¡Y aquí esta el séptimo capítulo! De nuevo debo daros las gracias a todos por vuestros reviews. ¡¡¡¡¡¡¡Me encantan!!!!! Así que por favor, no os cortéis y mandadme más. Me hace mucha ilusión!!! Dicho esto, os dejo con el capítulo.

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Capítulo 7: La vida continúa.

Cuando Silvart entró en el aula se hizo un silencio repentino. Se dirigió tranquilamente hacia su mesa, dejó varios pergaminos y, después de respirar hondo, se volvió hacia la clase con una sonrisa.

--"Bien. Supongo que aquí las noticias vuelan y que ya os habréis enterado"—la clase la miraba expectante.—"¿Alguien tiene algo que preguntar? Gustosamente responderé a sus dudas."

La clase pareció dudar. Neville levantó la mano.

--"N-No se-serás peligrosa, ¿verdad?"—Neville la miraba con los ojos muy abiertos y tartamudeando.

Silvart se echó a reír.

--"¡No, por Dios! Los dragones de razas puras no somos tan agresivos. Es más, nos encanta estar con la gente."—y mirándolos burlonamente añadió—"Además, solo me como a los alumnos desobedientes para cenar... y de postre me encantan los hurones botadores".

Al ver la cara de terror de sus alumnos no pudo evitar empezar a reírse otra vez. Malfoy estaba pálido a más no poder y Neville pensaba la mejor manera de esconderse bajo la mesa.

Alguien más se reía en la clase. Hermione se aguantaba al borde de la mesa, retorciéndose de la risa.

--"Bien, bien"—dijo Silvart cuando consiguió calmarse.—"Supongo que sabréis que lo que he dicho anteriormente era broma."

Algunos alumnos la miraban dudosos.

--"Bueno, si ponéis esas caras es porque no habéis entendido nada de lo que os he enseñado. A estas alturas ya deberíais saber que los dragones como yo no atacamos a la gente, salvo en contadas ocasiones y si nos hemos encontrado en una situación de grave peligro. A eso se le llama supervivencia. No atacamos sin motivo".

Aquello pareció tranquilizar a los alumnos. Viendo que ya se había evaporado el ambiente de tensión que había cuando ella entró, decidió empezar la clase.

--"Bien. Hoy empezaremos a estudiar algunas técnicas de defensa"—dijo.—"Debo deciros que lo que aprendáis en las sucesivas clases lo aplicaremos unas semanas después de las fiestas de Navidad"—nuevo murmullo excitado en clase.

--"¿Quiere decir que va a traer dragones?"—preguntó Malfoy.

--"Sí. Vendrán unos amigos míos. Aunque debería decir más bien... amigas. Se han ofrecido para que practiquéis con ellas vuestras técnicas."—y añadió.—"Por supuesto, os ruego que tengáis cuidado y no os paséis. No me gustaría que les hicierais daño, ¿de acuerdo?".

Los alumnos asintieron y ella continuó con la clase.

--"Bien. Como todos sabéis, uno de los puntos débiles de los dragones de razas secundarias son los ojos. No resulta muy difícil esquivarles si atacáis con un buen conjuro sus ojos. Pero esto no sucede con los dragones puros. Resisten muy bien los ataques a los ojos así que no os recomiendo que realicéis ninguno, a no ser que este sea muy potente o el dragón esté muy débil."—prosiguió con la explicación.—"Las razas puras tienen su punto débil en el estómago."

La clase la miró extrañada. ¿Qué iban a hacer? ¿Provocarle una indigestión?.

Silvart miró sus expresiones y continuó:

--"Supongo que sabéis que los dragones están recubiertos de escamas. Estas sirven como un escudo contra hechizos y contra la mayoría de las armas. Pues bien, desde la mitad del pecho hasta casi el final de la cola, no tienen escamas. En esa franja la carne queda desprotegida y resulta muy fácil infringir heridas. Por supuesto, no resulta fácil alcanzar ese punto, así que mi misión será intentar que lo logréis con el mínimo daño".

Sonó un timbre. Los estudiantes empezaron a recoger sus cosas. Ahora tocaban pociones dobles y no había que llegar tarde. No había cosa que molestara más al profesor Snape que ser interrumpido mientras daba clase.

--"No os mando tarea, ¿de acuerdo?"—dijo mientras buscaba rápidamente a un alumno—"¡Señor Malfoy! Venga un momento, quiero hablar con usted".

Draco la miró e indicó a sus eternos guardaespaldas que fueran bajando a clase. Se acercó a la mesa donde Silvart estaba sentada.

