2 Descubrimiento
Disclaimer: El Conde Drácula pertenece indiscutiblemente a Bram Stoker. Los demás personajes son creación mía.
A/N: Esta es la segunda parte, gracias a Jun y Any, que me animaron a proseguir.
***
Anochecía ya. El vampiro despertó. La tranquilidad del bosque, plagado por sus criaturas, fue interrumpida por un extraños sonidos que atrajeron su atención. Eran sollozos. Había escuchado ese sonido muchas veces cuando aún vivía y estando muerto muchas más, cuando sus víctimas aterrorizadas pedían clemencia. Pero esta vez era diferente. Nunca había percibido tanta desesperanza en un llanto, le recordó un episodio ocurrido tiempo atrás, dieciséis o diecisiete años, donde un sollozo proveniente del extremo sur del bosque había logrado conmoverlo igualmente.
Se dirigió presuroso al lugar de donde provenía el llanto. Usó su agilidad vampírica para atravesar el bosque y luego continuó caminando lentamente. El llanto se había extinguido, pero sus sentidos percibían aún en ese lugar a la criatura que lo había originado. Sus pisadas no hacían ningun ruido en la hierba, mientras se aproximaba a las afueras del bosque. ¡Ese lugar! Era el mismo donde antaño lo oyó. Algunos árboles se levantaban allí, pero el bosque ya había terminado. Un montículo de piedras señalaba un lugar olvidado hacía tiempo, y recostado allí estaba un muchacho.
Lo percibió instantáneamente, sus sentidos percibían esa vida joven, rebosante de sangre y de vitalidad, pero percibió también una infinita tristeza. Se acercó lentamente, extrañándose de su propio proceder, ¡aquéllos eran sus dominios! No temía a un mortal, jamás lo hizo, pero algo lo atraía irresistiblemente hacia aquél muchacho dormido, sin que deseara lastimarlo.
Se arrodilló junto a él, extendiendo su mano hacia el pálido rostro. Uno de sus largos dedos recogió una lágrima y lentamente lo llevó hacia su boca. Casi había olvidado ese sabor salado. Lo miró nuevamente. El muchacho se había quedado dormido, cansado de sollozar, ¿cuánto tiempo llevaría así? ¿por qué estaba lejos de la caravana? Sus bellas facciones desmentían un origen gitano, pero sus ropas lo eran. Su mano lo volvió a acariciar, ¡era tan agradable el roce de lu lozana piel en sus fríos dedos!
***
Hiram se acercó por primera vez en aquel triste año, a la tumba de sus padres, pero esta vez lo hacía sólo. Hacía tan solo un mes que su querida abuela había muerto mientras dormía, dejándolo completamente abandonado en ese ambiente hostil, aunque él, contrariamente a lo que le había pedido Zara, no abandonó la tribu, pues deseaba viajar por última vez a la tumba de sus padres. Los gitanos le habían permitido quedarse por respeto a la promesa hecha a la anciana. Pero ya tenía diecisiete años y el plazo para elegir esposa vencería en tres días más, cuando la caravana abandonara esos parajes.
La situación con Darah era insostenible, no podía entender el por qué esa mujer lo odiaba tanto. Todo se había agravado al llegar a ese lugar, pues Darah alimentaba allí el temor supersticioso de sus compañeros, volviéndolos contra él por el simple hecho de visitar el lugar donde murieron y fueron sepultados sus padres. Esa misma tarde lo había llenado de insultos mientras él se alistaba para ir a la tumba.
Una vez allí, rezó como siempre hacía. Pero de pronto, lo asaltó el pensamiento de que esta vez estaba solo. Zara no lo acompañaba, ni lo acompañaría más. Los gitanos lo odiaban y sólo esperaban los tres días para expulsarlo para siempre, pues él no deseaba escoger una esposa y no cambiaría de parecer. No tenía absolutamente a nadie que se preocupara por él. Las lágrimas empezaron a deslizarse por sus mejillas mientras recordaba los insultos de Darah. Quizá, después de todo, ella tenía razón y él fuera lo que Darah gritaba con tanto odio. Su cuerpo se estremecía con la intensidad de sus sollozos, hasta que, luego de varias horas, extenuado, se quedó dormido, añorando una caricia que nunca llegaría.
Entonces sintió algo en su mejilla, frío pero increíblemente suave. Era una caricia, ¿estaría soñando aún? La única persona que lo acariciaba así era Zara.con temor abrió los ojos y vio a un hombre joven e increíblemente atractivo, vestido con finas ropas, que retiró la mano apenas vio abrise aquellos ojos sorprendentemente azules.
