¡¡¡¡Por fin terminé los exámenes!!!! Y para celebrarlo, he decidido
escribir el octavo capítulo. Este será bastante más corto que el anterior
(bastante no, mucho más corto). De nuevo miles de gracias por los reviews,
sobre todo a May (me encanta tu fic. Espero estar algún día a tu altura).
Dicho esto, ya podéis leer el capitulo.
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Capítulo 8: El baile de Navidad.
El día de Nochebuena Hogwarts rebosaba de actividad. La mayoría de alumnos se habían quedado para el baile que tendría lugar al día siguiente. Los únicos grupos de estudiantes que no estaban eran los de primer y segundo año, ya que eran demasiado pequeños para asistir a estos bailes. Había motivos navideños en toda la escuela y ramitos de muérdago estratégicamente colocados. Las chicas, casi siempre que veían al chico que les gustaba corrían a ponerse debajo del muérdago, por si acaso picaba... el comedor estaba realmente precioso. Habían seis enormes árboles a cada lado del salón, cada uno decorado de una forma distinta. Los más próximos a la mesa de los profesores llevaban los colores de las diferentes casas: rojo y oro para Gryffindor, azul y plata para Ravenclaw, dorado y negro para Hufflepuff y verde y plata para Slytherin.
Algunos profesores estaban decorando el resto de los árboles, ayudados por los alumnos.
Severus estaba en su habitación, leyendo el libro que le había dejado Silvart. Se había enganchado a su lectura y ya casi lo había terminado.
--"Tendré que pedirle el siguiente volumen"—pensó mientras lo cerraba y se levantaba de un cómodo sillón.
Para que el resto de profesores no protestaran porque no les había ayudado a decorar (algo que realmente odiaba) el salón, decidió subir y echar una mano. Supuso que Silvart ya estaría allí, arreglando los árboles, así que no fue a buscarla a su habitación y se dirigió directamente al comedor.
Pero, desgraciadamente, escogió el peor momento para entrar. Justo cuando cruzó la puerta un montón de bolas y adornos navideños le cayó encima. Especialmente le hizo bastante daño la estrella, que lo dejó medio atontado en el suelo.
--"¡Severus! ¡Lo siento mucho!"—Silvart bajó volando de la escalera en la que se encontraba subida. Evidentemente, los adornos los estaba poniendo ella. Silvart se volvió enfadada hacia el que le aguantaba la caja.—"¡Draco, te dije que sujetaras bien la caja y que dejaras de mirar a Ginny!".
Silvart se arrodillo al lado de Severus mientras los estudiantes que estaban más cerca se giraban mirando a Draco burlonamente, que se había puesto rojo mientras empezaba a recoger los adornos.
--"¿Qué ha pasado?"—preguntó Severus todavía atontado por el golpe.
--"Nada, tranquilo. Me cayó una caja justo cuando entrabas"—Silvart le había pasado un brazo por la espalda y lo ayudaba a enderezarse. El resto de profesores se acercan para ayudar.
--"¿Estas bien Severus?"—Remus estaba a su derecha, ayudando a Silvart a alzarlo del suelo.
--"Sí. Creo... creo que si. Aunque la cabeza me da vueltas"—miró los adornos que habían a sus pies.—"Aunque puedo decir que he visto las estrellas de bien cerca".—parecía algo más recuperado.
El resto de profesores se echó a reír. Por lo menos no se había enfadado. A Severus no le gustaba mucho la Navidad y si encima empezaba así de mal, bueno... Sin comentarios. Se retiraron y continuaron con su trabajo.
--"¿Puedo saber quien ha intentado matarme?"—preguntó Severus frotándose la cabeza. La verdad es que la dichosa estrellita le había hecho daño.
--"Estoooo... je, je... He sido yo"—Silvart puso cara de niña buena que ha hecho una trastada.
--"Vaya, sabía que me querías un poco, pero no tanto como para matarme"—respondió él mirándola.
--"Bueno, lo siento. Ya intentaré compensártelo, ¿vale?"—dijo ella.—"Ya que estas aquí, ayúdame con estos adornos, porque parece que Draco está en otra parte"—le pasó una mano por los ojos. Éste reaccionó a los segundos.
--"¿Qué? ¿Qué pasa?"—pestañeó varias veces con expresión atontada.
--"Nada Draco, que puedes soltar la caja. Me ayudará Severus"—Silvart estaba al borde de la risa.—"Y deja de mirar así a Ginny, que la vas a traspasar".
Draco se sonrojó, soltó la caja y se acercó un poco donde estaban Harry y sus amigos, puesto que Ginny estaba con ellos. Después de un momento de desconfianza, y ante la mirada suplicante de Ginny, le dejaron quedarse con ellos.
--"Desde luego, si su padre lo viera ahora, lo mataría"—dijo Severus mientras miraba al grupo.
Silvart asintió.
--"Anda. Coge esa caja y ayúdame"—dijo ella mientras volvía a subir a la escalera.
Severus cogió la caja y le fue pasando adornos y figuritas. Cuando ya estuvieron todas puestas, Severus sacó su varita.
--"Y ahora, el toque final"—apuntó al árbol y ejecutó un conjuro. Inmediatamente el árbol quedó cubierto de una escarcha plateada que relucía a la luz de las velas.
--"¡Vaya! Eso sí que es un buen trabajo"—dijo Minerva acercándose.—"Muy bonito Severus. No sabía que supieras hacer esas cosas".
Severus sonrió.
--"Veras Minerva, no decoro árboles de Navidad todos los días"—y miró el árbol satisfecho.
Silvart hizo desaparecer las cajas del suelo y se volvió hacia él.
--"Venga, vamos a ayudar al grupo maravilloso antes de que maten al pobre árbol"—dijo mientras miraba en la dirección donde se encontraban Harry y compañía. Draco y Ron se estaban lanzando algunas de las bolas mientras Ginny y Hermione les miraban realmente furiosas (en el caso de Ginny, su cara empezaba a confundirse con su pelo). Harry estaba en la escalera, moviendo la cabeza con resignación.
Al cabo de media hora, consiguieron acabar de arreglar el árbol entre todos. Ginny, viendo lo que había hecho Severus con su árbol, se atrevió a tirarle ligeramente de la manga y le miró con ojos suplicantes a él y al árbol.
--"Esta bien"—Severus sonrió y sacó la varita.—"Pero no os acostumbréis". Miró la decoración del árbol. Estaba en tonos rojos. Musitó un conjuro y el árbol quedó recubierto de nuevo de escarcha, esta vez de un precioso tono cobrizo.
--"¿Por qué cobrizo?"—preguntó Silvart. La verdad es que con aquel color estaba maravilloso.
--"Porque rojo y dorado ya hay uno"—Severus señaló uno de los árboles próximos a la mesa de los profesores.
Quince minutos más tarde ya estaban terminados todos los árboles.
--"Bueno señores y señoritas"—dijo Albus.—"Creo que después del esfuerzo nos merecemos una buena comida".
A los pocos minutos ya estaba todos sentados y empezando a comer. Media hora después, los platos estaban casi vacíos. Estaban verdaderamente hambrientos. Pero el esfuerzo y el trabajo habían merecido la pena. El salón estaba realmente precioso.
Severus se volvió hacia Silvart.
--"Ya casi he terminado el libro que me dejaste"—le dijo.—"Me tendrás que dejar el siguiente".
--"Claro"—respondió ella mientras soplaba sobre su café, intentando enfriarlo un poco.—"Mañana te lo dejo, ¿vale?".—cuando comprobó que el café ya se podía beber se lo tomó de un trago.—"Voy a ver a Aldebaran. ¿Me acompañas?"—dijo levantándose.
--"Bien. No tengo nada mejor que hacer ahora"—Severus se levantó también y salieron del comedor.
Salieron al exterior, abrigándose bien en sus capas. La noche anterior había nevado mucho y todo Hogwarts estaba recubierto de un espeso y brillante manto blanco. Hagrid había despejado el camino, así que no tuvieron muchos problemas para llegar a la cabaña.
Cuando el caballo los oyó acercarse salió a recibirlos. Severus sacó unos terrones de azúcar que llevaba en un bolsillo y se los ofreció al animal. Aldebarán no se lo pensó mucho y los cogió encantado.
--"Te llevas muy bien con él"—Silvart lo miraba cariñosamente.
Severus sonrió.
--"Sí, la verdad es que nos caemos bien"—acarició el hocico del animal. Éste seguía oliendo sus manos en busca de más dulces.
--"¿Sabes?, podrías intentar montarlo"—dijo Silvart.
Él la miró sorprendido.
--"¿Montarlo?"—no parecía muy seguro.
--"Sí. Aldebarán solo deja que lo monten los niños y las personas que le gustan"—y mirando al caballo añadió—"Y tú parece que le gustas".
--"No se, no se..."—Severus dudaba de poder hacerlo.—"¿Y si me tira?".
--"Bueno, si te tira, cosa que no creo, por lo menos caerás blandito"—ella señalaba el suelo cubierto de nieve.—"Venga, voy a ensillarlo".
--"No sé por qué, pero creo que voy a comer nieve"—murmuró Severus mientras Silvart se llevaba a Aldebarán al pequeño establo que había construido Hagrid.
Al cabo de unos cinco minutos salió con el caballo ya ensillado. Severus observó la montura. Era bastante ancha y forrada de piel de borrego. Los estribos eran anchos y permitían que se apoyara todo el pie en ellos. Bajo la montura, ella había puesto una manta de color verde oscuro.
--"Venga Severus, ven aquí, que no muerde"—llamó ella.
--"Hace muchos años que no monto a caballo yo solo. Desde antes de acabar mis estudios"—dijo mientras se acercaba y se ponía al lado de ella.
--"Tranquilo, te tratará bien. Te acuerdas de subir, ¿no?"—Silvart sujetaba las riendas.
--"Sí, claro"—respondió mientras se ponía al lado izquierdo del caballo. Cogió uno de los estribos y lo giró, poniéndose de forma que estuviera mirando la cola del animal. Cogió un mechón de crin y se asió a la montura. Puso el pie izquierdo en el estribo y, con un pequeño impulso subió encima del caballo.
--"¡Bien! De momento ya estás arriba"—exclamó Silvart. Le pasó las riendas.—"Ahora voy a ajustarte los estribos. Mis piernas son más cortas que las tuyas".—dijo mientras cogía uno de los estribos y lo alargaba un poco. Hizo lo mismo con el otro.
--"¡Ya está listo!"—dijo separándose un poco.—"¡Andando!".
Severus azuzó un poco al caballo y este empezó a moverse con un trote lento. Cuando cogió un poco más de confianza y, viendo que Aldebaran no iba a tirarle, se atrevió a ir un poco más rápido. Estaba disfrutando con aquello, se sentía bien con el aire pegándole en la cara.
Silvart lo observaba desde fuera.
--"¡Vamos Severus, galopa un poco!"—le gritó desde la cerca.
Éste la miró, asintió sonriendo y, cogiéndose un poco más al caballo lo puso al galope. Parecían dos manchas negras sobre el blanco contraste de la nieve. Silvart entró en el cercado y dejó la puerta abierta. Severus refrenó un poco al animal.
--"Venga, vamos a dar un paseo"—dijo ella mientras se acercaba.—"Pero hoy serás tu quien me lleve".—y le alargó la mano.
Severus sacó un pie del estribo y cogió su mano. Ella metió su pie y dio un pequeño salto, colocándose detrás de él.
Severus condujo al caballo fuera del cercado y dieron un largo paseo por los alrededores de Hogwarts. Silvart se cogió a su cintura, apoyó la cabeza en su espalda y cerró los ojos. Severus se sintió mejor que nunca.
Empezaba a anochecer cuando regresaban. Ahora hacía más frío que antes, así que se arroparon en sus capas. Desmontaron y llevaron al caballo al establo. Allí dentro se estaba caliente. Silvart había lanzado un conjuro para mantenerlo así. Ella le quitó la montura y la manta y lo cepilló. Hagrid ya le había puesto comida y agua. Severus se dedicó a observarla durante todo ese tiempo.
--"Si antes tenía dudas"—pensó.—"Ahora ya no las tengo. Estoy enamorado de ella".
--"Bueno, ¿nos vamos?"—preguntó ella mientras dejaba el cepillo en un estante.
