¡¡¡Ya estoy aquí de nuevooo!!! Esta vez no he tardado tanto como con el anterior capítulo. Espero que este os guste. Los reviews los comento al final. Sin nada más que añadir, os dejo con el capitulo.

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Capítulo 10: Doloroso San Valentín.

Como muy bien les había advertido Silvart, las siguientes clases que tuvieron con los dragones eran un auténtico infierno. No sólo tenían que intentar alcanzar sus puntos débiles sino que también tenían que esquivar los ataques que ellos les lanzaban. Cuando terminaban las clases más de un alumno tenía que pasar por las manos de la señora Pomfrey para que les curara las pequeñas heridas. La mayoría de veces eran pequeñas quemaduras y rasguños sin importancia. Ninguno de los dragones lanzaba ningún ataque fuerte que pudiera provocar males mayores.

Silvart ya no se transformó en ninguna clase más ya que de otra forma no podría controlar a los alumnos ni corregirles en lo que hacían mal.

Pero haciendo balance de todas las clases que habían dado, se podía decir que los resultados eran buenos. Los alumnos habían llegado a comprender el famoso refrán de "la unión hace la fuerza" y durante las clases se podían ver grupos de Gryffindors y Slytherins luchando codo con codo.

Silvart trataba de enseñarles que la confianza en los compañeros era algo fundamental cuando se luchaba con un enemigo más poderoso. Y viendo el resultado, parecía que lo habían captado bastante bien.

Aquel martes por la mañana, cuando terminaron con las clases, Silvart y Alexis se dirigieron al castillo. Alexis no podía dejar de observar que a ella le pasaba algo. Estaba inusitadamente seria y sus ojos tenían un brillo preocupado.

--"¿Sucede algo primita?"—le preguntó después de un rato en el cual ella no había abierto la boca.

--"No, nada, tranquilo. Sólo que estoy un poco cansada"—dijo ella sacudiendo la cabeza.—"Ultimamente no duermo muy bien".

--"Tal vez deberías pedirle algo a la señora Pomfrey que te ayude a dormir. O a Severus. Seguro que el conoce alguna poción"—sugirió Alexis. La miraba un poco preocupado. Normalmente Silvart dormía como una roca, pero últimamente se le veía algo agotada. Incluso se notaban un poco unas ligeras ojeras bajo sus ojos, que ella trataba de disimular con un poco de maquillaje.

--"No hace falta Alexis. Será algo pasajero"—contestó ella zanjando el asunto.—"Me voy a mi habitación a descansar un poco. Te veo luego en la comida"—le dio un beso en la mejilla y se marchó rumbo a su dormitorio.

Alexis la vio perderse por el pasillo con una mirada seria en sus normalmente alegres ojos.

--"Creo que será mejor que vaya a hablar con Severus"—pensó.—"Tal vez él sepa que le pasa".

Se dirigió hacia las mazmorras. Llegó delante de la puerta del aula donde Severus estaba dando clase y esperó hasta que ésta terminara. No tuvo que esperar mucho pues cinco minutos después sonó el timbre y un montón de Hufflepufs de segundo año salieron rápidamente del aula. Alexis entró. Severus estaba de espaldas, borrando la pizarra. Parecía serio y pensativo.

--"¿Severus?"—llamó Alexis.

El aludido se giró un poco sobresaltado. No esperaba aquella visita.

--"Buenos días Alexis. ¿Qué se te ofrece?"—preguntó, aunque tenía una ligera idea de lo que quería.

--"Silvart"—fue la concisa respuesta de él.

Severus le miró y le indicó una puerta lateral que conducía a su despacho. Entraron y cerraron la puerta.

--"Severus"—empezó Alexis.—"¿No has notado que ella está un poco extraña últimamente?"—le preguntó.

Severus asintió.

--"Sí, lo he notado. Y he intentado hablar con ella pero no me da ninguna respuesta. Durante la última semana ha dormido poco y mal. Se agita constantemente en sueños"—explicó él.—"Reconozco que yo duermo mal, pero al menos tengo un motivo. Pero ella..."—su expresión era confusa.

--"Yo también he intentado hablar con ella, pero lo único que me ha dicho es que está cansada"—Alexis miró a Severus que se había sentado en una silla, apoyando su cabeza entre las manos.—"¿Habéis tenido algún problema o habéis discutido por algo?"—preguntó dudoso.

Severus negó con la cabeza.

--"Si hubiéramos discutido por algo se habría enterado todo el castillo"—dijo sonriendo levemente. Cuando ella se enfadaba lo mejor era quitarse de su camino, y eso Alexis también lo sabía. Menudo era el genio que gastaba su prima.—"Sencillamente no se lo que le pasa. Y eso me está volviendo loco porque no puedo ayudarla"—su voz tenía un tono frustrado.

Se quedaron en silencio unos instantes. Al fin Alexis habló.

--"Intentaré hablar con alguna de las chicas. Tal vez ellas sepan algo"—dijo esperanzado.

--"Es una buena idea. Yo hablaré con Fleur. Se lleva muy bien con ella y puede que le haya confesado lo que le pasa"—dijo Severus.—"Lo que no entiendo es por qué no me lo cuenta a mi".

--"¡Mujeres! Quién las entiende"—exclamó Alexis encogiendo los hombros. Se dirigió a la puerta.—"Bueno Severus, te dejo. Voy a ver si consigo sacarles algo a las chicas. Hasta luego"—se despidió mientras abría la puerta del despacho.