--"¿Qué sucede profesora?".

--"Nada Draco, tranquilo. Sólo quería disculparme por el incidente en Hogsmeade. Creo que fui un poco brusca."

Draco bajó la mirada un poco incómodo. En cierto modo, él sabía que se había ganado aquella reprimenda.

--"No hace falta que se disculpe. Me comporté mal. No debí contestarle"—dijo Draco.

Silvart lo miró sorprendida. ¿Un Malfoy diciendo que se había comportado mal?. Silvart conocía al padre de Draco, Lucius Malfoy y podía darse cuenta de que el hijo no era como el padre. Tal vez todavía se podía hacer algo con el muchacho y evitar que cayera también en las manos de Voldemort.

Draco estaba silencioso, esperando que ella le dejara marchar. Silvart miró su reloj. Hacía diez minutos que había empezado la clase de pociones. Severus se pondría furioso si Draco entraba sin ninguna excusa.

--"Vamos Draco"—le dijo al tiempo que bajaba de la mesa.—"Te acompañaré a tu clase".

Este asintió y salieron del aula. Hubo unos instante de incómodo silencio. Silvart preguntó:

--"¿Qué te ha parecido la idea de traer dragones?.

--"¡Oh! Muy buena"—Draco levantó la vista con un brillo emocionado en los ojos.—"Me encantan los dragones y ver puras razas no es algo que se consiga todos los días".

Conversando animadamente fueron llegando a las mazmorras. Hablaron de sus aficiones. Draco le dijo que a él le encantaba dibujar, sobre todo dragones. Silvart lo miraba sorprendida.

--"Verdaderamente, no es como su padre"—pensó mientras le observaba.

Ella le confesó que su mayor afición era montar a caballo. Le dijo que le había pedido a Hagrid que construyera un pequeño establo al lado de su cabaña, con la esperanza de traer a su caballo.

--"¿Tienes un caballo? ¿Cómo se llama?"—preguntó Draco.

--"Aldebarán. Es mi mejor compañero.".

De pronto, Draco se quedó un momento pensativo y después se echó a reír.

--"¿Qué pasa?"—Silvart lo miraba con cara extrañada.

--"Pues que no me imagino a un dragón montando a caballo".

Silvart se quedó pensando un momento y después también se echó a reír.

--"Tienes razón, resulta un poco extraño".

Se detuvieron. Estaban ante la puerta del aula. Silvart llamó.

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Severus entró en el aula con un revuelo de su túnica. Cuando llegó hasta su mesa, miró a los alumnos, comprobando si faltaba alguien. Sus ojos se posaron en el asiento vacío de Draco.

--"¿Alguien puede decirme dónde está vuestro compañero, el señor Malfoy?".—preguntó con voz fría mirándolos fijamente. Al profesor Snape no le gustaban los retrasos, y no dudaría en bajar puntos a Malfoy, aunque fuera de su propia casa, si la excusa por el retraso no era buena.

--"La ultima vez que le vi estaba con la profesora Dragg"—dijo Goyle. Severus le miró un instante y después decidió empezar la clase sin él.

Probablemente ella quiso decirle algo sobre su conducta en Hogsmeade (aunque ya había pasado bastante tiempo de aquello), y el chico habría aprovechado para saltarse la clase.

--"Hoy realizaremos una poción levitatoria"—empezó.—"Tomad nota de los ingredientes."

Estaba a mitad de receta cuando llamaron a la puerta.

--"Adelante"—dijo en tono malhumorado.

--"Profesor Snape..."—la cara de Severus cambió cuando se abrió la puerta y Silvart entró, seguida de Draco.—"Aquí le traigo al señor Malfoy. Disculpe el retraso, pero yo lo entretuve".

Silvart sonreía. Y Severus no podía resistirse a esa sonrisa.

--"Sí, claro. No hay problema. Draco, ocupa tu sitio. Y que un compañero te explique la poción que hay que realizar".—y dijo al resto de alumnos—"Empezad con la poción".

Severus se acercó a Silvart para preguntarle por qué había retenido a Malfoy.

--"Luego te cuento"—respondió ella.—"Continúa con tu clase. Y no te comas a nadie".

Dicho esto salió del aula y se dirigió a su despacho.

Severus volvió de nuevo su atención a la clase. Detuvo un momento su mirada en Draco. El chico parecía tranquilo, incluso tenía un brillo feliz en los ojos.

--"Como os iba diciendo...".

