4 Te amaré por siempre
Disclaimer: El Conde Drácula pertenece indiscutiblemente a Bram Stoker. Los demás personajes son creación mía.
A/N: Dedico esta historia con muchísimo cariño a Edwin Daniel.
Lo siento, pero este es un final al estilo "Todos flotan" (gracias Jun) y me dio mucha pena escribirlo, pero era el único final posible para esta historia. Clasificado R por contener escenas violentas.
***
"¡Monstruo!", dijo Darah, con el rostro contorsionado por el odio.
Hiram se agitó, tratando de decir algo, de saber de qué se le acusaba, de gritar su inocencia, pero la mordaza, atada con excesiva firmeza, le mordía la carne sin dejas que ningún sonido escapara de sus labios. En vano trató de ponerse de pie, sus tobillos estaban atados, la soga subía por su espalda atando también sus muñecas, y cuando trató de incorporarse fue pateado con rudeza en las costillas.
Lágrimas de impotencia y de dolor cubrieron sus ojos, nublándole la vista y no se movió más, por temor a ser golpeado de nuevo. Parpadeó ligeramente y pudo notar que la tienda de Darah había sido arreglada de una manera singular, en el centro se alzaba el poste donde se sostenía la estructura, y a su alrededor estaban dispuestos los cojines rojos donde se sentaban los Consejeros. Destacaba el correspondiente al anciano que presidía al consejo, a cuyo costado se hallaba una mesita con las dagas ceremoniales y un quemador de incienso. Estos detalles fueron percibidos por su asustada mente en un intento de distracción sobre su triste estado.
Darah permanecía de pie junto a él, y a sus costados se hallaban Jael y su hermano Jairo. La anciana estaba finamente ataviada, un elegante pañuelo bordado recogía sus ralos cabellos, pendientes de oro colgaban de sus orejas, y su cuello y manos estaban adornados con las más finas joyas que poseía.
Uno a uno, fueron llegando los ancianos, que miraban con curiosidad al indefenso muchacho mientras iban a tomar asiento en sus lugares. Afuera se había congregado una multitud y los murmullos llegaban a los oídos de Hiram. Palabras como "monstruo", "asesino" y "demonio" eran repetidas frecuentemente por hombres y mujeres atemorizados.
Cuando el último de los consejeros hubo llegado, Darah ordenó a Jael y Jairo traer al muchacho. Lo hicieron poner de rodillas y lo ataron de las muñecas al poste. Hiram contempló confundido a los severos ancianos que lo miraban. Ese día debía decidir si tomaría una esposa o sería expulsado. ¿era esta la sesión donde juzgarían su caso? Pero jamás vio que trataran a alguien así, ¿cuál habría sido su crimen? Si tan sólo le permitieran hablar, él les explicaría que ya no había necesidad de todo eso, pues abandonaría la tribu esa noche para ir con alguien que lo amaba. El recuerdo de Vlad reconfortó su corazón y le dio esperanza, pronto, cuando supieran que él había decidido alejarse, lo soltarían.
Darah recorrió con la mirada los rostros de los ancianos, mientras paseaba alrededor de los asientos. De pronto, se irguió junto al poste donde estaba atado Hiram y dijo cruelmente:
"La maldición está a punto de caer sobre nosotros, traída por esta criatura nefasta sobre la cual les advertí desde el primer día que llegó, pero no quisieron creerme. Los hechizó a todos, sobre todo a Zara, a quien cegó completamente. ¡Ustedes serán los responsables de lo que suceda ahora que ha sido desenmascarado!"
Hiram no entendía lo que pasaba, sus ojos sorprendidos se encontraron con los de Zelda, una anciana muy amiga de Zara, acaso la única que nunca lo había tratado con excesiva dureza.
"¿Qué te propones, Darah? El muchacho está indefenso"
"No, Zelda. No te dejes engañar, pues esta criatura de aspecto frágil, es en realidad un demonio y nos ha vendido a todos a su creador. ¿por qué razón crees que las bestias del mal no lo atacaron? Fue desde el principio una trampa", respondió Darah
"Pero está amordazado, no puede defenderse. Además, no nos has dicho de qué se le acusa concretamente", insistió Zelda
"Lo sabrán pronto, pues ahora será juzgado. Pero no hablará, pues corremos el riesgo de que sus malas artes nos nublen el entendimiento, tal como sucedió con Zara"
"Sea entonces, lo juzgaremos", dijeron los otros ancianos, sin dejar alternativa a Zelda para replicar.
Darah tomó asiento entonces en su lugar, e hizo una señal a Jael, quien se adelantó ubicándose delante del poste.
"Debemos remontarnos al origen de todo, cuando hace once años encontramos a este muchacho. Jael, relata lo que viste", ordenó Darah
"La noche anterior oímos gritos en el bosque y también aullidos de lobos, pero no nos acercamos sino hasta que amaneció. ", tomó aire y continuó. - "nos llamó la atención un llanto de niño, y llegamos al lugar. Los lobos había atacado una carreta, por todos lados había sangre y los cuerpos destrozados de los caballos, dos hombres y una mujer parcialmente devorada. Abrazado de ella se encontraba un niño pequeño, que no presentaba herida alguna. Lo interrogamos, pero no sabía responder, sólo lloraba.Luego de un rato logramos averiguar que se llamaba Hiram y lo trajimos al campamento"
"Gracias Jael, puedes sentarte", dijo Darah, - "como ven, una manada de lobos hambrientos atacó a todos menos a la presa más fácil, el niño. Pregunto yo, ¿por qué las criaturas de la noche lo dejarían ileso luego de semejante carnicería? Pues porque es uno de ellos, enviado por el monstruo del castillo, el empalador de antaño, para engañarnos y consumar su venganza"
Hiram permanecía inmóvil, asustado. Muchas veces Darah había repetido ese discuerso, pero siempre había estado Zara para defenderlo. Trató de contener las lágrimas, no le demostraría su temor.