--"Hasta luego"—contestó Severus.

Una vez salió Alexis del despacho, él se dirigió hacia el aula. Ahora tenía una clase que dar. Después ya pensaría en que hacer.

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Poco antes de la comida, Severus dirigió sus pasos hacia la sala de profesores. Silvart solía estar ahí antes de bajar al comedor. Intentaría hablar con ella otra vez. Aquella situación le desconcertaba. El no saber cual era el motivo de su decaimiento lo tenía confuso.

Cuando estaba llegando a la sala se encontró con que había alguien escuchando apoyado en la puerta. Era Alexis. Cuando éste le oyó acercarse se puso un dedo en los labios, indicándole que no dijera nada. Severus se acercó y se puso a su lado.

--"¿Qué haces?"—le preguntó en voz baja.

--"Ahí dentro están Silvart, Anabel, Fleur y Valerie"—respondió mientras volvía a pegar la oreja a la puerta.—"Después de verte a ti me crucé con Anabel y la encontré en el mismo estado que Silvart. Penelope me ha dicho que lleva varias noches sin dormir y que tiene pesadillas, aunque luego no recuerda que es lo que ha soñado"—le contó entre susurros.

Severus arqueó las cejas sorprendido y pegó su oreja a la puerta, intentando escuchar.

--"Tal vez están enfermas"—sugirió.

--"No creo"—dijo Alexis.—"Los dragones no son muy propensos a enfermar. Parece que dicen algo..."—aguzaron el oído.

Al otro lado de la puerta se oía la voz de Anabel, que sonaba angustiada.

--"Hace cinco noches que no consigo conciliar el sueño sin que me asalten pesadillas."—les contó a sus amigas.—"Lo único que recuerdo antes de despertar es que alguien me llama y me pide ayuda pero no reconozco la voz y no consigo ver nada. Es desesperante".

--"No te preocupes Anabel. Seguro que es algo pasajero"—intentó tranquilizarla Valerie.—"¿Y a ti que te pasa?"—preguntó mirando a Silvart.

--"Más o menos lo mismo que a ella"—Silvart dejó escapar un suspiro entrecortado.—"Sólo que en mis pesadillas estoy corriendo no se por dónde ni en qué dirección y de pronto me detengo y unos instantes después todo se vuelve confuso. Después ya no veo nada, todo se vuelve negro. Y me despierto aterrorizada sin saber por qué"—les contó.

--"¿Hag hablago con Severus?"—preguntó Fleur con voz suave.

Silvart movió negativamente la cabeza.

--"No. La verdad es que no se que decirle si ni yo misma se lo que me pasa"—dijo ella. Apoyó su barbilla en la mano y se quedó pensativa mirando el fuego. Todas quedaron en silencio hasta que la voz de Silvart volvió a romper el silencio.

--"¿Sabéis? Tengo un mal presentimiento"—susurró. Sus compañeras la miraron seriamente pero no dijeron nada.

Viendo que las chicas ni iban a decir nada más, los dos que estaban apoyados en la puerta decidieron entrar, intentando aparentar que no habían oído nada.

--"Buenos días chicas"—saludó Alexis alegremente.—"¿Ya estáis tramando algún plan?"—les preguntó mirando a Severus disimuladamente.

Este captó la indirecta enseguida. Era mejor que ellas no supieran que las habían estado escuchando.

--"No, solo charlábamos un ratito"—respondió Valerie.

Severus se acercó a Silvart y le dio un ligero beso en la cabeza.

--"¿Cómo estás?"—le preguntó mirándola preocupado.

Silvart le devolvió la mirada y sonrió ligeramente.

--"Bien, tranquilo"—contestó.—"No me pasa nada que no se pueda solucionar"—mintió. Si al menos supiera que era lo que le pasaba.

Severus y Alexis acercaron un par de sillas y se sentaron con ellas.

--"Por cierto"—habló Alexis.—"El sábado es San Valentín. ¿Ya habéis pensado lo que vais a hacer?"—preguntó con curiosidad.

--"La verdad es que no"—respondió Valerie.—"Pero para tu información estoy disponible..."—le dijo divertida.

--"¡Calla, calla! Antes prefiero salir con Blanche que con un terremoto como tú"—exclamó levantando un poco las manos y retrocediendo mientras simulaba poner cara de terror. El resto de echaron a reír mientras Valerie lo miraba un poco mosqueada.

--"Remus y yo vamog a ig a cenag"—les comentó Fleur.—"Pego no se donde".

--"¿Y vosotros, pareja?"—preguntó Anabel mirando a Severus y Silvart.

Silvart se encogió de hombros, dejando claro que no tenía ni idea y miró a Severus.

--"Tenía pensado salir a cenar..."—empezó Severus mirando a Silvart.—"...A Londres".

Los ojos de ella se abrieron de par en par.

--"¿¡A Londres Severus!? ¿De verdad?"—Silvart no podía acabar de creérselo.

--"Sí. Tenemos reserva en un maravilloso restaurante en el barrio antiguo"—le contó.

--"¿Pero de verdad que vamos a ir a cenar al Londres muggle?"—le preguntó verdaderamente ilusionada. Cuando se conocieron ella intentó llevarlo un día al mundo muggle, pero él se había negado en redondo. No era algo que le gustara demasiado.

--"Que sí. Supuse que te gustaría"—le dijo mientras cogía su mano.

