?".
--"De acuerdo. Tampoco tengo nada más que hacer"—y mirándola continuo.—"Y así evitaré que tropieces con nadie".
--"Por favor, no vuelvas a recordármelo"—dijo Silvart volviéndose a poner roja.
Salieron de la tienda y se dirigieron a Ollivanders, que estaba unos metros más adelante. Cuando, entraron, el señor Ollivander salió a recibirlos. Miró a Severus con sorpresa pero sus ojos todavía se abrieron más al ver que no estaba solo.
--"Buenos días profesor Snape"—saludó Ollivander.—"¿Qué le trae por Londres?".
--"Asuntos de Hogwarts, señor Ollivander"—contestó Severus.
--"Buenos días señorita..."—empezó a decir volviéndose hacia Silvart.
--"Dragg, Silvart Dragg"—respondió ella.
--"¿Qué se les ofrece?"—preguntó mirándolos, bastante sorprendido todavía. No era pare menos: ver a Severus Snape en compañía de una joven, y además tan hermosa, resultaba verdaderamente chocante.
--"Quería que revisara mi varita"—dijo Silvart alargando una varita negra y plateada.
Ollivander tomo la varita y la observó de forma apreciativa.
--"Es una varita excelente señorita Dragg. Muy extraña pero excelente. 26 centímetros, pluma de fénix, ébano y... ¡acero azul!"—exclamo sorprendido.—"¿Dónde la compró?".
Ollivander sujetaba la varita y la observaba con admiración.
--"La compré en Francia cuando empecé mis estudios"—respondió Silvart mirando también la varita.—"El señor Cournts, que fue quien me la vendió también quedó sorprendido por haber conseguido vender esta varita. Según él no le iba bien a ningún mago".
--"No me extraña señorita"—explicó Ollivanders.—"El acero azul es un elemento extremadamente poderoso, y más aún combinado con una pluma de fénix. Se necesita tener una gran carga mágica para controlarla... y para aprender a usarla".
--"Si, eso mismo me dijo él"—dijo Silvart mientras cogía la varita que Ollivander le devolvía.
--"Bueno, está en perfecto estado. Muy bien cuidada"—y mirándola seriamente le dijo—"Cuídela bien. Se aproximan tiempos oscuros y una varita tan poderosa le será de mucha utilidad".
--"No se preocupe. Lo haré".—y girándose hacia Severus le dijo que ya podían irse. Este asintió y despidiéndose ambos de Ollivanders salieron de la tienda.
Severus había escuchado toda la conversación en silencio. Se había sorprendido al ver la varita casi tanto como Ollivander. El acero azul era un material escaso y muy poderoso. Se necesitaba mucha energía para controlar una varita de esas características. Miró de soslayo a Silvart. Había algo extraño en ella... algo que no era humano, pero... ¿qué?.
Su voz le hizo volver a la realidad y salir de sus pensamientos.
--"¿Volvemos al Caldero Chorreante?"—preguntó tranquilamente.—"Yo ya no tengo nada más que hacer por hoy".
--"Esta bien"—respondió Severus.—"¿Dónde conseguiste esa varita?"—preguntó mirándola fijamente.
--"Ya se lo dije al señor Ollivander"—respondió mientras eludía su mirada y se acercaba a un escaparate de una tienda de Quidditch.—"La compré en Francia cuando empecé mis estudios".
Severus sabía que aquello era cierto, pero también se había dado cuenta de que la joven no le decía toda la verdad. Optó por no presionarla más... por el momento. Además, había notado que Silvart se había puesto tensa cuando le preguntó por la varita.
Acababan de entrar en el Caldero Chorreante. Iba a preguntarle algo pero ella habló antes.
--"Estoy algo cansada"—dijo más relajadamente.—"Creo que iré a descansar un rato a mi habitación. Ya nos veremos más tarde".
--"Bien. Si quieres algo ya sabes donde estoy"—respondió Severus observándola.
--"Bien... gracias."—farfulló—" Hasta luego Severus".
Severus la vio desaparecer por la escalera y acto seguido el subió también.
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Severus se encontraba en un pequeño reservado de la posada. Era casi la hora de cenar y no había vuelto a ver a Silvart en varias horas. Ni siquiera había bajado a comer. Empezaba a plantearse el ir a preguntarle al posadero cual era su habitación para comprobar si estaba bien cuando la vio bajar por la escalera. La llamó y ella volvió la cabeza. Sonrió y se acerco.
Cuando estuvo más cerca pudo apreciar que estaba algo pálida y que parecía cansada.