- "¿Quién eres?", preguntó el desconocido. Su voz era suave pero autoritaria. Una voz acostumbrada a ordenar y ser obedecida. Usaba el Lenguaje Culto que Zara había enseñado a Hiram, que respondió en la misma lengua.
- "Me llamo Hiram, señor. Mi campamento está a quince minutos de aquí", respondió respetuosamente, con un acento que al vampiro se le antojó encantador.
El extraño se puso de pie, era delgado y alto, pero se adivinaba fuerte. Hiram hizo lo mismo, quedando frente a él.
- "Vistes como gitano, pero no eres como ellos", no fue una pregunta, fue una afirmación basada en lo que acababa de ver.
- "No, señor. Fui criado por ellos desde los seis años, cuando perdí a mi familia...", la voz se apagó en un murmullo, la pena lo embargaba nuevamente.
El vampiro observó al muchacho. No tenía en absoluto miedo, sólo esa tristeza que reflejaban sus aún húmedos ojos. Él mismo no entendía porqué no deseaba morder con avidez ese cuello y extraer hasta la última gota de vida de aquél delicioso ser.
- "¿Qué haces aquí tú sólo, en medio de la noche?"
- "Aquí murieron mis padres cuando yo era un niño aún. Vengo siempre a recordarlos en este mismo lugar", la voz se le quebró por la pena, pero se recompuso y continuó, - "fueron atacados por lobos hambrientos"
El vampiro se sorprendió. ¡Era el mismo! Ahora lo recordaba con precisión, era tan sólo un niño entonces y sus bestias no habían podido atacarlo.
- "¿No temes?", eso era algo increíble. Los gitanos le temían, siempre lo habían hecho. Y él se divertía persiguiéndolos antes de alimentarse de ellos.
- "No. Siempre he estado solo, desde que murió mi abuela.la mujer gitana que me recogió y cuidó", explicó Hiram.
- "Pero estas regiones son peligrosas, ¿no te lo han dicho los de tu tribu?", insistió el vampiro, tratando de entender.
- "Hay un monstruo en el castillo más allá del bosque. Él mandó a sus criaturas a asesinar a mis padres. Lo sé por lo que cuentan los ancianos. Fue un noble de antaño que está condenado a alimentarse con la sangre de otros y a vivir únicamente de noche. Pero no le temo, pues no tengo a nadie ni nada por que vivir. Si algo me pasa, nadie llorará mi muerte", dijo tristemente el muchacho, mirando hacia abajo. Y en realidad no tenía miedo, pues el vampiro podía percibirlo. Eso lo dejó aún más intrigado.
- "Hiram", dijo pensativo, - "es un hermoso nombre, al igual que tú", su mano volvió a levantarse y le tomó delicadamente la barbilla, para levantar el rostro del muchacho. - "Alguien tan bello y tan joven como tú no tiene motivos para estar triste. Pero percibo un gran dolor, cuéntame qué te sucede"
- "Señor, yo...", el muchacho dudó un momento.
- "Me llamo Vlad", respondió él, y tomó su mano, dándole confianza, - "cuéntame".
Hiram lo miró. Era muy atractivo, y aunque lucía joven, sus ojos tenían una mirada triste, como la de los ancianos que han sufrido mucho y no piden nada más a la vida. Su mano era suave al tacto, pero su piel estaba helada, algo raro pues la noche era cálida. Vlad también lo miraba, su rostro tranquilo le daba serenidad. Y Hiram confió en él, como había hecho hace muchos años con Zara. Apretó la delgada mano de Vlad y tomaron asiento en un tronco caído. Entonces el muchacho le empezó a contar todo lo que había en su corazón, sus penas, esperanzas y temores.
Hablaba mirando al piso. Por momentos se quedaba en silencio y entonces Vlad le apretaba suavemente la mano, invitándolo a seguir. Hiram nunca se preguntó cómo había llegado ese hombre allí, solo sabía que se sentía bien junto a él, como nunca se había sentido con nadie de la tribu, excepto Zara.