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Después de las dos horas de clase, en las que, milagrosamente, no había tenido problemas, Severus se dirigió al comedor. Primero había pensado en pasar por el despacho de Silvart, pero pensó que ella ya habría ido al comedor y se dirigió allí directamente. Antes de entrar vio a la profesora Sprout. Ahora que se acordaba, quería pedirle que le consiguiera una flor especial.

--"¡Profesora Sprout!"—llamó. La profesora se giró y se detuvo a esperarlo.

--"Dígame profesor Snape. ¿Qué se le ofrece?"—preguntó ella.

--"Veras, yo quería pedirle..."—le contó él mientras entraban al comedor.

Antes de llegar a la mesa, ella sonrió y asintió.

--"No te preocupes. Puedo conseguirte unas cuantas".—y ocupó su sitio en la mesa.

Como él había supuesto, Silvart ya estaba allí, charlando alegremente con Fleur sobre el baile.

Hablaban sobre algo de un vestido y no se qué de Londres. Severus se sentó.

--"Buenos días señorita Delacour"—saludó.

--"Buenog diag profesog Snape"—respondió ella. Fleur giró la cabeza hacia otro lado. Al parecer, Remus Lupin reclamaba su atención.

Severus miró a Silvart.

--"Me tienes que contar que ha pasado con Draco"—dijo con una expresión curiosa en la cara.

--"Pásate más tarde por mi despacho y te lo cuento"—y añadió.—"Por cierto, ¿te he dicho que Dumbledore me ha dejado un aula vacía para usarla como gimnasio? Así ya no tendré que pasar tanto frío cuando salgo a ejercitarme un poco por las mañanas".

--"Si necesitas que te ayude con algo, no dudes en pedírmelo"—respondió él mientras le servía a Silvart un poco de zumo de calabaza.

--"No, tranquilo. Los elfos ya habrán transportado todo lo que necesito."—Silvart se sirvió un poco de arroz.—"Se me olvidaba. Mañana me voy con Fleur a Londres."

--"¿A Londres?"—Severus arqueó las cejas bastante sorprendido.—"¿Para qué?".

--"De compras... Te recuerdo que el martes es el baile de Navidad. Y no tengo vestido".

--"¿Y para qué vais a Londres? Hogsmeade está más cerca y también hay un par de tiendas".

--"Ya las vi, y no me gustaba lo que había"—respondió ella.—"Además, en Londres hay más y mejores tiendas".

Severus se encogió de hombros.

--"¡Mujeres!"—pensó.—"¿Quién las entiende?".

Tras la comida, y después de dar buena cuenta de un montón de fresas, Silvart se retiró a su habitación. Unos minutos después, el resto de profesores se dirigieron a sus correspondientes clases.

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Después de su última clase, Severus se encaminó por los pasillo hacia el despacho de Silvart. Este estaba situado cerca de su habitación, en una de las torres. Cuando ya estaba llegando, se cruzó con Hagrid. Este lo detuvo.

--"¡Profesor Snape!"—llamó Hagrid con un increíble vozarrón.

--"¿Sí, Hagrid?"—preguntó Severus deteniéndose.

Hagrid lo alcanzó. Severus era alto, pero al lado de Hagrid se veía muy pequeño. Alzó la vista para mirarlo.

--"Quería decirle que si busca a Silvart, esta en el aula que Dumbledore le ha dejado como gimnasio. Es la tercera a la derecha"—le dijo mientras le indicaba con el brazo.

--"Gracias Hagrid. Me has evitado el tener que subir otro piso más en balde."—suspiró.—"Hay que ver que manía que tienen las mujeres de escoger sus habitaciones en las zonas más altas".

Hagrid sonrió.

--"Bueno, desde las torres las vistas son espléndidas"—dijo Hagrid.—"Bien, me retiro. Que tenga una buena tarde profesor Snape."

--"Igualmente Hagrid. Por cierto, ¿qué estás construyendo al lado de tu cabaña?"—preguntó Severus.

--"¡Oh! Un establo"—y dicho esto se marchó.

--"¿Un establo?"—pensó Severus.—"A saber que nuevo monstruo piensa traer esta vez".

Cuando Severus entró en el improvisado "gimnasio" se quedó parado en la puerta, mirando lo que tenía ante si.

Silvart estaba de espaldas a él, colgada boca debajo de una barra, en la que tenía los pies enganchados. Estaba haciendo una especie de abdominales. Llevaba una camiseta un poco holgada de tirantes, que, al estar en esa posición, había resbalado, dejando toda su espalda al aire. Severus vio sobre su hombro izquierdo (antes no lo había notado, no sabía por que) un dragón tatuado. Tenía una espalda realmente preciosa, de color tostado claro.