"A lo largo de su estancia con nuestro pueblo, demostró ser diferente a nosotros, jamás jugó con nuestros niños, quienes lo alejaban arrojándole piedras, pues los niños perciben el mal con más facilidad que los adultos. Oigan ustedes lo que referirán las madres de estos niños"
A continuación desfilaron varias mujeres, relatando anécdotas en que Hiram aparecía haciendo conjuros o hablando con Zara en una lengua extraña, prueba de su dominio diabólico sobre la anciana.
"Luego vinieron las visitas hacia el lugar maldito, donde llevaba a Zara. Yo misma vi los signos extraños que hacía con las manos y luego se arrodillaba y recitaba hechizos en una lengua demoníaca, en dirección al castillo"
"Eso ya lo sabemos, pues te encargaste de decírnoslo muchas veces, y Zara nos explicó que él rezaba en su lengua materna, pidiendo por sus familiares muertos", interrumpió Zelda
"¿y dónde está Zara ahora? ¡Muerta! ¿Quién sabe qué participación habrá tenido este demonio en su fallecimiento? Pero no es esto lo que deseaba decirles, sólo quiero recordarles los hechos para que entendamos la magnitud de su crimen"
"Continúa entonces", dijeron algunos ancianos, y Zelda calló.
"Sabido es que no adoptó nuestras costumbres para elegir mujer a los quince. Ninguna de las jóvenes fue de su agrado. Por respeto a Zara decidimos que esperaríamos a que cumpliera diecisiete, y eso hicimos. La primera noche que llegamos aquí acudió al lugar maldito que visita siempre, y no volvió en toda la noche, pues a la mañana siguiente lo vi volver ocultándose en la niebla y aferrando un bulto negro en el pecho. Ese día, lo envié al pueblo con Jael y registré sus pertenencias", Hiram dio un respingo ¡la capa!, - "había un cofre con vestimentas ajenas a nuestro pueblo, y varias joyas que el infeliz robó a Zara", el muchacho sintió enrojecer su rostro de indignación, - "y entre esas cosas, había una capa de fino terciopelo negro, en cuyo forro encontré bordado este símbolo", y Darah dibujó con una vara en el piso de tierra la silueta de un dragón con las alas extendidas.
Los ancianos lanzaron una exclamación de asombro y miedo. Jairo y su esposa corroboraron la existencia de aquél símbolo.
"Bastante bien sabemos lo que significa, pues nuestro pueblo jamás olvidará a Drácula, el hijo del Dragón y asesino despiadado. ¡El monstruo hambriento de sangre y esta criatura complotan contra nuestro pueblo!", exclamó triunfalmente Darah.
Hiram trató de protestar, era un completo error, Vlad no era el monstruo, él sólo vivía en ese bosque, pero jamás haría daño a nadie, ¡si tan sólo le dejaran explicárselos!
"Ayer por la noche volvió a salir llevando la capa. Jael y yo lo seguimos, usando un conjuro de protección, pues el monstruo es astuto y puede sentir la presencia humana a distancia. Lo que vimos nos llenó de repugnancia, esta criatura de la noche se ofreció al asesino, aceptando sus besos de enferma pasión. Ahora entenderán por qué jamás eligió compañera, pues estaba, quizá desde su nacimiento, consagrado al mal. Nos retiramos asqueados y aguardamos aquí su regreso y ahora lo traemos a ustedes. ¡No debemos permitir que consume su traición! ¡Su amante desea alimentarse con la sangre de nuestro pueblo!"
El muchacho estaba espantado. No solo su amor había sido descubierto, sino que se acusaba a Vlad de ser un asesino. Desesperado, trató de liberarse, hasta que las cuerdas cortaron sus muñecas y tobillos. Su mirada se encontró con la de Zelda.
"¡Míralo, Darah! Al menos permítele defenderse, déjalo hablar y que diga si es cierto todo eso de lo que lo acusas", pidió Zelda.
"Sea. Jael, quítale la mordaza", y cuando lo hubo hecho, - "di ahora, demonio, ¿es cierto que te ves y tienes tratos con el monstruo del castillo?"
".yo.lo amo.", trató de explicar el muchacho, mirando a todos, - "lo amo y él no es un monstruo, iré a vivir con él y no deseo dañar a nadie y .", una bofetada de Darah lo interrumpió.
"¡Atalo Jael!, ustedes mismos lo oyeron, ha confesado su traición, su crimen, ¡va a unirse finalmente a su amante, y éste beberá nuestra sangre¡ ¡Sácalo de aquí Jael! debatiremos lo que debemos hacer", exclamó Darah furiosa.