El vampiro lo escuchó, sin interrumpirlo. Le fascinaba mirarlo y saber que aún, después de tantas cosas, era capaz de conmoverse por alguien. Se encolerizó con los gitanos por el trato que le daban al muchacho, y de pronto se dio cuenta de algo en lo que no había reparado. Hiram era puro aún, él se lo acababa de decir. Y años antes, sus sirvientes, los lobos del bosque, no lo habían podido atacar. ¡Su tormento podía terminar! Quien lo condenó a esa vida dijo que sólo al beber la sangre de un inocente podría terminar con la maldición. Los primeros años de su vida como vampiro había buscado desesperadamente a un ser así, en vano. Luego vino la desesperanza y finalmente la resignación. ¡Y ahora lo tenía frente a sus ojos!
Hiram había terminado de hablar y lo miraba. Una vez que le dijo todo, se sintió, de algún modo, liberado. Ahora sus problemas no le parecían tan trágicos. Pero había sido egoísta, había hablado sólo de él y Vlad quizá también tenía los suyos.
El rostro de Vlad era indescifrable, mientras contemplaba el bosque. De pronto, volteó a verlo, con un extraño brillo en los ojos. Sus ojos eran grises y Hiram dejó que su mirada lo envolviera, hasta que sintió que su mente ya no le pertenecía. El vampiro lo envolvió en su abrazo sin encontrar resistencia, el cuerpo del muchacho era cálido y tenía la tibieza de la sangre que tanto necesitaba. Puso su rostro junto al Hiram respirando junto a su oreja izquierda y pudo sentir cómo se estremecía. Luego, lentamente bajó hacia su cuello y hundió el rostro en él, saboreándolo con la lengua. Su lengua se deslizó varias veces sobre la arteria que sería la fuente de su placer, mientras oía los gemidos del muchacho. ¡Había hecho esto tantas veces¡ sus colmillos acariciaron la delicada piel, listos para hincarse en ella.
Pero no pudo hacerlo. En lugar de eso, levantó el rostro y al ver la cara del muchacho, enrojecida por la pasión, con los ojos cerrados y la boca entreabierta, no pudo resistir el deseo y lo besó. Hiram despertó de pronto de su ensueño, encontrándose aprisionado por los fuertes brazos de Vlad, firmes como cadenas. Una boca terriblemente fría se apoderó de la suya y una lengua ansiosa lo comenzó a explorar. El pánico se apoderó de él y trató de liberarse, pero el abrazo era tan firme que no podía luchar. Entonces, él lo soltó. No lo arrojó bruscamente a un lado, simplemente lo soltó, como si repentinamnte se hubiera dado cuenta de algo.
Hiram retrocedió cogiéndose el cuello que había sido besado tan deliciosamente. Pensó en huir, pero algo en la mirada de Vlad lo detuvo. Después de todo, sólo había sido un beso y al principio no se había sentido tan mal, era sólo que su boca era tan fría que lo asustó. Quizás él no pretendía lastimarlo.
- "Lo siento", dijo Vlad. Era la primera vez, en siglos que decía esas palabras. La primera vez que liberaba una víctima.
- "Está bien", dijo Hiram dulcemente, - "es que nunca nadie me ha besado", agregó en voz muy baja. Y luego dijo algo que lo sorprendió apenas acabó de hablar- "puede hacerlo de nuevo si lo desea. No volveré a asustarme", y avanzó un par de pasos. Después de todo, si Darah le había dicho todo eso, quizá sí lo era y ya no retrocedería. ¡Necesitaba tanto un poco de afecto¡
Vlad lo miró extrañado. Esa noche estaba llena de sorpresas. Pero el muchacho era adorable y lo invitaba con la mirada. Avanzó y lo tomó en sus brazos de nuevo. Esta vez no necesitó usar su atracción vampírica, pues Hiram posó su cálida boca sobre la suya. El beso fue mágico para ambos: para Hiram era la caricia tanto tiempo anhelada y ahora descubierta; para Vlad era el recuerdo de una vida que añoraba y que pensaba no volvería jamás, pero ahora le traía esperanza.
Abrazados, pasearon por el bosque, sin que ninguna criatura de la noche osara interrumpir su paso, pues era su amo quien recorría sus dominios. Hablaron de muchas cosas. Vlad le contó cosas que a nadie había dicho, cosas que él mismo creía olvidadas y que ahora surgían, emociones que afloraban por todo su ser mientras lo besaba una y otra vez.
Volvieron a la tumba y se sentaron nuevamente en el tronco, abrazados de nuevo. Hiram sonrió por primera vez desde la muerte de su abuela. Casi amanecía y el muchacho se quedó dormido en los brazos de Vlad. Éste lo contempló con ternura y luego, muy despacio, lo recostó en la hierba cubriéndolo con su capa, lo besó en la frente y se fue.