--"¿Gustarme? Severus, es el mejor regalo que podrías hacerme"—Silvart estaba radiante. A ella le encantaba Londres y por primera vez desde que estaban juntos irían allí.

--"Por cierto, este sábado también hay una visita a Hogsmeade por la mañana"—les anunció Severus.

--"¡Estupendo! Pues iremos todos a "Las tres escobas" para tomar unas copas y brindar por el amor"—dijo Alexis.

Todos apoyaron la idea. Estuvieron conversando un rato más hasta que se abrió la puerta y Penelope asomó la cabeza.

--"¿Pensáis venir a comer hoy o mañana?"—preguntó mirando al grupo.

Éstos, por primera vez en mucho rato se dieron cuenta de que sus estómagos empezaban a protestar. El de Alexis soltó tal rugido que no pudieron evitar echarse a reír, mientras él se ponía rojo como un tomate. Salieron de la sala de profesores y se dirigieron al comedor, contándole a Penelope el plan del sábado.

Cuando llegaron al comedor el resto del grupo ya estaba sentado a la mesa. Se acercaron y les contaron también el plan del sábado. Todos se apuntaron inmediatamente. Severus y Silvart los dejaron allí y se dirigieron donde estaban el resto de profesores, en la mesa alta. Ocuparon sus sitios y se dispusieron a comer.

Silvart no tardó en iniciar una conversación con la profesora McGonagall, que estaba sentada a su lado.

--"¿Vendréis este sábado a Hogsmeade?"—preguntó Minerva mientras le pasaba a Silvart un poco de pan.

--"Sí, por supuesto"—respondió ella.—"Mis amigos también se han apuntado a la visita y hemos quedado en "Las tres escobas" para tomar una cerveza"—le explicó a Minerva.—"¿Te apuntas a nuestro brindis?"—preguntó.

--"¡Claro! Y... ¿por qué vais a brindar?"—preguntó ella a su vez mientras partía cuidadosamente un bistec.

--"Por el amor"—contestó Silvart.—"Y por nosotros, por supuesto. Por la amistad que nos une".

--"Pues entonces brindo por ello"—dijo Minerva levantando levemente su copa.—"Por cierto... ¿qué vais a hacer Severus y tu por la noche?"—preguntó con una mirada curiosa.—"¿Salís a cenar?".

--"Sí"—Silvart puso una mirada soñadora.—"Me va a llevar a Londres a cenar. Al barrio antiguo"—le contó.

Minerva puso los ojos como platos.

--"¡¿Severus te va a llevar a cenar al Londres muggle?!"—eso sí que no se lo podía creer.—"¿El Severus Snape que yo conozco? ¿O es otro Severus del que estamos hablando?"—Minerva alternaba su mirada alucinada entre Severus y Silvart.

--"Aunque no lo creas es el Severus que tu conoces"—dijo ella. Sonrió levemente—"O mejor dicho, el Severus que nadie conocía"—Silvart lo miró cariñosamente.

--"Desde luego, desde que está contigo ha cambiado mucho"—admitió Minerva.—"Y me alegro por ello. Le hacía falta que alguien lo espabilara un poco"—le dijo divertida.

Severus, que había estado hablando con Remus, se volvió a mirarlas.

--"Los oídos me están zumbando una barbaridad"—les dijo—"Así que supongo que estabais hablando de mi"—arqueó ligeramente la ceja izquierda en un gesto interrogativo mientras las miraba a las dos.

--"¡No, no! ¡Que va! Para nada"—dijeron las dos al mismo tiempo y moviendo la cabeza negativamente.

--"¡Ja! Eso no se lo cree ni Longbottom"—exclamó él divertido por las caras de total inocencia que ponían las dos.

--"Sólo hablábamos de la visita a Hogsmeade el sábado"—explicó Silvart—"En serio"—dijo mientras ponía ojos de corderillo. Minerva asintió, respaldando la explicación de Silvart.

Severus las observó unos instantes más y después volvió su atención de nuevo a Remus, que había estado escuchando la conversación y que ahora las miraba también con una sonrisita divertida en los labios.

Tras la comida, tanto los profesores como los alumnos se retiraron para continuar con sus obligaciones diarias.

Y así continuó la rutina, sacudida de vez en cuando por alguna explosión en el aula de pociones y otras tantas provocadas por los gemelos Weasley (Hogwarts no sería lo mismo sin esta "rutina"), hasta el sábado, día de San Valentín.

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El día de San Valentín amaneció despejado y con un radiante sol que brillaba con fuerza, deshaciendo la poca nieve que aún quedaba en algún rincón.

Severus se despertó y alargó la mano buscando a la mujer que dormía a su lado. Pero el hueco estaba vacío. Abrió los ojos y la buscó por la habitación.

Silvart salía en aquel momento del baño envuelta en un albornoz blanco y secándose el pelo con una toalla.

--"Buenos días corazón"—le dijo ella acercándose y sentándose a su lado—"Feliz San Valentín".

--"Feliz San Valentín a ti también"—respondió Severus incorporándose un poco y dándole un cariñoso beso.

Silvart se quitó la toalla de la cabeza y la sacudió un poco, salpicando a Severus.

--"Será mejor que te des prisa o no llegaremos al desayuno"—dijo ella levantándose y dirigiéndose al armario. Lo abrió y cogió una bonita túnica azul oscuro con ribetes blancos.