--"Claro"—respondió Severus mientras se acercaba. Tenía un brillo extraño en los ojos.
Silvart arqueó una ceja.
--"¿Qué pasa"—preguntó acercándose un poco.
--"Nada en especial"—Severus la cogió por la cintura y la beso.
Silvart deslizó sus manos alrededor de su cuello y le devolvió el beso, el cual se hacía más intenso por momentos. Con un hábil movimiento, Severus se dejó caer en un montón de heno limpio que había en un rincón, arrastrándola a ella consigo. Silvart se las apañó para soltar algunos botones de su túnica y metió las manos por debajo, acariciando su espalda. Parte de la túnica de ella estaba suelta cuando oyeron unas voces que se acercaban.
--"¡Mierda!"—dijo ella mientras Severus se incorporaba y la ayudaba a ella a levantarse.—"Es Hagrid y la pandilla maravillosa. Deben haber visto la luz".—empezó a abrocharse la túnica, mientras Severus hacía lo mismo. Se sacudieron un poco las túnicas, respiraron hondo y abrieron la puerta del establo al mismo tiempo que Hagrid.
--"¡Vaya! Empezaba a preocuparme"—les dijo mientras los miraba. Notó que estaban un poco rojos y que la túnica de Silvart tenía un botón suelto.—"¿Interrumpo algo?"—preguntó con un brillo divertido en los ojos y una media sonrisa.
Los dos negaron con la cabeza.
--"No, no, Hagrid. Estabamos dejando al caballo"—Severus parecía azorado. Se agachó a recoger la capa, que estaba en el suelo y, sacudiéndola un poco se la puso. Harry, Ron, Hermione, Ginny y ¡Draco! (¿qué hacía Draco aquí?, pensó) los observaban con cara de sorpresa.—"Bien, ¿vamos al castillo?. La cena debe estar a punto de empezar y todavía quiero darme un baño".
--"Sí, yo también quiero ducharme"—añadió Silvart, mientras se giraba para acariciar a Aldebaran y disimuladamente se abrochaba el botón suelto.
--"Sí, la verdad es que una ducha fresca relaja mucho"—dijo Hagrid divertido. Los chicos los miraban un poco extrañados. Salieron del establo y se encaminaron al castillo. Harry y compañía iban detrás de los tres adultos preguntándose que le resultaba tan divertido a Hagrid cuando Hermione dio un gritito.
--"¡Ya se que es lo que pasa!"—exclamó en voz baja y muy emocionada.
--"¿Qué pasa? Suéltalo"—le preguntaron todos a la vez.
Ella se acercó y bajó aún más la voz.
--"Pues que creo que los hemos pillado en una situación un poco... comprometida. Ya me entendéis, ¿no?"—dijo mirándoles.
Todos miraron a los tres que iban delante, especialmente e Severus y Silvart. Pudieron apreciar que ella todavía tenía algo de heno en el pelo. Se echaron a reír.
--"Que forma de interrumpir a alguien"—dijo Ginny entre risas.
Cuando entraron al castillo, los chicos fueron a su sala común y Hagrid, despidiéndose de los azorados profesores, salió rápidamente hacia la sala de profesores. ¡Aquello tenía que contarlo!.
Severus lo vio alejarse por el pasillo.
--"No se por qué pero creo que esta noche van a haber muchas risas en la cena"—comentó.
--"Me temo que sí"—asintió ella.—"Bien, creo que voy a darme un baño. Necesito refrescarme un poco".
--"Sí, yo también"—dijo Severus.—"Nos vemos en la cena".
Silvart murmuró un "sí, claro", todavía con las mejillas sonrojadas, y se dirigió a la torre. Severus la miró hasta que desapareció por una escalera y después se retiró a su habitación.
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Severus cerró la puerta de su habitación, se apoyó en ella y cerró los ojos. Todavía no podía creer lo que había estado a punto de pasar. Era increíble y... maravilloso. Se sentía como un adolescente. Sentía tantas cosas que creía olvidadas, que se había encargado de sepultar bajo tanto rencor y amargura. Y de pronto apareció ella y hacía salir todo lo bueno que tenía escondido. Por fin, después de muchos, muchos años, podía decir que era feliz
Se dirigió a su armario, sacó una túnica limpia y se metió en el baño. Necesitaba una ducha bien fría.
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Cuando Silvart cerró la puerta de su dormitorio, el corazón todavía le latía desbocado. Nunca se había sentido así con alguien. Todavía podía notar un cosquilleo en el estómago y recordaba el estremecimiento de Severus cuando ella metió sus manos bajo la túnica para acariciar su espalda. Aquellos minutos habían sido, ¿cómo decirlo?... fantásticos. Miró la hora. Llegaría tarde a la cena.
--"Creo que necesito una ducha fresca y relajante"—y se metió en su baño.
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Cuando Severus se sentó en la mesa de profesores del comedor, supo que Hagrid no había podido mantener la boca cerrada. Fue recibido con una mirada divertida de Albus y un comentario picante de Flitwick. Les lanzó una mirada furiosa y se sirvió un poco de zumo.
Silvart entró cinco minutos más tarde, con el pelo mojado y peinado hacia atrás. Tenía un aspecto extraño. Su cabello húmedo tenía un color acerado y al llevarlo peinado de esa manera, hacía que sus rasgos se vieran más duros. Se sentó al lado de Severus. Como pudo observar Severus, ella tenía una expresión determinada, la cual, como comprendió más tarde, sólo era para evitar algún comentario por parte de Flitwick. Ya había tenido algún encontronazo con él, y prefería evitarse otro.
--"Se te ve diferente"—le comentó Severus observándola.—"Te queda bien ese peinado".
--"Gracias"—Silvart sonrió.—"En verano resulta muy cómodo, pero ahora la verdad es que no. Si me paraba a arreglarme el pelo no llegaba a la cena".—Silvart bebió un poco de agua y cruzó sus ojos con los de él. Enrojeció un poco y agachó la mirada.
Hubo un incómodo silencio entre ambos. Albus, que había estado mirándolos, decidió aliviar un poco el momento.
--"Bueno señores. Esta noche viene Papa Noel. ¿Han dejado bien colgadas sus botas?"—preguntó.
--"Sí, por supuesto"—respondieron el resto de profesores.
--"¿Bota? ¿Qué bota?"—Silvart los miraba interrogativamente.
McGonagall la miró sorprendida.
--"Pues la bota que se pone al lado de la chimenea para que Papa Noel te deje los regalos"—explicó.
--"Ahh. Pues yo no tengo bota"—dijo ella.
--"¡¿Qué no tienes bota?!"—exclamó Remus.—"¿Y eso por qué?".
Los profesores la miraban esperando una respuesta.
--"¿Por qué?"—preguntó también Severus.
--"Por que yo vivo en España y me olvidé de que en el día de Navidad se hacen regalos. Nosotros nos centramos en los Reyes Magos"—explicó.
La miraban con los ojos como platos. De pronto ella se echó a reír a carcajada limpia. Empezaron a pensar que se había vuelto loca. Los miró secándose las lágrimas.
--"¡Habéis picado!"—exclamó—"Tendríais que ver vuestras caras. Son todo un poema."—se puso una mano en la boca intentando sofocar la risa.
Después de unos instantes, todos volvieron su atención de nuevo a la cena, sobre todo ahora que venían los postres. Viendo distraídos a todos los profesores, Silvart deslizó la mano bajo el mantel y la puso sobre la rodilla de Severus. Este la miró, metió también su mano bajo el mantel y apretó la de ella. Silvart le dedicó una cariñosa mirada y después retiró la mano. Severus sonrió. Era tan adorable, aquellos ojos podían expresar tantas cosas, sobretodo cuando le miraban a él. Nunca nadie le había mirado así. Aquello le hacía sentirse especial.
Cuando terminaron de cenar, salieron juntos del comedor.
--"Buenas noches Severus"—dijo ella mientras se acercaba y le daba un suave beso en los labios.
--"Buenas noches"—respondió él abrazándola durante un instante. Silvart deshizo el abrazo y se retiró a descansar. Al día siguiente era el baile, y tenía que estar espléndida y descansada.
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Severus despertó con el ruido y que montaban los alumnos que corrían por los pasillos. Desde luego, los Slytherins, además de problemáticos eran muy escandalosos. Se estiró en la cama y se quedó mirando el techo. De pronto recordó.
--"¡Es Navidad!"—exclamó saltando de la cama. Se dirigió a la chimenea. Allí estaba colgada su bota, de color verde oscuro (muy Slytherin, como no), con bastantes más regalos de los que recordaba haber recibido nunca. Destacaba uno, que estaba en el suelo porque no cabía en la bota. Estaba envuelto en papel plateado y atado con una cinta azul oscuro. Encima había una pequeña tarjeta con un pequeño dragón impreso. Era el mismo dragón que ella llevaba tatuado en el hombro. Abrió la tarjeta y leyó:
Querido Severus:
Espero que mi regalo, aunque modesto, te guste.
Con todo mi amor.
Silvart.
Severus dejó la tarjeta en la repisa de la chimenea y abrió el regalo. Se quedó boquiabierto. Silvart le había regalado los libros de "El Señor de los Anillos", pero en una edición especial, realizados en piel y repujados con oro. Aquellos libros, además de ser muy difíciles de encontrar, tenían que ser carísimos. Dentro había otra nota.
"Para que tu también tengas en tu biblioteca (entre tanto libro de pociones) la mejor obra fantástica jamás escrita, como ya lo está en la mía.
1 Te quiero"
--"Yo también te quiero Silvart"—dijo mientras abrazaba los libros. Rápidamente se dirigió a su biblioteca y, apartando algunos libros, colocó los que ella le acababa de regalar. Antes de continuar abriendo regalos, los contempló un momento, acarició los lomos y sonrió. Había sido un buen regalo.
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Cuando Silvart despertó, saltó tan rápido de la cama que casi se mata. Se puso como pudo unas zapatillas y corrió a la chimenea. En su bota rebosaban los regalos. Incluso algunos de sus alumnos (la pandilla maravillosa, para ser más exactos) le habían regalado cosas. Pero ella no miraba esos. Sobre la repisa de la chimenea había una cajita envuelta en papel dorado, con un gracioso lacito verde. Venía acompañada de una nota.
"Querida Silvart:
Espero que te guste este pequeño detalle. También te doy las gracias por hacer que mi vida sea un poco más feliz.
Te quiere,
Severus."
Silvart dejó la nota sobre la mesa y abrió el paquetito. Dentro había una caja de ébano. La abrió y contempló el "pequeño detalle" de Severus. Era una preciosa gargantilla de oro blanco envejecido, con un colgante de formas redondeadas, del cual pendía una extraña gema de un verde intenso, la cual cambiaba de color según como le diera la luz. Era preciosa. Dejó la cajita y corrió a probársela. Le quedaba preciosa.
--"Gracias Severus"—murmuró mirándose en el espejo. Al cabo de unos minutos se la quitó y la guardó. Se la pondría esa noche para el baile. Metió la cajita en un cajón y continuó abriendo regalos.
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Severus salió de su dormitorio y se dirigió al comedor para desayunar. Silvart le estaba esperando cerca de la puerta. No pudo evitar sonreír al mirarla. Se acercó y la besó.
--"Pareces una niña"—le dijo mirándola de arriba abajo. Silvart llevaba una túnica rojo oscuro y el pelo recogido en dos coletas, que le daban el aspecto de una niña traviesa. Ella le devolvió la sonrisa y agitó sus coletas.
--"¿Te gustó mi regalo?"—preguntó ella abrazándole.
--"Sí, mucho. ¿Te gustó el mío?"—inquirió él retirando un mechón que se le había soltado de su divertido recogido.
--"Me encantó. Es precioso Severus. Pienso ponérmelo esta noche para el baile"—Silvart se soltó del abrazo y se cogió de su brazo.—"Vamos a desayunar, antes de que se lo coman todo".
--"Apoyo esa idea. Estoy hambriento."—dijo él.
Entraron juntos al comedor y se sentaron con sus compañeros. Silvart miró a Dumbledore y le dio un codazo a Severus para que lo mirara. Éste intento aguantarse la risa ante la visión: Albus llevaba un estrafalario sombrero que cada dos por tres cambiaba de forma y de color. En aquel momento era un puntiagudo sombrero de bruja con una larga melena morada.