Severus carraspeó.

--"¡¿Quién...!?"—exclamó Silvart girándose de tal forma que parecía que se fuera a romper.—"¡Severus! Has venido pronto.".—de pronto se dio cuenta de que Severus se estaba poniendo rojo. Iba a preguntarse el por qué cuando se dio cuenta de que su camiseta había resbalado hacia abajo y la dejaba casi al descubierto.

Se enderezó rápidamente y soltó las correas que sujetaban sus tobillos. Cuando bajó al suelo, se apresuró en ponerse bien la camiseta. Cuando todo estuvo en orden, se volvió hacia Severus.

--"¿Te gusta mi gimnasio?"—preguntó alegremente.—"No es gran cosa pero me apaño bastante bien".

Severus observó el aula. Había, aparte de la barra de la cual acababa de bajar ella, unas cuantas colchonetas, una especie de bicicleta sin ruedas y algunos aparatos más que no supo como describir.

--"Si, está bastante bien"—dijo él. Y añadió mentalmente.—"Pero me gusta más la que lo utiliza".

Silvart se acercó. Llevaba una toalla alrededor del cuello, con la cual se secaba el sudor de la frente. Severus pudo apreciar la magnífica constitución de Silvart. Volvió a sonrojarse un poco.

--"Por cierto, ¿qué hacía Hagrid aquí?"—preguntó él, tratando de centrarse en algo que no fuera ella.

--"Eso es algo que te quería contar. Acompáñame a mi habitación y te lo cuento por el camino".

Severus salió y Silvart lo siguió, cerrando la puerta tras ella con un conjuro.

Caminaron por el pasillo, hacia las escaleras.

--"Bueno, lo que te iba a decir. Hagrid está construyendo un pequeño establo para mi caballo."—Severus arqueó una ceja, sorprendido.—"Vino a decirme que ya está terminado. Así que el domingo podrán traerlo.".

--"No sabía que montaras a caballo. Y menos que tuvieras uno"—dijo él.

--"Lo siento. Es algo que se me olvidó contarte."—se disculpó ella.—"Ya tengo ganas de lo traigan. Hace mucho tiempo que no monto"—tenía una expresión soñadora.—"No hay cosa que me relaje más que galopar a toda velocidad por el campo."

--"¿Y cómo es?"—dijo Severus, por preguntar algo.

--"Se llama Aldebaran. Es un pura sangre español, bastante grande, muy buen compañero y extremadamente inteligente. Es completamente negro, una capa difícil de encontrar. Hoy en día casi todos son grises o castaño oscuro."

Estaban a mitad de escalera cuando a esta le dio por cambiar de posición. Silvart se tambaleó, aquello la había cogido desprevenida. A Severus le pasó tres cuartos de lo mismo, pero se sujetó al pasamanos. Silvart se sujetó en la primera cosa que encontró: él. Se quedaron mirándose un instante y, recordando que estaban en mitad de una escalera, se separaron.

--"Creo que tendremos que dar la vuelta"—dijo ella cuando vio donde les dejaba ahora la escalera. Tenía las mejillas sonrojadas.

--"Sí, creo que tienes razón"—asintió Severus. Mentalmente lamentó que estuvieran es las escaleras.

Después de dar una gran vuelta llegaron a la habitación de Silvart. Ella murmuró un hechizo y abrió la puerta. Nada más entrar apuntó con la varita hacia la chimenea y encendió el fuego.

--"¿Qué pasó con Malfoy?"—preguntó Severus mientras observaba como ella abría unos cajones y sacaba algo de ropa limpia.

--"Me disculpé con él por lo que había sucedido en Hogsmeade"—explicó ella mientras se dirigía al baño y abría los grifos de la bañera.—"Y sucedió algo muy extraño. En cierto modo, se disculpó".

--"¡¿Qué?!"—a Severus aquello tampoco le cabía en la cabeza. ¿Malfoy disculpándose?. Imposible.

--"Pues si, lo hizo, aunque parezca mentira. Es muy diferente de su padre. Parece un buen muchacho. Y no parece que le agrade mucho tener que seguir los pasos de su padre"—Silvart se detuvo ante la puerta del baño.—"Tal vez todavía estemos a tiempo de hacer algo por él. Bien, voy a darme un baño. Si quieres esperar, ahí tienes unos cuantos libros. Échales un vistazo."—entró en el baño y cerró la puerta. Severus la oyó gritar desde dentro.—"¡Y no se te ocurra entrar!".