Severus se levantó y se metió en el baño. Salió a los quince minutos envuelto en una toalla. Silvart ya estaba vestida y se había sentado delante de la chimenea a esperarlo. Severus cogió una túnica que estaba cuidadosamente doblada sobre una silla y cinco minutos después ya estaba vestido y listo para salir.

--"¿Nos vamos?"—preguntó a Silvart que estaba ensimismada mirando el fuego.

--"¡Claro!"—contestó ella levantándose del sillón y acercándose.

Severus la observó. Hacía tres noches que por fin dormía como Dios manda, sin pesadillas y sin despertarse continuamente. Las ojeras habían desaparecido y se la veía mucho más relajada. Severus no sabía que era lo que le había pasado a ella durante los días anteriores pero al ver que había mejorado y que volvía a ser la misma de siempre dejó de preocuparse.

Salieron de la habitación de Silvart y se encaminaron al comedor. Allí les estaban esperando los amigos de ella, sentados en su mesa, a la que habían añadido dos sillas para ellos. Se sentaron con ellos a desayunar.

--"Hola pareja"—saludó Jonh—"¿Preparados para pasarlo bien?"—preguntó mientras hacía una mueca de dolor, consecuencia de un pellizco que le había dado Valerie. Al parecer tampoco quería salir con ella esa noche.

--"Por supuesto Jonh"—asintió Silvart cogiendo la cafetera que le pasaba Severus.

--"Desde luego Albus no puede evitarlo"—comentó Severus mirando a su alrededor.

--"¿Qué no puede evitar cariño?"—preguntó Silvart removiendo su café.

--"La decoración. Todos los años igual"—le explicó mientras le indicaba a su alrededor.

Silvart levantó la vista y miró. Pestañeó varias veces y se pasó las manos por los ojos, creyendo que lo que veía eran visiones. Pero no lo eran. Cuando entraron no se había fijado en la decoración pero ahora que la veía no entendía como no se había dado cuenta.

El Gran Comedor estaba completamente adornado en tonos rosas y rojos. Pequeños corazones flotaban sobre sus cabezas junto con unos graciosos querubines que disparaban flechas imaginarias. Incluso el zumo de calabaza tenía hoy un tono rosado, en vez de su habitual color anaranjado. Y en vez de tostadas habían pequeños pasteles de fresas y galletitas en forma de corazón.

Alexis, que estaba sentado a su lado, le cerró la boca que ella, en su asombro, había dejado abierta.

--"¡Por Dios!"—exclamó cuando se recuperó del shock—"¡Qué excesivo! Albus se ha pasado un poco con la decoración"—dijo mirando a Severus.

--"A saber en que estarías pensando para no haberte dado cuenta cuando entramos"—dijo él.—"Y todavía no lo has visto todos"—añadió—"Espera a que empiece a llover confeti en forma de corazón".

--"¿Y todos los años es igual?"—preguntó Silvart levantando la vista hacia arriba, al tiempo que empezaba a hacer el susodicho confeti.

Severus asintió mientras cogía su servilleta y tapaba su taza de café para evitar que cayera algo dentro. Todos los que estaban en la mesa siguieron su ejemplo. Anabel (la cual también tenía buena cara ya que había dormido bien las últimas noches), cogió un pastelito y le quitó un poco de confeti que le había caído encima.

--"Pues tampoco está tan mal"—comentó comiéndose el dulce. Al instante todos los ojos se volvieron hacia ella completamente alucinados.—"¿Qué? A mi me gusta".

Sus amigos suspiraron y la dejaron por imposible. Terminaron de desayunar tranquilamente entre las risas y cuchicheos amorosos de los alumnos que les rodeaban.

A las diez se reunieron todos los que iban a Hogsmeade en la puerta principal, donde ya les esperaban las diligencias que los llevarían al pueblo mágico. Al cabo de media hora llegaron al pueblo. Los profesores quedaron a las cinco con los estudiantes para el regreso y después se dispersaron.

Severus y Silvart quedaron a las doce y media con sus compañeros en "Las tres escobas" y se fueron a comprar varias cosas que necesitaban. Severus tenía que comprar una serie de ingredientes que escaseaban en el armario del laboratorio y Silvart necesitaba unos cuantos pergaminos y tinta de varios colores. Después de las compras pasearon un poco por el pueblo.

Silvart se detuvo en el escaparate de la joyería, curioseando un poco. Sus ojos se posaron en un precioso anillo de platino con una hermosa cenefa céltica. Severus se puso a su lado.

--"¿Te gusta alguna cosa en particular?"—preguntó mirando con ella el escaparate.

Silvart señaló el anillo. Severus lo observó y sonrió interiormente. Tenía buen gusto eligiendo. Era el mismo anillo en el cual se había fijado él cuando vino con Remus antes de Navidad.

--"Es precioso. Y extraño, ¿no crees?"—le dijo ella mirándole.

--"La verdad es que sí"—asintió él—"¿Sabes que significan los dibujos de la cenefa?"—preguntó volviendo sus ojos hacia ella.

Silvart negó con la cabeza. El céltico era un idioma perdido en el tiempo y poca gente lo estudiaba hoy en día.

--"Significa la unión eterna"—explicó Severus.—"Se suele regalar entre enamorados y sirve para crear un vínculo entre los dos hasta más allá de la muerte".

--"¡Qué romántico!"—suspiró ella. Miró su reloj—"¡Vaya! Ya es hora de irse a la taberna".