--"¡Albus! ¿Pero qué llevas en la cabeza?"—preguntó Severus mientras el sombrero volvía a cambiar de forma. Ahora parecía un bufón, todo lleno de cascabeles.
Dumbledore los miró divertido, agitando la cabeza y haciendo sonar los cascabeles.
--"¿No os gusta? Me lo han regalado Harry y sus amigos"—Albus se quitó el sombrero y lo miró.—"A mi me encanta".
--"No cambias Albus."—dijo Severus mirando a su amigo y compañero.
--"No"—respondió Albus. Y añadió—"Por cierto, muchas gracias por tu regalo. Ya era hora de que alguien me regalara algo útil, en vez de tanto libro."—miró a Silvart.—"Y muchas gracias a ti también. La bufanda es preciosa, y muy calentita".
Silvart le sonrió. De pronto se escuchó una pequeña explosión proveniente de la mesa de Slytherin. Todos miraron hacia allí y empezaron a reír a carcajada limpia. Crabbe y Goyle acababan de sufrir las consecuencias de una de las bromas de los Weasley y tenían el pelo rosa y de punta y la cara totalmente tiznada de negro. La mesa de Gryffindor estaba que reventaba de la risa. Los gemelos estaban por el suelo con las manos en el estómago de tanto que les dolía. Al poco tiempo, hasta sus propios compañeros de casa se reían a mandíbula batiente. Estos, bastante ofendidos, se levantaron y salieron corriendo del comedor.
Severus carraspeó, una vez paró de reírse.
--"Me parece que no tardarán en pedirme ayuda. Las bromas de los Weasley son bastante... persistentes"—dijo mientras bebía un poco de agua.
--"Hablando de pedir ayuda, casi me olvido."—dijo Silvart.—"¿Puedes conseguirme algo que alise el pelo y le quite la electricidad?".—preguntó.
--"¿Para qué quieres eso?"—preguntó Severus extrañado.—"Tu pelo se ve muy bien".
--"No es para mi. Es para Hermione."—explicó ella.—"La pobre no sabe que hacer con su cabeza y le dije que la ayudaría. Creo que es más práctico usar una poción antes que pasarme media tarde alisándole el pelo."
--"Esta bien. Después de comer te llevaré una"—asintió él.
--"Muchas gracias Severus"—le dijo cariñosamente.
Terminaron de desayunar tranquilamente, ya que no hubo más explosiones. Durante aquel día nadie trabajaba así que los maestros se reunieron todos en la sala de profesores para pasar la mañana charlando. Silvart se puso a jugar con McGonagall una partida al ajedrez mágico. Al cabo de 20 minutos ya casi no les quedaban fichas a las dos y algunos profesores se habían acercado interesados, y empezaban a hacer apuestas sobre quien ganaría. Cabe añadir que la mayoría de apuestas estaban a favor de Minerva, experta jugadora de ajedrez.
La profesora McGonagall cogió una de sus piezas blancas y movió.
--"Jaque"—dijo sonriendo. Ya tenía la victoria en sus manos.
Silvart contemplaba pensativa el tablero. Movió su caballo y sonrió.
--"No sé por qué sonríes. Acabas de hacer una mala jugada"—dijo Minerva mientras movía su reina. Está destrozó al caballo.
--"Al contrario Minerva. Te acabo de ganar la partida"—Silvart movió el alfil.—"Jaque mate, profesora McGonagall. Acabo de vencerla".
--"¡Vaya! Esto es increíble."—exclamó.—"Es la segunda vez que me derrotan así".—alargó la mano hacia Silvart.—"Felicidades por la victoria. Pero me darás la revancha algún día, ¿no?".
--"Por supuesto. Cuando quieras"—respondió ella mientras le estrechaba la mano. Volvió la cabeza buscando a Severus. Al no verlo, le preguntó a Remus si sabía dónde estaba.
--"Me ha dicho que iba un momento al laboratorio a preparar no se qué poción que le habías pedido"—contestó Remus.
--"¡Estupendo!"—miró a Minerva.—"¿Quieres ahora la revancha?".
--"Por supuesto"—Minerva recompuso el ajedrez con un movimiento de varita y se sentaron de nuevo.
Un rato más tarde regresó Severus con una pequeña botella, llena de un líquido azul claro. Se acercó a ellas.
--"Creo que estás perdiendo"—comentó.
--"Sí, esta vez sí"—respondió Silvart.—"Pero antes he ganado".
Después de siete movimientos, Minerva ganó la partida.
--"Tenemos que volver a jugar"—le dijo a Silvart.
--"¡Claro! Sin problema"—asintió ella. Se volvió hacia Severus.—"Te he echado de menos"—le dijo bajito.
--"Yo también. Toma, te he preparado la poción. Sólo tiene que aplicársela sobre el pelo mojada y dejarla unos cinco minutos. Luego se la quita, y listo."—explicó—"El efecto dura más o menos un mes".
--"¡Estupendo! Después se la llevaré a Hermione. Gracias."—dijo ella guardando la botellita en un bolsillo.—"Ven. Vamos a sentarnos junto al fuego con Fleur y Remus, y charlaremos un rato"—dijo mientras le cogía de un brazo y lo conducía hacía un sillón que había vacío frente al fuego.
Remus y Fleur estaban en otro sillón, hablando animadamente sobre las clases. Se sentaron con ellos y pasaron así el resto de la mañana hasta la hora de comer, charlando tranquilamente y con las manos entrelazadas.
Después de comer, Silvart y Fleur se dirigieron hacia la torre de Gryffindor, donde las estaría esperando Hermione para que la ayudaran con el pelo. Cuando llegaron ante el retrato, Silvart dijo:
--"León rojo"—y el retrato se abrió. Hermione estaba sentada ante el fuego leyendo. Se levantó en cuanto entraron.
--"Bien. ¿Empezamos con mi cabeza?"—preguntó mirándolas.
--"¡A trabajar!"—dijo Silvart.—"Será mejor que te mojes el pelo para poder aplicarlo".
Hermione subió a su habitación, cogió una toalla y entró en el baño. A los cinco minutos salía envuelta en un albornoz y con una toalla en la cabeza.
--"Ya estoy lista"—avisó.
--"Pues vamos allá."—subieron y entraron al baño.—"Fleur, tu ponle por ese lado y yo por este. Así nos costará menos ponérsela".
Fleur asintió y cogiendo la botella, echó un poco sobre el pelo de Hermione. Silvart hizo lo mismo con el otro lado y empezaron a frotar. Después de unos minutos, en los que Hermione casi se había quedado dormida con tanto masaje en su cabeza, le quitaron el líquido.
--"Degde luego, el efegto eg instantagneo"—dijo Fleur mirando el ahora sorprendentemente pelo liso de Hermione. Cuando no estaba encrespado le llegaba más allá de la mitad de la espalda.
--"Y que lo digas Fleur. Por cierto Hermione, el profesor Snape me ha dicho que dura más o menos un mes."—indicó Silvart.—"Si quieres le pido la receta para que tu misma la puedas preparar la próxima vez, ¿vale?".
--"¡Vale! ¡Por fin parezco una persona normal y no un león"—Hermione miraba su imagen en el espejo.
--"Ahora hay que secaglo"—Fleur sacó varios cepillos y una especie de secador mágico de una bolsa que llevaba.
Sentaron a Hermione en una silla y le arreglaron el pelo. Cuando terminaron, Hermione tenía una preciosa melena castaña que se habían encargado de salpicar con algunas mechas más rubias mediante un hechizo.
--"Estás perfecta Hermione"—le dijo Silvart., Fleur movió la cabeza afirmativamente, apoyando el comentario de Silvart.—"Bueno, ahora creo que me iré a mi habitación para arreglarme. Nos veremos en el baile."
Se despidieron de Hermione y, una vez fuera de la torre de Gryffindor se dirigieron cada una a su habitación.
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La cena empezaría a las nueve. Severus había quedado con Silvart en que la recogería a las ocho y media en su habitación. Ya eran las ocho y veinte. Se miró por enésima vez en el espejo (había pasado la mitad de la tarde arreglándose), se puso bien su túnica nueva, se acercó a la mesa y recogió una cajita alargada. Se dirigió hacia la puerta y salió, cerrándola tras de si con un conjuro.
Avanzaba rápidamente por los pasillos. Los pocos alumnos con los que se cruzaba se quedaban parados mirándolo, preguntándose si aquel sería su profesor de pociones o un desconocido. A los cinco minutos llegó ante la puerta de la habitación de Silvart y llamó. Cuando se abrió la puerta, se quedó sin aliento y sin palabras (cosa rara en él). No estaba preparado para lo que vio.
Silvart estaba frente a él, con un precioso vestido azul oscuro que parecía salpicado de estrellas plateadas, las cuales brillaban suavemente. Era largo hasta los pies y tenía un corte lateral a la izquierda. Tenía un ligero escote por delante pero cuando vio la parte de atrás se quedó mudo: su espalda estaba prácticamente al aire. Combinaba con unas sandalias plateadas. Llevaba el pelo recogido en un gracioso moño del que se escapaban algunos mechones en forma de tirabuzón. El maquillaje era discreto y en suaves tonos plateados. Solo llevaba dos adornos: unos pendientes de oro blanco y la gargantilla que le había regalado, que reposaba sobre su cuello.
--"Estas pre-preciosa"—farfulló mientras le subían los colores.
Silvart también enrojeció. Cuando abrió la puerta y vio a Severus, estuvo tentada de preguntarle si era él de verdad. Severus llevaba una túnica de un sorprendente tono morado oscuro que, al moverse, parecía negro. Llevaba el pelo algo más corto y se ondulaba ligeramente en las puntas.
--"Gracias"—contestó ella.—"Tú también".
--"Toma. Te he traído esto"—dijo Severus cuando se recuperó un poco, alargándole la caja.
Silvart la abrió y dejó escapar un suspiro: era una rosa, una de sus preferidas, terriblemente extraña de encontrar. La rosa tenía los pétalos negros, excepto en las puntas y el centro, que estaban veteados de plata. Tanto las hojas como el tallo eran de un verde intenso, y parecían recubiertas de escarcha. Aquella era una flor muy preciada en el mundo de la magia por sus grandes cualidades mágicas y curativas.
--"¡Severus! Es preciosa. ¿Cómo sabías que me gustaban?"—preguntó ella mirándole.
--"Me lo dijo la profesora Sprout. Así que le pedí que me consiguiera una. Ella sabía mejor que yo dónde encontrarlas"—contestó él.
Silvart entró a su habitación y puso la rosa en un pequeño jarro, que colocó sobre su mesilla de noche.
--"Bien. ¿Nos vamos?"—Severus alargó su brazo. Ella asintió y lo cogió. Cuando llegaron a la puerta del Gran Comedor se encontraron con Remus y Fleur.
--"Os estabamos esperando"—dijo Remus. Se quedó mirándolos sorprendido. Hacían muy buena pareja. Remus y Fleur también iban muy elegantes. Ella llevaba un vestido largo hasta los pies de color rojo oscuro, con un corte trasero. Su escote delantero era más pronunciado y también se había recogido el pelo. Remus apostó por una túnica verde oscuro que resaltaba el color verdoso de sus ojos.
Cuando ya iban a entrar, aparecieron por el pasillo Hermione con Ron, Harry con Parvati y Draco con Ginny. Ron estaba terriblemente rojo. Y tenía motivos para estarlo: Hermione estaba realmente maravillosa. El vestido que se había comprado era largo y de un pálido tono salmón. Entre Ginny y Parvati habían trenzado su pelo con cintas doradas y la habían ayudado a maquillarse.
--"¡Menudo cambio Hermione!"—exclamó Remus al verla.
--"Estas muy guapa"—añadió Silvart.
--"¡Gracias!"—dijo mientras se cogía del brazo de Ron, el cual enrojeció más todavía. Aquel año Ron llevaba una túnica nueva que le habían regalado sus hermanos.