TBC
Disclaimer: El Conde Drácula pertenece indiscutiblemente a Bram Stoker. Los demás personajes son creación mía.
A/N: Esta es la segunda parte, gracias a Jun y Any, que me animaron a proseguir.
***
Anochecía ya. El vampiro despertó. La tranquilidad del bosque, plagado por sus criaturas, fue interrumpida por un extraños sonidos que atrajeron su atención. Eran sollozos. Había escuchado ese sonido muchas veces cuando aún vivía y estando muerto muchas más, cuando sus víctimas aterrorizadas pedían clemencia. Pero esta vez era diferente. Nunca había percibido tanta desesperanza en un llanto, le recordó un episodio ocurrido tiempo atrás, dieciséis o diecisiete años, donde un sollozo proveniente del extremo sur del bosque había logrado conmoverlo igualmente.
Se dirigió presuroso al lugar de donde provenía el llanto. Usó su agilidad vampírica para atravesar el bosque y luego continuó caminando lentamente. El llanto se había extinguido, pero sus sentidos percibían aún en ese lugar a la criatura que lo había originado. Sus pisadas no hacían ningun ruido en la hierba, mientras se aproximaba a las afueras del bosque. ¡Ese lugar! Era el mismo donde antaño lo oyó. Algunos árboles se levantaban allí, pero el bosque ya había terminado. Un montículo de piedras señalaba un lugar olvidado hacía tiempo, y recostado allí estaba un muchacho.
Lo percibió instantáneamente, sus sentidos percibían esa vida joven, rebosante de sangre y de vitalidad, pero percibió también una infinita tristeza. Se acercó lentamente, extrañándose de su propio proceder, ¡aquéllos eran sus dominios! No temía a un mortal, jamás lo hizo, pero algo lo atraía irresistiblemente hacia aquél muchacho dormido, sin que deseara lastimarlo.
Se arrodilló junto a él, extendiendo su mano hacia el pálido rostro. Uno de sus largos dedos recogió una lágrima y lentamente lo llevó hacia su boca. Casi había olvidado ese sabor salado. Lo miró nuevamente. El muchacho se había quedado dormido, cansado de sollozar, ¿cuánto tiempo llevaría así? ¿por qué estaba lejos de la caravana? Sus bellas facciones desmentían un origen gitano, pero sus ropas lo eran. Su mano lo volvió a acariciar, ¡era tan agradable el roce de lu lozana piel en sus fríos dedos!
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Hiram se acercó por primera vez en aquel triste año, a la tumba de sus padres, pero esta vez lo hacía sólo. Hacía tan solo un mes que su querida abuela había muerto mientras dormía, dejándolo completamente abandonado en ese ambiente hostil, aunque él, contrariamente a lo que le había pedido Zara, no abandonó la tribu, pues deseaba viajar por última vez a la tumba de sus padres. Los gitanos le habían permitido quedarse por respeto a la promesa hecha a la anciana. Pero ya tenía diecisiete años y el plazo para elegir esposa vencería en tres días más, cuando la caravana abandonara esos parajes.
La situación con Darah era insostenible, no podía entender el por qué esa mujer lo odiaba tanto. Todo se había agravado al llegar a ese lugar, pues Darah alimentaba allí el temor supersticioso de sus compañeros, volviéndolos contra él por el simple hecho de visitar el lugar donde murieron y fueron sepultados sus padres. Esa misma tarde lo había llenado de insultos mientras él se alistaba para ir a la tumba.
Una vez allí, rezó como siempre hacía. Pero de pronto, lo asaltó el pensamiento de que esta vez estaba solo. Zara no lo acompañaba, ni lo acompañaría más. Los gitanos lo odiaban y sólo esperaban los tres días para expulsarlo para siempre, pues él no deseaba escoger una esposa y no cambiaría de parecer. No tenía absolutamente a nadie que se preocupara por él. Las lágrimas empezaron a deslizarse por sus mejillas mientras recordaba los insultos de Darah. Quizá, después de todo, ella tenía razón y él fuera lo que Darah gritaba con tanto odio. Su cuerpo se estremecía con la intensidad de sus sollozos, hasta que, luego de varias horas, extenuado, se quedó dormido, añorando una caricia que nunca llegaría.
Entonces sintió algo en su mejilla, frío pero increíblemente suave. Era una caricia, ¿estaría soñando aún? La única persona que lo acariciaba así era Zara.con temor abrió los ojos y vio a un hombre joven e increíblemente atractivo, vestido con finas ropas, que retiró la mano apenas vio abrise aquellos ojos sorprendentemente azules.