Dieron la vuelta y se dirigieron a "Las tres escobas". Cuando entraron, tanto profesores como dragones estaban charlando en un lado de la taberna. Se acercaron y se sentaron. Enseguida vino Rosmerta trayendo un montón de cervezas de mantequilla. Cogieron una cada uno.

--"Bien. ¿Por qué brindamos?"—preguntó la profesora Sprout.

--"¡Por el amor!"—dijo Alexis alzando su cerveza.

--"¡Por nosotros!"—exclamó Remus levantando también su vaso.

--"Por la paz"—dijo Silvart. Todos alzaron sus vasos para brindar por aquello, por una paz tan fervientemente anhelada.

Entre brindis, charlas, comida e historias de anécdotas de la juventud, se fueron pasando las horas.

De pronto, la tranquilidad que tan bien estaban disfrutando se rompió bruscamente cuando Draco y Ginny entraron violentamente y con expresión de terror en sus caras.

--"¡Profesor Snape! ¡La Marca! ¡Mortífagos en el bosque!"—exclamó casi sin aliento.

Los profesores se miraron helados un instante y después se levantaron con rapidez. Minerva se paró al lado de Ginny, que lloraba presa de un ataque de nervios. La abrazó, intentando tranquilizarla.

El resto de profesores salieron al exterior, donde se empezaban a congregar los aterrorizados alumnos.

--"¡Tenemos que organizarnos!"—dijo Flitwick mirando a sus alumnos y reuniéndolos.

--"De acuerdo"—dijo Silvart—"Profesores, reunid a los alumnos y llevadlos a Hogwarts. Dragones, venid conmigo al bosque"—ordenó.

Severus se acercó a ella.

--"Yo voy contigo"—le dijo—"No quiero que vayas sola al bosque".

--"No Severus, te pondrías en peligro"—Silvart intentó convencerlo—"Voldemort ya sabe que le has traicionado y corres el riesgo de que te maten".

--"Si te pasa algo no podría soportarlo Silvart"—Severus insistió—"Déjame ir contigo".

Silvart volvió a negarse.

--"No, no. Lleva a los alumnos a Hogwarts. Allí estaréis seguros"—Silvart miró a su alrededor, comprobando que ya estaban todos los estudiantes, incluidos Harry, Ron y Hermione.

Remus y Fleur se acercaron a la pareja.

--"Nosotros dos nos quedaremos Severus"—dijo Remus, intentando calmarlo.—"Ella tiene razón. Aquí corres peligro".

Severus al final se rindió.

--"Prométeme que tendrás cuidado"—se dirigió a Silvart y cogió sus manos, apretándolas, como si no quisiera dejarla ir.

--"Te lo prometo"—Silvart le devolvió el apretón y se giró hacia los que ya la estaban esperando.—"Vamos".

Mientras ellos se dirigían hacia el bosque, los que quedaban fueron subiendo a las diligencias que les conducirían a la protección que otorgaba la escuela. Antes de subir a una de ella, Severus miró en dirección al bosque, dónde brillaba la marca oscura y en el cual empezaban a entrar Silvart y el resto de compañeros.

--"Ten cuidado"—murmuró mirando mientras la cabellera plateada de ella desaparecía en las sombras del bosque.

Cerró la puerta de la diligencia y se encaminaron a toda velocidad a Hogwarts.

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Una vez se introdujeron en el bosque pensaron que lo mejor era dividirse por parejas.

--"Si alguno tiene problemas que lance chispas rojas"—les indicó Remus mientras se dirigía con Fleur hacia un lado y se internaban más en el bosque.

El resto asintieron y también se adentraron más en las sombras.

Silvart iba con Anabel, ambas pendientes de cualquier sonido que les pudiera llegar. Pero no se oía nada, ningún pájaro, ninguna ardilla. Nada. Sólo silencio.

Llegaron a un pequeño claro que se dividía en dos sendas llenas de arbustos pero bastante transitables.

--"¿Y ahora qué hacemos?"—preguntó Anabel mirando los caminos un poco dudosa.

--"Creo que tendremos que separarnos"—contestó Silvart—"Yo iré por la izquierda y tu por la derecha, ¿de acuerdo?"—le señaló el sendero derecho.

--"¿Crees que es prudente separarnos?"—Anabel no estaba muy convencida. Sentía un extraño cosquilleo en el estómago que la ponía nerviosa.

--"Si nos separamos iremos más rápido y cubriremos más terreno"—intentó convencerla Silvart.

Anabel cedió a regañadientes y se adentró en la senda de la derecha. Silvart respiró hondo y entró en la de la izquierda.

El camino estaba cubierto de arbustos pero se podía pasar bastante bien. Avanzó atenta a cualquier sonido que llegara a sus oídos.

¡¡CRACK!!

Silvart fijó la vista delante de ella. El sonido venía de allí. Sacó su varita y corrió hacia el lugar de dónde procedía el sonido. Avanzó hasta llegar a otro claro, un poco más grande que el anterior. Pro allí no había nadie. Miró a su alrededor antes de entrar. Todo estaba tranquilo.

De pronto, a su derecha se movieron unas ramas. Puso todos sus sentidos alerta y apuntó con la varita. De entre los arbustos salió un perro un poco sucio que hizo que saltara hacia atrás por la sorpresa. El animal la miró con cara de susto y se marchó por dónde había venido.