Los profesores los observaron: iban todos muy elegantes. Los alumnos entraron primero al comedor. Varios pares de ojos se volvieron a mirarlos, sobretodo a ellas, que iban muy guapas. Pero esos ojos se abrieron desmesuradamente cuando entraron los profesores. Silvart y Fleur estaban realmente maravillosas y, bueno, para que hablar del profesor Snape. Estaba irreconocible. Más de una chica suspiró al ver entrar a Remus y a él en el comedor. ¿Quién iba a decir que el profesor de pociones era tan atractivo?.
En el comedor habían retirado las habituales mesas alargadas y habían sido sustituidas por unas redondas para ocho comensales cada una. Los profesores se dirigieron hacia una de las mesas centrales, donde ya los esperaban Albus y Minerva. Esta última abrió los ojos como platos al ver a Severus y Silvart.
--"Hacen una pareja encantadora, ¿no crees?"—le comentó Albus al oído.
--"Sí, la verdad es que sí"—Minerva no salía de su asombro. Severus parecía una persona totalmente distinta.
--"Buenas noches"—saludó Severus.—"¿Todavía no han llegado el resto de profesores?".
--"No, pero estarán al caer"—respondió Albus. Se volvió hacia Fleur y Silvart.—"Queridas, me tenéis que prometer que luego me concederéis un baile."
--"Pog supuegto, pogfesog Dumbegdore"—dijo Fleur sonriendo.
--"Claro Albus, todos los que quieras."—añadió Silvart. Severus le retiró la silla y ella se sentó. Él se sentó a su lado. Fleur se sentó al lado de Silvart, con Remus a su lado. Al otro extremo estaban Albus y Minerva. Al poco rato llegaron Flitwick y la profesora Sprout.
El comedor ya estaba lleno cuando Albus dio su habitual discurso navideño y anunció que ya podían cenar. Severus recorrió con la mirada las mesas y le musitó algo a Silvart en el oído, indicándole con la mirada una dirección. Silvart miró hacia donde señalaba él y no pudo evitar soltar una carcajada. La zona en cuestión era una de las mesas donde se sentaban los alumnos de Slytherin. Allí estaban sentados Crabbe y Goyle, sin pareja y con el pelo todavía de un color rosado y todavía de punta. Cenaban en silencio y con expresión ceñuda, aguantando los comentarios divertidos de sus compañeros de mesa.
Le cena fue maravillosa, pero donde realmente se superaron los elfos domésticos que la habían preparado fue con los postres. Silvart no había visto nunca tantos dulces y frutas juntos, cada cual más bueno que otro. Entre ella y Minerva dieron buena cuenta de unas fresas con nata y chocolate, pegando a las manos de aquel que intentara cogerles alguna.
Después de cenar se retiraron las mesas a los lados e hizo entrada el famoso conjunto musical "Las brujas de Salem". Durante la cena se habían repartido unos papelitos con unos números, los cuales servirían para sortear las parejas que iniciarían el baile. Flitwick y Minerva cogieron una bolsa de terciopelo.
--"Bien. Ahora procederemos al sorteo. Cuando diga vuestro número salís a la pista."—dijo Minerva e introdujo la mano en la bolsa.—"El 675"—dijo en voz alta.
Salieron a la pista, para sorpresa de todos, Draco y Ginny.
--"El 231"—continuó. Ahora salió una pareja de Ravenclaw.
--"945"—siguiente número. Se levantaron Fleur y Remus.
--"45"—otro número. Entraron en la pista Seamus Finnigan y Padma Patil.
--"483"—siguió Minerva. Ahora les tocó el turno a Hermione y Ron.
--"335"—fue el siguiente número.
--"¡Minerva! ¡Es el nuestro!"—exclamó Albus más contento que unas castañuelas mientras se dirigía a la pista.
--"761"—se levantó una pareja formada por un chico de Slytherin y una muchacha de Hufflepuff.
--"Y el último número es... 142"—terminó Minerva cerrando la bolsita.
--"Silvart, creo que tenemos que salir a bailar"—Severus tenía en sus manos el papel con el número 142.
--"Pues adelante entonces"—Silvart sonrió y cogió la mano que él le ofrecía para levantarse de la silla. Se dirigieron a la pista, junto con Albus y Minerva.
El grupo empezó tocando una especie de vals y las ocho parejas empezaron a bailar. Los que mejor bailaban eran las tres parejas de adultos, especialmente Albus y Minerva.
Durante el baile, Silvart se puso lo más cerca que pudo de Severus, mirándole constantemente a los ojos. Para ellos el resto de gente no estaba bailando a su alrededor. Estaban como en una nube, mirándose fijamente. Sólo rompieron el contacto visual cuando se acabó la melodía.
Se dirigieron con los profesores a la mesa para tomar un poco de champan frío que acababan de servir. Estuvieron conversando un rato y después volvieron a la pista. Una rato después, Silvart estaba dando vueltas por el comedor bailando con Albus mientras se reía de un chiste que le estaba contando. Severus bailaba con Minerva, pero mirando de vez en cuando hacia donde se encontraba ella.
--"La quieres mucho, ¿verdad?"—preguntó Minerva reclamando su atención.
--"Sí, la quiero más de lo que creía"—respondió Severus.—"Daría mi vida por ella".
Minerva se sorprendió ante tanta sinceridad. Verdaderamente, ella había conseguido hacer cambiar al huraño maestro de pociones.
Después de un nuevo cambio de pareja en el que él acabó bailando con Fleur y Silvart con Remus, consiguieron volver a bailar juntos.
Al cabo de una hora, pasada la medianoche, Severus y Silvart abandonaron el comedor.
--"Me gustaría darte algo Silvart"—le dijo Severus una vez estuvieron en el pasillo.—"Pero lo tengo en mi habitación. Si quieres acompañarme...".
--"Por supuesto Severus. Vamos"—Silvart se cogió de su brazo y echaron a andar por el pasillo. Llegando a las mazmorras, oyeron ruido dentro de una de las aulas. Se acercaron sigilosamente y abrieron la puerta sin hacer ruido, asomando un poco la cabeza. El aula estaba en penumbra, pero se veían claramente dos formas en la oscuridad. De pronto, la nube que estaba tapando a la luna se apartó y su luz entro por la ventana de la sala iluminando a la pareja. Eran nada más y nada menos que Ginny y Draco, besándose tranquilamente.
Severus iba a decir algo pero Silvart le tapó la boca y lo empujó lentamente hacia atrás, cerrando luego la puerta.
--"Déjalos Severus."—le dijo Silvart mirándole tranquilamente.
Severus la miró, suspiró y se encogió de hombros.
--"Esta bien. Pero sólo porque me lo pides tu"—le dijo.—"Vamonos antes de que salgan, aunque supongo que tardaran un rato".
Se alejaron del aula. Cuando ya casi habían llegado, Silvart se detuvo en medio del pasillo.
--"¿Sucede algo?"—Severus la miró un poco preocupado.
Ella le miró con una sonrisa divertida.
--"No. Nada en especial"—contestó repitiendo las mismas palabras que él había dicho en el establo. Antes de que él pudiera reaccionar, le cogió de un brazo y le condujo hacia un rincón oscuro. Sin darle tiempo a decir nada le besó. Severus la abrazó y le devolvió el beso de forma intensa. Cuando se separaron preguntó:
--"¿Por qué lo has hecho?"—dijo mientras acariciaba su mejilla.
--"Porque quería"—contestó ella. Y añadió.—"Y porque te quiero".—le miró fijamente.
Severus puso su mano en su barbilla y le alzó la cara. Depositó un suave beso en sus labios.
--"Yo también te quiero Silvart"—confesó. Que pocas veces había dicho esas palabras, pensó Severus. Silvart le abrazó y se quedaron así por un rato.
--"Creo que será mejor que nos vayamos de aquí antes de que aparezca algún alumnos o peor... que aparezca Peeves"—la tomó por la cintura y fueron hasta su habitación.
Cuando entraron lo primero que hizo fue encender un buen fuego que caldeara la estancia. Severus fue a buscar algo y ella se entretuvo curioseando por la habitación. Se acercó a las estanterías y sonrió al ver los libros que le había regalado bien colocados en un estante, junto a sus libros más importantes de pociones. Oyó a Severus acercarse por detrás y se giró para verle.
--"Ven. Vamos a sentarnos junto al fuego"—dijo él.
Se sentaron en un cómodo sillón tapizado en suave terciopelo verde oscuro.
--"Yo... quería darte esto Silvart"—le alcanzó una cajita de plata. Silvart lo miró extrañada y cogió la caja. La abrió. Abrió la boca por la sorpresa. Dentro había un extraño anillo con la forma de una serpiente enrollada sobre sí misma. Estaba hecho en plata maciza y sus ojos eran dos extrañas gemas negras. Ella le miró sorprendida.
--"Este anillo es el emblema de mi familia. A pasado de padres a hijos. Al no tener hermanos, el anillo pasó a mi. Es tradición darlo a la persona a la que se ama".—explicó mirándola.—"Y quiero que lo lleves tu".
--"Severus yo... no se si debo..."—empezó Silvart. Él le puso un dedo en los labios silenciándola.
--"¿Me quieres?"—preguntó.
--"Sí, mucho Severus. Más de lo que nunca pensé que podría querer a alguien"—dijo ella.
--"Pues entonces llévalo. Si me quieres póntelo"—Severus la miró intensamente.
Ella sonrió.
--"¿Me lo pondrías tú?"—preguntó alargando la cajita. Él sonrió feliz y cogió el anillo. Después tomó su mano izquierda y se lo puso. Sorprendentemente, el anillo encajaba a la perfección en su dedo. Ella lo contempló a la luz del fuego.
--"Gracias Severus, por dejarme formar parte de tu vida"—dijo Silvart apretando su mano.
--"No. Gracias a ti por dejarme entrar en la tuya. Por hacerme feliz"—se acercó a ella y la besó.
Ella pasó los brazos por su cuello. Se besaron más intensamente. De forma inconsciente empezaron a soltar sus ropas. Se separaron y se miraron con intensidad. Se pusieron en pie, un poco parados de repente, sin saber que hacer. Silvart reaccionó antes y volvió a besarle, más intensamente que antes. Empezaron a retroceder por la habitación. El pelo de ella estaba suelto y caía sobre sus hombros. Las capas de ambos se habían perdido en el camino. Estaban prácticamente al lado de la cama. Severus tenía la parte de arriba de su túnica completamente suelta. Puso sus manos sobre los hombros de ella, en los tirantes del vestido. Se detuvo y la miró.
--"¿Seguro que quieres hacerlo?"—preguntó mirándola fijamente.
--"Nunca he estado tan segura de nada en mi vida"—le dijo.
Aquello le bastó. Mientras la volvía a besar, el vestido de ella se deslizó hasta el suelo.
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Cuando Severus despertó serían más o menos las cinco de la madrugada. Miró a Silvart, que dormía plácidamente abrazada a él. La estuvo observando un rato, mientras acariciaba su pelo. Se la veía tan hermosa. La tapó un poco más con las mantas. El fuego en la chimenea ya estaba casi extinguido, así que cogió la varita que estaba sobre la mesilla y murmuró un hechizo para avivarlo. Volvió a dejar la varita y siguió contemplándola. Era feliz teniéndola a su lado y deseó que aquel momento no pasara nunca, que el tiempo se detuviera. La quería tanto que hasta dolía. No sabría que hacer si por alguna casualidad la perdía. Se rompería en pedazos. Y se juró a sí mismo que no permitiría que nada los separase.
La besó con suavidad en los labios. Ella rebulló un poco y se abrazó más a él. Severus la apretó contra sí y, cerrando los ojos, se durmió.
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¡No me lo puedo creer! ¡He conseguido terminar el capítulo! Ante todo debo rectificar lo que dije al principio: el capítulo no es más corto ¡es mucho más largo!. Desde luego, parezco el conejito de Duracell, que empiezo y no paro. Y ahora contesto a los reviews:
May Potter: ¡muchas gracias! Aunque como he dicho antes, tu historia es mejor que la mía. Tu fic es uno de mis preferidos.
Arwen: aquí tienes el baile... y mucho más. No creí que pudiera escribir tantas cosas.
Alpa: a mi también me encanta montar, pero desgraciadamente tampoco tengo caballo (la verdad es que no sabría donde meterlo y dudo mucho que mi madre me dejara tenerlo en la habitación) ^.^
Patty Potter: ¡muchas gracias! Reviews como los tuyos son los que me animan a seguir escribiendo.