Severus sonrió. Había pensado en esa posibilidad, pero inmediatamente se había puesto rojo. Él no era tan atrevido. Le pareció oír que Silvart le decía algo, pero con la puerta cerrada no la oía. Se acercó y, después de pensárselo mucho, la abrió y asomó la cabeza.

--"¿Decías algo?"—preguntó.

--"¡¡¡SE PUEDE SABER QUE DEMONIOS HACES AQUÍ!!!"—Severus se encogió ante el grito que dio ella.

Silvart estaba dentro de la bañera. Su pelo plateado, al estar mojado, tenía un color gris acerado. Estaba completamente roja, más por vergüenza que por furia.

--"Creía que me estabas diciendo algo"—dijo mientras abría más la puerta.

--"¡¡NI SE TE OCURRA DAR UN PASO MÁS O...!!"—se quedó pensando un momento.—"¡¡O NO RESPONDO DE MIS ACTOS!!".

--"¡Vale, vale! Tampoco es necesario que te pongas así"—contestó él mientras retrocedía.—"Te recuerdo que tu también te metiste en mi baño".

Silvart se quedó sin palabras. Pero sólo por un instante.

--"¡Sí! ¡Pero yo soy yo y tu eres tú! ¡Y ahora sal de aquí!"—gritó. Severus pensó que si ella se ponía más roja, dentro de poco empezaría a hervir el agua.

Cuando ya estaba a punto de cerrar la puerta, se paró y volvió a asomar la cabeza.

--"¿Qué quieres decir con eso de que tú eres tu y yo soy yo"—preguntó.

Por respuesta recibió en plena cara el impacto de una esponja roja y blanca, chorreando jabón.

--"¡Vale! Ya he captado la indirecta"—y cerró la puerta.

Se acercó a una estantería y cogió uno de los libros. Se sentó junto al fuego y empezó a leerlo.

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Después de que se cerrara la puerta, Silvart continuaba con la boca abierta. ¿Cómo había osado entrar en su baño?. Estaba muerta de vergüenza. Buscó la esponja entre la espuma que la rodeaba. De pronto recordó que se la había lanzado a Severus, y con muy buena puntería, por cierto. Le había dado en plena cara. Miró hacia la puerta. Allí estaba la esponja. Alargó la mano y musitó:

--"¡Accio esponja!"—y esta salió disparada a sus manos. Era una ventaja poder hacer magia sin varita. Continuó enjabonándose.

Al cabo de unos cinco minutos, salió del agua, se secó y se puso una túnica limpia. Realizó un conjuro sobre su pelo para secarlo, se puso un poco de colonia, recogió la ropa sucia que había en el suelo, la tiró a una cesto y salió del baño.

Severus estaba sentado ante el fuego leyendo. Parecía muy interesado en el libro.

--"¿Qué lees?"—preguntó, haciendo que éste diera un respingo. Estaba tan enfrascado en el libro que no la había oído salir.

--"Uno de los libros que tienes por aquí"—miró la tapa—"El Señor de los Anillos".

--"Buena elección. Es una de las mejores novelas fantásticas que se han escrito"—dijo ella.—"Llévatelo si quieres leerlo. Yo ya me los se de memoria".

Severus marcó con un papel la página donde se había quedado y cerró el libro. Miró a Silvart.

--"Tienes muy buena puntería."—le dijo recordando el "esponjazo" que le había dado en plena cara.

Silvart rió.

--"Sí, ¿verdad?"—lo miraba divertida.—"Por lo menos ya estas seco."

--"Tampoco me había mojado tanto. Solo la cara, el pelo y parte de la túnica. Pero nada más".—respondió él.

--"Podría haber sido peor. Tenía a mano la botella del gel. Y eso te habría hecho más daño".—añadió ella.

--"Sí, probablemente"—Severus miró un reloj que había en la pared.—"Es hora de cenar. Será mejor que bajemos".

--"Sí, vamos. El ejercicio me deja hambrienta"—antes de salir le recordó.—"Coge el libro, que te lo dejas".

Severus cogió el libro y se encaminaron al comedor.

Durante la cena, Hermione Granger se acercó a la mesa de los profesores. Quería hablar con Silvart.

--"¿Profesora Dragg?"—llamó.

--"Silvart, Hermione. Por favor"—contestó ella mirándola.—"¿Qué quieres?".

--"Verás"—se acercó y le habló bajito al oído.—"Me han dicho que mañana vas a Londres de compras y me preguntaba..."—dudó si pedirlo.

--"Sigue Hermione"—la animó Silvart.