Hiram fue amordazado de nuevo y llevado a empellones hacia afuera, donde recibió una lluvia de insultos por parte de la multitud. Lo arrojaron al piso de su propia tienda y Jairo montó guardia, sin permitirle moverse. Allí permaneció durante horas, le dolía terriblemente el cuerpo y no había comido desde la tarde anterior, en su prisa por ver a Vlad. Pero nadie se dignó a darle agua y comida. Evitaba pensar en Vlad, pues cada vez que lo hacía, un torrente de lágrimas afloraba de sus ojos. Cansado y atemorizado, cayó en un sueño febril, sin siquiera moverse porque cada vez que lo hacía, las cuerdas se enterraban en su piel produciéndole un terrible dolor.
Al atardecer, Jael entró a la tienda y le cubrió los ojos con un lienzo negro, para luego llevarlo a empellones hacia las afueras del bosque, en el mismo lugar donde estaban enterrados sus padres y donde había conocido a Vlad. Por lo que pudo oír, su suerte había sido decidida ya por los ancianos y ejecutarían la sentencia. Fue atado de las muñecas a la rama de un árbol, de modo que sus brazos quedaron rectos sobre su cabeza. No podía ver nada, pero oía los comentarios de la multitud, lo llamaban monstruo, pero eso no era nada nuevo para él.
"¡La sentencia será ejecutada!", gritó Darah mientras le arrancaba el lienzo que le tapaba los ojos.
Hiram quedó petrificado. Parecía que todos los hombres de la caravana se encontraban allí reunidos, así como las ancianas del consejo. Zelda estaba allí, pero evitó mirarlo a los ojos.
"Tu perfidia ha sido descubierta a tiempo. Evitaremos el derramamiento de sangre de nuestra gente y destruiremos al monstruo. El Consejo de Ancianos te sentencia a recibir cien latigazos y a permanecer atado hasta que tu amante, atraído por la sangre, venga a darte muerte. En ese momento, aprovechando su debilidad, lo destruiremos", dijo implacable Darah, con una cruel satisfacción en la voz.
El muchacho trató de moverse, en vano. La mordaza no lo dejaba hablar, gritar su inocencia. Trató de buscar la mirada de esas personas, pero todo lo que halló en ellas fue odio e indiferencia. Entonces, Darah habló en voz baja a Jairo, que se acercó con un cuchillo ceremonial. Cortó y desgarró las ropas de Hiram, arrancándolas hasta dejarlo completamente desnudo. Luego le cubrió nuevamente los ojos con el lienzo negro. Finalmente, cortó la morzada. Hiram trató de cerrar la boca adolorida, sentía el sabor de la sangre entre sus labios y cuando tomó aire para poder hablar y explicar su inocencia, sintió un dolor lacerante y punzante en la espalda, y todo lo que pudo hacer fue lanzar un grito de dolor.
La risa malévola de Darah se unió a su grito, pues ella había dado el primer latigazo, descargando allí toda su furia, odio y dolor por el amor perdido, que Hiram, sin saberlo, había conquistado. Ella jamás perdonaría al muchacho, el sólo hecho de su existencia la molestaba y esa noche al fin, se vengaría de él y del vampiro que no la quiso hacer inmortal porque la amaba, y la dejó envejecer y languidecer suplicándole por el regalo de la vida eterna, hasta que el amor que un día sintió por él se transformó en un odio enfermizo.
"...por favor...", gritó Hiram, pero los latigazos se sucedieron con rapidez, dándole la única opción de gritar.
Darah se encontraba de pie frente a él, entregando el látigo a cada uno de los gitanos que habían ido a participar en el ajusticiamiento. La sangre le salpicaba el rostro y las vestiduras, pero eso no le importaba, pues los alaridos de Hiram encendían regocijaban su amargado corazón.
El muchacho ya no tenía fuerzas para gritar. Debilitado por la pérdida de sangre y por el ardor que quemaba su espalda, se desmayó, alejándose del dolor. Deseó morir para terminar con ese sufrimiento, pero un recuerdo lo detuvo. ¡Ellos asesinarían a Vlad! Su amado vendría a buscarlo y ellos lo estarían esperando para matarlo, confundiéndolo con el monstruo del castillo. ¡Debía impedirlo! Trató de guardar fuerzas y sólo su voluntad lo sostuvo durante las horas de tortura.
Casi anochecía, cuando, como en sueños, sintió que alguien le quitaba el lienzo.¿Vlad?, y un chorro de agua lo hizo reaccionar, parpadeando varias veces hasta que enfocó el rostro de Darah mirándolo complacida.
"¡Mira! Pues lo verás morir, y morirás a tu vez", dijo con odio, y luego añadió en voz baja, para que sólo él la escuchara - "él me negó la inmortalidad y me condenó a languidecer y envejecer. Tú tendrás más suerte, pues morirás joven y bello y nunca."
Pero entonces Darah se interrumpió para escuchar atentamente e hizo una señal a los hombres. Todos desaparecieron entre los árboles a la entrada del bosque. Hiram trató de escuchar, pero ningún sonido sintió, era como si todo el bosque se hubiera paralizado, esperando.un recuerdo súbito lo asaltó de repente.
- "¡Vlad, vete, es una trampa! ¡Vete!", gritó con las últimas fuerzas que le quedaban.
Y entonces, empezó. De todas partes empezaron a surgir lobos furiosos que se dirigieron a los árboles donde desataron una feroz carnicería. Los hombres lanzaban flechas y cuchilladas, pero por cada lobo muerto aparecían cinco más. Los gritos eran aterradores mientras uno a uno, los humanos fueron cayendo.