- "¿Quién eres?", preguntó el desconocido. Su voz era suave pero autoritaria. Una voz acostumbrada a ordenar y ser obedecida. Usaba el Lenguaje Culto que Zara había enseñado a Hiram, que respondió en la misma lengua.
- "Me llamo Hiram, señor. Mi campamento está a quince minutos de aquí", respondió respetuosamente, con un acento que al vampiro se le antojó encantador.
El extraño se puso de pie, era delgado y alto, pero se adivinaba fuerte. Hiram hizo lo mismo, quedando frente a él.
- "Vistes como gitano, pero no eres como ellos", no fue una pregunta, fue una afirmación basada en lo que acababa de ver.
- "No, señor. Fui criado por ellos desde los seis años, cuando perdí a mi familia...", la voz se apagó en un murmullo, la pena lo embargaba nuevamente.
El vampiro observó al muchacho. No tenía en absoluto miedo, sólo esa tristeza que reflejaban sus aún húmedos ojos. Él mismo no entendía porqué no deseaba morder con avidez ese cuello y extraer hasta la última gota de vida de aquél delicioso ser.
- "¿Qué haces aquí tú sólo, en medio de la noche?"
- "Aquí murieron mis padres cuando yo era un niño aún. Vengo siempre a recordarlos en este mismo lugar", la voz se le quebró por la pena, pero se recompuso y continuó, - "fueron atacados por lobos hambrientos"
El vampiro se sorprendió. ¡Era el mismo! Ahora lo recordaba con precisión, era tan sólo un niño entonces y sus bestias no habían podido atacarlo.
- "¿No temes?", eso era algo increíble. Los gitanos le temían, siempre lo habían hecho. Y él se divertía persiguiéndolos antes de alimentarse de ellos.
- "No. Siempre he estado solo, desde que murió mi abuela.la mujer gitana que me recogió y cuidó", explicó Hiram.
- "Pero estas regiones son peligrosas, ¿no te lo han dicho los de tu tribu?", insistió el vampiro, tratando de entender.
- "Hay un monstruo en el castillo más allá del bosque. Él mandó a sus criaturas a asesinar a mis padres. Lo sé por lo que cuentan los ancianos. Fue un noble de antaño que está condenado a alimentarse con la sangre de otros y a vivir únicamente de noche. Pero no le temo, pues no tengo a nadie ni nada por que vivir. Si algo me pasa, nadie llorará mi muerte", dijo tristemente el muchacho, mirando hacia abajo. Y en realidad no tenía miedo, pues el vampiro podía percibirlo. Eso lo dejó aún más intrigado.
- "Hiram", dijo pensativo, - "es un hermoso nombre, al igual que tú", su mano volvió a levantarse y le tomó delicadamente la barbilla, para levantar el rostro del muchacho. - "Alguien tan bello y tan joven como tú no tiene motivos para estar triste. Pero percibo un gran dolor, cuéntame qué te sucede"
- "Señor, yo...", el muchacho dudó un momento.
- "Me llamo Vlad", respondió él, y tomó su mano, dándole confianza, - "cuéntame".
Hiram lo miró. Era muy atractivo, y aunque lucía joven, sus ojos tenían una mirada triste, como la de los ancianos que han sufrido mucho y no piden nada más a la vida. Su mano era suave al tacto, pero su piel estaba helada, algo raro pues la noche era cálida. Vlad también lo miraba, su rostro tranquilo le daba serenidad. Y Hiram confió en él, como había hecho hace muchos años con Zara. Apretó la delgada mano de Vlad y tomaron asiento en un tronco caído. Entonces el muchacho le empezó a contar todo lo que había en su corazón, sus penas, esperanzas y temores.
Hablaba mirando al piso. Por momentos se quedaba en silencio y entonces Vlad le apretaba suavemente la mano, invitándolo a seguir. Hiram nunca se preguntó cómo había llegado ese hombre allí, solo sabía que se sentía bien junto a él, como nunca se había sentido con nadie de la tribu, excepto Zara.