Por si no le he dicho antes: ¡DEJADME REVIEWS! Sólo hay que apretar el botoncito. ^.^
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Capítulo 8: El baile de Navidad.
El día de Nochebuena Hogwarts rebosaba de actividad. La mayoría de alumnos se habían quedado para el baile que tendría lugar al día siguiente. Los únicos grupos de estudiantes que no estaban eran los de primer y segundo año, ya que eran demasiado pequeños para asistir a estos bailes. Había motivos navideños en toda la escuela y ramitos de muérdago estratégicamente colocados. Las chicas, casi siempre que veían al chico que les gustaba corrían a ponerse debajo del muérdago, por si acaso picaba... el comedor estaba realmente precioso. Habían seis enormes árboles a cada lado del salón, cada uno decorado de una forma distinta. Los más próximos a la mesa de los profesores llevaban los colores de las diferentes casas: rojo y oro para Gryffindor, azul y plata para Ravenclaw, dorado y negro para Hufflepuff y verde y plata para Slytherin.
Algunos profesores estaban decorando el resto de los árboles, ayudados por los alumnos.
Severus estaba en su habitación, leyendo el libro que le había dejado Silvart. Se había enganchado a su lectura y ya casi lo había terminado.
--"Tendré que pedirle el siguiente volumen"—pensó mientras lo cerraba y se levantaba de un cómodo sillón.
Para que el resto de profesores no protestaran porque no les había ayudado a decorar (algo que realmente odiaba) el salón, decidió subir y echar una mano. Supuso que Silvart ya estaría allí, arreglando los árboles, así que no fue a buscarla a su habitación y se dirigió directamente al comedor.
Pero, desgraciadamente, escogió el peor momento para entrar. Justo cuando cruzó la puerta un montón de bolas y adornos navideños le cayó encima. Especialmente le hizo bastante daño la estrella, que lo dejó medio atontado en el suelo.
--"¡Severus! ¡Lo siento mucho!"—Silvart bajó volando de la escalera en la que se encontraba subida. Evidentemente, los adornos los estaba poniendo ella. Silvart se volvió enfadada hacia el que le aguantaba la caja.—"¡Draco, te dije que sujetaras bien la caja y que dejaras de mirar a Ginny!".
Silvart se arrodillo al lado de Severus mientras los estudiantes que estaban más cerca se giraban mirando a Draco burlonamente, que se había puesto rojo mientras empezaba a recoger los adornos.
--"¿Qué ha pasado?"—preguntó Severus todavía atontado por el golpe.
--"Nada, tranquilo. Me cayó una caja justo cuando entrabas"—Silvart le había pasado un brazo por la espalda y lo ayudaba a enderezarse. El resto de profesores se acercan para ayudar.
--"¿Estas bien Severus?"—Remus estaba a su derecha, ayudando a Silvart a alzarlo del suelo.
--"Sí. Creo... creo que si. Aunque la cabeza me da vueltas"—miró los adornos que habían a sus pies.—"Aunque puedo decir que he visto las estrellas de bien cerca".—parecía algo más recuperado.
El resto de profesores se echó a reír. Por lo menos no se había enfadado. A Severus no le gustaba mucho la Navidad y si encima empezaba así de mal, bueno... Sin comentarios. Se retiraron y continuaron con su trabajo.
--"¿Puedo saber quien ha intentado matarme?"—preguntó Severus frotándose la cabeza. La verdad es que la dichosa estrellita le había hecho daño.
--"Estoooo... je, je... He sido yo"—Silvart puso cara de niña buena que ha hecho una trastada.
--"Vaya, sabía que me querías un poco, pero no tanto como para matarme"—respondió él mirándola.
--"Bueno, lo siento. Ya intentaré compensártelo, ¿vale?"—dijo ella.—"Ya que estas aquí, ayúdame con estos adornos, porque parece que Draco está en otra parte"—le pasó una mano por los ojos. Éste reaccionó a los segundos.
--"¿Qué? ¿Qué pasa?"—pestañeó varias veces con expresión atontada.
--"Nada Draco, que puedes soltar la caja. Me ayudará Severus"—Silvart estaba al borde de la risa.—"Y deja de mirar así a Ginny, que la vas a traspasar".
Draco se sonrojó, soltó la caja y se acercó un poco donde estaban Harry y sus amigos, puesto que Ginny estaba con ellos. Después de un momento de desconfianza, y ante la mirada suplicante de Ginny, le dejaron quedarse con ellos.
--"Desde luego, si su padre lo viera ahora, lo mataría"—dijo Severus mientras miraba al grupo.
Silvart asintió.
--"Anda. Coge esa caja y ayúdame"—dijo ella mientras volvía a subir a la escalera.
Severus cogió la caja y le fue pasando adornos y figuritas. Cuando ya estuvieron todas puestas, Severus sacó su varita.
--"Y ahora, el toque final"—apuntó al árbol y ejecutó un conjuro. Inmediatamente el árbol quedó cubierto de una escarcha plateada que relucía a la luz de las velas.
--"¡Vaya! Eso sí que es un buen trabajo"—dijo Minerva acercándose.—"Muy bonito Severus. No sabía que supieras hacer esas cosas".
Severus sonrió.
--"Veras Minerva, no decoro árboles de Navidad todos los días"—y miró el árbol satisfecho.
Silvart hizo desaparecer las cajas del suelo y se volvió hacia él.
--"Venga, vamos a ayudar al grupo maravilloso antes de que maten al pobre árbol"—dijo mientras miraba en la dirección donde se encontraban Harry y compañía. Draco y Ron se estaban lanzando algunas de las bolas mientras Ginny y Hermione les miraban realmente furiosas (en el caso de Ginny, su cara empezaba a confundirse con su pelo). Harry estaba en la escalera, moviendo la cabeza con resignación.
Al cabo de media hora, consiguieron acabar de arreglar el árbol entre todos. Ginny, viendo lo que había hecho Severus con su árbol, se atrevió a tirarle ligeramente de la manga y le miró con ojos suplicantes a él y al árbol.
--"Esta bien"—Severus sonrió y sacó la varita.—"Pero no os acostumbréis". Miró la decoración del árbol. Estaba en tonos rojos. Musitó un conjuro y el árbol quedó recubierto de nuevo de escarcha, esta vez de un precioso tono cobrizo.
--"¿Por qué cobrizo?"—preguntó Silvart. La verdad es que con aquel color estaba maravilloso.
--"Porque rojo y dorado ya hay uno"—Severus señaló uno de los árboles próximos a la mesa de los profesores.
Quince minutos más tarde ya estaban terminados todos los árboles.
--"Bueno señores y señoritas"—dijo Albus.—"Creo que después del esfuerzo nos merecemos una buena comida".
A los pocos minutos ya estaba todos sentados y empezando a comer. Media hora después, los platos estaban casi vacíos. Estaban verdaderamente hambrientos. Pero el esfuerzo y el trabajo habían merecido la pena. El salón estaba realmente precioso.
Severus se volvió hacia Silvart.
--"Ya casi he terminado el libro que me dejaste"—le dijo.—"Me tendrás que dejar el siguiente".
--"Claro"—respondió ella mientras soplaba sobre su café, intentando enfriarlo un poco.—"Mañana te lo dejo, ¿vale?".—cuando comprobó que el café ya se podía beber se lo tomó de un trago.—"Voy a ver a Aldebaran. ¿Me acompañas?"—dijo levantándose.
--"Bien. No tengo nada mejor que hacer ahora"—Severus se levantó también y salieron del comedor.
Salieron al exterior, abrigándose bien en sus capas. La noche anterior había nevado mucho y todo Hogwarts estaba recubierto de un espeso y brillante manto blanco. Hagrid había despejado el camino, así que no tuvieron muchos problemas para llegar a la cabaña.
Cuando el caballo los oyó acercarse salió a recibirlos. Severus sacó unos terrones de azúcar que llevaba en un bolsillo y se los ofreció al animal. Aldebarán no se lo pensó mucho y los cogió encantado.
--"Te llevas muy bien con él"—Silvart lo miraba cariñosamente.
Severus sonrió.
--"Sí, la verdad es que nos caemos bien"—acarició el hocico del animal. Éste seguía oliendo sus manos en busca de más dulces.
--"¿Sabes?, podrías intentar montarlo"—dijo Silvart.
Él la miró sorprendido.
--"¿Montarlo?"—no parecía muy seguro.
--"Sí. Aldebarán solo deja que lo monten los niños y las personas que le gustan"—y mirando al caballo añadió—"Y tú parece que le gustas".
--"No se, no se..."—Severus dudaba de poder hacerlo.—"¿Y si me tira?".
--"Bueno, si te tira, cosa que no creo, por lo menos caerás blandito"—ella señalaba el suelo cubierto de nieve.—"Venga, voy a ensillarlo".
--"No sé por qué, pero creo que voy a comer nieve"—murmuró Severus mientras Silvart se llevaba a Aldebarán al pequeño establo que había construido Hagrid.
Al cabo de unos cinco minutos salió con el caballo ya ensillado. Severus observó la montura. Era bastante ancha y forrada de piel de borrego. Los estribos eran anchos y permitían que se apoyara todo el pie en ellos. Bajo la montura, ella había puesto una manta de color verde oscuro.
--"Venga Severus, ven aquí, que no muerde"—llamó ella.
--"Hace muchos años que no monto a caballo yo solo. Desde antes de acabar mis estudios"—dijo mientras se acercaba y se ponía al lado de ella.
--"Tranquilo, te tratará bien. Te acuerdas de subir, ¿no?"—Silvart sujetaba las riendas.
--"Sí, claro"—respondió mientras se ponía al lado izquierdo del caballo. Cogió uno de los estribos y lo giró, poniéndose de forma que estuviera mirando la cola del animal. Cogió un mechón de crin y se asió a la montura. Puso el pie izquierdo en el estribo y, con un pequeño impulso subió encima del caballo.
--"¡Bien! De momento ya estás arriba"—exclamó Silvart. Le pasó las riendas.—"Ahora voy a ajustarte los estribos. Mis piernas son más cortas que las tuyas".—dijo mientras cogía uno de los estribos y lo alargaba un poco. Hizo lo mismo con el otro.
--"¡Ya está listo!"—dijo separándose un poco.—"¡Andando!".
Severus azuzó un poco al caballo y este empezó a moverse con un trote lento. Cuando cogió un poco más de confianza y, viendo que Aldebaran no iba a tirarle, se atrevió a ir un poco más rápido. Estaba disfrutando con aquello, se sentía bien con el aire pegándole en la cara.
Silvart lo observaba desde fuera.
--"¡Vamos Severus, galopa un poco!"—le gritó desde la cerca.
Éste la miró, asintió sonriendo y, cogiéndose un poco más al caballo lo puso al galope. Parecían dos manchas negras sobre el blanco contraste de la nieve. Silvart entró en el cercado y dejó la puerta abierta. Severus refrenó un poco al animal.
--"Venga, vamos a dar un paseo"—dijo ella mientras se acercaba.—"Pero hoy serás tu quien me lleve".—y le alargó la mano.
Severus sacó un pie del estribo y cogió su mano. Ella metió su pie y dio un pequeño salto, colocándose detrás de él.
Severus condujo al caballo fuera del cercado y dieron un largo paseo por los alrededores de Hogwarts. Silvart se cogió a su cintura, apoyó la cabeza en su espalda y cerró los ojos. Severus se sintió mejor que nunca.
Empezaba a anochecer cuando regresaban. Ahora hacía más frío que antes, así que se arroparon en sus capas. Desmontaron y llevaron al caballo al establo. Allí dentro se estaba caliente. Silvart había lanzado un conjuro para mantenerlo así. Ella le quitó la montura y la manta y lo cepilló. Hagrid ya le había puesto comida y agua. Severus se dedicó a observarla durante todo ese tiempo.
--"Si antes tenía dudas"—pensó.—"Ahora ya no las tengo. Estoy enamorado de ella".
--"Bueno, ¿nos vamos?"—preguntó ella mientras dejaba el cepillo en un estante.
--"Claro"—respondió Severus mientras se acercaba. Tenía un brillo extraño en los ojos.
Silvart arqueó una ceja.