Luego, caminando sin hacer ruido en la hierba, el Príncipe de las Tinieblas hizo su aparición, junto a un enorme lobo blanco. Las otras bestias lo rodearon, abriéndole paso mientras avanzaba inexorablemente. Su rostro estaba congestionado por la rabia, su mirada se encontró con la de Hiram. El muchacho entonces comprendió todo. ¡Vlad era el monstruo y las bestias le obedecían!
"¡Noooooooooooooooooooooo!", gritó para perder nuevamente el sentido, quedando como un muñeco roto, colgado de las muñecas que manaban sangre por la piel desgarrada.
Vlad llegó en segundos junto a él. Recogió el cuchillo ceremonial que yacía en el piso y cortó las ataduras. El muchacho se desplomó inerte en sus brazos.
El vampiro lo contempló. La sangre que cubría todo su cuerpo lo atraía deliciosamente. Su lengua recorrió las comisuras de sus labios, mientras observaba aquél cuerpo desnudo de donde manaba el precioso líquido. Lo echó en la hierba, relamiéndose aún y tomó una de sus manos, para lamer golosamente la muñeca sangrante, mientras sus ojos tomaban un extraño brillo. El muchacho gimió y ese gemido volvió a la realidad al vampiro. Desesperado, trató de despertarlo sacudiéndolo y besando su rostro. Lágrimas de sangre brotaron de los ojos del vampiro. No era posible, no había calificativo para lo que le habían hecho al inocente muchacho que ahora yacía inerte, con horribles heridas en toda la espalda.
"¡Hiram! ¡Por favor abre los ojos, tienes que hacerlo!", decía sacudiéndolo ligeramente.
El muchacho parpadeó recobrando la consciencia. Entonces vio a Vlad y recordó.
".Vlad.no, no es posible.no.tú eres él, el monstruo.¡tú mataste a mis padres!", dijo llorando
"Lo hicieron los lobos Hiram"
".tú.ellos te obedecen.¡toma mi sangre también! Déjame ir donde están ellos.aliméntate con mi sangre, ya no la necesito."
"¡No Hiram!"
".hazlo monstruo.no deseo vivir, toma mi sangre.tómala porque sin ti no deseo vivir, Vlad.tómala", y el muchacho volteó la cabeza ofreciendo su blanco cuello.
"¡No no no! Hiram, mírame.te amo Hiram, te amo. ¡Vive! Yo jamás te dañaría, nunca lo haré...ven conmigo, vive y recupérate, y cuando lo desees podrás partir.yo sólo viviré para ti Hiram, ¡no me abandones!"
".te.amo."
"Hiram", las lágrimas cubrían el rostro del vampiro, mezclándose con las de Hiram, sus labios se unieron una vez más, - "te llevaré conmigo mi Hiram, te cuidaré, seré tu esclavo.soy tuyo."
"¡Vlad, llévame! Soy una criatura del mal como dicen ellos, pues solo deseo estar contigo, ¡llévame por favor!"
El vampiro cubrió el lastimado cuerpo con su capa y lo tomó en sus brazos, acomodándolo junto a su pecho, y se disponía a ponerse de pie con su preciosa carga cuando un sonido que asemejaba un silbido traspasó el aire arrancando un grito ahogado de la garganta del muchacho, por donde se deslizó un hilillo de sangre.
"¡Hiram! ¡Hiram! Nooooo", exclamó el vampiro, viendo impotente el hermoso cuerpo atravesado por una flecha.
"¡Vlad!", una tos sofocó sus palabras
"¡No hables! Estarás bien, lo prometo", decía el vampiro llorando
".muerte.adiós.espérame.otro tiempo.volveré.", el esfuerzo fue mucho y el muchacho cerró los ojos para siempre, llevándose la última visión del rostro de su amado.
El bosque se estremeció con un sonido inhumano, un alarido de dolor semejante al de una bestia herida. Luego se transformó en un rugido de furia y se desató un nuevo horror. El Hijo del Dragón, Drácula, vengaría la muerte de su amado.
Darah arrojó la ballesta con la cual asesinó a Hiram y corrió al campamento a dar la voz de alarma, pero fue adelantada por los lobos, que no la tocaron, y por la negra figura del vampiro. Nada quedó de la tribu, los hombres que quedaban, mujeres y niños, todos sirvieron para alimentar la ira demente de Vlad. Los cadáveres fueron luego pasto de los lobos y ratas. Sólo dejó con vida a Darah, pues ese era su castigo. Viviría para cargar para siempre con la culpa de su crimen.
Volvió lentamente al lugar de la tortura. Se arrodilló para abrazar al muchacho muerto. Una expresión de paz dulcificaba su rostro. Lo envolvió en su capa y lo depositó nuevamente en la hierba, para emprender su penosa tarea, cavando en la tierra blanda al lado del túmulo que señalaba la sepultura de sus padres. Cavó varias horas, sus manos estaban desgarradas para cuando acabó, pero ¿qué importa eso a un vampiro? Al día siguiente sus heridas estarían curadas.
Tomó al muchacho en sus brazos por última vez y besó llorando ese ahora frío rostro para depositarlo amorosamente en la que sería su última morada. Cubrió la tumba con piedras y se alejó a su castillo. Con Hiram había muerto el último vestigio de humanidad que le quedaba, le habían arrebatado al ser más puro que conoció. Se entregó por completo a las tinieblas. El resto es historia.