--"¿Te encuentras bien?"—preguntó con un leve toque de preocupación en la voz.
--"Si, si, muchas gracias."—levantó la vista hacia él y pudo apreciar las ojeras que se marcaban bajo aquellos maravillosos ojos.—"Sólo estoy algo indispuesta. Mi estomago se ha declarado en rebeldía".
--"Deberías pedir algo ligero"—le dijo al tiempo que llamaba al posadero. Le pidió la cena y esperó a que ella pidiera. Silvart solo demandó algo de fruta fresca.
--"Y tráigame un poco de agua"—le pidió Severus antes de que el posadero se retirara.—"Enseguida vuelvo"—dijo dirigiéndose a Silvart al tiempo que se levantaba de la mesa y subía a su habitación.
Silvart se quedó sola en la mesa, contemplando las vetas de la madera mientras se perdía en sus pensamientos.
--"¿Debo decírselo?"—pensaba.—"Pero, ¿y si lo asusto?".
En aquel momento llegó el posadero con la cena.
--"Aquí tiene señorita"—dijo el posadero al tiempo que dejaba la cena en la mesa.—"La cocinera le ha preparado una fuente de fruta fresca. Espero que sea de su agrado".
--"Si, muchas gracias"—miró al posadero y le sonrió.
Este le devolvió la sonrisa y se fue.
Mientras observaba la fruta que había en la fuente llegó Severus. Traía una pequeña bolsita de cuero.
--"Bien, ya estoy de vuelta"—dijo al tiempo que cogía el vaso de agua y echaba parte del contenido de la bolsita en él. Lo removió un poco y le alargó el vaso hacia Silvart.
--"Tómate esto. Te calmará el estómago".
Silvart cogió el vaso y olió el contenido. Arrugó la nariz en gesto de desagrado.
--"Ya se que no huele bien, y el sabor tampoco es muy agradable, pero te irá bien. Hazme caso"—le dijo Severus al ver la cara que ponía ella.
--"Esta bien, si tu lo dices"—y se bebió todo el contenido sin respirar. Cuando se lo hubo tragado se estremeció. Aquello tenía un sabor verdaderamente asqueroso.
Severus la miraba mientras ella acababa de tragarse el líquido. A los pocos minutos la expresión de Silvart se relajó y su cara perdió la palidez anterior. Sonrió y le preguntó que era lo que le había dado.
--"No creo que quieras saberlo"—contestó al tiempo que se servía un poco de vino.
--"¿Tan asqueroso es?—preguntó ella mientras partía en trozos más pequeños una naranja que había en la fuente.
Severus asintió y empezó a cenar.
Apenas hablaron durante la cena pero después iniciaron una entretenida conversación. Silvart le preguntaba acerca de Hogwarts. Parecía bastante interesada.
Severus le explicó la organización de la escuela y las diferentes casas que habían. Ella le contó algunas de sus anécdotas en BeauxBattons y unas cuantas en el mundo muggle. Para cuando se dieron cuenta era casi la una de la madrugada.
--"Bueno"—dijo Silvart levantándose.—"Creo que me voy a dormir. Estoy bastante cansada".
--"Si, yo también me retiro"—dijo Severus haciendo lo mismo.
Subieron juntos por la escalera. Cuando llegaron al rellano Silvart se giró para despedirse.
--"No te he dado las gracias por el calmante para mi estómago"—dijo. Y acto seguido le dio en beso en la mejilla. Antes de que Severus pudiera reaccionar se empezó a alejar por el pasillo al tiempo que le deseaba buenas noches.
Cuando se cerró la puerta de la habitación, Severus seguía parado en el rellano, todavía sorprendido.
--"Buenas noches Silvart"—consiguió farfullar. Aunque ella ya no podía escucharle. Cuando reaccionó se dirigió a su habitación y cerró la puerta.
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Los días pasaban rápidamente a su alrededor. Fueron unos días realmente maravillosos. Severus se sentía extrañamente bien con Silvart y a ella también parecía agradarle la compañía. Paseaban muchas veces por el Callejón Diagon y discutiendo de muchos temas. Ella intento convencerle un par de veces de visitar el mundo muggle pero Severus se negó rotundamente. Al final desistió, dejándolo por imposible.
Ya habían pasado seis días desde aquel choque fortuito. Durante el desayuno Silvart le anunció su marcha.
--"Yo también debo regresar a Hogwarts"—dijo Severus.—"Tengo que empezar a acondicionar la mazmorra. Además dejé algunos proyectos a medias y me gustaría terminarlos".