--"Bueno. Si podría ir contigo y con Fleur. No tengo vestido y me gustaría poder comprarme uno. No me apetece usar el del año pasado".—y añadió enseguida.—"Pero si no quieres no importa. Además, no creo que pueda ir".

Silvart pareció meditarlo un momento.

--"Espera un segundo"—se levantó y se acercó a Dumbledore. Le musitó la petición de Hermione al oído. Dumbledore sonrió y le indicó que no había problema.

Silvart volvió a sentarse sonriente.

--"Mañana te quiero a las nueve en la entrada, ¿de acuerdo?".

--"¡Sí, sí! Allí estaré. Gracias"—y corrió a sentarse con sus amigos, que enseguida le preguntaron lo que le había dicho.

--"¿Qué quería?"—preguntó Severus cuando se hubo alejado.

--"Venir con nosotras a Londres"—contestó ella.—"Dumbledore me ha dado su permiso".

Siguieron conversando durante la cena. Cuando el comedor ya empezaba a vaciarse, se levantaron y salieron. Antes, ella avisó a Fleur de que Hermione también iría con ellas. A aquella le pareció buena idea. Así podrían ayudarla a elegir vestido. Se despidió de ella, recordándole la hora a la que habían quedado.

Fuera del comedor, Silvart le deseó buenas noches a Severus, y acercándose, le dio un suave beso en los labios. Severus la retuvo unos instantes y después la dejó ir. Mientras la veía alejarse por el pasillo, pensó lo mucho que ella le había cambiado. Pensando en todas estas cosas, se retiró también a sus habitaciones.

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A Severus el sábado se le presentó eterno. Silvart, Fleur y Hermione se habían ido nada más terminar de desayunar. Usaron los polvos flu en la chimenea de la sala de profesores para poder llegar antes a Londres y no tener que coger el tren. Tenía la intención de quedarse en el despacho corrigiendo trabajos cuando llamaron a la puerta.

--"Adelante"—respondió levantando la vista hacia la puerta.

--"Hola Severus"—Remus Lupin entró en la habitación.

--"Hola Lupin. ¿Qué quieres?"—preguntó. Le pareció extraño que Remus fuera a buscarlo.

--"Pues veras. Como las chicas..."—empezó Remus.

--"¿Las chicas?"—le cortó Severus en tono interrogativo.

--"Sí, Fleur y Silvart"—continuó.—"Como iba diciendo, ya que no están, había pensado que podríamos ir a Hogsmeade y comprar los regalos de Navidad. ¿Qué piensas?".

Severus se mantuvo en silencio un rato. Estaba sopesando sus opciones. Podía quedarse todo el día encerrado en el despacho hasta hartarse de corregir trabajos (bastante pésimos, por cierto) o acompañar a Lupin al pueblo y, probablemente, entretenerse más.

--"De acuerdo. Recojo esto un poco y nos vamos"—dijo finalmente.

Al cabo de unos pocos minutos salieron del castillo. Subieron en una de las diligencias y se dirigieron hacia Hogsmeade. Durante el trayecto estuvieron recordando los viejos tiempos y a los antiguos compañeros que ya no estaban.

Cuando llegaron a Hogsmeade, lo primero que hicieron fue ir a "Las tres escobas" para tomar una deliciosa cerveza de mantequilla.

Allí empezaron a discutir sobre lo que podrían regalarles a las chicas. Ninguno de los dos lo tenía muy claro, sobre todo Severus, que hacía siglos que no le regalaba nada a una mujer.

Cuando salieron de la taberna, empezaron a recorrer las calles, mirando en todas las tiendas. Al fin, dieron con la tienda perfecta: una joyería. Entraron y, después de una media hora, salieron con sendas bolsitas. Les había costado, pero habían encontrado lo que querían.

--"Podríamos pasarnos por la librería"—dijo Remus.—"Quiero comprarle a Albus un libro que creo que le gustará".

--"Buena idea"—contestó Severus. Empezó a pensar qué podría regalarle a Albus.

--"¿Ya sabes que le vas a regalar?"—le preguntó Remus.

--"¡Sí! Albus siempre protesta de que nunca le regalamos calcetines, así que he pensado que podría comprarle unos cuantos pares"—respondió Severus.

--"¡Estupendo! Luego iremos a elegirlos"—dijo Remus mientras abría la puerta de la librería.

A los diez minutos, ya estaban camino de una tienda de ropa. Compraron cinco pares de calcetines de lana de alegres colores. Seguro que a Albus le gustarían.

Así, charlando y recorriendo tiendas (parecían dos adolescentes yendo de compras) se les pasó el día.