--"Menudo susto que me ha dado"—Silvart rió nerviosamente y después se relajó.

Apenas tuvo tiempo para reaccionar. Oyó algo tras ella y al tiempo que se giraba notó un pinchazo en el brazo. Retrocedió de golpe dando un salto y miró a quien estaba tras ella.

Era un mortífago, envuelto en una larga capa negra con capucha y con la cara cubierta por una extraña máscara, completamente lisa y blanca. Lo único expresivo eran los ojos, que brillaban gélidamente.

--"¡Maldito demonio!"—exclamó Silvart mientras le apuntaba con la varita. Empezaba a sentirse extraña, ligeramente mareada.

Otra voz sonó a su izquierda.

--"¡Expeliarmus!"—gritó la voz.

La varita salió despedida de las manos de Silvart.

Esta, totalmente aterrorizada, notaba como empezaba a perder el control de su cuerpo y sus acciones. Su visión se volvió más borrosa. Intentó mirar a su alrededor, donde aparecían más formas oscuras. Más mortífagos.

--"¡Una trampa!"—pensó desesperada. Evidentemente le habían inyectado alguna clase de droga. Tenía que intentar hacer algo y rápido. Intentó dirigir su magia a sus manos y trató de canalizar un conjuro.

--"¡Flipendo!"—gritó apuntando a una de las formas oscuras.

Evidentemente, el mortífago no se había esperado aquello y salió despedido contra un árbol.

Silvart giró rápidamente, cayendo casi en el intento. Ahora apenas podía enfocar la vista. Apuntó a cualquier lado y volvió a lanzar el conjuro repetidas veces. Aquello la debilitaba a ojos vistas y sabía que no tardaría en caer. Al menos tuvo el consuelo de oír gemir de dolor a otro par de mortífagos que habían recibido de lleno el hechizo.

--"Crucio"—dijo una gélida voz tras ella.

Aquello fue lo que acabó de vencer su resistencia. Cayó al suelo gritando de dolor. Era como si le estuvieran partiendo todos los huesos al mismo tiempo. Sus músculos se contraían en violentos espasmos.

Otra voz pronunció el maleficio y el dolor se volvió insoportable.

--"¡Por favor! Matadme de una vez"—pensaba agónicamente. No podía más. Pero aún tenía que hacer un último esfuerzo.

Se concentró con las escasas fuerzas que le quedaban, intentando olvidar el dolor. Su voz se alzó sobre los árboles con un grito desgarrador.

--"¡¡¡ANABEEEELLLL!!!"—y estallaron miles de chispas rojas a su alrededor, desconcertando a sus atacantes.

Después de eso, todo se volvió negro, mientras susurraba un nombre... Severus...

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Justo en el mismo momento en que Silvart caía al suelo, Severus llegaba a Hogwarts con el resto de profesores y alumnos. Estaba entrando por la puerta principal cuando se paró en seco. Algo le oprimía el pecho, que le impedía respirar. Una sensación extraña y agobiante.

--"Severus, ¿te sucede algo?"—preguntó Minerva cuando lo vio quieto y con aquella extraña expresión en la cara. Otros profesores se acercaron.

--"Severus, ¿estás bien?"—habló Albus que se acercaba en aquel momento por el pasillo.

Severus sacudió la cabeza confundido.

--"N-no lo se. Siento algo raro..."—farfulló. De pronto abrió los ojos con pánico—"¡Silvart! Le ha pasado algo"—miró con desesperación a los que le rodeaban.

--"No te preocupes Severus, seguro que está bien"—aseguró Flitwick—"Eso son nervios."

Severus no estaba muy seguro de que aquello fueran nervios.

--"Será mejor que vayamos a la sala de profesores para hablar de lo sucedido y de paso tomaremos un te"—ordenó Albus. El resto de profesores lo siguieron, mientras Minerva acompañaba a Severus, el cual no tenía muy buena cara.

En el mismo momento en que Flitwick cerró la puerta tras de sí, las llamas de la chimenea de la sala de profesores empezaron a chisporrotear con fuerza y en un color verdoso.

De pronto, como una exhalación apareció Alexis con la cara surcada por las lágrimas y el ensangrentado cuerpo de Silvart en brazos. Tras él venían Angel y Anabel, la cual se apoyaba en su compañero con algunas heridas en su cuerpo. Jonh entró tras ellos con Valerie en brazos, también en muy mal estado. Después entraron el resto, siendo Remus y Fleur los últimos en pasar. Fleur tenía algunos rasguños y Remus una fea herida en el costado.

--"¡Silvart!"—gritó Severus en cuanto vio que la figura desmadejada que Alexis llevaba en los brazos era ella. Se acercó instantáneamente y la tomó de los brazos del agotado muchacho, que también estaba levemente herido.

Salió tan rápido como pudo y se dirigió a la enfermería, mientras las lágrimas empezaban a caer de sus ojos.

--"No tendría que haberte permitido ir al bosque"—murmuraba dolorosamente—"¡No tenía que haberte dejado!"—su voz estaba desgarrada por el dolor.

Llegó a la enfermería y abrió la puerta de una patada. Poppy ya estaba esperándole.

--"¡Déjala en aquella cama, rápido!"—le indico al tiempo que levantaba la vista hacia la puerta, por dónde entraban el resto de heridos. Le indicó a Jonh que pusiera a Valerie en otra de las camas.

Albus se acercó donde estaba Silvart, inconsciente y respirando muy levemente. Cogió a Severus por los hombros y lo apartó poco a poco.