FIN
Disclaimer: El Conde Drácula pertenece indiscutiblemente a Bram Stoker. Los demás personajes son creación mía.
A/N: Dedico esta historia con muchísimo cariño a Edwin Daniel.
Lo siento, pero este es un final al estilo "Todos flotan" (gracias Jun) y me dio mucha pena escribirlo, pero era el único final posible para esta historia. Clasificado R por contener escenas violentas.
***
"¡Monstruo!", dijo Darah, con el rostro contorsionado por el odio.
Hiram se agitó, tratando de decir algo, de saber de qué se le acusaba, de gritar su inocencia, pero la mordaza, atada con excesiva firmeza, le mordía la carne sin dejas que ningún sonido escapara de sus labios. En vano trató de ponerse de pie, sus tobillos estaban atados, la soga subía por su espalda atando también sus muñecas, y cuando trató de incorporarse fue pateado con rudeza en las costillas.
Lágrimas de impotencia y de dolor cubrieron sus ojos, nublándole la vista y no se movió más, por temor a ser golpeado de nuevo. Parpadeó ligeramente y pudo notar que la tienda de Darah había sido arreglada de una manera singular, en el centro se alzaba el poste donde se sostenía la estructura, y a su alrededor estaban dispuestos los cojines rojos donde se sentaban los Consejeros. Destacaba el correspondiente al anciano que presidía al consejo, a cuyo costado se hallaba una mesita con las dagas ceremoniales y un quemador de incienso. Estos detalles fueron percibidos por su asustada mente en un intento de distracción sobre su triste estado.
Darah permanecía de pie junto a él, y a sus costados se hallaban Jael y su hermano Jairo. La anciana estaba finamente ataviada, un elegante pañuelo bordado recogía sus ralos cabellos, pendientes de oro colgaban de sus orejas, y su cuello y manos estaban adornados con las más finas joyas que poseía.
Uno a uno, fueron llegando los ancianos, que miraban con curiosidad al indefenso muchacho mientras iban a tomar asiento en sus lugares. Afuera se había congregado una multitud y los murmullos llegaban a los oídos de Hiram. Palabras como "monstruo", "asesino" y "demonio" eran repetidas frecuentemente por hombres y mujeres atemorizados.
Cuando el último de los consejeros hubo llegado, Darah ordenó a Jael y Jairo traer al muchacho. Lo hicieron poner de rodillas y lo ataron de las muñecas al poste. Hiram contempló confundido a los severos ancianos que lo miraban. Ese día debía decidir si tomaría una esposa o sería expulsado. ¿era esta la sesión donde juzgarían su caso? Pero jamás vio que trataran a alguien así, ¿cuál habría sido su crimen? Si tan sólo le permitieran hablar, él les explicaría que ya no había necesidad de todo eso, pues abandonaría la tribu esa noche para ir con alguien que lo amaba. El recuerdo de Vlad reconfortó su corazón y le dio esperanza, pronto, cuando supieran que él había decidido alejarse, lo soltarían.
Darah recorrió con la mirada los rostros de los ancianos, mientras paseaba alrededor de los asientos. De pronto, se irguió junto al poste donde estaba atado Hiram y dijo cruelmente:
"La maldición está a punto de caer sobre nosotros, traída por esta criatura nefasta sobre la cual les advertí desde el primer día que llegó, pero no quisieron creerme. Los hechizó a todos, sobre todo a Zara, a quien cegó completamente. ¡Ustedes serán los responsables de lo que suceda ahora que ha sido desenmascarado!"
Hiram no entendía lo que pasaba, sus ojos sorprendidos se encontraron con los de Zelda, una anciana muy amiga de Zara, acaso la única que nunca lo había tratado con excesiva dureza.
"¿Qué te propones, Darah? El muchacho está indefenso"
"No, Zelda. No te dejes engañar, pues esta criatura de aspecto frágil, es en realidad un demonio y nos ha vendido a todos a su creador. ¿por qué razón crees que las bestias del mal no lo atacaron? Fue desde el principio una trampa", respondió Darah
"Pero está amordazado, no puede defenderse. Además, no nos has dicho de qué se le acusa concretamente", insistió Zelda
"Lo sabrán pronto, pues ahora será juzgado. Pero no hablará, pues corremos el riesgo de que sus malas artes nos nublen el entendimiento, tal como sucedió con Zara"
"Sea entonces, lo juzgaremos", dijeron los otros ancianos, sin dejar alternativa a Zelda para replicar.
Darah tomó asiento entonces en su lugar, e hizo una señal a Jael, quien se adelantó ubicándose delante del poste.
"Debemos remontarnos al origen de todo, cuando hace once años encontramos a este muchacho. Jael, relata lo que viste", ordenó Darah
"La noche anterior oímos gritos en el bosque y también aullidos de lobos, pero no nos acercamos sino hasta que amaneció. ", tomó aire y continuó. - "nos llamó la atención un llanto de niño, y llegamos al lugar. Los lobos había atacado una carreta, por todos lados había sangre y los cuerpos destrozados de los caballos, dos hombres y una mujer parcialmente devorada. Abrazado de ella se encontraba un niño pequeño, que no presentaba herida alguna. Lo interrogamos, pero no sabía responder, sólo lloraba.Luego de un rato logramos averiguar que se llamaba Hiram y lo trajimos al campamento"
"Gracias Jael, puedes sentarte", dijo Darah, - "como ven, una manada de lobos hambrientos atacó a todos menos a la presa más fácil, el niño. Pregunto yo, ¿por qué las criaturas de la noche lo dejarían ileso luego de semejante carnicería? Pues porque es uno de ellos, enviado por el monstruo del castillo, el empalador de antaño, para engañarnos y consumar su venganza"
Hiram permanecía inmóvil, asustado. Muchas veces Darah había repetido ese discuerso, pero siempre había estado Zara para defenderlo. Trató de contener las lágrimas, no le demostraría su temor.