Llegaron a las siete al castillo. Se despidieron en la entrada y cada uno se dirigió a sus habitaciones.

Severus iba pensando en lo que le había comprado a Silvart.

--"Espero que le guste"—pensó.

Entró en su habitación y escondió los paquetes en un armario. Una vez hizo esto, se marchó a cenar al comedor.

Cuando estaba llegando, oyó voces que salían de la sala de profesores. A los pocos segundos se abrió la puerta y por ella aparecieron Silvart, Hermione y Fleur, cargadas de paquetes y bolsas. Se acercó.

--"¿Habéis comprado todo Londres?"—preguntó alucinado de ver tanto paquete.

--"No, pero casi"—dijo Silvart riendo.—"Anda, ayúdame a llevar todo esto".

Severus cogió algunos de los paquetes. Por el pasillo venían Harry y Ron, que iban también al comedor. Ayudaron a Fleur y a Hermione a llevar sus paquetes.

Severus y Silvart iban por el pasillo hacia la habitación de ella.

--"¿Te lo has pasado bien?"—preguntó Severus.

--"Muy bien. En mi vida había recorrido tantas tiendas en un solo día. Me duele todo de tanto ponerme y quitarme ropa"—contó ella.—"Y tú, ¿qué has hecho?. Espero que no te hayas quedado todo el día encerrado en el despacho"—le preguntó seriamente.

--"No, tranquila. Fui con Remus a Hogsmeade"—respondió él.

--"¿Para qué?"—Silvart estaba sorprendida.

--"De compras"—y no le dijo nada más.

Cuando llegaron, dejaron los paquetes sobre la mesa. Severus intentó curiosear en algunos pero Silvart le dio un golpe en las manos, haciendo que las retirara.

--"Podrías dejarme ver el vestido por lo menos"—Severus se frotaba la mano dolorida.

--"No, es una sorpresa. Y ahora vámonos a cenar. Estoy agotada y quiero irme pronto a dormir"—subrayó esto con un bostezo.—"Además, mañana traen a Aldebaran y quiero montar un poco".

La verdad es que ella tenía una cara de agotamiento total. Probablemente se habrían recorrido medio Londres. La cogió por la cintura y salieron de la habitación. Ella apoyó la cabeza en su hombro y así se fueron hasta el comedor.

Silvart cenó rápido y se retiró enseguida. Fleur hizo lo mismo. Hermione todavía aguantó un rato, pero también se la veía cansada y no tardó mucho en marcharse. Severus, después de charlar un rato con Remus (que también había recibido un manotazo por parte de Fleur al intentar ver lo que había en las bolsas) se retiró a su dormitorio.

Cuando se hubo cambiado, cogió el libro que Silvart le había dejado y se sentó delante del fuego a leer. Estuvo leyendo hasta la madrugada. La verdad es que el libro era muy interesante, pero al ver la hora que era, también se acostó.

--"Después de todo, no ha resultado tan mal el sábado"—pensó mientras se tapaba. A los pocos minutos se quedó dormido.

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Cuando Severus llegó a la mañana siguiente al comedor para desayunar se encontró con que Silvart no estaba todavía. Aún no se había sentado cuando entró ella por la puerta, con el pelo recogido en una cola y cara de sueño. Silvart, más que sentarse se derrumbó en la silla.

--"¿Todavía estas durmiendo?"—Severus la miraba divertido. Estuvo pensando si tirarle un poco de agua a la cara para espabilarla, pero desechó la idea.

--"Mmmmm"—fue toda la respuesta que obtuvo de ella.

Cogió su taza y le puso un café. Se lo puso delante.

El olor del café caliente pareció reanimarla un poco.

--"Gracias cariño..."—murmuró mientras cogía la taza.

--"¿Qué me has llamado?—Severus empezó a toser. Casi se atraganta cuando oyó aquello.

--"Severus, he dicho Severus"—Silvart reaccionó rápidamente, poniéndose un poco roja.

Severus no parecía muy convencido.

--"En serio. He dicho Severus"—y puso cara de inocente.—"A lo mejor el que está dormido eres tú".

--"Sí, eso será"—Severus la miró una última vez y continuó desayunando.

Cuando ya estaban terminando entró Hagrid. Se acercó a ellos.

--"¡Buenos días Silvart! ¡Ya ha llegado!"—le dijo alegremente.

--"¿De verdad? Salgo enseguida"—se levantó y miró a Severus.—"Ya han traído a Aldebaran. ¿Vienes a verlo?".—todo rastro de sueño había desaparecido.