--"No te preocupes, se pondrá bien. Poppy la va a ayudar, ¿verdad?"—dijo Albus mientras miraba a la señora Pomfrey que ya se había puesto manos a la obra y empezaba a curar las heridas de la chica. Valerie no estaba en tan mal estado como ella, así que decidió dejarla para después. Con un par de gritos los hizo salir a todos la sala. Sólo se quedó la profesora Sprout, que también tenía algunos conocimientos de medimagia y podía ayudarla un poco.

En la sala contigua, Severus se había derrumbado en una silla, preso de un ataque de nervios.

--"Es culpa mía, todo es culpa mía"—murmuraba sin cesar.

--"No Severus, deja de culparte"—dijo Minerva mirándolo compasivamente. Severus no era santo de su devoción, pero era un compañero, y le dolía verlo así.

--"¡Me buscaban a mí!"—gritó furioso.—"Era yo quien tendría que haber ido y no ella".

--"Y probablemente ahora estarías muerto"—le cortó Remus, que entraba en aquel momento.

--"Tal vez. Pero ella estaría bien"—musitó él, más serenamente.

--"¿Qué puedes decirnos Remus?"—preguntó Albus después de un momento de silencio.

--"Pues que era un ataque bien organizado. Sabían que estaríamos allí. Habían muchos mortífagos"—explicó.—"Además, sabían a quienes tenían que atacar primero".

--"¿Qué quieres decir con eso?"—inquirió Flitwick extrañado.

--"Las que perores ataques recibieron eran Silvart y Valerie. Sabían que eran dragones y fueron a por ellas"—aclaró Remus.

--"Pero... el resto de amigos de Silvart también son dragones. ¿Por qué ellas dos en particular?"—preguntó Minerva sin comprender.

--"Porque los dragones hembras plateados y rojos son los más poderosos entre todos"—explicó Albus—"Y ellos, evidentemente, lo sabían. Era una trampa. Querían atraeros al bosque porque sabían que os separaríais"—el director de la escuela estaba muy serio.

--"Pero eso quiere decir que alguien les había pasado la información"—dijo Flitwick con voz temblorosa.

--"Al parecer, Voldemort sabía que algunos de los dragones se quedarían protegiendo la escuela"—Remus ató cabos rápidamente—"Y quiso despejarse el camino".

--"Lo que no comprendo es por qué no las mataron directamente, en vez de hacerlas sufrir así"—Minerva dejó la duda en el aire. Aquello no lo sabía ninguno de los maestros que estaban allí.

Se abrió la puerta de la sala y entraron la señora Pomfrey y la profesora Sprout, seguidas por los otros que habían resultado heridos.

--"¡¿Cómo está Silvart?!"—Severus reaccionó en aquel momento. Había escuchado la conversación como si fuera algo lejano.

--"Se recuperará, no te preocupes"—le tranquilizó Poppy—"Tenía muchas heridas. Se habían ensañado con ella y con la otra chica".

--"¿Puedo pasar a verla?"—preguntó Severus nerviosamente.

--"Esta bien. Pero sólo cinco minutos"—le dijo la señora Pomfrey mientras Severus cruzaba la puerta con paso veloz.

Severus llegó al lado de ella y se inclinó para darle un suave beso en la frente. La observó. Tenía un brazo vendado y una pierna escayolada. La señora Pomfrey había limpiado su cuerpo de sangre y su plateado cabello reposaba ahora sobre la almohada. Su respiración era más firme y sosegada que antes.

--"Silvart, mi vida. Nunca podré perdonarme esto"—le dijo en voz baja aún sabiendo que ella no le oiría.

Cogió su mano y se sentó a su lado, mientras con la mano que tenía libre le acariciaba suavemente el pelo y le murmuraba cariñosas palabras al oído.

Albus se acercó junto con la señora Pomfrey.

--"¿No sabes cuando despertarán?"—preguntó mirando a Silvart y a Valerie, que yacían inconscientes en las camas.

--"No lo se profesor Dumbledore. Lo que les inyectaron era muy fuerte"—dijo Poppy.—"Pueden tardar una hora, un día o una semana. Quien sabe".

--"Poppy, ¿puedo quedarme con ella?"—preguntó Severus sin dejar de acariciar su cabeza.

--"No Severus, hoy no"—se negó la señora Pomfrey—"Además, tu también necesitas descansar".

--"Pero..."—insistió Severus.

--"Ni peros ni nada. Ahora salid todos. Estas jóvenes necesitan tranquilidad para recuperarse"—ordenó Poppy con un tono en la voz que no admitía réplicas.

Severus la miró suplicante.

--"Esta bien. Podrás estar con ella cinco minutos después de la cena"—cedió la medimaga.—"Ahora todos fuera".

Severus se separó reticentemente y salió con el resto de profesores y dragones.

--"Alexis"—Minerva miró al joven que estaba tras ella—"¿Por qué no las mataron directamente? Es una duda que tenemos"—preguntó.

--"Es muy simple. Los dragones, por alguna razón que desconocemos, somos inmunes a la maldición Avada Kedavra"—explicó él.—"Pero no al resto de maldiciones".

--"Pero... si se supone que los dragones sois tan poderosos, ¿cómo consiguieron tumbarlas tan rápidamente?"—preguntó Flitwick con curiosidad.

Ahora habló Penelope.