"A lo largo de su estancia con nuestro pueblo, demostró ser diferente a nosotros, jamás jugó con nuestros niños, quienes lo alejaban arrojándole piedras, pues los niños perciben el mal con más facilidad que los adultos. Oigan ustedes lo que referirán las madres de estos niños"
A continuación desfilaron varias mujeres, relatando anécdotas en que Hiram aparecía haciendo conjuros o hablando con Zara en una lengua extraña, prueba de su dominio diabólico sobre la anciana.
"Luego vinieron las visitas hacia el lugar maldito, donde llevaba a Zara. Yo misma vi los signos extraños que hacía con las manos y luego se arrodillaba y recitaba hechizos en una lengua demoníaca, en dirección al castillo"
"Eso ya lo sabemos, pues te encargaste de decírnoslo muchas veces, y Zara nos explicó que él rezaba en su lengua materna, pidiendo por sus familiares muertos", interrumpió Zelda
"¿y dónde está Zara ahora? ¡Muerta! ¿Quién sabe qué participación habrá tenido este demonio en su fallecimiento? Pero no es esto lo que deseaba decirles, sólo quiero recordarles los hechos para que entendamos la magnitud de su crimen"
"Continúa entonces", dijeron algunos ancianos, y Zelda calló.
"Sabido es que no adoptó nuestras costumbres para elegir mujer a los quince. Ninguna de las jóvenes fue de su agrado. Por respeto a Zara decidimos que esperaríamos a que cumpliera diecisiete, y eso hicimos. La primera noche que llegamos aquí acudió al lugar maldito que visita siempre, y no volvió en toda la noche, pues a la mañana siguiente lo vi volver ocultándose en la niebla y aferrando un bulto negro en el pecho. Ese día, lo envié al pueblo con Jael y registré sus pertenencias", Hiram dio un respingo ¡la capa!, - "había un cofre con vestimentas ajenas a nuestro pueblo, y varias joyas que el infeliz robó a Zara", el muchacho sintió enrojecer su rostro de indignación, - "y entre esas cosas, había una capa de fino terciopelo negro, en cuyo forro encontré bordado este símbolo", y Darah dibujó con una vara en el piso de tierra la silueta de un dragón con las alas extendidas.
Los ancianos lanzaron una exclamación de asombro y miedo. Jairo y su esposa corroboraron la existencia de aquél símbolo.
"Bastante bien sabemos lo que significa, pues nuestro pueblo jamás olvidará a Drácula, el hijo del Dragón y asesino despiadado. ¡El monstruo hambriento de sangre y esta criatura complotan contra nuestro pueblo!", exclamó triunfalmente Darah.
Hiram trató de protestar, era un completo error, Vlad no era el monstruo, él sólo vivía en ese bosque, pero jamás haría daño a nadie, ¡si tan sólo le dejaran explicárselos!
"Ayer por la noche volvió a salir llevando la capa. Jael y yo lo seguimos, usando un conjuro de protección, pues el monstruo es astuto y puede sentir la presencia humana a distancia. Lo que vimos nos llenó de repugnancia, esta criatura de la noche se ofreció al asesino, aceptando sus besos de enferma pasión. Ahora entenderán por qué jamás eligió compañera, pues estaba, quizá desde su nacimiento, consagrado al mal. Nos retiramos asqueados y aguardamos aquí su regreso y ahora lo traemos a ustedes. ¡No debemos permitir que consume su traición! ¡Su amante desea alimentarse con la sangre de nuestro pueblo!"
El muchacho estaba espantado. No solo su amor había sido descubierto, sino que se acusaba a Vlad de ser un asesino. Desesperado, trató de liberarse, hasta que las cuerdas cortaron sus muñecas y tobillos. Su mirada se encontró con la de Zelda.
"¡Míralo, Darah! Al menos permítele defenderse, déjalo hablar y que diga si es cierto todo eso de lo que lo acusas", pidió Zelda.
"Sea. Jael, quítale la mordaza", y cuando lo hubo hecho, - "di ahora, demonio, ¿es cierto que te ves y tienes tratos con el monstruo del castillo?"
".yo.lo amo.", trató de explicar el muchacho, mirando a todos, - "lo amo y él no es un monstruo, iré a vivir con él y no deseo dañar a nadie y .", una bofetada de Darah lo interrumpió.
"¡Atalo Jael!, ustedes mismos lo oyeron, ha confesado su traición, su crimen, ¡va a unirse finalmente a su amante, y éste beberá nuestra sangre¡ ¡Sácalo de aquí Jael! debatiremos lo que debemos hacer", exclamó Darah furiosa.