El vampiro lo escuchó, sin interrumpirlo. Le fascinaba mirarlo y saber que aún, después de tantas cosas, era capaz de conmoverse por alguien. Se encolerizó con los gitanos por el trato que le daban al muchacho, y de pronto se dio cuenta de algo en lo que no había reparado. Hiram era puro aún, él se lo acababa de decir. Y años antes, sus sirvientes, los lobos del bosque, no lo habían podido atacar. ¡Su tormento podía terminar! Quien lo condenó a esa vida dijo que sólo al beber la sangre de un inocente podría terminar con la maldición. Los primeros años de su vida como vampiro había buscado desesperadamente a un ser así, en vano. Luego vino la desesperanza y finalmente la resignación. ¡Y ahora lo tenía frente a sus ojos!
Hiram había terminado de hablar y lo miraba. Una vez que le dijo todo, se sintió, de algún modo, liberado. Ahora sus problemas no le parecían tan trágicos. Pero había sido egoísta, había hablado sólo de él y Vlad quizá también tenía los suyos.
El rostro de Vlad era indescifrable, mientras contemplaba el bosque. De pronto, volteó a verlo, con un extraño brillo en los ojos. Sus ojos eran grises y Hiram dejó que su mirada lo envolviera, hasta que sintió que su mente ya no le pertenecía. El vampiro lo envolvió en su abrazo sin encontrar resistencia, el cuerpo del muchacho era cálido y tenía la tibieza de la sangre que tanto necesitaba. Puso su rostro junto al Hiram respirando junto a su oreja izquierda y pudo sentir cómo se estremecía. Luego, lentamente bajó hacia su cuello y hundió el rostro en él, saboreándolo con la lengua. Su lengua se deslizó varias veces sobre la arteria que sería la fuente de su placer, mientras oía los gemidos del muchacho. ¡Había hecho esto tantas veces¡ sus colmillos acariciaron la delicada piel, listos para hincarse en ella.
Pero no pudo hacerlo. En lugar de eso, levantó el rostro y al ver la cara del muchacho, enrojecida por la pasión, con los ojos cerrados y la boca entreabierta, no pudo resistir el deseo y lo besó. Hiram despertó de pronto de su ensueño, encontrándose aprisionado por los fuertes brazos de Vlad, firmes como cadenas. Una boca terriblemente fría se apoderó de la suya y una lengua ansiosa lo comenzó a explorar. El pánico se apoderó de él y trató de liberarse, pero el abrazo era tan firme que no podía luchar. Entonces, él lo soltó. No lo arrojó bruscamente a un lado, simplemente lo soltó, como si repentinamnte se hubiera dado cuenta de algo.
Hiram retrocedió cogiéndose el cuello que había sido besado tan deliciosamente. Pensó en huir, pero algo en la mirada de Vlad lo detuvo. Después de todo, sólo había sido un beso y al principio no se había sentido tan mal, era sólo que su boca era tan fría que lo asustó. Quizás él no pretendía lastimarlo.
- "Lo siento", dijo Vlad. Era la primera vez, en siglos que decía esas palabras. La primera vez que liberaba una víctima.
- "Está bien", dijo Hiram dulcemente, - "es que nunca nadie me ha besado", agregó en voz muy baja. Y luego dijo algo que lo sorprendió apenas acabó de hablar- "puede hacerlo de nuevo si lo desea. No volveré a asustarme", y avanzó un par de pasos. Después de todo, si Darah le había dicho todo eso, quizá sí lo era y ya no retrocedería. ¡Necesitaba tanto un poco de afecto¡
Vlad lo miró extrañado. Esa noche estaba llena de sorpresas. Pero el muchacho era adorable y lo invitaba con la mirada. Avanzó y lo tomó en sus brazos de nuevo. Esta vez no necesitó usar su atracción vampírica, pues Hiram posó su cálida boca sobre la suya. El beso fue mágico para ambos: para Hiram era la caricia tanto tiempo anhelada y ahora descubierta; para Vlad era el recuerdo de una vida que añoraba y que pensaba no volvería jamás, pero ahora le traía esperanza.
Abrazados, pasearon por el bosque, sin que ninguna criatura de la noche osara interrumpir su paso, pues era su amo quien recorría sus dominios. Hablaron de muchas cosas. Vlad le contó cosas que a nadie había dicho, cosas que él mismo creía olvidadas y que ahora surgían, emociones que afloraban por todo su ser mientras lo besaba una y otra vez.
Volvieron a la tumba y se sentaron nuevamente en el tronco, abrazados de nuevo. Hiram sonrió por primera vez desde la muerte de su abuela. Casi amanecía y el muchacho se quedó dormido en los brazos de Vlad. Éste lo contempló con ternura y luego, muy despacio, lo recostó en la hierba cubriéndolo con su capa, lo besó en la frente y se fue.
TBC