--"¿Qué pasa"—preguntó acercándose un poco.
--"Nada en especial"—Severus la cogió por la cintura y la beso.
Silvart deslizó sus manos alrededor de su cuello y le devolvió el beso, el cual se hacía más intenso por momentos. Con un hábil movimiento, Severus se dejó caer en un montón de heno limpio que había en un rincón, arrastrándola a ella consigo. Silvart se las apañó para soltar algunos botones de su túnica y metió las manos por debajo, acariciando su espalda. Parte de la túnica de ella estaba suelta cuando oyeron unas voces que se acercaban.
--"¡Mierda!"—dijo ella mientras Severus se incorporaba y la ayudaba a ella a levantarse.—"Es Hagrid y la pandilla maravillosa. Deben haber visto la luz".—empezó a abrocharse la túnica, mientras Severus hacía lo mismo. Se sacudieron un poco las túnicas, respiraron hondo y abrieron la puerta del establo al mismo tiempo que Hagrid.
--"¡Vaya! Empezaba a preocuparme"—les dijo mientras los miraba. Notó que estaban un poco rojos y que la túnica de Silvart tenía un botón suelto.—"¿Interrumpo algo?"—preguntó con un brillo divertido en los ojos y una media sonrisa.
Los dos negaron con la cabeza.
--"No, no, Hagrid. Estabamos dejando al caballo"—Severus parecía azorado. Se agachó a recoger la capa, que estaba en el suelo y, sacudiéndola un poco se la puso. Harry, Ron, Hermione, Ginny y ¡Draco! (¿qué hacía Draco aquí?, pensó) los observaban con cara de sorpresa.—"Bien, ¿vamos al castillo?. La cena debe estar a punto de empezar y todavía quiero darme un baño".
--"Sí, yo también quiero ducharme"—añadió Silvart, mientras se giraba para acariciar a Aldebaran y disimuladamente se abrochaba el botón suelto.
--"Sí, la verdad es que una ducha fresca relaja mucho"—dijo Hagrid divertido. Los chicos los miraban un poco extrañados. Salieron del establo y se encaminaron al castillo. Harry y compañía iban detrás de los tres adultos preguntándose que le resultaba tan divertido a Hagrid cuando Hermione dio un gritito.
--"¡Ya se que es lo que pasa!"—exclamó en voz baja y muy emocionada.
--"¿Qué pasa? Suéltalo"—le preguntaron todos a la vez.
Ella se acercó y bajó aún más la voz.
--"Pues que creo que los hemos pillado en una situación un poco... comprometida. Ya me entendéis, ¿no?"—dijo mirándoles.
Todos miraron a los tres que iban delante, especialmente e Severus y Silvart. Pudieron apreciar que ella todavía tenía algo de heno en el pelo. Se echaron a reír.
--"Que forma de interrumpir a alguien"—dijo Ginny entre risas.
Cuando entraron al castillo, los chicos fueron a su sala común y Hagrid, despidiéndose de los azorados profesores, salió rápidamente hacia la sala de profesores. ¡Aquello tenía que contarlo!.
Severus lo vio alejarse por el pasillo.
--"No se por qué pero creo que esta noche van a haber muchas risas en la cena"—comentó.
--"Me temo que sí"—asintió ella.—"Bien, creo que voy a darme un baño. Necesito refrescarme un poco".
--"Sí, yo también"—dijo Severus.—"Nos vemos en la cena".
Silvart murmuró un "sí, claro", todavía con las mejillas sonrojadas, y se dirigió a la torre. Severus la miró hasta que desapareció por una escalera y después se retiró a su habitación.
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Severus cerró la puerta de su habitación, se apoyó en ella y cerró los ojos. Todavía no podía creer lo que había estado a punto de pasar. Era increíble y... maravilloso. Se sentía como un adolescente. Sentía tantas cosas que creía olvidadas, que se había encargado de sepultar bajo tanto rencor y amargura. Y de pronto apareció ella y hacía salir todo lo bueno que tenía escondido. Por fin, después de muchos, muchos años, podía decir que era feliz
Se dirigió a su armario, sacó una túnica limpia y se metió en el baño. Necesitaba una ducha bien fría.
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Cuando Silvart cerró la puerta de su dormitorio, el corazón todavía le latía desbocado. Nunca se había sentido así con alguien. Todavía podía notar un cosquilleo en el estómago y recordaba el estremecimiento de Severus cuando ella metió sus manos bajo la túnica para acariciar su espalda. Aquellos minutos habían sido, ¿cómo decirlo?... fantásticos. Miró la hora. Llegaría tarde a la cena.
--"Creo que necesito una ducha fresca y relajante"—y se metió en su baño.
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Cuando Severus se sentó en la mesa de profesores del comedor, supo que Hagrid no había podido mantener la boca cerrada. Fue recibido con una mirada divertida de Albus y un comentario picante de Flitwick. Les lanzó una mirada furiosa y se sirvió un poco de zumo.
Silvart entró cinco minutos más tarde, con el pelo mojado y peinado hacia atrás. Tenía un aspecto extraño. Su cabello húmedo tenía un color acerado y al llevarlo peinado de esa manera, hacía que sus rasgos se vieran más duros. Se sentó al lado de Severus. Como pudo observar Severus, ella tenía una expresión determinada, la cual, como comprendió más tarde, sólo era para evitar algún comentario por parte de Flitwick. Ya había tenido algún encontronazo con él, y prefería evitarse otro.
--"Se te ve diferente"—le comentó Severus observándola.—"Te queda bien ese peinado".
--"Gracias"—Silvart sonrió.—"En verano resulta muy cómodo, pero ahora la verdad es que no. Si me paraba a arreglarme el pelo no llegaba a la cena".—Silvart bebió un poco de agua y cruzó sus ojos con los de él. Enrojeció un poco y agachó la mirada.
Hubo un incómodo silencio entre ambos. Albus, que había estado mirándolos, decidió aliviar un poco el momento.
--"Bueno señores. Esta noche viene Papa Noel. ¿Han dejado bien colgadas sus botas?"—preguntó.
--"Sí, por supuesto"—respondieron el resto de profesores.
--"¿Bota? ¿Qué bota?"—Silvart los miraba interrogativamente.
McGonagall la miró sorprendida.
--"Pues la bota que se pone al lado de la chimenea para que Papa Noel te deje los regalos"—explicó.
--"Ahh. Pues yo no tengo bota"—dijo ella.
--"¡¿Qué no tienes bota?!"—exclamó Remus.—"¿Y eso por qué?".
Los profesores la miraban esperando una respuesta.
--"¿Por qué?"—preguntó también Severus.
--"Por que yo vivo en España y me olvidé de que en el día de Navidad se hacen regalos. Nosotros nos centramos en los Reyes Magos"—explicó.
La miraban con los ojos como platos. De pronto ella se echó a reír a carcajada limpia. Empezaron a pensar que se había vuelto loca. Los miró secándose las lágrimas.
--"¡Habéis picado!"—exclamó—"Tendríais que ver vuestras caras. Son todo un poema."—se puso una mano en la boca intentando sofocar la risa.
Después de unos instantes, todos volvieron su atención de nuevo a la cena, sobre todo ahora que venían los postres. Viendo distraídos a todos los profesores, Silvart deslizó la mano bajo el mantel y la puso sobre la rodilla de Severus. Este la miró, metió también su mano bajo el mantel y apretó la de ella. Silvart le dedicó una cariñosa mirada y después retiró la mano. Severus sonrió. Era tan adorable, aquellos ojos podían expresar tantas cosas, sobretodo cuando le miraban a él. Nunca nadie le había mirado así. Aquello le hacía sentirse especial.
Cuando terminaron de cenar, salieron juntos del comedor.
--"Buenas noches Severus"—dijo ella mientras se acercaba y le daba un suave beso en los labios.
--"Buenas noches"—respondió él abrazándola durante un instante. Silvart deshizo el abrazo y se retiró a descansar. Al día siguiente era el baile, y tenía que estar espléndida y descansada.
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Severus despertó con el ruido y que montaban los alumnos que corrían por los pasillos. Desde luego, los Slytherins, además de problemáticos eran muy escandalosos. Se estiró en la cama y se quedó mirando el techo. De pronto recordó.
--"¡Es Navidad!"—exclamó saltando de la cama. Se dirigió a la chimenea. Allí estaba colgada su bota, de color verde oscuro (muy Slytherin, como no), con bastantes más regalos de los que recordaba haber recibido nunca. Destacaba uno, que estaba en el suelo porque no cabía en la bota. Estaba envuelto en papel plateado y atado con una cinta azul oscuro. Encima había una pequeña tarjeta con un pequeño dragón impreso. Era el mismo dragón que ella llevaba tatuado en el hombro. Abrió la tarjeta y leyó:
Querido Severus:
Espero que mi regalo, aunque modesto, te guste.
Con todo mi amor.
Silvart.
Severus dejó la tarjeta en la repisa de la chimenea y abrió el regalo. Se quedó boquiabierto. Silvart le había regalado los libros de "El Señor de los Anillos", pero en una edición especial, realizados en piel y repujados con oro. Aquellos libros, además de ser muy difíciles de encontrar, tenían que ser carísimos. Dentro había otra nota.
"Para que tu también tengas en tu biblioteca (entre tanto libro de pociones) la mejor obra fantástica jamás escrita, como ya lo está en la mía.
1 Te quiero"
--"Yo también te quiero Silvart"—dijo mientras abrazaba los libros. Rápidamente se dirigió a su biblioteca y, apartando algunos libros, colocó los que ella le acababa de regalar. Antes de continuar abriendo regalos, los contempló un momento, acarició los lomos y sonrió. Había sido un buen regalo.
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Cuando Silvart despertó, saltó tan rápido de la cama que casi se mata. Se puso como pudo unas zapatillas y corrió a la chimenea. En su bota rebosaban los regalos. Incluso algunos de sus alumnos (la pandilla maravillosa, para ser más exactos) le habían regalado cosas. Pero ella no miraba esos. Sobre la repisa de la chimenea había una cajita envuelta en papel dorado, con un gracioso lacito verde. Venía acompañada de una nota.
"Querida Silvart:
Espero que te guste este pequeño detalle. También te doy las gracias por hacer que mi vida sea un poco más feliz.
Te quiere,
Severus."
Silvart dejó la nota sobre la mesa y abrió el paquetito. Dentro había una caja de ébano. La abrió y contempló el "pequeño detalle" de Severus. Era una preciosa gargantilla de oro blanco envejecido, con un colgante de formas redondeadas, del cual pendía una extraña gema de un verde intenso, la cual cambiaba de color según como le diera la luz. Era preciosa. Dejó la cajita y corrió a probársela. Le quedaba preciosa.
--"Gracias Severus"—murmuró mirándose en el espejo. Al cabo de unos minutos se la quitó y la guardó. Se la pondría esa noche para el baile. Metió la cajita en un cajón y continuó abriendo regalos.
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Severus salió de su dormitorio y se dirigió al comedor para desayunar. Silvart le estaba esperando cerca de la puerta. No pudo evitar sonreír al mirarla. Se acercó y la besó.
--"Pareces una niña"—le dijo mirándola de arriba abajo. Silvart llevaba una túnica rojo oscuro y el pelo recogido en dos coletas, que le daban el aspecto de una niña traviesa. Ella le devolvió la sonrisa y agitó sus coletas.
--"¿Te gustó mi regalo?"—preguntó ella abrazándole.
--"Sí, mucho. ¿Te gustó el mío?"—inquirió él retirando un mechón que se le había soltado de su divertido recogido.
--"Me encantó. Es precioso Severus. Pienso ponérmelo esta noche para el baile"—Silvart se soltó del abrazo y se cogió de su brazo.—"Vamos a desayunar, antes de que se lo coman todo".
--"Apoyo esa idea. Estoy hambriento."—dijo él.
Entraron juntos al comedor y se sentaron con sus compañeros. Silvart miró a Dumbledore y le dio un codazo a Severus para que lo mirara. Éste intento aguantarse la risa ante la visión: Albus llevaba un estrafalario sombrero que cada dos por tres cambiaba de forma y de color. En aquel momento era un puntiagudo sombrero de bruja con una larga melena morada.