Hiram fue amordazado de nuevo y llevado a empellones hacia afuera, donde recibió una lluvia de insultos por parte de la multitud. Lo arrojaron al piso de su propia tienda y Jairo montó guardia, sin permitirle moverse. Allí permaneció durante horas, le dolía terriblemente el cuerpo y no había comido desde la tarde anterior, en su prisa por ver a Vlad. Pero nadie se dignó a darle agua y comida. Evitaba pensar en Vlad, pues cada vez que lo hacía, un torrente de lágrimas afloraba de sus ojos. Cansado y atemorizado, cayó en un sueño febril, sin siquiera moverse porque cada vez que lo hacía, las cuerdas se enterraban en su piel produciéndole un terrible dolor.
Al atardecer, Jael entró a la tienda y le cubrió los ojos con un lienzo negro, para luego llevarlo a empellones hacia las afueras del bosque, en el mismo lugar donde estaban enterrados sus padres y donde había conocido a Vlad. Por lo que pudo oír, su suerte había sido decidida ya por los ancianos y ejecutarían la sentencia. Fue atado de las muñecas a la rama de un árbol, de modo que sus brazos quedaron rectos sobre su cabeza. No podía ver nada, pero oía los comentarios de la multitud, lo llamaban monstruo, pero eso no era nada nuevo para él.
"¡La sentencia será ejecutada!", gritó Darah mientras le arrancaba el lienzo que le tapaba los ojos.
Hiram quedó petrificado. Parecía que todos los hombres de la caravana se encontraban allí reunidos, así como las ancianas del consejo. Zelda estaba allí, pero evitó mirarlo a los ojos.
"Tu perfidia ha sido descubierta a tiempo. Evitaremos el derramamiento de sangre de nuestra gente y destruiremos al monstruo. El Consejo de Ancianos te sentencia a recibir cien latigazos y a permanecer atado hasta que tu amante, atraído por la sangre, venga a darte muerte. En ese momento, aprovechando su debilidad, lo destruiremos", dijo implacable Darah, con una cruel satisfacción en la voz.
El muchacho trató de moverse, en vano. La mordaza no lo dejaba hablar, gritar su inocencia. Trató de buscar la mirada de esas personas, pero todo lo que halló en ellas fue odio e indiferencia. Entonces, Darah habló en voz baja a Jairo, que se acercó con un cuchillo ceremonial. Cortó y desgarró las ropas de Hiram, arrancándolas hasta dejarlo completamente desnudo. Luego le cubrió nuevamente los ojos con el lienzo negro. Finalmente, cortó la morzada. Hiram trató de cerrar la boca adolorida, sentía el sabor de la sangre entre sus labios y cuando tomó aire para poder hablar y explicar su inocencia, sintió un dolor lacerante y punzante en la espalda, y todo lo que pudo hacer fue lanzar un grito de dolor.
La risa malévola de Darah se unió a su grito, pues ella había dado el primer latigazo, descargando allí toda su furia, odio y dolor por el amor perdido, que Hiram, sin saberlo, había conquistado. Ella jamás perdonaría al muchacho, el sólo hecho de su existencia la molestaba y esa noche al fin, se vengaría de él y del vampiro que no la quiso hacer inmortal porque la amaba, y la dejó envejecer y languidecer suplicándole por el regalo de la vida eterna, hasta que el amor que un día sintió por él se transformó en un odio enfermizo.
"...por favor...", gritó Hiram, pero los latigazos se sucedieron con rapidez, dándole la única opción de gritar.
Darah se encontraba de pie frente a él, entregando el látigo a cada uno de los gitanos que habían ido a participar en el ajusticiamiento. La sangre le salpicaba el rostro y las vestiduras, pero eso no le importaba, pues los alaridos de Hiram encendían regocijaban su amargado corazón.
El muchacho ya no tenía fuerzas para gritar. Debilitado por la pérdida de sangre y por el ardor que quemaba su espalda, se desmayó, alejándose del dolor. Deseó morir para terminar con ese sufrimiento, pero un recuerdo lo detuvo. ¡Ellos asesinarían a Vlad! Su amado vendría a buscarlo y ellos lo estarían esperando para matarlo, confundiéndolo con el monstruo del castillo. ¡Debía impedirlo! Trató de guardar fuerzas y sólo su voluntad lo sostuvo durante las horas de tortura.
Casi anochecía, cuando, como en sueños, sintió que alguien le quitaba el lienzo.¿Vlad?, y un chorro de agua lo hizo reaccionar, parpadeando varias veces hasta que enfocó el rostro de Darah mirándolo complacida.
"¡Mira! Pues lo verás morir, y morirás a tu vez", dijo con odio, y luego añadió en voz baja, para que sólo él la escuchara - "él me negó la inmortalidad y me condenó a languidecer y envejecer. Tú tendrás más suerte, pues morirás joven y bello y nunca."
Pero entonces Darah se interrumpió para escuchar atentamente e hizo una señal a los hombres. Todos desaparecieron entre los árboles a la entrada del bosque. Hiram trató de escuchar, pero ningún sonido sintió, era como si todo el bosque se hubiera paralizado, esperando.un recuerdo súbito lo asaltó de repente.
- "¡Vlad, vete, es una trampa! ¡Vete!", gritó con las últimas fuerzas que le quedaban.
Y entonces, empezó. De todas partes empezaron a surgir lobos furiosos que se dirigieron a los árboles donde desataron una feroz carnicería. Los hombres lanzaban flechas y cuchilladas, pero por cada lobo muerto aparecían cinco más. Los gritos eran aterradores mientras uno a uno, los humanos fueron cayendo.