--"Claro. Vamos"—se levantó y la siguió.

Silvart se paró un momento y se acercó a la mesa de Slytherin. Se acercó a Draco y le dijo algo al oído. Este se levantó, cogió una tostada y salió con ellos.

--"Vaya señor Malfoy, no sabía que le gustaran los caballos"—le dijo Severus.

--"Sí, me gustan, pero mi padre no me permite tener uno"—explicó él.

Cuando estaban llegando a las puerta del castillo, les alcanzó Hagrid, con él iban Harry, Hermione y Ron. Draco puso un poco de distancia entre él y Harry y se dirigieron a la cabaña de Hagrid.

Éste había construido un cercado a unos metros de la cabaña. En la puerta del mismo, había una especie de vagón. Dentro se oían unos golpes bastante fuertes.

--"¡Y voy Aldebaran! ¡Cálmate un poco!.—Silvart se acercó al vagón y se puso al lado izquierdo. Abrió la puerta.

De pronto, del vagón salió como una exhalación un impresionante corcel negro. El animal se puso a dar saltos por todo el cercado. Al parecer no le gustaba viajar encerrado allí dentro.

Silvart lo llamó con un silbido. Aldebaran se acercó enseguida, mirando con precaución a las personas que la acompañaban.

--"Desde luego es un animal precioso"—dijo Severus mientras miraba al caballo. El pelo del animal tenía un brillo negro y lustroso. Los músculos se le marcaban a cada paso. Y sus ojos, también profundamente negros, tenían un brillo inteligente.

--"Y que lo digas"—murmuró Draco.

El resto se limitaron a contemplar al caballo asombrados. Hasta Hagrid, que estaba acostumbrado a tratar con pegasos y unicornios, lo miraba embelesado.

Silvart entró al cercado y acarició al caballo.

--"Bueno, este es Aldebaran. ¿Qué os parece?"—preguntó.

--"Precioso"—respondieron casi todos a la vez.

--"Si queréis podéis tocarlo."—dijo dirigiéndose a los chicos. Estos se acercaron enseguida. Estuvieron un rato acariciándolo mientras Silvart hablaba con Hagrid.

--"Lo montaré esta tarde. Ahora voy a dejar que estire un poco sus músculos después del viaje"—explicó.

Hagrid le dijo que lo cepillaría un poco y que le pondría comida.

--"Gracias Hagrid"—dijo ella. Y mirando a los jóvenes añadió.—"Déjales un rato con él. A Aldebaran le encantan los niños".

Hagrid le dijo que no había problema. Dio la vuelta y entró con los chicos al cercado.

Silvart se giró hacia Severus y le indicó que podían volver.

Durante el camino, Severus le preguntó dónde lo había conseguido. Ella le dijo que lo había comprado en España a un precio casi regalado. Al parecer, nadie conseguía montarlo. Pero, al parecer, ella le gustó al caballo y este se dejó domar. Desde entonces, había sido su mejor compañero.

Fueron al despacho de Silvart. Allí estuvieron hablando durante horas sentados ante el fuego.

Por la tarde, después de comer, ella salió a montar un rato.

Severus la observaba sentado en los escalones de la cabaña de Hagrid. Este salió y se sentó a su lado.

--"Es una imagen realmente preciosa"—dijo Hagrid.

--"Sí, lo es"—asintió Severus mientras miraba a Silvart. Ella llevaba unos pantalones negros de montar, camisa blanca, botas altas negras y una capa. El pelo lo tenía recogido en una media cola que se había aflojado con los saltos del caballo. Negro sobre plata. Realmente precioso.

Silvart montó durante una hora. Incluso intentó que Severus subiera para dar un paseo. Le costó convencerlo, pero lo consiguió.

Dieron un agradable paseo por los alrededores de Hogwarts. Casi una hora más tarde, regresaban al castillo.

Se dirigieron cada uno a sus habitaciones para darse una ducha. Olían a caballo.

Después de cenar, se quedaron hasta tarde hablando con el resto de profesores. Después de todo, al día siguiente empezaban las vacaciones de Navidad.

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¡¡¡Por fin terminé este capítulo!!! En principio no iba a ser tan largo e iba a centrarme en el baile de Navidad pero... ya se sabe, empiezas a escribir y te salen nuevas ideas por todas partes (como si hubiera abierto un paquete de donettes). El próximo, que espero sacarlo antes del sábado, sí que será el baile de Navidad. Mientras tanto, espero que este os guste.

¡¡¡¡¡MANDADME REVIEWSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS!!!!!!!!!!!!!!!