--"Yo vuelvo a casa, con mis padres. Tengo que terminar unos trabajos que me mandaron de la universidad muggle"—sonrió. Tenía un brillo divertido en los ojos.—"Además mis amigas seguro que han preparado una fiesta de bienvenida y ya tengo ganas de verlas".
--"¿Cuándo te vas"—le preguntó mirándola.
--"Después de comer. Mi tren sale a las tres"—dijo ella al tiempo que le echaba más azúcar al café.
--"¿Te vas en tren?—Severus la miro sorprendido.—"¿No sería más rápido con los polvos flu?".
--"Prefiero el tren. Así puedo empezar a preparar algunas cosas"—dijo mientras empezaba a beberse el café. Cuando se lo hubo terminado dejó la taza sobre la mesa.
--"Bueno, creo que mejor será que vaya a preparar el equipaje"—dijo Silvart levantándose.
--"Antes de irte avísame"—pidió Severus.
--"¡Claro hombre!"—exclamó.—"Comeremos juntos, ¿no?".
--"Si".
--"Vale, pues entonces hasta luego".
Dicho esto subió a su habitación.
Severus salió a recoger los ingredientes que había encargado y por un momento deseó que ella no tuviera que marcharse. ¿Y si no la volvía ver? Aquello era bastante probable. Le gustaba su compañía y, para que negarlo... también le gustaba ella. Pero no estaba demasiado acostumbrado a expresar aquella clase de sentimientos y no le dijo nada. Además, si a ella no le gustaba lo único que haría sería ponerse en ridículo y eso no lo soportaba. Para cuando regresó al Caldero Chorreante ya era casi hora de comer. Silvart estaba en el mismo reservado de siempre. Se quedó atónito al ver su ropa. No llevaba ninguna túnica sino un cuerpecito azul que se ataba con un simple cordón a la espalda, la cual quedaba completamente al aire. Eso y unos pantalones de lino blanco junto con unas sandalias de colores. Se había recogido el pelo en una cola alta pero al ser tan largo caía sobre sus hombros. Severus no sabía si se había quedado tan atónito por como vestía ella o por lo guapa que estaba con aquella ropa.
Silvart, al verlo le levantó la mano, indicándole que se sentara con ella.
--"Gracias a Dios que has venido"—dijo mientras Severus tomaba asiento.—"En los cinco minutos que llevo aquí se me han acercado por lo menos seis hombres. Estaba empezando a ponerme nerviosa."—levantó la vista buscando al posadero.—"¡Ni que nunca hubieran visto a una chica!"—exclamó en voz baja.
Severus no supo como salieron aquellas palabras de su boca:
--"Desde luego no creo que hayan visto a ninguna tan guapa como tu".—agachó la vista sorprendido por su osadía.
Silvart lo observaba sin saber que decirle. Evidentemente, se le veía bastante apurado.
--"Gracias por el cumplido"—dijo sonriéndole. Severus, algo menos azorado pero con un leve rubor en las mejillas, le devolvió la sonrisa.
Después de comer, Silvart se dispuso a despedirse.
--"Bien. Es hora de marcharme"—Severus la observaba mientras se levantaba.—"¿Te puedo enviar alguna lechuza de vez en cuando?"—le preguntó.
Aquello pilló por sorpresa a Severus.
--"P-por supuesto"—tartamudeó.—"Espero que volvamos a vernos algún día".
Silvart lo miró y sonrió misteriosamente.
--"Por descontado"—dijo y añadió mentalmente para sí—"Y antes de lo que te esperas".
Las cosas de Silvart ya estaban allí. Tras despedirse de Severus se dirigió hacia la puerta trasera del Caldero Chorreante, la cual daba acceso al mundo muggle. Antes de salir, se volvió y sonrió una última vez a Severus. Le dijo adiós con la mano y salió.
Severus la observó salir con tristeza. Aquella semana había sido realmente maravillosa. No había conseguido averiguar que era lo que Silvart ocultaba pero estaba seguro de que algún día lo descubriría... eso suponiendo que la volviera a ver. Pasados unos instantes, subió a su habitación, preparó el equipaje y se dirigió a Hogwarts usando los polvos flu en la chimenea.
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Este es el segundo capítulo de mi fic. Espero que les guste. Dejen reviews con comentarios, cosas que les gustaría que incluyera, cosas que no les han gustado.. en fin, lo que quieran. Pero, por favor, tengan compasión de mi y no sean muy duros conmigo, ¡es mi primer fic!.