Luego, caminando sin hacer ruido en la hierba, el Príncipe de las Tinieblas hizo su aparición, junto a un enorme lobo blanco. Las otras bestias lo rodearon, abriéndole paso mientras avanzaba inexorablemente. Su rostro estaba congestionado por la rabia, su mirada se encontró con la de Hiram. El muchacho entonces comprendió todo. ¡Vlad era el monstruo y las bestias le obedecían!
"¡Noooooooooooooooooooooo!", gritó para perder nuevamente el sentido, quedando como un muñeco roto, colgado de las muñecas que manaban sangre por la piel desgarrada.
Vlad llegó en segundos junto a él. Recogió el cuchillo ceremonial que yacía en el piso y cortó las ataduras. El muchacho se desplomó inerte en sus brazos.
El vampiro lo contempló. La sangre que cubría todo su cuerpo lo atraía deliciosamente. Su lengua recorrió las comisuras de sus labios, mientras observaba aquél cuerpo desnudo de donde manaba el precioso líquido. Lo echó en la hierba, relamiéndose aún y tomó una de sus manos, para lamer golosamente la muñeca sangrante, mientras sus ojos tomaban un extraño brillo. El muchacho gimió y ese gemido volvió a la realidad al vampiro. Desesperado, trató de despertarlo sacudiéndolo y besando su rostro. Lágrimas de sangre brotaron de los ojos del vampiro. No era posible, no había calificativo para lo que le habían hecho al inocente muchacho que ahora yacía inerte, con horribles heridas en toda la espalda.
"¡Hiram! ¡Por favor abre los ojos, tienes que hacerlo!", decía sacudiéndolo ligeramente.
El muchacho parpadeó recobrando la consciencia. Entonces vio a Vlad y recordó.
".Vlad.no, no es posible.no.tú eres él, el monstruo.¡tú mataste a mis padres!", dijo llorando
"Lo hicieron los lobos Hiram"
".tú.ellos te obedecen.¡toma mi sangre también! Déjame ir donde están ellos.aliméntate con mi sangre, ya no la necesito."
"¡No Hiram!"
".hazlo monstruo.no deseo vivir, toma mi sangre.tómala porque sin ti no deseo vivir, Vlad.tómala", y el muchacho volteó la cabeza ofreciendo su blanco cuello.
"¡No no no! Hiram, mírame.te amo Hiram, te amo. ¡Vive! Yo jamás te dañaría, nunca lo haré...ven conmigo, vive y recupérate, y cuando lo desees podrás partir.yo sólo viviré para ti Hiram, ¡no me abandones!"
".te.amo."
"Hiram", las lágrimas cubrían el rostro del vampiro, mezclándose con las de Hiram, sus labios se unieron una vez más, - "te llevaré conmigo mi Hiram, te cuidaré, seré tu esclavo.soy tuyo."
"¡Vlad, llévame! Soy una criatura del mal como dicen ellos, pues solo deseo estar contigo, ¡llévame por favor!"
El vampiro cubrió el lastimado cuerpo con su capa y lo tomó en sus brazos, acomodándolo junto a su pecho, y se disponía a ponerse de pie con su preciosa carga cuando un sonido que asemejaba un silbido traspasó el aire arrancando un grito ahogado de la garganta del muchacho, por donde se deslizó un hilillo de sangre.
"¡Hiram! ¡Hiram! Nooooo", exclamó el vampiro, viendo impotente el hermoso cuerpo atravesado por una flecha.
"¡Vlad!", una tos sofocó sus palabras
"¡No hables! Estarás bien, lo prometo", decía el vampiro llorando
".muerte.adiós.espérame.otro tiempo.volveré.", el esfuerzo fue mucho y el muchacho cerró los ojos para siempre, llevándose la última visión del rostro de su amado.
El bosque se estremeció con un sonido inhumano, un alarido de dolor semejante al de una bestia herida. Luego se transformó en un rugido de furia y se desató un nuevo horror. El Hijo del Dragón, Drácula, vengaría la muerte de su amado.
Darah arrojó la ballesta con la cual asesinó a Hiram y corrió al campamento a dar la voz de alarma, pero fue adelantada por los lobos, que no la tocaron, y por la negra figura del vampiro. Nada quedó de la tribu, los hombres que quedaban, mujeres y niños, todos sirvieron para alimentar la ira demente de Vlad. Los cadáveres fueron luego pasto de los lobos y ratas. Sólo dejó con vida a Darah, pues ese era su castigo. Viviría para cargar para siempre con la culpa de su crimen.
Volvió lentamente al lugar de la tortura. Se arrodilló para abrazar al muchacho muerto. Una expresión de paz dulcificaba su rostro. Lo envolvió en su capa y lo depositó nuevamente en la hierba, para emprender su penosa tarea, cavando en la tierra blanda al lado del túmulo que señalaba la sepultura de sus padres. Cavó varias horas, sus manos estaban desgarradas para cuando acabó, pero ¿qué importa eso a un vampiro? Al día siguiente sus heridas estarían curadas.
Tomó al muchacho en sus brazos por última vez y besó llorando ese ahora frío rostro para depositarlo amorosamente en la que sería su última morada. Cubrió la tumba con piedras y se alejó a su castillo. Con Hiram había muerto el último vestigio de humanidad que le quedaba, le habían arrebatado al ser más puro que conoció. Se entregó por completo a las tinieblas. El resto es historia.
FIN