--"¡Albus! ¿Pero qué llevas en la cabeza?"—preguntó Severus mientras el sombrero volvía a cambiar de forma. Ahora parecía un bufón, todo lleno de cascabeles.
Dumbledore los miró divertido, agitando la cabeza y haciendo sonar los cascabeles.
--"¿No os gusta? Me lo han regalado Harry y sus amigos"—Albus se quitó el sombrero y lo miró.—"A mi me encanta".
--"No cambias Albus."—dijo Severus mirando a su amigo y compañero.
--"No"—respondió Albus. Y añadió—"Por cierto, muchas gracias por tu regalo. Ya era hora de que alguien me regalara algo útil, en vez de tanto libro."—miró a Silvart.—"Y muchas gracias a ti también. La bufanda es preciosa, y muy calentita".
Silvart le sonrió. De pronto se escuchó una pequeña explosión proveniente de la mesa de Slytherin. Todos miraron hacia allí y empezaron a reír a carcajada limpia. Crabbe y Goyle acababan de sufrir las consecuencias de una de las bromas de los Weasley y tenían el pelo rosa y de punta y la cara totalmente tiznada de negro. La mesa de Gryffindor estaba que reventaba de la risa. Los gemelos estaban por el suelo con las manos en el estómago de tanto que les dolía. Al poco tiempo, hasta sus propios compañeros de casa se reían a mandíbula batiente. Estos, bastante ofendidos, se levantaron y salieron corriendo del comedor.
Severus carraspeó, una vez paró de reírse.
--"Me parece que no tardarán en pedirme ayuda. Las bromas de los Weasley son bastante... persistentes"—dijo mientras bebía un poco de agua.
--"Hablando de pedir ayuda, casi me olvido."—dijo Silvart.—"¿Puedes conseguirme algo que alise el pelo y le quite la electricidad?".—preguntó.
--"¿Para qué quieres eso?"—preguntó Severus extrañado.—"Tu pelo se ve muy bien".
--"No es para mi. Es para Hermione."—explicó ella.—"La pobre no sabe que hacer con su cabeza y le dije que la ayudaría. Creo que es más práctico usar una poción antes que pasarme media tarde alisándole el pelo."
--"Esta bien. Después de comer te llevaré una"—asintió él.
--"Muchas gracias Severus"—le dijo cariñosamente.
Terminaron de desayunar tranquilamente, ya que no hubo más explosiones. Durante aquel día nadie trabajaba así que los maestros se reunieron todos en la sala de profesores para pasar la mañana charlando. Silvart se puso a jugar con McGonagall una partida al ajedrez mágico. Al cabo de 20 minutos ya casi no les quedaban fichas a las dos y algunos profesores se habían acercado interesados, y empezaban a hacer apuestas sobre quien ganaría. Cabe añadir que la mayoría de apuestas estaban a favor de Minerva, experta jugadora de ajedrez.
La profesora McGonagall cogió una de sus piezas blancas y movió.
--"Jaque"—dijo sonriendo. Ya tenía la victoria en sus manos.
Silvart contemplaba pensativa el tablero. Movió su caballo y sonrió.
--"No sé por qué sonríes. Acabas de hacer una mala jugada"—dijo Minerva mientras movía su reina. Está destrozó al caballo.
--"Al contrario Minerva. Te acabo de ganar la partida"—Silvart movió el alfil.—"Jaque mate, profesora McGonagall. Acabo de vencerla".
--"¡Vaya! Esto es increíble."—exclamó.—"Es la segunda vez que me derrotan así".—alargó la mano hacia Silvart.—"Felicidades por la victoria. Pero me darás la revancha algún día, ¿no?".
--"Por supuesto. Cuando quieras"—respondió ella mientras le estrechaba la mano. Volvió la cabeza buscando a Severus. Al no verlo, le preguntó a Remus si sabía dónde estaba.
--"Me ha dicho que iba un momento al laboratorio a preparar no se qué poción que le habías pedido"—contestó Remus.
--"¡Estupendo!"—miró a Minerva.—"¿Quieres ahora la revancha?".
--"Por supuesto"—Minerva recompuso el ajedrez con un movimiento de varita y se sentaron de nuevo.
Un rato más tarde regresó Severus con una pequeña botella, llena de un líquido azul claro. Se acercó a ellas.
--"Creo que estás perdiendo"—comentó.
--"Sí, esta vez sí"—respondió Silvart.—"Pero antes he ganado".
Después de siete movimientos, Minerva ganó la partida.
--"Tenemos que volver a jugar"—le dijo a Silvart.
--"¡Claro! Sin problema"—asintió ella. Se volvió hacia Severus.—"Te he echado de menos"—le dijo bajito.
--"Yo también. Toma, te he preparado la poción. Sólo tiene que aplicársela sobre el pelo mojada y dejarla unos cinco minutos. Luego se la quita, y listo."—explicó—"El efecto dura más o menos un mes".
--"¡Estupendo! Después se la llevaré a Hermione. Gracias."—dijo ella guardando la botellita en un bolsillo.—"Ven. Vamos a sentarnos junto al fuego con Fleur y Remus, y charlaremos un rato"—dijo mientras le cogía de un brazo y lo conducía hacía un sillón que había vacío frente al fuego.
Remus y Fleur estaban en otro sillón, hablando animadamente sobre las clases. Se sentaron con ellos y pasaron así el resto de la mañana hasta la hora de comer, charlando tranquilamente y con las manos entrelazadas.
Después de comer, Silvart y Fleur se dirigieron hacia la torre de Gryffindor, donde las estaría esperando Hermione para que la ayudaran con el pelo. Cuando llegaron ante el retrato, Silvart dijo:
--"León rojo"—y el retrato se abrió. Hermione estaba sentada ante el fuego leyendo. Se levantó en cuanto entraron.
--"Bien. ¿Empezamos con mi cabeza?"—preguntó mirándolas.
--"¡A trabajar!"—dijo Silvart.—"Será mejor que te mojes el pelo para poder aplicarlo".
Hermione subió a su habitación, cogió una toalla y entró en el baño. A los cinco minutos salía envuelta en un albornoz y con una toalla en la cabeza.
--"Ya estoy lista"—avisó.
--"Pues vamos allá."—subieron y entraron al baño.—"Fleur, tu ponle por ese lado y yo por este. Así nos costará menos ponérsela".
Fleur asintió y cogiendo la botella, echó un poco sobre el pelo de Hermione. Silvart hizo lo mismo con el otro lado y empezaron a frotar. Después de unos minutos, en los que Hermione casi se había quedado dormida con tanto masaje en su cabeza, le quitaron el líquido.
--"Degde luego, el efegto eg instantagneo"—dijo Fleur mirando el ahora sorprendentemente pelo liso de Hermione. Cuando no estaba encrespado le llegaba más allá de la mitad de la espalda.
--"Y que lo digas Fleur. Por cierto Hermione, el profesor Snape me ha dicho que dura más o menos un mes."—indicó Silvart.—"Si quieres le pido la receta para que tu misma la puedas preparar la próxima vez, ¿vale?".
--"¡Vale! ¡Por fin parezco una persona normal y no un león"—Hermione miraba su imagen en el espejo.
--"Ahora hay que secaglo"—Fleur sacó varios cepillos y una especie de secador mágico de una bolsa que llevaba.
Sentaron a Hermione en una silla y le arreglaron el pelo. Cuando terminaron, Hermione tenía una preciosa melena castaña que se habían encargado de salpicar con algunas mechas más rubias mediante un hechizo.
--"Estás perfecta Hermione"—le dijo Silvart., Fleur movió la cabeza afirmativamente, apoyando el comentario de Silvart.—"Bueno, ahora creo que me iré a mi habitación para arreglarme. Nos veremos en el baile."
Se despidieron de Hermione y, una vez fuera de la torre de Gryffindor se dirigieron cada una a su habitación.
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La cena empezaría a las nueve. Severus había quedado con Silvart en que la recogería a las ocho y media en su habitación. Ya eran las ocho y veinte. Se miró por enésima vez en el espejo (había pasado la mitad de la tarde arreglándose), se puso bien su túnica nueva, se acercó a la mesa y recogió una cajita alargada. Se dirigió hacia la puerta y salió, cerrándola tras de si con un conjuro.
Avanzaba rápidamente por los pasillos. Los pocos alumnos con los que se cruzaba se quedaban parados mirándolo, preguntándose si aquel sería su profesor de pociones o un desconocido. A los cinco minutos llegó ante la puerta de la habitación de Silvart y llamó. Cuando se abrió la puerta, se quedó sin aliento y sin palabras (cosa rara en él). No estaba preparado para lo que vio.
Silvart estaba frente a él, con un precioso vestido azul oscuro que parecía salpicado de estrellas plateadas, las cuales brillaban suavemente. Era largo hasta los pies y tenía un corte lateral a la izquierda. Tenía un ligero escote por delante pero cuando vio la parte de atrás se quedó mudo: su espalda estaba prácticamente al aire. Combinaba con unas sandalias plateadas. Llevaba el pelo recogido en un gracioso moño del que se escapaban algunos mechones en forma de tirabuzón. El maquillaje era discreto y en suaves tonos plateados. Solo llevaba dos adornos: unos pendientes de oro blanco y la gargantilla que le había regalado, que reposaba sobre su cuello.
--"Estas pre-preciosa"—farfulló mientras le subían los colores.
Silvart también enrojeció. Cuando abrió la puerta y vio a Severus, estuvo tentada de preguntarle si era él de verdad. Severus llevaba una túnica de un sorprendente tono morado oscuro que, al moverse, parecía negro. Llevaba el pelo algo más corto y se ondulaba ligeramente en las puntas.
--"Gracias"—contestó ella.—"Tú también".
--"Toma. Te he traído esto"—dijo Severus cuando se recuperó un poco, alargándole la caja.
Silvart la abrió y dejó escapar un suspiro: era una rosa, una de sus preferidas, terriblemente extraña de encontrar. La rosa tenía los pétalos negros, excepto en las puntas y el centro, que estaban veteados de plata. Tanto las hojas como el tallo eran de un verde intenso, y parecían recubiertas de escarcha. Aquella era una flor muy preciada en el mundo de la magia por sus grandes cualidades mágicas y curativas.
--"¡Severus! Es preciosa. ¿Cómo sabías que me gustaban?"—preguntó ella mirándole.
--"Me lo dijo la profesora Sprout. Así que le pedí que me consiguiera una. Ella sabía mejor que yo dónde encontrarlas"—contestó él.
Silvart entró a su habitación y puso la rosa en un pequeño jarro, que colocó sobre su mesilla de noche.
--"Bien. ¿Nos vamos?"—Severus alargó su brazo. Ella asintió y lo cogió. Cuando llegaron a la puerta del Gran Comedor se encontraron con Remus y Fleur.
--"Os estabamos esperando"—dijo Remus. Se quedó mirándolos sorprendido. Hacían muy buena pareja. Remus y Fleur también iban muy elegantes. Ella llevaba un vestido largo hasta los pies de color rojo oscuro, con un corte trasero. Su escote delantero era más pronunciado y también se había recogido el pelo. Remus apostó por una túnica verde oscuro que resaltaba el color verdoso de sus ojos.
Cuando ya iban a entrar, aparecieron por el pasillo Hermione con Ron, Harry con Parvati y Draco con Ginny. Ron estaba terriblemente rojo. Y tenía motivos para estarlo: Hermione estaba realmente maravillosa. El vestido que se había comprado era largo y de un pálido tono salmón. Entre Ginny y Parvati habían trenzado su pelo con cintas doradas y la habían ayudado a maquillarse.
--"¡Menudo cambio Hermione!"—exclamó Remus al verla.
--"Estas muy guapa"—añadió Silvart.
--"¡Gracias!"—dijo mientras se cogía del brazo de Ron, el cual enrojeció más todavía. Aquel año Ron llevaba una túnica nueva que le habían regalado sus hermanos.
Los profesores los observaron: iban todos muy elegantes. Los alumnos entraron primero al comedor. Varios pares de ojos se volvieron a mirarlos, sobretodo a ellas, que iban muy guapas. Pero esos ojos se abrieron desmesuradamente cuando entraron los profesores. Silvart y Fleur estaban realmente maravillosas y, bueno, para que hablar del profesor Snape. Estaba irreconocible. Más de una chica suspiró al ver entrar a Remus y a él en el comedor. ¿Quién iba a decir que el profesor de pociones era tan atractivo?.