--"Cuando los dragones asumimos un cuerpo humano, tenemos que cargar también con las consecuencias"—explicó ella.—"Quedamos tan limitados como cualquier mago. Más poderosos, sí. Pero humanos. La piel humana no es tan protectora como las escamas. Además, con lo que les inyectaron, se facilitaron el trabajo".

Llegaron al vestíbulo y allí se separaron. El día había sido realmente agotador y necesitaban descansar antes de la cena.

Por la noche, después de cenar, Severus fue a visitar a Silvart. No habían variaciones en su estado. Intentó convencer a la señora Pomfrey de que le permitiera quedarse pero ella se negó rotundamente.

Ya en su habitación, Severus se quedó toda la noche despierto mirando el fuego y pensando en lo que podría haber hecho para evitar aquello.

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Seis días después del ataque, Silvart todavía continuaba inconsciente. Valerie había despertado el día anterior y aquella mañana la señora Pomfrey le dio el alta.

Severus estaba sentado en un cómodo sillón al lado de la cama de ella. Ya no llevaba la escayola ni tampoco tenía el brazo vendado. A veces, por las noches, se agitaba en sueños, como si estuviera luchando por salir de alguna parte.

Siempre había alguien velándolas, por si despertaban. La mayor parte del tiempo era Severus quien estaba allí. Cuando le relevaban se iba porque le obligaban, no porque él quisiera.

Después de que Valerie despertara, empezó a desesperarse.

--"¿Por qué no despierta?"—preguntó desconsolado a Poppy.

--"No lo sé Severus, no lo se"—la señora Pomfrey lamentaba no poder hacer nada. Despertarse o no dependía ahora sólo de ella.

Tras la comida, Severus regresó de nuevo a la enfermería. Llevaba uno de los libros que Silvart había estado leyendo antes del ataque. Se sentó a su lado y empezó a leer.

De pronto se detuvo. Un gemido. La miró. Ella se movió y volvió a gemir.

--"¡Poppy!"—llamó Severus levantándose y dejando caer el libro.

La señora Pomfrey llegó rápidamente a su lado. La observó.

--"Se está despertando"—miró alegremente a Severus.

En aquel momento entraban Remus y Fleur, con unas flores para ella.

--"¡Remus, se está despertando!"—Severus no cabía en sí de la alegría.

Remus abrió los ojos y volvió a salir mientras Fleur se acercaba rápidamente.

Al poco tiempo entraban los amigos de Silvart y el resto de profesores.

Silvart volvió a gemir y lentamente, abrió un poco los ojos. Gimió de nuevo. Volvió a intentarlo y probó a enfocar un poco su vista. Alguien vestido con túnicas negras estaba a su lado. Sonrió levemente.

--"Severus..."—musitó.

--"Estoy aquí cariño"—dijo cogiendo su mano.—"No te preocupes".

Al cabo de unos diez minutos Silvart ya estaba totalmente despierta.

--"Te quedarás aquí hasta mañana, ¿de acuerdo?"—ordenó la señora Pomfrey.

Ella asintió y volvió su atención a Albus, que estaba a su lado.

--"Sé quien era uno de los mortífagos que me atacó"—dijo ella con voz tranquila.

--"¿Cómo? Llevaban máscaras"—dijo Jonh extrañado.

--"Sí. Pero sólo uno tiene los ojos grises"—explicó ella.

--"Malfoy"—dijo Severus con furia contenida.—"Me las pagará".

--"Bueno señores. Lo mejor que podemos hacer ahora es dejarla descansar"—sugirió Albus—"Discutiremos esto más adelante, ¿de acuerdo?".

El resto asintieron y salieron de la enfermería. Severus se quedó un rato más.

--"He estado tan preocupado por ti"—se sentó en la cama junto a ella, abrazándola.—"Nunca más vuelvas a separarte de mí. ¿Me lo prometes?"—la miró fijamente.

--"Te lo prometo Severus. Nunca más"—prometió ella.

Estuvieron un rato más abrazados y después Severus se retiró para que ella pudiera descansar.

Ahora todo volvería a la normalidad. O al menos eso era lo que él deseaba.

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¡Ya he terminado otro capítulo! Esta vez he tardado menos que con el otro. Espero que haya sido de vuestro agrado. No todo iban a ser días de vino y rosas. Ahora respondo a los reviews.

Melliza: los siento pero Sevvie es Mío (jejeje). Pero lo compartiré contigo.

Alpha: ¡muchas gracias! Como lo prometido es deuda, aquí tienes el capítulo.

Liza: ¡no he desaparecido! Y para demostrarlo, aquí estoy con un nuevo capi.

Lady Susyte: si que me gusta Tolkien, pero en ningún momento he pensado en nada de su obra para hacer a los dragones. Me fijé más en la Dragonlance. Gracias por el apoyo.

Patty Potter: por cierto, Alexis me ha dicho que cuando quieras te lleva a dar un paseo. Todos los chicos están a tu disposición para llevarte volando a donde quieras.

Tomoyo: he preguntado a los amigos de Silvart si querían llevarte a dar un paseo el día de tu cumple y han dicho que estarán encantados y Harry no ha puesto muchas pegas... ^.^

Muchas gracias también por sus reviews a Angelina, Slythy, Guty y AnySeverus: ¡¡GRACIAS!!

Y ahora, como siempre os recuerdo: ¡DEJADME REVIEWS! ¡PLEASE! Que no cuesta nada.