En el comedor habían retirado las habituales mesas alargadas y habían sido sustituidas por unas redondas para ocho comensales cada una. Los profesores se dirigieron hacia una de las mesas centrales, donde ya los esperaban Albus y Minerva. Esta última abrió los ojos como platos al ver a Severus y Silvart.
--"Hacen una pareja encantadora, ¿no crees?"—le comentó Albus al oído.
--"Sí, la verdad es que sí"—Minerva no salía de su asombro. Severus parecía una persona totalmente distinta.
--"Buenas noches"—saludó Severus.—"¿Todavía no han llegado el resto de profesores?".
--"No, pero estarán al caer"—respondió Albus. Se volvió hacia Fleur y Silvart.—"Queridas, me tenéis que prometer que luego me concederéis un baile."
--"Pog supuegto, pogfesog Dumbegdore"—dijo Fleur sonriendo.
--"Claro Albus, todos los que quieras."—añadió Silvart. Severus le retiró la silla y ella se sentó. Él se sentó a su lado. Fleur se sentó al lado de Silvart, con Remus a su lado. Al otro extremo estaban Albus y Minerva. Al poco rato llegaron Flitwick y la profesora Sprout.
El comedor ya estaba lleno cuando Albus dio su habitual discurso navideño y anunció que ya podían cenar. Severus recorrió con la mirada las mesas y le musitó algo a Silvart en el oído, indicándole con la mirada una dirección. Silvart miró hacia donde señalaba él y no pudo evitar soltar una carcajada. La zona en cuestión era una de las mesas donde se sentaban los alumnos de Slytherin. Allí estaban sentados Crabbe y Goyle, sin pareja y con el pelo todavía de un color rosado y todavía de punta. Cenaban en silencio y con expresión ceñuda, aguantando los comentarios divertidos de sus compañeros de mesa.
Le cena fue maravillosa, pero donde realmente se superaron los elfos domésticos que la habían preparado fue con los postres. Silvart no había visto nunca tantos dulces y frutas juntos, cada cual más bueno que otro. Entre ella y Minerva dieron buena cuenta de unas fresas con nata y chocolate, pegando a las manos de aquel que intentara cogerles alguna.
Después de cenar se retiraron las mesas a los lados e hizo entrada el famoso conjunto musical "Las brujas de Salem". Durante la cena se habían repartido unos papelitos con unos números, los cuales servirían para sortear las parejas que iniciarían el baile. Flitwick y Minerva cogieron una bolsa de terciopelo.
--"Bien. Ahora procederemos al sorteo. Cuando diga vuestro número salís a la pista."—dijo Minerva e introdujo la mano en la bolsa.—"El 675"—dijo en voz alta.
Salieron a la pista, para sorpresa de todos, Draco y Ginny.
--"El 231"—continuó. Ahora salió una pareja de Ravenclaw.
--"945"—siguiente número. Se levantaron Fleur y Remus.
--"45"—otro número. Entraron en la pista Seamus Finnigan y Padma Patil.
--"483"—siguió Minerva. Ahora les tocó el turno a Hermione y Ron.
--"335"—fue el siguiente número.
--"¡Minerva! ¡Es el nuestro!"—exclamó Albus más contento que unas castañuelas mientras se dirigía a la pista.
--"761"—se levantó una pareja formada por un chico de Slytherin y una muchacha de Hufflepuff.
--"Y el último número es... 142"—terminó Minerva cerrando la bolsita.
--"Silvart, creo que tenemos que salir a bailar"—Severus tenía en sus manos el papel con el número 142.
--"Pues adelante entonces"—Silvart sonrió y cogió la mano que él le ofrecía para levantarse de la silla. Se dirigieron a la pista, junto con Albus y Minerva.
El grupo empezó tocando una especie de vals y las ocho parejas empezaron a bailar. Los que mejor bailaban eran las tres parejas de adultos, especialmente Albus y Minerva.
Durante el baile, Silvart se puso lo más cerca que pudo de Severus, mirándole constantemente a los ojos. Para ellos el resto de gente no estaba bailando a su alrededor. Estaban como en una nube, mirándose fijamente. Sólo rompieron el contacto visual cuando se acabó la melodía.
Se dirigieron con los profesores a la mesa para tomar un poco de champan frío que acababan de servir. Estuvieron conversando un rato y después volvieron a la pista. Una rato después, Silvart estaba dando vueltas por el comedor bailando con Albus mientras se reía de un chiste que le estaba contando. Severus bailaba con Minerva, pero mirando de vez en cuando hacia donde se encontraba ella.
--"La quieres mucho, ¿verdad?"—preguntó Minerva reclamando su atención.
--"Sí, la quiero más de lo que creía"—respondió Severus.—"Daría mi vida por ella".
Minerva se sorprendió ante tanta sinceridad. Verdaderamente, ella había conseguido hacer cambiar al huraño maestro de pociones.
Después de un nuevo cambio de pareja en el que él acabó bailando con Fleur y Silvart con Remus, consiguieron volver a bailar juntos.
Al cabo de una hora, pasada la medianoche, Severus y Silvart abandonaron el comedor.
--"Me gustaría darte algo Silvart"—le dijo Severus una vez estuvieron en el pasillo.—"Pero lo tengo en mi habitación. Si quieres acompañarme...".
--"Por supuesto Severus. Vamos"—Silvart se cogió de su brazo y echaron a andar por el pasillo. Llegando a las mazmorras, oyeron ruido dentro de una de las aulas. Se acercaron sigilosamente y abrieron la puerta sin hacer ruido, asomando un poco la cabeza. El aula estaba en penumbra, pero se veían claramente dos formas en la oscuridad. De pronto, la nube que estaba tapando a la luna se apartó y su luz entro por la ventana de la sala iluminando a la pareja. Eran nada más y nada menos que Ginny y Draco, besándose tranquilamente.
Severus iba a decir algo pero Silvart le tapó la boca y lo empujó lentamente hacia atrás, cerrando luego la puerta.
--"Déjalos Severus."—le dijo Silvart mirándole tranquilamente.
Severus la miró, suspiró y se encogió de hombros.
--"Esta bien. Pero sólo porque me lo pides tu"—le dijo.—"Vamonos antes de que salgan, aunque supongo que tardaran un rato".
Se alejaron del aula. Cuando ya casi habían llegado, Silvart se detuvo en medio del pasillo.
--"¿Sucede algo?"—Severus la miró un poco preocupado.
Ella le miró con una sonrisa divertida.
--"No. Nada en especial"—contestó repitiendo las mismas palabras que él había dicho en el establo. Antes de que él pudiera reaccionar, le cogió de un brazo y le condujo hacia un rincón oscuro. Sin darle tiempo a decir nada le besó. Severus la abrazó y le devolvió el beso de forma intensa. Cuando se separaron preguntó:
--"¿Por qué lo has hecho?"—dijo mientras acariciaba su mejilla.
--"Porque quería"—contestó ella. Y añadió.—"Y porque te quiero".—le miró fijamente.
Severus puso su mano en su barbilla y le alzó la cara. Depositó un suave beso en sus labios.
--"Yo también te quiero Silvart"—confesó. Que pocas veces había dicho esas palabras, pensó Severus. Silvart le abrazó y se quedaron así por un rato.
--"Creo que será mejor que nos vayamos de aquí antes de que aparezca algún alumnos o peor... que aparezca Peeves"—la tomó por la cintura y fueron hasta su habitación.
Cuando entraron lo primero que hizo fue encender un buen fuego que caldeara la estancia. Severus fue a buscar algo y ella se entretuvo curioseando por la habitación. Se acercó a las estanterías y sonrió al ver los libros que le había regalado bien colocados en un estante, junto a sus libros más importantes de pociones. Oyó a Severus acercarse por detrás y se giró para verle.
--"Ven. Vamos a sentarnos junto al fuego"—dijo él.
Se sentaron en un cómodo sillón tapizado en suave terciopelo verde oscuro.
--"Yo... quería darte esto Silvart"—le alcanzó una cajita de plata. Silvart lo miró extrañada y cogió la caja. La abrió. Abrió la boca por la sorpresa. Dentro había un extraño anillo con la forma de una serpiente enrollada sobre sí misma. Estaba hecho en plata maciza y sus ojos eran dos extrañas gemas negras. Ella le miró sorprendida.
--"Este anillo es el emblema de mi familia. A pasado de padres a hijos. Al no tener hermanos, el anillo pasó a mi. Es tradición darlo a la persona a la que se ama".—explicó mirándola.—"Y quiero que lo lleves tu".
--"Severus yo... no se si debo..."—empezó Silvart. Él le puso un dedo en los labios silenciándola.
--"¿Me quieres?"—preguntó.
--"Sí, mucho Severus. Más de lo que nunca pensé que podría querer a alguien"—dijo ella.
--"Pues entonces llévalo. Si me quieres póntelo"—Severus la miró intensamente.
Ella sonrió.
--"¿Me lo pondrías tú?"—preguntó alargando la cajita. Él sonrió feliz y cogió el anillo. Después tomó su mano izquierda y se lo puso. Sorprendentemente, el anillo encajaba a la perfección en su dedo. Ella lo contempló a la luz del fuego.
--"Gracias Severus, por dejarme formar parte de tu vida"—dijo Silvart apretando su mano.
--"No. Gracias a ti por dejarme entrar en la tuya. Por hacerme feliz"—se acercó a ella y la besó.
Ella pasó los brazos por su cuello. Se besaron más intensamente. De forma inconsciente empezaron a soltar sus ropas. Se separaron y se miraron con intensidad. Se pusieron en pie, un poco parados de repente, sin saber que hacer. Silvart reaccionó antes y volvió a besarle, más intensamente que antes. Empezaron a retroceder por la habitación. El pelo de ella estaba suelto y caía sobre sus hombros. Las capas de ambos se habían perdido en el camino. Estaban prácticamente al lado de la cama. Severus tenía la parte de arriba de su túnica completamente suelta. Puso sus manos sobre los hombros de ella, en los tirantes del vestido. Se detuvo y la miró.
--"¿Seguro que quieres hacerlo?"—preguntó mirándola fijamente.
--"Nunca he estado tan segura de nada en mi vida"—le dijo.
Aquello le bastó. Mientras la volvía a besar, el vestido de ella se deslizó hasta el suelo.
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Cuando Severus despertó serían más o menos las cinco de la madrugada. Miró a Silvart, que dormía plácidamente abrazada a él. La estuvo observando un rato, mientras acariciaba su pelo. Se la veía tan hermosa. La tapó un poco más con las mantas. El fuego en la chimenea ya estaba casi extinguido, así que cogió la varita que estaba sobre la mesilla y murmuró un hechizo para avivarlo. Volvió a dejar la varita y siguió contemplándola. Era feliz teniéndola a su lado y deseó que aquel momento no pasara nunca, que el tiempo se detuviera. La quería tanto que hasta dolía. No sabría que hacer si por alguna casualidad la perdía. Se rompería en pedazos. Y se juró a sí mismo que no permitiría que nada los separase.
La besó con suavidad en los labios. Ella rebulló un poco y se abrazó más a él. Severus la apretó contra sí y, cerrando los ojos, se durmió.
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¡No me lo puedo creer! ¡He conseguido terminar el capítulo! Ante todo debo rectificar lo que dije al principio: el capítulo no es más corto ¡es mucho más largo!. Desde luego, parezco el conejito de Duracell, que empiezo y no paro. Y ahora contesto a los reviews:
May Potter: ¡muchas gracias! Aunque como he dicho antes, tu historia es mejor que la mía. Tu fic es uno de mis preferidos.
Arwen: aquí tienes el baile... y mucho más. No creí que pudiera escribir tantas cosas.
Alpa: a mi también me encanta montar, pero desgraciadamente tampoco tengo caballo (la verdad es que no sabría donde meterlo y dudo mucho que mi madre me dejara tenerlo en la habitación) ^.^
Patty Potter: ¡muchas gracias! Reviews como los tuyos son los que me animan a seguir escribiendo.
Por si no le he dicho antes: ¡DEJADME REVIEWS! Sólo hay que apretar el botoncito. ^.^
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